Charnotfeig, también llamado Centro de investigación sobrenatural, celebraba un día especial, el día que grácias a las subvenciones del estado para criar, cuidar y educar a los huérfanos sobrantes de los orfanatos que rebosaban estos se graduaban como expertos en lo oculto.
Leo tomó su diploma de textura áspera y color amarillo cremoso y, con una sonrisa en la cara y mirando a los ojos ilusionados de sus compañeros de 16 años que como él se graduaron ese año, acarició la cinta roja que lo envolvía y le sonrió a la cámara.
Su maestro y mentor durante toda su vida estudiantil en el centro de investigación de lo antinatural se hallaba tras la cámara e hizo la foto mientras la imagen de sus sonrientes y escasos alumnos se quedaba grabada también en su cerebro.
Ese año pasaría de ser su maestro a su jefe y cabo de operaciones y ya no les enseñaría más muestras de dientes de licántropos o alas de hadas diseccionadas, sino que los guiaría y organizaría para que ellos mismos cazasen duendes o reduciesen a wendigos como verdaderos expertos para que el laboratorio investigase a los extraños seres.
Eran apenas cuatro alumnos, pero todos ellos eran casi como sus hermanos pequeños y su corazón se desbordaba al ver sus rostros inocentes e ilusionados que una vez lloraron al llegar a las puertas de ese lugar que los acogió cuando sus familias estaban criando malvas y los orfanatos estaban rebosando y renegaban de ellos con crueldad.
Leo era con diferencia el más feliz de todos y sus ojos cremosos destellaban con emoción imaginando cómo sería ver a uno de los seres de sus libros de texto frente a sus ojos, mágica o amenazantemente.
El pelo avellana, liso y manso, caía sobre su frente y sus orejas, arrastrándose también un poco por su nuca y se movía mientras sonreía y aplaudía a sus compañeros al graduarse.
-Muy bien, muchachos- dijo el tutor y único maestro de esos chiquillos.
Habían sido la única promoción en veinte años y dudaba de que hubiera otra en los próximos años, debía entrenarlos para que fueran totalmente eficientes. Además tampoco tenían mucho dinero para más alumnos, el gobierno les daba una subvención algo escasa para desarrollar sus proyectos, aunque crecía de forma proporcional a la preocupación de la gente por el mundo desconocido y los seres fantásticos.
-Aquí se acaban los libros de texto y los exámenes ¿Contentos?- todos rieron por lo bajo e intercambiaron miradas jocosas- Ahora viene lo divertido ¿No? No. Ahora viene lo peligroso. Es hora de trabajar, desde el día en que nacisteis y fuisteis abandonados a las puertas del lugar, repudiados de los orfanatos que ya estaban llenos por la duras condiciones de los tiempos de crisis, desde el día en que cientos bebés fueron abandonados a su suerte en un mundo de peligro y solo vosotros cuatro fuisteis los suertudos enviados a nuestras puertas, desde ese día se os ha preparado para esto.
Lo sabéis bien, este no es un simple lugar de investigación científica. No se recogen animales peligrosos y se experimenta con ellos, no compramos cobayas para laboratorios estramboticos. Aquí tenemos un solo objetivo, uno que llevamos años intentando cumplir pero ni en miles de años finalizaremos. Conocer completamente el mundo que nos rodea, saber los seres que existen y tener pruebas de todas sus características ¿Os creeis aptos para ello?
Un silencio sepulcral envolvió la gran sala y todos abrieron los ojos ante las rudeza de las palabras. De niños a hombres, de niñas a mujeres. Ahora pasaban de la infancia a la más ruda vida adulta, donde indagarían en el mundo desconocido que se ocultaba tras lo cotidiano.
- ¡¿Os creeis aptos para ello?!
- ¡SÍ!- Como un saludo militar. Resonó la afirmación al unísono y Leo apretó los puños mientras se mordía la mejilla internamente.
