Seis meses. El tiempo a veces pasaba volando y los minutos parecían estrellas fugaces, pero en otras ocasiones los segundos se demoraban tanto en terminar y dar paso al siguiente que Kori podía saborear el cúmulo de negatividad y desagrado que ese tiempo lento le brindaba.
En ese medio año junto al asesino muchas cosas cambiaron en ellos, pero no entre ellos. Einzel estaba últimamente radiante, más hermoso que de costumbre y más efectivo. Trabaja el doble pero era más rápido, más letal, más silencioso y, sobretodo, más caro. Parecía que sus servicios habían mejorado y si antes sus superiores lo tenían en un pedestal ahora le habían regalado un trono de oro y le hacían reverencias allí a donde iba.
Además su piel pálida se veía más tersa y luminosa, sin decrepitud alguna. Sus ojeras oscuras se habían reducido a unas simples y casi imperceptibles rayitas que solo podían apreciarse de vez en cuando, como garabatos a medio borrar. Su cuerpo se había agrandado ahora que tenía algo más de tiempo libre para ejercitarse y potenciar el tamaño de sus sorprendentes músculos.
Sus gestos no fueron más veces taciturnos, sinó que andaba, gesticulaba e incluso comía, con vigor. Estaba más lozano pese a que su forma fría de mirar a los demás y su tono de voz reacio y dominante no habían cambiado en absoluto. Ahora quizás gritaba más. Corrección: Le gritaba más a Kori. Le insultaba, le humillaba, le pegaba y lo follaba sin compasión. Kori deseaba morir a veces pero cuando veía su sonrisa radiante se le pasaba, le hacía sentir útil, aunque después la montaña de mierda que tenía en su cabeza le causara una avalancha de inquietud y tristeza.
Una vez Kori escuchó a Einzel enfadado y gritando sin que fuera él el objetivo de su furia, aunque sabía que sí tenía que ver en su enojo. Fue a los tres meses, cuando Marcus y Einzel hablaban durante una madrugada tranquila de sábado. El hombrecillo le había dicho al asesino algo de lo que Kori, que escuchaba tras la puerta, solo entendió su propio nombre. Hubo silencio después y Kori casi pudo sentir físicamente la mirada asesina de Einzel hacia Marcus. Era tan intensa que no necesitaba estar ahí para saber cuando sucedía. Después sí que entendió algo más, Marcus le dijo a Einzel algo como que sus ojos habían cambiado, creyó haber escuchado un ''¿Es él quien ha hecho que dejen de estar muertos y por eso luce así el pobre, tan demacrado?''. Kori no comprendía de qué hablaban, para él los orbes de Einzel seguían siendo como dos círculos de agua del mar muerto. Después de eso Einzel alzó la voz y Kori se tapó los oídos.
No escuchó lo que dijo pero hubo un par de gritos y un golpe seco. Una disculpa tímida fue el fin de la charla y Einzel entró enfadado en la habitación.
Esa noche se desquitó con él y de algún modo u otro le hizo sentir culpable por lo sucedido.
Le hizo yacer en su regazo y lo golpeó con el cinturón hasta que estuvo tan aterrado que comenzó a desvariar. Los latigazos con el cinturón de cuero eran horribles y cuando le tocó el turno de azotar a la hebilla Kori pensó que se desmayaría de dolor e incluso lo vociferó para advertir a su novio -Sí, así le llamaba; le hacía sentir reconfortado-; Pero las palabras también lo laceraban y dejaron su corazón marcado al rojo vivo.
Ese asesino despiadado y avieso le dijo al compás de sus azotes que era una pequeña desgracia que no debería haber nacido y solo merecía sufrir, que no causaba nada más que molestia a su alrededor.
Y Kori solo pensó que era verdad. Lo único que pensó mientras aquel hombre lo maltrataba era que lo merecía.
En cada lágrima que derramaba veía el reflejo de la fotografía sonriente de su madre que había justo encima de la lápida y cuando creía que su cuerpo no podría tomar más sufrimiento, un vacío se formaba para acogerlo. Simplemente nada podría castigar lo suficiente a Kori como para que se sintiera exento de su pecado.
Su nacimiento fue su error y la vida de su madre, el precio. Jamás podría pagar una deuda así con su conciencia.
