15

 Es de noche y no puedo dormir; afuera la luna se esconde, como presagiando una catástrofe que no quiere presenciar y mi cuerpo menudo se esconde y retuerce entre las sábanas pretendiendo ser una arruga más. Mi mente parece ocupar toda la habitación y enrollarse en mi garganta hasta no dejarme respirar.

Dunkel aún no ha venido a verme y puede que está bien, pero también puede que no y que necesite ayuda mientras yo estoy encadenado en la habitación, incapaz de ir a socorrerlo y acompañarlo en su último aliento. O puede que su cuerpo esté de maravilla y lo único malo en él sean sus pensamientos sobre mí, puede que no quiera verme nunca más o que...

La puerta. La puerta se abre con esa delirante lentitud que solo es suya, con ese desprecio del tiempo propio de alguien eterno.

No se enciende ni un candelabro, no se escucha ni un paso, no siento ni una respiración. No sé dónde está, ni si está siquiera.

—Te dije que debías quedarte aquí, esclavo. —su voz suena justo al lado de mi oído, ronca y masculina.

Doy un repullo, alejándome instintivamente, pero él me retiene con sus poderosas manos. La cercanía de su cuerpo me roba el calor, pero siento una enorme calma invadiéndome.

—Lo sé, amo, lo siento. Me preocupé, mi padre suele montar emboscadas así y pensé que podía suceder algo y...—una mano en mis labios me silencia, siento su tacto firme, pero cuidadoso.

No está enfadado conmigo, al menos no tanto como para olvidar que soy frágil.

—Me salvaste —dice con una voz llena de orgullo, acaricia mi cabello con cuidado y siento su mano detenerse al llegar a la nuca —, pero te pusiste en peligro a ti mismo. —la mano prieta, obligándome a quedarme inmóvil y con la garganta al descubierto. Puede morderme sin que yo tenga oportunidad alguna de resistirme, pero no lo hace. —Al menos ahora sé de qué bando estás, pero estar de mi bando no hace que puedas comportarte como quieras. Dime ¿Qué sucede con los esclavos desobedientes?

—Son... son castigados por sus amos... —digo con un nudo en la garganta y la lengua tropezándome en la boca.

La excitación vuelve a crecer en mí con solo imaginar a Dunkel poniendo sus manos en mi virilidad de nuevo u obligándome a tragar la suya hasta que mi garganta se inunde de su semen. Mierda ¿Cómo puedo desear tanto algo y no desearlo a la vez? No quiero que ese anillo me robe los orgasmos y el aliento sumiéndome en una tortuosa desesperación, no quiero llorar, jadear y suplicar, pero cada vez que pienso en ello mi polla se yergue más y más pese al miedo que crece en mi interior.

—Parece que los castigos siguen causándote el mismo miedo que cuando te capturé, pero ahora te causan algo más también. —comenta con una voz burlona, bajando con la palma extendida y suave de su mano por mi pecho, vientre y pelvis hasta llegar al pubis, lugar donde se detiene y deshace la caricia.

Enrojezco violentamente, cayendo en la cuenta de que, aunque yo no puedo ver nada, para él la oscuridad absoluta no es un problema.

—Sobre mis rodillas. Voy a azotar tu culo un poco, después vendrá el verdadero castigo. —mi cuerpo entero tiembla cuando le escucho moverse y advierto, por el peso en la cama, que se ha puesto en la orilla de esta sentado.

Me muevo torpemente, palpando entre tinieblas el colchón sobre el que gateo. No sé dónde está él, hasta que me coge con fuerza de la cintura y me arrastra hasta tumbarme sobre sus rodillas.

Trato de tranquilizarme, debo mantenerme sosegado para aceptar su castigo, realmente quiero hacerlo, pero la oscuridad trae incertidumbre y esta, terror. Mi respiración se agita, mi cuerpo se estremece e incluso jadeo de temor cuando su mano empieza a acariciar mi culo.

Una nalgada me hace gritar, la mejilla derecha de mi trasero hormiguea y siento la quemazón expandiéndose por la dermis, así como el miedo por mi cuerpo. Ha dolido realmente mucho, no quiero otra, pero mi polla endurece ante la idea.

