- ¿Sabes? Creo que podríamos añadir una introducción donde mencionásemos que no todos concordamos con la opinión expuesta. Así el profesor valoraría más la capacidad de empatía y cooperación del grupo, además sería co-
- Ah, deja el trabajo por un rato y descansemos. Hoy ya hemos hecho mucho ¿No?- Bostezó de forma hiperbólica, seguro que fingida, y se dejó caer en la cama a mi lado.
Cuando su cuerpo golpeó el colchón con fuerza me asusté. Era un hombre grande y fuerte pese a su altura y delgadez y esa mezcla entre aparente delicadeza y brutalidad intrínseca me desconcertaba.
Yoongi era engañoso, con esa cara de muñeco y esa piel de porcelana, porque cuando mirabas sus ojos ellos te mataban sin un solo ápice de finura.
- ¿P-Pero no decías que me quedara para eso, para hacer el trabajo?
- He cambiado de opinión.- dijo serio. Se haber sido una broma incluso podría ser gracioso, pero estaba tan inexpresivo que no sabía cómo tomármelo.- ¿Acaso te molesta estar aquí conmigo? ¿O es que me tienes miedo?
- Sabes muy bien que un chihuahua me daría más miedo.- respondí ufanamente mientras alzaba una ceja con superioridad. Sí, estaba claro que mentía, pero mientras Suga no lo supiese todo iría bien.
- Eso no es lo que me dice tu corazón, parece que se te vaya a salir del pecho.- Tenía tanta razón, sobretodo mientras hablaba porque al darme cuenta de que él conocía perfectamente el terror que le tenía, mi corazón comenzó a desesperarse arañando mi pecho por dentro.
Pero se detuvo un instante cuando me pregunté una cosa ¿Cómo sabía él que el corazón me latía tan deprisa? Yo parecía tenerlo metido en las orejas chillándome un pulso ensordecedor, pero era evidente que nadie más podría escucharlo.
- ¿C-Cómo se supone que estás escuchando mi corazón?- pregunté sacando coraje de la nada. Suga, que estaba sonriente por el miedo que causaba en mí, volvió de nuevo a ponerse serio o hosco.
Su rostro se había ensombrecido y yo temía la posible respuesta.
-Oh, solo era una suposición. Gracias por confirmar que es cierta.- de nuevo su maléfica hilera de dientes perfectos emergió de entre sus belfos pálidos recién curvados.
Me sentí imbécil ¿Como no lo había presupuesto? Es decir ¿Acaso pensaba que realmente él era capaz de escuchar el latido del corazón de otro sin tomarle el pulso?
No era superman o algo así. No que yo supiera. Bueno, en todo caso sería batman, era demasiado sombrío como para ser otro super héroe.
- Jimin, me encantó cuando leí lo que escribías. Me pareciste maduro y con criterio, por eso ¿Quieres ver lo que yo escribo? No suelo enseñarlo, nadie me parece digno, pero tu me agradas.
Aquellas palabras fueron como un golpe inesperado. Viniendo de Suga esperaba una burla por la situación en la que estábamos y sinceramente no tendía a imaginarme que nada sincero o bueno vendría de él pues tenía grandes sospechas de que era alguna especie de criminal; sin embargo en ese momento me pareció tan agradable, tan humano.
Suga no solo me suscitaba interés por su secreto, eso lo descubrí en el momento en que su libreta cayó en mi manos y me sentí ansioso por leer la letra curva de Suga.
Quizá me estaba acercando demasiado a él, pasando un límite, implicándome. Pero me gustaba.
Me alarmé al ver que Yoongi se acercaba a mí para releer conmigo sus propios escritos. Sus muslos rozaban los míos y aunque la tela de los jeans era gruesa podía sentir la presión del cuerpo ajeno intimidarme. Y era extraño, porque noté frío a través de la ropa.
Suga apoyó sus manos en el colchón para ponerse cómodo mientras leía, su mano derecha estaba cerca de la almohada, la izquierda, detrás mío, tan cerca de mi cintura que a veces la sentía en mi piel.
