- ¡No podemos ser tan inconscientes! Al más mínimo error estamos muertos, no se si lo entiendes- Adam estaba sentado en la cama junto a su cómplice humano, bufando de frustración y peinando su largo cabello hacia atrás con su mano.
- Solo digo que si se nos acaba el tiempo, al menos podemos probar suerte. Cuando no haya nada que perder podríamos ir a una de las casas y ver si acertamos y...- Adam rugió enfadado mientras el angustiado chico trataba de explicarse su último plan, un recurso desesperado.
- Nunca me arriesgo, pienso antes de actuar así que por muy desesperado que este no haré eso- sentenció el vampiro dejando que sus oscuros ojos resplandeciesen con un brillo escarlata.
- ¡Pero habrá un momento en que ya no tengamos nada que perder! Si cuando llegue la luna llena aún no sabemos nada, entonces no quedará otra opción- admitió el pequeño mordiéndose el labio al darse cuenta de cuán crítica podía volverse su situación en menos de una semana.
- Siempre hay otra opción, eso es un maldito suicidio y yo jamás renunciaré a la vida. Además, no se porque dices que ''no tendremos nada que perder'', si yo la palmo tu seguirás con tu vida normal.- el vampiro rió con amargura, pero algo interrumpió su satírica burla.
El rostro del menor se ensombreció con pesar y apartó la cristalina mirada dando la sensación de ser un quebradizo muñeco de cristal.
Adam ni siquiera se había dado cuenta de lo que el chiquillo le había intentado decir con esas palabras y encima se burlaba sin caer en la cuenta de que, sin él, Dean ya no tendría nada.
Pero para Adam (eso se decía), Dean no era nada o no debería serlo.
Alguien picó al timbre interrumpiendo la extraña discusión y Adam identificó a alguien que, al igual que Dean, olía a jovencito y a licántropo, aunque sin ese toque especial que hacía que el pequeño fuese tan apetecible.
El menor ignoró su dolor y con una fingida calma bajó las escaleras para hallarse una puerta cerrada con llave, eso significaba que su padre había salido sin quiera despedirse. Quizás volviese en unos días, o quizás no volviese.
Si lo devoraban los lobos, mejor.
Abrió la puerta con un pesado suspiro y sus ojos recorrieron el césped de la calle, viendo unas viejas botas militares hasta elevarse frente a la familiar y amigable cara que le saludaba con una gentil sonrisa.
Reine no dijo nada, el rostro triste de su amigo fue lo único que necesitó para sobreentender que este le invitaba a abrazarlo y reconfortarlo con su cariño.
Tomó al menor en sus brazos sintiendo su exquisito aroma y los deseos de estampar su espalda contra la puerta y poseerlo le hicieron sentir un cosquilleo, aunque como siempre lo ignoró esperando que algún día fuese correspondido por su pequeño amigo.
- ¿Qué te pasa, peque?- preguntó el mayor haciendo un puchero para divertir exitosamente a su amigo.
Una mano le acarició la mejilla y la otra pasaba por su espalda haciendo más firme la cercanía entre ellos dos. Algo incómoda, pensó Dean.
- Solo he tenido un mal día, mala noche, lo que sea... Y encima yo y Adam no sabemos qué hacer con el tema de Mink. Joder, puta mierda- El chico solo se dejó abrazar por su amigo, apoyando su fino rostro sobre el gran hombro de Reine y mordiéndose el labio para no dejar salir ni una sola lágrima.
Había algo que no le había dicho a Reine, el más grande de todos sus motivos para llorar. Sabía que Adam o moriría, cosa que le horrorizaba pensar, o salvaría a su maestro y después se largaría, dejándolo tirado.
La sola idea de perderlo le hacía jadear de dolor. No podía permitirlo pero ¿Que era él para Adam? Nada, supuso que esos acercamientos y miradas eran solo burlas. El vampiro lo seducía de esa forma por pura diversión.
Y si no era así Dean no entendía nada.
- Ven, vamos a tu habitación y hablemos de lo que ha pasado con los lobos- el mayor subió por las escaleras tomando con ternura la mano de su mejor amigo, pero este, incómodo y con mucha delicadeza, soltó ese agarre.
Reine era como su hermano mayor ¿Porque se empeñaba en comportarse de esa forma? Le hacía las cosas demasiado difíciles.
