24

 Esa noche ninguno de los dos pegó ojo. Yo por la emoción y Lui por la preocupación. Al día siguiente nos esperaba un día de clase, un exámen de matemáticas y quizá algún encuentro desafortunado; Lui pensó en eso, claro está, él siempre se anticipaba a las contingencias, pero yo era demasiado idiota como para tener en mente algo más que no fuera al chico a quien le tomé de la mano durante toda la noche.

Cuando desperté mi cuerpo se movió solo siguiendo el aroma a huevos con bacon y tostadas que venía de la cocina. Sonreí al encontrármelo sirviendo el desayuno junto a un vaso de jugo de arándanos.

- Buenos días.- dije acercándome a la mesa y comenzando a engullir.- ¿Nervioso?- pregunté al ver que ya había alistado nuestras dos mochilas y que pese a faltar una hora para entrar en clase él ya estaba perfectamente vestido, limpio y perfumado.

- S-Sí.- respondió secamente mirando al horno ¿Estaba haciendo galletas? ¿Desde cuando estaba despierto ese maldito niñato hiperactivo?

- Pareces una ardilla.- me reí de él, hablando con pan en la boca y soltando algunas migas. Se limpió la camiseta horrorizado y gritó.

- ¡Jackson!- recriminó mientras seguía de aquí para allá, haciendo un millón de cosas innecesarias y que yo no comprendía. Seguramente se mantenía tan ocupado para no pensar en sus preocupaciones, pero por el tono demasiado pálido de su cara y labios creo que no le funcionaba.

- ¡Vale, vale! Una ardilla que la chupa muy bien ¿Mejor?

- ¡Ah, no! Pervertido, asqueroso, marrano ¡No digas esas cosas!

- Entonces no las hagas- reí, levantando una ceja. Su rostro ya ganaba color, aunque fuera rojo ira.

- ¡Pues no lo haré más!

- ¡Que lindo! ¿Tenías pensado hacerlo más?

- ¡Cállate, lalalalalalalala!- comenzó a gritar ignorando mis comentarios groseros y licenciosos.

El pitido del horno nos calló a los dos y corrió a sacar las pocas pero apetitosas galletas que había hecho.

- S-Son para tí.- dijo tendiéndome la bandeja. Sonreí al oler aquellos rectángulos color crema pero me detuve unos instantes al ver que había un mensaje escrito en ellos con chocolate.

''Por favor, no me pegues una paliza''

Lo cogí por el cuello bruscamente y comencé a rascar mis nudillos contra su cabeza de forma juguetona mientras él intentaba zafarse.

- Niño tonto- le dije mientras seguía la broma- Sabes que no lo haré.

Después de eso me sonrió y asintió. Me sentí tan afortunado: me había creído.



Comentarios