Se revolvió entre las sábanas del lujoso hotel en busca de un voluminoso y curvo cuerpo al que abrazar, pero solo halló el suave contacto de las mantas de seda que creía ocupadas por su acompañante.
Ya era de noche y acababa de despertar sin un mínimo rastro del agotamiento que cualquier humano habría tenido tras un sumatorio de horas tan salvajes y excitantes con una mujer como Tania. El blanco de la cama estaba lleno de carmín rojo y olía a limpio y a vainilla, ella siempre encontraba un perfume parecido pasasen los años que pasasen.
Acarició el frío anillo de su dedo, preguntándose porque ella no le había pedido jamás que se lo devolviese y, recordando sus besos de la noche anterior, la sintió tanto en falta que el pecho le dolió.
Se desperezó y vio su reflejo en la pantalla en negro del televisor de plasma que colgaba del techo de la habitación, la noche anterior ella lo había montado con pasión y, desde la cama, el hombre pudo ver el increíble y fogoso espectáculo desde aquel televisor.
No necesitó encenderlo para ver su programa favorito, las curvas de Tania sobre él.
Descorrió las cortinas que, durante su sueño, lo habían protegido del sol y miró las transitadas calles deseando que ella estuviese ahí, con su melena rubia y sus carnosos labios rojos.
Sus colmillos presionaron contra su labio deseando que, una noche, pudiera retenerla con él. Pero siempre volaba antes del anochecer.
Mink pasó una mano por su cabellera impoluta y pelirroja recordando las uñas y dedos de Tania agarrando su pelo con furia mientras sus caderas dirigían el delicioso compás.
Suspiró. Miró a la cama. Volvió a suspirar.
Como siempre, iría tras ella de nuevo, ambos se amaban, algún día ella entendería que correr el riesgo de corresponderle no sería tan doloroso como creía. Miedo a amar, Tania lo tenía. Más que miedo era una fobia, pero siempre acaba aterrada haciendo el amor con el hombre al que quería, deseando que cuando se fuese a la mañana siguiente él no la siguiera.
Se percató de un detalle que casi le hizo sonreír, una carta sobre la cómoda. Esta vez había tenido la delicadeza de escribir algo, una despedida seguramente.
Lo siento, no quiero quererte. No vengas más, sabes que caeremos de nuevo y volveré a irme. Evítanos este sufrimiento.
Quiso romperla, pero solo rompió a llorar. No podía arrugar esa nota, olía a ella y ahora era lo más cercano que tenía a Tania. Sus labios dolían por el recuerdo de los besos y ardían por el sabor salado de las lágrimas que los bañaban.
Mink solo pensó en llamar al muchacho al que había convertido hacía ¿Que? ¿cien años? no controlaba bien el paso del tiempo, y contarle su dolor. Pero no, él no era de esos. Y Adam tampoco era de esos que escuchan los problemas.
Igualmente cogió el teléfono y marcó un número. No el de Tania, ese no lo tenía.
- ¿Rose?
- Lo siento por tardar en contestar, estaba ocupada ¿Quiere algo? ¿Necesita ayuda?- la voz chillona y demandante de atención lo irritó.
- Tania, búscala. Dime donde puede haber ido- Rose bufó al otro lado del teléfono, era una buena rastreadora, pero ese trabajo lo haría sin ganas.
- Esa chica pasa de ti, deja de buscarla. Quizás tienes a alguien que sí te ama más cerca de lo que crees- al otro lado de la línea no se escuchó la respiración de Mink, pero si un breve silencio.
- Basta de insinuaciones. Te he aceptado como pupila para que me ayudes, únicamente para y por eso.
- Pero yo puedo darte una ayuda mejor que la ubicación de Tania. Y un amor mejor que el suyo, si me dejas yo-
- ¡Cállate! Por satán, haz el favor de buscarla- la chica suspiró con trémulos vaciles al otro lado de la línea. Lloraría de nuevo, siempre lo hacía- Rose, no quería gritarte. Pero sabes que solo quiero a Tania, busca a otro chico, quizás a una chica, no sé- se sentó en la cama, agotado. Olió la nota y se relajó.
