Capítulo 4: vida y dignidad

 Por suerte para el más pequeño el edificio donde Einzel residía no estaba a más de unos minutos así que tras guardar el arma el susodicho jaloneó y empujó a su pago durante un rato corto hasta que llegaron a las puertas del lugar.

Marcos saludó a Einzel de forma fría y con una mirada de complicidad, pero su rostro cambió totalmente al percatarse de quien lo acompañaba.

Primero esbozó una sonrisa totalmente igual que la que le regaló a Kori el primer día que lo vio. Parecía calcada, un molde más que un gesto natural. Ahí Kori se percató de que algo permanecía en el rostro de ese hombre mientras cambiaba de alegre a preocupado, era un profunda compasión por él.

Por eso todos habían sido tan amables cuando fue aquella vez, porque les daba lástima y aunque eso le sentó como una patada en el estómago, se dijo a sí mismo que no tenía de qué sorprenderse, ese era su sello, su impronta, la pena que daba, la miseria y desgracia que expiraba por cada gota de oxígeno que su cuerpo robaba para seguir viviendo.

-¿Einzel, pasa algo con tu cliente?

- Pasa que es un moroso de mierda, pero descuida, me las va a pagar ahora- Marcos no miró mal a Kori por aquellas declaraciones, aún sabiendo que no debía mostrarse indulgente cuando un cliente no pagaba, pero es que realmente no podía ver al muchacho con malos ojos.

Daba esa imagen de cachorrito perdido que lo ablandaba, pero desgraciadamente eso no parecía funcionar con Einzel.

Entraron en la sala de espera y Kori comenzó a sentir ansiedad por todo su cuerpo, avanzaban deprisa y cada vez se aproximaba más su destino. Tenía demasiado miedo, no conocía a ese hombre y solo sabía de él rumores de su parte más feroz, si es que no era esa su única faceta, además estaba preocupado por el resto de sus problemas.

Y no es que fueran cosa baladí.

Él y Roy no compartían piso de una forma precisamente legal. El casero alquilaba aquella vivienda solo para una persona y en caso de que quisieran instalarse dos había advertido que el precio del alquiler subiría hasta las jodidas nubes, por eso Roy había metido a Kori ahí de estrangis y este había aceptado vivir escondido siempre que el casero andara cerca.

Era la opción más asequible, pero ahora que Roy había muerto él no podía seguir viviendo ahí, a efectos legales era como si llevase sin hogar meses, además, aunque pudiera quedarse no podía pagar el alquiler completo él solo de ninguna forma posible.

Fuera como fuera ahora tenía otras preocupaciones y por mucho que lo deseara, no podía parar de prestarles atención.

La puerta central fue abierta con una fuerza innecesaria y dentro de ella halló una cama grande de sábanas verde militar, un buró oscuro y un pequeño escritorio con un portátil encima.

Era una habitación austera y demasiado frívola como para imaginar que alguien vivía allí. No tenía en ninguna esquina un solo resquicio de calidez, era la estancia menos hospitalaria que había visitado jamás, cosa sorprendente sabiendo que los últimos años los había pasado con un drogadicto y, anteriormente, con su abuela, quien lo despreciaba.

Incluso en un hogar sin afecto podía sentirse más acogido que entre aquellas cuatro paredes.

- Pu-puedo empezar por un baile si quieres, como el de la última vez...- musitó con un hilillo de voz.

Miró a la cama fijamente, imaginando su cuerpo entre las arrugas de la tela y las poderosas manos del sicario. Una arcada lo doblegó haciendo que tuviera que sostener su estómago; no era que Eizel le causara repugnancia, o no su cuerpo al menos, era totalmente atractivo y el hombre más deseable que jamás había conocido, pero su imaginación volaba cuando caía en el infortunio de recordar su oficio y ahí comenzaban sus náuseas, además se sentía tan nervioso y primerizo que tenía el cuerpo entero agarrotado y revuelto por dentro.

- Nada de mariconadas, desnúdate y punto.

- Y-Yo... ¿T-Tan rápido?- preguntó el chico mientras comenzaba a desabotonar su camisa rosa. Daba igual que sus palabras cuestionaran las órdenes del mayor, su cuerpo ya estama cumpliéndolas.

- No te hagas el difícil como si merecieses la pena. No vales nada y el único motivo por el que acepto tu virginidad como pago es porqué me siento magnánimo.- Sonrió por la mentira en sus palabras. O mejor dicho, las mentiras.

Kori era el chico más bello que sus ojos jamás habían contemplado, más que los jóvenes a los que disparaba en el corazón porque no quería arruinar sus rostros, pero él no tenía porqué saberlo. Si llegaba a darse cuenta de su valor comenzaría a tener poder, a hacer tratos justos, así que cuanto más hundido estuviese ese muchacho, mejor sería para Einzel, todo resultaría más provechoso.

- T-Tienes razón, gracias por... por darme esta oportunidad... de veras, siento no haber pagado y...- El hombre chasqueó la lengua con fastidio.

Aquel crédulo y destruido mocoso ya se había tragado su palabrería y creía todo lo que le había dicho. No sería un reto después de todo. Eso era bueno, sería fácil manipular a alguien tan sensible y confiado, aunque Einzel no dudaba de que aún su joven y hormonal temperamento él sabría cómo apañárselas si abusaba demasiado de su estupidez, al fin y al cabo se había criado en las calles y si a día de hoy seguía vivo era porque podía llegar a ser suspicaz.

Kori hablaba con una profunda aflicción, casi echándose a llorar, pero Einzel se mantenía ecuánime, dispuesto a follarlo aunque estallara en llanto.

- Idiota... Hablas mucho y no dices nada ¿Quieres agradecerme? Pues desnúdate ya. Si guies tardando me pagaré un jodido chapero que me salga más barato que tu. No me costará encontrar a uno más bonito y menos imbécil.

Sus palabras lo petrificaron. Se sentía mísero y estúpido, pero agradeció algo, agradeció la sinceridad de ese hombre y su comportamiento imparcial.

Kori se sentía como pura basura desde el día que comenzó a tener consciencia de sí mismo, él era el culpable de las desgracias que acontecían a su alrededor y por ser tan miserable todos le compadecían, sentían una denigrante pena por él y lo trataban con un respeto y amor que no merecía.

Él era mierda y nada más ¿Porque tratarlo de forma aduladora? Le dolía, se sentía culpable cuando recibía algo bueno de los demás pues sabía que alguien tan rastrero ni merecía vivir, pero Einzel, aunque le desgarraba el pecho con todas y cada una de sus acciones, le trataba como lo que era.

- L-Lo siento- musitó el menor mientras sus dedos se apresuraban en su tarea. Temblaban mucho y apenas podían llegar a desabotonar la mitad de la camisa y dicha torpeza solo empeoró cuando Einzel fue acercándose a él paso a paso.

Su andar era igual de elegante que siempre, pero las pisadas sonaban más fuertes que de costumbre. Estaba enfadado.

El puño del hombre lo golpeó directo en la cara, tumbándolo en la cama y haciendo que a parte del churretón de sangre seca que veía de su cabeza, ahora saliera también ese líquido de su labio inferior.

La herida era grande y se inflamó rápido, además sangraba copiosamente, era preocupante. Einzel no se preocupó.

- ¿De verdad tengo que partirte la cara para que dejes de comportarte como una zorra inútil? Me sale más a cuenta matarte- Einzel solo tomó el arma de nuevo sacándola del hueco que había entre su cadera y el pantalón apretado.

Apuntó a Kori en la cara y este se echó a llorar de nuevo.

No le salían las palabras, solo lloraba, balbuceaba y moqueaba penosamente. Einzel lo miró hastiado antes de darle otro golpe en la cara con la culata.

La nariz, ahora también sangraba por la nariz y tenía un pómulo muy rojo.

- ¡Deja de llorar! ¡Que molestia, joder!- Chilló el hombre ante tal engorro.

Él solo quería una noche deleitosa de sexo y ver en la cara de aquel muchacho la humillación y el dolor, pero sin embargo aquello parecía estar tras una molesta película de lágrimas y lamentos.

- ¡Lo siento! ¡L-Lo siento!- chilló el muchacho comenzando a desvestirse de veras para el alivio del sicario.

No podía desabrochar los botones de su camisa, eso ya lo sabía desde hacía un rato, así que tiró de esta hasta que saltaron desperdigándose por el suelo. El gran hombre hizo el resto, arrancándole la ropa.

Por suerte vestía una mallas negras así que no tuvo que enfrentarse a una incómoda bragueta y repetir el incidente de los malditos botones con otro cierra que se le resistía, pero una vez las sintió descender por sus piernas y abandonar su cuerpo junto a los zapatos y calcetines, se sintió vulnerable y temeroso.

En él sólo quedaban ya unas braguitas negras y la mezcla de sangre y lágrimas que había por su cara.

El cuerpo de Einzel, sin embargo, estaba totalmente cubierto por la ropa aunque de todos modos dejaba claro que los músculos no escaseaban y su fuerza física sería lo único que necesitaba para hacerle daño y, si se diera el caso -Kori rezó porque no fuera así- matarle.

