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—¡Jackson por favor, por favor suéltame! ¡JACKSON! —a decir verdad, la voz de Lui podía no ser hermosa en ciertas circunstancias, sobre todo cuando chillaba tan fuerte como si le estuvieran matando.

Dios santo, su estridente voz de pito me estaba reventando los tímpanos, así que simplemente le palmeé la espalda para calmarlo mientras lo acomodaba un poco.

Sí, lo estaba cargando sobre mi hombro y a juzgar por su sonrojo, por mucho que no quisiera que lo llevara a la fiesta, le había gustado ser cargado así por un hombre. Sobre todo, a sabiendas de que yo era el hombre que le había vuelto gay.

Esa idea, por alguna razón, me asustaba.

A pesar de todo, la sensación de su cuerpo menudo, manejable y lechoso a disposición del mío, que podría someterlo a mi voluntad sin gran esfuerzo, me sentó divina. Era como si supiera que era capaz de acceder a algo que… deseaba.

Terror, de nuevo esa idea de producía canguelo.

—Oh, vamos ¿No te hace ilusión? ¡Tu primera fiesta!

—¡No! No quiero ir con tus amigos, me pegarán, me harán algo, por favor, se reirán de mí se…

Su voz sonaba tan histérica que temí que se hallara cerca de un ataque de ansiedad así que simplemente lo bajé de mi hombro y lo acorralé contra una pared para evitar que huyera hacia su casa de nuevo.

Me recordó a los viejos tiempos, cuando lo tenía siempre atrapado entre mi cuerpo y los casilleros y lo golpeaba duramente. Vi de nuevo, en sus ojos, aquella mirada de súplica y puro terror. Aún me temía y eso hizo que una agradable descarga eléctrica me recorriera el espinazo.

—Lui, Lui, Lui… Ya lo escuchaste por teléfono. A mis colegas les parece bien que vengas, además, tu y yo somos amigos y, créeme, cuando te vean a mi lado nadie en toda la escuela se atreverá a decirte nada. La gente me tiene demasiado miedo y con razón, así que tómatelo como que ahora tienes un guardaespaldas ¿Qué te parece?

—D-De acuerdo. —dijo algo más convencido mientras se calmaba y andaba a mi lado.

Lo veía tenso, agazapado, así que decidí apoyar mi brazo en su hombro mientras hablábamos. Me pareció que el contacto le reconfortaría, era cercano y amistoso y además sus hombros estaban tan bajos que era la altura perfecta para que yo estuviera cómodo.

Encajábamos.

 

—¡Chicos!

Cuando mis colegas y otros macarras más del instituto que apenas reconocía me vieron aparecer sonrieron y alzaron sus manos y botellas de cerveza para después clavar sus ojos en Lui como hienas hambrientas y sonreír de una forma macabra que no me gustó nada.

Me metí de lleno junto a mi acompañante dentro del enorme círculo de hombre casi tan grandes como yo y a los pocos segundos una botella de vodka estaba en mis manos, como debía ser.

—Vaya, vaya ¿Pero que nos has traído aquí?

Preguntó Jer sonriendo mientras se acercaba lentamente Lui.

El chico, que solo había saludado con una voz tan débil que no obtuvo respuesta, me miró pidiéndome ayuda, pero pensé que los chicos solo tratarían de intimidarle un poco, como siempre hacíamos con los novatos que venían a las fiestas.

Y por fiestas me refiero a botellones callejeros con la música a toda ostia y enormes bidones de alcohol. En esta ocasión habíamos escogido ir al bosque a beber y el ambiente me parecía genial, además nos habíamos situado en el que sería el jardincito de una casa, de no ser porque esta estaba abandonada.

—El marica tiene huevos como para atreverse a venir aquí. —siseó Jer mirando a los demás, por lo que obtuvo risas por parte de todo el grupo, menos de mi parte.

Yo solo lo miré serio y cuando todos se giraron para esperar mi reacción de aprobación solo me acerqué a él y le arrebaté el vaso lleno de alcohol barato que llevaba y se lo arrojé por encima.

Una exclamación grupal provocó unos segundos de tensión y después los chicos me vitorearon. Daba igual quien fuera la presa, todos alabarían mis cazas. Para ellos yo era un animal salvaje así que verme en acción era lo que les importaba e imponía, no las circunstancias.

—¿Me he metido yo con alguna de las zorras de Mordor que has traído tu a las fiestas? ¿No, ¿verdad? Pues respeta a mi invitado como si tratara de mi ¿Queda claro?

—Cada día eres más gilipollas. —murmuró Jer entre dientes. Yo solo lo miré y sonreí.

Puse una mano en su hombro y dije:

—No, cada día lo soy menos.

 

La fiesta iba bien, bastante decente a juzgar por cómo había comenzado la noche. La música metal estaba alta y Lui estaba sentado sobre un tronco con un par de chicos del equipo de fútbol americano del instituto. Me sentía seguro de dejarlo ahí.

Esos mastodontes tenían reputación de matones porque pegaban a quien se le acercase a sus novias, pero realmente eran dos chicos que, lejos de su aspecto de osos pardos, eran dos trozos de pan. No harían nada malo con Lui y parecía que hablaban tranquilamente de música.

Yo, sin embargo, me encontraba con el resto de mi grupo de amigos, fumando un poco, de ahí que los otros chicos y Lui estuvieran algo lejos, odiaban el tabaco y el humo les daba náuseas.

