Antes de empezar la época de estudio para selectividad, os dejo un cap <3
- ¡No pienso ser yo! ¡Ni de coña!- los gritos se oían desde la sala principal, donde el grupo debería efectuar sus reuniones desde el anterior día (la graduación) en adelante.
- ¡Hey! ¿Qué pasa?- preguntó Leo desperezándose después de la carrera que tuvo que hacer para llegar, más o menos a tiempo, al lugar.
- Llegas tarde, en pijama y desayunando. Eres un desastre- rió Jay señalando las holgadas prendas azul celeste con un estampado de ositos de terciopelo que Leo vestía y fijándose en el tazón de leche de almendras y cereales crujientes de chocolate que sostenía, humeante, entre sus manos.
- ¿Puedo?- pregunto Jackson adelantándose a la respuesta evidente y robándole unos cuantos cereales sin avisar.
- Estábamos debatiendo quién será el ''cuidador'' del vampiro.- dijo Sara con aburrimiento, y le dirigió una mirada recelosa a Jay- Aunque todos sabemos quién debería ser...
- ¡Sara! Os he dicho que yo no tengo tiempo, además, soy tu jefe ¡Respetame de una buena vez y deja de hacer la madura, niña!- Jay cruzó los brazos y a todos, o casi todos, les pareció que su rígida pose era imponente.
- Como digas...- suspiró ella rodando los ojos.
- ¿Pu-puedo ser yo?
Todos, e incluso el mismo Jay, se giraron hacia Leo y le perforaron con unos ojos abiertos como platos y brillantes en luces de sorpresa.
- No me miréis así, parecéis todos hienas hambrientas. O violadores.
Jackson y el mismo autor de la broma rieron un poco por la broma, pero el resto seguían absortos en la sorpresa, sin dar crédito a lo que habían oído.
Claramente todos estaban de acuerdo, nadie quería lidiar con el vampiro y Leo no comprendía porque alguien desperdiciaría la oportunidad de estar cerca de un ser tan fantástico y brutal. Ni aún con el terror que se adueñaba de él tenía en la mente la pasajera idea de echarse atrás.
Esa tarde Jay le explicó que la habitación estaba dotada de cámaras que graban el comportamiento del vampiro y detectaban sus niveles de calor corporal. Todo eso siempre que no hubiera nadie en la habitación (cuando una persona entraba se desacivaban automáticamente para que las señales que enviaba el segundo cuerpo no interfirieran en los resultados del análisis del estado del vampiro).
Le dijo que debería ir a su habitación tres veces al día para comprobar cómo estaba el vampiro y si este necesitaba algo. También tenía la obligación de llevarle escasa comida y algunas cosas más en esas visitas.
Leo preguntó cuál era la duración máxima de esas visitas y Jay, extrañado por la pregunta, le dijo que era indefinida, pero que si su móvil sonaba porque el grupo le reclamaba tendría que dejar su tarea de atender al vampiro para acudir a su prioridad, su nuevo trabajo como investigador.
Leo se sentía profundamente emocionado, nervioso y asustado por su próxima visita al vampiro, que también era la primera. Se sentía como un chiquilla nerviosa arreglándose para una cita con el capitán del equipo de algún deporte típico de series americanas.
Y aunque se sintió estúpido antes de la primera visita se bañó a conciencia y se visitó con ropa que él consideraba cómoda y bonita.
Encajó la llave en la enorme cerradura y con cuidado abrió la puerta, siendo poco exitoso en su tarea de no hacer demasiado ruido.
Se adentró en la tétrica habitación disponiéndose a presentarse ante aquel enorme ser que lo llenaba de terror y curiosidad.
Respiró hondo, si se sentía seguro no habría problemas, quizás incluso se ganaba su amistad.
- Ho-hola...
- Cabrón hijo de puta...
La presentación no había sido muy buena que digamos, más bien decepcionante, como cuando uno conoce a su ídolo y se da cuenta de que solo es un ser más de carne y hueso, malhumorado y rancio, nada del otro mundo.
Aunque para el pequeño chiquillo la situación era totalmente comprensible, sinceramente no sabía de qué se sorprendía. Si a él lo hubieran sacado de su zona de confort un montón de jóvenes armados y lo hubieran amarrado a cadenas de plata es una habitación oscura posiblemente estuviera muy enfadado, bueno, a decir verdad el pequeño hubiese estado aterrorizado y con un charco de orín bajo sus pies producto de un profundo miedo, pero de nuevo, la situación era diferente, el ser atado de pies y manos frente a él no era un muchacho dulce e inocente, era uno de los depredadores más peligrosos de todo el mundo, perteneciente a la raza más temida y sus ojos rojos y afilados colmillos daban crédito de ello.