- La buscaré. -y colgó, siempre era así cuando la rechazaba. ¿Qué más daba? Estaba acostumbrada y desde un primer momento sabía que el único y verdadero amor de Mink era Tania. De la misma forma en que ella sabía que su único y verdadero amor era Mink.
Se despegó de las sábanas dejando que su cuerpo desnudo se reflejase en el televisor ¿Por eso le quería Rosa tanto? Estaba perfecto físicamente, pero no era el motivo. Ni el de Tania tampoco, ella podía conseguir a quien quisiera.
Como un perro viejo sin dueño se arrodilló en la moqueta buscando su ropa, algunas cosas estaban bajo la cama. No sería la primera vez que se agachaba frente al lecho.
Tejanos y una básica gris, no podía ir más simple. Ah, y zapatos de deporte. Sí, pasaba desapercibido, aunque los humanos que lo miraban siempre veían los colmillos y murmuraban, pero bueno, un vampiro en las calles no era una novedad.
Como las armas en estados unidos, aceptado pero temido. Aunque no le importaba que la gente se apartase de él por la calle.
Salió dejando la habitación hecha un asco, se olvidó su chaqueta dentro, no la necesitaba. Pero cogió la nota perfumada con su delicado aroma.
En verdad no era tan de noche, solo las once, y las calles estaban bastante transitadas, eso era malo. Al menos le parecía malo a Mink, tenía hambre.
Después de andar un buen rato pasó por una calle casi vacía. Casi porque una chica salió de entre las sombras como si fuese uno de los suyos y lo tomó del brazo grácilmente. Estaba caliente y su corazón latía, no era de los suyos.
- Hola guapo - dijo pasando una de sus afiladas uñas por el brazo de Mink, acariciándolo.- ¿Qué haces tan solito de noche?- rió suavemente mientras sus dientes blancos se mostraban entre los labios pintados.
Labios pintados, ojos pintados, cara pintada, ropa... ¿Ropa? Ah, sí, la había, pero era muy escasa.
- Podría preguntarte lo mismo- respondió, tajante, sin abrir mucho la boca.
- Yo no estoy sola, estoy contigo ¿No buscas compañía?- su melena rubia se apegó al hombro del chico. No, no le recordaba a la de Tania, ella tenía un color natural y ondulado como si fuesen cascadas de oro.
La humana tenía un pelo liso prácticamente quemado, rubio oxigenado y estropeado. Vulgar.
- Entonces yo tampoco estoy solo- sentenció con rudeza. Ella solo le sonrió falsamente.
Pegó su cuerpo al del vampiro, era delgada. Poca cosa comparada con Tania. Un pájaro desplumado. Sí, tenía unas piernas finas y un vientre plano, pero las curvas del pecho y el trasero habían desaparecido, eso si, el hueso se marcaba como si a Mink le fuese a gustar aquello.
- No mientras lleves dinero- le dedicó una mirada pícara, aunque ella estaba segura de que su nuevo cliente ya sabía de lo que hablaba.
- Llevo veinte -dijo mirando a los lados. Estaban solos.
- Eso solo te sirve para un cuarto de hora- se lamentó la chica mientras se separaba un poco del gran hombre.
- Acabaré rápido- le dio el dinero ganándose un asentimiento de la chica- Aquí.- sentenció sabiendo lo que ella preguntaría.
Tomándola de la cintura la estrechó contra la pared y sus manos tomaron las de ella mientras besaba su cuello. Gimió de forma fingida, pero el grito fue real cuando los colmillos se clavaron en su cuello.
Le tapó la boca, le molestaba el ruido, quería tranquilidad mientras comía. Por desgracia esa chica era menuda y no dio para mucho, drenó toda su sangre en menos de cinco minutos.
- Te dije que era rápido- dijo tomando el dinero mientras la chica caía al suelo. No creyó que nadie fuese a escandalizarse por ello, en esos tiempos las prostitutas eran presas fáciles.
Todos lo sabían. Ella lo había sabido.
Tania había bebido de él la noche anterior, nada comparado con esa cacería. Aquello había sido pura química, su alma entregándose a la mujer, dándola la poca vida que tenía. Lo de prostituta, en cambio, había sido un simple asesinato.
Pain sonó, era su móvil.
- ¿Rose? - preguntó lamiéndose el labio inferior. La sangre era deliciosa, a pesar de todo.