Kori era pequeño pero su cuerpo era tan delgado y estilizado que parecía más alto cuando estaba desnudo y uno podía apreciar el vientre plano, las piernas largas y torneadas y la atractiva curva que se acentuaba en la cintura antes de mostrar los pequeños baches en la piel creados por las costillas.

- Límpiate eso, así eres aún menos atractivo- espetó el hombre mientras usaba el arma para señalar su rostro.

Era impresionante como movía la pistola de la misma forma en que uno lo haría con su propio dedo, sin ninguna muestra de amaneramiento y del mismo modo que si se tratase de una extensión de su cuerpo.

El chico tomó un borde de su camisa y se la refregó por el rostro, viendo como terminaba manchada de rojo. Le dolía que Einzel insinuara que su aspecto no era demencialmente encantador y que su belleza no valía todo el dinero que estaba perdiendo por hacer aquello, realmente la única dádiva de la vida que Kori apreciaba de sí mismo era su atractivo, de hecho se lucraba de ello y siempre se habría creído terriblemente sexy, pero las palabras del rubio le hicieron pensar que aquella imagen bella de sí mismo era solo una deformación de la realidad a la que se había aferrado y él mismo había construído para encontrar algo bueno en él.

Supongo que también estoy podrido por fuera, pensó Kori.

Las cosas parecían pasar a cámara lenta y le parecía bien, no quería que nada fuera más lejos. No quería hacer aquello, pero era inevitable.

-¿P-Por qué harás esto si soy poco atractivo?- preguntó Kori en un arranque de coraje, no sabía porque había hablado pero se sentía desesperado y ya no había vuelta atrás.

- Porqué me apetece ser generoso con una basura como tu.- su comisura derecha se elevó y una arruga bonita se formó al lado de su boca. Era atrayente, su rostro parecía pintado en un lienzo y sin embargo, algo perturbador subyacía en esa sonrisa.

- G-gracias...-murmuró Kori con el pecho desgarrado. Tenía miedo y el rostro le dolía.

Aquellas insultantes palabras dolían tanto, pero las merecía y escucharlas le hacía sentir, en cierto modo, bien.

Se sentía culpable y nadie le castigaba por ser un malnacido, pero con un par de frases hirientes Einzel ya le comenzaba a dar su merecido.

- Cierra la boca, me molestas- afirmó el hombre con una voz tenue.

Había susurrado pero seguía siendo imponente. Con un brusco tirón despojó al chico de su ropa interior femenina, arañándole un poco el muslo y lo miró a la cara con malicia.

Sonrió complacido al ver que el molesto sangrado de su labio y nariz ya se había detenido, casi como si hasta la sangre de sus venas obedecieran sus mandatos.

Le gustaba ese chico, era dócil y sumiso porque estaba destruído así que no le importaría que lo rompiera un poco mas.

Einzel entonces se alejó un par de pasos para ver desde lejos su cama y examinar al individuo desnudo de encima de esta.

Kori temblaba y trataba inútilmente de tapar su pequeño y flácido miembro. Su cuerpo lechoso y salpicado de algunas pecas le agradaba y verlo tan asustado y lloroso sobre su cama le producía una agridulce sensación de propiedad y molesta.

Él no quería a un quejoso amante, pero tampoco a un chico resistente.

El cuerpo del menor se hallaba intacto de hombros para abajo y al mirarse a sí mismo deseó que tras esa noche su piel no se tiñera de violeta o rojo. Realmente estaba aterrado.

- A cuatro patas- ordenó el sicario con seriedad. Allí, de pie, delante de la cama y totalmente vestido. Pero no bromeaba, ni por un instante.

- ¿Q-Que?- preguntó Kori abriendo sus ojos claros- ¿Ya?

- ¿Acaso esperas que te invite a cenar antes de follarte?- de mala gana el tipo de acercó y golpeó con el cañón una de las mejillas de Kori, quien no se esperaba dicha acción.

Cayó de bruces en la sábanas pero agradeció no haberse mordido la mejillas. La piel le ardía y al más mínimo contacto sentía una punzada de dolor pero eso fue lo que menos le preocupó cuando el hombre lo tomó firmemente de las caderas y lo volteó haciéndolo quedarse bocabajo.

Sorprendido intentó girarse y hablar con el sujeto. Necesitaba una pausa, aclarar que no quería que fuera brusco y doloroso y prometerle que cooperaría a cambio de gentileza, pero no pudo.

- ¡Oye, e-esp.- otro golpe en la parte trasera de su cabeza le nubló en juicio e hizo jadear. Los nudillos se habían ensañado con su cráneo y cayó nuevamente sobre el colchón, siguiendo bocabajo.

El asesino lo tomó por las caderas, alzándoselas y obligándolo a poner su culo en pompa.

El temible tacto de sus manos quemaba, sentía su piel doler con cada fuerte agarre y es que sus dedos se cernían bruscamente sobre él y lo tomaban sin cuidado. Sus manos eran tan grandes que podía rodearle la cintura sin dejar ni un cacho de piel a la vista, era terrorífico.

Y el tacto de su piel áspera y ardiente no era lo único diabólico ahí, le amedrentaba el hecho de que en compañía de la fuerza con la que sus dedos que resentían su carne, estuviera en su dermis un frío rígido.

Ese capullo no había soltado el arma en ningún momento, como si aún siguiese debatiéndose entre si matarlo o no.

- ¡Espera, Einzel espera! ¡Esto es aterrador!- chilló por puro instinto aquello, apenas fue capaz de procesar lo que estaba por decir y una vez lo hizo solo quiso arreglarlo.- Es... es la primera vez que haré esto... Y-Y lo haré, lo juro, no me echaré atrás.

- Si lo haces te mataré.

- L-Lo se, por eso lo digo... P-Pero no quiero que sea doloroso yo...- se calló al instante sintiendo algo en la cabeza, apretando la herida fresca que se había hecho con uno de los golpes de Einzel.

Escocía pero no iba a quejarse, era mejor silenciarse a uno mismo si un arma te apuntaba.

- Me parece que estás malinterpretando mi bondad. Me debes dinero chico, y mucho. Jamás dejo a nadie vivo por sus deudas y ahora tu pretendes que el precio por la tuya no te sea doloroso... No has entendido nada. Va a ser doloroso y si por un casual no lo es...- el hombre, con calma, dejó al arma apoyada en la espalda del chico, justo en la sensual curva de su columna. Kori podría girse y cogerla. Pero no podía, estaba petrificado. Einzel se estiró hacia atrás un poco, buscando algo en el buró junto a la cama hasta que lo cogió. Kori miraba al frente y no se atrevió a girarse.- Ah, si no es doloroso.... yo me aseguraré de que lo sea, pequeño- lo tomó del pecho con fuerza, tirando de las hebras azabaches hasta atrás para doblar su garganta y dejarla indefensa.

Un brillo largo atravesó su campo visual y lo sintió después en el cuello. Afilado y gélido. Tenía una navaja en su maldita garganta.

- Dejaré las armas sobre la almohada y si veo que tienes intención de cogerlas te estrangularé en solo segundos.- aseveró. Dicho y hecho. Frente a él pero lejos de su alcance estaban la pipa y el cuchillo cómodamente reposando el cojín.- Ahora quiero que te portes bien, porque esta noche vamos a tener sexo y tu no vas a disfrutarlo ¿Entiendes?

Varias gotas transparentes cayeron sobre el colchón. Kori asintió.

Einzel sonrió por millonésima vez consecutiva esa noche.

- Más vale. No quiero que te resistas. No pienso hacer el esfuerzo de atarte ni de amordazarte para que no chilles, no vales tanto la pena, así que te mataré si lo creo necesario. Y me da igual volarte los sesos mientras te estoy violando, así que no crear en ningún momento que tienes derecho a ser molesto. Bastante molesto es ya el que estés vivo.

Tenía razón. En cada una de sus últimas y dolorosas palabras Kori veía la verdad, la sentía taladrarle los oídos como una epifanía ya conocida y le recordaba la ignomini de su nacimiento y la desdicha de su vida.

No quería vivir, pero no podía morir. No desearía ser asesinado, ni que su corazón parase, ni tener valor para suicidarse. No querría nada que pudiese decepcionar a su madre, simplemente rezaría por no haber nacido jamás.

No podía seguir pensando en su existencia o en su ser siquiera, porque estaba preso de la sensaciones y del temor. Las manos torpes y grandes del asesino le sacaron de sus pensamientos al dejar su cintura marcada de rojos con la forma de sus dedos y comenzar a recorrer sus costados, acariciando su figura curva.

Era el primer tacto que recibía de ese hombre y que no le hacía daño ni le dejaría marca, pero no lo agradeció, solo lo tomó como lo que era: Un cruel preludio de lo que vendría después.

Cerró los ojos tratando de sumirse en la oscuridad, si suprimía uno de sus sentidos quizás estos dejarían de atarlo y él podría refugiarse sosegadamente en mi mente mientras todo pasaba.