- ¿Y sabéis cuál será vuestro primer trabajo? Será uno que os pondrá a prueba, tanto vuestra dureza física como mental y vuestro trabajo en equipo. Es algo que jamás antes se ha hecho pero ahora disponemos del material necesario, la pregunta es ¿Soys el personal capacitado? Un error os podría costar la vida y la indecisión o inseguridad puede desestructurar el grupo ¿Entendeís las consecuencias que eso supone? Si alguien quiere echarse atrás puede hacerlo ahora, sino, que apechugue con las consecuencias.
De nuevo el aire era el único ruido del lugar y las respiraciones de los exalumnos se habían detenido abruptamente. En sus mentes el peligro les hacía plantearse demasiadas cosas y el miedo los estaba torturando, pero ¿Quien no quiere presumir de una gran voluntad y valentía?
- ¿Sara?
- No me echaré atrás- no gritó, pero tampoco hizo falta. Su tono duro lleno de convicción convenció al resto de su seguridad. Aunque una gota de sudor cayó por su frente de canela.
- ¿Jackson?
- ¡No me echaré atrás!- Él si gritó, tensando su mandíbula y dando un paso al frente para intimidar al enemigo aún inexistente. Sus botas de cuero crearon un sonido estrepitoso al golpear violentamente el suelo y los músculos de todo su cuerpo se tensaron haciéndole parecer aún más grande lo que ya era.
- ¿Gerard?
- No me echaré atrás...- miró al suelo y apenas fue un susurro. Frente a su cintura entrecruzó los dedos de sus manos y jugó con ellos mientras temblaba.
-¿Leo?
- ¡Yo tampoco!- gritó lleno de júbilo y ansioso por saber de qué misión se trataba, consciente del peligro y sintiendo un escalofrío activar su cuerpo entero con descargas de emoción. Sus ojos brillaron con curiosidad y se mordió el labio.
-¿Alguno tiene idea de cuál es el trabajo del que estoy hablando?- una sonrisa torcida adorno su rostro mientras se echaba las manos a la espalda y paseaba frente a sus alumnos que parecían cadetes en el primer día de su entrenamiento.
- ¿Vamos a investigar en persona un poltergeist?- preguntó Sara mientras ladeaba la cabeza, curiosa.
- No, querida. Esto es más peligroso, atraparemos a cierto ser, uno tangible.
- ¡Un Troll!- chilló Jackson mientras saltaba como un crío emocionado, pero su gran peso creó un estrépito enorme y su cuerpo musculoso se tensó de nuevo.
- No, eso ya se hecho antes. Esto es la primera vez que se hará.
- ¿U-un licántropo?- Gerard se pisó a si mismo, nervioso y se mordió el labio mientras temía la esperada respuesta.
- Aunque poco, eso también lo hemos hecho aquí. Hablo de algo más peligroso.
- ¿Más?- preguntó sorprendido el chiquillo, tímido y lleno de terror.
Leo por su parte no se precipitó sino que meditó la pregunta hallando como respuesta una de sus grandes pasiones. Su monstruo favorito y el que más miedo le daba, por el mismo motivo, su poder.
- Un vampiro...- Leo susurró el nombre de esa increíble bestia. Tan temida que la gente no los pronunciaba y se estremecían de terror al escuchar las numerosas muertes que causaban.
- Bingo, pequeño- dijo apuntándolo con el dedo índice y el corazón como si se tratara de un arma.
Curvó el pulgar accionando un gatillo imaginario y el sonido inexistente del disparo casi coincidió con una exclamación grupal.
No fue necesario a los chicos explicarles el uso de las armas y objetos que se les fueron dados, simplemente tuvieron que trazar un plan y jurar que obedecerían las órdenes de Jay por encima de todo, aunque parecieran descabelladas. Su líder debía ser un pilar inamovible, incuestionable, porque en el momento en que el más mínimo indicio de duda asomara por el rabillo del ojo de cualquier integrante del grupo todo se iría a la mierda, como un gran edificio de endeble base, su estructura como equipo se echaría a perder y todo se resolvería en una mortal catástrofe.