Sus dedos resiguen el enrojecimiento reciente y parecen calmarlo con su toque frío y cariñoso, después el contacto se desvanece. No sé dónde está su mano, pero sé que podría caer sobre mí, azotándome, en cualquier momento. Trato de respirar hondo; trato, porque una mano se estampa en mi culo maltratado de nuevo, arrancándome un gemido sorprendido de lo más profundo de mi garganta.

El dolor se expande por mi cuerpo como un veneno y me tensa entero, dejándome todavía más débil para el tercer azote. El cuarto y el quinto llegan de golpe y no puedo más que gemir ahogadamente por ellos. Respiro cuando una pequeña pausa me lo permite, otro azote más me recuerda que, aunque tenga descansos, no tengo derecho a ellos.

—Gerald dijo que te metió los dedos ¿Es cierto? —asiento lleno de vergüenza, recordando esa escena y haciendo que el primer clímax de la noche me sea robado por el anillo entre mis piernas; solo tiempo y muerdo mi labio, esperando que la oleada de sensaciones termine. —¿Debería hacer yo lo mismo? —sus palabras me llevan a la proximidad de otro orgasmo. Él, penetrándome con sus dedos mientras yazco sumiso en sus piernas. Oh, joder. —He hecho una pregunta, esclavo.

—Sí, amo. —respondo con la voz trémula y las palabras entrecortándose un poco.

—¿Sabes qué sucederá después? —pregunta, con una sonrisa que puedo sentir. Niego con la cabeza, loco de placer por la forma en que su dedo se entierra entre las dos mejillas de mi culo y sube y baja sobre el anillo muscular fruncido. —¿No? ¿No recuerdas qué dije que haría al volver?

Su dedo se alinea con mi orificio, la presión aumenta. Va a meterlo.

—No, amo. —respondo como puedo, entonces el dedo simula una embestida y se queda a otra de enterrarse en mí.

—Muy mal, esclavo. —me regaña, alejando su mano de mi trasero. Hecho la cabeza hacia atrás y gimo en protesta, me volverá loco. Lo necesito. —Deberías recordar cuándo te dijo tu amo que serías follado por primera vez.

Aprieto mis piernas y deseo que no, que realmente no pase. Y pasa. Mis testículos se llenan de tensión y nunca es liberada, me frustro de nuevo por un orgasmo que no ha llegado. No puedo respirar, sus palabras son demasiado fuertes para mí y me están llevando al límite.

Mi amo va a follarme. No puedo parar de repetírmelo, de pensar en ello, de calentarme por ello y sufrir por ello.

—Debería castigarte por olvidar algo tan importante ¿Qué haré contigo? —finge que se pregunta, mientras sus dedos largos se deslizan de nuevo entre mis nalgas causándome escalofríos y masajean suavemente mi entrada. —¿Sabes? Deberías follarte sin prepararte antes, así no volverás a olvidarlo.

Trago saliva, los recuerdos me invaden, el temor también. Cuando Gerald metió el tercer dedo fue horriblemente doloroso, incluso aunque ya me había preparado gradualmente con un par primero, no quiero imaginar cómo debe sentirse tener su enorme polla dentro de mí sin haber sido dilatado antes.

—Pero, amo...

—Nada de peros. Eres mío, te haré mío como me apetezca. —mi cuerpo se tensa, la polla rígida como el acero entre mis piernas y el temor acuoso en mis ojos. —No me mires así, eres mío, esclavo, y yo jamás rompo mis cosas.

Una ola de sosiego logra que vuelva a respirar de nuevo. Estoy asustado, pero jamás dejé de confiar en él así que, si él dice que no me romperá, sé que no sucederá.

—Ahora, ponte de rodillas. Quiero que chupes mi polla y recuerdes lo jodidamente grande que es antes de que la tengas dentro de ti.

Un sonido bochornoso escapa de mi garganta, él me empuja de su regazo y me agarro como puedo a sus muslos para aterrizar ileso en el suelo.

Me arrodillo entre sus piernas, no puedo verle, pero saber que está ahí, desnudo e imponente, me hace sentir escalofríos por todo mi cuerpo. La oscuridad da más morbo al asunto, pero querría ver por primera vez su cuerpo desnudo.

