Dean se revolvió entre las sábanas notando los enormes y fuertes brazos que lo aprisionaban, por suerte tenía una manta por encima que le daba calor, pues la frialdad que emanaba del cuerpo del vampiro lo estaba dejando helado.
- Despierta mocoso- susurró Adam dulcemente contra el cuello del menor, depositando un pequeño beso antes de levantarse y comenzar a vestirse- Te quiero, pero eres un vago- añadió al ver a su chico revolverse en la cama sin ganas de siquiera abrir los ojos.
- Si a ti te hubiesen partido el culo estarías igual de destrozado, no me jodas- se excusó el menor frunciendo el ceño.
Adam rió por las palabras de su pequeño y supuso que la consumación de su amor estaba dejando huella en el dolorido cuerpo de su pequeño amante.
El vampiro ayudó al menor a quitarse su pijama y a vestirse con unos tejanos baratos, una bambas y una camisa negra.
No era lo más estiloso del mundo, pero esa ropa le valía y les serviría por un tiempo.
Se sentó en la cama junto a su chico notando la preocupación en el rostro ajeno. La noche anterior había sido un pequeño paréntesis que les había hecho eludirse de la realidad y gozar su amor, pero ahora debían asumir que la situación era peliaguda, aún así, otra cosa preocupaba también a Dean.
- Adam...¿T-Tu y yo somos novios?- preguntó temeroso, jugando con sus dedos de forma nerviosa.
No quería ser ''una noche de diversión más'', ni lo que sus compañeros de clase llamaban ''un lío'' o ''un ligue''. Quería ser tan especial para Adam como lo era este para él.
El vampiro le sonrió con cariño y tomó su mano, acariciándola.
- No.
- ¿Q-Qué?- preguntó Dean sintiendo que el mundo se le caía a los pies.
Se mordió la lengua evitando llorar.
- Niño tonto, eso de ''novios'' es solo un gilipollez humana. Los novios rompen, los novios se engañan, los novios no se quieren, etcétera... Tu y yo somos uno, porque tu eres mío y yo tuyo ¿Entiendes? Somos más que novios, aunque si tu quieres llamarnos así, no me importa, entiendo que eres un humano con tonterías de humano- Adam rió revolviéndole el pelo a Dean, quien solo apartó su mano bruscamente haciendo un puchero.
- ¡No son tonterías de humano! - gritó enfadado.- Aunque me alegra que seamos ''más que novios''- rió por lo bajo al percatarse de lo extraño que eso sonaba y el vampiro solo lo besó lentamente.
Dean deslizó sus ojos por el hermoso rostro de su vampiro, pero su vista se enfocó en algo tras él, un calendario en la pared y cuando lo vio el corazón le dio un vuelco.
El día 23 habría luna llena. Y estaban a día 22.
- Ma-mañana...
- Lo se. Hay luna llena y los lobos mataran a Mink. Y yo...
- ¡No voy a dejar que eso pase! ¡No puedes morirte! ¡No!- exclamó el menor sintiendo la angustia subir como ácido por su garganta, derramarse por sus ojos y quemarle el corazón mientras abrazaba, lleno de angustia, a su ''más que novio''.
- Dean, tranquilo. Te prometí que no te abandonaría y, créeme, no lo haré. He pensado algo, pero tengo que decirte una cosa...
El menor lo miró con intenso brillo en los ojos cargado de ilusión.
- Haré lo que sea- dijo Dean sin titubear.
- Escúchame. Tengo una idea para poder encontrar a Mink y salvarlo, pero una vez lo hagamos tendremos que huir de aquí. Tendrás que dejarlo todo atrás, irte de Brokeback con nosotros. Puedo salvar Mink, pero lo que no puedo es vencer a esos lobos y hechiceros, incluso con su ayuda ambos perderíamos, son muchos. Por eso cuando le salve tendremos que irnos de aquí. -El menor le miró a los ojos fijamente y sin vacilar ni un segundo aceptó con convicción- Además, tenemos solo una oportunidad para hacerlo. En el momento en que salgamos a la calle puede que nos maten, pero si no es así quizás podamos arriesgarnos con mi plan. Dean- dijo tomándolo de las mejillas y besándole una vez más- vas a arriesgar tu vida con esto ¿Estas seguro de que no quieres huir ahora por tu cuenta? Puedes irte y ponerte a salvo y, si sobrevivo, te buscaré.
