Ya llevaba dos noches o tres en ese maldito pueblucho sin conseguir nada de utilidad, había estado paseándose por las diferentes calles intentando localizar algo de el olor a vampiro de Mink, pero sinceramente no había encontrado nada, además, el hedor a perro le jodía el olfato.
También había estado repitiendo su método de la primera noche. Había interrogado por las buenas a todo tipo de personas y después lo había intentado por las malas y lo único que había conseguido era aburrirse con charlas sin sentido de todas aquellas personas que, al fin y al cabo, acabaron siendo su cena.
Estaba algo desesperado e incluso había ido a la biblioteca del lugar buscando algún libro sobre la licantropía del pueblo que pudiera indicarle donde se ocultaba la obvia manada, pero no había encontrado más que tonterías y sandeces mitológicas y folclóricas.
Desesperado salió del motel que estaba pagando con el escaso dinero que robaba de sus víctimas. Ah, ese también era un problema, debía dedicar un buen tiempo a esconder los cadáveres o a hacer que parecieran atracos o accidentes para no meterse en líos.
No le preocupaban las autoridades humanas, era un vampiro y, como todos, era intocable por cualquier medida justiciera mortal, pero seguro que le harían perder mucho tiempo. Tiempo del que no disponía.
- ¡Adam!- Rose le gritó desde una corta distancia, venía corriendo tras de él.
Por primera vez en toda su vida se alegraba de verla, quizás ella podía arrojar algo de luz ante su sombrío problema sin resolver.- ¿Has averiguado algo?
- Poco, quizás podrías ayudarme con lo que tengo- Allí asintió devota, lo haría todo por Mink- Por ahora lo único que sé es que en este pueblo hay una manada de lobos bastante grande ¡Joder hay un montón!- se desesperó sabiendo que no podría con todos- Bueno, y son ellos los que se han llevado a Mink. Pero no se en que parte del pueblo se ocultan ni porque lo han hecho.- Él la miró rogando por algo de ayuda y ella solo abrió los ojos al ocurrírsele una idea.
- ¡Ya se! Los lobos siempre tienen a algún hechicero en su manada y Mink me dejó hace tiempo un libro de conjuros que implican el uso de sangre de vampiro. Si no ¿Para qué iban a querer los lobos a un vampiro con vida?- sus claros zafiros se iluminaron de ilusión y su boca roja se abrió con emoción ante la idea de haber contribuido beneficiosamente en ayudar a su amor.
- Menos mal... Trae ese maldito libro cuando puedas. Quizás si se porque lo quieren puedo averiguar donde lo ocultan- La chica solo asintió, nunca había visto al vampiro tan aliviado como para no decirle ninguna grosería.
- Ah, Adam, tengo que darte una mala noticia- El hombre solo suspiró y la miró con recriminación.
- Siempre jodiendo...-susurró haciendo que Rose frunciese el ceño.
- Nicolau esta aquí. Se ha enterado de la desaparición de Mink y quiere hacerse el héroe para ganarse su atención, así que ten cuidado. Intentará fastidiarte- Adam se sujetó el puente de la nariz mientras suspiraba.
- Me toca aguantar a todos los imbéciles- murmuró mientras apretaba los puños mirando a la irritante chica que, como Nicolau, solo quería ganarse la atención de Mink. Aunque eran diferentes tipos de atención- Ves ya a por el jodido libro, no sabemos cuánto tiempo nos queda- espetó, haciéndola desaparecer como un gato asustado.
Ahora además de encontrar a Mink, debía buscar al torpe y estúpido Nicolau y lograr persuadirlo para que lo dejase en paz. Si quisiese colaborar con él en la búsqueda de su creador sería perfectos, los dos vampiros hallarían a su maestro sin problemas, pero para Nicolau todo era una competición que, a causa de su rebeldía, la misma que hizo que Mink le repudiase como pupilo, perdía.
Parecía un niño pequeño reclamando la atención de padre, quejándose de que su hermano es el favorito. Aunque realmente así era.
No sería muy difícil localizarlo, el pueblo en si no era muy grande y, a diferencia de Mink, Nicolau estaría en un espacio abierto y donde pudiera encontrar a cierto tipo de presas.
Eso era lo único que compartían: el gusto por las mismas víctimas, así que Adam solo debía ir a cazar con normalidad, si en ese sentido pensaba igual que Nicolau, acabaría encontrándolo.
Solo debía seguir lo que sus instintos le dictaban. Debía ir a buscar a un humano concreto y, donde lo encontrase, allí estaría el molesto Nicolau intentando cenárselo.
Nicolau era ambicioso así que no cazaría a un humano común, no, debía aproximarse a su modelo de presa perfecto, al modelo que Adam tenía en su mente: un muchacho o muchacha joven y menudo, inocente, adorable, alguien tierno y asustadizo.
Bingo.