Pero Kori era sagaz y comprendió deprisa: Estaba anclado a lo que su cuerpo percibía porque las sensaciones eran intensas y su piel parecía estar en ebullición cuando la tocaban. Daba igual que solo viese obscuridad, incluso aunque su piel fuese insensible nada lo habría podido despegar de la situación. Podía escuchar la aspereza de la dermis ajena contra él, las arrugas de los tejanos formarse mientras el hombre de rodillas de detrás suyo aproximaba sus caderas a su pubis.

Podía oler el sudor de sus dos cuerpos, la adrenalina del suyo, la sangre acre de las sábanas y el punto salado de sus lágrimas, también el penetrante aroma masculino del sicario y el atosigante hedor a desodorante que pretendía tapar lo primero.

Saboreaba el gusto metálico de la sangre al morderse el labio y reabrir su herida y también podía degustar la angustia pastosa que no se le despegaba del cielo de la boca.

Podía sentirlo sonreír aviesamente. Sí, sentirlo, aunque no lo viese, ni lo escuchase, ni lo saborease, ni lo notase, aunque su cuerpo no tuviese pruebas, él sabía que sus labios estaban repitiendo aquella rutinaria mueca.

Primero curvaba un extremo de la boca y las arrugas de la comisura derecha se hacían hondas, después la izquierda la imitaba y cuando el gesto de relajaba un poco los labios desenfundaban una hilera de dientes como perlas y las arrugas dejaban de parecer pintadas con carboncillo.

No sabía si era una sonrisa de modelo o de villano.

Einzel observó al chico frente a él y se agradeció a si mismo - porque sí, para él eso era lo mismo que agradecerle a Dios- por haber dejado vivir a ese pequeño despojo.

Estaba impaciente y su abultada erección ya latía contra el pantalón de forma impaciente.

Por cada una de sus caricias nacía un estremecimiento del chico y aunque le agradase el tacto liso y suave de su piel lo rozaba únicamente porque amaba verlo desesperado y lloroso al ser sobado por un asesino como él.

Pero ya comenzaba a aburrirse. Aquella visión le había entretenido quizás hasta cincuenta segundos, pero ahora se hallaba hastiado y quería comenzar con la acción, no sería muy difícil, solo tenía que bajarse la bragueta y mantener al adolescente quieto.

Desnudarse no entraba en sus planes, no pensó que alguien tan lamentable como Kori mereciese ver su magnífico cuerpo desnudo. Kori también tuvo esos desafortunados pensamientos.

Einzel golpeó la parte superior de la espalda del chico, cerca de los hombros, con su puño derecho, obligándolo a doblegarse ante él. El chico dobló los brazos por el golpe y reposó su cabeza en la mullida cama, quedándose totalmente expuesto.

Su piel pasó de pálida a rubicunda por la marca de las manos de ese hombre y el rubor de sus mejillas.

Escuchó el ruido vibrante típico de una cremallera y comprendió que el asesino estaba desabrochando su bragueta con presteza. Las manos del hombre parecieron remover entre tela, bajándose un poco el pantalón y apartando la ropa interior para que no interfiriera.

Durante unos pequeños instantes agradeció que el pantalón dejara de tocarlo en su trasero, el tacto áspero y la presión constante comenzaban a hacerle sentir un escozor molesto en su entrada. Segundos después de agradecer esto, se retractó enormemente.

Sintió la cabeza el miembro del otro alineada con su hoyo y tembló de pavor ante la espera de algo inevitable. Sentía aquella enorme superficie ardiendo sobre su sensible piel, goteando aquel líquido pegajoso y salado que esperó sirviera como lubricante. Unas manos se afirmaron en sus caderas y aulló de dolor por la fuerza con la que los dedos se enterraban en él y apretaban el hueso.

Cometió un tremendo error al voltearse un poco para ver el panorama de lo que sucedería.

La longitud de la masculinidad ajena lo dejó anonadado, casi tanto como su grosor surrealista. Erguido, palpitante y venoso, una mole de hombría y lascivia preparada para hacerlo suyo.

La zozobra le caló en los huesos y un escalofrío desagradable hizo chispear su cuerpo, aquello era demasiado grande como para él. Como para cualquiera en realidad, pero especialmente para alguien tan pequeño e inexperto como Kori.

¿Veinte centímetros, veinticinco? Así a ojo era difícil para Kori averiguar la distancia que había entre la ancha base y la húmeda punta, pero prefería no pensar en ello. Aunque del diámetro de la pasión de esa bestia sin sentimientos sí podía saber algo: Él, con sus manitas, sería incapaz de abarcarla.

La simple visión de los genitales de Einzel le hizo sentir ridículo y amedrentado pero fue peor cuando alzó su vista por el velludo pubis, atravesando la camisa arrugada y marcada hasta que llegó a su rostro. Espera que el otro lo viera llorar desesperado, aterrado y sin culpa alguna. Esperaba ver en esos ojos añiles y desvaídos una muestra genuina de compasión, de empatía.

Apatía fue lo que percibió en su lugar. Una completa inexpresividad lo hizo sentir ansioso y atrapado hasta que de nuevo pintó esa sonrisa desoladora en su faz y lo obligó con ella a quedarse quieto.

Era como un hechizo. Tan mágica y venenosa.

Tragó saliva cuando se dio cuenta de que lo harían sin condón, cosa que podría significar la transmisión de enfermedades si es que aquel sujeto las tenía -aunque para Kori él era en sí ya algo mortífero, una necrosis de la humanidad- y la desagradable sensación de que aquel hombre terminara dentro suyo.

El pelo rubio de Einzel cayó hacia delante cuando miró a su objetivo y sujetó su pene por la base.

Apoyó su mano en la espalda del menudo chico, haciéndole algo de daño pues estaba apoyando demasiado peso ahí, y comenzó a empujar.

Ni siquiera había entrado pero la cabeza de su virilidad dolía por presionar tan fuerte aquel agujero para nada dilatado o preparado. Ladeó su enorme cuerpo para ver lo que el otro hacía en esa situación y lo contempló llorando con los ojos cerrados y apretando las sábanas en sus manos. Estaba tenso y eso lo hacía ser más apretado.

- ¡Relájate! - le gritó furioso por la espera mientras azotaba su trasero. La nalgada dejó una visible marca roja que delineaba su mano en el trasero del muchacho.- Deja de hacer esto difícil- ordenó mientras se inclinaba sobre él para alcanzar algo.

Ese leve cambio de postura lo hizo chillar una vez sintió aquella persistencia en su entrada. Apretaba fuerte contra ella y lo hería agónicamente incluso sin haber entrado todavía.

El hombre tomó algo de la almohada y Kori supo lo que era cuando lo notó reposar en su espalda.

Forma de L y frío metálico, no cabía duda.

- Deja de tensarte. Es solo por si tratas de defenderte.- Y mientras hablaba marcaba un vaivén brutal con la cadera inmovilizando la del niño. La presión dolorosa iba y venía, pero a cada arremetida era mayor, al igual que su sufrimiento, y eso solo indicaba que acabaría por entrar si seguía tratándolo con esa violencia.

- Me duele... N-No entrará, por favor...

- Oh, sí entrará. Entrará porque de lo contrario estás muerto. Ahora cállate, me molesta que seas ruidoso.-Kori tomó las sábanas que arrugaba en sus puños y dócilmente de las metió en la boca para acallarse y sofocar sus chillidos.

Al menos ese dolor tan horrendo tenía utilidad. Él merecía sufrir igual que sufrió su madre por darlo a luz e igual que sufrió Samantha por advertirlo.

La gente se sacrificaba para salvarle la vida y es que Kori no comprendía porque tantos preferían morir a dejar que él lo hiciera. Al fin y al cabo solo era un desgraciado sin valor.

No sabía porque esos pensamientos tristes venían a s u cabeza, pero se detuvieron de repente, alguien había cerrado el grifo de su conciencia con un fuerte golpe de dolor.

El dolor más grande y enloquecedor que jamás había sentido, le nubló el juicio y le hizo aullar como si fuera a morirse de agonía, escupiendo la tela ensalivada.

Los ojos desorbitados y sus sentidos reducidos a la única percepción de que, efectivamente, Einzel había entrado a la fuerza.

Sentía como si su trasero fuera a partirse en dos, literalmente, como un machete estuviera clavándose en su intimidad y serrando a sus jodidos lados para cortarlo desde sus adentros y convertirlo en dos pedazos de carne inerte.

Su hoyo vírgen ardía como el demonio y lo sentía escozer de una forma inefable. Aquel malestar era mil veces peor que cuando uno hecha sal en las heridas, era como si vertieran jodido fuego líquido.

No podía parar de gritar y solo sabía que lo que decía su vociferante desesperación era que Enziel, por favor, se detuviera, aunque eso no lo supo porque él era quien pronunciaba tales súplicas, sino porque se escuchó a sí mismo una vez sus oídos cesaron de pitar.

Einzel se sentía glorioso, la noche estaba por comenzar y ya sentía al muchacho apretándolo deliciosamente con su interior. Su sexo palpitaba y notaba el cálido y húmedo recto del adolescente abrazando a su forma y apegándose a ella hasta crear un angosto pasaje para su disfrute.