- ¡No voy a dejarte solo en esto! Haré lo que haga falta por ti y si muero me da igual, habré muerto por alguien que merece la pena ¡No huiré como un cobarde! Así que deja de decir estupideces o te lavaré los colmillos con agua bendita- Adam lo miró amenazante por aquello y sintió ganas de reír como un loco al pensar que Dean se creía esas tontas leyendas.
- Escucha, te explicaré lo que vamos a hacer. Es fácil pero tenemos que ir con cuidado- Dean asintió irguiéndose, mostrando una actitud física de atención mientras Adam susurraba como si temiese que alguien escuchase su plan.
Ya eran las diez y media de la noche, el profesor de filosofía e había vuelto a exceder con su explicación y por ello Reine salía tarde de sus clases otra vez.
Pateó una lata en el suelo con enfado, la rabia lo consumió esa noche cuando vio que el puto traidor amigo de los chupasangres no se había presentado en clase esa noche ni la anterior.
También había ido con la manada a acechar su casa, pero no estaba. Los lobos pactaron matar a su padre como amenaza, pero Reine los detuvo.
Sabía que el padre de Dean le hacía más daño al humano vivo que muerto.
Ese viejo estúpido ni se había percatado de la desaparición de su hijo.
Mientras él, que era el más joven de la manada, iba clase con tranquilidad para no levantar sospechas, la manada hacía los preparativos.
La sangre derramada en un caldero de plata, que no podía ser tocada por los licántropos, era removida por el bastón de Mark, dejando que parte de su magia infundiese una extraña vitalidad al líquido que parecía alquitrán, dándole una coloración más roja y menos burbujeante. Carl, el hermano de Mark, ofrecía su bastón al líder de la manada, cuyo cuerpo de transformaba mientras las uñas tallaban la madera, haciendo de un pedazo inútil de madre, una estaca que sellaría el rito atravesando el corazón del vampiro.
A la noche siguiente los hechiceros llevarían el enorme recipiente de plata hasta un claro del bosque de Brokeback donde la luz de la luna era fácilmente confundible con un foco de escenario, daba de lleno y alumbraba hasta el más sombrío rincón.
La tarea sería algo difícil pues aquello pesaba horrores, pero ningún lobo podía tocar la plata, además, los licántropos tenían la costosa tarea de llevar al vampiro hacia ese lugar, reteniéndolo y después debían conseguir inmovilizarlo para que el alpha usase la estaca hecha a partir del bastón de Carl para atravesarle el corazón y dejar que su sangre se derramase junto con la otra.
Después todos se acercarían al caldero y, sin tocar la plata, hundirían sus rostros uno por uno bebiendo del líquido que les infundiría poder eterno.
Pero mientras todos preparaba esa magnífica noche, Reine tenía que ir a clase, como si estuviese castigado.
Las ganas de llegar a su dulce hogar y ayudar en los preparativos le llenaba de deseo. Ya casi podía verse como a un lobo inmortal, asesinado con sus garras a Adam mientras el asqueroso traidor de Dean lloraba. Y después sería su turno. Sí, se lo comería lentamente, escuchándolo chillar de su sufrimiento, tal y como había gritado su madre.
La sola idea de matar a ese par de imbéciles (así lo llamaba él) le hacía la boca agua, pero debía ser precavido. Siendo un lobo normal, como era en esos momentos, tendría todas las de perder si se topaba con Adam.
Empujó a un par de alumnos por los pasillos, tenía prisa por llegar junto a la manda y nada se interpondría en su camino.
Finalmente salió del estúpido instituto y llegó hasta el centro del pueblo, a pocos minutos de su casa. Por suerte las calles estaban completamente vacías y eso le infundía una agradable sensación de calma.
Atajó yendo por un estrecho callejón lleno escombros y suciedad que, aunque le repugnaba, le haría llegar antes.
