Capítulo 15: lejos de todo

 Tras mucho tiempo Mink logró conciliar el sueño y aunque sus pies colgaban sin hallar el tan ansiado contacto con el polvorientos suelo y sus brazos y muñecas estuvieran heridas y llenas de rozaduras por las cadenas tuvo unos muy dulces sueños donde una señorita de curvas de vértigo y pelo dorado le mandaba besos desde las llamas del infierno, con dos colmillos entre sus labios rojos como cerezas y dos cuernos negros y retorcidos saliendo de la espesa mata de cabello.

Ella lo esperaría al otro lado, hubiese lo que hubiese. Y esa noche estaba feliz, por fin se reuniría con su amor.

O moriría en el intento.

De todos modos no importaba, moriría en el intento fuese este exitoso o no.

Los ruidos de una multitud vitoreando llena de primitivos chillidos, silbidos, comentarios bruscos y desconsiderados y aullidos faunescos acompañados de rugidos atemorizantes, despertaron a Mink de su aletargado sueño.

Sintió como los refinados y frágiles magos rompían la magia que lo mantenía preso con toda seguridad, aunque sinceramente él no habría podido romper esas sencillas cadenas aunque estuviesen roídas por el óxido, ya estaba demasiado débil.

La manada, toda junta y predispuesta a llevar al vampiro al bosque donde vio a su amada muerta, parecía comérselo con la mirada. En su cabeza todos eran como perros babeando por una galleta, con la lengua fuera y encharcando el suelo de babas.

La realidad no era tan diferente, casi se parecía como una grotesca deformación de esa cómica imagen, adaptándola más a una temática terrorífica.

Cerró los ojos al sentir el sonido chirriante de la llave penetrando contundente en el candado que lo liberó de sus esposas y dejó que sus sentidos restantes le contaran lo que pasaba.

Comprendió que los hechiceros estaban tomando un gran recipiente de plata al sentir como el olor férreo de esta se entremezclaba con el de la sangre muerta en su interior. Sintió como los tomaban por los brazos con fuerza y notó unas garras rajar su ropa y herirle, pero no importó.

Las baldosas de piedra del camino que conducía hasta la salida de la casa acariciaron los pies inertes del vampiro, que era arrastrado y casi parecía que se deslizaba por el suelo.

El chirriante ruido de la plata contra el suelo áspero y el dulce remor de la sangre removerse en el recipiente de este material le hicieron saber que no solo se lo llevaban a él, sino también a ese caldero, donde supuso que verterían su sangre antes de beberla y...

Escuchaba a los lobos hablar de sus planes, aunque notó la voz de el alpha preocupada y poco después le confesó a uno de sus compañeros el motivo.

Sonrió al saber que este estaba afligido por la supuesta traición y el abandono de uno de sus más jóvenes miembros. Saber que no había levantado las más mínimas sospechas de la muerte de Reine lo alentó, pero se obligó a esconder sus sonrisa y fingir una mueca de dolor junto a un gemido lastimero que hizo reír a un repulsivo lobo.

Los pasos de las bestias eran apresurados y el ruido de las patas de los lobos golpeando el suelo mientras trotaban nerviosos como perros ansiosos que ir a recoger un palo o un frisbie, le inspiró una placentera sensación de triunfo.

Esos malditos lobos probarían su propia medicina. O su veneno.

Sintió la tierra húmeda y su agradable aroma se mezcló con el de las hojas de los árboles y la resina, creando un olor dulzón y empalagoso que logró camuflar la peste a perro excitado que desprendía la manada.

De pronto todos se calmaron y las garras sobre su cuerpo se convirtieron en unos fuertes dedos que lo presionaban con miedo a que escapase. Abrió los ojos para analizar la situación y identificó el lugar en solo cuestión de segundos.

El claro era precioso, situado en algún punto perdido del bosque al que nadie iría jamás. Pero el era la segunda vez que iba. En su primera visita la visión de su amada en manos de la parca le arrebató el aliento y ahora, venía a que le arrebataran la vida si es que aún quedaba alguna dentro de la carcasa que guardaba su alma rota y enamorada hasta los huesos de una mujer escurridiza, interesante y bella como nadie.

