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 La enfermera me miraba por encima de sus gafas puntiagudas color vino con ese conocido toque de desprecio.

- Espero que no creas que por haberlo traído aquí solucionas algo- dijo restregando un algodón con yodo por la mejilla de Lui.

No habían hecho gran cosa cuando llegué. Solo un par de puñetazos y una patada, Lui no tenía heridas graves, solo moretones en los brazos y estómago y un lado de la cara con alguna que otra raspadura. Yo le había hecho cosas mil veces peores, sin embargo sentí mi sangre hervir cuando lo vi de ese modo.

- ¡Ah!- Lui se quejó cuando la gasa pasó de forma demasiado áspera por su herida. Esa hija de perra no estaba siendo suficientemente cuidadosa ¡Incluso parecía estar más atenta de mi que del herido! Quería golpearla, Lui se merecía mas delicadeza.- N-No ha sido él quien me ha golpeado...

- No tienes que encubrirlo, cariño.- Dijo en tono maternal- No es la primera vez que estás aquí por él...

Se me encogió el estómago con esa frase. Mis amigos me parecían monstruos ahora, pero nada podía borrar esa faceta de mi.

Cambié, sí, pero cambié mi futuro, no mi pasado.

- Ven ya estás, puedes volver a la clase, aún queda media hora.- dijo la mujer amablemente ayudando a Lui a bajar de la camilla.

Rodeé sus hombros con mi brazo y ella me asesinó con la mirada. Ambos andamo hacia la puerta pero me detuve para hablar sin siquiera mirarla.

- Oh... se me olvidaba. Hay tres tipos más heridos, están en el gimnasio. Yo de usted llevaría un botiquín, ellos no están en condiciones de ir a ningún lado. Y esta vez sí he sido yo.

Lui rió cruelmente y apoyó su cabeza en mi brazo.

- Gracias...- me susurró dulcemente.

De vuelta en el aula solo había dos tipos de miradas y no sabía bien cual me disgustaba más. Unos nos miraban a ambos con el mismo asco con el que yo observé a Lui una vez y otros simplemente no creían que nada hubiese cambiado y miraban a Lui con compasión y a mí con incredulidad. Quería levantarme y gritarles a todos que yo no le había pegado, que él era mi ángel ahora y que nadie debía atreverse a poner sus ojos o manos en él jamás.

Pero de hacer eso la profesora me habría acabado suspendiendo así que me dediqué a asesinar con la mirada a unos cuantos alumnos; total, si atendía no entendería nada y de todos modos solo necesitaba la explicación de Lui para aprobar.

Pasadas unas semanas las cosas parecían más relajadas. Jer y el resto de estúpidos lucían alguna que otra cicatriz en sus rostros y ya no hacían más que insultar o mirarnos con repulsión. No era agradable saber que Lui seguía recibiendo según que comentarios en mi ausencia o sin ella a veces pero por suerte esos asuntos no llegaron a las manos de nuevo.

Al principio hubo una gran conmoción en la escuela; era extraño ver a un matón y a su víctima hablando, riendo juntos y yendo a tomar algo pegados durante los descansos, pero nadie se había metido en ello. Todos opinaban sobre lo que no sabían, pero algo estaba claro: Yo seguía siendo intocable y Lui también lo era ahora.

Mis notas habían mejorado, no aprobaba todas pero sí la gran mayoría, aunque con calificaciones muy justas, pero eso bastó para que mi familia pasara de odiarme a tolerarme. El ambiente en casa era mejor. Jamás gozaría del amor de mis padres ni me ganaría su respeto u orgullo, pero al menos ahora tampoco era el hazmerreír de la familia, solo pasaba desapercibido.

La madre de Lui estaba tan feliz de ver que no llegaba alicaído a su casa y que por fin tenía un amigo me invitaba constantemente a comer y cenar y había descubierto que aunque estuviese hundida en la pena y la miseria de un pasado irrecuperable ella amaba a su hijo; jamás estaría en condiciones de darle todo lo que una madre debería, pero dejaba al pequeño siempre en mis manos y yo daría mi vida por que no le faltase de nada.

Lui y yo pasábamos mucho tiempo juntos ahora. Estudiando y besándonos. Incluso él inventó una forma para que mejorase mis notas: por cada examen en que sacara más de un seis él se arrodillaría más seguido a orillas de la cama, dispuesto a darme placer.

Jamás tuve una vida perfecta y salir con Lui no reparó todos mis problemas, había cosas que no tenían solución. Pero no se trataba de que todo estuviese en su lugar y de hallar todas las soluciones, solo de continuar el viaje con la persona correcta.

Los errores no importaban siempre y cuando mi acierto fuese haber encontrado a Lui.


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