Despierto entre sudores, con gritos atrapados en mi garganta y una sensación horrible de opresión en el pecho. Todo se va lentamente cuando una mano toma la mía y veo junto a mí en la cama uno cuerpo lleno de cicatrices y una mirada dulce, aunque oscura como el abismo.
—¿Estás bien? Has estado casi un día entero inconsciente... —dice Dunkel agarrando mi mano con más fuerza y acercándome a él antes de estrecharme en un abrazo. Tan cálido, tan mi hogar.
—Yo sí, pero mi hermano... Samael le... le...
—Sí, le ha cortado la mano buena, pero le ha curado con una gota de sangre. Ahora tu hermano está igual de sano que antes, solo que ya no podrá pelear nunca más. Lo siento, Samael es incluso más fuerte que yo, aunque no quiera ser el líder, es una persona imprevisible y extraña, no sabía que él iba a hacer algo así. —puedo ver la sombra de decepción y miedo en sus ojos, el temor con el que sus manos me acercan por si me alejo.
—Está bien, no es culpa tuya, amo. ¿Mi hermano como se lo ha tomado? —él profiere una débil risa.
—Sul se lo que ha quedado como esclavo temporalmente, pero tu hermano es tan rudo y está tan enfadado que creo que Sul no podrá aguantar tanto. Tu hermano no ha derramado siquiera una sola lágrima, creo que es extraño, pero está bien. —suspiro aliviado por escuchar eso; ahora mismo no soportaría verle y contemplar el odio en sus ojos cuando me mire, pero necesito saber de él. —Esclavo ¿Sigues odiando a los vampiros?
Esa pregunta da de lleno en mí. Sé que no le odio a él, puedo sentirlo en cada fibra de mi ser, pero de mí se apoderan imágenes como la de Samael dejando manco a mi hermano o la de vampiros ya fallecidos asesinando a mis soldados en una batalla para mí desoladora. Imagino como un vampiro asesinó también a la madre que nunca conocí. ¿Qué si odio a los vampiros?
—Ya no lo sé, no puedo pensar con claridad.
—Entonces haré que no puedas pensar en absoluto.
Se desliza bajo las sábanas, sus manos buscando mi cintura y alcanza a través de ella mi pene. El tacto es inesperado y cuando sus dedos lo rodean doy un respingo en su agarre, solo que jamás podré liberarme de él.
—Mi pequeño esclavo, eres tan dulce. Has sido tan útil ayudándonos a capturar a tu hermano y tan bueno al no odiarme por lo que le ha sucedido... Mereces una recompensa.
Su voz penetra en mi piel. Después de sus palabras mi cuerpo solo sabe dejarse hacer, nunca podré resistirme a su encanto, a su dominación. Nunca podré escapar de él, ni podré siquiera desear hacerlo.
Me apega más a su cuerpo, dejándome sentir lo enorme que es y lo ínfimo que soy en sus manos. Sus dedos estrujan mi virilidad y empiezan a bombear lentamente. Gimo en anticipación sintiendo como sus dedos separan mis nalgas y acarician mi entrada para relajarme.
Una de sus piernas se cuela entre las mías y la dobla, elevándola y obligándome a abrirme para él. Los nervios se instalan en cada respiración y me hacen temblar.
Esta vez está yendo rápido y no sé si estoy preparado o no, pero sé que él hará lo que desee independientemente de eso; la idea me pone a mil y no sé explicar por qué.
Un dedo entra en mí con brusquedad y chupo aire por el dolor y la quemazón de esa intromisión. De todos modos, empieza a moverlo rápidamente dentro y fuera de mi recto, logrando que mi dolor y mi placer se vuelvan amantes, fundiéndose el uno en el otro.
Estoy confuso, pero mi polla parece apuntar con certeza hacia el juicio de que, sea lo que sea lo que me provoca este hombre, me encanta. No voy a contradecirla.
—Mantén las piernas abiertas, voy a hacer que te sientas en el cielo, esclavo. —susurra en mi oído; mi cuerpo entero vibrando de placer y cumpliendo por él su promesa. Ya estoy en el cielo, lo estaba desde hace un tiempo.
Su mano sigue masturbándome lentamente, su dedo uniéndose a un segundo que entra en mí dolorosamente, pero se acopla al ritmo delicioso del primero. Siento que no podré aguantar mucho más mientras pienso en el enorme y perfecto cuerpo musculoso de Dunkel detrás de mí, agarrándome con fuerza y llevándome a una perdición voluntaria.
Agradezco tanto no llevar ese estúpido anillo ahora mismo. Pero es como si lo llevase, mis bolas se tensan, mi pene pulsa en busca del orgasmo cuando noto el semen viajando hacia su destino un dedo se coloca sobre la punta de mi pene y la hace doler y palpitar hasta que enrojece y el orgasmo recula al son de un enorme chillido mío.
Pensé que era un premio, no un castigo. Me giro, mirándolo con desesperación.
—Tranquilo, pequeño, pronto podrás correrte. Pero apuesto a prefieres sufrir un poco si es con tal de hacerlo mientras tu amo te folla ¿No es así? —asiento enérgicamente, aunque sus palabras me endurecen todavía más, haciendo la excitación insoportable y mi respuesta ciertamente dudosa.
