Humanos. Seres ególatras y débiles que se miran al espejo y ven su reflejo cien metros más alto de lo que es; presas que pretenden rugir como depredadores. Humanos, cenizas diminutas con complejo de incendio. Eso pensaba que eran, pensaba.
Hacía cientos de años que mis víctimas estaban más cerca de la muerte que de la vida cuando caían presas de mis colmillos; las pedía en un estado delirante, anestesiado, obtuso o sino simplemente ausente. Quería presas en su sentido pragmático: Sangre, no gritos. Yo no cazaba, me alimentaba sin más; hacía siglos que aquel jueguecito de acechar humanos ya me había cansado y esos seres me parecían tan simples y narcisistas que aborrecía seducirlos.
Mis víctimas pues, estaban deshumanizadas ¿Como podía decir entonces que odiaba a los humanos si no conocía en lo que se habían convertido? No podía, así de simple. Pensé que su esencia como seres se reduciría a un pensamiento primitivo y estúpido que sería común en ellos por toda la eternidad, pero me equivocaba (por primera vez en mi vida).
Algunos parecían lejos de esa idea simiesca que tenía de los mortales. Había uno en especial que parecía delicado y bello como una mariposa y que miraba el mundo con una contemplación ejemplar. No había visto sino en los ojos de un vampiro semejante reverencia hacia la belleza de lo natural.
Paseé por ese floral pueblo donde las casas parecían haber sido construidas a mano y daba la sensación de que faltaban niños y solo pude sentirme intensamente ansioso. Quería ver a ese chico de nuevo, me parecía extraño. Me volvería adicto a no comprenderlo.
El lugar era como una tumba ornamentada y hermosa. Todo era roca y maleza y parecían no vivir más que ancianos apacibles, adultos demasiado soñolientos y lápidas donde los que eran conocidos por todos y amados por nadie eran sepultados. Era un lugar decrépito pero magnífico y me hacía tener sentimientos encontrados, sobretodo porque el ambiente apacible incitaba a la reflexión.
Sentado sobre la rama de árbol espié la conversación de dos ancianos que en sus tiempos lozanos habían sido amantes y ahora compartían una ternura extrema entre ellos. Se tomaban de las manos y con los dedos arrugados acariciaban los contrarios, como si fueran suaves y agradables al tacto. Esa simple vista romántica me hizo suspirar.
A mi el tiempo jamás me daría alguien a quien amar.
Con el paso de los años había formado una organización y conocido a miles de vampiros diferentes e interesantes, pero jamás podría desear a uno de ellos de tal forma. Sí, me encariñaba de ellos y los quería como a mi propia familia, pero nunca nada más allá del cariño. Deseo sexual ya no me quedaba mucho, follar con vampiros era siempre lo mismo, demasiado sobreactuado y sangriento; sexo dramatizado, casi como una obra de teatro ¿Acaso querían demostrar algo? Lo aborrecía. Aborrecía a mi propia raza, una raza poderosa y potencialmente hegemónica pero demasiado soberbia. Cada vampiro se cree rey del mundo y amo del tiempo, cuando realmente somos sólo esclavos de la eternidad.
Emperador humilde, me llaman, pero yo prefiero pensar que simplemente soy realista.
Humanos y vampiros, todos son de la misma calaña de pretenciosos egoístas. Todos menos ese chico con el pelo color chicle que parece hacerse diminuto cuando mira hacia las copas de los árboles.
Tan malditamente pequeño, sumiso y vulnerable. Había partes de mi, deseos en mi, que parecían muertos desde hacía años y que con solo encontrármelo habían despertado desde lo más hondo de mi pecho para convertirlo en el objeto de toda mi pasión. Su cara, su cuerpo, su aroma... Todo parecía pegado a las paredes de mi cabeza, forrando mis pensamientos sin dejarme descansar ni un solo segundo de mi deseo hacia él.
Había dicho que lo vería en cinco días pero tres ya habían pasado y mi cuerpo gritaba que era una atrocidad esperar un solo segundo más. Fui al lago, lugar donde lo conocí por primera vez, y esperé que aquel fuera un lugar recurrente para él porque de lo contrario enloquecería esa noche.
