17

 —¿Ahora? —pregunta Dunkel girándose hacia mí, los dos otros vampiros también se voltean con cara de fastidio y los colmillos amenazándome.

—Ahora a la derecha unos minutos más y después solo hay que cruzar una cascada y después de eso hay una pequeña zona boscosa que nadie conoce. En la parte más honda es donde entrena mi hermano, así que irá armado.

—Tendremos cuidado. —dice Dunkel asintiendo de forma mecánica, aunque con un leve destello en sus ojos. —Gracias. —mis mejillas se colorean al escucharle reconocer mi ayuda y los demás solo observan a su líder con asco.

—¿Por qué tenemos que traer a este debilucho, Dunkel? Él solo hará que todo sea más difícil. —objeta el hombre llamado Sul, cambiando su cara amenazante por una apenada al dirigirse al vampiro.

El otro tipo, Samael es su nombre o eso tengo entendido, solo viaja a nuestro lado con la boca sellada y un aura que me alarma por alguna extraña razón.

—Porque él es el único que sabe cómo llegar y, además, un debilucho molesta menos que un vampiro fuerte quejándose como si fuera un debilucho, así que cállate.

Intento contener una pequeña risita que pugna por salir, hormigueando en mi garganta, pero el trabajo lo hace Samael cuando me mira con total seriedad y aniquila en mí las ganas de sonreír.

Durante el resto de la caminata no puedo quitar mis ojos de ese hombre; miradas furtivas, espionaje de reojo y muchas miradas de soslayo se me escapan, mi corazón se paraliza al verlo, mis ojos sienten que necesitan tenerlo localizado antes de que haga algo ¿El qué? No tengo ni idea, pero me asusta demasiado su presencia, así como el hecho de que captura cada una de mis miradas con sus ojos y permanezca impasible, mirándome fijamente como una especie de venganza por haberlo hecho yo antes.

Me hace sentir incómodo, inquieto y preocupado, pero no puedo decírselo a Dunkel ahora, solo aguantar mis nervios y caminar tras la sombra de su cuerpo esperando que ese resguardo me proteja.

Finalmente llegamos al lugar y a unos metros de la zona donde sé que Bruce está entrenando puedo ya oír su voz agotada y el silbido de su filo cortando el aire. Nos acercamos, cautelosos, y Dunkel mira a través de unos arbustos como mi hermano pelea contra enemigos invisibles y salpica de sudor y dedicación toda la tierra.

—Nos vamos a acercar pacíficamente, le daremos la opción de someterse. Somos muchos, si es inteligente caerá de rodillas en menos de un minuto. —dice Dunkel. Todos asienten, yo también lo hago pese a que sé que no resultara.

Bruce ha sido forjado como la persona más insanamente obstinada que jamás haya podido conocer y aunque odio eso de él, le quiero; además, sé que algunas partes de su carácter no son suyas, sino solo piezas que mi padre ha encajado en su cabeza a la fuerza y jamás podría culparle por ello.

Los vampiros salen de su escondrijo y se acercan a paso lento hacia él, conmigo detrás, escondido entre sus cuerpos y lleno de vergüenza. Sé qué pensará que soy un traidor y lo que más me duele es que es cierto. No tengo argumentos con los que explicarme que no debe odiarme, porque realmente debe hacerlo.

Su entrenamiento se interrumpe, deja su cuerpo relajado y de pie, mirando a la lejanía con confusión. Su espalda está encorvada, sus brazos cuelgan como ramas caídas y su respiración es errática.

Cuando nos acercamos un poco más él reconoce en sus caras los colmillos y ojos negros, tensándose en una posición de defensa marcial, alzando la espada hacia nosotros y sin apenas pestañear para no quedar vulnerable.

—¡Atrás!

—Humano, no queremos hacerte daño, pero eres alguien importante para el líder así que necesitamos llevarte con nosotros. Vas a venir, por las buenas o por las malas ¿Qué escoges? —pregunta Dunkel, con un tono tan sensual y dominante que yo mismo siento ganas de entregarme frente a su propuesta, pero sé que mi hermano no es así.

Recula unos pasos, con la espada aun apuntándonos, entonces palpa un árbol detrás suyo y de él arranca una pequeña daga. La tiene en la mano en un segundo, al siguiente ya no está y sus dedos se extienden hacia nosotros.

