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 Louis está en su asiento sintiéndose diminuto y querido. Harry ha sido muy bueno con él esta semana también, como la anterior, pero hoy es el día que más le ha hecho sentir, con un gesto tan pequeño como darle su abrigo porque ha visto que estaba tiritando de frío.

Escondido en esa enorme y calentita prenda, Louis puede sentir el calor del cuerpo de Harry y fantasea imaginando que lo abraza; solo tiene que cerrar los ojos e inspirar para que el aroma varonil y agradable de Harry le llene los pulmones. Se siente borracho de ese hombre y al parecer es uno de esos ebrios que siguen tomando después de rebasar el límite.

Se mezclan en él una alegría tórrida y la sólida tristeza que lo aplasta los jueves y pesa sobre él hasta el lunes siguiente, cuando vuelve a ver al dueño de sus sonrisas.

—Louis, llevo un tiempo buscando un sirviente. —empieza cuando el chico se sienta a su lado, sin siquiera dejarlo saludar. —Ya sabes, un interno que trabaje las veinticuatro horas para mí, con tiempo libre de sobras, claro. Alguien que limpie un poco, cocine, haga algunas tareas y me acompañe en mi vida cotidiana. Alguien que haga de mi casa un hogar. ¿No te gustaría trabajar para mí?

Louis no tiene respuesta para eso, pero balbucea una ininteligible. La pregunta ha impactado duro en su cabeza y realmente se siente extraño. Eso suena como un sueño, pero está nervioso y no sabe qué hacer.

—Serían cuatro mil al mes.

—¿Qué? No puede ser tanto solo por...

—Louis, esta es mi oferta. La tomas o la dejas. —de golpe se siente arder en nervios, no tiene una respuesta segura.

Decir que sí implica pasar todo el día pegado a él y aunque es algo que desea no sabe si su corazón está preparado para ello, además ¿Qué hará si la convivencia o el trabajo van mal y debe renunciar? Entonces se quedaría en la calle, sin trabajo ni dinero; también cree que trabajar por ese sueldo es un robo de su parte.

—N-No lo sé, esto es muy precipitado. —se queja, respira demasiado fuerte y su corazón comienza a latir rápido.

—Dime algo esta noche ¿Si? —Louis asiente, tranquilizándose al ver que tiene tiempo suficiente para pensar. Realmente Harry no es cruel, aunque a veces lo presiona haciéndole sentir apabullado. —Me complacería mucho que aceptases.

Louis no puede quitarse esa frase de la cabeza en todo el día y le distrae hasta el punto de que derrama un café sobre uno de los clientes que tiene. Su jefe dice que descontará de su sueldo el café y el precio de la camisa del pobre hombre. Louis cree que es justo, pero de todos modos eso no le conviene en absoluto e impetra a su jefe que no lo haga.

Cuando es de noche llega a casa, el estómago le ruge y tiene la nevera vacía. Quiere decirle a Harry algo, pero recuerda que no tiene su número ¿Cómo se supone entonces que iba a decirle algo a la noche?

Su teléfono vibra, la pantalla muestra un número desconocido y, hesitante, toma la llamada.

—¿Sí?

—Louis, mi respuesta. —la voz suena robótica y deformada a través del aparato, pero puede distinguir perfectamente el tono dominante tan característico que la entona.

—Acepto. —Harry cuelga la llama al instante y Louis se queda con la palabra en la boca.

El chico se levanta de la cama, reemplazando su cansancio por preocupación. Se pregunta si debería llamar a ese número o si es mejor esperar al lunes. No entiende que ha podido hacer para que Harry se moleste tan rápido.

El timbre suena y se dirige curiosamente a la puerta, vistiendo el pijama. Se sorprende al ver a un hombre trajeado que aparentemente ha venido en un hermoso deportivo negro.

—¿Si? —pregunta, escondiendo el cuerpo detrás de la puerta y asomándose por una pequeña apertura.

—Venga, le llevaré a casa del señor Harry. Deme las llaves de casa y haré que alguien venga a por sus pertenencias personales. Ahora mismo su jefe está siendo contactado para que sepa que renuncia al trabajo. Por favor, suba al coche y no sé preocupe por su vestimenta.

—¿Pero qué... —Maldita sea Harry, estás loco y creo que yo también.

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