Una rama crujió a mis espaldas y después de ese sonido los pasos del sujeto de paralizaron, siendo sustituidos por una adorable exclamación de miedo. No necesité voltearme para ver al chico, conocía su olor y el agudo y peculiar tono de voz que tenía sobretodo cuando se hallaba muerto de miedo.
- No te vayas- dije alto y claro. Dio un primer paso hacia atrás, pero no hubo un segundo. Sonreí.- De todos modos, no puedes huir de mi- completé antes de voltearme y andar lentamente hacia él.
Su cara era pura finura, incluso cuando en ella se veía esa marcada mueca de horror.
-Acércate, chico bonito.- dije moviendo mis dedos en señal de que obedeciera. Él, temeroso, avanzó un par de pasos hasta dejar que apenas nos separasen unos centímetros. Morí de ternura cuando cerró sus ojos y mordió su labio.- eres tan lindo cuando haces esas cosas.- murmuré mientras alzaba una mano para alcanzar su rostro, haciéndolo quedar enfocado al mío. Quería ver en primera fila esos ojos llenos de misterio.
- No temas, solo vengo a asegurarme de que sigues vivo y de que no se te olvida que para dentro de dos días más te vale saber algo del vampiro que ha tenido el placer de darte un muerdo.- Él abrió los ojos entonces, mirándome directo a los míos para descubrir que aunque no dijera la verdad del todo, mis palabras eran sinceras respecto a que esa noche no tenía motivos para escapar de mi.- Ah... Debería acabar con ese vampiro por hacerle algo tan feo a tu cuellito- murmuré mientras mi mano descendía de su barbilla a su garganta. Apoyé muy gentilmente mis dedos en la piel que comenzaba a cicatrizar y de todos modos se quejó por el dolor- ¿No vas a hablarme? Si vas a estar callado siendo tan hermoso terminaré por pensar que eres un muñeco.
- N-No se que decir, me siento asustado y avergonzado- confesó sin pensárselo. Su sinceridad me pareció tan inesperada que causó un arranque de risa en mi. Él se asustó pues la primera carcajada fue sonora y brusca, pero después pareció relajarse dentro de lo que cabía y apartó su mirada hacia el suelo.- Ah, no te rías...
- Me río porque eres extraño y tierno. Supongo que te asustas porque soy un vampiro y te avergüenzas porque te halago ¿No es así, pequeñín?- él asintió sintiéndose suficientemente confianzudo como para inflar sus moflete en un gesto pueril y divertido. Me sentí orgulloso de estar siendo lo suficientemente amable como para no ahuyentarlo- Entonces ¿Que provoca en ti que te diga que eres tan deseable que tengo ganas de devorarte?
Su rostro cambió de repente. Frunció el ceño y apretó los labios mientras sus ojos se ponían vidriosos. No parecía haber interpretado la frase en el sentido que yo quería. Aunque el que él le había dado como para amedrentarse así también era cierto.
- No, no. No planeo comerte ahora - de nuevo se mordió el labio con temor y me miró de forma suplicante ¿Cómo podía resistirme a ello?- No soy tan malo, anda, no me mires así.
- ¿C-Cómo sé que no eres tan malo?
- ¿Confiarás más en mi si te curo?- pareció francamente sorprendido y después de pensárselo un rato asintió con convicción. Ladeo la cabeza cuando me vio hincar mi colmillo en la yema de mi dedo índice y de nuevo me cuestionó cuando lo acerqué a sus labios.
- ¿Q-Que?- se quedó como un idiota (pero uno bonito) mirando mi dedo con la herida ya curada y una gota de sangre deslizándose.
- Chupalo.- dije con una voz profunda y dura. Sus ojos se abrieron por la sorpresa pero cuando presioné contra su labio se comportó sumiso separando sus labios y dejándome entrar en su boca.