Si Suga hacía un simple movimiento yo estaría rodeado por su fuerte brazo, si alzaba su mano tendría sus dedos en mi cadera apretándome, si se volteaba, rozaría con la punta de la nariz mi pómulo.
Me puse tan nervioso que se me olvidó cómo leer.
Suga carraspeó en mi maldito oído y su voz grave y rasposa como un rugido me erizó el vello de todo el cuerpo. Podía sentir el beso de su respiración en mi oreja.
A ese paso se me olvidaría también como respirar.
- ¿Qué te parece?- preguntó haciendo algo que me paró el corazón. Se volteó hacia mi, pero con la cabeza ladeada.
Su nariz rozó por un maldito instante mi cuello. Noté esa caricia leve y puntiaguda como hielo en mis venas y electricidad en mi piel, había sido como el toque de un ser de otro mundo. Enrojecí de golpe y aún en su ausencia, mi piel recordaba su tacto y hormigueaba.
Lo escuché inspirar una vez pasó cerca de mi cuello y creí que moriría de vergüenza. Por algún motivo lucía demasiado complacido.
- E-Es genial...- murmuré captando un par de líneas aleatorias. Y lo era.
Una mezcla entre filosofía y literatura que te hacía reflexionar y sentir. Una oda al instinto, al poder, la inocencia del que no es capaz de sentir culpa. Una afirmación de la naturaleza cazadora y un perdón falso que en el fondo deseaba ser cierto.
Aquellas palabras eran emocionantes y algunos fragmentos no saldrán jamás de mi mente. Si tuviera que decir quien escribió tal prosa encantadora, diría que alguien tan talentoso que el mundo no lo merece.
Suga era genial. Sus palabras me daban aliento y sus manos, tan cerca de mi cuerpo, me lo robaban en un cruel juego que me desesperaba.
- Y no se puede evitar. Lo bello debe ser contemplado.- leí en voz alta, casi sin percatarme.- Porque nace para ello. Un perro no puede no ser un perro, así pues, un ser bello no puede no ser admirado.- Suspiré con esas palabras. Sus anteriores textos eran crudos y realistas, pero esa pequeña anotación me parecía tan romántica.- Oh... esto es muy bonito.
- Hay muchas cosas bonitas aquí y ahora.- Su aliento gélido golpeó mi mejilla y habló tan bajo que pareció querer hacer ese momento íntimo.
La libreta se me cayó de las manos por los nervios y di un bote asustado, casi cayéndome de la cama. Su cercanía me estaba matando.
Encontró en mi sorpresa la excusa perfecta para agarrarme de una forma autoritaria que me heló la sangre.
- ¡Perdón! ¡Perdón!- me disculpé exaltado mientras pretendía recoger el pequeño cuadernito.
- Da igual. Tranquilo.- parecía una órden y su tono frío y autoritario me obligó a acatarla.
Su mano izquierda me sostenía de la cintura con cuidado pero apretado los dedos lo suficiente como para que no me zafara y su rostro se enfocaba hacia el mío como un enorme faro ardiente que me hacía sudar.
- ¿Q-Qué me miras tanto?- pregunté tratando de sonreír y aliviar aquella tensión mortífera, pero Suga apretó un poco más mi cintura y con el pulgar acarició mi costado por encima de la ropa.
Sentía que si seguía moriría. Y si paraba, también.
- Las cosas bellas hay que admirarlas ¿No?
Su mano libre se acercó peligrosamente a mi. Una me acariciaba de forma reconfortante la cintura mientras evitaba que yo me moviese, con una elegante mezcla entre retención y gentileza; la otra se acercaba a mi rostro y yo la veía de soslayo mientras mis ojos se perdían en la mirada de Suga.
Me aterraban esas perlas casi negras pero algo en ellas se me hacía tan atractivo. Casi las observaba esperando que les sucediera algo, pero no comprendí porqué.
Sus dedos ya casi tocaba mi mejilla y sin contacto alguno lo sentía: Ardor por todo mi cuerpo, electricidad, una pulsión de vida que estallaba en mis mejillas y en el sur de mi ser.