Y cuando la puerta de su habitación se abrió un feroz choque de miradas estalló en una batalla silenciosa por el dominio, dejando a Dean perdido entre esa conversación muda que presenciaba.
Los ojos avellana de Reine apuñalaron a los castaños oscuros de Adam que, al instante, se tiñeron de rojo, como si sangraran por el inesperado golpe.
- ¿Qué haces aquí?
- He venido a ver qué tal está mi mejor amigo- dijo remarcando esas dos últimas palabras con un ápice de superioridad.- Y a preguntar como va todo el tema de los licántropos.
- Tu no tienes porque saber eso-
-¡Adam!- Dean se sentó entre los dos sujetos, más por miedo a que se despellejasen de un momento a otro que por comodidad- Es mi mejor amigo, lo conozco desde los cinco años.
- Como si es la reencarnación de jesucristo. Él no tiene porque saber nada- mostró sus colmillos amenazando esta vez al pequeño a su lado y, ante las miradas que Reine le dedicaba, pasó una mano por su hombro, agenciándoselo.
- No dirá nada ¿En serio crees que es un peligro?- esa pregunta logró llegar a ofender a Reine. Él podía ser muy peligroso, aunque Dean siempre lo vería como a su dulce y protector hermano mayor. Y eso le jodía hasta límites inimaginables.
- Cuanta más gente sepa lo que nosotros sabemos, más posibilidades hay de que llegue a los oídos de uno de esos chuchos- Reine arrugó la nariz algo enfadado y frunció el ceño al ver como el maldito chupa-sangres conseguía acercarse de ese modo tan natural al menor.
- Pero Reine no dirá nada. Quizás tu no confíes en él, pero yo sí.- El vampiro miró con recelo al amigo de su deseado muchacho y sintió una ira creciente causándole ardor en lo más profundo de su garganta, con ganas de salir en forma de rugido.
- Haz lo quieras, pero si dice algo le mataré- sentenció frío e inquisitivo mientras miraba con odio y afilados colmillos al acusado.
Le ponía nervioso que Reine no sintiese miedo, ese hijo de perra solo sonreía.
Dean se lo contó todo a su amigo bajo la furibunda mirada del vampiro, sintiendo como este apretaba su brazo sobre sus hombros, dejando clara la propiedad que tenía sobre él. Aunque el desilusionado y pesimista Dean lo tomó más como un gesto de amenaza y poder.
- Highstar... Yo tuve un amigo que vivía ahí hace tiempo y me contó ciertas cosas- murmuró Reine una ves Dean hubo acabado de explicarle todo lo que sabía que, ciertamente, no era mucho.- Cosas que creo que no os gustarán...
- ¿Cuales?- exigieron Adam y Dean al unísono, siguiendo con una pequeña y cómplice risa al darse cuenta de que ambos habían formado un pequeño coro. Reine los miró con cierta envidia.
Notaba tensión y proximidad entre esos dos, un vínculo oculto pero fuerte y, entonces, se le pasó por la cabeza la posibilidad de que Dean le estuviera ocultando algo por primera vez en su vida. No tenían pinta de ser pareja o amantes, Adam lo dejaría muy claro en ese caso, pero Dean no parecía acosado o intimidado ¿Quería decir eso que su pequeño amigo había caído en los irremediables encantos del inmortal?
Sintió deseos de enterrar una estaca en su podrido corazón, pero negó atribuyéndole esas conclusiones a sus desmesurados celos y a su sobreprotección.
- Bueno, son casas de ricos así que están más que bien protegidas. Primero de todo, las cámaras de esas casas graban todos los rincones posibles y son imposibles de burlar además de muy resistentes. Si os acercais a cualquier casa sabrán vuestra identidad, así que mejor no hagáis locuras. - Se quedó pensativo unos instantes, pero rápidamente retomó la conversación- Además, aunque no hubiese cámaras los sistemas de alarma son muy complejos y eficientes, os detectarían con solo pensar en poner un pie dentro de las casas y, por su fuera poco, los malditos perros guardianes, además de ser más peligrosos que los lobos mismos- exageró- harían que el olor a perro te confundiese- dijo dirigiéndose a Adam con cierto brillo socarrón en sus ojos ''Jódete'', decían- y no supieses en qué casa hay o no hombres lobo.- Adam suspiró con resignación y chasqueó la lengua mientras Dean bajaba la mirada hacia el suelo, desanimado.
