Como siempre,
me metía con él y le insultaba, le golpeaba, le empujaba, escupía y
ridiculizaba, pero ya no me sentía tan espléndidamente bien. No era divertido
cuando era demasiado severo con él y en ciertas ocasiones actuaba más que nada
actuaba por presión social, necesitaba escuchar las risas de mis burros amigos,
símbolo de aceptación ¿Sino para que pertenecía a la manada más peligrosa de
matones?
Aunque
también lo hacía por mi reputación ¿Quién me temería si dejaba al empollón de
la clase serlo tranquilo? Nadie me respetaría, ni me tendrían miedo y lo
necesitaba, ahí estaba la prueba de que yo era superior.
Y de que no
tenía complejos y no necesitaba a nadie para sentirme bien, solo a mis puños y
a un puñado de cobardes.
Solo eso,
necesitaba poder, porque era importante y debía sentirme como tal ¿No? Aunque
papá y mamá siempre me llamaban fracaso e inútil, pero eso no me afectaba.
No, no me
afectaba. Nada de nada.
Lo
verdaderamente importante de Lui era cuando lo observaba en su casa llorando,
eso era lo que me hacía sentir cerca suyo, pero de otra forma. Era bueno, se
esforzaba y además era sincero y bonito, pero su padre jamás estaba y su madre
jamás reparaba en el hijo tan condenadamente perfecto que tenía. Todos mis
defectos eran sus virtudes, como una antítesis de mí mismo. El yo perfecto que
mis padres habrían deseado, el yo al que no habrían llamado fracasado inútil.
Aunque me lo
sentía, sobretodo esas semanas. Me sentía un fracaso inútil y un cabrón de
cuidado.
Lui jamás me
había hecho nada y yo simplemente le odiaba, bueno… ¿Le odiaba? Sí, debía
odiarle. De lo contrario ¿Que era sino esa sensación de revoloteo en mi
estómago cada vez que lo veía? Era la rabia y la bilis subiendo por mi esófago,
no había duda alguna ¿Verdad?
Ahora pasaba
las tardes espiándolo, había dejado de quedar con Jer y los demás, aunque
tampoco me apetecía. Ellos decían que me distanciaba, pero eran tan brutos,
estúpidos y primitivos que parecían putos chimpancés y comenzaban a aburrirme.
Eran un fracaso como personas, con menos cerebro que una hormiga y la crueldad
de un tigre, aunque su amistad no valía ni un céntimo. Simples seres primitivos
que se sentían como reyes por aporrear cosas, aplastar latas de cerveza vacías
y meter sus penes de simio en una puta cualquiera, pero eso sí, cuando veían un
libro que no fuera de colorear dibujos se sentían más desarmados que un gato en
la perrera.
Me di cuenta,
eran como yo.
Eran
totalmente contrarios a Lui.
Como la mugre
y el jabón. Una infección idiota y el más brillante genio.
Ojalá hubiese
sido como él, tenía envidia ¿Por eso lo odiaba? Ya daba igual, no le odiaba.
Le detestaba,
con toda mi alma, estoy seguro.
Por eso le
espiaba día a día, porque quería ver desde dentro como destruirle, infiltrarme
en su vida y hacerle daño de nuevo, como siempre. Aunque no hice nada de eso.
También por descuido, estoy seguro, creo.
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