Abro la boca en un suspiro placentero, entonces su cabeza húmeda besa mis labios y una mano presiona desde mi nuca para hacerme tragar toda su longitud. La tomo como puedo, sintiendo esa enorme masa de carne penetrar en mi boca hasta separar mis mandíbulas, deslizarse como seda por mi lengua y provocar arcadas en su camino hasta la garganta.

Me agarra del pelo, sacándola de mi boca en un segundo. Tomo aire, apenas puedo respirar un poco vuelve a hundirse en mi con una brutalidad que me hace retorcerme. Me presiona contra su erección, manteniéndome quieto para su disfrute.

La saca de nuevo, orgulloso de escuchar los sonidos tristes de mi garganta cuando empiezo a ahogarme por su magnitud.

—Lámela, esclavo y hazlo con ganas porque de eso dependerá si duele o no. —ríe, soltándome mientras deja el glande salado sostenido entre la punta de mis labios.

Mi pulso se dispara por sus palabras. No quiero que sea doloroso y quiero complacerlo, quiero tanto escuchar que soy un buen chico, que estoy haciendo un buen trabajo... Mis manos alcanzan torpemente su polla en la oscuridad y mientras la agarro por la base lamo todo su contorno, su longitud, trazo círculos con la punta de la lengua el glande y lamo la hendidura en la cabeza del miembro con cuidado, degustando su sabor viril y salado.

Necesito saber que estoy haciéndolo bien para él. Mis manos se mueven al unísono, bombeando la carne erecta entre mis manos; cubro con mi boca la punta de su pene y succiono tan fuerte como puedo.

—¿Intentas recibir halagos, pequeño esclavo? —mi rostro se vuelve totalmente rojo de golpe. No sé cómo ha podido leerme tan fácilmente ni cuantos otros chicos más le habrán chupado y tocado con su cabeza llena del deseo de su voz, pero ahora solo existe en mi mente ese mismo deseo. —Eres un chico bueno, pero no te precipites. Si digo que la lamas es que la lamas, no que chupes o me masturbes. Así que sé obediente y lámela, es la única lubricación que vas a tener esta noche.

Sus palabras golpean mis oídos, hacen puré mi cerebro y viajan directas hacia mi entrepierna. Mis manos sueltan su pene y se dirigen al mío con una desesperación ensordecedora. Quiero correrme, lo quiero tanto. Mis dedos nunca llegan a tocar el anillo, sé que no debo; aun así, las intenciones están claras.

—Oh, no, no, no. Estás demasiado cachondo como para pensar bien en lo que haces, yo de ti sacarías las manos de ahí si no quieres que sí te rompa. —sollozando, le obedezco.

Miro hacia donde sospecho que sus ojos están, mirándome con omnipotencia.

—Por favor, amo, necesito correrme, no puedo aguantar más... por favor. —no escucho un solo sonido viniendo de él; si no fuera porque es imposible diría que, como yo, él está conteniendo la respiración por la intensidad del momento.

Es la primera vez que le ruego de esta forma a Dunkel y aunque es humillante no puedo evitar pensar que es demasiado caliente.

—A la cama, ahora. —sus manos se adelantan a mi obediencia, haciéndome soltar un grito.

Sus manos envuelven mi cintura con fuerza y me lanzan a la cama. Aterrizo bocabajo y trato de levantarme y tratar de entender que está sucediendo ahora, pero no puedo: su mano está contra mi cabeza y la otra tira de mi cadera hacia él.

—La cabeza contra la almohada, si la levantas te follaré lo suficientemente duro como para que no quieras volver a hacerlo. Ahora hinca las rodillas y levanta el culo. —obedezco tan rápido como mi cuerpo tembloroso y emocionado me deja.

Mi pene vibra de placer por su tono de voz, mis manos se aferran a las sábanas y aprieto entre mis dientes la almohada sabiendo que posiblemente más adelante agradeceré haber hecho eso. Sus manos soban con descaro mis posaderas, las estrujan, las acarician y llega un momento en que las muerde. Me asusto levantando la cabeza solo un instante y todo se detiene.

La dejo sobre el cojín de nuevo, deseando que no se haya dado cuenta, pero en la oscuridad soy yo únicamente quien no puede saber qué demonios sucede; y creo que me encanta.