No tuvo que hacer grandes esfuerzos para saber donde podría encontrar a ese tipo de presas. Descartó los barrios que parecían peligrosos y los que tenían clubes para mayores y, suponiendo que el muchacho fuese un estudiante de turno de tarde, se paseó por las calles cercanas al instituto público del pueblo.
Y en el fondo de una de las calles lo vio, su pelo liso y rubio acariciando sus hombros y su inocente rostro de marfil deformado por la visión caricaturesca de afilados y finos colmillos de gato.
Nicolau estaba sonriéndole a su presa. El muchacho era sin duda perfecto para una maravillosa cena: pequeño y delgado, sin ser un saco de huesos pero dando un aspecto lo suficientemente vulnerable como para desear devorarlo sin piedad. Con los ojos azul turquesa y los labios finos y apretados por el miedo. El pelo castaño tenía una forma adorable, cayendo liso por su frente en forma de flequillo y por su nuca como una media melena.
- ¡Déjame!- gritó con cierta musicalidad, su voz era dulce y cálida, algo aguda tal vez.
- Oh, cariño, no grites.- Dijo Nicolau poniendo uno de sus dedos sobre los labios del asustado menor, callándolo con su terrorífica sonrisa. Sus labios eran tiernos y suaves- Si eres un buen chico y no gritas lo haré rápido- comenzó a deslizar los cabellos castaños apartándolos de su cuello.
- ¡Que te jodan! ¡N-No me toques!- gritó el menor mientras forcejeaba inútilmente con el vampiro que pretendía devorarlo y que solo reía ante su resistencia- No me mates...- lloriqueó una vez el vampiro hubo atrapado sus muñecas en un puño. Se lamió los colmillos muy lentamente- ¡Cabrón! ¡Ayuda!- chilló intentando pelear por su vida de nuevo.
Iba a dejarlo acabar su cena antes de ir a persuadirlo, pero algo lo hizo reaccionar. El chico olía fuertemente a licántropo, pero por su vulnerable situación era evidente que no lo era, por ende tenía contacto constante o había estado muy cerca de uno.
Él podía ser su camino hacia la manada, quizás el muchacho no se diese cuenta de que había estado tan cerca de un hombre lobo, pero el fuerte aroma revelaba que prácticamente convivía con uno de ellos. Por otra parte, si era consciente de que estaba, en su día a día, cerca de uno, no le sería un problema persuadirlo o torturarlo con tal de hacerle hablar.
Definitivamente necesitaba a ese muchacho.
- Siento interrumpir tu cena- dijo Adam socarrón, asustando más al niñito de dieciséis años pues sus colmillos se hacían ver- pero me parece que no deberías estar aquí.
- ¡Adam! Que agradable sorpresa- dijo con un tono irónico mientras arrugaba la nariz con asco- ¿Quieres un poco?
Empujó al muchacho ante el otro vampiro y el chico cayó de bruces en el suelo, levantándose alertado, sin saber qué decir. Le latía tan rápido el corazón que a Adam se le hizo la boca agua.
- Quiero que te larges, estando aquí solo joderás más las cosas.
- ¿Que pasa? ¿Tienes miedo de que yo salve a Mink?
- Esto no es una competición ¡Imbécil! Si eres tan jodidamente descuidado como siempre y llamas la atención no podremos hacer nada. Lárgate y déjame a mí, seré discreto y pondremos a Mink a salvo- Adam era solo un poco más fuerte que Nicolau, pero el otro estaba jodidamente loco. Si lo provocaba demasiado pronto y el otro hacía una estupidez se ganaría que la manada los matase a ellos o a Mink así que la precaución y el anonimato eran cosas importantes. Cosas de las que Nicolau carecía.
- Oh, claro. Siempre tienes que ser tu quien haga las cosas bien ¿No? Esta vez él verá que yo puedo hacerlo mejor que tu.
- Por ese mismo comportamiento imbécil te repudió como pupilo, deja de ser tan molesto y lárgate. Eres peor que Rose...- murmuró suspirando de nuevo ¿Qué leches tenía Mink que llamase tanto la atención? Sí, era su maestro y lo apreciaba como tal, pero aquello era demasiado obsesivo.
- Tu a mi no me mandas. Que cada uno vaya por su cuenta y a ver quien lo consigue antes.- sentenció el rubio mirándolo con los ojos entrecerrados.
El humano estaba en medio de toda la conversación, temblando como una hoja ante los demonios vociferantes. Pensó en correr, pero de pronto una mano lo tomó de la nuca atrayéndolo hasta el vampiro de cabello negro.
- Como quieras, mientras no molestes. Y me llevo esto- dicho eso el humano ya había chocado contra el fuerte pecho del inmortal, sintiéndose como un objeto.
- ¡Y una mierda! Esa es mi maldita cena- Dijo señalando al pequeñajo asustado que, sin vacilar se apegó al enorme vampiro salvaje intentando alejarse de aquel que lo reclamaba de su comida.