Estaba arrodillado frente a un caldero mediano lleno de un líquido asqueroso y oscuro, burbujeante y comenzaba a coagularse forma repugnante aunque aún conservaba un ápice de olor de Tania. Toda la manada lo rodeaba mientras, con expresiones serenas y mirando al suelo en símbolo de sumisión, se postraban ante su alpha y los dos hechiceros.

Los betas hincaron todos una de sus rodillas en el suelo y aullaron bajo a la luna llena y luminosa que conseguía alumbrar el escenario donde todo sucedía, de una forma imperturbable.

Le pareció que la luna le miraba con complicidad, callándose su secreto mientras sus lobo, hijos de la luna y lo salvaje, confiaban en la fuerza que les otorgaba.

Uno de los magos tomó algo de su bolsillo, una estaca de madera blanca y con hazes anaranjados, igual que su corto bastón. Se la entregó posándola entre sus dos manos como si de un expositor se tratase al gran lobo, que se la arrebató con fervor para después hacerlo retirarse junto al círculo de espectadores.

Carl ya había cumplido su parte y ahora solo debía esperar que su hermano lo hiciera bien. Mark jamás fallaba.

El mago de pelo blanco, plateado a la luz tenue de la luna, avanzó un paso y cerró los ojos, elevando las manos y sosteniendo en la derecha el bastón.

Con una voz reconfortante pero firme, sin altibajo y muy segura, pronunció unas palabras ''Virtus sanguinis est . Quæ est in meo sanguine . Ego sum ​​a sanguine . Ego potentiam''*.

Los lobos se estremecieron dejando escapar un jadeo conjunto mientra sus pieles se erizaban ante la emoción del momento y el frío cruel de la noche.

Mark también se retiró y el vampiro, débil y arrodillado ante el caldero, se quedó quieto, esperando su final mientras el gran hombre se le acercaba con la estaca de madera entre sus manos.

- Prepárate para morir- susurró en su oído, colocándose tras y tomándolo del pelo para inmovilizarlo.

- Yo ya estoy muerto...

Y la estaca se hundió en pecho, rápida, concisa. Murió instantáneamente mientras la madera se astillaba al atravesar su dura carne con un ruido húmedo y viscoso.

El lobo aulló junto a la manada y alzó al vampiro muerto dejando que el líquido negruzco que resbalaba desde sus entrañas ya muertas y podridas desde hacía mucho gotease en el caldero y después dejó el cadáver, seco y venoso, en el suelo como simples despojos.

Los lobos se abalanzaron contra el recipiente ignorando las quemaduras y heridas que se provocaban al tocar los bordes del caldero de plata y, junto a los hechiceros homicidas, bebieron desesperados de aquella mezcla parecida al alquitrán.

Hundiendo sus rostros en el lodo de sangre muerta, abriendo las fauces y tragando ese líquido mágico que debía otorgarles la vida eterna, bebiendo todos y cada uno de ellos, hasta reventar.

Y cuando acabaron, un hormigueo recorrió sus estómagos y la sangre de Mink, que antes de la ejecución ya estaba muerto por el veneno que corría por sus venas como castigo por haberse alimentado de un ser sin vida, cuando su verdadera comida era la vida y no la sangre, entró en acción.

Se escuchó un gemido dolorido y después otro y otro y otro... Después, golpes sordos, cuerpos golpeando el suelo y Nada.

La luna llena alumbró la escena del crimen, callada, tranquila.

- ¿Crees que lo conseguirá?

Adam no quiso responder, solo se acomodó entre las mantas de la cama del hotel y estrechó a su chico entre sus brazos.

La mandó una mirada insegura, dándole a entender que su destino era incierto y, pensando que quizás era la última vez que tenía oportunidad de hacerlo, tomó el rostro de Dean y apretó sus gruesos labios y colmillos contra la dulce boca del otro, comenzando a besarlo de forma lenta para disfrutar de todos y cada uno de los instantes que ese ósculo le regalaba.

- Te quiero.- Dean sonrió, sonrojándose. No necesitaba contestarle para demostrar su aceptación, así que solo tomó la iniciativa lanzándose a los labios del vampiro, quien lo mordió con cariño y lo besó de nuevo, con ternura.

