Louis se levanta de su cama como lo haría un muerto viviente de su tumba: de forma rápida, mecánica, y silenciosa en la noche. No está teniendo pesadillas, sino dulces sueños, pero cuando mejor se siente es cuando su cuerpo le insta a salir de la cama, agarrar su libreta y quedarse sentado en medio del pasillo como una especie de jarrón decorativo poco adecuado.
No se ha quitado las legañas de los ojos y ya está escribiendo o intentándolo, pues sin luz no puede saber si simplemente garabatea; él siente que, después de lo que ha sucedido durante todo el día, lo necesita. Llevaba un tiempo con un pequeño bloqueo y ahora sus manos parecen brisa fluyendo sobre el papel, se siente demasiado bien.
Se siente él.
Louis recuerda tener ideas maravillosas y ahogarlas en lo políticamente correcto, verse a él mismo frente al papel en blanco y borrar su identidad con vergüenza. Recuerda haber sobrepuesto el miedo al amor al arte y ahora Harry le da la suficiente confianza en sí mismo como para que no vuelva a suceder.
Deja de escribir un momento y piensa largos segundos; acaba excogitando que, algún día, tiene que buscar la forma correcta de agradecerle a Harry por todo lo que le ha dado. Y como si sus pensamientos se materializasen, el hombre aparece delante de él, prendiendo la luz del pasillo.
—¿Qué sucede? —su voz está todavía ronca por el amodorramiento, pero Louis atina a distinguir un poco de preocupación en ella.
—Perdón si te he despertado. Quería escribir y he sido impulsivo.
Harry se agacha, profiriendo una pequeña risa. Mira la libreta llena de la mala caligrafía de su sumiso y la toma en su mano, después extiende la libre y ayuda a su chico a levantarse. Cuando lo tiene enfrente besa su cabeza con ternura, labios prensados contra ese cerebrito genial, lleno de ideas y de pensamientos que él un día quiere escuchar.
—Es bueno que quieras escribir, pero sería mejor que pudieses respetar tus horas de sueño también. Podrás hacerlo por el día, pero ahora tienes que dormir y vas a venir a mi cama para que me asegure de que no hay más escapadas nocturnas.
Louis se sonroja al escuchar esas palabras, el calor recorriendo su cuerpo e instalándose en las mejillas y otra alejada zona del sur.
—No te pongas rojo, solo vamos a dormir esta noche; no estás preparado aún para lo otro.
Harry ama cuan abochornado está Louis después de oír eso, ni siquiera le mira a los ojos de camino a la habitación y sigue enrojeciendo por haber malinterpretado sus palabras.
Cuando ambos se meten en la cama, Harry ya no tiene que vigilar que su compañero no se escape de noche, el chico cae rendido entre sus brazos como víctima de un hechizo que le hace soñar; por su lado, Louis no cree que necesite quedarse dormido para ello: Harry es su sueño.
Louis despierta antes, por supuesto, y se apresura para ir a la cocina a hacer el desayuno mientras deja la cama fría y a Harry solo. Le apena despegarse de sus brazos, perder su olor y olvidar su piel, pero sabe que el hombre agradecerá un café y una macedonia en la mesa del comedor para cuando vaya a revisar alguno de sus asuntos de trabajo.
Cuando la comida está lista, Louis solo espera arrodillado al lado del asiento de Harry, con una sonrisa enorme en el rostro y su propio plato de comida sobre la mesa, listo para que Harry apruebe que él lo coma. Louis está seguro que, de tener cola, la estaría moviendo a un lado y a otro como cuando los perros se ponen ansiosos por ver a su amo. Cuando el hombre baja las escaleras perezosamente, con el pijama pegándose a su cuerpo magnífico y el pelo revuelto en salvajes rizos, el sumiso piensa que tendrá un paro cardíaco.
Harry sonríe por la infantil expresión de sorpresa en el rostro de su sumiso y agradece por el desayuno antes de sentarse junto a él para comer.
—Louis, hoy tengo que salir. He abierto un nuevo club, pero no lo he supervisado todavía y está recibiendo algunas quejas más de lo normal, así que me gustaría ir a ver el panorama, como si fuese un cliente normal ¿Quieres venir conmigo?
Los ojos del muchacho se iluminan al escuchar eso. Sabe que para Harry el BDSM es su estilo de vida y que sus locales no son solo negocios, sino los lugares donde se desenvuelve socialmente; llevarlo a él como su sumiso y exponerlo a la mirada de los demás es como una forma de decir que está orgulloso de él y ser su amo.