- ¿Piensas quedarte ahí pasmado, jodido enclenque? Muérete de una vez...- musitó el vampiro con una voz grave y ronca. Era tan varonil y salvaje que pareció un rugido.
- Te diría lo mismo, pero ya estás muerto- el menor intento bromear, pero no causó el más mínimo indicio de carcajada en el vampiro-Y-Yo... me he ofrecido para hacerme cargo de ti- dijo el chico poniéndose recto como si estuviera atado a un poste y reteniendo la respiración para no tartamudear como un imbécil.
- Niñato de mierda...¿Hacerte cargo de mi? Antes de que puedas pensar en matarme ya estaré en tu puto cuello chupándote hasta la última gota de sangre que tienes en ese pequeño y débil cuerpo- farfulló tirando de las cadenas de su muñecas y tobillos, haciendo un fallido amago de dar un paso al frente, consiguiendo herirse y que un pesado ruido metálico alertase al menor de su intento de moverse.
Sus pies descalzos apenas avanzaron por culpa del agarre y sus manos siguieron suspendidas en el aire, balanceándose levemente, pero una risa feroz sonó cuando el vampiro se percató de cómo el chiquillo se había asustado, retrocediéndo un par de pasos.
- No me refería a eso... M-Me haré cargo de ti cuidándote, ya sabes, alimentándote y comprobando tu salud- volvió a su posición hablando en voz débil y sonrojándose por a vergüenza de haber retrocedido ante un enemigo imposibilitado.
- Oh ¿Quieres hacer algo por mi? Deja de preocuparte por mi puta salud, soy un jodido vampiro, y sácame esta mierda de cadenas para que pueda arrancarte la carne a bocados y degollar a todos y cada uno de tus putos amigos, de los que me trajeron aquí como si fuera un jodido animal de circo- escupió al suelo con asco, mirando al menor con un odio intenso y reflejando en sus ojos una rabia que los teñía de ese característico tono carmesí.
- Dios mío eres más gruñón que un abuelo cabreado... pe-pero lo entiendo. Escúchame, po-por favor... A mi me ha parecido fatal que te hagan esto. No tienen derecho a secuestrarte como si fueran un simple objeto y usarte para el estudio de los vampiro, es inhumano raptar a alguien y tenerlo en estas condiciones... Aunque seas un vampiro sigues siendo una persona, no eres humano, pero esto es injusto. Por eso, lo siento, yo no quería que esto pasara e incluso he hablado con mi jefe para que te suelte, lo siento, de verdad, yo no...
- ¡Cállate! No necesito la asquerosa compasión ni la ayuda de ningún puto humano, puedo arreglármelas solito para salir de aquí y cuando lo haga no esperes que vaya a darte las gracias por ir de jodido moralista, te pienso comer, imbécil- De nuevo se zarandeó mientras vociferaba con un tono temible y gutural, esta vez sin detener sus movimientos y haciendo tronar las cadenas mientras estas chocaban unas con otras, conteniendo su colosal fuerza y creando un estruendoso conjunto de sonidos.
Leo tragó saliva, asustado.
- No vas a conseguir escapar, pesado... No seas terco, esas cadenas son muy fuertes y además hay equipos de seguridad... De verdad te quiero ayudar, si te comportas quizás logro convencer a mi jefe- Leo jugó con sus manos mientras su tono se atenuaba a la par que una sonrisa sarcástica se formaba en el rostro del contrario.
- ¿De verdad me vas a ayudar, humano imbécil? Te lo he dicho, no necesito a nadie y menos a un gilipollas como tu. Y aunque me ayudes pienso matarte. Despacio si es posible, y muy dolorosamente.- Leo volvió a tragar saliva y el sonido de esta deslizarse por la garganta seca del humano fue música para los oídos del depredador, que también escuchaba con atención como el corazón del muchacho martilleaba con fuerza- Mírate, estás aterrorizado. Menudo inútil ¿Tu pretendes ser cazavampiros?
- Es imposible que los humanos nos pongamos a cazar vampiros, sois demasiado fuertes... Por eso me in-interesaba tu raza, quería conocer a un vampiro, aunque no así. Sé que estás furioso, pero aún así intentaré ayudarte.