Solo había metido una mínima parte, pero ya se sentía genial y aquella probada le había dejado con ganas de más. ¿El cielo? No, aquello no era un tranquilo y deleitoso Edén, él era Satán en el averno y amaba el fuego dentro del otro al igual que se encendía por los chillidos del pobre diablillo al que torturaba.

La lascivia movió su cuerpo y tomó Kori por el pelo, obligándolo a ponerse a cuatro de nuevo y a alzar la cabeza.

Entre gritos se quejó y pareció flaquear, sus brazos temblaban y mientras la saliva algo rojiza resbalaba por sus labios, no paraba de implorar clemencia.

Agarró el arma de su espalda y con ella amordazó al chico. Kori entró en razón desde el primer segundo en que notó la frialdad del cañón en la boca y supo que no solo la sangre de sus heridas le asqueaba con ese sabor metálico.

Empuñando el arma la empujó hasta que solo vio la parte vertical y entonces sonrió ampliamente al sentir los gemidos ahogados contra el arma.

- No seas ruidoso. Es solo la punta, si no puedes con esto desearás morir con lo que sigue.- una carcajada ronca, melódica y estable.¿Como podía estar tan calmado en esa habitación del dolor?- Si gritas aprieto el gatillo.

Kori abrió los ojos como platos y asintió mordiendo el arma. Los dientes le dolieron desde el primer instante que presionó con ellos el metal y el frío de este mandó flechazos de dolor a sus encías, pero eso no era nada comparado con el dolor que sentía.

La saliva caía por sus comisuras y de nuevo su labio goteaba sangre. Einzel miró intrigado como poco a poco aquel fluido rojo y translúcido resbalaba hasta acariciar el dedo que tenía en el gatillo, haciéndolo resbaloso e induciéndolo a un posible error.

Cuando empezase a joderlo como él sabía las posibilidades de pegarle un tiro sin pretenderlo aumentarían y eso, lejos de preocuparlo, le encantó. Su pene creció dentro del chico por aquel peligro presente y Kori gimió bajito.

Pensó en golpearlo por ello pero esos jadeos y quejidos de terror lo volvían loco, le afirmaban su superioridad, así que pensó que mientras no gritase molestamente no necesitaría usar sus dotes de intimidación.

Con lentitud sacó la punta del interior del chico, que respiró atosigadamente mientras un escozor horrendo se deslizaba junto a la hombría de su amante. Una vez fuera observó su miembro alineado con la entrada del chico y sonrió por lo enrojecida y maltratada que se encontraba ya.

Había metido un poco, así que terminar la faena no le costaría. No lo pensó dos veces, metió la punta de nuevo y en esta ocasión no se detuvo: con una mano tomó la cadera del chico y con la otra profundizó el arma dentro de su garganta para hacerlo quejarse. En medio de aquella sensación incómoda de ahogo del menor, el asesino aprovechó para acercar el culo blanco y redondo de su amante a su pelvis y mover sus caderas rápido, enterrándose por completo hasta que sintió el calor de su víctima rodeando toda su longitud.

De nuevo Kori no estaba para pensar y alzó su cabeza chillando de dolor, consiguiendo alejar el arma de su garganta y sacarla de su boca.

Había sido un millón de veces peor que la anterior, a cada centímetro podía sentir su maltratada piel herirse mil jodidas veces y le dolían partes de su interior que incluso dudaba que existieran.

Estaba dentro suyo, completamente, y lo sabía porque contra sus nalgas la piel áspera del pubis del hombre lo rozaba junto a su cosquilleante vello. No quería que se moviera, solo necesitaba respirar, porque si el otro empujaba mínimamente, Kori perdería el conocimiento, lo sabía.

Su cuerpo no podía soportar más y comenzaba a escuchar un molesto pitido distante, quizás enterrado a una burbuja de agua que lo aislaba y además sus ojos comenzaban a hacerlo todo brillante, blanco y homogéneo.

Y aún al borde del desmayo podía sentir su culo lleno, rebosante por aquel miembro enorme y venoso que crecía en su interior y parecía recubierto de espinas. Sangraba por dentro, lo sabía, algo que no sangrase no podía ser tan inmensamente doloroso.

Pensó que estallaría y chilló de nuevo al sentir que Einzel retiraba un poco su pene de su interior. No, no se sintió mejor, aquel movimiento dolió por todo su recto y el ardor le hizo llorar más sonoramente.

- Ah- murmuró el otro, con la voz colmada de gusto y una única gota de sudor cayéndole por la sien derecha- Parece que te he roto- Sonrió malicioso al ver la sangre recubriendo su piel pálida. Ahora sí que lo había destruido- Bueno, entonces no tiene caso que siga siendo cuidadoso...- murmuró y antes de erguirse y comenzar su tortura se fijó en el rostros de Kori.

Ojos cerrados que se apretaban y relajaban poco a poco, aliento perdido y labios casi blancos. Iba a desvanecerse y no, no permitiría al chico ausentarse aquella larga noche para ir al mundo de los sueños.

Le lanzó el arma a la cabeza sin cuidado de no golpearlo en su anterior herida. Un chillido le indicó que había dado en la diana de sangre. Rápido, tomó la navaja y escuchó el arma de fuego caer de la cama.

Alzó la cabeza del chico tirándole del pelo y poniéndolo de nuevo a cuatro y sacó su pene lentamente, observando sus expresiones y llenando la habitación de unos gritos y gemidos agudos que tanto dolor implicaban que hasta parecían palpables.

- M-Me matarás... me matarás si sigues, por Dios, por favor, basta...- no supo si gritó o si musitó, todo comenzaba a parecer etéreo y flotante. Las sensaciones eran tan aterradoras que aún a un paso de desplomarse por horas seguía notándolas como si fueran lo único que lo anclara a la realidad.

Algo helado y rápido pasó por su mejilla y lo despertó. No comprendió que lo había alejado de ese mundo blanquecino y calmado para arrojarlo de nuevo en aquella realidad ardiente hasta que giró su rostro y vio a Einzel con los labios rojos como cercas lamiendo el fijo ensangrentado.

Un ardor en su mejilla pronto se convirtió en dolor y al sentir algo cálido descender por su cara y ver la sangre manchando la colcha se alarmó. Era mucha sangre, Einzel le había cortado en la mejilla pero no paraba de brotar copiosamente y se estaba mareando.

Había sido un tajo demasiado profundo y ya había perdido sangre anteriormente, estaba mareado.

Los ojos de Einzel relampagueaban cuando su aguda y larga lengua se vistió de rojo y saboreó aquella sustancia salada y fuerte. Lo vio caer de nuevo contra el cojín y con sus manos lo obligó a mantener las caderas alzadas.

- Ah, joder, sí- jadeó cuando de una estocada volvió a penetrar a Kori obligándolo a chillar con su monstruoso tamaño.

Aquel juego lento y tortuoso ya le había aburrido, se había terminado aquello de tener compasión así que haciendo caso omiso a donde acabase el cuchillo, lo dejó hacer y tomó a Kori de las caderas para atraerlo hacia él mientras establecía un ritmo brutal.

Comenzó follándolo rápido. No le daba tiempo a Kori para tomar aire y seguir implorando mientras el hombre tras él sacaba hasta la mitad y la metía de golpe de nuevo con veloces movimientos de caderas.

El vaivén de embestidas que creó no paró ni un segundo a pesar de las quejas de Kori y a pesar de que desgarró las sábanas con sus manos por el dolor. Einzel se hallaba sumido en un estado de embriaguez absoluta mientras metía y sacaba violentamente su falo de la entrada de aquel chico, haciéndolo sangrar más y consiguiendo así que su polla se moviera más fácilmente, deslizándose en aquel interior angosto y maltratado con una facilidad aterradora.

Al principio solo se movía él, de rodillas hincado tras el culo ahora rojo de su presa, pero pasado un rato comenzó a aburrirse de aquel sexo tan condescendiente con el sumiso y usó sus manos aferradas en sus caderas para mover al chico en contra de su voluntad, obligándolo fiera e inevitablemente a empalarse a sí mismo en la enorme virilidad del asesino hasta que sus nalgas chocaban con su pelvis causando un sonido ocasional y obsceno que solo calentaba más al dominante.

Poco a poco Kori sintió que moriría y que malgastar sus fuerzas en luchas era inútil, así que se dejó caer en la cama y en las manos de Einzel cedió su cuerpo inerte para su disfrute, esperando que aquella rendición supusiera un poco al menos de piedad por parte del hombre que lo follaba como un animal.

- Oh pequeño, no creas que seré más bueno contigo si te pones así- comentó saliendo de él para acercarse con habilidad y unir sus genitales, entrando de lleno como si no le supusiera el menor esfuerzo. Un grito lo hizo sonreír y la calidez estrecha del chico ahogando su erección lo excitó. Estaba cerca del límite- No voy a ser compasivo. Te follaré tan duro como pueda de todos modos. No espero que lo disfrutes- aseguró volviéndose a clavar en él.