Si todo salía bien, si Mink lo lograba, serían libres, aunque la espina de la pérdida de un creador y amigo, siempre haría mella en el corazón de Adam.

Pero sin embargo, si la cosa salía mal, moriría, los lobos le matarían y sabía que lo matarían a él primero porque los licántropos, al igual que los vampiros, siempre dejaban al bocado más delicioso como el último. Y no era el final de su no tan eterna vida lo que le preocupaba a Adam, sino cómo acabaría su chico, solo y desprotegido en un pueblo de lobos inmortales con ansias de poder.

Con solo pensar en que lo matarían sin que él pudiera ayudarlo un escalofrío recorría su espalda mandando impulsos que lo mantenían alerta, como si un peligro acechase.

Aunque por su precavido que fuese, no podía evitar su muerte esa noche si Mink no lograba erradicar a los lobos, sería como una pandemia. Se expandirían devastando todo y a todos a su paso y nadie lo podría impedir.

Un pinchazo en el corazón del vampiro lo hizo jadear de dolor mientras se doblaba sobre la cama agarrándose con fuerza el pecho y encogiéndose en una posición fetal.

Dean se asustó y se aproximó a su chico colocando una mano en su espalda y acariciando para reconfortarlo.

El vampiro soltó un aullido de dolor porque aunque la punzante agonía había cesado y su cuerpo se sentía ya fuerte e imperturbable de nuevo, su corazón fue golpeado con una noticia clara. Su creador había muerto.

Retornó a su posición inicial pensando que aquel dolor físico no había sido nada en comparación al que su alma resentida sentía ahora, aquel aviso de la muerte de Mink no estaba a la altura de la desgracia que notificaba.

Abrazó con fuerza a Dean mientras una lágrimas recorría de forma rebelde y vergonzosa su mejilla.

El pesar la alegría se mezclaron tiñendo su alma y su mirada de tristeza y esperanza.

Ahora era libre junto a su pequeño y ambos estaban salvado, tenían la eternidad entera para amarse y ser felices pero la ausencia de Mink ya dolía.

Como un niño al ver morir a su padre demasiado joven.

Nada le impedía ya gozar de Dean, ahora toda su relación estaba libre de restricciones y la libertad se imponía sobre el antiguo miedo a la muerte y la separación, pero algo en el fondo de su alma, en un rincón húmedo y olvidado donde durante mucho tiempo se habían ocultado la humildad, el perdón y el agradecimiento, algo había muerto, haciéndole sentir incompleto.

Había perdido a muchos en su vida, pero jamás creyó le llegase a importar nadie y por ello un pensamiento fugaz lo aterró. Si ese dolor era a causa de la ida de Mink ¿Que sentiría si a Dean le pasase algo?

No pudo imaginarlo, no quiso concebirlo.

Una suave calidez, lenta, reconfortante y latente, se colocó encima suyo y como si de una llama de fuego se tratase, ese calor lamió gentilmente su mejilla con dulzura y de entre sus cristalosos ojos rojos llenos de lágrimas, vio a Dean sobre él limpiándose las mejillas mientras le sonreía con ternura.

- Llora todo lo que quieras...- Musitó Dean mientras el vampiro tomaba la mano y la muñeca que lo acariciaban con amor y las sostenía con fervor y desesperación- ... yo siempre estaré ahí para ayudarte y secar tus lágrimas.

Adam simplemente abrazó a Dean hasta dejarle sin aire, estrujándole entre sus poderoso brazos como un niño pequeño desconsolado.

La noche pasó lenta, aunque fue toda igual, pero por no por ello no fue hermosa. De hecho la forma en la que Adam se sinceraba sobre su pesar y lloraba como un simple mortal, le resultaba tan humana a Dean que Adam incluso se le antojó inocente, aunque sabía que no era así.

Y fue para el vampiro lo más perfecto del mundo y lo más puro y adorable la forma en la que Adam, al mostrar su oculta debilidad y sacar a la luz los más profundos sentimientos de su ser, fue consolada por un comprensivo Dean, paciente y empático, que lo observaba desde la experiencia y dejaba que la calidez de su menudo cuerpo lograse reconfortar al frío y quizás no tan muerto vampiro.

