Capítulo 17: final

 -Gracias por dejarle vivir...-susurró Jimin con su maldita voz de angel. Necesitaba tanto escuchar ese tono agudo gritar por ayuda mientras lo mordía; o gritar por más mientras lo fo... ¡Mierda! No era el momento de pensar en sangre ni en sexo, pero ese maldito Zelo no podía parar su hemorragia y el solo olor de la sangre era suficiente para agudizar mis sentidos y nublar mi juicio.

Su aroma, sus quejidos, mi incapacidad para proteger a Chim Chim y la amenaza constante de Hoseok viniendo a nosotros. Mi cerebro palpitaba contra el cráneo y un dolor de cabeza titánico me hizo gruñir.

- ¿S-Suga?- Maldita sea la dulce voz de Jimin, que actúa como anestésico y me hace olvidar el mundo a mi alrededor aunque estemos todos a punto de ser jodidamente asesinados.

Me acerqué a él con pasos decididos y sus ojos relucieron con temor y amor. Era tan perfecto y contradictorio, mentiría si dijera que la confusión de su alma me enredaba. Lo tomé fuere de la cintura; en momento como esos necesitaba su piel bajo mis dedos para sentirme seguro. Si podía aferrarme a él podría protegerlo; debía hacerlo.

-Pides tanto, pequeño mocoso. Vas a pagar por tus caprichitos, que lo sepas; cuando todo esto se solucione no andarás en un jodido mes.- escuché el sonido de la saliva bajar por su garganta y bajo mis dedos, aún con la ropa de por medio, noté el vello de su piel erguirse en alerta.

Después la puerta fue arrancada de sus visagras y voló como un proyectil hasta el fondo de la entrada, destrozando una pared. Por suerte ninguno de nosotros estaba en medio del camino de aquel trozo de madera astillado.

Tragué saliva al ver a J-Hope. Si luchaba contra él con las manos desnudas no había esperanza para mi.

Miró al chico del suelo y tensó su mandíbula al verlo ahí. Respiró hondo dejando que el aroma de la sangre hiciera su apariencia vampira aflorar y cuando pensé que se agacharía para succionar ese cuello herido hasta ganar fuerzas suficientes como para aplastarme con un solo dedo, apretó los puños e ignoró a Zelo.

- Vamos ¿No quieres morir luchando?- preguntó con una sonrisa socarrona en su rostro y mi corazón se contrajo.

Tanto poder en mis manos, tanta fuerza y vigor. Pero con esa mirada sobre mi me sentía humano de nuevo; Hoseok me desnudaba de mis poderes con solo su presencia. Ese era el efecto que los mayores tenían en lo que aún estábamos iniciándonos: la diferencia entre mi leve aura oscura y la densa negrura de sus pupilas.

Si soplaba su aliento me llevaría a donde quisiera como si fuera de papel. Me sentía tan débil, tan inerme ¿Es así ser una víctima?

Si luchaba perdería. Perdería Jimin. Me mordí la lengua hasta que sangró y entonces destrocé mi orgullo con simples palabras:

- Por favor, deja que él se vaya.- Jimin se volteó para verme con los ojos más decepcionados que toda una eternidad de miradas podría mostrarme. Se me partió el corazón.

Pero Park debía desengañarse: el amor y la voluntad no todo lo podían. Dulce como la miel y mortal como el veneno, esa fantasía era como algodón de azúcar; igual que frágil.

- Él irá con Namjoon y Seokjin- me respondió serio. Un brillo en sus globos me mostró un trozo de su alma a punto de llorar y pese a mi compasión actué aprovechando ese instante donde el corazón opacaba sus ojos.

Mis manos estaban a menos de un milímetro de su cabeza y solo tenía que ceñirlas contra esta y apretar para que estallara entre mis dedos y todo terminara. Me sentía tan orgulloso, lleno de desesperación me había movido tan veloz como mi cuerpo me permitía (y más, pues no recordaba haberme desplazado tan ágilmente otrora) y ahora rozaba casi los cabellos de uno de los vampiros más poderosos (aunque él estaba a la sombra de otro como Tae Yang, que se sentirían ofendidos si tuvieran que tocarme con sus poderosas manos para asesinarme).

Sus ojos estaban al frente, ni siquiera su vista había podido percibir mis movimientos ¡Era genial! Me apresuré a matarlo, pero de repente paré en seco como si alguien hubiera detenido el tiempo y yo me hallara congelado en un instante eterno.