A estas alturas Kori ya era incapaz de defenderse, por mucha voluntad y ganas que le pusiera, su cuerpo simplemente no respondía. Solo tragaba el dolor deseando que todo pasara y lloraba en silencio, gritando de vez en cuando en las ocasiones que sentía que todo su cuerpo se rompería y que aquel hombre lo golpearía tan hondo con sus arremetidas que acabaría por arrebatarle no solo el aliento y la esperanza, sino la vida.

Pequeñas convulsiones eran lo único que sus extremidades lograban articular cuando él trataba de moverse para huir o quizás luchas, pero simplemente era inútil.

No podía enfrentarse a Einzel. Lo estaba rompiendo solo por placer, si llegaba a retarlo simplemente no tendría oportunidad alguna.

Era mejor así. Si cerraba sus ojos podía concentrarse en ignorar el goteo de sangre por sus genitales o los hilillos de esta por sus piernas, le desagradaba la sensación; aunque ni con todo el esfuerzo del mundo podría borrar la sensación de ser violado por atrás.

Tan humillante y doloroso.

La metía y la sacaba con facilidad y entre cada embestida no tenía tiempo a llorar siquiera, a respirar. Lo tomaba fuerte de la cintura y mientras se empujaba adentro lo atraía hacia él sin cuidado y al sacarla no reparaba en las repercusiones de dejarlo vacío repentinamente y sucedía en un angustiante y doloroso instante. Lo golpeaba en el culo con sus manos de vez en cuando y alguna vez se habían detenido para tomar sus nalgas tan fuerte que dejó sus dedos marcados; a continuación las separaba haciendo arder y estirarse su pobre ano y cuando entraba tras eso lo notaba en lo más profundo de sus entrañas.

Quería morir antes que sentirlo follarle el trasero de esa forma tan llena de sadismo. Y con esa sonrisa en la la cara.

Dios santo, esa sonrisa del diablo.

Finalmente estalló y una calidez desagradable hizo arder el interior de Kori, que se vació de golpe hiriendolo.

Se enroscó en la cama abrazándose a las sábanas. Olían a Einzel, pero por suerte gozaban de una suavidad que él desconocía y además le arropaban alejándolo del frío y de su humillante desnudez. El hombre se abrochó la bragueta en un par de segundos y se sentó en la orilla de la cama, comenzando a fumar un cigarrillo que había sobre el buró junto a la cama.

Parecían tan casual y tranquilo, tan de una pieza. Un hombre en su cama, vestido con elegancia y austeridad a la vez, fumando de forma calmada y con un deje taciturno en el rostro. Casi parecía un firme empresario que regresaba a casa tras un arduo día lleno de esfuerzo.

Einzel era tan sólido.

Sin embargo Kori parecía caerse a pedazos y a cada segundo que pasaba su cara e descomponía más en un llanto doloroso y lastimero. Se sentía sucio, ultrajado y perdido.

No tenía ni una cama propia donde lamentarse y consultar sus penas con la almohada, lo único que tenía era la cama de Einzel y su demoledora presencia, era horrible sentir que lo que a él le había destrozado el corazón para Einzel no había sido nada más que un polvo que apenas merecía un cigarrillo como celebración.

¿Cómo podía ser así?

Le dolía todo horriblemente y no solo el cuerpo, tan lleno de moratones, cortes y rojeces, además de su entrada irritada y destruída que merecía haber sido tratada con cariño y calma, no, también dolía algo dentro de él. Su alma brillante se sentía desvaída y el cristal bruñido que antes la había formado parecía ahora desmenuzarse.

Con tantas heridas en su cuerpo uno podía pensar que no habría nada más en la cabeza de Kori que la agonía que su piel sentía al moverse, pero la verdad era muy diferente. Aquel dolor tangible, diagnosticable, era más llevadero e incluso a veces Kori olvidaba que estaba ahí.

No era sino él pesar de su corazón lo que lo estaba matando. Solo de imaginar a su madre llorando desde el cielo al contemplar tal ignominia junto a Samantha tenía ganas de quitarse la vida e ir con ellas a por un abrazo eterno y blando. Pero no podía. Viviría para enorgullecer a los que ya no podían, para cumplir el último deseo de sus seres más queridos.

Debía hacerlo para ellas aunque para él vivir fuese algo más ominoso y vacío que la muerte. Aunque significase trabajar en un club de striptease, convivir con un drogadicto temperamental, pagar para que alguien arrebatase vidas, vender su cuerpo a un hombre y mendigar en las calles como un perro hambriento.

Le podrían quitar las ganas de vivir si querían, eso ya había sucedido hacía tiempo, pero la vida no se la arrancaría nadie porque si él mismo no se la había arrebatado ya, nadie tendría tantas ganas de quitársela como para vencerle.

Kori se enjugó las lágrimas con la mano y miró al hombre que lo había despojado de la poca dignidad que le quedaba. Estaba sereno y de espaldas y agradeció no ver sus ojos y la maldad ardiente que subyacía bajo su hielo. Pensó en preguntar si podía usar su aseo, quería desinfectar la herida del labio y la de la cabeza pues estaban abiertas y podrían infectarse y además necesitaba urgentemente un baño.

Se sentía pesado, musgoso, mugriento, recubierto de una suciedad invisible pero que le pesaba fervientemente. Pero antes de que pudiera abrir la boca, Einzel lo interrumpió.

- Ya. Lárgate.- ordenó aún con el cigarro entre los labios, alterándole el habla y volviéndola más tóxica.

- ¿Q-Que?

- Ya has acabado de pagarme. Ahora fuera, me molesta que llores.

- ¡Pero son las tres de la mañana y has roto parte de mi ropa!

El hombre se giró para quedársele viendo de forma severa. No respondió, solo se alzó y lo tomó del pelo.

Desnudo se zafó de las sábanas mientras era arrastrado con fuerza. No podía creer que alguien fuese tan cruel como para desecharlo sin darle siquiera unas migajas de piedad, pero sabía que en esa noche fría los ojos de Einzel no se llenarían de ningún tipo de calidez humana.

Quiso morir cuando el sicario lo hizo atravesar el vestíbulo en ese estado y aunque su cuero cabelludo sangraba por los jalones, dedicó sus esfuerzos a taparse para que un ojiplático Marcus no viese su vergüenza.

La puerta de entrada se abrió y Kori realmente se sintió aterrado. Era como un agujero negro que lo reclamaba y que si lo absorbía lo llevaría derecho a un reino de perdición y miseria. Lo devolvería a su vida, solo que está sería aún más horrible si cabía la posibilidad.

Sin miramientos lo arrojó al asfalto y sobre él el chico se enroscó, convirtiéndose en una bolita de carne humana, y siguió llorando en silencio.

Jamás tendría tiempo suficiente para lamentarse por sus desgracias, pero simplemente esa noche las gota que había colmado el vaso parecía convertirse en una inundación que sus ojos querían expulsar.

Lo necesitaba, su cuerpo pedía unos momentos de autocompasión y calma para liberarse y volver a funcionar normalmente, lo pedía tanto como el agua o la comida.

A los pocos minutos la puerta de entrada se abrió de nuevo, arrojando luz sobre su escuálida figura, pero antes de que sus ojos enrojecidos tuvieran tiempo de adaptarse a la brillantez del lugar y contemplar la figura de Einzel como símbolo de salvación, unas manchas negras lo sobrevolaron y la oscuridad volvió junto a ese extraño exilio.

Su ropa, Einzel había salido a devolverle su ropa únicamente.

La ropa interior y los leggins le abrigaron lo suficiente como para que su cuerpo tiritase de una forma menos enfermiza, pero su camisa se hallaba rota en ciertas partes y dejaba pasar el frío hacia su delgado torso.

Supo que no podía seguir lamentándose si quería llegar al siguiente amanecer, sobretodo tratándose de una noche tan fría como aquella. No podía volver a su piso con Roy por motivos obvios así que sus pies se movieron solos hacia el único sitio donde se sentía vinculado.

Su camino hacia el local aunque fue corto le pareció un sacrilegio. Con el corazón roto y el cuerpo a punto de llegar a una hipotermia a uno se le hacía todo cuesta arriba y para Kori el camino ya parecía incluso vertical.

Antes de alcanzar el lugar se topó con una imagen escalofriante que le hizo sentir un escalofrío profundo, como una chispa que le llegó al tuétano de los huesos.

Un rostro delgado de pómulos amoratados, ojos inyectados en sangre y recubiertos por un contorno oscuro de hematomas e hinchazón. Sangre chorreando desde el pelo enmarañado y brotando de unos labios azules por el frío. Un rostro patético sobre un cuerpo delgado, encorvado, renqueante y desnutrido.

Alzó la mano para tocar a aquella alma en pena y unas lágrimas más se dieron el lujo de huir cuando la punta de sus dedos tocó el frío cristal del escaparate. No sabía que vendían en esa tienda ni qué productos había tras el cristal, solo que su superficie lo reflejaba con una horrible exactitud.

Se veía moribundo y ajusticiado. Quizás merecía verse siempre de ese modo tan patético.