A excepción de Jeremy, que se había marchado a algún lugar que sinceramente no me importaba, todos estábamos pasando una buena noche.

Mis amigos, para ser sincero, en el tema de ser unos bullys, como nos llamaban, eran bastante pasivos. Adoraban la violencia gratuita pero no la practicaban, simplemente se mofaban a veces de algunos chicos y solo se ponían agresivos si alguien les atacaba verbal y físicamente antes. De hecho, solo éramos Jer y yo los que de verdad tomábamos la iniciativa en eso de acosar y molestar a chicos.

Muchas veces y sobretodo en esos momentos, me sentía como si yo y Jer, pero en especial yo, fuéramos la mala influencia del grupo. Todos eran unos inútiles incultos y sin futuro, pero habían sido mis pasos los que les habían guiado al camino de la violencia y ahora que yo comenzaba a ser más agradable con Lui los notaba más relajados, más felices y menos forzados a actuar contra nadie.

Creo que el hecho de dejar de molestar intensivamente a una víctima al azar nos hacía bien a todos. A todos menos a Jer, un chico lleno de odio y problemas, como yo, pero que solo sabía canalizarlo de esa forma: con los puños. Y ahora que yo había encontrado otra forma de estar a gusto y olvidar la mierda en mi vida, se sentía traicionado, solo en el mal camino.

Supe que me traería problemas.

—Tíos, se nos ha acabado la bebida. —dijeron los dos futbolistas aproximándose a nosotros.

Me resultó graciosa la forma en que usaron sus camisetas para taparse las narices como si estuvieran en un incendio solo para no inhalar nuestro humo.

Rebusqué entre el gran arsenal de mochilas llenas de bebida que traíamos y miré a los lados, gesto que ambos interpretaron.

—Tu amiguito con cara de nena está esperándonos donde antes. Tranquilo, que te lo estamos cuidado bien, pero ¿Como que tienes un amigo así?

—No lo sé, pero está bien.

—Ya te digo. Es un chico muy gracioso, pero ¿Qué le pasa? No quiere beber nada.

Solté una sonora carcajada, no se me había pasado por la cabeza aquel detalle, pero la idea de un Lui borracho me agradaba. Me agradaba demasiado.

—Chicos, quedaos eligiendo la bebida, yo ahora vengo.

Comenté risueño agarrando un vaso tamaño grande que estaba a rebosar de vodka. Sí, así lo bebía yo. A palo seco.

Me acerqué a la zona donde Lui debería estar y escuché su vocecita alterada, cosa que logró alarmarme a mí también.

—¿Qué? Yo no le intento volver gay, solo es mi amigo. Fue él quien me pidió ayuda en los estudios.

—Cierra… ¡La puta boca! —la odiosa voz de Jer y un golpe seco sobre la madera. Apresuré el paso y las voces se hacían cada vez más claras. —Solo eres un pedazo de maricón inútil y, estoy seguro, te gusta Jackson. Pero tal cual encuentre una buena zorra te lanzará a la basura como la mierda que eres. Un chico tan genial jamás se fijaría en una mierdecilla asocial como tú.

Aún me quedaba un buen trecho para llegar, pero la ira comenzaba a amontonarse en mí y apreté los puños hasta que mis nudillos perdieron por completo su color.

—Déjame. Si estás amargado no vengas a joderme la vida a mí, no culpa mía que seas un fracaso.

Escuché un golpe y después leves lloriqueos que me sonaron familiares. Era igual que cuando yo pegaba a Lui y se ponía a llorar.

—Oh, ya veo… —la voz de Jer sonó melosa. —Con que un puto suicida.

Se me paró el corazón unos instantes, había visto aquella marca. Había visto algo tan delicado e íntimo. No le perdonaría, jamás.

—No somos tan diferentes entonces. Yo también creo que estás mejor muerto.

Y el sonido del llanto de Lui se interrumpió por el de Jer echándole encima una botella entera de cerveza, tal y como yo había hecho antes con él.

—Si te quieres vengar por eso ¿Porque no vienes a vacilarme a mí? —mi voz le espantó, de eso estoy seguro, porque, aunque después de oírme se acercara a mí como un gato elegante y orgulloso, al escucharme había pegado un pequeño bote.

Tomó al chico de la muñeca lo arrastró por el suelo hasta mí. Jer había sido mi amigo desde que tenía uso de razón, pero comenzaba a estar realmente furioso.

—¡Jackie! ¿Sabes que el maricón empollón también es suicida?

—Lo sé. ¿Y sabes tú que eres gilipollas?

—¿Y tú que eres un fracaso? Supongo que si, es lo único que tus padres te dicen. —debo admitirlo, eso me había dolido. No porque fuera verdad, el hecho de que mi figura como hijo en mi casa se redujera a una decepción constante me dolía perpetuamente así que los recordatorios no me herían más, siempre sufría por ello y estaba acostumbrado. El motivo por el que de verdad me había dolido era porque era él, Jeremy, el chico con el que me sentí identificado desde que vi en sus ojos inexpresivos mi sufrimiento, quien me decía tales palabras.

Me conocía lo suficiente como para destruirme desde dentro. Dolía dejarlo atrás, pero más dolía que él tratara de aferrarse y vengarse por seguir mi camino sin él.

—Jeremy. Tengo el respeto suficiente como para no hablar de tu puta familia, pero no la paciencia. Así que lárgate ya.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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