Jay había estado más de medio año siguiendo a escondidas al ser y observando sus hábitos alimenticios con tanta atención que ya sabía casi con total certeza que los viernes por la noche iba a un bar gótico de la zona y, con sus más que deslumbrantes encantos, hacia las doce de la noche sacaba a una chica lo suficientemente borracha como para no tenerse en pie del local por la puerta trasera, le drenaba toda la sangre tapándole la boca y le arrancaba la ropa dejándola caer al suelo muerta para que pareciera víctima de un abuso o algo parecido.
Esa noche supo por supuesto que el vampiro seguiría su rutina, de hecho, su única rutina, porque por lo que había estado observando el resto de los días de la semana era tan impredecible y animal que no parecía el mismo hombre formal que, a la hora de alimentarse, se movía con gráciles andares y se comportaba como todo un caballero antes de matar a sus víctimas. Parecía que solo seguía una acción planificada en su alimentación obligatoria semanal, el resto de cacerías eran espontáneas y a diferencia de las del viernes noche, le daba igual llamar o no la atención pues montaba estrambóticos espectáculos con sus pobre, pobres víctimas.
-Bien, Sara y Jackson, poneos en esa esquina y fingid que sois una pareja de borrachos, él no toma en cuenta los testigos si no están plenamente atentos. Gerard tu ponte a la salida del callejón sin que se te vea, cuando oigas escándalo entra, todo habrá comenzado. Yo subiré a ese tejado de ahí, no está muy alto y podré saltar, además tengo un buen alcance. Leo, tu ponte detrás del contenedor, cuando lo creas idóneo serás el primero en atacar.- Asintió y todo el mundo se dispuso a ocupar su puesto con total profesionalidad, seriedad y un leve temblor de miedo en sus cuerpos.
Antes de que Leo pudiera acomodarse en su posición Jay le silbó para llamar su atención.
-Puedo atacar yo primero si te sientes demasiado nervioso- Leo solo negó con la cabeza e hizo un movimiento de manos restándole importancia.
En realidad estaba tan aterrorizado y emocionado al mismo tiempo que deseó haber ido a orinar antes de salir del centro y ese mismo pensamiento casi le hace estallar en una nerviosa y estruendosa risa, pero algo le cortó.
Y también cortó su circulación congelándose la sangre de las venas. La puerta metálica impregnada de graffitis se había abierto.
Una risa aguda e irritante y el sonido de unos tacones arrastrándose y dando golpes extraños se juntaba con una voz grave.
- Preciosa, estás muy mareada- con solo oír una voz tan varonil, ruda y guerrera Leo sintió como si el peso del mundo se le cayera encima ¿Como iba a capturar a alguien que con cuatro palabras dirigidas a otra persona le hacía estremecerse entero gracias al poder que emanaban?
- Ven, recuéstate en la pared- Susurró tan seductor que ella gimió y obedeció como si le hablara su maldito amo- Así, muy bien...- dijo acariciándole el cabello y acercándose como si fuera a besarla, pero jamás las besaba y aquella noche tampoco lo haría.- Se buena, no grites...- la voz se apagaba mientras comenzaba a hundirse en el cálido cuello y preparaba los colmillos sin prisas para la incisión.
Leo e armó de valor, notaba el nerviosismo y la impaciencia de sus compañeros y salió de detrás del contenedor sosteniendo un arma parecida a una pistola común, cosa que alarmó al vampiro.
-¿Pero qué cojones...- exclamó extrañado y ciertamente divertido al ver al criajo con el arma.
Rápidamente le rompió el cuello a la mujer para evitar que escapara durante la pelea y Leo sintió náuseas al escuchar el cuerpo golpear el suelo y ver los ojos muertos que parecían de vidrio, hundidos en las cuencas, con el efecto de profundidad mórbida aumentado por las largas pestañas postizas que la hacían lucir aún más como una muñeca sin vida alguna.
- ¿Crees que una mierda de bala me va a- sus palabras se cortaron cuando Leo apretó el gatillo y la bala silbó en el aire atravesando su brazo derecho- P-Plata... ¡Serás hijo de perra!