Me derretiría en sus manos. Sí, me desharía hasta ser un charco de pudor y nervios y Suga bebería de mi hasta hartarse.
Pasó algo, lo recuerdo, aunque solo fue un segundo, uno tan rápido como medio parpadeo, pero sucedió. La mirada de Suga tuvo una especie de reflejo escarlata, un indicio de algo.
¿Pero de que?
Lo habría averiguado si en ese instante la puerta no se hubiese abierto, haciéndome saltar hacia atrás, demasiado lejos de Suga como para conservar el ambiente.
La cabeza del tipo que me había encontrado antes (cuyo nombre me era un enigma) asomó y pronto su cuerpo larguirucho hizo acto de presencia. Tenía cara de pocos amigos y miró a Suga de forma severa, él solo seguía impasible. Pero sus dedos en mi cadera apretaron fuerte y gemí de dolor.
Pensé que no lo había escuchado hasta que aflojó la presión. No sabía si alegrarme.
- Yoongi, no nos busques más problemas.- ¿A qué venía eso? ¿De qué hablaba? No, nada tenía sentido. De nuevo el mundo seguía sucediendo sin ser capaz de pararse a darme una maldita explicación.
Me dio la sensación de que ese hombre había estado esperando a ese segundo exacto para entrar. Era imposible, pero mi cuerpo me decía a voces que era exactamente eso.
Cerró la puerta y entré en crisis. ¿Que había estado a punto de hacer? ¿Con quien? Con un chico que Dios sabe en qué clase de berenjenales anda metido.
- ¡VAYA! ¡Qué tarde es! M-Me tengo que ir, adiós, gracias- farfullé antes de levantarme y no mirar atrás.
Me largué corriendo, como si hubiera estado en una casa abandonada, y no me sosegué hasta que llegue a la vila universitaria.
Cuando mi mano tocó el pomo de mi lugar de residencia esté giró sin mi ayuda y lo solté sobresaltado. Mi susto se calmó al ver que se trataba de Kookie, que abría la puerta desde dentro para salir. Pero aunque mi pequeño espanto ya se había ido, una inquietud nueva me poseyó.
La cara de Kook de nuevo se mostraba como cuando estaba aterrado y su ropa, arrugada y holgada, dejaba entrever el temblor de su cuerpo.
- Kookie... ¿Estás bi-
- ¡Jimin! ¡M-Me ha surgido algo, en nada vengo! No puedo hablar, lo siento- se excusó antes de salir corriendo de forma torpe.
Prácticamente se alejaba a trompicones, dejando tras de si una estela de preocupación para mi.
Había sido un día indudablemente movido y extraño, así que lo único que me quedaba para sentirme mejor y olvidar todo el lío que tenía en mi cabeza era la comida. Pensé en prepararme una cena de cine, de esas que dan pena comerlas de lo hermosas que lucen, así que busqué mi móvil con tal de ''googlear'' alguna receta con la que me motivaría cocinando (seguramente para acabar quemando algo y pidiendo una pizza cuatro quesos más tarde).
Me dio un pequeño infarto al revisar mi bolsillo trasero derecho y ver que estaba vacío. Ahí era donde guardaba siempre mi celular sin lugar a dudas, pero ahora no estaba.
Entonces caí en algo: El teléfono lo saqué en casa de Suga para buscar una palabra y lo dejé en el colchón. A partir de eso no recuerdo haberlo tocado de nuevo, ni para ponerlo de vuelta en su bolsillo por excelencia.
No podía vivir un solo día sin ese aparato y menos cuando el fin de semana se acercaba. Además ¿Como pondría mis alarmas? También tenía ahí cosas vergonzosas que no querría que nadie viese.
Ah, y no tenía contraseña. Siempre llevaba el móvil pegado a mi así que la posibilidad de que alguien más lo cogiera era nula (o eso creía), así que como soy un vago no tomé ningún tipo de medida de seguridad con tal de que mi aparato no pudiera ser desbloqueado por cualquiera.
