17

 


Las nueve de la mañana. Esa fue la hora que marcaba el reloj de mesa de Lui cuando él vino, tímido y asustado, a despertarme. Tardó un rato, debo suponer, porque en vez de levantarme a voces o zarandeándome lo hizo tirando un poco de la manga de mi pijama. Era un poco patético, pero también adorable.

- J-Jackson...- dijo frunciendo el ceño con preocupación.- Jackson...- volvió a llamarme, alzando un poco el tono.

- ¿Que quieres? Me vas a gastar el nombre, joder, quiero dormir... Mas te vale que sea importante- me quejé sentándome en la orilla de la cama para escucharlo. Ahí lo tenía, delante mío, desgreñado y visiblemente preocupado; y por mi culpa, ahora asustado.

No es que fuera a seguir siendo su matón, su verdugo personal, pero si era mi amigo era obvio que no iba a tratar al niño como a una maldita princesa; el problema es que parecía serlo.

Se asustaba tan fácil que casi daba pena, aunque era más divertido que lastimero.

- Hay... hay dos chicos afuera, dicen que vienen a hablar contigo.

- ¿Que? ¿Quienes son?

- No sé sus nombres pero me dan mucho miedo y son como... como tú y-

- ¡Mierda!- dije cayendo en la cuenta de que pese a casi haber asesinado a uno de ellos, aún tenía amigos.- Deben ser Mark y Till.

No me esmeré en arreglarme, solo pasé la mano por mi cabello y tras un enorme bostezo fui a abrirles las puerta a dos chicos que siempre serían la sombra de mi pasado para mi. Lui se escondió tras mi espalda como un pequeño niño, estaba asustado y no era para menos; muchas veces yo le había golpeado o vejado sin testigos, pero no por ello actuaba siempre en solitario y mis dos amigos eran también parte de la tortura diaria que había sufrido Lui.

Abrí la puerta de golpe, levantando una ráfaga de aire y hablé antes de darles pábulo a sus intervenciones:

- ¿Que?

- ¿Se puede saber que mierdas le has hecho a Jeremy?- preguntó uno de los dos, con voz ronca y pegajosa, seguramente había bebido.

Me esforcé por mantener mi seriedad y no romper a reír cuando me percaté de que no podía distinguir quien era Mark de quien era Till. En realidad no eran físicamente semejantes pero ambos llevaban esas pintas chulescas y esas poses de gorilas encabronados y eso hacía que parecieran calcos el uno del otro.

- Yo ya lo advertí. Quien me joda va acabar en el hospital. Él me ha jodido y yo solo he cumplido mi parte.- dije austero, inclinándome un poco a la derecha cuando vi que los ojos de uno de ellos se dirigían hacia la pequeña figura tras de mí; taparlo no sirvió de nada, pero sentía la necesidad de recibir yo aquellas miradas furibundas.

- Él no te jodió a ti, Jackson.- habló el otro, con voz más gutural. Sí, estaban realmente enfadados. No tenía miedo, podía acabar con ambos a la vez y lo sabían.- Jodió al maricón ¿Porque coño le hiciste eso a Jer?

- También lo dije. Joder a un amigo mío es como joderme mi.- me aclaré la voz, un poco preocupado ahora porque aunque yo estuviese en el marco de la puerta, uno de los dos se había adentrado en la casa mientras el otro seguía sus pasos.

Estábamos hablando calmadamente así que no podía mostrarme alterado o poco receptivo o notarían mi nerviosismo y sacarían partido de ello.

Lui tiró de mi camisa desde detrás y me miró con ojos de cachorro.

- ¿P-Pueden irse, por favor?- pidió temblando como un hoja. Bisbiseó de forma imperceptible para ellos y yo solo negué impasible.

- No te preocupes, solo hablaremos.

No se quedó más tranquilo, sin embargo tampoco huyó a cualquier otra habitación y eso me resultó extraño.

- Y dime, Jackson, ¿Desde cuando el marica es tu amigo?- noté la forma en que el estómago de Lui se movía, contrayéndose, al escuchar ese apodo y mordí mi lengua. Defenderlo ahora sería un suicidio. No lo hice y por la reacción del chico noté que él tampoco esperaba que lo hiciera.

Duele que nadie espere nada de ti. Y duele más que tengan razón al no hacerlo.

- Desde hace un tiempo ¿A ti que más te da? Era mi invitado a la puta fiesta y ya está, Jer no debería haberlo molestado.

-No te diré que no tienes razón, Jeremy puede ser un capullo a veces, pero tú estás más equivocado que él. Me da igual lo que hagas con el empollón marica; puedes usarlo e ir de amigo con él todo lo que quieras pero a la hora de partir caras es la suya la que debe terminar rota, no la de tu amigo. No sé en que momento antepones a un jodido empollón a nosotros.- Estábamos congelados en medio del salón, librando una de las batallas en las que más en desventaja solíamos estar: una donde las armas eran las palabras y los golpes hirientes las verdades.

- En el momento en que es mejor que vosotros.- apreté mis puños al ver sus mentones definirse. Uno de ellos tensó su mandíbula y dio un paso al frente, el otro lo detuvo adelantándose.

- ¿Y tú también te crees mejor que nosotros? No actúes como si hace menos de un mes no hubieras estado moliendo a golpes al empollón, robándole los deberes o riéndote con nosotros del asco que da. Seguramente el muy puto te haya dado su culo para que dejes de joderlo a golpes y ahora tú también eres un estúpido maricón, pero ¿Sabes qué? Sigues siendo la misma basura que nosotros, solo que peor. Y tú- llamó la atención de Lui, quien dio un brinco y salió de detrás mío para hablar con el sujeto- Yo de ti no andaría escondiéndome detrás de tu noviecito porque cuando regresemos a la escuela lo más seguro es que vuelva a ser el mismo hijo de puta contigo que antes. Él mismo lo dijo antes de venir aquí contigo. Ojalá lo hubieras visto jactándose de cómo iba a usarte durante todo este mes para después darte una paliza el primer día de escuela.

No pude defenderme, tenían razón. Si alguien quería dejarme mal solo debía hacer lo que ellos: contarle a los demás quien era. Quería gritar que era mentira, pero ningún chillido habría eliminado el sonido de mi voz diciendo aquellas sandeces hacía menos de un mes.

Vi los ojos de Lui llenarse de lágrimas y es que aunque se me rompió el corazón, no podía negar aquello. Fui un matón y aún seguía siéndolo. Da igual que sienta, que llore y que sufra; eso jamás va a borrar lo que uno fue.


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