El vampiro se sostuvo el brazo con una mueca dolorida en el rostro, la plata no hacía ningún efecto en la piel de vampiro, pero si se atravesaba el cuerpo con ella producía un ardor similar al del ácido descomponiendo la leve piel humana.
El ser se levantó dispuesto a atacar al menor pero cuando se acercó un poco alguien le disparó en la cabeza a la par que saltaba desde el tejado de la derecha, haciéndole proferir un chillido estremecedor de dolor. Jay aterrizó elegantemente e intuyó que aunque le hubiera dolido como el infierno, el vampiro ya se estaba curando.
Estaba regenerándose y hacía solo un par de segundos que le habían volado la tapa de los sesos, era más poderoso de lo que esperaban.
- ¡Os voy a devorar cabrones!- cuando se acercó a la pareja de luchadores el tímido Gerard, tapado por sus espaldas ya se aproximaba.
- ¡Voy!- chilló para advertirles que se apartaran, y cuando lo hicieron quedó él como objetivo del temible ser sediento de sangre que se aproximaba como una fiera para asesinar a su próxima víctima.
El pequeño se despojó de su chaqueta mostrando que estaba recubierto de unas prendas rígidas de aspecto cristalino conformadas por muchas pequeñas placas que relucieron con un fulgor intenso al él apretar el interruptor de su pulsera.
La luz fue como un enorme flash los primeros segundos y cuando el golpe de intenso fulgor se disipó como niebla solo quedó la imagen del lánguido chico como si fuera un enorme foco de cine que emanaba una luz artificial que imitaba a la perfección a la del sol, en menor intensidad claro.
El vampiro, con un alarido, se alejó y trató de taparse la cara porque aunque la luz del sol no le matara, le hacía sentir tan caliente que dolía y su piel se sentía como papel ardiente.
- ¡Sara, Jackson! ¡AHORA!- los nombrados dejaron de hacerse los despistados y fueron directos a la escena.
Cada uno sujetaba uno de los extremos de una enorme red de plata rociada con acónito, que hacía que la piel de los vampiros se deshiciera como la cera de una vela encendida mucho rato.
El vampiro contempló a la pareja que tenía como misión atraparle y actuó de forma inesperada para el grupo, que creía que los tenían completamente reducido y debilitado.
Se lantó contra el pobre Gerard y lo tomó entre sus brazos y lo estrujó tan fuerte entre ellos, en un abrazo de oso, que rompió los paneles de su cuerpo haciendo que los cristales se le clavaran el cuerpo y dejándolo caer desvalido al suelo mientras le decía ''Cuando acabe con ellos vendré a beber tu puta sangre, cabrón de mierda''.
Todos jadearon viendo al pobre chiquillo caer al suelo mientras un charquito de sangre se formaba bajo su cuerpo, pero Jay no dio ninguna orden, así que debían seguir con el plan.
El delicioso y ansiado aroma de la sangre del menor hizo despertar sus instintos al vampiro, cuyos ojos pasaron de verdes a rojos y cuyos colmillos crecieron exponencialmente asustando a todos y dejándolos prácticamente petrificados.
Cuando vieron que el vampiro se quedaba un par de segundos embobado por el olor a sangre, casi absorto en él, Jay y Leo se miraron, asintieron y, entendiéndose entre sí como buenos camaradas, decidieron disparar cada uno a las dos rodillas del vampiro, haciéndole caer sobre ellas.
Tras eso cada uno apuntó a un ojo diferente y accionaron el gatillo. Jay con rabia, Leo con lástima y compasión.
Solo tuvieron cinco segundos antes de que el vampiro volviera a regenerar de nuevo, pero fue el tiempo suficiente como para que Jackson y Sara se avalanzaran sobre él con la red.
Aunque el enorme ser estuviera entre las plateadas cuerdas sufriendo por el contacto de este material con sus heridas formadas por la exposición al acónito implícito en estas, no se rendiría tan fácilmente.
