9

 Los vampiros, al parecer, tenían un plan por si algo así sucedía. Otra pequeña casa situada a lo alto de una montañita cercana. Una mala opción para atacar, pero defensivamente muy útil. Todos parecen apáticos tras lo que ha sucedido. Yo... yo llevo todo el viaje llorando mientras Dunkel me carca en su espalda como a un niño. Me siento tan horrible al saber que soy el que tiene menos derecho de todos para derramar lágrimas y, sin embargo, soy el único que lo hace; los demás están demasiado preocupados por sus propias vidas y por las de los que quedan como para lamentarse ahora por quienes se han ido. No hay siquiera tiempo para el luto en la guerra.

Desde lo sucedido nadie ha abierto la boca. Nunca supe a ciencia cierta cuantos vampiros vivían allí, ahora sé que de ellos solo quedan seis.

Cuando llegamos a la casa nueva, más pequeña y discreta, todos entran por la puerta en silencio y desaparecen en las habitaciones como niebla. Yo me quedo con Dunkel en el salón, su rostro taciturno me mira con felicidad.

—Pensé que no podría salvarte... —dice en un suspiro, después cierra los ojos, respira hondo y pasa sus manos por mi cabello. —Menos mal...

Me duele tanto saber que lo he dado todo por quien me dejaría morir entre brasas y he intentado escapar de quien caminaría sobre ellas por mí. Dunkel me ha salvado de mi propio padre, todo es tan irónico.

—Lo siento... —rompo a llorar, una vez en el suelo caigo de rodillas y me agarro a sus ropas con toda la fuerza que queda en mis manos. —Lo siento tanto...

—No es tu culpa, esclavo. Deja de llorar. —dice mientras sigue acariciando mi cabeza con ese tacto hermoso.

—Sí... sí lo es... yo... sabía que vendrían y no dije nada... vino mi padre y me dijo que solo me ayudaría a escapar... no pensé que él fuera a hacer eso, lo siento, lo siento mucho... —mano se queda estática en mi cabeza y veo su rostro congelarse con una expresión ecuánime.

El contacto entre nosotros se rompe y yo solo quiero una respuesta. Me va a castigar, pero sé que lo merezco. Solo quiero que suceda y todo quede en paz.

—Vete.

—¿Qué?

—Vete a tu habitación. No quiero verte ahora. —su tono serio y la mirada perdida que lanza a la pared de enfrente me hielan la sangre. Es como si odiara mi presencia, como si los papeles se hubieran intercambiado.

—P-pero...

—¡Vete! —mi corazón se encoge por su grito y me lloran los ojos. Se ha volteado hacia mi rostro violentamente, rompiendo la coraza insensible de su expresión.

Ahora en su cara veo no la furia, sino la decepción y sé que soy despreciable. Que los vampiros no tienen sentimientos ¿Por qué he pasado una vida entera creyendo eso? Le ha dolido más a él que lo traicione que a mi padre el sacrificarme por estar un paso más cerca de la victoria en una guerra innecesaria.

Ando arrastrando los pies hacia la habitación que él ha señalado. Por el suelo se arrastra la cadena con la que siempre me fija a la pared, hoy no lo hará. Quizá es porque sabe que no escaparé, quizá es porque le da igual que lo haga.

Me recuesto sobre el suelo nada más entrar y las lágrimas siguen brotando solas, sin posibilidad de ser detenidas. Lo único que deseo es que Dunkel entre por la puerta bruscamente y me castigue. Necesito saber que él quiere enmendar lo que he hecho, poder perdonarme; que aún quiere seguir entrenándome para hacerme mejor para él y para mí mismo. Necesito saber que no se ha rendido conmigo.

Unas horas pasan y la puerta se abre tal y como he estado fantaseando. Salto del suelo y me quedo sobre mis rodillas. Las manos rezándole a mi dios colmilludo y los ojos cerrados porque no merezco mirarle.

—Soy yo, eh. —dice la conocida voz de Miquel. Abro los ojos, decepcionado, y me siento en el suelo.

Él me imita, trayendo dos platos de comida y colocando uno ante cada uno de nosotros. Me alegra saber que comerá conmigo, pero su expresión perdida me preocupa.

—Dunkel ha estado hablando de lo sucedido con los demás. —mi pecho duele y noto un nudo en la garganta, me mira con los ojos llorosos. Todos deben odiarme ahora y me lo merezco.

—Decir que lo siento no sirve de nada, pero de veras que lo siento... —susurro mordiéndome el labio.

Ya puedo imaginar Dunkel hablando con los otros cinco vampiros, diciéndoles que todas las muertes son culpa mía y debatiendo con ellos si deberían matarme o algo peor. Sé que sea lo que sea que viene ahora no será bueno para mí, pero en cierto modo eso es justo.

—No te culpo. Los demás vampiros están hechos una furia, quieren hacer un banquete contigo, pero yo no te culpo... Has crecido odiando a los vampiros, has vivido siendo del bando contrario y ahora has sido secuestrado por un vampiro que te ha hecho daño y estás confuso. Es normal que quisieras escapar, no te culpo por tener miedo. —aparto la comida a un lado y me lanzo a abrazarlo mientras los sollozos salen de mí sin parar.

Al menos no estoy totalmente solo en esto, el menos alguien me da el perdón que yo jamás podré concederme. Miquel palmea mi espalda mientras yo escondo mi rostro en su hombro, la vergüenza se apodera de mí al ver lo mucho que estoy empapándole de lágrimas.

—Yo... solo quiero que Dunkel me castigue, me lo merezco. Quiero seguir siendo suyo y que sepa que me arrepiento. Supongo que es demasiado tarde para eso ya, van a matarme...

Me duele el pecho y la cabeza, no quiero morir, pero al menos lo haré tras haber vivido unos instantes maravillosos al lado de un vampiro. No me arrepiento de ello, aunque me gustaría demasiado que hubiese dudado más.

—¿Qué? ¡No vas a morir! —exclama él riendo mientras me golpea con la mano. No entiendo por qué se toma tan a broma que esté rodeado por una horda de vampiros con sed de sangre y venganza.

—Pero has dicho que querían matarme...

—Ya, bueno, quieren matarte, pero Dunkel está hablando con ellos y sigue siendo el líder así que le harán caso. —una sensación tórrida me llena el pecho y las lágrimas se detienen en mis ojos. Él me está defendiendo de nuevo. —Además, si tú no hubieses sido capturado tu padre y su ejército habrían descubierto el lugar igualmente. —esas palabras deberían aliviarme, pero no causan nada en mí, mi cuerpo sigue todavía drogado por la idea de que Dunkel no se ha rendido conmigo.

—¿Puedo pedirte un favor? —pregunto mientras empiezo a comer, viendo que él casi ha terminado su plato mientras habla. El chico asiente con la boca llena y yo me pienso mis palabras. —Dunkel no quiere verme ahora mismo, pero me gustaría que le dijeras algo de mi parte. Pero ni siquiera sé que decirle. Quiero decirle que lo siento, que lo siento demasiado y que no volverá a pasar y quiero tener su confianza de nuevo; por eso dile que aceptaré cualquier castigo que me imponga.

Su plato todavía no está terminado, pero me mira con seriedad y deja la cuchara sobre él. Me escruta, pensativo y habla:

—No creo que sea buena idea decir cualquier castigo ¿Podrás soportarlo de nuevo si te golpea?

—Miquel, díselo, por favor... Cualquier castigo, el que sea.

Él traga saliva, por la preocupación en sus ojos veo que no va a decírselo.


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