Tenía que recuperarlo ya. O eso o cambiar mi nacionalidad, huir a otro país y comprarme un bigote falso. Si mis fotos vergonzosas (que me tomaba por gusto, no para nadie en especial) salían a la luz sería la mejor opción.
Sí, no sonaba tan mal. Podía vivir en México vendiendo tacos, e incluso tendría una tienda propia con una salsa especial de la casa cuya receta sería ansiada por la competencia. Jimeno's tacos. Era un nombre sencillo y atractivo, me ganaría la vida bien.
Me acordé de que no soy capaz de estar rodeado de comida (y menos de tacos) sin engullirla toda a velocidad récord, así que mi hipotético negócio acabaría en bancarrota y yo sería un vagabundo con obesidad.
Sí, ir a buscar el teléfono a casa de Yoongi era mejor opción a la larga.
Iba a golpear la puerta para que Yoongi o el otro rarito con el que viví me abriesen, pero me di cuenta de que ya sea intencionadamente o por descuido, esta estaba abierta.
Sabía que entrar sin permiso a un vivienda ajena era un delito penado por la ley, pero sin embargo también constituía una maravillosa posibilidad de recuperar mi teléfono sin tener que encarar a Suga después de aquella extraña y tensa escena que vivimos juntos.
Entre cometer un allanamiento de morada y tener que enfrentarme a Yoongi ¿Que era más peligroso?
Moví la puerta un poco para hacerme espacio y me adentré con sigilo. El corazón me latía rápido y aunque gemido de terror pugnaba en mi garganta por salir me contuve. No parecía haber nadie por los alrededores y eso me tranquilizó. Quizá en ese momento no fui consciente del todo de que estaba haciendo algo totalmente ilegal, pero aunque mi cerebro de pasa no procesara algo tan básico, mi cuerpo si lo hizo.
Sentía adrenalina por mis venas, como un torrente de emoción a punto de erupcionar en forma de poder puro. Escuché algo justo en la habitación de Yoongi y recé porque no estuviera dentro.
Pensé en m abriendo la puerta y encontrándomelo. Él se enfadaría tanto por haberme colado en su hogar que me tomaría con sus grandes y fuertes manos y... me haría daño. No quería siquiera imaginarme cómo, pero sabía que me haría daño si me pillaba.
Me asomé a la habitación por un pequeño espacio que la puerta me concedía y mis ojos no dieron crédito a lo que veían.
Suga estaba ahí, sí, y de espaldas a mi posición afortunadamente. Kook también, delante de Yoongi y con la espalda tan pegada a la pared que parecía querer atraversala. Pero el problema era la situación en sí misma. Era espantoso.
- Kookie, Kookie- canturreó Yoongi de forma melódica y tenebrosa. Kook lloraba a lágrimas viva y sus ojos rehuían el rostro de Suga, como si llevara una máscara aterradora o algo así.- No quiero llorones, ya lo sabes.- Una mano blanquecina se alzó y acarició su cuello con delicadeza, pero algo en ese gesto no era para nada dulce.
Kook tembló por el contacto, como si fuera el preludio de algo peor. Algo que parecía conocer.
- L-Lo siento, lo siento Yoongi yo... N-No puedo evitar llorar...
- Ah, lo sé y es molesto. Da igual, ese no es el motivo por el que estoy enfadado conmigo.
- ¿E-Estás enfadado?- preguntó Kookie entrando en pánico. Nunca antes había visto a alguien llorar de ese modo tan pueril a semejante edad. Se enganchó a la ropa de Suga y balbuceó incoherencias mientras el enorme e impasible chico solo lo mantenía preso contra la pared.