Trato de forcejear y vaya si lo hizo con fuerza pues aún estando casi desvalido logró derribar a los adolescentes y los demás, alarmados, les ayudaron a levantarse y entre todos sostuvieron la red.
Poco a poco el feroz vampiro comenzaba a debilitarse, pero aún todos sabían que acabarían en el suelo con una red rota entre las manos antes de que el monstruo se rindiera, por eso Jay decidió actuar en consecuencia.
De su manga derecha sacó un afilada hoja tan fina como el papel y tan cortante como el diamante y la alzó permitiendo que un destellante reflejo de la luz lunar recorriera su dorso a la carrera exponiendo su filo peligroso.
- ¡Apartad!- gritó- ¡Soltadlo y hechaos a un lado maldita sea!- todos obedecieron dejando escapar la red de sus manos y durante los escasos segundos en que el vampiro se la estaba quitando de encima actuó.
Jay sintió repulsión al ver que todo el cuerpo visible del vampiro se hallaba en carne viva la piel estaba, producto del acónito, deshecha como un charco de crayola fundida en el suelo.
Alzó la espada y le cortó la cabeza al vampiro, o eso intentó.
Aún con semejante filo tuvo que usar una fuerza impropia de él y asestar tres golpes similares a los hachazos de un leñador para conseguir separar la cabeza del cuerpo.
Jay ordenó a los chicos que tomaran el cuerpo y lo metieran en la red y le dijo a Leo que sostuviera la cabeza. Obedecieron lentamente, petrificados por tan cruda escena.
- Leo, la cabeza se deshará en tus manos como ceniza, mientras eso pase se irá regenerando en su lugar original, como si al tipo le volviera a crecer la misma cabeza intacta que al principio, así que estará curado. Tenemos menos de una hora para llevarlo al centro de investigación, rápido, meted el cuerpo en el coche. Yo llamaré a la policía por la chica muerta.
Obedecieron rápidamente y se metieron en la enorme furgoneta que usaban para ir de un sitio a otro.
Jay conducía y en el asiento del copiloto iba el cuerpo decapitado del vampiro, así el hombre se aseguraba de que su proceso de curación no fuera tan rápido como para pillarlo en medio de la carretera, además, si eso sucedía daría un frenazo indicando a los chicos que salieran del vehículo mientras él serviría de cebo para el vampiro.
Jay era consciente de que una vez recuperado les sería difícil contener al vampiro pues sabía que habían podido capturarlo solo gracias a tres factores: Su equipo altamente innovador y preparado, creado durante años de investigación, el hecho de que por casualidades de la vida del vampiro este llevaba desde el viernes pasado sin alimentarse y eso era, ciertamente, mucho tiempo y por ende suponía un descenso más que importante de su fuerza y de la calidad de sus otras habilidades; y por último, la suerte había estado maravillosamente de su lado.
- Ya está, cuando lleguemos te prepararé un poco de mi té. Ya verás, te dejará más relajado que una buena paja.- rió Sara mientras acogía entre sus brazos a Gerard, empequeñecido y tembloroso.- ¿Alguien más quieres? Me refiero al té, eh- Todos negaron con la cabeza, habían perdido el apetito por completo.
- P-P-Primero tengo que ir a la enfermería... So-son solo cortes superficiales y en un par de días se habrían quitado pero hay muchos, así que... qué será mejor desinfectarlos- Leo suspiró apretando la cabeza entre sus brazos y le pasó a Gerard una manta, aunque sabía que no temblaba de frío.
- Joder tíos... ¡Ha sido la ostia! Aunque espero que las próximas misiones sean más relajaditas- Jackson respiraba agitadamente provocando que la enorme masa de músculos que era su cuerpo bajara y subiera violentamente y aunque su cuerpo estaba perlado de sudor no se le desvanecía una sonrisa de la cara, fijada a fuego por el poder ardiente de la adrenalina.
- Chicos... ¿Qué creéis que pasará con él?- Gerard, absorto en los terrores de su mente ni escuchó la pregunta, el resto solo arqueó una ceja ante la pregunta- Me refiero al vampiro.- aclaró sin poder dejar de mirar el rostro en sus manos.