- Haz lo que te salga de la punta del rabo, estúpido. Igualmente te mataré.- bufó el vampiro, girando la cabeza y cortando la endiablada disputa de miradas que allí se había formado.
- No creo que puedas prometer algo así estando encadenado.
- ¿Encima te ríes de mí?- preguntó el ser tan furioso que sus colmillos parecieron crecer un poco más, tan peligrosos y extraños. Hermosos y terroríficos- Vas a morir cabrón...
- Lo-lo siento es mi manera de ser, igual que es la tuya ser incapaz de decir tres palabras seguidas sin insultarme- El vampiro chasqueó la lengua y Leo se sintió incómodo y rechazado.
Realmente quería quedarse más y hablar con el vampiro o solo observarlo, pero estaba tan nervioso que pensó que en esa su primera visita sería mejor volver pronto al exterior para recuperarse por el impacto de tantas emociones juntas.
Resopló y miró a Leo con fastidio hasta que este suspiró y entreabrió la puerta de salida, dándole la espalda.
- Volveré a la noche, tengo que visitarte unas dos o tres veces al día.- comentó en un tono suave y agradable que hizo cosquillear la piel del vampiro.- A ver si te has vuelto más amable para cuando regrese- Añadió consiguiendo molestarle, e hizo tronar las cadenas de nuevo.
- ¿Tengo cara de que me importe esa mierda?- Dijo el vampiro con hostilidad lanzando un mordisco al aire, mostrando la potencia de sus enormes colmillos, cosa que intimidó al chico.
Leo simplemente cerró la puerta y se apoyó en esta dejándose caer, deslizándose hasta el suelo ante esa nueva y excitante experiencia.
Por un lado aquello había sido maravilloso, un vampiro enfadado, poderoso y terriblemente sexy ante él, para que pudiera observarlo y vivir para contarlo. Pero por otro lado, el lado que más pesaba sobre su conciencia, el corazón le dolía terriblemente al ver a alguien inmovilizado de aquella forma, encerrado con llave y mal alimentado en un lugar donde apenas llegaban unos haces de luz y la única compañía que se podía obtener era la de uno de sus captores.
El alma le caía a los pies con solo imaginar a alguien secuestrado de ese modo, a alguien inocente que un día, viviendo su vida tranquilamente, era atrapado por un grupo de personas ajenas a él que lo encarcelaban para hacer pruebas con él como si se tratase de una simple muestra de carne.
Las lágrimas se agolpaban en sus ojos porque a diferencia de los demás él ya había podido verlo, ver que un vampiro, aún sediento de sangre y lleno de voracidad y poder, era una persona humana, con su alma sangrante que sentía y padecía, con sus pensamientos y sus temores, con sus odios y amores.
Tras eso Leo estuvo atareado porque Jay le asignó un trabajo, de la misma forma en que se lo había asignado a los demás. Por su inclinación, Leo sería el especialista del lugar en vampiros y debía reunir en un informe de considerables proporciones toda la información verificada sobre los vampiros que, a lo largo de los años, se había reunido y hacer un resumen que sirviera como guía para que alguien pudiera defenderse y tratar con uno de esos seres.
No era un trabajo de campo, más bien de recolección y selección de información y por tanto era mucho más fácil que los trabajos de sus compañeros, que debían salir a fuera y viajar a lugar inhóspitos para capturar seres o obtener pruebas de sus habilidades y debilidades, pero sabiendo que Leo debía cuidar a un vampiro, Jay creyó que ese sería un ''trabajo de campo'' lo suficientemente arriesgado como para que superara al de los demás exalumnos.
Llegada la noche Leo cenó con sus compañeros, que le preguntaron sobre el vampiro (''No está de buen humor, pero me cae bien'' se limitó a decir de mala gana el chico, sintiendo aversión hacia la idea de extenderse, provocando así una polémica de nuevo que lo llevaría a enfrentarse a todo el grupo, que parecía opinar que el vampiro era un ser inmundo) y además le contaron anécdotas graciosas e interesantes sobre sus primera experiencias trabajando cada uno en su campo específico.
Gerard había capturado exitosamente a un par de hadas que le habían servido para extraerles un poco de polvo que les sería muy útil en el futuro, tras eso las liberó y se dedicó a seguir con la labor. Mencionó que cuando las soltó una le rozó la nariz dejando ahí un poco de polvo y que le había hecho tantas cosquillas que no pudo parar de reír durante mucho rato.