- Para de llorar. Y no me toques.- espetó apartándolo con brusquedad. Kookie jadeó por el manotazo que Suga le propinó en sus manos delgadas y por el repentino enrojecimiento creí que eso había lucido muy doloroso- Ambos sabemos lo que sucede cuando me enfado ¿No es cierto? Tengo entendido que V tomó de ti el otro día, así que si lo hago yo ahora podrías ponerte realmente mal ¿No crees? Podrías morir si no tengo cuidado. Y no soy cuidadoso cuando estoy molesto.- Sus palabras eran tan horribles. Susurraba en el oído de Kook y para mi las amenazas eran apenas audibles, pero me parecía como s alguien diera voces enunciando la verdad.
Suga era malvado, era un ser humano deleznable capaz de cometer actos inenarrables.
Suga, el mismo hombre que minutos atrás me había hecho temblar con sus manos y me había conmovido con su prosa. No podía creer que fueran el mismo ser.
Debía haber algo que los conectase, algo que vinculase al chico sensible y poético, tan reflexivo y bello, con el asesino brutal y sádico que veían mis ojos.
En cierto modo sentía que Yoongi no era tan bueno como habría deseado, ni tan malo como me figuraba. Pero eso eran meras especulaciones y lo que valía de verdad era lo que en ese momento estaba viendo.
- ¡Por favor! Yoongi, por favor no lo hagas... Sé que no lo harías, sé que no eres tan malo sé que...
- No se trata de ser malvado. Se trata de preocuparse por uno mismo. V me ha contado que ha pillado al chico cotilleando en la cocina ¿Sabes?
No podía ser. Hablaban de mi. Y de V, el hombre que le envió un mensaje a Suga para advertirle de su asesinato múltiple en un antro. El hombre que me había amenazado horas atrás.
Había tenido a un asesino a un palmo de distancia. Me había mirado con sus ojos oscuros, esos que seguro contemplaron los últimos suspiros de muchos jóvenes.
Un asesino y yo. Me entraron náuseas, no podía soportar todo aquello. Era demasiado información.
- Kookie, no quiero hacerte daño, aunque me divierta, no quiero; pero sabes que lo haré si es necesario. Solo te he pedido una cosa: Que mantengas a Park Jimin alejado de mi secreto. Es la última oportunidad que te doy. Si fallas, te mataré.
Jungkook soltó un alarido tan dolido y aterrado que me tapé los oídos y tuve que morderme el labio para no ponerme a gritar yo también.
Mi cabeza me repetía una y otra vez esas horribles verdades que ahora veía y no quería seguir escuhándolas más. Solo quería estar en un lugar seguro y tranquilo, con un Jung Kook feliz y un Suga bondadoso. Y donde el tal V no existiera.
Quería asistir a clases, preocuparme por los exámenes y no por asesinos y pensar en chicas y chicos en vez de muertes cada vez que fuera a dormir.
Quería volver a la normalidad.
A la mierda mi móvil, ni pensé en él antes de salir corriendo sin rumbo.
Al final llegué a la vila y pasé la noche enterrado en mantas, tratando de procesar todo lo sucedido. Tenía miedo y me sentía decepcionado, aunque no se porqué. Pero aunque en ese momento el golpe me aturdió y me hizo llorar por horas, no me rendiría.
Si algo destacaba en mi era mi temeridad, mi lealtad y curiosidad, así que haría un par de cosas antes de morir en el intento.
Salvaría a mi amigo de las garras de ese monstruo y descubriría el secreto de Yoongi para poder acabar con él.
Esa sería mi misión y aunque me atormentaba la responsabilidad que suponía, sabía que la culpa por ignorar la situación me resultaría mucho peor. Estaba solo en eso, completamente solo. Kook era el único que sabía de mi obsesión con Yoongi y lo que ocultaba, pero no podía contar con él porque, aunque fuera en contra de su voluntad, mi amigo era su cómplice.
-Jimin ¡Jimin! ... ¡CARACULO!- Escuché la voz de Jeon Jungkook llamarme cuando una pepita de chocolate golpeó mi cara. A decir verdad me había perdido en mis pensamientos y no sé en qué punto de la conversación había sucedido, pero había dejado de escucharlo.
- ¿Qué te pasa? Estás serio, raro y distante- Se quejó mirándome con tristeza.
