¡Hijo de
puta! El muy cabrón sin vida social me había despertado a las nueve de la
mañana para estudiar. ¡Cómo le odiaba! Yo jamás había sido una persona de buen
despertar, de hecho, mi media era de tres despertadores rotos mensuales y
parecía que ese mes el cuarto sería un poco diferente.
—¡¿Qué coño
crees que haces?!
Grité
levantándome de golpe y empujándolo hasta hacerlo caer al suelo. Por suerte su
madre había salido, cosa que supe porque el coche negro y alargado, casi
fúnebre, que siempre conducía ya no se encontraba aparcado en la entrada, la
cual podía ver a la perfección desde esa conocida ventana.
Me resultó
extraño mirar por primera vez desde dentro de la ventana cuando llevaba meses
haciéndolo desde el otro lado y ese pensamiento estuvo cerca de causarme una
carcajada, pero la ira era superior a mi absurdo humor en aquellos momentos.
Los papeles
que traía en sus manos se desparramaron por todo el suelo y él se alarmó,
ignorándome e intentando recogerlos para que mantuvieran el orden que tenían
antes de que yo hubiera intervenido.
—T-Te traía
fotocopias de mis resúmenes del temario del curso…
Murmuró con
una voz apagada. De pronto me sentí como una mierda. Aquel era un gran favor,
enorme. Pensé que además debía haberse despertado antes que yo para ir a la
papelería a fotocopiar todas esas hojas, añadiendo también el hecho de que
había tenido la cortesía de no despertarme mientras se iba y aunque además
había debido pagar de su bolsillo las fotocopias, que en la papelería de la
esquina eran una maldita estafa.
—No vuelvas a
despertarme pronto. Como mínimo a las diez. —dije con voz seria, pero ahora no
tan iracunda.
Él asintió
apretando los dientes, rabioso por no recibir ni una disculpa ni un
agradecimiento, pero ¿Que se pensaba? ¿Que el matón de clase iba a ser educado
con él? No, yo era Jackson, el Gran Jackson y debía estarme agradecido de que
no le hubiera partido su bonita cara.
Caí en la
cuenta de que, aunque estábamos a principio de curso ese maldito empollón ya se
había estudiado y preparado todo el temario ¡Dios santo, qué suplicio!
Esa maldita
rata de biblioteca prefería aprender tortuosamente que pasar una relajada tarde
en el parque, fumando gustosamente ¡Que imbécil, se merecía mi odio!
—¿Con qué
quieres empezar?
Me preguntó,
pero apenas oí su voz distante. Sus sábanas eran suaves, olían bien y la cama
estaba mullida como una nube, no fue mi culpa quedarme de nuevo dormido.
Su voz había
sonado más como un delicioso arrullo que como una pregunta y su olor impregnado
en la cama era dulce y natural, en cierta forma aquel pardillo olía rico y me
hacía sentir calmado.
Soñé con papá
y mamá. Casi nunca tenía la oportunidad de discernir entre el sueño y la
vigilia, pero en esa ocasión fue fácil: Ellos me abrazaban mientras miraban el
boletín con mis notas. Y decían que me querían.
Era,
definitivamente, un sueño.
Desperté a
mediodía cuando el niño me tocó el hombro, pero esta vez no me enfadé, el olor
a estofado de carne abrió mi apetito, alentándome a despertar. Él se veía
extrañamente preocupado y se mordió el labio antes de hablar.
—Mamá volverá
en unos días. Trabaja limpiando en casas ajenas y a veces se queda como interna
durante un tiempo. He hecho la comida, es tarde. N-No te molesta que te haya
despertado, ¿no?
Me rasqué los
ojos mientras lo tomaba del hombro para apoyarme en él e incorporarme, el muy
debilucho se asustó y flaqueó cuando lo hice.
—¿Qué hora
es? —pregunté soñoliento, me froté la cara notando el contorno de mis ojos
húmedos y me extrañé. No hacía tanto calor como para sudar.
—Las tres.
—murmuró levemente, mirando al suelo. Era tan débil y estúpido.
Estaba seguro
de que se encontraba aterrorizado de estar a solas conmigo en su casa, patético.
Me levanté
del todo apoyándome en la almohada y la noté algo mojada ¿Babeaba mientras
dormía? Daba igual, en ese momento solo tenía hambre.
Fue una
comida muy tensa. Él solo comía bocados pequeños de una ración diminuta que no
era ni la mitad de lo mío y, como me aburría, yo solo lo observaba comer y él
se sonrojaba bajando la mirada ¿Que diantres le pasaba?
—¿Pa-pasa
algo? ¿Porque me miras?
—Porque me da
la gana ¿Algún problema? —negó rápidamente y es que en verdad no podía apartar
la vista de él. Era adictivamente interesante.
Soplaba antes
de comer, cosa que yo no hacía ya que engullía a grandes bocados la comida
cálida, sin embargo, él parecía quemarse si la tomaba tal cual ¡Era delicado
incluso para eso! ¡Odioso!
—Ya veo
porqué eres tan patéticamente enclenque. —resoplé, señalando su pequeño plato y
después el mío.
—Es mi
constitución —se atrevió a decir —, además no hay nada de malo en ello…
—¿No? ¿Acaso
te parece una ventaja que con tu tamaño me sea fácil partirte como a una
ramita?
—No es eso… Es…
A mí me gusta mi altura y mi peso. Además, aunque fuera más grande podrías
hacerlo igual.
Se formó de
nuevo un silencio incómodo, no me apetecía contestar y además tenía la boca
llena.
El niño acabó
antes que yo, como era obvio, así que recogió su plato y cubiertos y se sentó
en la mesa de nuevo esperando a que yo acabase.
No me faltaba
mucha comida y ya no tenía un hambre voraz, aunque habría terminado y rebañado
el plato gustoso, pero me fastidiaba que aquel enclenque comiera como un
ratoncillo así que deslicé mi plato sobre la mesa hacia él.
—Come.
Ordené, me
crucé de brazos mientras sentía que mi comportamiento era vergonzoso ¿Qué coño
me pasaba en la cabeza?
—¿Qué? No
tengo hambre. —comentó mirando el plato de forma rara, desconfiada.
—No he hecho
nada, puedes comértelo ¿Sabes? —me fastidiaba que por una maldita cosa buena
que hacía en mi vida aquel puto crío se atreviera a cuestionarse mentalmente
mis propósitos.
—N-No,
gracias…
—Como
quieras. —farfullé, terminándome yo solo la comida. Ciertamente estaba
delicioso aquello que Lui había cocinado.
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