Sara había ido a una casa abandonada y había estado grabando y anotando diferentes fenómenos producto de un poltergeist enfadado, pero más enfadada estaba ella ahora, porque el ente había decidido darle un tirón de pelo tan fuerte que le había arrancado un mechón de rubia cabellera.
Jackson sin embargo aún no había empezado, sino que había dedicado el día entero a contactar con otros centro de investigación de zonas nórdicas para poder hacer un breve viaje y seguir la pista de un yeti joven.
Todos parecían tan rebosantes de alegrías y planes de futuro que Leo se sintió extasiado, aunque esa sensación placentera y vertiginosa fue aumentando exponencialmente a medida que se acercaba la hora de su segunda visita.
Antes de abrir la puerta un escalofrío le recorrió el cuerpo entero y sintió ganas de llorar ¿Cómo esos alegres jóvenes con lo que había reído en la cena podían apoyar eso? ¿Cómo alguien podía estar a favor de secuestrar violentamente, atar dolorosamente y mantener a alguien en condiciones de subsistencia?
¿Acaso no veían la miseria tras esas enorme puertas? ¿El peso de las cadenas que amarraban al vampiro no les cargaba la conciencia? ¿Sus alaridos de dolor y su voz febril, rota y hambrienta no les perseguía en las noches como el reclamo de un alma en pena ligada a un cuerpo vano y taciturno?
- Hola...-musitó con una voz tímida, entrando de nuevo en aquel gran y oscuro lugar cuyo ambiente se había tornado húmedo.- Supongo que no te alegras de verme, pero aquí estoy- comentó con una sonrisilla torcida.
Parecía una mazmorra.
El vampiro, al fondo de todo, parecía agazapado y estaba quieto, sin reaccionar a ninguno de los ruidos del menor.
Leo lo miró de lejos, su rostro sucio de tierra, su pelo enmarañado y sus ojos cerrados con fuerza, con los párpados arrugados en una expresión de angustia y los puños cerrados haciendo saltar a la vista varias venas de las manos.
Estaba dormido, aunque no parecía tener unos muy dulces sueños.
Leo dejó la pequeña bandeja que llevaba en su mano en una esquina al lado de la puerta y se acercó, con mucha cautela, al hombre.
- ¿Hola? ¿Señor cascarrabias sediento de sangre? - esta vez sonó más decidido y, por ende, su voz era más fuerte, aunque era aguda por el miedo.
La reacción por parte del vampiro fue nula,por ello Leo avanzó unos cuantos pasos en cuclillas para observar mejor al vampiro.
Se apenó y sintió un pinchazo en el pecho al ver como el vampiro debía dormir, prácticamente suspendido en el aire. Las cadenas que agarraban sus tobillos estaban sujetas a la parte inferior de la pared y le permitían avanzar solo unos dos metros, sin embargo las de las manos colgaban del techo y estaban tan tensas que solo dejaban la distancia necesaria entre el techo y las muñecas del vampiro como para que este tuviera sus brazos colgando sobre su cabeza, tal y como si se tratase de una marioneta de carne.
Su vista se adaptó ligeramente a la oscuridad permitiéndole observar más que la silueta del gran hombre.
Su estatura era considerable y pudo fijarse en el tono exageradamente blanco de su piel pues este hacía resaltar todavía más la suciedad y la negrura de su cabello liso algo desordenado, que caía en cascada por sus hombros y resbalaba por sus imponentes y enormes brazos.
La ropa rota mostraba con simpleza un cuerpo perfecto y de piel nívea y sin imperfecciones algunas. Casi parecía como tener a uno de esos modelos retocados con programas de ordenador delante suyo, en carne y hueso y un poco sucio.
Aunque la sala tenía un ambiente bastante cálido y húmedo, casi tropical, cerca de ese vampiro parecía correr una fría brisa.
Le perturbaba ver la serenidad de aquel pecho varonil que no se movía a causa de las típicas respiraciones profundas de una persona dormida y, subiendo la vista por ese maravilloso y dominante cuerpo, Leo soltó un grito al ver los enormes ojos cereza mirarlo penetrantemente.
Tras su agudo chillido cayó al suelo de culo maldiciendo por lo bajo mientras el dolor se elevaba por su espina dorsal y la vergüenza teñía sus mejillas. El vampiro esbozó una sonrisa burlona.
