11

 

Hacía un día que ambos estudiábamos en silencio tras el incidente del baño. El me pasaba resúmenes propios que estabas perfectamente explicados y me ayudaban a comprender las cosas con rapidez y revisaba mis ejercicios, marcando mis errores para que los rehiciera. Pero echaba de menos su voz, sus bromas casuales, sus ánimos y esas buenas vibraciones que su dulce y tiernucha personalidad me transmitía.

Las únicas que veces que habíamos hablado eran cuando yo comenzaba el diálogo y sus respuestas eran simples monosílabos forzados tras los cuales sus ojos se hallaban llorosos.

Hasta que sucedió algo.

—Me caes bien. —solté de repente mientras comíamos. Lui escupió la sopa de vuelta en el plato y se sintió ridículo por ello pues se enjugó la boca con una servilleta, rojo como un tomate.

—G-G-Gracias.

titubeó lleno de nervios y temor. Ver sus pequeñas manos temblar al sostener la cuchara me resultó cómico, toda la sopa caía de vuelta al plato y él se miraba las manos de forma estupefacta.

—¿Y yo a ti?

—¿Eh? Su-supongo que también. —respondió rápido —¡Ya-ya he acabado, llevaré el plato a la cocina!

Se largó en milésimas de segundo y no reapareció de nuevo hasta que yo dejé mi plato vacío en la mesa y desaparecí del rango de visión que él tenía desde la otra sala.

Nada más asomarse al comedor lo intercepté por sorpresa y pareció sumamente asustado.

—Ajá. —dije señalándolo con el dedo —¿Por qué me evitas? —le pregunté, aunque la respuesta era obvia.

No le dejé contestarme pues claramente iba a mentirme por temor, así que rodeé su cuello con mi brazo y apreté un poco.

Él pensó que iría a más y que le estrangularía, no sería la primera vez que sucedía, pero no iba con esas intenciones. Solo le revolví el pelo chistosamente y lo llevé conmigo hacia la salida.

—Anda Lui, vamos a ver una película. Estoy harto de estudiar mañana y tarde todos los días. He avanzado un trimestre de todas las asignaturas así que nos sobra tiempo y tú necesitas divertirte más.

—¡No! No pienso ir al cine contigo.

 —¿Qué se supone que te pasa ahora, estúpido de mierda? —le solté bruscamente haciéndole caer el sofá y apreté mis puños. De no ser Lui el que tenía delante ya le estaría moliendo a golpes.

—No soy estúpido. Seguro que tienes a tus amigos esperándome en la entrada del cine y que cuando aparezca por ahí no me dejarás irme y me haréis algo ¿Que te caigo bien? No jodas… Si quieres mandarme al hospital por ser gay o por ser un rarito o porque simplemente te sale de las pelotas hazlo ya, no me engañes más. Vamos, pégame, ya estoy acostumbrado.

Pero no lo estaba, ni era tan valiente como parecía. Nada más acercarme un paso se hizo una pequeña bolita y lloró mientras trataba de protegerse.

Un nudo en el estómago se me formó haciéndome sentir como la peor escoria existente en el mundo.

Lo que más me dolió era saber que los actos que él relataba, en cierto modo, los había cometido en el pasado. Me sentía vil y repugnante.

Me acerqué del todo hasta sentarme a su lado y lo incorporé juntó a mi, aunque luchó con sus pocas fuerzas. Se sorprendió al vernos a ambos, sentados juntos en el sofá frente al televisor.

—No haré eso. Pero si quieres asegurarte podemos ver la película aquí, en tu casa. Además, Jer y esos… Ya no voy con ellos, son colegas, ni amigos… Da igual. Supongo que yo tampoco tengo amigos ¿No? —mi pequeña broma no pareció haberle causado ninguna gracia, pero noté que se relajaba.

Yo escogí la película y como era de esperar fue una de miedo. Lui se rehusó varias veces, pero insistí con tal de imponer mi decisión.

—Por favor, de verdad que soy muy miedoso.

—Y yo tengo poca paciencia. Veremos esa y punto.

—D-De acuerdo.

Aguantó bastante bien la primera hora de película, pero era usual. Solo se contaba la historia de los personajes y se creaban varios momentos de tensión que eran cortos, predecibles y derivaban en una situación cotidiana e inesperada que calmaba a Lui. Pero, aunque él se confió con eso yo ya conocía esa estrategia propia de las mejores películas de terror. Hacer sentir confortable y seguro al espectador para después bombardearlo con las escenas más terroríficas posibles.

Cuando empezaron los sustos, escenas fuertes y partes siniestras Lui no podía evitar gritar y aunque trató de taparse los ojos con mantas y cojines acabé arrebatándoselos y lanzándolos al suelo, fuera de su alcance.

Intentó taparse los ojos con las manos, pero me abalancé sobre él con el propósito de impedirlo.

—¡Vamos joder, no seas una rata cobarde! —grité mientras lo sentaba forzosamente entre mis piernas y sujetaba sus muñecas con tal de alejar sus dedos de su rostro.

Con su espalda chocando contra mi pecho me sentí grande, poderoso y cálido. Sentirlo temblar contra mi piel era glorioso.

Apretándolo entre mis piernas mantuve su cabeza y cuerpo orientados hacia la pantalla y cada vez que cerraba los ojos apretaba su agarre dolorosamente, obligándolo a mirar.

—¡Soy un cobarde y lo que tú quieras, pero no quiero seguir viendo esto! —lloriqueó resistiéndose inútilmente.

En un susto muy concreto que casi me hizo sobresaltarme a mí también él consiguió liberarse y se giró hacia mí, abrazándome cual oso de peluche.

Sus bracitos débiles rodeándome, su aroma llegándome como un delicioso perfume, su cuerpo contra el mío, su cabecita menuda escondida en mis enormes pectorales y su cabello haciéndome cosquilla en el cuello. Me sentí extrañamente glorioso.

Era como acunar a un cachorrito.

Se separó de inmediato de mí, totalmente alarmado y sin hacer caso a la película.

—¡Lo siento, no me golpees!

Imploró al borde del llanto y aunque se protegió cuando alcé la mano, no hizo nada cuando lo volvía apretar contra mí en un tierno abrazo que duró hasta el final de la película.

—Está bien, marica miedoso. —murmuré mientras acariciaba un poco su cabeza.

Me sentí avergonzado de ese comportamiento. Jamás había sido cariñoso con nadie.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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