Cada vez que trataban de salir a flote venía la realidad y les hundía todavía más en la mierda.
- Gracias por advertirnos, ya te puedes largar- dijo Adam montando en cólera cuando el chico colocó una de sus manos sobre el pelo de Dean y lo acarició lentamente para reconfortarlo.
Cada vez que lo tocaba y le miraba de esa forma sentía una sed de sangre y venganza en sus entrañas. Él miraba así a Dean también, pero con un toque distinto, más profundo y oscuro.
Hipnótico.
Reine lo miró retándolo, pero Dean se apresuró a tomarlo del brazo y acompañarlo hasta la salida con muchas prisas. No quería desatar una guerra entre esos dos.
Se disculpó infinitamente y de mil maneras con su mejor amigo por tener que echarlo de casa así, pero el otro no hacía más que restarle importancia.
- Lo siento de veras... Adam es un buen tío, lo juro. Es solo que hoy esta algo frustrado, no le culpes- dijo el menor mordiéndose el labio con angustia. Reine era su mejor amigo y Adam era... no sabía lo que era, pero le importaba demasiado.
No quería que se llevasen mal.
- No pasa nada enano- le dijo Reine con un tono bromista, sonriéndole.- Oye, mañana espérame a la salida de clases- dijo el muchacho de mayor edad cambiando su semblante por uno serio y confidente- Quiero hablar contigo- susurró mirando a los lados. Preocupado y tan serio que un escalofrío recorrió al pequeño.
- De acuerdo, mañana nos vemos- le dijo el muchachito a modo de despedida intentando mostrarse risueño.
La sonrisa se le contagió a Reine y este le dio un largo abrazo al chico antes de marcharse.
Dean subió de nuevo a su habitación y se encontró con Adam, que seguía pareciendo enfadado y algo avergonzado.
Sí, Adam estaba avergonzado, pero era inevitable. Veía tan inapropiado ponerse como un adolescente posesivo por culpa de Reine que sentía asco de si mismo, pero si se trataba de Dean no podía evitar ser un maldito celoso. Toda precaución era poca.
- Tendrás que ir al veterinario, creo que tienes la rabia- comentó Dean consiguiendo que el vampiro lo mirase con un profundo fastidio.
Ese maldito mocoso irritante lo hacía sentir ganas de estrangularlo, pero eso mismo le daba la vida. Era tan divertido sentir la rabia crecer en su pecho y percatarse de que solo podía sentir calidez y amor hacia aquel estúpido niñato.
Tan irracional y contradictorio. Le enloquecía.
- Me la habrás pegado tu, animal- dijo con tono despectivo escondiendo una pequeña sonrisa victoriosa entre sus labios, debía parecer severo.
- ¿Animal? Habló el de los colmillos de perro rabioso- se mofó Dean mientras veía a Adam levantarse con maldad.
Lo había cabreado.
- Vuelve a reirte de mis colmillos y te juro que te los clavaré hasta atraversarte el cuello- Se acercó un paso al menor, notando como temblaba por su lúgubre y amenazante voz.
Ahora sí, sonrió. Había ganado así que le dio la espalda para volver a la cama.
- He visto tijeras para niños más afiladas que tus colmillos- Sus labios se curvaron y ahogó una carcajada al ver que el vampiro se detenía.
No le dio tiempo siquiera a respirar cuando el vampiro lo empotró con violencia contra la puerta, azotándolo fuertemente.
- Puto crío- murmuró el vampiro contra su cuello relamiéndose ante el terror de su presa. Eso sí le había enfadado, pero el enojo le duró apenas unos segundos, de hecho se le pasó al sentir el reconfortante calor del tierno chiquillo y su asustada respiración, su dulce aroma, su irritante personalidad que tanto le atraía...
Su perfección se basaba en el cúmulo de imperfecciones que lo hacían insoportable pero necesario para Adam.
- Ad-Adam... era broma, por favor no me muerdas, no p-pretendía enfadarte- Las manos del chiquillo se aferraron con temor a los enormes brazos del vampiro y ambos se estremecieron por aquella acción.
Dean suspiró aterrorizado y supo que si Adam lo matara no le odiaría ¿Como podía estar tan irremediablemente enamorado de él? ¿En qué momento había decidido caminar hacia el precipicio?