Tímidamente asomó su lengua para recoger la sangre que goteaba de mi dedo. Aquella pequeña rosada se manchó de un tono carmesí oscuro y cerró los ojos, el sabor era amargo y su cara demostraba que era muy sensible a esas cosas. Después de tragar aquella gota de sangre su cuello sanó por completo en un segundo, sin embargo, mi dedo seguía en su boca.
Lo sostuve con mi mano libre por la cintura, no quería que se alejara. Se tensó tanto que me mordió sin querer y tan pronto como se percató de ello dejó de hacerlo con una preocupada exclamación. Busqué con la yema de mi índice su tímida lengua y cuando di con ella la acaricié lentamente, causándole un gemido bajo tan jodidamente erótico que mis colmillos dejaron de ser lo único largo y duro en mi en ese momento.
Si seguía por ese camino iba a perder el control y eso era algo que no me convenía. Lentamente deslicé el dedo fuera de su boca, no sin antes acariciar su labio inferior con claras intenciones.
Me incliné hacia él y dejé que nuestras narices se rozaran levemente, él se sonrojó de forma violenta cuando antes de hablar exhalé sobre sus labios húmedos.
- Nunca había conocido a nadie como tú.
El desconcierto en su cara fue ejemplar cuando me desvanecí, dejándolo solo y confuso.
Era mediodía y lo odiaba con toda mi alma. De hecho en esos momentos deseé que las leyendas fueran ciertas y que los vampiros ardiésemos al sol porque estar ahí parado mientras la luz me cegaba y el bochorno me ponía sudoroso me hacía querer morir. Los vampiros éramos más eficientes de noche, de ahí que durmiéramos en horas diurnas siempre, incluyéndome; el motivo por el que había decidido ir a pleno sol a sentirme en la rama de un árbol era sencillo y estaba a orillas del lago dibujando en un cuaderno.
El humano no había reparado en mi presencia y lo agradecía: mi propósito era observarlo cómo era, no como yo le inducía a ser (asustado y lloroso).
Daba igual el asqueroso clima matutino cuando lo tenía ahí, bajo mi mirada ansiosa, porque sinceramente con solo verlo respirar se me olvidaba todo. Incluso se me olvidó mi sed de venganza y sangre la primera vez que lo vi.
Era un chico calmado y tranquilo, de trazo leve que apenas lamía el papel, de dibujos fluctuosos y delicados. Era todo aquello que deseé cuando era humano.
Si echo de menos ser un vikingo es algo que me pregunto cada día de mi inmortal vida, y siempre respondo algo diferente. En esos momento pensé que no, que tras toda esa rudeza y animalidad ahora me apetecía algo calmado y tan natural como la forma en la que el chico emulaba su entorno en hojas de papel.
Sus dibujos eran tan hermosos que cada vez que pasaba página se me encogía el corazón, pero después un trazo nuevo daba comienzo a mi próximo éxtasis.
Pintó el lago, tranquilo y nocturno, pero esta vez no parecía fruto de un recuerdo, sino salpicado por toques de su imaginación. Se intuía un aura mística y fantasiosa que se confirmó cuando comenzó a dibujar una silueta emergiendo del agua. No era algo así como un monstruo del pantano, pero tampoco se asemejaba a un puro Jesucristo que anduviera sobre el estanque. Era una mezcla entre ferocidad y elegancia. El rostro lo hizo sombrío pero marcó algunos detalles y sonreí tan grande que me dolió la boca; me había dibujado a mi.
No pude resistirme.
- Que chico tan guapo has dibujado- dije a sus espaldas. Soltó un grito nervioso y torpemente intentó cerrar su cuaderno para que no siguiera viendo aquel retrato magistral mío.
El muy patán casi tiró los dibujos al agua sin querer, pero por suerte tomé el bloc y a él, levantándolos para poder dejar el papel en el suelo y así poder acorralar al chico con facilidad.
- ¿P-Porque estabas mirando?
- ¿Porque me has dibujado?
- Pienso que eres bello. Dibujo las cosas que m-me parecen interesantes- aseveró avergonzado.