Mi cuerpo golpeó el suelo fuerte y sentí las baldosas romperse contra mi espalda ¿No estaba yo en el aire hacía solo un instante? Los ojos de Hoseok seguían en el frente; su pie en mi pecho, rompiéndome las costillas.

Me había equivocado, no es que no me hubiera visto, sino que no necesitaba mirarme para predecirme. Era jodidamente temible.

Apretó un poco el pie. Un crujido en mi caja torácica y el pulmón llenándose de sangre, perforado por el hueso roto. Un gorgoteo sanguinolento salía por mi garganta y pese al dolor no fui capaz de gritar, solo sangre oscura salía de mi boca y nariz y aunque no necesitara respirar, la imposibilidad de hacerlo me abrumó.

Era como morir por segunda vez; y esta era peor que la primera.

Golpeé su pierna con todas mis fuerzas esperando lesionarlo; aunque no le causé daño alguno no fue en vano pues logré escapar de su maniobra y ponerme en pie de nuevo. Los segundos que tardé en incorporarme fueron decisivos en la curación de mi herida fatal y por suerte tras escupir aquel líquido rojo y burbujeante, me sentí dispuesto a seguir con aquel pugilato.

- ¡¿Es que acaso no pelearás en serio?!- cuestionó al borde de la carcajada iracunda. En un movimiento rápido llegó hasta la mesa y arrancó una de sus patas con increíble presteza.

Lo siguiente que vi fue su cara frente a la mía y su mano empuñando aquel cilindro caoba que pronto se teñía de rojo. Aquella arma se había clavado en la pared dejando que partículas de yeso contaminaran el aire; y yo estaba empalmado en la madera como un animal recién cazado. Me había atravesado el estómago pero fue tan brusco que no sentí un ardor infernal hasta que miré abajo y vi el gran hoyo por el que mis intestinos trataban de salir, apretujados entre sí y viscosos.ç

- ¡NO, SUGA!- un grito desesperado y pasos apresurados. Mi corazón se paró un segundo. No, que Jimin no se acercase, por favor. Era lo único que quería, pero mi voz parecía atrapada en un lugar lejano a mi garganta.

Un grito estaba anclado en mi estómago y el peso de su pronunciación no lo dejaba salir.

Las manitas de mi humano se pronto estrujaron mis vísceras, empujándolas hacia mí con más preocupación de algo, como si eso fuera arreglarme, pero sus dedos finos y ensangrentados fueron arrancados de mi carne con maldad.

Ver a Hoseok sosteniendo a mi precioso chico hizo que mi corazón se estrujara dentro de mi pecho, muerto de miedo ante lo que podría acontecer.

Reaccioné rápido avanzando hasta sacar de mi aquella viga punzante que perforaba la mayor parte de mi abdomen. Hoseok se preparó para morder a Jimin al verme correr hacia delante pero cuando pasé de largo lo dejó intacto y él me siguió con la mirada llena de curiosidad. No fui tan imbécil de intentar atacarlo a sabiendas de que dejaría seco a mi humano antes de que yo llegara a golpearlo (de hecho era tan fuerte que podía hacerlo mientras yo le golpeaba).

Zelo tembló de pavor en mis brazos y no sentí pena ninguna por él, no mientras Jimin estuviera en peligro. Mis ojos solo podían evaluar los movimientos a su alrededor; mi corazón no sentía más allá de ese hombre, estaba muerto en lo que respectaba al mundo que no era Jimin; aunque para mi todo mi mundo fuera aquel maldito mortal.

- ¿Que se supone que haces?- sus palabras sonaron extrañas, estaba apretando los dientes. Como deseé había dado en clavo, J-Hope tenía sentimientos por ese humano y podía usarlo en su contra.

Sonreí cínico y encajé mis colmillos en la herida de Zelo, que ya había dejado de sangrar. Ignoré los gritos, los quejidos y la forma en que los nudillos de Hoseok se pusieron blancos por tanto apretar su puño. Me centré, la sangre era deliciosa y me daba un vigor divino, pero ese no era el plan. Ni con un banquete de humanos lograría llenarme de la fuerza necesaria.

Me despegué de su cuello, dejando que ese precioso líquido se derramase mientras yo hablaba. Solo quería callarme y lamer mis propios labios embadurnados de delicioso rojo, perfilar mis dedos manchados con la punta de mi lengua y volver a ese cálido y acogedor cuello hasta dejarlo frío y vacío como mi jodida alma. Pero Jimin era más importante.