Una sensación fresa y húmeda hace que me recorra el mayor escalofrío que jamás he tenido. Gimo alto mientras sus manos separan mis nalgas y algo escurridizo se desliza por mi entrada una y otra vez.

Los labios rozan la piel y cuanto más fuerte grito más virilmente me agarran sus manos. Es su lengua... Enrojezco al instante, pensando en cómo debe verse esa escena. La erección crece entre mis piernas mientras siento la cara de Dunkel enterrada detrás de mí, lamiéndome hasta lograr que los músculos se relajen y un agradable cosquilleo quede en la zona.

Una mano toma mi pene y lo inclina hacia atrás, duele un poco, pero aguanto. Su lengua abandona mi trasero y cuando descubro a donde se dirige, toco el cielo.

Calidez, humedad, suavidad y succión. Su boca acapara con tanta facilidad mi pequeña polla que me siento tan complacido como ridículo. La lame mientras los labios la rodean, succiona y olvido la forma en que los colmillos están a los lados, presionando intimidantemente.

No, otra vez no. Grito con todas mis fuerzas, empujando la cadera hacia su boca. Lloro cuando el placer llega a su punto más alto, pero no baja tranquilizadoramente.

—¡Por favor, amo!

Se retira, volviendo a estar detrás de mí. Una brisa helada me roza la húmeda polla y mi cuerpo se siente extraño e incómodo.

Una presión dolorosa se afirma contra mi virginidad y siento las manos de mi amo tomar con fuerza mis caderas, hundiendo los dedos en la carne.

—¿Quieres correrte? Pues lo harás. —dice, soltando una de sus manos de mi cadera y bajándola entre mis piernas.

Toma el anillo entre sus dedos con delicadeza y tira de él. La presión se libera placenteramente y mi polla cuelga entre mis piernas dura y al fin liberada. Lloro de alegría; entonces recuerdo lo que sucede y la tensión vuelve a apoderarse de mí.

Su polla caliente y enorme presiona contra mi ano y el dolor cada vez es más poderoso, no ha entrado, pero la presión quema y sus manos me toman con tanta rudeza que hacen que gima bajito. Una de sus manos libera mi cadera y toma una de mis nalgas, estrujándola y separándola para dejar vía libre a su enorme erección.

Quiero decirle que no entra, que es imposible, pero sé que él no opina lo mismo y hará lo que sea por que suceda. Trago saliva ante esa idea. Él, violándome con rudeza mientras mi cuerpo no lo soporta y le implora clemencia. Oh, joder, joder, joder. No quiero correrme aún, no de forma tan patética y precoz. Quiero al menos tener sexo con él mientras sucede.

Toma mis caderas de nuevo, manteniéndolas en el sito, pero la presión desaparece levemente.

De una estocada mete la cabeza de su enorme miembro en mí y gimo tan alto que me avergüenzo de ello. Siento los músculos de mi trasero en tensión, siendo brutalmente forzados para acoplarse a su impresionante tamaño. Es tan erótico saber que él es tan grande que mi cuerpo no puede con ello, tan jodidamente imponente.

Muerdo mi labio con fuerza con tal de no correrme aún, él acaricia mi espalda con dulzura y suspira.

—Estás tan apretado, tu culo virgen es maravilloso, esclavo, voy a joderte hasta que no pueda más, maldita sea. —sus manos vuelven a mi caderas y muerdo fuerte el cojín.

Mierda, ahí viene otra vez. Una poderosa estocada se entierra en mis entrañas, logrando meter en mí al menos la enorme mitad de ese falo caliente, venoso y duro que siento clavándose en mi interior, dilatándome sin compasión, hambriento de hacerme gritar bajo sus embestidas.

Es tan doloroso. Arde dentro de mí y siento mi entrada tan abierta, tan violentada y destrozada; siento que me está rompiendo.

No se detiene, esperando a que me acostumbre, esta vez: empuja suavemente hasta que la base ancha logra hacerme gritar y llorar de nuevo y cuando siento sus piernas contra las mías y su pelvis chocando con mi culo él me da una fuerte nalgada y dice:

—Buen chico. Y ahora que has logrado tenerla toda dentro, aguanta. No voy a tener más compasión.