- ¿Se puede saber qué coño haces criajo de mierda?- Leo se arrastró por el suelo, alejándose del vampiro para conservar su seguridad puesto que estaba seguro de que su dignidad ya poco importaba- ¿Acaso quieres ver al vampiro de cerca?- se burló con un tono mordaz- Venga, trae tu culo aquí y ya verás cómo de cerca podrás ver a un vampiro, tanto que te voy a arrancar el cuello a mordiscos, imbécil- acabó con el ceño fruncido, sin atisbos de burla, solo rabia y un tono feroz.
Leo se levantó, tocándose el cuello ante el dolor que había sentido gracias a las palabras del vampiro y a su detallada imaginación, tosió nervioso y habló ignorando la hostilidad ajena.
- Pu-pues sinceramente sí que me gustaría verte de cerca. Que no se te suba a la cabeza, pero los vampiros sois mis seres favoritos.- Dijo frunciendo el ceño al ver que el ser se reía de él.
Se sintió como si su ídolo se burlarse de su admiración por él, pero esa risa ronca, resonante, solo le hizo sentirse estremecido, arropado por esa voz masculina y fuerte. Tan fuerte, tan grande, tan poderoso que solo la resonancia de sus cuerdas vocales ya causaban tamaño efecto en él.
-Pues los humanos sois mis seres favoritos- mencionó el vampiro dejando escapar una suave risa que volvió el ambiente un poco más relajado, como destensando las cuerdas de un violín.
- ¡¿E-Enserio?!
- Sí- dijo el hombre encorvándose ligeramente, el chico se había levantado del suelo y estaba considerablemente cerca, tanto que si bajaba un poco la cabeza como ahora hacía casi chocaba con la cara adorable del menor.- Sois mi alimento ¿Como no vais a serlo? Además, gritáis y tembláis deliciosamente cuando véis a un vampiro, tan adorables antes de morir- rió de nuevo, ahora ladeando la curva en sus labios, dejando sobresalir un colmillo.
Leo lo miró con miedo y cierta decepción se alojó en su pecho, cosa que le hizo sentir estúpido por haber creído durante unos instantes que su admiración por tal criatura sería recíproca.
- ¿Que? Oh el niñito se ha puesto triste...- se burló fingiendo un puchero que a Leo dejó boquiabierto por el contracte de una mueca tan inocente en la cara de un diablo atractivo y engañoso como un íncubo- ¿Que esperabas? ¿Que dijera una mariconada como ''que admiro a tu especie por vuestra valentía pese a vuestra inferioridad física''? Lo único que vale de vosotros es vuestra sangre, imbécil. Solo eres una bolsa de comida para mi.
- Tu fuiste humano una vez ¿No?- Desconcertado, el vampiro asintió, sintiéndose impresionado por la ingeniosa y perspicaz contestación que para nada esperaba. Creía que el chiquillo lloraría ofendido por sus palabras- Y seguro que tu familia también lo es o lo fue ¿Ellos también son bolsas de sangre o ya no piensas lo mismo?
- ¡NO OSES HABLAR DE ELLOS, PEQUEÑO HIJO DE PUTA!- Leo saltó hacía atrás hasta casi caerse cuando el vampiro se resistió tan fuerte contra sus ataduras que pensaba que las rompería, pero solo creó un gran escándalo por sus rugidos y la rozadura de sus cadenas.
Preocupantemente Leo vio un leve polvo caer del cielo, como arenisca que resbalaba desde los ligamento entre las cadenas y el techo y, asustado, pensó que si seguía cabreando al vampiro quizás llegase a soltarse, aunque esas ataduras eran irrompibles para ese ser, supuestamente.
- ¡Lo-Lo siento! Cálmate, por favor, no pretendía enfadarte... Tra-tranquilo, esto... ¡Sit!- El vampiro, que había comenzado a desistir, lo apuñaló con su afilada mirada, jamás perdonaría sus burlas- ¡Mierda, no! Eso era para los licántropos...
- Cuando salga de aquí te arrepentirás de haber nacido- amenazó el otro con un tono completamente sosegado ahora, aunque tan tranquilo y veraz que escamó al pequeño.- Que sea la última vez que hablas de mi família, no te metas con los muertos...
- ¿Puedes dejar de matarme en tu imaginación por un solo segundo? Estoy de tu lado ¿Sabes? Además, n-no pretendía ofenderte, lo siento. M-Mi familia también esta muerta si te sirve de consuelo- Leo, cabizbajo, miró al suelo y jugó con sus pies nervioso, pisándose a si mismo con una sensación extraña recorriéndole.