- Entonces te intereso. Tú a mi también.- la picardía en mi mirada le dejó sin habla pero sin embargo relajé el ambiente acariciándole con suavidad el rostro- Me interesa saber de donde vienes, a donde vas, porque estás aquí...
- Aquí he nacido y aquí moriré, no hay más. Solo espero no morir pronto, por favor- eso último lo dijo en voz baja y justo después elevó la vista desde el suelo para ver mi reacción, solo sonreí con ternura pero por mis colmillos él vio malicia en mi gesto así que solo se mordió el labio y volvió a desviar sus ojos con indefensión.
No era extraño que yo confundiera a la gente así; uno no puede verse bueno después de matar. Simplemente hay manchas de sangre que jamás se borran. Jin venía a mi cabeza cada vez que pensaba en eso y sentía que me iban a estallar los sesos.
Su recuerdo dolía tanto que cuando lo tenía muerto entre las manos no pude evitar emular en mis brazos la sensación de cuando él era solo un bebé envuelto en sábanas al que tomé de su cuna para abrazarlo. Dolía demasiado, demasiado como para pensar, como para llorar; como para vivir.
Respiré hondo y me concentré en la voz del hermoso humano que tenía delante. Si solo lo miraba a él, si solo pensaba en él... todo estaría bien.
- Mis padres se fueron a la gran ciudad a buscar éxito y dinero pero yo soy más simple, no quiero pasar la vida tratando de ganarme la vida, es paradójico... Por eso decidí quedarme en un lugar como este. Además amo la naturaleza y la tranquilidad que me da, no puedo vivir sin ella, no podría vivir de otro modo- dijo casi emocionado, con un tono extrañamente vacilante en su voz y los ojos brillantes- No me imagino la vida sin las cosas que amo.
- Ah... Me habría gustado conocer a alguien con una vida como la tuya cuando era humano. Yo fui un vikingo y sinceramente todo era brutalidad, violencia, excesos y tensión. Nunca me paré a mirar las cosas y pensar en ellas, o a dibujarlas- reí, mirándolo por la clara indirecta. Solo enrojeció y sonrió de forma ladeada. Era como un agradecimiento.- Solo destruía y ahora siento que estoy atrapado en eso. Es más de lo mismo, siempre. Solo mato.
- No tienes porqué ¿Por qué quieres matar a ese vampiro que me mordió?- preguntó el chico ladeando la cabeza, como si su inocencia le hubiera llevado a perdonar a su cazador. Si tan solo supiera que nosotros no somos tan benevolentes con ellos ¿Qué pensaría? ¿Podía acaso odiar?
- Dirijo una organización basada en el exterminio de vampiros que llamen la atención de los humanos y pongan nuestro secreto... en... en riesgo- Me quedé pensando en mis palabras. Hasta el momento había tenido muy claro que la pena de muerte era el castigo que el pelinegro se merecía por dejar con vida a un chico humano que conocía lo que éramos, pero después caí en lo que eso significaba. Si yo era un hombre de palabra y austero (y, creedme, lo era) tendría que matar a mi hermoso interlocutor.
Solo carne con sangre en las venas que la mueve, solo es eso, me dije. Pero no lo era, ningunos ojos brillaban como los suyos al ver el mundo. Nadie me trazaría de esa forma ni se detendría a emborronar el lápiz con el dedo para remarcar mis hoyuelos. Él era el único que retrataría al diablo y tendría después la osadía de sonrojarse, como si no supiera lo que hacía.
La idea de matarlo dolía tanto que hacía que el recuerdo de SeokJin saliera a flote en mi mente. Todo era demasiado, solo decidí pensar en eso luego.
Nada estropearía ni uno de los preciosos segundos que la compañía de ese mortal me regalaba, ni su propia muerte.