Al día siguiente la noticia salió a la luz, expandiéndose como la pólvora y llenándose de mentiras e incluso teorías conspiranóicas, y para cuando la noche cayó y ambos despertaron, el pueblo ya estaba murmurando al unísono el cotilleo de los jóvenes y preocupación de los adultos. Aquella escena del bosque era extraña y todos hablaban sobre cosas diferentes: ritos satánicos, reencarnación, suicidio colectivo, asesinato masivo de hombre lobo, etc... Pero nadie sabía ni sabría nunca la verdad.

Además, en poco tiempo las autoridades lo taparon, usando el claro parche de la substitución y consiguiendo que el curioso caso de un hombre lobo con enanismo fuese la comidilla de aquellos que divagaban sobre el caso del bosque de Brokeback, en poco tiempo todos lo olvidarían.

Nada más despertar, Adam recibió toda la información de golpe por diversos canales, escuchando de más con su agudizado oído y recordando como de exitoso y trágico había sido el plan de Mink la noche anterior. Una vez se calmó obligándose a callar las incesantes voces exteriores, le explicó lo que se contaba por ahí a Dean y este lo tomó de la mano al ver la melancolía en el rostro de su amado al hablar de Mink.

Adam tomó a su pequeño y comprensivo chico de la cintura y lo azotó contra el colchón mientras este lo abrazaba con tal de hacerle sentir mejor.

Ese comportamiento fue una grata sorpresa para el pequeño, que no pudo siquiera replicar pues Adam ya le devoraba los labios con lentitud musitando que lo amaba sobre su boquita.

- Adam...- musitó el chico mientras el mayor solo manoseaba al chiquillo a su antojo repartiendo besos sobre sus labios para callarlo.

- Cierra el pico, mocoso- musitó el otro con un tono divertido sabiendo que él tenía todo el control. Dean frunció el ceño ante la autoridad del mayor y este le sonrió con saña.

- Pero Adam- de nuevo cerró la boca cuando una mano apretó sus labios y en su cuello unos labios gruesos y vorazes comenzaron a succionar.

Dean era tan bueno y dulce cuando lo consolaba en sus penas que le habían dado ganas de comérselo, quizás una buena sesión de sexo sería un agradecimiento digno por su sincera bondad. Eso y amarlo para toda la eternidad.

- Ejem...

El vampiro resopló al escuchar la forzada tos de la inoportuna vampiresa y soltó al muchacho. Rose enarcó una ceja y Adam se puso de pie apoyando su peso en una pierna, ladeando la cadera.

-Deberías escuchar al humano- dijo ella mientras se cruzaba de brazos, molesta por haber tenido que contemplar la escena. Una pizca de envidia le hizo acabar la frase- o comértelo de una vez.

- ¿Que coño quieres? Siempre jodiéndome...- musitó levantando ligeramente el mentón y apretando la mandíbula.

-Quiero saber donde esta Mink, vi que mató a los lobos, pero no entiendo como y además, ahora que esa zorra rubia no esta de por medio es mi oportunidad.

- Rose...

- Además, seguro que estará super agradecido de que haya ayudado en su búsqueda y-

- Rose...

- Calla, que estoy hablando. Como iba diciendo, cuando lo vea y le cuente todo lo que he investigado se dará cuenta de lo que le quiero y por fin todo será...

-¡Calla y escucha!- rugió Adam mientras daba un paso al frente quedando por encima de la chiquilla que solo se estremeció encogiéndose- Mink ha muerto. Murió para matar a los lobos e irse a donde quiera que este Tara.

- ¿Que?

- Por la manera en que murieron supongo que él bebió de un cadàver- dijo ahora con un tono de voz afligido y para nada amenazante, compadeciéndose- Rose, escucha, él eligió morir.

- ¿Que?

- Vale, entiendo que te cueste asimilarlo, pero ahora por favor escúchame. Él esta muerto y aunque te duela tienes que rehacer tu vida, sé que lo querías mucho y todo eso, pero...

- ¡¿Que mierda estas diciendo?! Se ha... se ha... ¡Se ha suicidado por esa zorra! ¡¿Y YO QUE?!- Chilló en un tono estridente dejando que sus colmillos brillasen a luz de una luna menguante.