- Esta en Brokeback, a media hora en coche de tu ubicación actual.- soltó ella sin saludarlo, pero a Mink no le importaba- ¿Irás a por ella?- se mordió el labio conociendo la respuesta.
- Sí.- silencio y... un suspiro.
- ¿El día cinco nos vemos?- preguntó emocionada, amaba poder estar en su presencia una vez al mes.
- Sí, donde la última vez. Tengo algunas cosas que decirle a Adam. Bueno, no se las diré yo, pero para eso eres mi mensajera- Cada mes se veían y Rose era solo un peón mensajero que comunicaba a Adam y Mink en sus intercambios de información mensualmente puntuales.
- Claro- respondió ella. Solo soy la mensajera, pensó.
- Brokeback- pensó en voz alta- ¿Dónde esta eso? No me suena el lugar.
- Es un pueblo insignificante, me ha costado encontrarlo, te mando la ubicación exacta por mensaje.- le dijo mientras deseaba que el vampiro la retuviera prolongando la conversación. Amaba su voz.
- Vale.
- Llámame si tienes problemas.
- Lo haré.
- Puedo acompañarte si quieres.
- No es necesario. Adiós- colgó ella, sin despedirse.
Seguramente Rose no iría a cazar esa noche, se quedaría en casa leyendo libros tristes y antiguos y suspirando por Mink. Cuanto más se autocompadecía más patética se veía a si misma.
Tras veinte minutos al volante y un ligero exceso de velocidad, Mink llegó al pequeño y cutre pueblo. Brokeback, el lugar donde Tania se escondía de él otra vez.
Dos fuertes olores invadieron sus sentidos haciéndole estremecerse y asquearse a la vez. Era olor a lobo y a sangre muerta.
Negó con la cabeza intentando liberarse de sus pensamientos pesimistas. Tania era fuerte y no podía haber una manada demasiado grande en el lugar.
Las calles estaban casi vacías, sólo había un par de trabajadores y algunos estudiantes del horario de tarde o, aunque estos estaban en menor cantidad, del de noche.
El olor era intenso, le molestaba y aunque fuese por simple curiosidad quería saber de donde provenía.
Como todos los inmortales él era veloz, aunque eso hacía que gastase demasiada energía y no es que esa noche hubiese tenido una buena cena que le proporcionase las fuerzas necesarias. Aún así la posibilidad de que Tania estuviera en un pueblo lleno de licántropos le alarmó e hizo acopio de sus últimas fuerzas de esa noche para recorrer el pueblo entero en solo segundos.
Llegó hacia un punto donde el olor se hacía más intenso e insoportable, sentía náuseas. Estaba en un pequeño trozo del pueblo que proporcionaba una salida y un sendero hacia un bosque frondoso.
No lo pensó dos veces antes de meterse, buscando algo y siguiendo la pista del hedor a perro y muerte.
Pocos minutos fueron necesarios para que llegase a una zona donde los árboles dejaban un claro espacio vacío, como un escenario natural.
Entrando en aquella cúpula natural desprovista de molestas ramas que le nublasen la visión, se topó con una imagen cuanto menos desagradable.
Una manada de lobos, más de diez, más de los que podía vencer. Y un hechicero que no parecía precisamente débil, sosteniendo un báculo de madera y cristal verde en una mano y una estaca en la otra.
Y en el medio de todo un cuerpo muerto cubierto por una sábana blanca, sin manchas, toda la sangre estaba recogida en un cubo al lado del cadáver.
Todos los indeseables monstruos giraron entonces sus cabezas hacia él, convirtiéndolo en el centro de atención de aquella reunión, y un olor conocido le golpeó.
Vainilla. Y sangre muerta.
No se dejaría matar tan fácilmente, por mucho que los lobos comenzasen a transformarse enseñando sus dientes y garras. Él también tenía colmillos y sabía luchar. Sin embargo el hechicero se mantuvo tranquilo y sonrió.
Un golpe retumbó en la cabeza del vampiro que ya estaba en pose defensiva y cayó al suelo al instante, dormido. Mink apenas pudo pararse a pensar que un segundo hechicero lo podía golpear por detrás, con un arma más fuerte que cualquier otro.
La maldita magia lo dejó inconsciente en segundos. Pero Tania estaba peor.
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