—¡Sí, claro que sí! —chilla el chico dejando su comida a un lado y lanzándose a abrazar a Harry por la cintura, aún arrodillado en el suelo. El hombre lo mira con dureza desde arriba, mientras sigue comiendo e ignora su gesto. —O-oh, perdón, no recordaba que...
—No pasa nada, por esta vez no pasa nada. Si quieres un abrazo, pídelo, Louis nunca te voy a negar algo así. —explica, apartándolo suavemente de él. Louis se siente un poco avergonzad por el rechazo, pero sabe que no tocar a Harry sin permiso es una norma que debe respetar.
—¿Puedo tener uno luego?
—Puedes tener todos los que quieras.
Louis sonríe como un niño pequeño y termina su comida con ganas. Está ansioso por entrar a un local con Harry, por que los demás los vean y reconozcan en ellos una unión. Quiere que todos sepan que Harry está con alguien y que, de todas las personas del mundo, le ha escogido a él.
—Ven, el lugar está algo lejos así que saldremos ahora y comeremos ahí. —explica Harry levantándose de la silla y dejando los platos sucios en la mesa; Louis debería recogerlos, pero sabe que si su amo ordena lo contrario nunca debe cuestionarlo.
Louis es tomado de la mano y Harry empieza a andar hacia la habitación.
—Supongo que nunca has visitado un club de ese estilo, así que te explicaré un poco ¿Vale? —Louis asiente, emocionado por la idea. Le da igual si es un lugar horrible, mientras esté con Harry está bien. —Ahí podemos llevar nuestra vida con normalidad, puedes arrodillarte, servirme y ser castigado sin que nadie juzgue lo que hacemos. Hay salas especializadas, pero hoy no las usaremos porque solo estás empezando y no quiero atosigarte. También hay un código de vestimenta, no es muy extremo, pero se permiten cosas exageradas. A mí me gusta ir trajeado y me gusta que mis sumisos vayan de una forma muy específica.
Louis se siente un poco incómodo por el plural. Él sabe que es obvio que Harry ha tenido otros sumisos anteriormente y sabe también que no puede reclamarle por ello o sentirse enojado, pero sí se preocupa. Quizá cuando alguien los vea juntos en el club no piense en Louis como su sumiso o se sienta celoso de él, quizá solo lo vea como un chico más que desaparecerá pronto y será sustituido por otra cara bonita; Louis tiene miedo de que así sea, pero no dice nada y sigue a Harry hasta la habitación, mordiéndose el labio. Se dice a sí mismo que será un buen chico para él, alguien tan bueno que no pueda ser solo apartado y olvidado; quiere clavarse en su corazón como una espina y no salir nunca; quiere que, si Harry decide alejarse de él, sienta que de desangra, porque así se siente él.
Tiene los ojos empañados en lágrimas y solo ve sus propios pensamientos revoloteando delante de él molestamente; sale de su burbuja cuando Harry chasquea los dedos delante suyo, sosteniendo unos shorts diminutos de cuero.
Louis los toma entre sus manos y sabe que va a tener problemas para ponérselos y para que, después de eso, la gente no se quede mirando obsesivamente sus muslos tiernos y su trasero voluptuoso. Se siente algo avergonzado al pensar que solo vestirá esa pequeña prenda y las braguitas en el local.
—Louis ¿Estás llorando? —pregunta Harry alzándole la cara por la barbilla cuando atisba a ver el brillo en sus ojos.
—No... es solo que... Harry ¿tú quieres sea tu sumiso solo... temporalmente? —el hombre suspira pesadamente después de la pregunta, después se sienta a su lado.
—Louis, aún no sabemos si este estilo de vida es para ti. Quizá no puedes ser mi sumiso, quizá esto te supera o no congeniamos como deberíamos. Entonces será momento de separar nuestros caminos. Pero si eso no pasa, quiero despertarme cada día y que lo primero que vean mis ojos sean los tuyos.
Louis trata de relajarse, Harry le está diciendo cosas lindas, pero... Piensa en las posibilidades, en sus diferencias, en todo lo que podría salir mal y todo lo que les forzaría separarse. Separarse. No quiere pensar en ello, cuando se imagina su vida sin Harry, sin su aroma a café y sus contradictorias caricias que lo calman, sin su voz dura pero comprensiva, sin sus ojos verdes como la esperanza en su pecho; cuando se imagina sin él simplemente no puede imaginarse feliz.