Pensó que si se sinceraba con el vampiro quizás este confiara un poco más en él.
- No te preocupes, pronto te enviaré con tu familia al otro barrio.
- ¡Para ya! ¿Podemos hablar sin que me amenaces de muerte o eso no entra en el código del buen vampiro?
- A ver...- dijo poniendo los ojos en blanco y relajándose. Si seguía jodiendo así al humano se largaría hasta la hora de su tercera visita (que desconocía, pues allí dentro no tenía reloj alguno y el paso del tiempo se le hacía eterno y parecía congelarse) y, sinceramente, tampoco le disgustaba esa compañía.
- ¿Q-Qué le pasó a tu familia?- preguntó el chiquillo tímidamente sentándose en el suelo como un indio.
Arrastró un poco el trasero para acercarse levemente al vampiro y este se percató, aunque no dijo nada.
- Murieron.- respondió tajante.
- ¿Eres capaz de especificar o estás centrando tus neuronas en mantener esa cara de mala hostia todo el rato?- El vampiro rió amargamente y por el tono en que lo hizo el menor supo que lo hacía porque no tenía más opción, pero que su comentario no le había hecho ni pizca de gracia.- Va, empiezo yo hablando si quieres. Desconfiado. Los míos murieron en un accidente de coche, por lo que me han dicho, volviendo de la clínica tras mi nacimiento y... bueno, aquí estoy.
- No te he preguntado- dijo el hombre girándole el rostro, pero Leo se dio cuenta de que aunque el vampiro pretendía mostrar una actitud indiferente, no habló hasta que él hubo acabado de contar su breve historia cuando, de no haber querido realmente escucharla, podría haberle interrumpido para hacerle callar.
- Bueno, yo a ti sí te he preguntado ¿Respondes o es mucho pedir?- por alguna razón Leo se sentía envalentonado con ese vampiro, le hacía cierta gracia hacerlo enfadar y enfadarse por culpa de este también. Aunque el temor jamás le abandonaba.
- Es una historia larga y no te la contaré. Solo, los mataron, la gente del pueblo quería matar a mi familia y yo me salvé, precisamente me salvé porque me convirtieron en lo que soy.- Leo tenía muchas preguntas en mente, más que solucionar dudas esa pequeña e inconclusa porción de historia no había hecho más que hacer surgir numerosos interrogantes en la joven cabecita.
- ¿Quien te convirtió?
- Ni le vi, no se ni su nombre. Solo lo hizo y desapareció- sintió un pinchazo en su pecho, esa pregunta la había evitado en su cabeza durante años.
Sus raíces humanas muertas y quemadas, reducidas a cenizas impuras, tachadas de reidoras y sucias durante la historia de su pueblo y sus raízes inmortales en paradero desconocido, sus orígenes o estaban perdidos o jamás llegó a encontrarlos y pensar en eso solo le hacía creer que carecía de identidad.
- Ni una pregunta más- sentenció el ser cuando vio a Leo tomar una bocanada de aire y levantar el dedo índice, remitiendo a ese tierno impulso que recientemente había sido una norma, el de levantar la mano antes de intervenir en clase.
- De acuerdo, gruñón. Por cierto, no nos hemos presentado. Me llamo Leo- sonrió tímidamente y se rascó la nuca sintiéndose estúpido y reforzando esa desconfianza por la risa burlona que surgió de los labios del vampiro.
- Me gusta saber el nombre de mis víctimas.
- ¿Y ta-también el de tus nuevos amigos, no? ¿No?- preguntó el otro ciertamente alarmado.
- Sí, pero tu eres mi víctima- respondió relamiéndose por el olor a sangre y miedo del pequeñajo.
- Ya te gustaría...- Leo chasqueó la lengua acomodándose en el suelo y sin atreverse a mirar directamente a esos ojos felinos.- Y... ¿Cual es tu nombre?
-¿Para qué quieres saberlo? No te servirá de nada gritarlo cuando vaya a matarte, lo haré de todas formas- amenazó con una cierta risa que a la par que siniestra le resultó a Leo ciertamente reconfortante. Quizás y solo quizás bromeaba.
- Ya estamos con eso otra vez... Si no dices tu nombre tendré que buscarte uno.
