10

 —¿Así que cualquier castigo? —la puerta se abre de golpe, su voz golpeando duro en mis oídos.

Doy un respingo con el cuerpo rebosándome de alegría y temor. Dos figuras avanzan por la puerta y una de ellas la cierra. Solo conozco a Dunkel, pero el otro tipo me mira con una magnificencia propia de un rey frente a sus súbditos.

—El que sea, amo. —susurró arrodillándome frente a él. El arrepentimiento carcomiéndome los huesos y mis ojos ignorando la incómoda presencia del acompañante de Dunkel. —Solo quiero que vuelvas a confiar en mí.

—Un castigo no logrará eso, el tiempo sí.

—De todos modos, sé que lo merezco y es mi forma de pedir perdón y demostrar que no quiero traicionarte más, que confío en ti. —sus ojos, llenos de soberbia, me miran desde lo alto y se acerca a mí a paso lento, con las manos a la espalda; su amigo le imita, con la misma aura aterradora flotando tras él, llenando toda la habitación.

Ambos hombres andan en círculos durante un momento alrededor mío, como cazadores acechando a su presa. No sé qué sucede o qué sucederá después. Un nudo se instala en mi estómago.

—Dices que confías en mí, esclavo. Me pregunto ¿Hasta qué nivel lo haces? —sus palabras dan de lleno en mi pecho. ¿Hasta cuanto confío en él? No me lo había planteado, solo sé, siento, que confío en él.

Me ha salvado la vida arriesgando la suya, me ha defendido a costa de su honor, me hecho mío, haciéndome suyo.

—Totalmente, amo... confío totalmente en ti. —sollozo mientras él se arrodilla detrás de mí y me quita el collar.

Acaricia mi cuello con sus manos frías y pasa las uñas por las zonas más finas, sintiendo mi pulso acelerado.

—¿Confías en mí lo suficiente como para obedecer a otro hombre que yo te ordene que obedezcas? ¿Cómo para ser sumiso mientras alguien que no te ama te castiga de una formal cruel que mi piedad me impide? —¿Dejarme en manos de otro? ¿Otro en quien Dunkel confía? ¿Otro que me hará sufrir? Suena como una pesadilla, pero merezco el castigo, lo merezco tanto...

Dunkel acaricia mi mejilla mientras limpia mis lágrimas. No tengo voz para responder, solo el pecho oprimido y mil pensamientos horribles en la cabeza.

No va a ser agradable, al fin y al cabo, es un castigo. Miro al extraño y me sonríe, sus colmillos enormes reluciendo con ansia. Soy tan tuyo, tan tuyo... que puedes compartirme. La idea duele demasiado en mi pecho.

Dunkel cediéndome, abandonándome.

—¿Volverás?

—Después del castigo. —indica, acariciándome el cuello con ternura. Deposita un pequeño beso en mi nuca cuando lo veo de soslayo con mis enrojecidos orbes.

—¿Y seguiré siendo tuyo?

—Nunca has dejado de serlo, ni aunque otro te toque. —asiento tragando saliva, demostrándole que lo comprendo.

No son sus manos las que me fustigarán, ni su voz la que dará órdenes, pero todo será por él del mismo modo en que lo sería si estuviera en la sala. No es su carne, pero es su voluntad; y pese a que eso no hace lo que ha a suceder ni un poco menos aterrador, sí sé que no es trágico: él no me está rechazando, me está dando una oportunidad.

—Entonces sí. —escucho una risa enfrente de mí, el sujeto desconocido relamiéndose de placer y yo temblando de terror.

—Estoy tan orgulloso... —murmura Dunkel, cerca de mi oído; sus palabras son la panacea a cualquier preocupación mía y mientras me deleito con su voz solo existe el presente.

Estos instantes preciosos en que me siento perfecto, gracias a él.

—Avísame al terminar. Y ya sabes las normas. —comenta Dunkel con el hombre alto que custodia la puerta.

Me alegra saber que ha impuesto algunos límites, me siento más seguro, aunque esa sensación desaparece junto a Dunkel.

—He oído hablar mucho de ti, realmente tenía ganas de probarte. Soy Gerald, Miquel me habrá mencionado. Algún día espero que tu amo y tú participéis en nuestros juegos, sería divertido. Ahora también lo será, pero no para ti. —habla el hombre, una sonrisa enloquecida cruzando su rostro.

Es pelirrojo y sus rizos coronan su cabeza de forma uniforme y tierna; su rostro está moteado por pecas y tiene unos labios finos y rosados, como sus facciones o el pequeño rubor natural de sus mejillas. Es más alto que yo, pero también más delgado que el resto de vampiros.

Es bonito, de una forma ciertamente aniñada y de no ser por sus dantescos colmillos y ojos negros uno pensaría que es adorable. Ahora sus detalles lindos lo hacen parecer macabro en contraste con el resto de sus atributos sobrenaturales.

Parece inofensivo y eso es lo que me da más miedo. Sé de sobras que las apariencias engañan.

—¿Sabes que Dunkel es mi mejor amigo desde que fui convertido por él? Para mí él es la segunda persona más importante en el mundo, después de mi esclavo. Y tu acabas de hacerle daño ¡Alégrate! Vas a ser la única persona a la que haya dejado vivir después de hacer algo así. —me sonríe de nuevo, esa boca elegante, pequeña y modesta me hará tener pesadillas: sus colmillos sobresalen como dagas asesinas y por culpa de sus míseros belfos, parecen todavía más grandes de lo que son. —Ahora, ven.

Se levanta, marchándose de la habitación. Yo voy tras él y el corazón me palpita como loco mientras trato de pensar a dónde me llevará. No voy con collar y correa y por extraño que parezca eso sí me hace sentir desnudo.

Hace poco que me da igual mostrar mi cuerpo, después de haber visto varias veces a otros humanos desnudos junto a sus humanos ya no siento que sea la gran cosa, aunque sigo siendo algo pudoroso, sin embargo, el collar es como un salvavidas y sin él me siento perdido y desorientado en un vasto mundo.

Baja unas escaleras que nos llevan a una zona subterránea, igual que la del lugar anterior solo que más pequeña y con el aroma a humedad pegado en cada pared. El ambiente opresivo, la mala iluminación y aire denso me hacen sentir incómodo.

Mi estómago duele de los nervios.

—Entra. —ordena abriendo una puerta con llave. Es la única en la que he visto esa clase de cierre.

La habitación está en la penumbra, apenas iluminada por unos candelabros cuyas velas están ya rozando el límite. El humo huele dulce y mortal a la vez. Escucho la puerta cerrarse detrás de mí.

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