Adam se sujetó el puente de la nariz al ver como ella lloraba ocultando su rostro y encogiéndose, apoyándose contra la pared y deslizando su cuerpo hasta acabar en el suelo lloriqueando abrazada a sus rodillas.

Los pasos de Dean se aproximaron desde la cama y el pequeño se agachó junto a ella, después la abrazó con ternura y empatía mientras la miraba dolido.

- Se que duele perder a alguien pero- Un empujón repentino hizo a Dean volar sobre la cama dándose de lleno sobre el suelo al otro lado de la estancia mientras Rose brama furiosa.

- ¡Tu no sabes lo que es el dolor, puto humano de mierda!- chilló con sus colmillos chorreando saliva mientras hablaba como un animal con la rabia.

Adam se apresuró a tomar al pequeño y mirar que no se hubiese herido.

Los ojos rojos de Rose observaron con ira a la pareja y algo en su pecho dolió, devastador como la explosión de una estrella.

- Vosotros, vosotros no sabéis lo que es... - Lloriqueó lastimosamente.- Mi Mink, mi amor...- siguió mientras Dean pasó del miedo a la compasión de nuevo, bajando de los brazos del vampiro para aproximarse de nuevo a la chica que parecía al borde de una ataque de pánico.

Adam lo siguió de cerca y miró a Rose con desconfianza. No le daba demasiada pena, Dean era el único capaz de hacerle sentir algo más que irritación, aunque debía admitir que era el que más le irritaba de todos a su vez.

- Debería enseñarte lo que es perder a quien quieres- musitó empujando de imprevisto al vampiro haciéndolo caer de nuevo en la cama y tomando con rudeza el cuello del menor entre sus finas manos que apretaron contra su piel como bigas de cemento.

- Debería quitarte este puto amor que no te mereces más que yo y dejarte sufriendo hasta que te clavases una jodida estaca en el pecho por haberlo perdido... debería aplastarle el cuello a este puto humano. Debería y lo haré- Aterrorizado, Adam no se movió aunque la presión en el cuello de Dean aumentase pues esto sucedía cuando el vampiro trataba de tensar cualquier músculo con el objetivo de aproximarse a la desquiciada muchacha.

- Rose, no-

- ¿¡No que?! Cállate de una vez, estoy harta de ti y de tu puta indiferencia ante todo ¡Eres un imbécil y no mereces a alguien que te quiera y- Sus ojos se abrieron como platos, aprovechando su despistada ira Adam había actuado.

Ahora los dedos de la mano que apresaba el cuellecito del menor perdían fuerza cayendo grácilmente como un peso muerto y el suelo se empapaba con el chorrear de la sangre de Rose, quien sujetaba lo poco que quedaba de su hombro derecho.

Un río de sangre negra y pegajosa suplió el espacio donde antes había estado su brazo.

Dean cayó inconsciente al suelo por la tensión de la situación y por la forma en que ella le había apretado furiosa y descontroladamente el cuello impidiendo que la sangre llegase al cerebro, causándole la extraña sensación de que su cabeza se hincaría hasta estallar y de que su cuello reventaría entre nerviosos pálpitos.

- Nadie toca a mi Dean, Rose, nadie.- Dijo, aproximándose a ella mientras sostenía su brazo recién cortado en la mano derecha apretándolo tanto que la piel se rompía a lo largo como la tela de un vestido apretado.

La muchacha retrocedió con una mueca de temor y angustia en el rostro mientras el dolor de su herida la hacía tener pequeños espasmos en el cuerpo.

Adam alzó el brazo con la intención de clavar la mano de afiladas uñas en el pecho de la mujer, matándola con una estaca hecha de su propia cuerpo y sangre, pero ella ya había huido dejando en la habitación una extraña sensación de paz.

Furioso, Adam lanzó al brazo por la ventana con un gesto de repugnancia y tomó a Dean del suelo, por suerte no tuvo tiempo de preocuparse pues este entreabrió los ojos murmurando palabras sueltas.

- ¿Estas bien pequeño?- El chico solo asintió sonriendo y mordiéndose el labio.- ¿De que te ríes?- preguntó el vampiro extrañado recostando a su chico en la cama.