Suspiró en el reflejo, empañándolo hasta dejar el cristal glauco y translúcido, al igual que su inhóspito futuro. No sabía qué le depararía el pasar del tiempo ahora que se hallaba desamparado, pero sentía que a cada paso que daba se perdía un poco más, hasta sumirse en un laberinto sin salida. Moriría ahí dentro. Moriría ahogado en soledad y problemas, quizás también en los recuerdos de una juventud tortuosa donde soñaba que se escaparía de aquel hogar avieso para salir a un mundo mejor, más grato y justo. Se ahogaría en sus decepciones.

Sacudió la cabeza centrándose únicamente en el presente y retomó el camino hasta visualizar el local y a su dueño fuera fumando mientras contemplaba la luna llena, la luz de la cual reflejaba su lleno rostro, haciéndolo parecer una cómica y regordeta paródia de ella misma.

- Kori- dijo el hombre al percatarse de su presencia. El chico había alzado el brazo para saludarlo pero él solo lo había contemplado como a la aparición de un espectro malevolente.

Aún aquel desafortunado reencuentro Kori seguía con sus planes iniciales de pedir un aumento o en su lugar la posibilidad de vivir allí un tiempo, quizás trabajando más horas para ganárselo. Por segunda vez en aquella noche se le adelantaron, haciéndole tragar sus palabras.

- Pensaba que no aparecerías más por aquí.

- Oh...- respondió el otro quedándose sin palabras y sintiéndose mal- Sé que he faltado algunos días al trabajo sin avisar y lo lamento- inclinó su cuerpo, casi articulando una reverencia sincera.

- No me refería a eso.- El amable gordinflón de mordió el labio inferior, rozando su barba unos segundos y emitiendo un sonido rasposo y apenas audible. Aún así cosquilleó en las oreja de Kori-Todo el mundo sabe que tu y Paul os llevaís- carraspeó mirando a un lado y después corrigió:- Os llevábais- el chico tragó saliva, ya veía por donde iban encaminadas las cosas pero aún así no lograba vislumbrar la conclusión de aquello- como el perro y el gato. Todos vieron además las cicatrices que le dejaste en la cara a Paul y estábamos todos presentes cuando él juró matarte o morir en el intento. Después tu faltas al trabajo y él muere y tú... bueno, tú regresas. Regresas lleno de heridas, como si te hubieses peleado con alguien. Supongo que ya me entiendes.

- Insinuas que yo le he...

- Insinuo que parece que tu le has matado.- afirmó con los ojos brillantes y la postura inclinado, acercándose a su rostro para escrutarlo en busca de algo. Una mirada huidiza que lo delatara, un tick nervioso en la ceja, la culpa en su piel. Pero no había nada de eso.- Te conozco desde hace tiempo y sé que tu no matarías a nadie, pero todos piensan lo contrario y los rumores corren. Ya nadie quiere acercarse aquí porque tienen miedo de ir a un prostíbulo y encontrarse con un asesino- como una punzada en el corazón.

Aquella acusación había sido justa y certera, dolorosa como un dardo envenenado, pero no iba desencaminada en lo absoluto. Él solo se había defendido, se había protegido de Paul, pero esa era su historia y nadie la sabía.

La gente solo sabe lo que ve y desde fuera Kori era el ser perverso que su jefe describía.

Si antes lo veían con deseo o pena ahora los ojos del resto del mundo se colmarían de asco. Por cada paso que avanzaba retrocedía diez.

Quizás su rostro levantase ahora miradas indiscretas que lo imputaran de un crimen que no era suyo, pero en el fondo se sentía castigado con motivos. Su madre y mejor amiga, además de Roy y Paul habían muerto por su culpa y porque mucho que lo negase él era un asesino tan despreciable como Einzel.

Merecía que lo mirasen como a él, ser juzgado por la misma mirada impetuosa e imparcial de la sociedad. ¿Cuántas muertes había a su nombre? No podía soportar ya su reflejo en ningún lado, era tan asqueroso.

Kori tuvo una dolorosa revelación en su mente: Einzel, digno aunque malintencionado, mataba con sus armas y, sin embargo, él lo hacía con la lástima.

Su madre murió por salvarlo, compadecida por su inocencia, Samantha se sacrificó para ayudarlo al verlo tan desvalido e inocente y Roy no estaría bajo tierra de no haberlo acogido en su pequeño pisito por pena.

El silencio de la noche parecía tenso y en cada brisa de aire los sentimientos pesaban cargando el ambiente.

- Lo siento Kori, pero si sigues viniendo acabaré en bancarrota. No es que no te aprecie o que yo piense que eres un asesino, es ... Eres tu o yo y... maldita sea, debo ganarme la vida- sacó un pañuelo y lo pasó por su frente tostada. Lo miró con súplica.

Era un buen hombre, eso era todo. Solo miraba por sí mismo y ni siquiera era egoísta, solo quería vivir. ¿Acaso tenía Kori derecho a replicarle que lo echara sabiendo que él había pagado para que mataran a un hombre por el mismo motivo: Ganas de vivir? Rotundamente, no.

- Lo comprendo.- su voz estaba por romperse pero sonó suave y alzó una mano para callarlo. La movió en un gesto rápido, restándole importancia al asunto- No volveré aquí entonces, ojalá le vaya bien. Disculpe si- ''Si mi existencia le ha molestado demasiado. Si todo el mundo estaría mejor si yo muriera. Si mi vida solo trae desgracias a los demás''- ... si le he causado algún inconveniente- sonrió falsamente, pero no quería la compasión de nadie. Él ya sabía su fatídica situación, no necesitaba que se la afirmasen, además no quería hacer sentir mal a ese hombre.

- Claro que no hijo.- el hombre copió su sonrisa tranquilizadora y le extendió una mano con billetes arrugados- Anda, toma, espero que tu vida vaya bien.

- Lo irá, gracias- respondió cerrando los ojos y ensanchando la sonrisa. Las comisuras dolían y el ardor de sus ojos era insoportable.

Tomó el dinero esforzándose porque la mano no le temblara cuando ambos se dieron media vuelta se deshizo en lágrimas silenciosas.

Desamparado se preguntó a dónde podría ir una noche como aquella para conseguir cobijo pero al igual que sucedía con las farolas de la ciudad, él no estaba demasiado iluminado en esos momentos. Volver a casa de sus rancia y odiada abuela no era ya una opción, poco después de abandonar su casa había muerto de un infarto al ver a su marido ser arrollado brutalmente por un tráiler.

Se alegró, merecía morir de forma horrible y con el corazón -si es que tenía de eso- roto en mil jodido pedazos. Aquella airada y elegante mujer debía pasar los últimos momentos de su vida viendo su peor pesadilla.

No había un destino más justo para una persona capaz de abandonar a su suerte a su progenia por el único motivo de acabar preñada de la semilla de un presto y seductor mentiroso. Había borrado a su hija de sus recuerdos por el retoño que florecía en su vientre y una vez este vino a la vida y la conservó gracias a la ofrenda de su madre, la vieja lo había mantenido a su lado como a un perro callejero y despreciable.

Lo que no le alegró tanto de la muerte de aquella víbora fue ver que dejó su casa al estado. Él era el único que podía quedarse con la herencia, pero tan pronto como nació la mujer decidió que si la muerte le arrebataba sus bienes de sus frías y agarrotadas manos de arpía ningún ser vivo los podría disfrutar jamás.

Podía gastarse el dinero que su ex jefe le había dado en una habitación en un motel, pero a juzgar por los precios solo le bastaría para una noche en un lugar infestado de ratas, probablemente peor que la calle misma, además prefería gastarlo en comida. Los rugidos de su tripa lo distrajeron de su propio llanto.

Esa noche durmió en un banco del parque central del sitio, estaba bajo un árbol grande que le hacía sentir seguro y frente a él había un supermercado al que acudiría nada más despertarse si es que estaba abierto. Aguantaría así un tiempo, el suficiente hasta que encontrase algo que lo sacase de su situación.

Una semana, una semana entera recorriendo la ciudad y buscando empleo sin éxito. Las ofertas de trabajo no se ajustaban a su perfil y aunque suplicara en tiendas, supermercados y restaurantes de comida rápida para que le dieran el puesto jamás conseguía su objetivo. Se había rebajado tanto que incluso algún empleado se prestó a comprarle comida y aunque por orgullo había querido negarse, solo asentía llorando y apretándose el estómago.

Hacía tiempo ya que el dinero que le había dado su jefe se le había acabado y que se alimentaba a base de sobras o productos caducados que los grandes supermercados no querían, pero los encargados de varios sitios ya habían advertido su presencia y hacían lo posible por deshacerse de la comida lo antes posible o arruinarla con tal de que no pudiera comerla.

Comenzaba a tener un hambre atroz, mayor de la que jamás en su pobre vida había tenido; además de un dolor de espalda horrendo que resultaba de su mal descanso. Es lo que tenía dormir cada noche en los bancos de diferentes parques. Pero esa noche era peor, todo era peor.

Una tormenta monstruosa se había desplegado sobre la ciudad y él seguía con su ropa sucia y hecha jirones, incapaz de refugiarlo de un frío serio y no se diga ya de la humedad.

Su cuerpo estaba empapado y no paraba de tiritar de frío. Las heridas que Einzel le había hecho parecían no curarse y cada vez se hacían más presentes ardiendo y palpitando como si tuvieran vida propia.