Sale de mi con un brusco tirón, la sensación de vacío me invade y todo mi recto y entrada quedan abiertos, irritados y doloridos. Entonces vuelve a entrar en mí de una sola embestida.

Su gruesa polla violando mi agujero y follándome con fuerza hasta acabar tan al fondo que siento que toda mi estructura vibra. El dolor y el placer se funden y viajan hasta mi polla.

Mi cuerpo entero se estremece como nunca, una oleada de placer me arranca de este mundo y me hace sordo a mis propios gemidos desesperantes. Contraigo todos los músculos, sintiendo todavía más lo apretada que está la polla de mi amo dentro de mí.

Mis testículos se tensan, liberando todo el líquido contenido y la amoratada punta de mi polla estalla escupiendo semen por toda la cama.

Después de alcanzar el clímax siento el cuerpo tan destrozado que creo que el orgasmo ha robado de mí todas las fuerzas que quedaban. Ahora el dolor de la penetración es mil veces más fuerte y me lleno de terror.

Estoy tan sensible que tener esa enorme polla clavada en mi culo es aterrador y demasiado doloroso.

—A-amo, no puedo más... mi cuerpo no va a soportar...

—¿No querías tantísimo correrte? Ahora, esclavo, voy a follarte hasta que lo hagas una y otra vez. Y créeme, tu cuerpo va a aguantar, es lo único que puede hacer.

—¿Qué? No, no, por favor amo ¡Amo! —chillo cuando da una fuerte embestida, llenándome los ojos de lágrimas y reanimando mi polla flácida.

No podré soportarlo más. Dejo de hablar, mi boca se ocupa ahora de morder la almohada tan fuerte como puedo porque realmente es como Dunkel ha dicho: es mi única opción. Él toma mis caderas de nuevo mueve las suyas en un salvaje vaivén que me destroza y me da la vida a la vez, saliendo de mi hasta estar casi por completo fuera y hundiéndose de nuevo para rozar mi punto dulce y joderme tan duro que me manda al infierno con ello.

Los embates se vuelven más rápidos, más duros y más furiosos y mi cuerpo está al límite de nuevo. No podré aguantar mucho más antes de correrme de nuevo por culpa de la forma despreocupada en que mueve su pelvis para penetrarme sin descanso.

Sus embestidas entonces se detienen. Sale de mi de golpe y vuelve a entrar con toda la fuerza que posee. Joder, duele de esa forma tan adictiva. Vuelve a hacerlo y yo enloquezco. Me toma las manos y las sostiene contra mi espalda, tomando ambas muñecas en su puño. Vuelve a salir de mí y a meterse tan fuerte que creo que, si no me corro por ello, me romperé en mil pedacitos.

—Vamos, sigue gimiendo ¿No es esto lo que querías? —pregunta sabiendo la respuesta más que yo mismo mientras los violentos embates no se detienen. Vuelve a penetrarme con fuerza, dando de lleno en ese lugar que me hace tocar el cielo.

Grito, obedeciendo sus órdenes y corriéndome de nuevo de una forma que me destroza. Todos mis músculos duelen, todas mis células me piden un descanso, pero el clímax ha sido tan delicioso como devastador y ha merecido la pena.

Intento liberarme de su agarre, pensando que todo ha terminado ya, pero su mano se afirma haciéndome daño.

—¿A dónde crees que vas? Aún no he acabado contigo, esclavo. Cuando yo lo diga serás mi pequeña puta, así compórtate como una y déjate follar, humano. —sus duras palabras hacen que mi cuerpo vuelve a arder de nuevo, incluso si solo quedan cenizas para quemar.

Una poderosa embestida me deja claro el poder de sus palabras. Profiero un pequeño Sí, amo con la voz rota y la cabeza llena de deseos antitéticos.

Vuelve a follarme de nuevo y yo me pierdo en el agotamiendo. Dejo de luchar y simplemente dejo que las sensaciones me invadan con la misma desfachatez con la que lo hace la erección de Dunkel. Tan doloroso, tan jodidamente genial.

Gimo de nuevo por sus embates, deseando tanto que pare como que no lo haga.

—¿Quieres más? —pregunta, socarrón, dándome fuerte para que mis gritos respondan a su pregunta. Yo solo actúo según su voluntad. —Ahora muévete tú, quiero ver cómo te empalas en mi enorme polla, ansioso por que tu amo siga follándote.