Me dolía ignorarlo o alejarme de él a veces, pero me era inevitable. Desde lo sucedido con Suga un par de días atrás no podía sacarme el tema de la cabeza y mucho menos podía mencionarle nada de eso, así que a veces me recluía en mi mismo.
- Oh, nada. Estoy bien.
- No, no lo estás. Me he comido la mitad de tu muffin y no me has mordido ¡Ni siquiera me has insultado!- dijo señalando dramáticamente el dulce con chispas de chocolate. A decir verdad yo jamás perdí el apetito, pero me sentí tan consternado por todo aquello que disfrutaba menos de la comida.
Atendía menos en todo, en general.
- Estoy planeado una venganza por eso- comenté risueño, intentando aparentar ser el pícaro y divertido chico de siempre.
- Sí, claro...- asintió el otro desanimado.
Estaba siendo demasiado transparente.
La noche estaba tranquila y al día siguiente había fiesta, así que mis preocupaciones estudiantiles eran prácticamente nulas, sobretodo ahora que Suga se había tomado la molestia de retocar y entregar un impoluto trabajo en nombre de los tres.
Pero el tema de siempre me seguía rondando la cabeza y me hallaba airado e intranquilo. No lograba averiguar nada sobre Yoongi y más que proteger a Kookie, mi mejor y más rarito amigo, solo lograba entristecerlo.
- Minnie ¿Quieres ver hoy una película de miedo?- Alcé la cabeza en su dirección y le miré pensando una respuesta. Me apetecía, pero mentalmente estaba agotado- Da igual, si no quieres hoy tampoco no pasa nada... Debería dejar de ser tan pesado.
- Sí, quiero ver esa película- Sé que aunque mi tono afable y mi afirmación no le tranquilizaron del todo, fueron de efecto balsámico porque se sentó a mi lado, con el portátil en el regazo, sonriendo- ¿De qué va la película?
- De un chico que no entiende porque su mejor amigo es frío con él y se siente solo por eso.- comentó rápido y mirándome de forma entre acusadora y divertida.- Se titula ''Esto es una indirecta''- sentenció. Una risa pugnó por salir desde el fondo de mi garganta, pero recordé la situación triste que nos acompañaba- Parte dos. La parte uno es ''Biografía de un tonto que no pilla las indirectas'', pero no ha triunfado mucho.
Vale, ahí si que no pude evitar reírme. Kookie no se carcajeó como de costumbre, pero se le veía aliviado.
- Yo me se la siguente de la trilogía. Se llama ''Lo siento, galleto''.- exhaló una leve risa.
- No pasa nada, pero ¿Porqué estás así?
- Estoy preocupado Kookie. No digas nada, por favor. No te lo quería contar pero no quiero que esto distancie nuestras amistad. Estoy preocupado porque no se quien es Yoongi y que clase de persona es pero el otro día vi como te amenazaba en su casa, lo vi todo.
Me volteé para contemplar en su faz una mueca de horror extremo.
Con el corazón a mil, la mano en el pecho y la mandíbula casi desencajada se lanzó a mí y preguntó:
- ¿T-todo? ¿Lo viste todo? ¿Q-Qué viste?
- Vi como te amenazaba. Y escuché que si no me mantenías alejado de ''su secreto'' te mataría- sentenció esperando ver su rostro deformarse y sus ojos deshacerse en lágrimas, pero solo tragó saliva y se mantuvo más sereno.
Eso me dejó clara una cosa: Había algo que no había visto. Algo peor.
Se me puso la carne de gallina y me recorrió un impulso de terror al pensar en las posibilidades. No podía siquiera imaginármelas.
- Kookie, quiero descubrir que está sucediendo y denunciar a ese capullo para que lo metan en la cárcel y te deje en paz. Eres mi amigo y no quiero que te pase nada, además, amenazó con matar... ese tipo es peligro para todos.
Kook sonrió con amargura, negando con la cabeza.