Con el viento y la lluvia apenas podía andar, su cuerpo no ofrecía la suficiente resistencia y tenía miedo real de salir volando como un paraguas desplegado. Trató de refugiarse en varios sitios pero los hombres y mujeres que se hallaban refugiados en portales o negocios solo le echaban una mirada soberbia antes de echar el pestillo en sus narices.

Espasmos extraños le recorrían, como si fuera capaz de expulsar la sensación helada de su cuerpo sacudiendo la punta de sus dedos. El frío y la humedad le hacían temblar, cerrar y abrir los ojos con dificultad, sorber al respirar y tener una pesada y alarmantemente insistente necesidad de dormir hasta no despertar.

Esa sensación conocida venía de los más profundo de sus recuerdos lo llevaba de vuelta a lo que casi podría llamar una época feliz. La sensación del frío dentro de los huesos y la cara al rojo vivo y sudando le recordaba a él mismo cuando con apenas siete años se hallaba en la cama tapado hasta la nariz y su madre, temblando, le daba la medicina.

La única medicina que tenían ambos. Si para aquel entonces lo hubiera sabido no habría tomado el jarabe y se lo habría dado a su madre como fuera, la habría forzado a vivir igual que había hecho ella con él. La diferencia es que ella sí merecía quedarse en ese mundo.

No iba a dejar que la enfermedad que su mamá murió por vencer lo atrapara de nuevo como si fueran dos enemigos destinados. Tenía que vivir y si moría no podía ser así.

No, no iba a morir solo y enfermo. No iba a morir víctima del asesino de su madre y sus brazos para acurrucarse.

No iba a morir.

Su cuerpo casi inconsciente andar rengueando por instinto al único lugar que Kori conocía.

Se arrepentiría de eso. Se arrepentiría toda la vida, pero en eso se basaba, en tener una vida entera como para arrepentirse.

- Te pasaste, lo echaste desnudo y acribillaste a balas a su único amigo.

- ¿Y?

- ¿Y?- repitió Marcus con ironía, sorprendido por lo cívico que podía ser su amigo.- Podría estar muerto ahora.

- Viéndolo eso es lo mejor que le puede pasar. Sea así o no, no es asunto mío. Yo maté a quien se me pidió y después le hice pagar por su deuda. Soy justo Marcus, más justo de lo que crees. Debería estarme agradecido.- Habló con altanería. Sus ojos fríos no vacilaron mientras miraba al otro hombre.- Marcus, me averguenzo de haber sido tan benevolente.

La sorpresa en la cara del nombrado no se hizo de esperar. Abrió su boca en una gran ''O'', frunció el ceño, sacudió la cabeza. Parecía confuso.

- Einzel ¡Lo violaste y lo dejaste en la calle sin nada!

- ¿Hubieras aprobado entonces que lo matara, como le advertí que haría si no me pagara?-El otro lo miró retador pero el silencio prolongado pintó una sonrisa en el rostro del asesino.- Tengo razón ¿Ves?

- No has ganado, solo me he quedado sin palabras.

- Un hombre sin palabras es un hombre sin razón. El lenguaje de la mente son las palabras, si pensases que no tengo razón sabrías expresarlo con ellas de una forma u otra.

- A veces odio que seas filósofo o lo que sea- sonrió más ampliamente y Marcus apartó la mirada.

Siempre lo hacía cuando Einzel sonreía y no porque le tuviera miedo. Ser consciente de sus habilidades para matar pero también sabía que no era un inconsciente y que si le hacía daño -además de que no había razones para ello- saldría perdiendo. No apartaba la mirada por temor pues, era algo diferente.

Cada vez que el hombre lo miraba podía ver su vacío pues en la misma forma en que los demás le parecían transparentes al mostrar su odio, amor o duda con sus ojos, Einzel no parecía mostrar nada. Solo un azul helado y sin vida. Brillaba a veces, sí, pero era un brillo sin pasión, como el del cristal bruñido.

Cuando sonreía todo empeoraba, su boca afirmaba satisfacción pero si uno tapaba la parte inferior de su cara podía darse cuenta de aquel escabroso detalle: sus ojos nunca cambiaban, daba igual la put sonrisa, su mirada no estaba feliz.

Era misterioso, con un aire enigmático tapaba algo que a simple vista no se percibía y que uno no llegaría a vislumbrar jamás aunque se ahogase en el azul de sus ojos. Y quizás eso que subyacía en él y nadie había visto jamás era mejor dejarlo escondido en la oscuridad.

- Al menos reconoce que te dio pena. Aquel chiquillo estaba tan indefenso. Tienes que tener algo de sentimientos por lo menos.

-Si, claro, sentí lástima.

- ¡Aleluya!- exclamó aquel hombre mientras alzaba los brazos y miraba al cielo, haciendo ver que agradecía aquella confesión a un ser superior y divino. Einzel rió bajo y prosiguió, cortando el momento de alegría de Marcus.

- Pero no me apenó hace una semana cuando lo follé, ni siquiera cuando le iba a matar y maté a su amigo. Ahí solo vi a un chico débil del que me podía aprovechar igual que un león lo hace de una gacela. No hay nada de que compadecerse ahí, es algo natural. Cuando sentí lástima fue cuando vino a pedir mis servicios. Porqué el dijo algo así como que su mayor temor era morir solo. Es tan obvio que morirá solo, todos lo hacemos. A veces me da pena la gente que vive tan engañada como para creer que uno puede morir de otra forma.

- Einzel, quizás eres tu quien está ciego. Has vivido siempre sin amor de ningún tipo y eres un hombre frío incapaz de formar vínculos afectivos. Tú morirás solo, los demás quizás no. De hecho a veces pienso que llegará alguien, algún día y derretirá todo ese hielo que tienes amurallándote y sentirás algo.

- No voy a enamorarme Marcus, eso es una tontería. Es pura sugestión, como cuando antiguamente la gente creía que estaba poseída por el diablo. Es una mentira y ya está. Además, yo tengo sentimientos de todos modos, ¿Porque siempre hablas como si no?- arqueó una ceja y ladeó la cabeza.

Al principio la conversación era algo secundario, ambos hablaban para distraerse mientras fumaban, pero Einzel en este punto del diálogo ahogó la colilla en el poco refresco que quedaba en su lata y centró su atención en su interlocutor.

Marcus suspiró.

- Porque finges las cosas. Lo puedo ver en tus ojos. Cuando te ríes o te enfadas parece real: frunces el ceño, alargas los labios. Pero tus ojos no cambian, tienes esa mirada apática... Estas bloqueado emocionalmente y se que quizás alguien logre hacer que te abras y tus sentimientos saldrán de golpe, todos. Lo sabré el día que te mire y tus ojos no parezcan los de un muerto.

Marcus hablaba con una sobriedad impresionante. Sus ojos recubiertos por una película de brillo y convicción miraban a los de Einzel con desconfianza, queriendo ver el impacto de sus palabras en él.

Sonrió de nuevo y su mirada siguió siendo exacta a unos minutos atrás.Daba igual lo que Marus se esmerase en ver algo de humanidad en esos orbes azules, solo conseguía perderse en ellos, hipnotizarse hasta que un pavor extraño lo sobrecogía. Se parecía la congoja que su corazón experimentaba si se trataba de imaginar perdido en el mar.

Eso esa, un reflejo de su ser. Superficialmente calmado, pero de una profundidad aterradora y desconocida. Una mole de hielo sobre las oscuras profundidade de su yo, que permanecían inexploradas.

-Dices tonterías.- Mantuvo su sonrisa y lo miró fijo. Mentía, ambos sabían que Einzel no estaba en desacuerdo con él pero aquel tono burlón que ocultaba una voz ronca y ácida junto a la penetrante mirada dejaban claro que el más alto estaba tratando de ser intimidante. Y lo consiguió.

Era como si le pidiera indirectamente que cerrase el pico. Una amenaza silenciosa. Marcus enmudeció.

Unos golpes en la puerta cortaron la tensión el momento y ambos se percataron de que el silencio en el que habían estado sumidos no era más que producto de su envolvente conversación, pues tanto la lluvia como los truenos eran demasiado ruidosos.

- I-Iré a abrir.

Einzel lo observó por el rabillo del ojo hasta que desapareció de su campo visual y entonces cerró los ojos con cansancio. La sonrisa se desvaneció tan imperceptiblemente que parecía que jamás había estado ahí.

- Oh mierda- escuche que Marcus exclama antes de sentir un ruido de chapoteo extraño. Como si algo empapado hubiera caído al suelo.

- ¿Sucede algo?

- Einzel... creo que deberías venir...

- Ah- Se sujetó el puente de la nariz y despegó su trasero de la butaca-¿Que es lo q-

De pronto cerró sus puños y mientras los nudillos se volvían blancos una sensación dolorosa lo dejó confuso por un momento, como si una ola lo hubiera alcanzado y ahora debiese recobrar el equilibrio. Pronto solo sintiço enfado y frío al ver como la puerta abierta dejaba pasar una ventisca helada y alguna que otra gota de lluvia.