—Amo, no puedo...

—Si no lo haces tendré que poner ese anillo de nuevo en tu pene ¿Quieres eso, pequeño? —niego, lloroso; él suelta mis manos y trato de apoyarlas contra el colchón a pesar del entumecimiento en las muñecas.

Me agarro fuerte y trato de mover mis caderas mientras él permanece estoico. Saco un poco de su erección y cuando vuelvo a meterla los escalofríos me recorren. Es extraño tener el control por una vez, excepto porque realmente no lo tengo.

Trato de ir con cuidado, logrando que su pene toque exactamente mi próstata y me haga temblar de gusto, pero entonces un azote me detiene.

—Más rápido.

Obedezco sus órdenes y pronto sus manos acompañan sus movimientos, obligándome a devorar con mi culo su enorme virilidad. El sonido de mis nalgas chocando y rebotando contra su pelvis es excitante, casi tanto como la sensación de él entrando a fondo hasta que mi cuerpo no da más de sí para acogerlo.

Entra una y otra vez y yo me pierdo en esa hermosa sinfonía obscena.

Un jadeo de agotamiento sale de mi garganta sin que pueda evitarlo, la dulce punzada de placer recorre mi cuerpo haciéndome moler mis caderas aún más rápido contra él y hago que su polla gigantesca se entierre en mí cuando mi entrepierna vuelve a escupir su semilla dejándome más cansado, manso y obediente.

Él sale de dentro mío y sueño con el momento en que por fin pueda descansar, pero Dunkel no se ha corrido y no me dará tregua hasta que lo haga. Me agarra los tobillos y me hace girar sobre la cama, dejándome bocarriba y totalmente expuesto y flácido.

—Abre las piernas, sé un buen chico. —sus palabras hacen que mi corazón se derrita y obedezco con las pocas fuerzas que tengo.

Coloca mis tobillos sobre mis hombros y el terror se refleja en mi rostro cuando su miembro roza mi entra de nuevo. Sin compasión, me penetra de una sola vez y empieza a follarme desenfrenadamente.

Puedo sentir que mi orgasmo se acerca del mismo modo que sé que el suyo lo hace. Ruge virilmente de la excitación y puedo sentir su pecho vibrando de orgullo cada vez que yo gimo dulcemente o grito aterrado por la fuerza con que me hace suyo.

Sus embestidas siguen, brutales, rápidas y ansiosas. Mi pene se hincha nuevamente y mi cabeza pierde el raciocinio.

Solo quiero correrme de nuevo ahora. Sus manos sobre mi piel, sobre mi cuerpo, apretando mi carne, disfrutándola hasta dejar marcas dolorosas. Una mano sube, me toma del cuello. Los dedos se enroscan con gentileza y, después, aprietan como una boa queriéndome caza.

Me folla todavía más fuerte, más rápido, más hambriento, de una forma en que un humano jamás podrá. Mi cuerpo entero se cubre en sudor y tiembla por su poder y autoridad.

Quiero gritar tan fuerte como pulmones den, pero su mano me impide siquiera respirar. Soy tan suyo que mi vida está en sus manos. Maldita sea.

—Córrete para mí, quiero correrme dentro tuyo mientras te aprietas por el placer y el dolor. Córrete, quiero que nunca olvides como te estoy follando, esclavo.

Sus palabras penetran en mi cuerpo y no sé cómo controlarme, me ahoga todavía más fuerte y yo estallo en un orgasmo arrasador mientras mis pulmones piden aire. Siento que muero durante un maldito segundo y cuando vuelvo a la vida tengo el cuello libre y marcada y el vientre lleno de semen.

Agarra mis muslos con fuerza mientras me jode y provechando la estrechez de mi cuerpo por el reciente clímax se entierra dentro de mí y siento el líquido ardiente derramándose dentro de mí y llenándome hasta que no hay espacio. Realmente enorme, mi cuerpo no lo soporta. Antes que retire su polla puedo sentir hilos de semen escurriéndose por mi agujero.

Cuando sale de mi respiro por primera vez en mucho tiempo y una sensación de calma y agotamiento me derriban de un plumazo.

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