- Amigo, cuanto menos sepas, mejor. De veras, si lo descubres veras que no hay nada que hacer, pero es mejor que no descubras nada o te meterás en problemas, como yo. Solo... haz como si nada y acabará pasando. Acabaremos la carrera y no veremos más a Yoongi y ya no será un problema para ninguno.- hablaba casi feliz, tan convencido, tan dispuesto a aguantar cuatro años de infierno.
Él creía en sus palabras, pero ¿Como? Parecía ya tan seguro de que no había forma de combatir a Yoongi que me asustaba. Hablaba de él como si fuera un dios, intocable, inalcanzable, o algo así.
- Pero Kook ¿Como puedes hablar así? Dios mío, usa la única neurona que te queda y date cuenta de que eso es una locura... ¡Hay que hacer algo!
- ¡No se puede hacer nada! No te pido que lo entiendas, no puedes hacerlo si no sabes... Pero te pido que confíes en mí y me hagas caso: No te metas con Yoongi, no investigues sobre él y aléjate cuando lo veas. Ya está.- No fui capaz de responder, no podía hacer aquello que me pedía; eso sería negar mi naturaleza de gato curioso y temerario
No vimos la película de miedo, pero Kookie tuvo pesadillas toda la noche. Mencionaba, de nuevo, a un tal Tae y además a Suga. Ahí fue cuando decidí ponerme una alarma en el móvil para despertarme antes que él e irme a hacer una visita a cierto cabrón psicópata.
Cuando tomé el tren en dirección al pueblo de Suga las piernas me temblaban como gelatina y con el recuerdo del susodicho amenazando a mi amigo me invadía una antitética mezcla de coraje por verlo tan asustado y de zozobra por saber quan intimidante podía llegar a ser el mayor.
Respiré hondo mientras me bajaba del transporte público y andaba hacia la gran casa. Miré la puerta por casi diez minutos antes de atreverme a llamar al timbre.
Mi dedo tembló y osciló frente al interruptor. Pensé que me desmayaría cuando avancé y el sonido del timbre me asustó. Pensé que Suga recibiría a un yo inconsciente, pero no: Mis ojos vieron su figura emerger del umbral y me quedé sin palabras.
- ¿Que quieres?- preguntó de mala gana. Sus ojos estaban más oscuros, su piel más pálida. No se que sucedía pero no se veía bien ni de buen humor.
- Quiero a Kook sano y salvo.- afirmé sin pelos en la lengua. Si iba a ser retador no me iría por las ramas.
- No se de que me hablas.- se encogió de hombros y se mostró impasible. Pero mantuvo la mirada fija en la mía, como si estuviera, muy muy en el fondo, sorprendido.
- Te hablo de que no se qué es pero sé que haces algo ilegal, algo en lo que has metido a mi pobre amigo, y pienso descubrir qué es y denunciarte.
Se rió en mi maldita cara y el enojo subió como fuego por todo mi cuerpo hasta enrojecérmela. Entonces, justo cuando estaba por decirle cuatro cosas -tres de las cuales serían improperios.- hizo algo aterrador.
Su rostro se ensombreció de repente se puso serio; se movió rápido, tanto que no recuerdo haberlo visto, pero con sus brazos me atrapó contra la pared, estaban a los lados de mi cuerpo, sin tocarme pero aprisionándome como a una presa y él me miraba relamiéndose.
Parecía divertirse y seguramente el grito asustado que solté cuando me acorraló contribuyó a ello.
- Si tan peligroso soy ¿Que haces viniendo a mi casa? ¿No sabes que ahora podría empujarte, meterte dentro y encerrarte para hacer lo que quiera contigo? Y si tan malvado e ilegal soy ¿Como sabes que no haré eso?
- N-No lo había pensado- respondí temblando como una gelatina. Realmente sentía el terror en todo mi cuerpo y la angustia situada al fondo de mi garganta, me impedía hablar con rigor- ¡Soy una persona impulsiva! - me justifiqué.
En su mirada un ápice de violenta diversión me preocupaba. Su amenaza no era más que eso por el momento, pero también era muy probable y temía que la cumpliera.
Afortunadamente, abandonó su posición de cazador, liberándome mientras se burlaba de mi.