Sus respiraciones se agitan al pensar en eso y no puede evitar que las lágrimas broten copiosamente. De repente tiene dos grandes brazos envolviéndole y el calor se propaga por todo su cuerpo.
—Louis, estoy seguro de que tú eres el sum perfecto para mí. No llores, yo no voy a dejarte. —el chico hipea y esconde su rostro en el cuello de Harry, inspirando. Su aroma intenso y varonil lo llena, drenando las lágrimas.
Siente que está seguro a su lado. Harry no miente y no necesita mantenerle la mirada para asegurarse, solo necesita escuchar como su propio corazón se calma con solo palabras; ningún ardid podría darle tanta paz.
—Gracias, amo.
Cuando Louis entra en el coche de Harry, se siente nervioso. Va a pasar muchas horas ahí para poder llegar al local y otros conductores pueden verle; solo necesita que alguien lleve los ojos a las ventanillas de su auto para toparse con su voluptuoso cuerpo prácticamente desnudo. No le gusta la idea, le hace sentirse expuesto y avergonzado, pero sabe que es lo que Harry quiere y merece la pena; además Harry ha dicho que los cristales están tintados y aunque él pueda ver con nitidez a través de ellos, confía en la palabra de su amo y trata de no alarmarse cuando alguna mirada austera se pasea por su zona.
La mano derecha de Harry deja el volante y, con su vista serie centrada en la carretera, la deja sobre el muslo de Louis y aprieta levemente. El chico suspira por el tacto y trata de no alejarse pese a que está nervioso porque quiere que Harry disfrute tocándolo y quiere demostrarle que él ama el tacto de sus manos sobre la piel. Los dedos aprietan su muslo relleno y puede escuchar un rugido vibrando en el pecho de Harry. Dios santo, ama tanto ese sonido; su piel se eriza y el cuerpo le quema como si tuviera fuego en las venas.
Sus pantalones de vuelven más apretados de un momento a otro y sus ojos se ponen en blanco cuando ve que solo llevan diez minutos de viaje. Pasa las manos por su cara tratando se despejarse, pero la de Harry sigue atenazada en su muslo, firme y eso va a volverlo loco en menos de cinco minutos si sigue así.
Después de mucho rato en coche llegan al lugar; la mano de Harry estoicamente en la pierna de Louis, solo que ahora más arriba, agarrando la carne con una vehemencia demandante y peligrosamente cerca del borde de los ajustados shorts. Louis realmente quiere volver a casa, encerrarse en el baño y hacer que el vergonzoso bulto de su entrepierna desaparezca.
—Es aquí. —anuncia Harry, el motor del coche ronroneando agradablemente antes de silenciarse. Louis mira un enorme cartel en tonos negros y rojos.
El sueño de las pesadillas. El nombre es insinuante, pero suficientemente misterioso como para que nadie de fuera de ese mundillo logre adivinar de que se trata el lugar.
Harry abre la puerta de Louis y lo insta a salir. El chico lo hace, agradeciendo que la calle esté solitaria. Una brisa lo hace temblar de frío, se siente expuesto llevando únicamente zapatos y unos pantalones lo suficientemente estrechos como para considerarse ropa interior.
Las temperaturas hacen que sus tetillas endurezcan de golpe y se siente todavía más vergonzoso. Harry coloca una mano en su espalda y lo empuja gentilmente hacia la puerta al ver que Louis parece algo asustado por el lugar.
Harry se ve imponente, según Louis, lleva un traje a medida negro que le hace parecer elegante, pero la tela se abraza a los músculos de su cuerpo de una forma que también deja entrever su lado animal; realmente parece uno de esos modelos que solo se ven en portadas de revistas tras haber sido photoshopeados cientos de veces.
Cuando la puerta de abre suceden dos cosas: la primera es que el ambiente denso, cálido y seco golpea a Louis como una bola de bolos y se siente algo mareado, aunque definitivamente agradecido por no estar ya temblando de frío; no obstante, el aire está cargado de humo y se siente sofocado ahí dentro. Harry lo escucha toser y decide que el primer cambio para ese lugar será que se prohíba fumar dentro.