-Además- añadí, pareciendo ya más lúcido- ese vampiro no solo ha matado demasiado y contado el secreto a un humano sino que también ha matado a quien yo consideraba un hijo y me ha obligado a mi a matar a alguien que también tenía en ese puesto. Eran las personas a las que más quería en el mundo y, sí, eran ellos los encargados de asesinar a ese vampiro así que en cierto modo entiendo lo sucedido: él solo se protegía. Pero de todos modos no descansaré hasta vengarme o morir en el intento. Total ¿Que tengo ya que perder? Solo la eternidad y eso ya no es nada para mi.- él me miró extraño cuando hablé de venganza, pero no cabía esperar más de alguien tan puro.- Es una cuestión de honor, no espero que alguien de tu tiempo lo comprenda.
- El honor no es nada, no existe. ¿Por qué morirías o matarías por él?- pareció casi desesperado al preguntar aquello ¿Tanto dolía la duda? Sin aliento y mirándome a los ojos, como si tratara de salvarme de algo. Quizá me ahogaba en mi pasado y no me estaba dando cuenta.
-Cuando a uno ya no le importa nada, siquiera la propia existencia ¿Que queda sino el honor? Algo que trasciende a la muerte, al hastío... Quizá son solo palabras bonitas para decir que lo uso par dar sentido a mi existencia porque nada más puede. Es una tontería, lo se ¿Pero no lo es el amor también y muchos mueren por él?
-El amor es diferente. No se puede explicar con palabras, el honor sí, tu acabas de hacerlo- refutó rápido y vehemente, de golpe parecía confiado y lleno de energías. Como si estuviese enamorado y hablar de ello le revitalizara. Me sentí tan, pero tan celoso...
-No te voy a contradecir. No se si me he enamorado así que no se si tienes razón.- me encogí de hombros, tratando de parecer desinteresado.
- ¿Jamás te has enamorado?- preguntó ojiplático. Por algún motivo se mordió el labio.
- Eso creo.- dije simple- ¿Tú sí?
- Sí.- mi pecho vibró por un rugido que desde mi corazón clamaba por salir, pero me contuve y solo apreté la mandíbula deseando encajarla en otro lado.- Yo me enamoro cada día de todas las flores que veo o de los pájaros que oigo cantar. Creo que vivo enamorado perpetuamente porque todo lo bello del mundo me hace sentir lleno y feliz ¿Nunca nada te ha hecho sentir así? Como si las palabras no importaran y fuera solo la existencia del otro lo que hace que sientas que perteneces a una sinfonía...- Aspiró cuando una brisa golpeó su cara, trayendo un fresco olor a pino que parecía agradarle tanto o más que la idea de una utopía celestial. Ladeó su cabeza cerrando los ojos y dejando que el deleite de las esencias de aquel pequeño paraje natural lo acunara.
Ese gesto inocente y tan natural me resultó en extremo sexy y tentador. Dejando desprotegido su cuello logró que el olor a sangre escalara hasta mi nariz, haciendo mi boca salivar y mis encías doler. Me sentía enfermo y retorcido por los pensamientos que tenía en el momento, tan antitéticos a la paz interior que ese humano desprendía por cada poro.
- Bueno, hay algo bello, pequeño, frágil y maravilloso que me hace sentir como si el mundo no existiera. Pero no se que hacer con ello.-Le miré a los ojos convencido de que el magma de mi pupila ardería calentando sus mejillas y, con suerte, el resto de su cuerpo, pero no me entendió. Dios ¿Cómo podía algo ser tan inocente?
-Hay flores que si las cortas para llevarlas contigo mueren y pajaritos que si no acoges no alzan el vuelo de nuevo. Todo depende de tu amado. Debes hacer con él lo que él sienta que debe suceder- señaló con alegría, pareciendo sentirse cómodo frente a mi.
- No sé qué siente...- confesé exasperado. Quería lanzarme y besarlo para que de una vez por todas entendiera por donde iban mis indirectas, pero pese a mi robustez y siempre calmado temperamento, me sentí inseguro ¿Y si no era inocencia sino rechazo? Si así era, no me aventuraría a descubrirlo con mis labios.
- Entonces pregúntale.- sonrió de oreja a oreja, sin noción alguna del completo manojo de ideas y líos que era mi cabeza en ese instante.
- Ya lo estoy haciendo...