- A este pequeño le queda poco menos que un mordisco. Puedes matar a Jimin mientras yo termino de cenármelo o dejar que se vaya y venir a por este pobre humano.- pareció que la tensión era tan densa que pesaba en mis hombros y se mezclaba con el aire que entraba en mis pulmones, haciéndome sentir que respiraba algo sólido, algo que me ahogaba.

Silencio y dos corazones latiendo. El más lejano a mi se aceleraba con terror y el más cercano noté que comenzaba a ralentizarse. Había perdido mucha sangre, no aguantaría así. Los latidos más ralos, más débiles...

- ¡Mierda!- Jimin cayó al suelo en ese momento y gritó mientras los pies de Hoseok podrían haber partido el mundo entero de lo fuerte que venía hacia mí.

- ¡Jimin huye, corre!

- P-Pero-

- ¡AHORA!- Nunca antes le había hablado tan enfadado, ni tan enserio; y nunca antes me había hecho caso tan rápido. Por eso a partir de entonces comprendí lo divertido que podía usar mi seriedad para aterrarlo y volverlo un chico bueno y sumiso cuando yo lo deseara.

Salió corriendo con los ojos llorosos y del mismo modo Hoseok se plantó frente a mi.

- Si me dejas escapar lo soltaré, pero al mínimo movimiento sospechoso que hagas le partiré el cuello. Da igual cuan veloz seas, eso es algo que como sabrás se hace muy rápido, demasiado como para que puedas impedirlo.- los pasos de Jimin ya no sonaban como un dramático redoble de tambores en el fondo de mis orejas y ni siquiera podía percibir su aroma dulzón. Me relajé sabiendo que estaba lejos.

Su vida ya no estaba en peligro, así que ahora ya no tenía nada que perder; técnicamente mi vida me la arrebataron años atrás.

- Suéltalo- no me lo pidió. Lo ordenó, lo vi en sus ojos junto a la frustración de tener que postrarse ante un inferior. Y en esa misma mirada vi una promesa de muerte.

Dejé a Zelo caer al suelo y cuando Hoseok se distrajo, obviando que yo escaparía, lo empujé.

No parecerá muy importante, pero me incliné un poco, así que no solo se proyectó hacia atrás de forma violenta, sino que su cuerpo también se torció formando un cierto ángulo; uno perfecto para la incisión.

La pata de mesa, que seguía anclada a la pared y a una altura algo baja, entró por arriba de su nuca y atravesó el cráneo, saliendo por la frente. Desearía saber la expresión que le quedó en el rostro, pero la sangre lo tapó como un honorable manto fúnebre.

Una muerte más, un motivo más para arrancarme de la definición de humano; una noche de insomnio más, una lágrimas más. ¿Que importaba ya?

Un gritito se escuchó desde el suelo cuando me vi media vuelta y me apené al ver a Zelo luchando en el suelo por escapar de mi. Se trataba de arrastrar reptando sobre un charco de su propia sangre, salpicándose de su patetismo.

- No voy a matarte.- aclaré cuando me agache a su altura. Preparé mis colmillos para abrirme el dedo y curarlo, pero cuando comenzó a llorar tras oírme, me detuve.

- Ha-hazlo...

Oh, pobre Zelo ¿Acaso él se había dejado seducir también por la muerte? ¿Había comprendido que el don de un vampiro es el de atraerte hacia un mundo de dolor del que solo la muerte puede liberarte? Fuera como fuera me esforcé en hacer algo lindo por una pobre alma a la que, por primera vez en mi vida, mataría por una buena causa: Le sonreí con dulzura.

No me hizo sentir bien del mismo modo en que asesinar despiadadamente no me hacía sentir mal. Vacío. Ese tipo de sentimientos estaba obsoletos para mi.

Un crujido amortiguado fue su ridícula sentencia de muerte, pero partir su cuello me pareció una forma rápida de terminar todo. Y si había sido un mal método tampoco importaba, en unas semanas sería ya un rostro difuso en mi memoria, otra cara muerta entre mis manos.

- Ya puedes dejar de correr, idiota asmático- me burlé al ver a Jimin todo sudoroso y enrojecido apartando ramas y plantas colgantes con sus manos mientras atravesaba el bosque a toda prisa, huyendo de la muerte inminente que ya no le acechaba ni lo haría jamás.