- Niño estúpido. Deja tus teorías y ponte a estudiar. Yo no hago nada ilegal y no tengo nada que ver con Kook.- realmente en el momento en que soltó había pensado en volver a casa corriendo y dando la conversación por zanjada, pero con la mención de Kookie toda mi avidez volvió.
Debía defenderle, defendernos.
- Cuando vine a hacer el trabajo. Regresé después y lo escuché, como le amenazabas. Ocultas algo y sabres qu-
Me cogió de los brazos con sus poderosas manos y los dedos se afirmaron con tanta fuerza a mi carne que pensé que partiría mis huesos. Sin exagerar, realmente grité de dolor por eso y días después los moretones no se irían. Con su agarre en mí me empujó contra la pared de nuevo y en esta ocasión un latigazo de dolor me recorrió el espinazo por el golpe.
Me había destrozado el cuerpo en menos de dos segundos y sin embargo su rostro se seguía viendo serio y sereno. Tenía miedo, realmente creí que moriría.
- ¿Entraste en mi casa? ¿Me espiaste?- asentí con la cabeza porque al preguntar me zarandeó e intensificó su agarre, haciéndome tanto daño que era incapaz de articular palabra alguna.- Deberías comprender entonces que es mejor que no cotillees. La amenaza que le di a JungKook es la misma para ti.
Se acercó a mi al decir eso, sin gritarme, simplemente susurrando con un tono autoritario y obscuro.
La presión en mis brazos se tornó nula y sus dedos pronto abandonaron mi cuerpo para que sus manos volvieran apoyarse a ambos lados de mi cuerpo, cerca de mis caderas. Me sentía manoseado, aunque no tuviera siquiera un dedo encima mío.
Sin embargo acercó su cara a la mía mirándome fijamente, con sus ojos café que me quitaban el sueño, el aliento, el habla y la maldita capacidad de razonar.
- Tienes razón Minnie, soy peligroso- susurró tan cerca que sus palabras eran como ventisca fresca sobre mi boca. Literalmente podía sentir su habla en mis labios, golpeando con suavidad, como un anticipo de beso. Quería gemir, y no se porqué- así que si no quieres que el lobo feroz te coma, toma otro camino, caperucita.
Todo mi cuerpo tembló de miedo y excitación. Sus cabellos caían por su rostro, incapaces de tapar sus ojos pardos que ardían sobre mi pero lícitos de acariciar mis belfos y mi nariz. Y, simplemente, aquellas palabras fueron matadoras.
Me miró la boca un instante y volvió a mis ojos. Fruncí el ceño en protesta, sin poder replicarle verbalmente.
Entonces su mirada bajó por mi mentón y se detuvo en mi cuello. Se mordió uno de sus pálidos labios de forma lenta. Lo volvió blanco de tanto presionar con sus afilados y bruñidos dientes y cuando lo soltó este no había enrojecido, estaba tan perfecto como minutos atrás, cuando aún no había sido maltratado por su mordisco.
Pensé que si las manos de Suga había tenido tanto poder sobre mí y sus ojos tanta autoridad, su boca sería capaz de llevarme al cielo y al infierno.
Esas palabras sonaban tan eróticas como filosas. Suga podía ser elegante y conservar siempre la compostura, pero sus palabras eran sucias y yo no podía ser tan malpensado. Algo las subyacía, un instinto tan primitivo como el hambre, un deseo tan bestia como el de sexo. Quizá ambos y me hacía temer y sudar.
Se acercó un paso, inspirando. Suspiré de terror.
- Suga, sabes que no.- me sorprendí por la voz grave de V y sobretodo al ver que estaba tan cerca nuestro. No sabía cuándo había aparecido, pero Suga sin embargo no se inmutó ante su repentina presencia, solo rodó los ojos.
- Lo sé- suspiró. No entendí ¿Que no qué?- Tú, pequeño acosador, si aprecias tu vida déjame en paz.
Pensé que quizá tenía tendencias suicidas porque no, no iba a dejarle en paz.
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