Que qué hizo al escuchar mi confesión es una muy buena pregunta; una a la que no podré responder jamás porque el pánico me invadió en ese instante y me fui, demasiado rápido como para llegar a escuchar una protesta de su parte.
Tantos años sin encarar a un humano por hastío a su arrogancia y ahora era miedo a su sinceridad lo que me hacía evitar a uno de ellos.
Si el terror a no ser correspondido es lo que me hace débil, solo hay que acabar con ello, pensé. En ese momento me alegré de no haberle pedido el nombre a tan apuesto mortal, así su recuerdo sería más confuso, más difuso a la larga; si uno no sabe el nombre de la lápida que debe visitar llorará menos sobre ella.
Humanos, simple comida, incapaces de amarnos. Vampiros, depredadores antes que amantes. Jamás se me iba a olvidar eso. Él no me haría olvidarlo.
Ya había pasado un tiempo, aunque no mucho, sin que yo tuviera noticias de Hoseok y eso en parte me preocupaba, en parte me relajaba. A Suga y Jimin les había hablado de mis encuentros con el más viejo vampiro, aunque omitía su clara seducción y el hecho de que yo ya había caído en sus redes; para resumir les decía que simplemente venía para amedrentarme hasta el día de hoy, cinco días después de nuestro primer encuentro, fecha donde él esperaría información sobre los fugitivos y yo esperaba saber mentirle bien.
Sí, lo amaba de una forma extraña, enfermiza y sedienta pero Jimin y su novio gruñón me habían contado todo lo sucedido y les creía (bueno, al gruñón no, pero a su novio adorable y tierno sí); ellos no tenían la culpa de lo sucedido así que no pensaba traicionarlos, sin embargo, no quería alejar a J-Hope.
Esa noche, cuando me encontrase con él, tenía planeado decirle que no sabía nada de esos dos y que el único vampiro en el que tenía mis ojos era él, que lo amaba y deseaba más de lo que mi maldito cuerpo podía soportar.
Y sonará extraño que lo ame sin apenas conocerlo, pero es que no lo necesito ¿Acaso los poetas, que escriben lírica amorosa, saben siquiera el nombre de las musas que los poseen?
De hecho llegué a pensar que había puesto un hechizo en mi o algo semejante. Más tarde dio la coincidencia de que Jimin me contó que los vampiros ejercían sobre los mortales una atracción irrefrenable. Combinando eso con el hecho de que Suga había admitido que los poderes de los no-muertos, aumentaban con la edad, ya tenía una explicación a porque mi amor por ese ser se convertía ciertas noches en devoción y me atravesaba el cuerpo con ardor y anhelo.
No estaba ni frente a las aguas de mi querido lago cuando un impaciente vampiro aterrizó frente a mi, dejándome entre su poderoso cuerpo y el tronco de un árbol cercano. Miré al suelo avergonzado y sonreí coqueto. No fui capaz de pronunciar palabra alguna pues notaba su respiración pesada sobre mi y eso solo me indicaba lo que sucedería. Me mordí el labio con nerviosismo, dejándolo tan sensible que casi podía imaginar el beso que venía. Parpadeó batiendo mis largas pestañas y elevé la vista dispuesto a un fugaz contacto visual previo al ósculo que yo anticipaba.
Algo andaba mal. Sus ojos rojos y colmillos afilados no lucían atractivos como las veces anteriores, ahora solo amenazaban con una ira que parecía no tener fin. Dí un brinco asustado al verle el rostro y él solo me tomó con fuerza los brazos para que no me moviera más.
Sus dedos fuertes me hicieron daño pero pese a mi quejido no se detuvo. Comencé a asustarme de veras.
- Ya te dije, vengo a por información del vampiro que te mordió. Nada más.
- ¿Q-Que?- pregunté desconcertado ¿Acaso no se me había confesado y huido hacía solo días? ¿Acaso su corazón no sentía ya?- No se nada de eso...
