Es de noche, estoy tumbado en la cama mientras miro la luna a través de los barrotes que me encarcelan. Dunkel aún no ha vuelto y no puedo parar de pensar en ello. ¿Qué haré si está muerto? Está claro que no puedo marcharme sin más ¿Otro hombre ocupará su lugar como amo? La sola idea de verme bajo el mandato de uno de babosos chupasangres que ocupaban la mesa del mapa este mediodía me da arcadas. Antes muerto.
La puerta se abre violentamente y me levanto de la cama como un rayo. Me incorporo y me froto los ojos para poder distinguir qué o quién ha irrumpido de esa forma en mi habitación. Me llevo una gran sorpresa al ver que es mi propietario y que trae el brazo manchado de sangre y chorreándola.
Doy un respingo despegándome de las sábanas y corro hacia él. Dunkel mantiene su compostura, andando con elegancia, aunque su brazo cuelgue, flácido, a un lado de su cuerpo. Cuando llego a estar delante suyo me invade la vergüenza ¿Por qué he corrido hacia él así? No estoy preocupado, él es mi torturador, debo desearle este mal.
—Esclavo, necesito tu ayuda, así que pórtate bien. —dice en tono ronco, no dudo que pueda herirme incluso estando él más herido que yo, así que cuando cierra la puerta a sus espaldas yo simplemente me quedo inmóvil.
Él se sienta en la orilla de la cama y mueve un dedo como rascando el aire, pidiéndome que venga. Me acerco a paso lento y cauteloso y cuando lo tengo delante me sonríe de forma pícara.
—¿Sabes cómo hacemos los vampiros para regenerarnos y curar nuestras heridas en dos minutos? —niego con la cabeza, siempre pensé que era algo que sucedía sin más. Él sonríe ladinamente y me toma de la cintura con su brazo bueno.
Tira de mi hasta que caigo sentado sobre su regazo. Mis piernas abiertas sobre las suyas y nuestros rostros tan cerca que podría besarme. El miedo recorre mi cuerpo, seguido de un pequeño halo de excitación.
—Bebiendo sangre... —susurra en mi oído. Mi cuerpo entero se tensa y coloca su mano en mi espalda, resiguiendo con sus dedos mi columna; repite el movimiento como un mantra y aunque me ayuda a relajarme todavía estoy jodidamente asustado. —Vas a ser bueno y dejarás que te muerda, no quiero tener que hacerlo por la fuerza.
—¿Dolerá? —pregunto, rindiéndome a su voluntad mientras aparta el cabello de mi nuca con una mano y aparta un poco el collar para dejar libre mi garganta.
No quiero resistirme. Él necesita la sangre y yo su piedad ¿Qué más puedo hacer? Me siento tan miserable por no estar luchando, pero ya no quiero hacerlo más.
—Intentaré que no demasiado. Has sido realmente bueno hoy, estoy orgulloso de ti. —sus palabras causan una sensación tórrida en mi pecho, pero todo se desvanece cuando ocurre.
Los dos colmillos presionan la piel y antes de que pueda pensar que es molesto, la rasgan y pasa a ser agónico. Se hunden hasta que mi piel choca con los demás dientes. Siento los filos alargados insertados en mi carne, rasgando el músculo al más mínimo movimiento. Los vasos sanguíneos reventados arden y cuando él succiona siento, desde la punta de los dedos, como la sangre abandona mi cuerpo, dejando las extremidades frías y mi cabeza dando vueltas.
Él me agarra por la cintura con una fuerza brutal, pero no me resisto, Mi cuerpo queda débil demasiado pronto como para que pueda hacerlo; ahora levantar un brazo me parece un trabajo pesado y soy incapaz de mover más que algunos dedos. Empiezo a tener frío y la humedad que se escurre desde su boca hasta mis clavículas me causa arcadas.
Terror será lo último que sienta antes de morir. Pero él se separa y mi cuerpo, en vez de caer al suelo es rápidamente dejado en la cama. Apenas puedo abrir los ojos y está oscuro, entre las tinieblas veo su rostro y sus brazos alzarse hacia mí, ambos en perfecto estado. Acaricia mi rostro y él entonces muerde su propio dedo, lo pasa por encima de su labio y lo empuja dentro de mi boca.
Acaricia mi lengua con su sangre y me remuevo por el sabor metálico, cuando trago sin querer siento un pequeño espasmo y de golpe mi cuerpo se queda extenuado hasta un punto que no tolero. Cierro los ojos.
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