- No te atrevas a hacer eso como si fuera tu puta mascota- rugió tensando sus músculos, haciendo que el lugar vibrara y que el chico, aún cabezón con la idea de molestar al vampiro, se estremeciera.
- Mordisquitos ¿Que te parece?- Sonrió de forma inocente y ciertamente seductora y el vampiro solo frunció el ceño y suspiró con desdén.
- Entonces yo a ti te llamaré ''cena'' ¿Te parece?
- Prefiero Leo, pero si te gusta más...- se encogió de hombros actuando con una indiferencia que irritó al vampiro, tal y como quería.
- ¿Y tu edad? ¿Qué hay de tu edad? ¿Eso me lo dirás? Yo tengo dieciséis años.- De nuevo el vampiro rió estruendosamente, terminando con un eco ciertamente dulce.
La parecía una edad tan tierna.
- Yo viví 25 años y llevo muertos unos... ¿Trescientos? No llevo la cuenta, cuando eres inmortal esas cosas dejan de importar.- explicó con un tono cálido y lento, ciertamente melancólico.
Sonó dolido y se dio cuenta de que estaba desnudando sus pensamientos ante un desconocido humano y se pegó una paliza mentalmente por ello.
- Jo-der - exclamó boquiabierto Leo- Eres muy viej... digo, antiguo. Por eso eres tan fuerte... Jay pensaba que tenías cien o menos -mencionó para si mismo, aunque en voz alta y ciertamente despistado.
- ¿Jay?
- Mi jefe, el hombre alto que...
- El hijo de perra que me cortó la cabeza. Ah, sí, a ese le tengo pensado cierto jueguecito antes de comérmelo.- Leo tragó saliva pero no intervino.
Comprendía perfectamente que por mucho que amase a Jay y que supiera que este era tan bueno como un ángel caído del cielo, ese vampiro tenía razones más que suficientes para desearle la muerte.
Alarmando al menor la alarma de su móvil sonó. Debía tener unos documentos hechos para el día siguiente y si no seguía trabajando no lo lograría, así que debería ponerse a ello desde ese mismo instante hasta el momento de la próxima visita.
- Volveré en unas horas.
- De nuevo, no te he preguntado- cerró los ojos, dispuesto a dormir otra vez.
Leo miró la bandeja que había dejando el suelo. Jay no le había ordenado llevarla, pero él la había tomado porque quería. Llevaba un cubo con agua y una pastilla de jabón, un par de toallas esponjosas y ropa de talla grande para ese hombre, aunque no se había atrevido a usar aquello que con tan buena fe había preparado.
- Pues adiós ''Mordisquitos''
- Ludolf, me llamo Ludolf- confiesa el hombre girando el rostro en un vano gesto de coraje. Le avergüenza haberse presentado y no sabe el porque lo ha hecho.
Para la siguiente vez que Leo va a visitar al vampiro esta tan agotado de trabajar que no puede con su alma y cree que si centra sus poca fuerzas en mantener sus piernas rectas, erguidas y estables, no podrá controlar el paso de los párpados que se deslizan sobre sus ojos como un soporífero telón.
Y cual es su sorpresa al entrar al lugar y ver que el vampiro también, al igual que él, estaba agotado, tanto que colgando del techo y con los pies doblados y arrastrándose por el suelo con un suave vaivén, este se halla profundamente dormido.
Leo se acerca al vampiro con timidez y, sin atreverse a hacer nada más moja un paño en el cubo de agua, que ya se ha calentado por el ambiente del lugar, y lo pasa por el rostro de la criatura en una liviana caricia que lo limpia mas no lo despierta, pero Leo siente como suspira ante su rostro enviándole su glacial y mentolado aliento y ve cómo las facciones rudas, contraídas por una supuesta pesadilla, se relajan dejando su rostro en una paz angelical que a Leo se le antoja hermosa y perfecta.
Esa noche Leo, nada más dormirse, soñó con el armonioso y peligroso rostro del vampiro y vio en él, en su gesto dolorido durante su sueño, un dolor más humano que el de cualquiera de los mortales que nunca había conocido, un sufrimiento terrenal arraigado en la anterior naturaleza humana de ese ser trascendente, en el pasado mundando del vampiro.
Y Ludolf también soñó con Leo, acariciándole el rostro con un agua cálida que suertudamente disimulaba las lágrimas de sus mejillas, dándole un descanso a un guerrero harto de luchar que se despojaba de la coraza por una noche.
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