Aunque fue un grave error pasar por una zona tan desapercibida como esa.
Cayendo sobre su espalda como la oscuridad de la noche, un peso lo hizo caer al suelo, abalanzándose contra él de la misma manera en la que él atacaba a sus víctimas cuando el lobo olía su cena.
Cayó de cara al suelo y su nariz se torció por el golpe, comenzando a sangrar en abundancia. Quiso girarse a ver quien era el iluso que moriría entre sus garras por tal falta de respeto, pero cuando lo intentó no pudo apenas moverse. Sus muñecas atrapadas tras su espalda no lograban liberarse de un agarre demasiado fuerte como para ser humano y, una mano en su nuca, empujaba su rostro contra el sucio y polvoriento suelo, humillándolo.
Justo cuando comenzó a dejar salir sus garras, colmillos, y su oscuro pelaje, una voz lo hizo detenerse.
- Como te conviertas en perro te mato, chucho sarnoso- La voz que tanto odiaba del vampiro al que más detestaba se coló, pegajosa, por sus oídos.
De inmediato se detuvo, quedándose con su aspecto humano. Odiaba a Adam pero no era idiota, podía morir en manos de Adam mil veces sin siquiera hacerle un rasguño.
Esa era una de las razones por las que no odiaba separarse de la manada. Solos eran vulnerables pero entre todos despedazarían a Adam en cuestión de segundos.
- Buen chico, después quizás te de un par de galletas para perros- se burló Adam dándole un pequeño golpe en la cabeza al licántropo, quien solo rugió de rabia.
Entre las sombras apareció Dean con una pesada mochila y la vista fija en el suelo. Mirar a los fieros ojos del que había sido su mejor amigo le destrozaría aún más el corazón, no podía.
- Veo que te has traído a tu zorra humana, chupasangres de mierda- respondió el lobo, ganándose que Adam se saliese un poco del plan.
Lo tomó por el cabello y tiró de su cabeza hacia atrás hasta llegar la límite donde si hacía más presión su cuello se rompería, entonces impulsó su cara contra el duro asfalto y una pequeña brecha se abrió en el cráneo del aturdido lobo.
La nariz y boca de Reine sangraban copiosamente, al igual que su herida en la frente por el golpe y este solo se resistió tratando de escapar.
Adam lo tomó del pescuezo y lo levantó de golpe y, una vez Reine se puso de pie con dificultad, el vampiro hundió su pie derecho en la rodilla izquierda del lobo.
Se escuchó un chillido y un crujido seco pero sonoro cuando la rodilla se dobló hacia adentro y Reine cayó al suelo aullando como un cachorro herido.
- Y esto...- dijo levantándolo del suelo por el cuello, ahogándolo- ... es por Dean- susurró antes de lanzarlo contra el suelo de nuevo y abalanzarse sobre él.
Tomándole del brazo lo inmovilizó y, con odio y sed de venganza, hundió en su cuello sus tan afilados colmillos, apretando tanto que el resto de dientes perforaron también la carne, enterrándose en ella mientras ejercía tal presión sobre su brazo para mantenerlo quieto que lo escuchó crujir y lo notó descolocar-se con un movimiento desagradable.
Dean simplemente no dijo nada, aunque una sonrisa vengativa cruzó su rostro al ver a Reine así.
- Dámelas- ordenó Adam levantándose del suelo mientras Rein seguía tirado, agonizante pero lejos de estar muerto.
Dean asintió y descolgó su mochila de su espalda, abriendo la cremallera mientras Adam escupía la repugnante sangre de licántropo.
De la mochila Adam sacó unas largas cadenas de plata que hicieron temblar a Reine solo con contemplarlas. Hacía menos de media hora que las habían robado en una ferretería y no había sido tarea fácil, el temor de ser descubiertos por la manada los paralizaba a cada paso pero ahora se sentían en la cima.
- ¡No! ¡Eso no!
Sin más contemplaciones al vampiro tomó a Rein y lo sentó apoyándole la espalda contra una farola fundida que había en esa calle y mientras lo sujetaba Dean lo rodeó con la pesada cadena de plata que al contacto con la piel del chucho comenzó a hacer que este chillara de dolor.
Adam acabó de atar a Reine para asegurarse de que ahora que estaba más revoltoso Dean no salía herido y se complació al ver como la tostada piel del chucho echaba humo como una hoguera y poco a poco se ponía roja y burbujeaba entre piel deshecha y sangre quemada.
Al cabo de un agónico y tortuoso rato, Reine se quedó completamente quieto, con las cadenas sobre su piel herida que ya no podía empeorar, llorando.
Dean sintió una profunda lástima que le partió el alma en mil pedazos, pero con solo recordar que Reine le había querido matar a él y que había asesinado a su madre, la ira subía por sus venas infectándole el corazón de un despiadado odio.
Adam se agachó a la altura del hombre lobo y rebuscó en los bolsillo de su chaqueta y pantalón hasta que encontró su teléfono móvil, el cual Dean desbloqueó usando la clave que solo él y Reine sabían. Habían sido mejores amigos, era normal que compartieran secretos y, cuando Dean escribió los números, se dio cuenta de que la clave de Reine era una fecha.
El día siguiente a la muerte de su madre. Intuyó que tras cometer el crimen, ese sería el día en que le aceptaron en la asquerosa manada.
- ¿Cual de tus contactos es el alpha de la manada?- preguntó Adam tomando el móvil y mirando a Reine desde arriba, alzando una ceja con superioridad.
- ¿¡Eres imbécil!? ¡No pienso decírtelo, vampiro chupa pollas! ¡Y a ti menos pequeño hijo de pu-
La mano de Adam lo calló rápidamente cerrándose en un puño que dio de lleno en su boca, consiguiendo que entre los rastros de sangre que escurrían por sus labios, cayesen pequeños cachos de dientes quebrados.
Adam miró a su chico y este tragó saliva. Encarar a Reine, más que por el peligro, se le hacía difícil por las emociones que representaba.
Sintió arcadas, le dolía ver a su amigo tan herido, pero más le dolía saber que su amigo era un asqueroso lobo traidor y el asesino de su madre.
Con un toque suave Adam tomó al muchacho de la cintura, acariciándolo de forma reconfortante.
- ¿Vas a responder o prefieres esperar a que te deje sin dientes?
- ¡Que te jodan, cabrón!
Un brillo color cereza cruzó la mirada de Adam y, de pronto, la atmósfera se tornó más pesada.
Dean tuvo que morderse la cara interior de la mejilla para no llorar o para no vomitar, aunque esto último acabó haciéndolo tras un contenedor de basura a pocos metros del lugar. Se había sentido como una nenaza por ello, pero el espectáculo era realmente repulsivo y en cierta forma le hacía sentir culpable durante pequeñas fracciones de tiempo.
Adam, arrancándole gritos escabrosos al lobo con el poder de sus puños y arrancándole trozos entero de músculo con solo sus colmillos, rompiéndole brazos y piernas.
La sangre y los trozos de carne, hueso, dientes y pelo lobuno llenaban el suelo como una vomitiva mezcla maloliente.
- Daryl... Daryl...
Musitó el muchacho ya sin ánimos. Adam sonrió, había sido duro de pelar, pero ante la tortura su confesión no se había hecho de rogar.
Buscó en el móvil del chico el contacto con ese nombre y, tras sacarle una foto al malherido cachorro, se la envió y una vez lo hizo llamó.
- ¿Que coño es esto? ¿Quien eres y qué mierda le has hecho a Reine?
- Cállate y escúchame, intento de lobo. Tu tienes a uno de los míos y yo a uno de los tuyos.- Sonrió escuchando como el lobo chasqueaba la lengua al otro lado de la línea.
- No pienso soltar al vampiro- rugió sin darse por vencido.
- Veo que no eres muy listo así que te explicaré la situación. Estoy aquí con unos amigos, somos más de diez vampiros, lo digo por si crees que puedes intentar algo tu solito- mintió giñándole un ojo Reine, quien rabiaba de dolor e impotencia mientras Dean le tapaba la boca con una mordaza para que no interviniera en la conversación.
- No te entregaré al vampiro.
- ¿No? Entonces puedo proponerte algo. Estoy cerca de la calle Sogrub. Ven aquí, tu y toda la manada. Los tuyos contra los míos, lucharemos a muerte.
- ¿Y si no vamos?
- Los otros vampiros y yo tendremos una pequeña fiesta con el cachorrito, aunque no creo que aguante mucho. De todas formas será un buen primer plato.
- ¡No! La manada es lo primero ¡No permitiré que unos asquerosos vampiros lo mateis! En media hora la manada entera estará ahí. Os destrozaremos y mañana lo haremos con el que se hace llamar ''Mink''- Con un rugido final y una respiración exaltada, colgó.
Había sido idea de Dean lo de mentir diciendo que Adam estaba acompañado de otros de los suyos, así obligarían a la manada entera a salir de la casa, aunque fuese solo por precaución.
En solo cuestión de minutos la manada ya había partido, abandonando su dulce hogar, para salir en busca de su compañero. Los licántropos, convertidos completamente el lobos, corrían veloces y enseñando sus fauces, preparándose para una batalla que no llegaría a acontecer. A lomos de dos grandes lobos, los hechiceros cabalgaban sosteniéndose en el pelaje de los animales apretando fuertemente los bastones en sus manos para no perderlos y usarlos con cabeza en la batalla contra los supuestos vampiros.
Cuando llegaron y hallaron al lobo solito y atado a una farola con imponentes cadenas que deshacían su piel, todos aullaron con pesar sintiendo el dolor de las heridas de su más joven compañero, pero esos aullidos apenados se tranformaron en gruñidos de advertencia que incitaban a los supuestos vampiros a mostrarse.
Más tarde y cuando los lobos se hubieron dado cuenta de la situación, la calle se pobló con el resonar de sus rugidos iracundos. Tras ser conscientes de la forma en la que habían picado el anzuelo de Adam, los lobos decidieron liberar a Reine con la máxima rapidez (cosa que hicieron los hechiceros pues las cadenas eran de plata y no podían ser tocadas por un miembro de la manada) para retornar a casa y pensar no solo en una buena forma de vengarse de Adam y el mocoso, sino también tambíen de torturarlos para compensar la humillación que habían sufrido los lobos al ser engañados.
Como pececillos en una red de engaños, aunque ellos podían romper la red con sus garras y morder al pescador con sus colmillos, devorarlo.
Adam, justo al finalizar la llamada y sabiendo que los lobos no se demorarían en aparecer, tomó al pequeño Dean y lo cargó dirigiéndose rápidamente hacia la casa de la gran manada, teniendo cuidado para no ser visto una vez se cruzase en el camino de la manada.
Adam y Dean se miraron con complicidad mientras, desde las sombras y con sigilo, vieron alejarse al grupo de perros hacia una dirección contraria a la suya.
Llegaron a Sweet home en cuestión de apenas segundos y Dean se encontraba algo mareado por ello, pero no desfallecería, debía continuar.
La casa estaría vacía si todo había salido bien y parecía ser así pues el olfato sobrenatural de Adam así lo confirmaba.
No era una novedad que las historias de cámaras de seguridad, sistemas de alarma y perros guardianes eran solo falacias de Reine que habían servido para su propósito pero que ahora se desmentían.
Sin problema alguna, ambos atravesaron el jardín y las puertas, pues no había desde que Adam las había roto en mil pedazos para salvar a Dean hacía dos noches.
El pequeño rió ante la visión de una casa tan arreglada y refinada con un gran boquete desigual y astillado a modo de entrada, justo al lado del reluciente cartel de Sweet home.
Aquella casa no tenía nada de dulce y desde luego no era un hogar.
Dean miró a Adam, quien observaba con atención su entorno.
- ¿Y ahora qué?
- Ahora tengo que buscar a Mink.
- ¿Y dónde está?- preguntó inocentemente el chico.
- Si lo supiese no tendría que buscarlo, humano tonto- le respondió el vampiro dándole un pequeño coscorrón y, tras eso, un beso corto.
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