Sus dedos se retiran de mi trasero con dificultad y siento el doloroso vacío cuando son arrancados de mí. Me cuesta acostumbrarme a la situación, pero no debo hacerlo por mucho tiempo.
De repente la cabeza de su falo entra en mí de una estocada y doy un enorme grito. Me volteo con los ojos lagrimeando, pidiéndole algo que ni yo sé que es ¿Qué no duela? ¿Qué duela y me deje correrme? ¿Qué duela y sea cruel? No sé ya que deseo, solo sé que sea lo que sea él lo sabe mejor que yo.
No espera ni un segundo más antes de enterrarse dentro de mí por completo. Mi cuerpo apenas se adapta a su tamaño y su mano sigue restringiendo el clímax que tanto necesito.
Empieza con las embestidas, esta vez duras, pero lentas, y me hace sentir exactamente como prometió. Cada vez que sus caderas se alejan me inunda la desesperación y mi cuerpo se estremece anticipando lo que está por suceder; cuando después me embiste no puedo más que empujar hacia él queriendo obtener más y más de la deleitosa sensación de ser llenado por un hombre y golpeado dulcemente en una parte de mí que hasta hace poco desconocía.
Su pulgar se aleja de la hendidura y se reúne con el resto de dedos en el tronco de mi pene para seguir masajeándolo. Un escalofrío placentero nace en mi pelvis y viaja como electricidad por todo mi cuerpo hasta morir en las yemas de los dedos.
Es tan maravilloso y placentero, tan doloroso a veces y por ello mejor todavía. No puedo entender que me ha hecho este hombre, pero sea lo que sea ha sido necesario para que me sienta yo.
Sigue embistiéndome, de esa forma tan gentil, pero exigente, mi cuerpo se somete a todas y cada una de sus estocadas y el placer incrementa dentro de mí por cada segundo que pasa. Siento que me llena de gusto, que me hace suyo de una forma que no puedo explicar. Que me ata con cadenas de deseo y yo me dejo hacer.
Los gemidos salen de mi boca sin control, su mano aumenta el ritmo y mi cuerpo arde. Lo siento besándome el cuello con ternura mientras su cadera establece un vaivén más salvaje y su toque se torna más tórrido y enloquecedor.
Un hormigueo nace en mi pelvis y viaja directo a mi polla, advirtiéndome del magno orgasmo que se aproxima. Sus besos se vuelven chupones, mordiscos, sus embestidas gentiles son ahora rudas, su mano ya no me acaricia, me arranca los gemidos a tirones.
Quiero sus manos sobre mí incluso después de esto, quiero que me amase con los dedos llenos de dolor y placer, quiero que haga de mí la persona que siempre quise ser. Quiero que Dunkel se quede conmigo siempre, no solo cuando nuestras pieles se reclaman.
—Amo... amo... —susurro mientras él sigue follándome sin parar, su boca chupando mi cuello hasta dejar enormes marcas moradas y los colmillos acercándose a la piel de forma peligrosa. —Dunkel... —me atrevo a llamarle por su nombre, siento la sorpresa cuando sus besos se congelan. No sé si como castigo o por gusto, pero sucede: me muerde. —¡Te amo!
Lágrimas salen de mi al igual que mi semilla, escupida sobre las sábanas. El placer es tan grande que inunda todo mi cuerpo y me hace gritar y gemir mientras la piel hundida y rota no es peor que otro beso más.
Apenas siento el dolor y si lo siento, me encanta. La sangre corre por mi cuerpo y se derrama en su boca, brota hasta caer sobre mis clavículas y viajar por los huecos de estas. Me quedo sin fuerzas mientras bebe de mi cuerpo tembloroso e inerme y me llena con su semen en una última y brutal estocada.
Le pertenezco tanto que me vacía el mismo para volverme a llenar. Siento que todo lo que sucede con él es mágico, no monstruoso.
—Te amo... —susurro de nuevo. Quita sus colmillos de mi piel y muerdo mi labio tratando de soportar el dolor que se hace presente.
Lame mis heridas y poco a poco la sangre deja de salir copiosamente.
Me voltea tranquilamente, encontrándose con mi rostro taciturno y mis ojos llenos de lágrimas.
—Te amo. —digo de nuevo, saboreando el gusto agridulce de mi declaración.
Rompo en llanto. Es verdad, le amo, pero el sentimiento nunca había sido tan real como lo es ahora que lo pronuncio en voz alta. Es aterrador, un sentimiento tan fuerte que podría destrozarme con simples palabras. Es como entregarle tu vida a un asesino.
Él podría dejarme, rechazarme o simplemente utilizarme y todos mis te amo se llenarían de lágrimas. Da tanto miedo querer, es como lanzarse a ese oscuro abismo de sus ojos y esperar que la caída no sea tan mala.
Me escondo en su pecho cuando me abraza protectoramente. Su mano desenreda mis cabellos, pero no me siento más tranquilo.
Amar algo no es hacerlo tuyo, es entregarte. Tengo miedo de perderle, de perderme.
—Lo sé, esclavo. No llores, no voy a romper tu corazón. —susurra débilmente en mi oído mientras las palabras tratan de sanarme.
La desesperación acude a mi incluso aunque sé que habla en serio ¿Por qué siento que eso es algo que él no puede elegir?
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