El paisaje era hermoso, pero caería, caería y solo el suelo lo recogería con el más doloroso golpe de todos y, si tenía suerte, con la muerte.
El vampiro sintió lástima por la forma en que el chico se había asustado de él y, sin contenerse durante un breve instante, besó con cariño su cuello.
Unas ganas de llorar tan profundas como el abismo de su fría e insensible, hasta el momento, alma le invadieron al darse cuenta de que por mucho que sintiese por Dean, solo actuaría en silencio, negando cualquier evidente indicio de amor.
- No te iba a morder, tonto- le dijo el vampiro riendo de forma fingida y logrando calmar al menor.
La cabeza de Adam pesó demasiado y dolió, cayendo de forma que golpeó contra la puerta, apoyándose en esta para respirar con agitación y jadear.
- ¡Adam! ¿Estas bien?- preguntó el chico preocupado, aún acorralado e intentando mirar a los ojos del gran vampiro.
La idea de que Mink hubiese muerto y ahora fuese el turno de Adam le hizo creer que tendría un ataque de ansiedad, pero la viril voz descompuesta de Adam lo tranquilizó un poco.
- Sí... solo es... el hambre, no puedo con ella. Tengo tanta hambre...- musitó con un tono dolorido.
- ¿Porque no sales a cazar?
- No puedo llamar la atención, este es un pueblo pequeño y los lobos tienen buen olfato para la sangre.
- Ah...
Adam intentó recobrarse mientras respiraba hondo, aunque reconocía que no había sido precisamente muy inteligente ese acercamiento con Dean. Estaba hambriento, más que nunca, y el dulce olor del muchacho no había hecho nada más que empeorar las cosas.
Dean entonces hizo algo que sorprendió gratamente al vampiro.
Tragó saliva y reunió el valor necesario como para apartar el pelo de su cuello y tirar el cuello de su camiseta para dejar más piel libre y accesible.
Después habló con la voz temblorosa.
- Muérdeme- dijo asustado, dejando que su espalda se comprimiese contra la puerta de la habitación. Cerró los ojos y pensó en cosas bonitas (Adam besándolo, por ejemplo) para pasar el mal trago.
- ¿Eres idiota? Hace unos segundos me estaba pidiendo que no hiciese y ahora te crees un buffet libre- Adam rió intentando apartar la vista de la tentadora y palpitante yugular.
- ¡Joder! No te metas conmigo. Tú necesitas sangre y yo puedo ofrecerte siempre y cuando no me mates. Te lo debo, si no fuese por tí yo habría muerto varias veces- dijo el menor convencido y, además, deseando sentir como los labios del vampiro se prensaban contra su cuello.
Le daba igual que estuviese mal o que fuese una medida desesperada o peligrosa. Él siempre consentiría al vampiro. Se desangraría antes que verlo sufrir por hambre y, debía admitirlo, estaba tan a sus pies que haría cualquier cosa por él.
Cualquier cosa.
Aunque Dean no imaginaba que Adam estaba en las mismas, pero este no lo admitía.
- Sabes que podría matarte fácilmente y además puedo oler cuan aterrado estás ¿Porque lo haces?- preguntó el vampiro con sorna, pretendiendo que no mordería al chico, aunque todo estaba cantado, incluso el menor había dejado de sujetar su camisita, ahora era Adam quien lo hacía logrando hacerse más hueco en el delicioso cuello.
- ¡Cállate y cómeme de una vez!- gritó el menor, ruborizándose al instante por sus nerviosas palabras. Había sonado tan erótico. Ojalá el vampiro le hiciese caso, de esa otra forma.
Aquella descarada provocación acabó de despertar la animal locura que tanto había estado reteniendo Adam.
Con un rápido movimiento giró la frágil cabeza del chico exponiendo su cuello y, con la otra mano, lo tomó fuertemente de la cintura, demostrando quien estaba al mando ahí.
Dean se sentía tan a merced del gran vampiro, que no pudo evitar pensar en lo caliente que era ser dominado de esa forma por Adam. Estaba tan jodidamente vulnerable.
Sin contemplaciones, el vampiro asaltó sus labios con brusquedad dándole un demandante beso que llevaba mucho tiempo necesitando y deseando.