Paró en seco al escuchar mi voz y cayó rendido al suelo, respirando con dificultad y apretándose el pecho dramáticamente.

- I-Idiota.- me dijo frunciendo el ceño con enfado al verme andar elegante hacia el desastre que él era- Y no soy asmático, mi culo es grande y por eso me canso al correr. Para lucir hay que sufrir.

Le ayudé a levantarse del suelo no sin aprovechar para darle una nalgada a tono con su reciente comentario. Enrojeció todavía más (si seguía así inventaría un nuevo tono de rojo) y se recargó en mi para descansar.

- ¿Q-Que ha pasado con Zelo y J-Hope?- preguntó temeroso.

Recordé a Kook, la mentira que precedía a la actual. No me gustaba engañar a Jimin ni ocultarle cosas pero el mundo tenía demasiado horror que ofrecerle y no deseaba que lo viera todo de golpe. Solo deseaba protegerlo, aunque fuera de la verdad.

- Van a estar juntos, hasta que la muerte los separe.

- ¿Como nosotros?- preguntó tiernamente. Tragué saliva recordando la escena de hacía unos minutos. No, así no.

- Parecido, pero la muerte no se va a atrever a jodernos, eso te lo aseguro.

Jimin era feliz. No estaba bien, no estaba recuperado y jamás lo estaría, pero era feliz y eso es lo único que me importa en esta vida y en esta muerte. Había pasado un año y mi querido humano de pelo anaranjado y ojos alargados y pequeños había conseguido matrícula de honor en el primer curso de la carrera. Mi bebé era tan listo y se le veía tan adorable mientras estaba sobre el escenario hablando a los de primer año que recién llegaban con esa voz dulce y llena de hesitación. Me había superado por una décima y sinceramente aquella fue la derrota más dulce que jamás he sentido.

Él nunca olvidó a JungKook o a Zelo, o siquiera al chico sin nombre que una vez me ayudó a matar, pero yo tampoco olvidaba a Tae. No, no lo habíamos superado.

Hay cosas que simplemente no se olvidan jamás, pero eso no significa nada. No somos perfectos, por eso tenemos que aprender a vivir con dolor en nuestros corazones. Por eso la sonrisas de Chim Chim valían tanto, porque eran verdaderas pese a todo lo que tenían detrás.

Había hecho nuevos amigos, al igual que yo, pero no trataban de ser la sustitución de nadie y no por ello eran menos; diferente, todas esas personas ocupaban o habían ocupado un lugar diferente en nuestras vidas y no por ello mejor o peor.

Hicimos algún arreglo para que yo pudiera ser el nuevo compañero de Jimin (y con arreglo me referiero a usar mis encantos para seducir a un par de chicas que tenían acceso a lugares privilegiados de las bases de datos de la universidad) y verlo despertar cada mañana me devolvía a la vida.

Soy un vampiro, no me agrada el sol, pero Jimin hizo que para mi los días fueran radiantes y hermosos. No me importaba deslumbrarme si era con su sonrisa; pese a ello las noches eran obscuras y cuando el silencio lo inundaba todo y mis abrazos no eran suficiente como para arrancar a Chim Chim de los horribles pensamientos de su cabeza, él decía y un mar de lágrimas se avecinaba tras el primer suspiro de la madrugada. Solo mis besos lo calmaban y aunque necesitara descansar el sueño le devolvía a un mundo de pesadillas que jamás podríamos dejar atrás.

Un día me preguntó porque dolía tanto. Yo solo le dije que la vida dolería, pero que sería para siempre; ese era mi don.

- ¡Jimin!- escuché una voz gritando su nombre con dramatismo, alargando la última vocal y sonreí antes de rodar los ojos.

Ese pesado y empalagoso chico debería estar repitiendo el trabajo que acababa de suspender, pero bueno, nadie pudo resistirse a nuestro plan de ''películas, palomitas y mantas''. Iba a ser una noche para el pequeño y yo pero tan pronto los amigos de ambos se habían enterado (y siempre se enteraba de todo porque eran incluso tan fisgones como el mismo Jimin) habían comenzado a sumarse uno a uno.

- ¡Kai! ¡Pesas! - le gritó cuando el repetido de piel más oscura se lanzó sobre él para darle uno de sus famosos abrazos de oso que al parecer solo yo podía resistir sin flaquear.