Escucho el aire silbando y un impacto. Miro a ambos lados sin saber que ha sucedido, aunque no parece que mucho: Sul y Samael tienen el mismo rostro ecuánime que hace unos segundos. Miro a Dunkel. Tan cerca, Dios santo... Mi amo tiene la mano alzada delante de su rostro, la daga está en ella, enterrada en la palma hasta la empuñadura y con el filo sobresaliendo, bañado en sangre, hasta casi besar la frente nívea de Dunkel.

Un escalofrío desagradable me recorre al pensar que la bestia que ha realizado ese ataque es mi hermano.

—Sul, haz que sea por las malas. —ordena Dunkel bajando la mano como si nada y retirando la daga como una simple espinita.

El vampiro sonríe aviesamente y siento mi corazón pararse cuando mira a Bruce, se lame los labios y sale disparado del lugar hacia él. Durante un momento tengo la certeza de que se ha quedado paralizado de terror y que va a ser comido vivo. Salgo de detrás de Dunkel, ocupando el sitio del vampiro que se ha ido y sus ojos encuentran los míos. Sus labios se mueven probando mi nombre y se queda ojiplático, casi sin ser capaz de ver venir el primer golpe. Me siento tan terrible por él.

Directo en el rostro, acaba en el suelo, posiblemente inconsciente.

—Tan fácil, una lástima. —se jacta el vampiro antes de acercase al cuerpo tirado en el suelo. Lo mira y ríe.

La hoja se dobla levemente, pero lo suficiente como para deslumbrarme. Se está haciendo el desmayado, maldita sea, es tan listo y fuerte. Con un rápido movimiento vuelve a estar en pie, inclinado hacia la espada que blande y atraviesa la pantorrilla de Sul.

El vampiro lo mira iracundo y hace un amago de agarrar el arma cortante, pero Bruce la retira con rapidez y esquiva sus manos, aunque tropezando un poco por el gran esfuerzo que está haciendo.

Sul intenta dar otro golpe, de forma demasiado evidente esta vez. La espada para por su muñeca y un río de sangre se interpone entre ambos. Sul grita con rabia y empieza una secuencia de golpes desenfrenados que, aunque poco astutos, son poderosos. Bruce solo se retira como puede, cortando sus brazos y manos en tanto que le es posible, para alejarlos de él.

—¡Hermano, deja de luchar! ¡No puedes con ellos!

Sus ojos atraviesan el campo de batalla y llegan hasta los míos como un dardo cargado de veneno. Sus lágrimas me duelen a mí cuando las veo del mismo modo en que a él le duele llorarlas. Un golpe en su tripa es su castigo por la distracción, pero no aparta su vista de mí mientras clava la espada en la mano enterrada en sus entrañas.

—¡Quiero rendirme! —grita él, Sul se paraliza en su lugar y todos miran ojiplático como después de la confesión entierra la espada en su vientre sacando tripas y gritos. — Pero no puedo, no puedo parar de luchar... Lo único que me han enseñado es a luchar... ¡Por favor, hermano, ayúdame!

Mis ojos arden, no puedo hacer nada con él porque sé lo que se siente y sé perfectamente que la única forma de pararlo es haciendo que no tenga más opción. A mí me arrancaron a mi ejército, dejándome inerme, pero él... él es su propio ejército. No sé cómo hacer que se rinda.

—¿Ese es el problema? —pregunta Samael, su voz retumba en mis oídos y al parecen también en los de Bruce, que arranca su espada del vampiro y lo deja en el suelo retorciéndose para apuntar al hombre que anda hacia él.

Cuando Samael está a apenas un paso, Bruce lanza una poderosa estocada. Samael ya no está. De repente está en su espalda y lo agarra por el brazo, obligándolo a girarse. Lo toma de la muñeca y presiona, hasta que suelta la espada. Sé que él seguirá luchando incluso sin arma, usará su puño si es necesario.

Para la sorpresa de todos, Samael recoge la espada con la diestra mientras la zurda sigue apretando la muñeca de Bruce. La alza y la deja caer. No puede ser, no puedo ver esto, no puede estar pasando.

Pero lo veo antes de que todo se quede negro y solo los gritos de mi hermano me acunen para dormir: su propia espada contra la mano que la blande, desterrándola del cuerpo en una ceremonia de sangre y dolor.

Comentarios