Realmente quería ver los ojos rojos o los colmillos, pero no se atrevió a perturbar la calma de sus párpados y labios sellados, sabía que no podía atacarle en ese estado, solo se trataba de una carcasa, pero eso rostro varonil de largo y liso pelo negro infundía una autoridad tan magnificente que ni en su letargo se atrevía a molestarlo.
Era hermoso, jodidamente hermoso o eso pensó Leo y no se atrevió a decirlo, pero no estaba seguro de cómo algo podía ser tan bello. Dudaba de si era por las facciones varoniles, lo tosco y a la vez refinado de un rostro masculino bien formado y por tanto, la belleza innata de alguien que nace atractivo sin más, o si bien esa belleza venía del toque inmortal, de la perfección, la oscura seducción de ultratumba, el aura de lo prohibido, lo venenosamente atrayente.
- Ni idea ¿Porque preguntas?- Jackson miró a Sara hablar, era tan grácil y de voz tan firme. No mostraba ni un poco de agitación por la anterior pelea ahora.
Leo tardó en responder, notaba la piel bajo sus dedos perder firmeza, como si envejeciera, y volverse blanda y hundida. El rostro empezaba a descomponerse desde dentro, por los huesos, así que perdía la estructura y se hundía repugnantemente como un balón deshinchado.
- Yo... Pensaba que lo capturaríamos de una forma menos brusca. Es decir, el centro de investigación solo busca obtener información y hacer de los sobrenatural una ciencia más, pero jamás hemos buscado herir a ningún ser sobrenatural, pero a él... Pobre hombre, le hemos tratado de esa forma y me duele....
- ¿Que coño dices?- espetó Gerard despojándose de la manta- Me ha dicho que me iba a matar ¡Joder!
- ¿Y? Si un grupo de seres menos fuerte que yo vinieran a intentar capturarme y me hirieran atacando mis debilidades también reaccionaría mal- Leo frunció el ceño levemente y sus ojos destellaron convicción, Gerard apartó la mirada y se acurrucó en el pecho de Sara.
- La diferencia entre tu y él es que ese monstruo es un vil asesino, ha matado a un montón de mujeres que estaban buenísimas...- Jackson defendió al resto con una voz ronca y acabando la frase a punto de babear.
- Es su naturaleza, lo hace para vivir ¿O no matas tu para comer? Porque te he visto comer hamburguesas que pesan más que las víctimas del vampiro...
- ¡Basta!- Sara intervino tajante, cortando el debate con tal fuerza que no se reinició tras su intervención- Sé que los vampiros son tus seres favoritos, pero no tienen excusa, deberían morir todo. Me da igual lo que hagan con esa bestia.
Leo se enfureció pero no gritó ni montó alguna escena propia de un crío, solo hizo una última intervención, muy madura al parecer de Sara, y pasó el resto del camino callado.
- Es muy fácil verlo desde nuestra posición ¿no?- ácido en sus palabras y un bufido de discordancia fueron sus acompañantes en dicha sentencia.
Nada pudo describir el dolor en el corazón de Leo cuando esa misma noche vio como encerraban al vampiro en una gran sala de paredes forradas de plata y acónito y lo encadenaban a unos salientes del techo con cadenas del mismo material. Se sintió tan miserable al ver al vampiro frágil y con los ojos cerrados ya en un rostro unido a su cuerpo, tan febril, colgando del techo con las ropas sucias y rotas. Era como un inocente prisionero de guerra condenado sin motivos y condenado a sufrir un infierno injusto e impío.
Le suplicó a Jay que lo tuvieran de otra forma y él dijo que lo necesitaban así por la seguridad de todos y además para observar, indefinidamente, los procesos de su cuerpo.
Leo pasó lo que quedaba de noche y gran parte de la mañana llorando y sintiendo la culpa quemarle los pulmones de manera que cada vez que respiraba era como un castigo por su traición a sus valores morales.
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