- Era tu cena, ahora lárgate.
- No.- Adam enarcó una ceja.
- ¿Sabes quién a capturado a Mink? No ¿Verdad? Porque yo si, y si quieres llegar tu ante él antes que yo deberías dejarte de jugar con la comida e ir a investigar un poco- Nicolau solo frunció un poco el ceño y chasqueó la lengua antes de desaparecer sin decir nada.
Adam tenía razón y no se lo negaría, aunque admitirlo habría sido humillante, huir, en cambio, era un comportamiento neutral.
Adam sonrió cuando se quedó a solas con el chiquillo.
- ¿Q-Quien eres? ¿Qué quieres de mi? ¿Quien coño era el otro maldito vampiro?
- Te callas, aquí las preguntas las hago yo, bolsa de sangre- dijo en un tono dominante mientras tomaba al chico del cuello y lo empujaba contra una pared para poder acorralarlo más cómodamente.
- ¿M-Me matarás?- preguntó con un hilillo de voz, el nudo de su garganta le hacía notar un sabor amargo que le que le acongojaba el corazón.
- Las preguntas las hago yo ¿Te lo tengo que repetir?- preguntó el vampiro abriendo sus fauces para mostrar los colmillos ante el aterrado rostro del menor.
El chico cerró los ojos con terror y negó con la cabeza como si la vida le fuese en ello.
- ¿Qué sabes sobre los hombres lobo de aquí? No mientas.
- Solo que hay muchos, por lo que he oído. Y que no se dan a conocer. ¿P-Puedo marcharme? ¿Me harás da-daño?- se mordió su tembloroso labio inferior y suspiró ante el abismal color café oscuro de los ojos del vampiro. Aterradoramente hermoso.
- Las preguntas las hago yo- repitió de nuevo, acercándose un poco más al muchacho para intimidarlo. Tenía una piel blanca perfecta y unos ojos grandes y azules que estaban sincronía con la aniñada inocencia de las facciones de su rostro.- Hueles a hombre lobo, mucho más que otros humanos ¿Te relacionas con alguno de ellos?
- N-No.
- ¡Mientes!- Con furia golpeó la pared, hundiendo su puño cerca de la cabeza del chico, atravesando la pared de un pequeño negocio. El humano tembló llorando con los ojos desorbitados- ¡Tu conoces a un hombre lobo!
- ¡No! ¡Te juro que no! No me hagas daño, por favor...- murmuró el chico una vez la mano del vampiro se cernió entorno a su cuello dispuesto a restringir el paso del aire hasta matarlo.
- No me estas mintiendo ¿Verdad?- preguntó alejando un poco la mano del indefenso cuello del mortal, logrando que este se calmase un poco.
- ¿D-De verdad te crees que estoy en posición para mentirte? No conozco a ningún hombre lobo, n-no que yo sepa y si lo conociese te lo diría ¡Los odio!. Lo siento mucho ¿Vale? Pero ya te he dicho lo que querías saber, joder, no me cenes por favor- el vampiro rió ante la forma entre osada y asustada en que el menor le hablaba.
Entonces Adam se dio cuenta de otra cosa, bajo el olor a lobo ese chiquillo traía un aroma delicioso enmascarado. ¡Olía jodidamente bien! Comérselo habría sido como probar un pedazo de cielo, pero ese chico era lo mejor que Adam tenía por el momento, y necesitaba darse prisa.
- No lo haré, me puedes ser de utilidad, por extraño que parezca- se alejó unos pasos del confuso humano, dejando que se calmase.
- ¿Como que ''por extraño que parezca''? Yo no soy un inútil- dijo el chico cabreado. Ese maldito engendro de satán ni le conocía y ya estaba metiéndose con él ¡Menudo imbécil!
- Después de haberte salvado ¿Esto es lo que me tienes que decir?- preguntó el vampiro socarronamente esperando un agradecimiento avergonzado.
- ¿Salvado? Casi me espachurras la cabeza hace cinco minutos- dijo el muchacho con el corazón a mil y señalando el hoyo en la pared que Adam había agujereado con su puño.
- Una lástima que solo haya sido ''casi''- espetó el vampiro sonriéndole al muchacho con sus enormes colmillos. Ese maldito imbécil que casi lo asesinó en una especie de interrogatorio sobre hombres lobo de los que el muchacho no sabía nada ahora le deseaba la maldita muerte ¡Menudo capullo!
Realmente iba a agradecerle por haberle salvado la vida, pero ahora se le habían quitado todas las ganas.
- ¿Quien eres?
- No te importa.
- ¿Q-Quien eres?
-Piérdete- dijo el vampiro. Y se desvaneció, dejando al muchacho francamente asustado y un tanto cabreado.
¡Había estado a punto de morir a manos de dos vampiro y no sabía qué coño había pasado!
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