Hacía un día
que ambos estudiábamos en silencio tras el incidente del baño. El me pasaba
resúmenes propios que estabas perfectamente explicados y me ayudaban a
comprender las cosas con rapidez y revisaba mis ejercicios, marcando mis
errores para que los rehiciera. Pero echaba de menos su voz, sus bromas
casuales, sus ánimos y esas buenas vibraciones que su dulce y tiernucha
personalidad me transmitía.
Las únicas
que veces que habíamos hablado eran cuando yo comenzaba el diálogo y sus
respuestas eran simples monosílabos forzados tras los cuales sus ojos se
hallaban llorosos.
Hasta que
sucedió algo.
—Me caes
bien. —solté de repente mientras comíamos. Lui escupió la sopa de vuelta en el
plato y se sintió ridículo por ello pues se enjugó la boca con una servilleta,
rojo como un tomate.
—G-G-Gracias.
titubeó lleno
de nervios y temor. Ver sus pequeñas manos temblar al sostener la cuchara me
resultó cómico, toda la sopa caía de vuelta al plato y él se miraba las manos
de forma estupefacta.
—¿Y yo a ti?
—¿Eh?
Su-supongo que también. —respondió rápido —¡Ya-ya he acabado, llevaré el plato
a la cocina!
Se largó en
milésimas de segundo y no reapareció de nuevo hasta que yo dejé mi plato vacío
en la mesa y desaparecí del rango de visión que él tenía desde la otra sala.
Nada más
asomarse al comedor lo intercepté por sorpresa y pareció sumamente asustado.
—Ajá. —dije
señalándolo con el dedo —¿Por qué me evitas? —le pregunté, aunque la respuesta
era obvia.
No le dejé
contestarme pues claramente iba a mentirme por temor, así que rodeé su cuello
con mi brazo y apreté un poco.
Él pensó que
iría a más y que le estrangularía, no sería la primera vez que sucedía, pero no
iba con esas intenciones. Solo le revolví el pelo chistosamente y lo llevé
conmigo hacia la salida.
—Anda Lui,
vamos a ver una película. Estoy harto de estudiar mañana y tarde todos los
días. He avanzado un trimestre de todas las asignaturas así que nos sobra
tiempo y tú necesitas divertirte más.
—¡No! No
pienso ir al cine contigo.
—¿Qué se supone que te pasa ahora, estúpido de
mierda? —le solté bruscamente haciéndole caer el sofá y apreté mis puños. De no
ser Lui el que tenía delante ya le estaría moliendo a golpes.
—No soy
estúpido. Seguro que tienes a tus amigos esperándome en la entrada del cine y
que cuando aparezca por ahí no me dejarás irme y me haréis algo ¿Que te caigo
bien? No jodas… Si quieres mandarme al hospital por ser gay o por ser un rarito
o porque simplemente te sale de las pelotas hazlo ya, no me engañes más. Vamos,
pégame, ya estoy acostumbrado.
Pero no lo
estaba, ni era tan valiente como parecía. Nada más acercarme un paso se hizo
una pequeña bolita y lloró mientras trataba de protegerse.
Un nudo en el
estómago se me formó haciéndome sentir como la peor escoria existente en el
mundo.
Lo que más me
dolió era saber que los actos que él relataba, en cierto modo, los había
cometido en el pasado. Me sentía vil y repugnante.
Me acerqué
del todo hasta sentarme a su lado y lo incorporé juntó a mi, aunque luchó con
sus pocas fuerzas. Se sorprendió al vernos a ambos, sentados juntos en el sofá
frente al televisor.
—No haré eso.
Pero si quieres asegurarte podemos ver la película aquí, en tu casa. Además,
Jer y esos… Ya no voy con ellos, son colegas, ni amigos… Da igual. Supongo que
yo tampoco tengo amigos ¿No? —mi pequeña broma no pareció haberle causado
ninguna gracia, pero noté que se relajaba.
Yo escogí la
película y como era de esperar fue una de miedo. Lui se rehusó varias veces,
pero insistí con tal de imponer mi decisión.
—Por favor,
de verdad que soy muy miedoso.
—Y yo tengo
poca paciencia. Veremos esa y punto.
—D-De
acuerdo.
Aguantó
bastante bien la primera hora de película, pero era usual. Solo se contaba la
historia de los personajes y se creaban varios momentos de tensión que eran
cortos, predecibles y derivaban en una situación cotidiana e inesperada que
calmaba a Lui. Pero, aunque él se confió con eso yo ya conocía esa estrategia
propia de las mejores películas de terror. Hacer sentir confortable y seguro al
espectador para después bombardearlo con las escenas más terroríficas posibles.
Cuando
empezaron los sustos, escenas fuertes y partes siniestras Lui no podía evitar
gritar y aunque trató de taparse los ojos con mantas y cojines acabé
arrebatándoselos y lanzándolos al suelo, fuera de su alcance.
Intentó
taparse los ojos con las manos, pero me abalancé sobre él con el propósito de
impedirlo.
—¡Vamos
joder, no seas una rata cobarde! —grité mientras lo sentaba forzosamente entre
mis piernas y sujetaba sus muñecas con tal de alejar sus dedos de su rostro.
Con su
espalda chocando contra mi pecho me sentí grande, poderoso y cálido. Sentirlo
temblar contra mi piel era glorioso.
Apretándolo
entre mis piernas mantuve su cabeza y cuerpo orientados hacia la pantalla y
cada vez que cerraba los ojos apretaba su agarre dolorosamente, obligándolo a
mirar.
—¡Soy un
cobarde y lo que tú quieras, pero no quiero seguir viendo esto! —lloriqueó
resistiéndose inútilmente.
En un susto
muy concreto que casi me hizo sobresaltarme a mí también él consiguió liberarse
y se giró hacia mí, abrazándome cual oso de peluche.
Sus bracitos
débiles rodeándome, su aroma llegándome como un delicioso perfume, su cuerpo
contra el mío, su cabecita menuda escondida en mis enormes pectorales y su
cabello haciéndome cosquilla en el cuello. Me sentí extrañamente glorioso.
Era como
acunar a un cachorrito.
Se separó de
inmediato de mí, totalmente alarmado y sin hacer caso a la película.
—¡Lo siento,
no me golpees!
Imploró al
borde del llanto y aunque se protegió cuando alcé la mano, no hizo nada cuando
lo volvía apretar contra mí en un tierno abrazo que duró hasta el final de la
película.
—Está bien,
marica miedoso. —murmuré mientras acariciaba un poco su cabeza.
Me sentí
avergonzado de ese comportamiento. Jamás había sido cariñoso con nadie.
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