La segunda cosa es que las miradas están todas sobre él, al menos de las de los dominantes. No es por su indumentaria extravagante, ahí adentro muchos tienen a siervos desnudos postrados a sus pies, pero de igual modo deciden ignorarlos para ver a Louis; atina a pensar que es por su cuerpo joven, rollizo y pálido. Nunca se sintió tan demandado y la verdad es que es más incómodo de lo que jamás imaginó.
Louis quiere ver la lujuria centellear solo detrás de los ojos de Harry, encendiendo el verde en llamas de pasión. No quiere ningunos otros ojos sobre su piel y sabe que solo estos pueden atravesarla y ver su alma.
Harry advierte el nerviosismo de su acompañante cuando, a los pocos segundos, siente que respira fuerte, mira a todos lados con temor y juega con sus manos. Lo toma del cuello, agarrándolo en pinza desde la nuca, y lo guía mientras camina hacia el primer grupo que encuentra cerca de la barra. Beber un poco lo ayudará, aunque no piensa que Louis deba hacerlo.
Louis lo sigue con temor, sus mejillas rojas y su ceño fruncido al ver que el grupo de hombres al que Harry se acerca no son capaces de disimular sus hambrientas miradas. Es como si no les importara ser descubiertos o como si les diese igual la evidente incomodidad de Louis.
Harry, sin embargo, solo los ignora y aprieta el agarre en el cuello de Louis, lanzándole una mirada compasiva; no lo está castigando, solo haciéndole saber que él está ahí. Harry se sienta frente a la barra y Louis se arrodilla a su lado, su cabeza siendo acariciada por la mano de Harry. El hombre ha podido advertir algunos errores de iluminación, ventilación y selección musical en el lugar, pero es algo pequeño, cuando llegue a casa solo deberá dar un par de órdenes para que sean solucionados, sin embargo, eso no explica la enorme cantidad de quejas. Decide pedir algo de beber, para comprobar si es ese el problema, pero antes de que pueda abrir la boca, los sujetos que están a su lado se acercan demasiado, arrastrando sus asientos y hacen que Harry deba girarse sobre la silla para encararlos.
Están formando un semicírculo alrededor de él y su sumiso y no se siente nada cómodo con ello; esas cosas suceden normalmente, pero después de un intercambio amable de palabras o, mínimo, una presentación. Louis es la primera vez que está en una situación así y realmente no sabe que significa, aunque al ver el rostro serio de su amo intuye que no es algo bueno.
—Es un lindo sumiso ese que tienes ahí. —comenta uno de los tipos, frotándose las manos y señalando al chico. —Quizá deberías dejarlo con alguien con más experiencia que tú ¿Sabes? No parece muy bien entrenado, nosotros lo devolveremos bien obediente.
Harry deja ir una sarcástica risa y se inclina hacia delante.
—¿Cuántos años de experiencia tienen siendo dominantes, caballeros? —su sonrisa afilada hace que la del rostro de su interlocutor desaparezca, disolviendo su boba mueca confiada.
—Yo soy el que más años de experiencia tiene, son actualmente tres.
—Espero que sepas matemáticas, porque creo que mis siete años de experiencia son más que los tuyos. —el hombre se queda pasmado por las palabras. Enrojece violentamente de coraje y su ceño se frunce.
—Entonces el problema debe ser tu sumiso lindo, no parece tan obediente como bonito.
—¿Tienes algún problema con él? —pregunta Harry inclinándose hacia el tipo. Su voz gruesa y rasposa hace temblar a Louis. El hombrecillo sigue parloteando mientras señala a Louis sin demasiado respeto.
—Míralo, no está sentado correctamente, no tiene las palmas de las manos hacia arriba, no para de mirar a los ojos a otros tipos, no para de mostrarse inquieto como si le diese igual dañar tu imagen. Míralo, es muy bello, pero es inútil como sumiso ¡De usar y tirar! —una risotada estúpida se escucha por parte de sus compañeros.
Harry aprieta los puños y sus nudillos se ponen blancos. No puede golpear hasta la muerte a alguien y menos dentro de uno de sus locales, pero está seguro de que eso acabará importándole una mierda si dice una sola palabra más. Louis comienza a tener los ojos húmedos. Mira a su alrededor y ve a los sumisos de los demás haciendo todo lo que ese tipo ha dicho.
No está siendo un buen sumiso, va a tener que separarse de Harry. No, él no quiere eso, él solo quiere portarse bien y que los besos de Harry sepan al café que le prepara, quiere que le diga que es un buen chico y que le elogie por la comida, quiere hacer algo y ser recompensado por la sonrisa con hoyuelos más bonita del puto mundo.