Uno, dos... Tres segundos antes de que el gran culo del menor golpeara el suelo y ambos rodaran quejándose.

- Solo era un abrazo...- se quejó el chico mientras se levantaba y Jimin se sobaba el trasero. Si aquel golpe le había dolido, esa noche el pobre lo pasaría muy mal; o muy bien.- ¡Hola Suga!- chilló en un tono extremadamente dulce. Me daban arcadas.

- No me llames así.- dije en tono frío, apartándome cuando él abrió sus brazos esperando un abrazo de mi parte. Hizo un puchero así que me acerqué y le di un par de palmadas esperando que se sintiera satisfecho.

- Aparta inútil- farfulló Sehun quitando a Kai de enmedio para poder cruzar el umbral de la puerta, no sin antes dejarle paso a Baek.

Este último saludo con un animado movimiento de mano y una pequeña y cálida sonrisa.

- Ah, tienes que decirme que te pones para parecer siempre un bebé.- bromeó Baek tomando una de las níveas mejilla de Jimin y tirando de ella, creando así una adorable y chistosa mueca en su cara.

Ambos nos miramos con complicidad. Si ellos supieran... Jimin también se sorprendió cuando se lo conté y no era para menos. Cuando un humano consume sangre de vampiro una vez, se cura de todos sus males. A la segunda probada de nuestro néctar el mortal no sólo sana, sino que además vuelve a tener la misma edad que tuvo la primera vez que bebió de un vampiro. Jimin solo lucía pues un año más jóven de lo que en realidad era, pero de todos modos eso era notorio.

Además puesto que yo lo mordía recurrentemente y después lo sanaba él bebía de mi sangre con frecuencia.

Antes de apagar las luces y sacar las palomitas del microondas silencié mi teléfono, no quería molestias durante la sesión de películas de terror, nadie debida interrumpirme mientras abrazaba a un miedoso y suave Jimin. Vi un mensaje de Daesung antes de bloquear la pantalla y sonreí. Me invitaba a ir de cacería la noche siguiente y en verdad lo agradecí; andaba sediento esa última semana y Jimin tenía muchos exámenes así que pensé que beber de él podía serle perjudicial; en resumen: estaba viviendo un horrible periodo de sequía.

Daesung no era demasiado viejo, pero si poderoso y un gran compañero y amigo que aunque asustara a Jimin me ayudaba siempre a protegerlo y mantenerlo al margen de lo que yo era y causaba. Le estaba muy agradecido.

- No voy a dormir esta noche...- murmuró Jimin viendo los sangrientos créditos iniciales de la primera película. Escondió su cara en mi pecho cuando aún ni había empezado ¿Se podía ser más adorable?

- Te aseguro que no...- murmuré para mi, aunque con esperanzas de que él también lo escuchase. Una sonrisa cruel y deseosa escapó de mis labios y cuando observé el panorama vi una parecida en la boca de Sehun mientras acariciaba la espalda de Baek para calmarlo.

Kai simplemente engullía palomitas de forma ansiosa mientras sus ojos se clavaban en la luminosa pantalla.

El calor se instaló en mi pecho. Todos aquello parecía tan normal que pese a que yo jamás llegaría a serlo, sentí por un momento que podía dejar de huir y esconderme del mundo. Que ese era mi sitio; era mentira, por supuesto. Allí afuera me esperaban enemigos de grandes colmillos y cadáveres que esconder, pero no por ello merecía menos que otros esa sensación ilusoria de un hogar.

Mas tarde todos se quedaron dormidos en el pequeño sofá y yo cargué a un somnoliento Jimin hasta la cama. Esa noche no iba a ser lo que yo había planeado ni lo que mi entrepierna me pedía a tirones pero no importaba, nada podía decepcionarme si venía de Jimin.

Lo recosté en el colchón y acaricié su apacible rostro dormido. Mientras le tuviera a él todo estaría bien para mi. Él era mi hogar y sus besos mi zona segura, pero la incertidumbre de si él seguiría bien me mataba.

Sus amigos, roncando en el salón, que tan felices le hacían morirían algún día y él debería verlos quedarse sin fuerzas hasta agotar sus vidas.

Vería el mundo derrumbarse y surgir de sus escombros para formar algo nuevo destinado a caer.

Todo lo que conocía se tambalearía y volvería polvo. Todo cambiaría.

Yo solo espero que él tome mi mano durante este largo viaje.


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