- Me has llamado ''Mi Dean'', ha sido muy tierno- una dulce carcajada escapó de sus labios y un chasquido de los de Adam.

- Cállate, mocoso- dijo de forma avergonzada notando una sensación nueva y desagradable subiendo hasta sus mejillas y tornándolas coloradas por primera vez su vida.

- Te quiero.

- Yo te amo- musitó el vampiro bajando para besar los labios del menor que habían perdido su tono sonrosado por el tan reciente desmayo.- Si vuelvo a ver a Rose la mataré, eres mío y nadie te toca-El pequeño interrumpió el siguiente beso para rebatir a su chico.

- No, ella solo estaba en estado de shock por la noticia, es normal que reaccione así. Perdónala, debe estar muy dolida.- Una inamovible mirada fría y rígida por parte del vampiro le obligó a hacer un puchero- Va, hazlo por mi- dijo poniendo tiernos ojos de cachorrito.

Adam solo refunfuño algo bajito y después volvió a besar a su amor con dulzura mientras sus manos lo tomaban por la cintura, acariciando.

Sobre la mesilla de noche de la cama el teléfono de Dean vibró haciendo que un zumbido los sacase de sus pensamientos y besos compartidos.

Extrañado, Dean alargó la mano para cogerlo a sabiendas de que casi nadie en el pueblo tenía su número más allà de los profesores, su médico y Reine.

Ese último pensamiento hizo que su corazón se le encogiese en el pecho pero al notar eso el vampiro solo lo tomó de la mano y la besó gentilmente mientras el muchacho miraba la pantalla del aparato desvelando la verdad.

- ¿Papá?

- No estás en casa y nadie ha hecho las compras de esta semana ¿Cuánto llevas fuera?

- B-Bueno yo... creo que llevo fuera solo unos días, no llega a la semana, papá cuando llegue te lo explicaré, estaba peligro y he estado en...

- Da igual, ven y limpia un poco. Esto esta hecho un asco- el hombre al otro lado de la línea colgó sin miramientos, haciendo que el ceño de su hijo se frunciese y este dejase de morderse el labio con preocupación ¿Eso era todo lo que tenía su propio padre que decirle?

Nada de preocupación, ni siquiera se molestó en fingirla.

-Hijo de- Adam se apresuró a bajar los humos de su chico con un tierno beso en los labios.

-Que le jodan a ese imbécil, si me lo pidieras le mataría.- comentó el vampiro mientras tomaba al menor por el rostro y lo obligaba a mirarlo directamente a los ojos.

Las olas turquesas contra el áspero marrón terroso. Dean desvió la mirada suspirando y sin responder.

- ¿Harías todo lo que te pidiese?- preguntó Dean serio y jugando con su cabello mientras una de sus manos, la que quedaba libre, era tomada con convicción por el vampiro.

- Todo.- respondió el otro, dejando que el color sangre se apoderase de sus ojos, poseyéndolo al igual que Dean poseía todo su corazón y alma.

Dean se irguió un poco hasta que al alcanze de sus labios tuvo el oído de Adam y, cuidadosamente, apartó su cabello recogiéndose tras la oreja del vampiro.

- Entonces deja de ser tan gruñón- dijo con burla dejando escapar una pequeña risa y mordiéndose el labio al imaginar el tan conocido rostro enfadado que ponía Adam cuando lo molestaba.

- Cuando tu dejes de ser un mocoso insolente- le reprendió el otro con el ceño fruncido, tal y como Dean lo había imaginado, pero al ver la sonrisa de su pequeño le dio un pequeño beso, sonriendo de nuevo.

- Oye, Adam... ¿Que hago ahora? Es decir, tengo que volver a casa y ¿Seguir como siempre? Me siento algo, perdido...- Dijo mirando a la ventana.

Afuera todo era tan gris y decadente, como si todo Brokeback no fuera más que el conjunto de momentos trágicos de su vida detenidos en el tiempo y listos para asomar por todos los rincones haciendo que su vida fuese como una melancólica tarde lluviosa.

Su padre, su madre, Reine, Mink... Era como si todo el dolor que ellos habían causado con sus muertes o errores se quedase atrapado allí, asfixiándolo.