—Es nuevo, déjalo en paz. No deberías meterte en como educo a mi sumiso. —el tipo levanta las manos y frunce la boca, haciéndose el inocente.
—No me meto, amigo, solo digo que te busques algo mejor. Eso no podría complacerte ni aunque le fuese al vida en ello.
—Cajón.
Harry vuelve sus ojos hacia el suelo, ha estado tan centrado en mirar a ese hombre con rabia hasta obligarlo a apartar sus ojos de él, que no se ha fijado en su pequeño Louis. Observa con el corazón roto los ojos llenos de lágrimas y el labio tembloroso del menor. Ha dicho su palabra de seguridad, esos estúpidos le han hecho llegar al límite.
Harry sabe que cuando alguien dice su palabra, él debe detener todo, pero ahora no es quien tiene el control de parar las cosas. Los demás miran extrañados la escena, sin comprender que ha pasado. Hasta que uno de ellos se da cuenta de porque Louis ha dicho algo tan aleatorio.
—¡Es su palabra! —exclama, con los ojos achinado por la risa.
Todos estallan en carcajadas. Louis simplemente sale corriendo del lugar con los ojos empañados y el corazón descomponiéndose en su pecho. Necesita que alguien lo abrace fuerte, lo suficiente como para que pueda sentirse de una sola pieza de nuevo.
Harry sale casi un minuto después, con los nudillos rojos y el rostro pálido al ver a su chico sentado en el suelo, hipeando, abrazándose a sí mismo. Cuando Louis ve a Harry, su llanto se intensifica y el dominante quedando paralizado. Hay tanto dolor en sus lágrimas, tanto miedo, que siente que él también se echará a llorar. Solo quiere curar a esa pequeña criatura y no dejar que nadie nunca más le haga daño.
—Louis... —murmura, acercándose a él con el cuerpo congelado y los ojos húmedos. Nunca pensó que detrás de una sonrisa deslumbrante podía haber tantísima pena que sacar.
Louis no es frágil, es demasiado fuerte como para aguantar todo el dolor que está soltando. El chico lo mira y suelta un pequeño quejido lastimero mientras Harry envuelve el cuerpo con sus brazos y lo levanta para llevar al coche.
—No soy lo suficientemente bueno para ti...
Harry se queda sin palabras al escuchar eso, no hay nada que pueda decir en el mundo para demostrarle a Louis lo maravilloso que es; no hay una palabra adecuada para abarcar lo feliz que le hace. Y, sin embargo, Louis está miserablemente llorando porque no puede ver que es lo mejor que le ha sucedido a Harry jamás.
El hombre abraza a Louis, apoyándolo contra la puerta del coche, y siente que no quiere nunca sentir esa piel tibia húmeda por las lágrimas; Louis le da tanto que sabe que un simple abrazo no es forma de devolverle nada, pero es lo que tiene ahora y es lo único que puede darle en el momento. Un abrazo que lo haga sentir íntegro y amado, un abrazo para no olvide nunca que hay alguien que quiere rodearlo con su cuerpo y no dejarlo irse jamás de su vida.
—No vuelvas a decir eso jamás. —Harry ordena, abriéndole la puerta y rodeando el coche para poder entrar por el lugar del conductor.
Cuando el coche arranca y ambos se alejan del lugar, Louis echa en falta la mano en su muslo. Mira a Harry, buscando en él los deseos de acariciarlo, pero solo halla unos ojos glaucos, cubiertos en lágrimas.
—¿Puedo? —pregunta débilmente. Su mano a poco centímetro de la pierna de Harry.
Él asiente, incapaz de usar su voz. Solo quiere gritar que Louis es más de lo que jamás pidió, gritarlo tan fuerte que se le meta a Louis en la cabeza y se quede ahí.
La mano de Louis aprieta el muslo de Harry con ternura, lo acaricia y siente al hombre suspirar con alivio por el contacto de su piel.
—Me haces feliz siendo tú mismo Louis, no quiero que cambies.
Eso es lo único que Harry dice durante todo el viaje, pero el silencio no se hace incómodo. Louis solo lo usa para pensar en esas palabras.
Y, sin darse cuenta, se pone a llorar de nuevo.
Es la primera vez que alguien le dice algo así, que alguien hace que ser él no sea algo que debe arreglarse.
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