Movió sus labios con cuidado sobre los del menor, que parecían hechos de algodón de azúcar y besó con ansias y ternura, sabiendo que aunque su corazón volviese a latir cuando sus belfos encontraban los del pequeño, después se haría el loco y sería distante, negando aquel amor que con sus cuidadosos movimientos demostraba.
La boca del pequeño chico comenzó a tener un sabor salado y Adam comprendió que se trataba de las lágrimas del pequeño chico. Eran demasiadas emociones para él, solo quería amar y ser amado ¿Tan difícil era?
Sí.
Adam siguió devorando la pequeña boca que, con movimientos torpes y desesperados, lo trataba de complacer por todos los medios posibles y creyó que en su vida había visto algo tan adorable como aquel niñito deseándolo con miedo y pasión.
Bajó con sus bruscos besos al cuello del menor y este entendió lo que sucedería cuando Adam lo agarró del pelo impidiendo que se moviese.
Un grito agudo y después sollozos de pavor y agonía. Dolía como los mil infiernos aquello, y eran solo dos colmillos en su piel, enterrados como si fuesen cuchillos en mantequilla, deslizándose bajo su piel, tan afilados que se rajaba con el más leve contacto.
Adam sintió una explosión de calor, sabor y electricidad en su boca. Todo lo que hubiese podido imaginar y más, era delicioso, adictivo.
Un delirante placer propio de los malditos dioses del olimpo, de las frutas más dulces del edén y de la manzana más jugosa que una serpiente infernal le podía ofrecer.
Si ese crío hubiese sido realmente esa roja manzana y Adam Adán, habría cometido el pecado mil y una veces. Cada mordisco era el cielo y cada gota se sangre la salvación.
Le daba igual si se iba al infierno tras eso, ninguna llamarada de satán le haría olvidar tan bello sabor.
Casi podía oír como la sangre le cantaba, una melodía lenta y hermosa. Le recordó a ''Claro de luna'', de Beethoven, pero mil veces mejor.
Entonces lloró, lloró como nunca antes, invadido por una sensación tan bella que se sintió impuro, no era merecedor de tan angelical néctar.
Las ganas de encajar las mandíbulas como un caimán y arrancarle la carne al chico a pedazos se hicieron más intensas que nunca, pero no lo hizo. Jamás haría daño a Dean, aunque ese mordisco le hizo sentir culpable por ello mismo, pero cuando el sabor de su sangre inundó su boca, se sintió en otro plano, atemporal, incorpóreo, trascendental.
Y entonces lo comprendió: Amaba a Dean por encima de cualquier otra cosa en el mundo.
Si su corazón no le convencía, sus sentidos ahora se lo gritaban, todo su cuerpo, cada fibra de su ser, proclamaba ese innegable y eterno amor.
Pero Adam era testarudo.
Dean había perdido el conocimiento, pero pensó que había merecido total y complementamente la pena cuando despertó acunado por los enormes brazos del vampiro, con un pañuelo en el cuello y las dos heridas perfectamente desinfectadas.
Se ruborizó al estar como un crío en brazos de Adam, pero le gustaba demasiado y, tras eso, recordó otra cosa. Vino a su mente algo que le había contado Adam hacía tiempo.
- ¿Ha-has sentido algo?- preguntó el menor, temeroso y jugando con sus manos- Ya sabes, cuando bebías mi sangre- aclaró. La idea de que ese mordisco le hubiese revelado a Adam que podía algún día llegar a enamorarse de Dean le resultó un milagro al pequeño.
- No. Esta rica, pero tampoco es nada especial- mintió sin mirar a los grandes ojos azules del muchacho.
Pocos segundos después el pecho le dolió por haber dicho semejante mentira y simplemente apagó las luces, dispuesto a dormir con su pequeño humano.
Lo abrazó con gentileza mientras se dormía, casi podía sentir su tristeza y eso le partía el corazón.
¿Porque no podía admitir de una vez sus sentimientos?
Era algo nuevo para él, jamás había sentido nada por nadie y se sentía débil y avergonzado ¿Un humano? ¿Se había enamorado de un humano? Era tan ridículo. Adam era orgulloso, pero lo que más le jodía era admitir que estaba aterrorizado.
Tenía miedo a amar.
Si quería a Dean sería débil ante él y ante cualquiera que pudiera herir al muchachito. La negación no era una solución, pero quizás podría seguir cubriéndose por ese velo un tiempo más.
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