- Tengo una idea.- dijo Adam acariciando el rostro de Dean e intentando irradiar confianza.

Unos toques tímidos hicieron que el gordinflón se levantase del sofá dejando caer al suelo unos cuantos envases de frituras y un par de vasos de plástico y aunque su tono gruñón y su ceño fruncido no decían lo mismo, se alegraba de que Dean volviese a casa, al fin podría acabar con todo ese molesto desorden.

Abrió la puerta dispuesto a pegarle cuatro gritos al joven hasta que quedase espantado y obedeciera sus órdenes, pero la imagen que vio le dejó mudo por el desconcierto.

Tras eso una mueca de repugnancia azotó su rostro viejo y arrugado.

- Papá- habló Dean con la voz temblorosa y tragando saliva. Una gota de sudor cayó por su garganta producto de sus nervios y Adam, que lo tenía tomado de la mano, apretó con más fuerza- A-Adam no es un estudiante de intercambio, es mi novio.

Cerró los ojos, tomó aire.

- Un jodido maricón- masculló su padre antes de escupir al suelo, haciendo que Dean retrocediera para no ser el objetivo de tan asqueroso gesto.- Tu madre murió por culpa de un jodido maricón de mierda- repitió, mirándolo con decepción de arriba abajo.- Tendrías que haberte muerto tu, enfermo asqueroso ¡Repugnante chupapollas!- rugió avanzando un paso mientras su mano regordeta y peluda se alzaba y caía contra su rostro.

Dean se encogió y sintió como Adam le soltaba la mano. Solo, abandonado, por su amor, por su familia, por sus amigos. Se sentía tan mal.

Pero el golpe no llegó.

- No te atrevas- musitó Adam con una voz concisa e intimidante mientras su puño atrapaba la muñeca de aquel viejo estúpido- Nadie toca a mi Dean, y menos un fracaso de padre como tu.

Justo cuando el hombre iba a replicar y ya apretaba sus repulsivos y amarillentos dientes, Adam mostró sus colmillos crecientes dejando que el rojo cubriera sus ojos.

- ¡Monstruos! ¡Sois unos monstruos!- gritó el padre, espantado y retrocediendo para deshacerse del agarre del vampiro. Con sus ojos inyectados en sangre los observó, atónito- Un maldito maricón y chupasangres ¡Monstruos! No eres mi hijo, ya no ¡Y no vuelvas a esta casa jamás!- Dean solo sintió el ácido dolor en su garganta mientras intentaba contener sus lágrimas, observando como la puerta de su casa se cerraba para siempre.

Adam no dijo palabra alguna, solo lo abrazó tiernamente.

Sintió las cálidas lágrimas manchar su pecho y el menor tembló entre sus brazos mientras era consolado por el vampiro, sintiéndose débil y quebradizo.

De no ser por Adam, no tendría ya a nadie en este mundo.

- Oye Dean ¿Quieres saber una cosa?- preguntó el vampiro con una sonrisa alegre.

- ¿E-El que?- preguntó el otro entre sollozos, extrañado.

- En el libro de conjuros que Rose me dejó leí uno muy curioso. Decía que si un vampiro le daba sangre a su alma gemela humana esta dejaba de envejecer ¿Sabes lo que eso eso significa?- preguntó, susurrándole en la oreja antes de morder su lóbulo.

Dean se sintió confundido, pero pronto recordó la noche en que Reine trató de matarlo. Adam le había confesado que su sangre sí había hablado, diciéndole que era su alma gemela y aquello lo había hecho sumamente feliz, pero antes de eso, recordó, el vampiro lo curó. Lo curó dándole de su sangre.

Había sido como volver a nacer.

Antes de que el menor hablase, Adam lo interrumpió.

- Eso significa que nos vamos- comentó con una enorme sonrisa haciendo que Dean volviese de nuevo a su confusión.

- ¿A dónde nos vamos?-preguntó enarcando una ceja.

- Nos vamos a estar juntos, para siempre- sentenció Adam.

Y lo tomó de la mano porque ahora Adam ya no era el frío vampiro, ni Dean era el pobre muchacho, solo contra el mundo. Ahora eran uno.

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