En ese semestre de la vida de Kori él también cambió. Lo primero y más notorio fueron sus ojeras. Grandes bolsas bajo sus ojos se formaron por las noches de insomnio y cada vez que se veía en el espejo, entre insultos mentales, esas manchas violáceas y oscuras sobre las que reposaba el párpado inferior le hacían pensar en noches de sexo doloroso, de simples golpes o de llantos solitarios. Porque cuando no estaba Einzel para castigarlo, él mismo tomaba el látigo. Su mente era, a veces, más poderosa que las palabras del asesino.
Después fue la piel, seguía siendo blanca pero había palidecido un poco por estar allí siempre encerrado. De todos modos eso no era lo preocupante, sino las cicatrices de golpizas demasiado apasionadas o los enormes hematomas de noches en que Einzel necesitaba liberar su estrés. Se veía siempre insano y maltratado y, bueno, eso reflejaba fielmente la realidad.
El siguiente cambio, que además todos notaron, fue su peso. Kori estaba delgado cuando llegó, pero en su estancia ahí se había convertido en un esqueleto recubierto de piel. Sus costillas, sus clavículas, sus rodillas... todos los huesos prominentes parecían resaltar y proyectar sombras fantasmales sobre el manto de la dermis. No es que Einzel no lo tuviera bien alimentado -le daba lo necesario para mantenerlo en un peso sano- sino que Kori tenía un constante nudo en el estómago. No sabía porqué pero desde la noche que se quedó allí no podía probar bocado, no solo por la falta de apetito, sino porque cuando la comida estaba en su estómago dolía como si fueran agujas. Los nervios le revolvían por dentro y a veces, sin saber por qué, vomitaba aunque su estómago rugiera demandando nutrientes.
Einzel lo sabía y trataba de remediarlo. Cada vez que lo veía en la taza del váter con el rostro oculto, las rodillas temblorosas y el cabello recogido podía sentir aquel hedor a vómito -aunque más que nada eran jugos gástricos y apenas unos pedazos de comida a medio digerir-, lo golpeaba riñiéndolo por purgarse de esa forma. Le decía que si lo volvía a ver devolviendo su comida le daría una paliza de muerte. Pero no era así, las veces que lo pillaba tras advertirlo sólo lo golpeaba un poco y Kori se sentía realmente bien. Veía a Einzel preocupado.
Se preocupaba por él, le quería de verdad. A veces incluso se quedaba a comer con él y tarabata de darle algo más de lo que el chico solía ingerir. Le decía que así, raquítico, le daba asco y pararía de follárselo para solo golpearlo y añadía que si seguía así su cuerpo se debilitaría hasta no poder aguantar más sus golpes. Le decía que si no paraba, moriría.
Y lo decía enfadado. Porque no quería que muriese.
Kori se sentía tan agradecido.
Marcus también se preocupaba pero no lo expresaba directamente pues eso enfadaba a Einzel, aunque alguna vez que otra se había sorprendido a sí mismo entrando a hurtadillas en la habitación del asesino para preguntarle a Kori si necesitaba una visita al médico o a un psicólogo. Kori negaba gentilmente y le agradecía de todos modos con una sonrisa.
Einzel le hacía sentir querido y aunque era un amor doloroso y siempre pensó que nadie merecía ser amado por un vil asesino, supo que a un despojo inútil como a él no le amaría nadie más. No le traba bien y él no creía que se lo mereciera. No era un buen tipo y él no creía que mereciera uno como pareja.
Un cambio que casi nadie notó fue el de sus ojos. Kori los veía más desvaídos que nunca. Su azul cielo radiante y hermoso parecía ahora glauco, como el de unas aguas estancadas y sin sol. A veces no tenían brillo y parecían oscurecerse, se asustaba y retrocedía al ver eso en su reflejo, se asemejaban a los ojos de Einzel. Él merecía alguien así de malvado a su lado por ser una molestia, pero no quería convertirse en alguien así. Prefería morir a ser un desgraciado que vivía de arrebatarle a los otros lo que él gozaba.
En definitiva, habían cambiado. La relación, en cambio, funcionaba bajo las mismas bases. Kori seguía siendo la puta de Einzel, como él decía, y pasaba el día encerrado en su habitación aguardando su llegada.
Cuando le oía andar a paso seguro hacia la habitación todo su cuerpo se estremecía con congoja y a veces hasta se ponía a llorar temiendo lo que fuera a hacerle esa noche, pero algo muy en el fondo de él se derretía. Algo cálido que pulsaba en el lado izquierdo de su pecho, porque a veces Einzel hacía cosas geniales que parecían sacadas de la parte más cursi de la imaginación de Kori.
Una vez le lesionó la pierna y el día después de llevarlo al médico lo bañó el mismo al verlo tan incapaz y desvalido. Las burbujas parecían más rosas y brillantes si era otro quien las frotaba en su cuerpo. En otra ocasión Einzel compró un pastelito, fue para navidad y Kori pensó que no había regalo que desease más en esos momentos; el recuerdo se arruinó cuando Einzel lo pilló en el baño arrodillado y expulsando la porción que había tomado. Le pegó tan duro que al gran hombre se le rasparon los nudillos, pero Kori durmió esa noche con el rostro ensangrentado y una sonrisa boba en sus labios.
Daba igual el dolor. Al menos alguien le quería. Le quería. Y aunque Einzel fuese un capullo maltratador Kori pensaba que él no merecía nada mejor. Ni siquiera merecía su amor, pero se lo daba, se lo estaba dando y no podía sentirse más alegre por ello, aunque fuese una felicidad muy muy eventual.
De hecho esos momentos cálidos y hermosos solo sucedían cuando Einzel estaba presente y decidía ser detallista como todo un caballero, porque en su ausencia Kori encontraba un infierno peor que entre sus garras.
Cuando se hallaba solo no podía salir o hablar con los demás por orden de Einzel y eso le enloquecía. Al principio tuvo una fase rebelde en que aseguró a Einzel que podría ser su puta, pero jamás su esclavo; ese día se decidió a salir mientras él no estaba y hacer lo que le viniera en gana en vez de esperarlo tras la puerta como un perro cuando aguarda a su amo, pero una pistola presionada fuertemente contra su cráneo le hizo cambiar de idea. De nuevo se replanteó aquello durante todo el primer mes pero tenía tanto miedo a salir que llegó a un punto crítico y Einzel lo notó. Le dejó salir a comprar algo a la tienda de la esquina y tras los días de reclusión fue poner un pie fuera y sentirse perdido y aterrado. Quería volver dentro, esconderse entre las cobijas y llorar. El exterior le daba miedo y sentía que si salía de la casa no volvería entrar y moriría en las calles.
No podía más. Comer le causaba ansiedad, salir le causaba ansiedad, ver a Einzel enfadado le causaba ansiedad... Todo lo estaba matando y el estrés se acumulaba en sus venas para no liberarse, emponzoñando su corazón.
En la habitación y en medio del silencio su mente lo torturaba y solo podía pensar en lo patético y miserable que era. Se compadecía algunos días y otros solo se culpaba por todas sus desgracias y las de aquellos a quien había amado.
Se ponía frente al espejo y con el semblante severo y serio se decía a si mismo que merecía toda aquella mierda.
Después lloraba y se sentía desolado. Necesitaba a Einzel para distraerlo de sus pensamientos, darle el dolor que se merecía y reconfortarlo con gestos dulces.
Lo necesitaba enfermizamente, patológicamente, y a veces despertaba en medio de la noche chillando y llamándolo como si estuviera desquiciado.
Se rompería. Un día de estos se rompería porque todo aquello era demasiado.
Se daba asco a si mismo por depender de aquella bestia, por anhelar a cada segundo al que él consideraba el peor hombre sobre la faz de la tierra. A un sucio asesino.
Constantemente pensaba en el oficio de Einzel y había tanto pesar y culpa en su interior que no podía acallar a su corazón y rompía en histéricos ataques de ansiedad. Se reducían después de que rompiera algún objeto por error, a sabiendas de que sería golpeado por ello.
Odiaba a Einzel. Su carácter soberbio, su ideología cerrada, su profesión nauseabunda. Era la peor inmundicia del universo. Después de él, y por eso solo podía permitirse recibir el amor de alguien tan prescindible y atroz en el mundo como él.
Kori rodó entre mantas y percatandose de su falta de sueño se levantó de la cama y miró la hora y el día en el móvil de Einzel. Fue entonces cuando vio la fecha de ese sábado y un pinchazo le arrebató el aire de los pulmones. Seis meses y un día. Se estaba acostumbrando y eso lo asustaba.
Se desperezó y miró a su alrededor. Los fines de semana Einzel no solía trabajar a menos que fuera un caso muy urgente y en consecuencia subía el precio hasta las nubes. Escuchó el sonido tenue del agua al otro lado de la pared y lo imaginó lavándose la cara en el baño.
El agua contra su piel, dejándola aseada y bella. Se preguntó porque a él no lograba limpiarlo nada de esa sensación de impureza que sentía por todo el cuerpo.
Pasó una hora, o dos y Kori solo se quedó sentado en la orilla de la cama con la cara entre las manos. Los pies le colgaban y se balanceaban sin llegar a tocar el suelo, proyectando sombras huidizas en él que captaron su atención. Miró al piso, desanimado, y suspiró por millonésima vez.
Einzel entró en la habitación y lo vio de perfil. Con su rostro de muñeco y su cuerpo fino como un arañazo. Frunció el ceño y dejó delante suyo un batido de chocolate y un bol con galletas.
El chico miró la comida con horror y no se atrevió a dirigirse a Einzel, solo cerró los ojos.
Un bofetón no se hizo esperar y su mejill abultada y roja ardió.
- Es un puto aviso. Voy a trabajar y cuando venga quiero que te lo hayas comido. Si lo vomitas te juro que volverás a tener un encuentro con mi cinturón ¿Entiendes?- Kori miró a la comida. Era un batido mediano y un plato pequeño, podía con eso. Sí, podía. Tenía que poder. Asintió.- Buen chico- se burló el otro.- Cada día me das más asco, solo eres hueso. Sigue así y vomitaré la próxima vez que te vea desnudo.
-L-Lo siento, yo quiero agradarte- musitó dolido.
- Entonces come y quizás me disgustes menos.
Asintió. No quería conversar o discutir, no le quedaban fuerzas. La idea del hombre que violaba su cuerpo sintiendo repugnancia por él le hizo llorar, pero aunque vio sus lágrimas, Einzel no se inmutó y se marchó dando un portazo.
A veces echaba de menos las miradas lascivas pero inofensivas del club, al menos ahí se sentía deseado y aunque no habría tocado a esos perros babosos ni con un palo atado a una caña de pescar, ellos subían su frágil autoestima como la espuma. Ahora hacía ya demasiado tiempo como para que él recordase la última vez que se había mirado en el espejo y había visto algo atractivo a su parecer.
Durante la mañana trabajó duro para comer aquellos alimentos. El batido lo dejó a la mitad y de diez galletas logró tomar una y media. No era demasiado pero se sentía orgulloso.
No se dio cuenta de la rapidez con la que el tiempo había pasado y a ello se debió su sobresalto cuando escuchó la puerta de entrada abrirse y un característico rugido de Einzel.
Apresurado se metió una galleta entera en la boca y la tragó sin apenas masticar, no quería que le hiciera daño al ver que había dejado la mayoría de comida.
El hombre abrió la puerta del dormitorio sin dejarle tiempo para seguir su comida y mirando de reojo todo lo que se había dejado se acercó a la orilla de la cama con cara de pocos amigos.
Kori retrocedió asustado y un gemido de miedo se escapó de sus labios.
- Ah...- exhaló cuando lo tomó por el tobillo y lo arrastró hasta sacarlo de la cama- Ha sido un día duro, así que no me pongas de mala ostia.- Kori se quedó sumiso y quieto ante la advertencia.
El asesino se sentó en el borde de la cama e hizo un gesto con el dedo para indicar a su pequeño y delgado chico que se acercase.
Kori lo miró reacio y se alarmó creyendo pensar en lo que sucedería. Miró a sus ojos y a su regazo sucesivamente y temblando hasta que Einzel comprendió y le dio una respuesta.
- No, imbécil, no voy a joderte con el cinturón hoy. Ya he visto que no has comido una mierda pero ¿Sabes? Paso del tema. Muérete, quizás así me busco a uno mej- El hombro rodó los ojos y se inclinó para tomar el pelo del chico arrastrarlo por el suelo hasta sus pies- Para de llorar. Jodido inútil ¿Solo sirves para eso?
- Lo siento...- murmuró mientras se arrodillaba entre sus anchas y largas piernas. El agarre de su pelo se suavizó cuando el chico comenzó con su obvia tarea.
Las manos le temblaban pero no se permitió demorarse en desabotonar el pantalón y bajar la bragueta, sabía que Einzel era impaciente y que su torpeza le ganaría muchas agresiones si no aprendía a controlarla.
Derramó su aliento cálido al ver los bóxers y el gran bulto que presionaba contra ellos en su dirección. No quería hacerlo, de veras que no quería. Le temía tanto a cualquier tipo de sexo con Einzel que la sola idea de esa gruesa y larga masa de carne ahogándolo y golpeándole la garganta hizo que las lágrimas volvieran a sus ojos. No podía llorar de nuevo así que los cerró y tiró del elástico de la ropa interior hasta que ya no fue una molestia.
El contrario se movió un poco para bajar su ropa y facilitarle la tarea.
Un olor almizclado lo rodeó y al abrir los ojos observó aquel miembro a medio despertar frente a su cara. Incluso cuando no se libraba de su flacidez por completo era más grande que su maldito rostro.
Sus ojos recorrieron el vello oscuro y rizado de la zona que ascendía hacia un vientre que intuía -sin equivocarse- muy musculoso, se preguntó qué pasaría si deslizaba una mano bajo su camisa para tocarlo, se preguntó si el imponente hombre se dejaría acariciar y en compensación sería más benévolo.
Un puño se estrelló en su mejilla recientemente abofeteada y Kori sintió la cara entumecida y palpitante durante unos segundos.
- Haz algo ya, no te quedes solo mirando- ordenó el hombre haciendo tronar los dedo de su mano agresora.
Kori se había mordido la cara interna de la mejilla y tenía sangre en la boca, pero escupirla habría implicado ensuciar algo y en consecuencia enfadar a un caliente y airado Einzel, que como castigo seguro lo follaría dolorosamente. Tragó grueso y prosiguió, queriendo que todo acabase deprisa.
Tomó aquel miembro imponente entre sus dos manos y uniéndolas logró rodearlo, cosa que casi lo reconfortó. Respiró hondo sintiendo aquella calidez extraña bajo sus manos y notando en las yemas sensibles el pulso de aquel cuerpo venoso.
Se endureció al tacto y decidió cerrar los ojos negándose la vista de tal enormidad creciente.
Los ojos de Einzel relampaguearon cuando Kori suspiró de nuevo y su aliento caliente rozó la punta que comenzaba a segregar presemen. Aquella parte sensible se estremeció por la caricia de aire y el dominante rugió en anticipación.
Con lentitud Kori movió sus manos hacia la base apretando un poco y después las volvió a alzar, comenzando a masturbar la erección frente a él. Aumentó el ritmo progresivamente y se sintió satisfecho de provocar jadeos leves y guturales del otro, pero pronto su alegría llegó a su fin.
Harto de aquel juego preliminar Einzel alargó su mano hasta la cabeza de Kori y este abrió los ojos de par en par cuando su cabello fue jalado con violencia. Soltó el miembro para usar sus manos de apoyo pues era movido con mucha fuerza y temía flaquear.
Sus manos se sujetaron en los anchos y musculosos muslos de Einzel, que estaban ocultos bajo unos tejanos oscuros, y su cabeza fue movida ferozmente hacia aquel enorme pene.
Frunció sus labios al tenerlo delante y su mirada de humedeció. No podría hacer eso y si lo intentaba lo haría mal y no quería tener que ver a Einzel enfadado.
Desvió la mirada a sus ojos marinos y apreció como el enorme asesino arrugaba su frente en una mueca de desagrado antes de apretar más su agarre, haciéndole daño en el cuero cabelludo.
Quiso gritar en protesta pero tan pronto como separó sus hermosos labios para quejarse vio la amargura desaparecer de la cara de Einzel para dar paso a su morbosa sonrisa. Se dio cuenta de lo que sucedería y pronto el pene del otro le rozó los labios humedeciéndolos y se adentró deslizándose sobre la lengua, dejando una estela de sabor salado.
Apenas tenía la punta dentro de su boca y ya se veía forzado a abrirla tanto que sus mandíbulas dolieron. Pero supo que si sus dientes se interponían en el camino de aquella virilidad la incomodidad de sus mandíbulas sería el último de sus problemas.
El chico comenzó a actuar cuando Einzel exhaló gustoso tras volver su agarre casi indoloro. Se movió hacia delante y hacia atrás como había hecho antes con sus manos, recorriendo ahora una distancia mínima en comparación. No era capaz de abarcar ni la mitad, pero sintió que estaba haciendo un buen trabajo cuando acompañó sus acompasados movimientos de vaivén con una succión leve y el sicario rugió de forma ronca.
El sabor salado no le disgustaba y la calidez en su boca era casi reconfortante, solo lo alertaba el enorme tamaño que tenía que abarcar, pero a parte de eso se sentía talentoso y las cosas parecían ir bien.
Siguió repitiendo lo anterior, ahora sujetando la base del pene con una de sus manos para asegurarse de que no se metía más de la cuenta, pues de vez en cuando las caderas de Einzel trataban de follarle la boca, y para evitar que rozase sus dientes.
Los movimientos de su cabeza no cesaban, otorgándole al grandulón un placer ininterrumpido, y alternaba succiones y lamidas.
Sus mejillas se ahuecaban haciéndole ver más delgado cuando chupaba con fuerza arrancando rugidos de su amante y sumiéndolo en aquel deleite que no hacía más que comenzar. Para cuando su cara dolía con la intensa succión su lengua estaba lista para perfilar las marcadas venas y trazar círculos en la húmeda punta hasta bordear y probar la pequeña hendidura, cosa que parecía gustarle a Einzel.
Kori continuó sus movimientos orgulloso por haber mejorado hasta el punto de poder chuparla con la seguridad de que no acabaría siendo golpeado de nuevo por no dejar al dominante satisfecho.
Comenzaba a cansarse así que tomó las cosas con calma y la sacó de su boca para acunar aquel miembro en una de sus manos y recorrer toda su impresionante longitud con la afilada punta de su lengua.
Una de sus manos lo masturbó lento, moliéndolo de forma placentera y apretando lo suficiente como para que la presión fuese agradable pero no tanto como para causar un punto de dolor. Mientras lo tocaba lentamente pasó su lengua ancha por la punta causándole una oleada de calidez y electricidad y sostuvo aquella parte sensible y ensalivada entre sus tierno labios, chupando un poco.
- Oh vamos, métetela toda ya, odio esperar...- murmuró Einzel reiterando su agresivo comportamiento.
Un tirón de pelo rompió el ambiente sensual y tranquilo que Kori había conseguido formar con caricias lentas y lamidas dulces en el sexo del otro y un gemido de dolor escapó de su boca entre sus palabras.
- ¿Qué?- preguntó asustado. Hasta el momento se había mostrado presto en su tarea, pero las cosas comenzaban a ir por el mal camino y lo podía decir por la forma lasciva en que Einzel lamía sus malevolentes y sensuales belfos o por lo sombrío e inhumano de su mirada al verlo asustado.
- N-No puedo hacerlo...
- Me da igual. Lo harás si no quieres que vuelva a romperte atrás, jodido inútil- Amenazó con voz ronca, estaba colmado de placer y el éxtasis sería suyo quisiera o no Kori.
- L-Lo haré-repitió el chico, tratando de sonar convencido- lo siento...-murmuró lleno de vergüenza por no ser capaz de complacer a su hombre propiamente.
Einzel no tardó entonces en sujetar su pelo aún con más fuerza y obligarlo a abrir la boca con su mano libre.
Adentró dos dedos entre sus labios y cuando lo vio cerrar los ojos lleno de pavor enterró su gruesa pasión en su boca con violencia. Gimió impresionado por aquella estocada implacable y sintió que con la mitad adentro su campanilla ya era golpeada desagradablemente.
Kori se vio atacado por una arcada y su cuerpo se tensó horriblemente tras un espasmo. Lágrimas ya comenzaban a salir de sus ojos y enrojeció al notar que inevitablemente caían hilos de saliva desde sus comisuras.
Sobre su lengua el pene retrocedió para volver a ahondar, llegando otra vez a la mitad y provocando súplicas ininteligibles de Kori.
- ¿No puedes más, chico?- preguntó Einzel burlón, mirándolo directamente a los ojos mientras sostenía su pequeña y golpeada cabecita con fuerza entre sus dos monstruosas manos y se adentraba hasta el fondo sin dejarlo escapar.
El chico trataba de toser y todo su cuerpo reaccionaba con fuerza ante aquella intromisión peligrosa. La enorme polla de Einzel no solo había acabado con el poco espacio que su boca ofrecía sino que ahora se enterraba en su garganta dolorosamente, barrándole el paso al aire y haciéndole tener violentas arcadas.
Kori no podía respirar y comenzaba a ponerse rojo mientras manoteaba inútilmente los musculosos brazos de Einzel y trataba de levantarse. Era inútil, era demasiado débi.
- ¿Oh, no es divertido? Si la mantengo ahí podría matarte, te ahogarías. Vamos, a ver cuanto aguantas. Pórtate bien- Jadeó Einzel lleno de diversión.
Amaba ver la desesperación en sus ojos, el brillo repentino y la pulsión de vida en su azul claro, el momento en que ese color se intensificaba dotándolo de una incandescencia breve; el momento antes de que su mirada se anegara en lágrimas de terror.
Cuando realmente lo vio toser con violencia y percibió que su piel se enrojecía de forma antinatural la sacó de golpe y su pene quedó frente al pobre chico, argudo, orgulloso y goteante.
Kori sin embargo se encogía en el suelo tosiendo y enjugándose las lágrimas con el dorso de la mano.
- Oh vamos, deja de hacer el drama y sigue- vociferó Einzel tomándolo de nuevo por la cabeza y reventándole la garganta de una poderosa arremetida.
Sin piedad comenzó a embestir su boca levantando un poco las caderas para poder moverlas en un vaivén brutal y enérgico. Kori se ahogaba, trataba de gritar y tosía con fuerza mientras sentía el roce en sus labios y aquella enorme y cálida masa de carne permanecía en su boca e invadía su garganta segundo si, segundo no.
Los golpes eran realmente salvajes y si seguía follando su garganta así destruiría su voz. Era la primera vez que lo obligaba a tomar toda su masculinidad en la boca y estaba realmente aterrado y dolorido al notar como golpeaba el fondo de su pobre boca y al sentir la piel de su cuello estirándose para dar paso a un bulto marcado que era ajeno y estaba allí por voluntad del dominante.
Einzel se sentía jodidamente excitado y a cada momento que Kori chillaba contra su enorme erección se endurecía. Las lágrimas ya mojaban todo el suelo y su miembro estaba tan empapado de saliva que la fricción había aumentado permitiéndole follar la boca del menor más rápido y más fuerte.
No atendía a razones cuando veía que el pobre se ahogaba y tenía náuseas, aquel placer ardiente ya le estaba haciendo sudar, jadear y soñar con correrse en la boca de aquel pequeño chico.
Lo siguió forzando a un ritmo animal, metiéndola y sacándola con más furia en cada embestida y sintiendo las descargas de placer intensificarse por momentos.
Pronto llegaría al clímax y no quería que Kori se librara de beber su semilla, le resultaba sensual la idea de aquel dócil hombrecito siendo obligado a tomar todo de él, incluso el fruto de su orgasmo.
Una de sus manos liberó su cabeza mientras las caderas seguían moviéndose de forma rítmica arremetiendo con su enorme pene en la boca del chiquillo. Al deshacerse de este agarre Kori pensó en su posibilidad de liberarse, pero una bofetada se adelantó antes de que pudiera tan siquiera considerar esos pensamientos.
Einzel siguió follándolo mientras con su mano enjugó su frente, llevándose en los nudillos unas gotas de sudor. Ningún amante lo había calentado de veras, pero ahí la temperatura de Einzel parecía venir de un infierno interno que no podría apagar jamás.
Sacó su miembro a la mitad impidiendo que el chiquillo se ahogase y consiguiendo que sus mejillas extremadamente rubicundas adquirieran un tono rosado más sano, pero no se detuvo en sus movimientos pélvicos.
Ahora solo entraba hasta su campanilla y la mitad expuesta de aquel pene fue tomada por la mano de su propietario.
Con la izquierda Einzel tomó al chico de la nuca, obligándolo a permanecer estático.
- Abre la boca, jodida puta, o te follaré hasta que sangres- advirtió con una voz seria pero interrumpida por jadeos roncos y constantes.
Con la derecha masturbó hábilmente su miembro, haciendo crecer la velocidad para sofocar de una vez por todas aquella excitación ardiente que sentía que podía consumirlo hasta dejarlo hecho cenizas.
- J-Joder- gimió ronco, parecía un animal desbocado con esa voz profunda, grave y tan viril llena de temblores y gemidos rugientes.
Apretó su miembro con fuerza al sentir el intenso cosquilleo en su entrepierna y el calor ascender por su longitud hasta la hendidura de la punta, liberándose con una escozor placentero.
Apretó su nuca con más fuerza de la necesaria haciéndolo gemir y él lo acalló con un rugido voraz.
Su orgasmo estalló en la boca del chico, manchando sus labios y empapando su lengua con la blanca semilla.
Gimoteó varonilmente unos instantes mientras sus manos dejaban de temblar y su pene volvía a su flacidez. Las descargas chipearon débilmente por todo su cuerpo y un sabor dulce en su boca lo hizo relamerse.
El orgasmo había terminado por los rastros de él por su cuerpo lo dejaron inmóvil. Aquella había sido la mejor y más deliciosa mamada que había recibido y eso que tenía el tronco de su miembro algo irritado por un casual y recurrente roce contra los dientes de Kori.
El chico lo miró con ojos acuosos y gimiendo disgustado por el esperma de su boca, pero Einzel extendió su mano hacia la barbilla del chico, obligándolo a mirarlo con los ojos rojos de llorar, los labios hinchados y las mejillas llenas de rubor.
Sonrió de esa conocida forma aterradora y su dedo gordo repasó su belfo, tomando los restos de semen de este y tras eso lo adentró su boca y acarició la lengua, asegurándose de que tomaría toda su semilla.
Podía ver las vergüenza y la humillación en los ojos del chico y amó la forma pudorosa y destruída en que Kori lloró y tembló cuando obedeció sus siguientes palabras.
- Ahora, trágatelo.
La mirada clavada en el suelo y la sensación cálida, salada y denigrante de aquel líquido bajando por su dolorida garganta eran lo único que ocupaba la mente de Kori en esos momentos, hasta que Einzel lo tomó de las caderas y lo alzó, obligándolo a estar a su altura.
Lo miró sonriente, con ojos fríos y una expresión cínica que erizaba todos y cada uno de los vellos de su piel. Y algo más, había algo más en su rostro, en su manera de verlo. No lo estaba mirando solamente, no estaba dejando su rostro frente a sus ojos porque si, lo estaba contemplando, lo escrutaba, lo plasmaba en su mente y sus facciones se graban con fuego en su retina.
Einzel se inclinó un poco, acercándose y Kori cerró los ojos aterrado.
Sus labios ardían por la fricción y estaban rojos e hinchados, pero algo cálido y reconfortante los alivió como un bálsamo, aunque a su alrededor algo punzante le hiciera cosquilla en la piel.
Era la barba del hombre lo que le pinchaba y el elixir que acariciaba sus belfos haciéndolo sosegarse eran los mismos labios de Einzel. Pronto se marcharon, dejando el beso marchito.
Había sido eso, un beso superficial, el ósculo más inocente que jamás pudo imaginar. Y ahora la brisa sobre sus labios parecía aire ártico, estaban tan fríos sin el calor de los del otro.
Otro beso, deseaba otro jodido beso. Ya no se trataba de ser su esclavo sexual por obligación o de hacerle favores para vivir. No, ahora lo necesitaba, quería de ese hombre lo que debía causarle aversión.
Se estaba volviendo loco. No rechazaría el amor salvaje y doloroso de Einzel, lo merecía, pero él... Él no podía amar a ese monstruo.
No podía desear caricias de los dedos que apretaban el gatillo. No podía anhelar besos de los labios que sonreían antes de matar. No podía querer a un asesino.
No podía entregarle su corazón por qué Einzel vivía de hacer que estos dejasen de bombear.
Rompió en llanto, asustado por sus incongruencias. Debía odiarlo. Debería odiarlo. Y aún así...
Se juró a sí mismo no perdonar jamás a un vil asesino, no compadecerse de un hombre malvado, como su padre o como Paul, o peor. Ahora, sin embargo, su corazón latía por uno.
- Por... por favor, no me des más besos, no puedo, no puedo...
- Yo sí puedo. Y lo haré si me place.- contestó Einzel con el ceño fruncido y sin rastros de su sonrisa.
Después de violarlo y follarle la boca ¿Porque le molestaba tanto un beso?
Se esforzó por entenderlo, pero jamás lo hizo.
Kori tampoco comprendió jamás porque deseaba tanto el cariño de un ser desalmado.
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