- ¿Para que vuelves? Creí haberte echado.- lo miró desde arriba, sin siquiera agacharse un poco o tenderle la mano para ayudarlo a ponerse en pie si es que era capaz de ello.

Kori, sin embargo, se arrastró unos metros por el suelo dejando un rastro mojado y algo sucio hasta que se resguardó de la lluvia totalmente. Miró al sicario y quiso hablarle pero los labios le tiritaba tanto que no sería capaz de emitir más que gemidos y jadeos.

- ¡Dios Santo! ¡Está fatal!

Marcus se había puesto como el papel de calcar al ver al niño así y no tardó apenas un minuto en volver a la entrada con una manta muy peluda y que parecía abrigar mejor que un traje de esquimal y con una taza humeante.

Estuvo a solas con Einzel un minuto y veintitrés segundos. Cada instante podía saborear el desagrado del otro y su mirada tenaz y frívola escrutando su miseria le hacían sentir que el tiempo se transformaba en un denso bloque que aplastaba sus pulmones. Cada segundo bajo su juicio era más presión en su pecho y creyó que la muerte en la calle sería mejor que a manos de un alma tan congelada como la del atractivo asesino.

Marcus rompió aquel momento abrazando al chico con la manta en sus manos hasta enrollarla en ella, haciéndolo parecer un enorme y adorable burrito humano.

Después lo ayudó a sentarse junto a ellos en una pequeña salita a la izquierda de la recepción y dejó delante suyo la taza. Algo oscuro ondeaba dentro y aunque Kori no tenía mucho aprecio al café sabía que lo bebería entero en esos momentos.

Einzel estaba callado, extrañamente tranquilo, mirándolo fijamente mientras el susodicho solo lo observaba desde el rabillo del ojo, con miedo.

Todas sus preocupaciones se disiparon cuando el líquido ardiente tocó su lengua. Chocolate caliente. Sus pupilas gustativas parecieron cantar mientras aquel espesor amargo y agradable se deslizaba sobre ellas, directo al estómago vacío.

La sensación de la cerámica contra los labios era abrasadora, pero paró de tiritar en cuestión de segundos.

- ¿Te encuentras mej- Marcus calló de golpe cuando una mirada severa de Einzel pareció apuñalarlo físicamente.

- ¿Que coño haces aquí?- preguntó con violencia arrebatándole la taza de chocolate de las manos y dejándola en la mesa con un golpe- No soporto los cabos sueltos y tu eres uno.

- Y-Yo- habló como pudo, notando su voz sorpresivamente rasposa- No tengo a d-donde ir... No puedo volver a donde estaba con Roy y...y me han despedido y no me dan trabajo.

- Vete a joder a tu familia, conmigo no juegues. No soy una niñera.

- Mi madre esta muerta. A mi padre no lo conozco y los únicos familiares que tenía eran mis abuelos, han muerto también y si estuvieran vivos seguiría prefiriendo este lugar.

- Quizás los que estamos en este lugar prefiramos que te vayas a la mierda y mueras de frío en la calle.- Agarrotó sus manos sobre los reposabrazos de la silla y Kori dejó su dolor y rencor de lado. Esos sentimientos no venían a cuento ahora y debía poner todas sus fuerzas en concentrarse para ablandar al ojiazul.

- Por favor. No me quedaré aquí gratis. Puedo compensarlo limpiando u ordenando archivos, haré cualquier trabajo aburrido o tedioso que otro no quiera ¡Por favor!- dirigió sus ojos a Marcus y después a Einzel nerviosamente. Al primero le había tocado la fibra desde el momento en que lo vio entrar débilmente al lugar, pero el segundo asintió mientras sonreía de una forma muy poco reconfortante.

Einzel se levantó y arrancó de los brazos del menor la mullida manta que lo cobijaba. Sin mediar palabra lo tomó firmemente del brazo y se despidió del aturdido Marcus con un movimiento de cabeza antes de arrastrar al chico a su habitación de nuevo.

- ¿Quieres quedarte?- Preguntó burlón, arrojando al chico dentro del lugar sin cuidado alguno. Cayó al suelo golpeándose el brazo y jadeó de dolor por ello. Aún estaba amoratado, débil, frío y hambriento, pero ese no era problema de Einzel.- Entonces te lo vas a ganar.- Un portazo y el sonido del cierre y, aún así, su voz era lo que sonaba más aterrador.

Sus palabras tenían un poder inefable para Kori, parecían materializarse. Siempre se cumplían y cuando le narraba atrocidades temblaba esperando que sucedieran.

- ¿Sabes? Cuando yo hago tratos mi palabra dura para siempre así que tienes dos opciones: Largarte ahora mismo y morir ahí fuera o quedarte aquí siendo mi puta hasta el día en que mueras. Da igual cual elijas, nadie te echaba de menos de todos modos.

Tragó saliva. Él pensó que trabajar para el asesino a sueldo sería denigrante y sufriría alguna que otra humillación, pero no que volvería a repetirse aquel acto perverso y atroz que lo castigaba con la vergüenza de aquel recuerdo íntimo. Y menos aún esperaba que Einzel fuera a ofrecerse solamente un pacto irreversible.

Si escogía quedarse viviría, sí, pero el precio era alto. Quizás demasiado.

Por otro lado si se iba no parecía que las cosas fueran a mejorarle y la muerte era casi lo único que le deparaba. Casi pues siempre existía una mínima posibilidad de progreso y mejoría. Un milagro tal vez. Pero en su vida jamás había visto algo así y no se agarraría a un clavo ardiendo.

- M-Me quedaré- sentenció.

Aquella vez no fue como la primera. Fue peor.

 Einzel no tuvo consideración alguna -Y sí, eso significa que la vez que lo desvirgó cruelmente se contuvo en la medida de lo posible.- y los gritos y lloros del pequeño chico bajo él no parecieron causarle más que molestia.

Lo había amordazado a la tercera ronda de sexo y por eso las comisuras de su boca se encontraban rojas e irritadas. Si kori trataba de sonreír el dolor le hacía sollozar, pero no tenía razones ya para elevar sus comisuras.

Había sido una noche humillante y dolorosa a más no poder. Entraba fuertemente en él, tanto que daba igual que un paño le cubriera la boca, Kori chillaba y berreaba por el dolor como si lo estuviesen matando y vaciaba sus pulmones con aquellos sonidos desgarradores. El hombre no esperaba a que el chiquillo fuera capaz de recobrar el aliento de nuevo, solo se movía velozmente para salir de él en apenas un segundo, causándole escozor y una sensación de vacío horrenda, con el fin de enterrarse entre sus nalgas con la misma presteza. De nuevo volvió a follarlo sin quitarse la ropa; mientras lo había tirado a la cama y aún cuando le tomaba las piernas obligándolo a abrirlas le había dicho que debía estar a agradecido de que alguien tan atractivo y misericordioso como él estuviera dándole aquella oportunidad y sexo a la vez.

Kori lo sintió así, se rehusaba a corresponderle mentalmente pero algo en el fondo de él comenzaba a decirle que por muy cruel que fuera, aquel asesino no iba desencaminado.

Einzel, antes del amanecer y mientras seguía jodiéndolo sin descanso, lo había tomado del rostro con una mano. La puso en su mejilla gentilmente y por el vaivén de su cuerpo y la cama misma pareció una caricia. Un mimo que lo alejó de la brutalidad de aquella situación. Cuando sintió los dedos grandes deslizarse por su piel y la palma ahuecar su mejilla, sosteniéndola, ignoró el dolor y su corazón se fundió lentamente.

Se sentía amado, era la primera vez que alguien le tenía en cuenta y lo deseaba de por vida. Quizás se estaba volviendo imbécil, o quizás era solo el cansancio y el dolor de su cuerpo.

En medio de aquel roce celestial, el hombre lo miró directo a los ojos, dejando que el frío de estos lo dejase en blanco y le revolviese las entrañas, y le dijo con voz suave que quería ver sus hermosos ojos llenarse de lágrimas de dolor.

Y lloró, no solo porque todo era demasiado y las sensaciones de su cuerpo lo estaban llevando al límite, no sólo por el hambre, la sed y sus mil necesidades que ese hombre ignoraba; no sólo porque su recto ardía tanto que comenzó a sangrar y no solo porque allá donde el hombre depositaba sus manos la piel se tornaba violácea.

No solo por el dolor, sino porque Einzel le había dicho que tenía los ojos bonitos.

Era una relación vil y desequilibrada, pero Kori, si moría a manos de ese hombre, no moriría solo al fin y al cabo.

- Una escoria como tu no merece ni el amor de un asesino de mierda. Deberías estar agradecido porque yo te de el mío.- fue lo último que escuchó antes de dormirse.

Vio la habitación vaporosa y sus ojos cansados se hundieron en negrura. Las comisuras le escocieron un instante antes de abandonar aquella burda existencia material. Sonrió mientras se desplomaba en el lecho.

Si la bella se enamoró de la bestia ¿Porque no? Deseaba ser amado y necesitaba que alguien lo tratara como el deshecho que era, se lo merecía por causar tanto dolor a sus seres queridos.

Y ese hombre podía darle las dos cosas. Debía estar agradecido. Locamente agradecido.


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