- Entonces...- dijo sombrío- No me sirves- Tomó mi cabello con brusquedad y lo jaló a un lado. No tuve tiempo de reaccionar más que gritando y dejando que lágrimas corrieran por mis mejillas. No, eso no tenía que estar sucediendo, no así.- De todas formas, jamás podrías amar a un monstruo como yo...- susurró triste, sobre mi cuello.
Sus colmillos fueron más rápidos que mis palabras así que no lo pude contradecir. Su hundió en mi y no de una forma erótica. Dolía como el infierno y sentí como si me atravesaran el cuello con hierro ardiendo, era tan horroroso. La humedad que goteaba en mi camisa, enfriándose, me asqueó y cuando vi eran chorros de mi propia sangre me alarmé tanto que solté un gemido penoso.
- Mierda ¿Porque no puedo matarte?- preguntó con desesperación, casi al borde de las lágrimas ¿Matarme? Entré en pánico, pensaba que él solo pretendía morderme para hacerme temerlo, pero jamás imaginé que llegaría tan lejos ¡No quería morir! ¡Me quedaba demasiado mundo que contemplar! Sus labios finos golpearon los míos y con un visaje asqueado me aparté; el sabor de mi sangre rozó mi lengua, haciéndome querer vomitar.- Tengo que hacerlo...-murmuró enfadado antes de lanzarse sobre mi cuello otra vez
Los colmillos rozaron la piel abierta y yo solo quería vivir. Deseaba vivir, lo necesitaba, por encima de todo; y de todos.
- ¡E-El vampiro es...ta en mi c-casa!
Lo logré, me había dejado en paz, estaba solo. Pero ¿Que había hecho? No quise jamás traicionar a esos chicos que carecían de culpa alguna pero tenía algo que claro y era que si se trataba de inocencia frente a ese asunto, yo me llevaba la palma. De todos modos, no quería que les sucediese nada.
j-Hope no sabía dónde vivía y seguramente trataría de rastrear el lugar por mi aroma, el pueblo era pequeño así que lo lograría relativamente rápido. Aún así yo tenía cierta ventaja; ventaja y dos agujeros abiertos en la yugular.
Quizá no me quedaba sangre en las venas, pero mi pecho estaba henchido de nobleza y convicción: No dejaría morir a dos inocentes y no dejaría a Hoseok irse sin una explicación.
Casi arrastrándome y tambaleándome como una peonza sin fuelle, logré llegar a casa y afortunadamente fui el primero. Abrí la puerta dejando que el peso de mi cuerpo la empujara y cuando creí que me daría de bruces contra el suelo Suga me estaba recogiendo, aunque no de una forma demasiado gentil. Sentí sus grandes pero finas manos sobre mi cuerpo mientras me apoyaba contra la pared para que consiguiera estabilizarme y el terror volvió a mi.
- ¿Que ha sucedido?- se aventuró a preguntar Jimin, notablemente preocupado.
- L-Lo siento... le he dicho a Hoseok sobre vosotros... viene hacia... a-aquí.
- Hijo de perra, te dije que si nos traicionabas...- La mano de Suga se envolvió en mi cuello haciendo la herida palpitar y yo chillé.
Mis piernas no tenían fuerza y se convirtieron en un peso muerto, pero no caí: los dedos de Suga en mi garganta me mantenían arriba y me quitaban el aire. Dolía tanto...
Su mirada plagada de odio y fuego me recordó a la de J-Hope cargada de decepción. Yo solo quería vivir e intentaba hacerlo todo bien, ayudar a todos, sin embargo ¿Porque recibía tanta furia, tanto dolor?
- P-Por favor, no tenía más opción y-yo...
- Cállate. Ya te advertí, voy a mata-
- ¡Suga!- la dulce voz de Jimin y un puchero suyo; sí, eran cosas hermosas, pero ¿Ese era el valor de mi vida?- No lo hagas, no es su culpa ¡Por favor!
-Argh ¡De acuerdo!- gruñó el vampiro antes de soltarme, dejándome caer violentamente al suelo.
No podía aguantarlo más, estaba comenzando a perder mucha sangre y no parecía importarle demasiado a nadie.
Comentarios
Publicar un comentario
Comenta: