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 Louis está realmente nervioso, es el primer día de clases desde que Harry es su amo y no sabe cómo sentirse al respecto. No tiene ni idea de si debe comportarse como su sumiso allí afuera, pero sabe que no puede ser igual que en casa; la idea de fingir una relación vainilla con él lo enferma; no quiere llamarlo por su nombre, ni quiere sentarse a la misma altura que él o recibir sugerencias en vez de órdenes, no quiere fingir ser algo que no es.

Teme preguntarle a Harry que debe hacer por la respuesta no le gusta, así que solo traga sus dudas y se esfuerza en preparar un desayuno que le anime a seguir el día.

—Algo huele delicioso aquí. —murmura Harry abrazándolo por detrás en la cocina.

Louis se siente demasiado halagado, ha estado debatiéndose en si hecha una o dos cucharas de especias porque no sabía si el aroma debía ser fuerte o suave y ahora que a Harry le ha agradado su decisión, se siente mucho más seguro de sí mismo. Las manos de Harry entran por dentro de la bata y acarician su tripita con ternura mientras el hombre empieza a besar su cuello lentamente.

Los labios calientes se sienten como el cielo prensados suave y blandamente contra la piel de su garganta; escalofríos placenteros lo recorren cuando la lengua sale ligeramente, probando la piel.

—No te distraigas, sumiso, no me gustaría que el desayuno se arruinara.

Louis asiente y abre sus ojos, cerrados por la relajante sensación de Harry mimándolo; todo está en orden por el momento así que solo debe remover la comida un poco más en la sartén para evitar que se pegue. Se le hace difícil la tarea cuando Harry hunde los dedos en sus caderas blandas y los dientes en el cuello con cierta ferocidad. Los besos suben y bajan haciéndole sentir la piel sensible y temblorosa, Harry la besa, la muerde y tira de su lóbulo con los dientes administrando una dosis de dolor que hace al muchacho entrar en calor con rapidez. Descargas de placer se expanden por su cuerpo hasta llegar a la punta de sus dedos como un cosquilleo impreso en su piel.

Louis atina a apagar el fuego y apartar la sartén y cuando va a llevar la comida a la mesa, Harry lo retiene con la fuerza de sus manos y siente un pequeño gruñido nacer en su pecho.

—Quédate quieto.

La voz lo atraviesa como una lanza, dejando su cuerpo clavado en el suelo, incapaz de mover siquiera un músculo. Espera pacientemente, con el corazón latiendo desbocado y sus oídos pulsando, deseosos del tan anhelado sonido.

—Buen chico. —solo necesita ese susurro para pasar de hielo a agua, se derrite, su cuerpo entero tiembla y exhala un gemido

¿Cómo dos palabras pueden sentirse mejor que un maldito orgasmo? Son solo aire, pero cuando salen de esos labios se convierten en algo físico que entra en la piel y la droga. Louis se siente adicto.

Harry envuelve un pedazo de piel con sus labios y chupa vehementemente; la sangre viaja a la zona, llenándola de calor; Louis siente su piel pulsando en la cálida boca de Harry, las excitantes punzadas de dolor disipándose en su cuerpo y la húmeda lengua lamiendo en su cuello maltrecho hasta causarle suspiros colmados de placer.

Cuando Harry despega su boca, la piel de Louis se siente húmeda, sensible y tórrida. No necesita más que ver su reflejo en una de las ollas para poder notar el enorme hematoma sobre su palidez.

Moteado de rojo intensamente, oscureciéndose hacia el centro y transformando el violáceo en negro carbón. Louis ama los colores de esa marca de propiedad y Harry ama lo bien que se ve la huella de sus besos violentos en el chico. Sabe que en clase no puede obligarlo a postrarse, ponerle un collar de propiedad y una cadena o hacerle suplicar mientras lo llama amo, pero sí puede dejar claro que es suyo.

—Vamos a desayunar, bebé. —Louis solo asiente emocionado, llevando el desayuno con una enorme sonrisa en la cara y una aún más grande marca en su cuello.

Cuando el chico se pone de rodillas al lado de Harry este sonríe al contemplarlo. Se ha acostumbrado tan rápido a él, como el chico a servirle, y sabe que ahora ninguno de los dos podría vivir un día sin empezarlo de ese modo tan característico.

—Me gusta que me hayas hecho una marca, amo. —dijo el menor dándole un generoso bocado a su tostada. El hombre lo miró directo a los ojos, con el verde resplandeciendo de una forma maravillosa. Louis se esmeró en masticar rápido y tragar para poder seguir hablando. —¿Puedo no taparla para ir a clase?

—Debes no taparla. —le corrigió el hombre con una pequeña risa brotando de sus labios, pronto esta se contagió a Louis. —Un amo siempre marca a su sumiso como suyo. Normalmente es con un collar de propiedad, un objeto con el mismo valor que una alianza matrimonial, pero no puedo darle uno a alguien que solo está en un periodo de prueba de siete días.

Louis asiente, comprendiendo. No salen más palabras de su boca en todo el desayuno y Harry, al contemplar como los ojillos soñadores se pierden en la nada, sabe por qué es. Louis está en las nubes, con sus ojos color cielo apuntando hacia el mundo exterior mientras lo que le emociona sucede únicamente en su cabeza.

Se imagina a él, con un collar, con el collar que Harry le ha otorgado. Puede casi sentir el peso del objeto, su presencia sobre los hombros, entorno a la piel de la garganta, soldado a su alma. Desearía tanto ver en él un metal con el nombre de Harry, algo que diga la verdad sobre sus sentimientos. La confesión de sus corazones hecha complemento, la llevaría cada día de su vida y de después de esta, pediría ser enterrado con él.

—Me gusta cuando sonríes así; voy a tener que hacer que lo hagas más a menudo, pequeño. —Harry besa su frente y toma de la mano al chico, ayudándolo a levantarse. Louis agradece en voz baja, pensando todavía en el collar que ni siquiera tiene. —Deja los platos, no es bueno llegar tarde.

Louis mira la hora y una pequeña exclamación sale de sus labios. Él suele despertarse unas dos horas antes de que la clase empiece porque es difícil llegar, así que su corazón se para cuando ve que faltan quince minutos y siguen en la casa.

Harry ríe despreocupadamente, cuando Louis entra en el coche y averigua la velocidad que puede alcanzar, comprende por qué. Para la sorpresa de Louis, llegan cinco minutos antes de tiempo.

Harry baja del coche y Louis se mantiene quieto en su asiento como un buen chico, esperando a que Harry abra por él; le gusta hacer eso, se siente cuidado y no es la gran cosa, así que nadie puede adivinar qué es lo que realmente sucede entre ellos.

Cuando Louis toma la mano de Harry y sale al campus, se siente en ese oscuro club de nuevo. Hay tantísimas miradas sobre ellos y tantas son de sus compañeros de clase. Las miradas van primero al coche, con envidia, después a Harry, con odio, y por último a Louis, con sorpresa al principio. Entonces todos los ojos reparan en el enorme chupón de su cuello y las caras de transforman en muecas que no le agradan. Ni el asco, ni la burla, ni el desprecio hacen que esa marca se vea como algo correcto, pero Louis siente que lo es, sabe que lo es. Él la quiere tener, así que, si los demás quieren mirarla así, que lo hagan; Louis se dice que ellos simplemente no pueden comprender cuan bien le sienta porque no conocen la sensación de alegría de ser marcados por su amo; incluso le dan lástima.

Eso sí, nada logra impedir que el chico mire el suelo con el rostro encendido mientras camina tras Harry.

Al ingresar en el aula, el peso físico de las miradas cae sobre la piel de Louis y tensa los hombros, los murmullos no se han de esperar y el ambiente se torna cada vez más tenso. La mayoría de las miradas se van rápido, son una pareja heteróclita, pero no captan tanto la atención, pero un pequeño grupo se resiste a despegarse de sus miraditas furtivas y sus comentarios burlones. Louis sabe quiénes son.

Suelta un bajo gemido lastimero al ver a los chicos del primer día riéndose y es por eso que Harry se percata de sus acciones. Él siempre suele ignorar al mundo que lo rodea, nunca tiene demasiado interés en nada, así que Louis es su único motivo para fijarse en algo así.

Y no solo se fija, sino que clava sus serios ojos verdes en todos y cada uno de los adolescentes que ríen hasta que el sonido de sus voces se apaga lentamente. Lo ve en sus ojos, le tienen miedo. Él siempre ha sabido imponerse, mirar a alguien para hacerlo temblar de pavor o de placer, usar su voz para obtener lo que quiere. Ahora lo que quiere es que Louis se siente cómodo.

—Gracias. —musita el pequeño muchacho, moviendo sus labios como si le lanzase un beso.

Louis es tan tierno que a Harry le cuesta mantener una expresión seria para esos tipos.

Las clases suceden con normalidad, desde la mañana no hay más incidentes y Louis no recibe más atención de la necesaria exceptuando la que Harry le da. Louis ama como Harry se inclina de vez en cuando para susurrarle que es un buen chico si lo pilla añadiendo anotaciones importantes —acompañadas de corazoncitos— en los papeles de él para que le vaya mejor en los exámenes; también ama como acaricia su pierna por debajo de la mesa o cómo mira de reojo su marca morada antes de sonreír ligeramente.

La clase se vacía rápidamente a última hora y Louis recoge sus cosas con prisas, pero cuando va a levantarse para ir a por la ansiada comida, Harry lo toma del brazo y tira de él. Su culo cae de nuevo sobre la silla y Louis se queja por ello.

—Pequeño... —dice en su oreja mientras él sí se levanta, quedando por encima y mucho más imponente que antes. —¿Sabes que, aunque estemos fuera, sigues siendo mi sumiso, cierto? —Louis asiente, avergonzado por haberse levantado antes que él.

Se siente tan mal, realmente está hambriento, pero él odia dejar a las personas atrás y de veras le gusta seguir a Harry pacientemente.

—Lo siento, no sucederá de nuevo. No pensé bien, perdón. —Harry asiente compasivamente y le acaricia la cabeza, sin embargo, su mueca serie no demuestra que el tema haya sido dejado atrás.

—Acompáñame, quiero asegurarme de que lo sabes.

Louis se estremece por el tono de voz; Harry suena autoritario, como siempre, pero también desafiante. Eso es un castigo, en cierto modo, puede sentirlo por cómo de rápido camina Harry, por el hecho de que no se voltea a ver si lo sigue o no se preocupa de que el menor pueda adaptarse a su ritmo.

Louis se extraña cuando Harry entra en los baños y deja su maletín sobre la tapa de uno de los inodoros; él descuelga su mochila de la espalda cuando Harry extiende la mano y cuando la toma, la deja en el mismo lugar.

—Entra. —ordena sosteniendo la puerta del amplio cubículo donde ha dejado sus cosas.

Harry entra también, dando un portazo y echando el cierre con más fuerza de la necesaria.

—De rodillas, vas a chupar mi polla ahora.

Louis puede sentir su propia entrepierna despertar por el tono agrio de Harry; realmente él es provocador cuando está enfadado, pero también es aterrador.

—¿Qué, en los baños de la universidad?

—Louis, ahora. —quiere realmente obedecer, pero aunque el pestillo esté echado aún hay un hueco entre la puerta y el suelo por donde cualquiera podría ver sus rodillas hincadas y los pies de Harry delante suyo.

—No quiero...

—Deberías tener una razón si no quieres que te castigue, sumiso.

No parece haber nadie en el baño, pero Louis se siente inseguro y no quiere ser descubierto. Puede imaginarse su expulsión, las risas de los compañeros e incluso un video suyo grabado desde el suelo del baño circulando por internet. La ansiedad lo abruma con cosas poco probables pero muy indeseables y Louis solo niega.

—Yo solo... No, no voy a hacer eso...

—Louis.

Su tono endurece, cierra los puños con fuerza hasta dejar los nudillos sin color. Louis puede ver su mandíbula apretada y el ceño fruncido entornar una expresión caliente, pero aunque desee más que nada en el mundo caer sobre sus rodillas y llenar su boca de la excitación de su amo, se siente inseguro; es la primera vez que hace algo así y no sabe si Harry va a estar atento a los posibles peligros.

—Yo no...

El hombre lo toma del brazo y tras coger sus cosas y las de él, lo jalonea fuera del lugar. Tira de él por los pasillos y hasta el exterior y sigue haciéndolo hasta que abre la puerta del coche y lo lanza dentro de este junto a todo el material de clases.

Louis aparta las cosas e intenta recuperarse del golpe. La parte trasera del coche es amplia y ha caído de espaldas sobre los asientos, así que no se ha hecho ningún daño, pero está confuso por la forma ruda en que Harry lo maneja.

Sabe que va a ser castigado. Harry está realmente enfadado, Louis no debería jamás negarse a hacer algo porque esté inseguro de si la situación va a estar o no bajo control; es, casi literalmente, el trabajo de Harry mantenerlo todo bajo control y él no iba a dejar que nadie los descubriese, ya tenía todo pensando. Cuestionarlo y, además, negarse rotundamente, son acciones que por parte de Louis solo expresan poca confianza en Harry como dominante; él sabe que Louis confía en él, pero ha sido descuidado al insinuar lo contrario y no va a dejarle pasar ese golpe a su orgullo.

Harry entra también al coche, gateando sobre los asientos traseros. Hecha el seguro después de cerrar la puerta y ve, desde el interior, la gran cantidad de personas que hay por los alrededores. Ambos saben que nadie puede ver lo que sucede dentro del coche, pero que el exterior sí sea visible es algo que perturba a Louis.

El chico no tiene más tiempo de pensar en ello, Harry lo despoja violentamente de su chaqueta, tirando de ella, y después lo toma de las caderas fuerte para tumbarlo de golpe sobre los asientos. Dentro del coche los movimientos bruscos y las respiraciones jadeantes lo son todo.

—Las manos a la espalda, ahora mismo, sumiso, no hagas tu castigo peor. —Louis ni siquiera se está resistiendo, solo trata de voltearse para ver en los ojos de Harry qué sucederá.

Pero cuando lo escucha hablar no puede sino hacer lo que le dice. Se siente dolido por la rabia en la boca de Harry; ahora no suena como la primera vez que lo castigó, no le subyace a las órdenes una mecha de provocación y lascivia, no es un castigo juguetón y divertido, es una penalización real y Harry está enfadado.

Él ha hecho enfadar a Harry, lo ha decepcionado. Ha discrepado. Louis rompe en un silencioso llanto mientras Harry usa una de las mangas de su abrigo para amarrar ambas muñecas juntas en su espalda. Louis se siente una completa mierda porque solo tenía que obedecer a Harry y no ha sido capaz de hacerlo, ni siquiera había un motivo sólido. Siente que seguramente lo haya decepcionado, además de enojarlo, que Harry lo va a castigar y después nada volverá a ser igual.

Louis solo quiere ser un buen chico de nuevo, su buen chico.

Su pantalón es bajado bruscamente, junto a las braguitas que ha decidido usar para sorprender a Harry; ahora, sin embargo, es él el sorprendido al ver como su prenda es ignorada con tal de dejar su culo al aire. Un azote cae sobre una de sus nalgas y grita por el susto.

Puede sentir la piel enrojecerse y, cuando aún no está recuperado del golpe, otro mismo cae en el mismo lugar haciendo la quemazón todavía más dolorosa. Su cuerpo se destensa con el tercer azote, las fuerzas se le escapan y el dolor es demasiado difícil de aguantar. Harry está golpeando duro; por suerte, se detiene, Louis suspira en agradecimiento. Los tres azoten has sido aterradores, pero quizá no está realmente enfadado.

Harry se alarga hasta los asientos delanteros, pone la radio, sube el volumen y da otro enorme y sonoro azote. Los ojos de Louis siguen llenos de lágrimas y ahora sus gritos se pierden entre voces desconocidas cantando alegremente.

El dominante golpea su culo sin piedad, pero estando atento a que el chico no diga su palabra; él odiaría hacerle ese daño, ahora está enojado y por eso lo castiga, pero eso no significa que deje de preocuparse por él o que lo haga menos; de hecho, si lo disciplina, es porque se preocupa por él y quiere hacerlo mejor, eliminar sus errores y aumentar la confianza.

Louis no entiende mucho sobre eso, así que solo sabe que Harry está furibundo y su culo está siendo golpeado hasta quemar y doler como el infierno. Las punzadas de dolor atraviesan su carne y se instalan en el corazón. No quiere que Harry le odie.

Cuando Harry termina solo sube la ropa del chico, la acomoda, y sale del coche para volver a entrar como el conductor. En ese pequeño trayecto Louis aprovecha para limpiar las lágrimas de sus ojos, no quiere ser una decepción todavía más grande, y ponerse el cinturón. Él quiere ir a sentarse delante, con Harry, pero este no le ha abierto la puerta, así que presupone que no lo merece y simplemente se queda detrás, estático.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Harry. No ha oído la palabra de seguridad, pero tampoco ha oído nada más y eso le preocupa porque Louis es parlanchín.

—Sí, amo. —dice en un hilo de voz. El hombre se voltea a verlo antes de arrancar.

Su cabeza bajada, las manos jugando en el regazo y el cuerpo un poco ladeado porque debe dolerle sentarse sobre su culo, pero no ve nada extraño en él, solo está un poco dolorido al parecer.

—Bien, iremos a casa a comer. Ordenaré comida, ya no hay tiempo para hacerla ¿Qué te apetece?

Louis solo se encoge de hombros y Harry se extraña, el chico ama comer y siempre lo pilla mirando recetas en su móvil, ahora ese interés parece haberse ido. Sabe que ha sido un castigo duro, diez azotes no son una broma, pero también sabe que ha sido necesario. De todos modos, le gustaría animarlo al llegar a casa.

Harry recuerda su rostro rojo, jadeante, demandante, su voz aguda y lujuriosa cuando metía el plug en su culo. Decide que después de comer va a usar un consolador para que Louis olvide lo mucho que duele su culo ahora mismo.

La comida es silenciosa, Harry acaricia la cabeza de Louis preocupado por si ha sido demasiado rudo con él, pero cuando pregunta, Louis dice que todo está bien y él le cree, porque sabe que Louis no le mentiría, él es perfecto.

Por la tarde decide dejarlo en paz, pues lo ve incómodo, distante y un poco alicaído. Cuando le dice que tiene la tarde libre, sin él, no espera ver decepción en sus ojos, pero eso hace; decide que quizá se ha confundido. Cuando ve que Louis ha pasado toda la tarde escribiendo en su cuaderno se alegra, quizá era eso lo que necesitaba.

Harry encarga comida china para la cena, pero Louis no tiene apetito; se pregunta si solo necesita un poco de atención, de diversión. Es lo único que puede darle.

—Louis, ve a la habitación y desnúdate. —el hombrecito tiembla por lo serio de su voz y accede, con su cabeza baja y los pasos pequeños. Harry solo se enternece por su evidente timidez.

Sigue al muchacho hasta el lugar y cuando ambos entran juntos, lo ve apartar ligeramente la suave tela de su bata. Cae al suelo sin sonido alguno, como niebla deslizándose hacia debajo de un precipicio. La piel nívea queda al descubierto, tierna, perfecta, marcada.

—Te quiero a cuatro patas, pequeño. —Louis obedece, algo en lo mecánico de sus movimientos no está bien.

Algo en su forma de no sonrojarse, de no gemir de vergüenza, algo en su forma de no ser él, no está bien. Pero Harry no puede adivinar qué es, únicamente intentar solucionarlo con placer, hacer temblar su cuerpo hasta los cimientos y lograr arrancar de sus labios su voz y de sus mejillas su rubor.

Anda hacia uno de los cajones que Louis mira siempre con temor, como si hubiera monstruos viviendo en ellos. Siempre compró muchos consoladores, pero siempre tuvo parejas muy experimentadas, así que los tamaños son casi todos iguales. Saca uno rosado, rígido y con las venas deliciosamente marcadas; es un poco más pequeño que el resto, pero sigue siendo grande para Louis y se siente inseguro de si debe o no usarlo, así que será Louis quien diga si está preparado o no.

—Louis ¿Crees que puedes tomar todo esto en tu culo? —El chico mira el objeto grande y colorido entre sus manos y sus ojos se dilatan.

El miedo sacude su cuerpo y siente picor en los ojos. No, claro que no.

—Sí, amo. —murmulla sin vaciles, recordando la decepción en los ojos de Harry la última vez que dijo no.

Si ser amado y ser herido son lo mismo, Louis dejaría que Harry lo matase con sus propias manos.

El hombre acaricia su espalda, el dedo índice repasando la línea de su columna y dejando su piel cuando llega a su final; Louis odia tanto los finales. Harry toma el lubricante de su buró y embarra un par de sus dedos y el dildo. Quiere asegurarse de que Louis estará bien.

Cuando mete sus dos dedos lentamente y siente la piel tirante dilatarse, logra por fin que Louis gima. Suena hermoso, pero ahogado. Quiere seguir haciéndole sentir así de bien, así que empieza a mover sus dedos prácticamente segundos después. Louis sigue con sus leves ruidos, creando en Harry un hambre voraz de sonido más agitados, más fuertes; quiere hacerlo gritar por más hasta que se vuelva loco.

—¿Te gusta esto, pequeño? —Louis asiente, encontrando un momento entre los embates pare respirar.

Muerde su labio para evitar que las lágrimas salgan y para acallar sus gemidos de dolor. No quiere decepcionar a Harry, quiere ser suficiente para él, quiere seguir su ritmo y no aparentar ser el principiante que es.

Harry sonríe por el asentimiento de Louis, no esperaba que fuera a acostumbrarse tan bien a ser penetrado, así que decide que, si está disfrutando con dos dedos, será mejor hacerle tocar el cielo con lo que lleva en la mano izquierda.

—¿Estás listo?

Louis se estremece al escuchar la voz grave de Harry, sabe que no puede procrastinar ni un segundo más y asiente, enterrando la cara en la almohada para que sus lágrimas pasen inadvertidas.

Cuando la cabeza de ese miembro penetra en él, siente su entrada dividiéndose en partes y desgarrándose. El dolor es horrible y no puede evitar chillar contra la cama.

—Louis ¿Estás bien? —pregunta el otro, alterado y sosteniendo el objeto. Puede ver la enrojecida enterada del chico pulsar contra el objeto, ofreciendo resistencia. El trasero de Louis se siente más tenso que la vez anterior.

—S-sí, sigue, —demanda aterrado. Si no es capaz de tomar eso jamás podrá tomar la polla de Harry y ya puede imaginarse al hombre frustrado, diciéndole que sus caminos deben separarse.

Eso nunca.

Harry se deleita con el temblor de la voz y la petición del chico le calienta; el grito, piensa, debe haber sido de placer; eso logra calentarlo más, así que empuja el enorme objeto y sus ojos se dilatan por la vista: la pequeña entrada del chico, abriéndose para él, devorando el enorme objeto que la fuerza.

Harry escucha un pequeño sonido amortiguado bajo Louis, cuando mira las sábanas advierte una mancha que desconoce y eso lo descentra; no reconoce de qué es hasta que una humedad cálida se desliza sobre los dedos que empujan el juguete sexual y Harry los mira, encontrándolos cubiertos de sangre.

El dominante profiere un horrendo grito de pánico y arranca el objeto de Louis, haciendo que otro grito hórrido rebote entre las cuatro paredes.

Harry toma a Louis por la cintura y lo voltea con prisas, cuando logra tenerlo tendido sobre la cama solo puede ver el profundo dolor en sus ojos. Yo no hay apenas azul en ellos, solo una enorme pupila henchida de miedo y el enrojecimiento rodeándola; es como si hubiese llevado a Louis al mismo infierno y el cielo hubiese sido desterrado de sus ojos.

—Louis, te he hecho daño ¿Por qué... por qué no has dicho tu palabra? —pregunta, sus ojos hundidos en desesperación sin poder hacer más que lamentarse por el dolor causado.

Harry se siente tan culpable. Louis está sobre la cama, con espasmos de dolor, sangrando y los ojos más muertos que ha visto nunca en un ser vivo. Y todo es culpa suya.

—N-No quería decepcionarte... como en clase esta mañana... —Harry siente su corazón doler; ha sido demasiado idiota y no le ha explicado las cosas bien a Louis; las consecuencias van a pesar sobre sus hombros hasta el día que lo entierren con ellas.

—Louis nunca me has decepcionado. Cada parte de ti, me encanta, cada parte ti, incluso tus límites, tu necesidad de ir despacio, incluso las cosas que nos hacen diferentes. Cuando te castigo te estoy disciplinando, no odiando. Después de ello sigo pensando que eres tan maravilloso como siempre, eres un buen sumiso, pero nadie es perfecto y no pretendo eso de ti. Louis, si quieres ser un buen chico cuida más de ti que de mí y di siempre tu palabra segura ¿Sí?

En ese momento Harry vio el azul aparecer de nuevo en su mirada, como un halo resplandeciente de esperanza y perdón; un perdón que no cree que nunca vaya a merecer.

El martes ambos faltaron a clase, era muy tarde ya cuando Harry llevó a Louis al hospital y su estadía allí se alargó hasta la tarde de ese día porque Harry insistió en que los médicos le hicieran a Louis pruebas que los mismos profesionales dijeron que no eran necesarias; pero claro, Harry no iba a quedarse tranquilo cuando el médico apareció radiante y le recetó una simple pomada para su entrada y le aconsejó que no hiciera grandes esfuerzos. No, algo tan tonto no podía curar lo que causó el dolor más grande en el corazón de Harry, algo así no podría curar nunca el espíritu roto de ambos la noche anterior o los ojos sin brillo de Louis.

La medicina no podría curar nunca los corazones rotos, los errores cometidos ni las cosas que no se pueden superar. Harry lo sabía, pero quería hacer todo lo posible por asegurarse de que Louis estaba siendo cuidado de todas las formas posibles. El chiquillo incluso lo vio sobornar a algún médico con tal de conseguir que a Louis se le revisara más de la cuenta.

Después de eso un hombre serio, pero muy afable y cordial vino a hacerle preguntas Louis, pero no parecía trabajar en el hospital, pues iba trajeado y tampoco hacía preguntas sobre su salud, más bien las hacía sobre Harry. Preguntó de qué le conocía, si le había pagado por sexo o si le tenía miedo, preguntó que pasó esa noche y si a Louis le gustaría un policía acompañase a Harry lejos de él.

Hombre no pudo estar más sorprendido cuando el pequeño ingresado estalló en carcajadas y negó a todo con los ojos brillando de alegría. El hombre no entendía por qué lucía tan bien si a la vez parecía una víctima y todo se volvió más confuso cuando el chico dijo ''Harry jamás me haría daño; todo lo que ha sucedido es solo una demostración de que yo soy, de los dos, el que me ama menos''.

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