Capítulo 5: ¿Qué nos está pasando?

 Era Domingo por la mañana y por lo tanto el segundo día libre de todos, en el cual podían decidir si adelantar o no sus tareas para el resto de la semana. Leo claramente no dejaría de visitar a su vampiro ni en fin de semana, aunque estaba autorizado a dejar de hacer su trabajo durante sábados y domingos.

No eran ni las nueve de la mañana pero ya estaban todos en pie, o al menos todo el grupo de recién graduados. Esa mañana Sara no podía dormir más pues se fue a la cama temprano así que había ido a dar un paseo matutino por las salas del Centro. Desgraciadamente se había caído por las escaleras haciéndose solo un chichón bastante antiestético pero nada grave, acompañado de un enorme escándalo que solo sus amigos parecieron percibir.

Todos se levantaron con prisas y aún en pijama salieron alarmados de sus habitaciones para ver lo que había sucedido. Sintieron un gran alivio al ver que Sara estaba bien excepto por el bulto enrojecido de su frente. Hicieron varias bromas respecto a lo sucedido y finalmente decidieron quedarse en medio de la sala principal del lugar, sentados en el suelo, charlando ahora que tenían algo de tiempo libre y ninguno sentía ganas de seguir durmiendo tras tamaño susto.

- ¿Y como te va con el hijo de Satán?- Jackson sonrió torcidamente y la pregunta causó carcajadas en los presentes, exceptuando a Leo, que no comprendió a que se refería.

- ¿Que? Aún no he hecho nada relacionado con los demonios- informó extrañado pues pensaba que, al igual que él, sus compañeros estaban al tanto de las ocupaciones ajenas en la institución.

- Se refiere a la sanguijuela esa- espetó Gerard con cierta irritación.

Leo le asestó una mirada fatal y su interlocutor solo bajó la vista y apoyó su cabecita en el hombro de Sara sintiéndose protegido.

- Pues bien. Al principio creí que todo se resumiría en incontables amenazas de muerte, pero la cosa mejora. Me va genial con Ludolf.- Leo habló con la cabeza alta y los labios prensados en una fina línea horizontal, mostrando un pausado y defensivo orgullo.

- ¿Como sabes su nombre? ¿O se lo has puesto tu?

- El me lo dijo hace poco. Es un nombre muy bonito- bajando entre nubes desde su posición defensiva, el muchachito no pudo evitar sonreír.

-Ah, que ahora sois amiguitos. Mira tu que bien- el tono de Sara era afilado como una cuchilla y sus ojos rodaron recorriendo el borde del párpado superior en un gesto que molestó a Leo.

- Pues sí, lo somos. Quizás es mejor amigo que quien se supone que debería serlo- Leo también replicó con un tono mezquino para contraatacar.

- O quizás te está engañando.

- Tal vez estás hablando sin tener ni idea- Sara frunció el ceño y su lisa frente canela se arrugó estropeando eventualmente su belleza.

Hubo unos segundos de silencio. Sara estaba tensa y Gerard solo resoplaba como un niño fastidiado y molesto. Jackson no comprendía del todo el significado implícito en esa conversación, pero si de algo estaba seguro era que o estaba del bando de Leo.

- Ger, ¿Qué tal tus heridas?

Jackson se sintió ignorando al tratar de aliviar la tensión cuando Sara prácticamente le interrumpió dejando su duda sin respuesta.

- Me parece que no valoras el hecho de que intentemos protegerte de que seas un imbécil que se cree que puede jugar con fuego sin quemarse.

- Eso...-murmuró gerard acurrucándose en los brazos de Sara cuando Leo lo miró tan intensamente que le hizo cerrar la boca en un santiamén.

Estaba que le hervía la sangre y aún así no elevó el tono de voz ni un poco.

- No eres mi madre, ni la de Gerard ¿Sabes? Aprecio que os preocupéis por mí, pero una cosa es aconsejar y la otra imponer. Yo hago lo que quiero y eso es solo asunto mío y de nadie más así que espero no escuchar ni un comentario más sobre Ludolf o la relación que mantengo con él ¿De acuerdo?

Gerard chasqueó la lengua molesto pero no se atrevió a mirar hacia el pequeño que se pronunciaba con convicción.

- Mientras te asegures de que no corras ningún riesgo... Como si se tiras por un puente, aunque yo al vampiro ni me acerco- no era un gran apoyo, pero Leo agradeció el comentario de Jackson y sintió un poco de alivio al ver que no tendría que enfrentarse también al grandullón.

- Pues yo no estoy de acuerdo. Si quieres ser rematadamente estúpido pues allá tu. Te matará por idiota y sinceramente te lo mereces. Pero esto nos afecta a todos, quieres que le quiten las cadenas y colaboremos con él, como si fuera una persona.

Es una persona- Las palabras ardieron en su boca como el fuego y sintió la ira subiendo por su garganta, junto a las arcadas, desgarrando la carne a su paso al ver las caras de los demás.

Todos le miraban con cierta pena y un deje de asco, como si estuviera loco.

- ¡Es una persona!- rompió el silencio que había obtenido como respuesta.

Gritó de forma histérica y se arrepintió al instante pero deseó que su fuerte voz hubiera penetrado en la cabeza de los demás arrancando todas las ideas contra él.

- Es un monstruo de mierda y merece morirse- Gerard, cobarde e inútil, miró al suelo apretando los puños mientras hablaba.

- Es como tu o como yo. Como cualquier persona que hubiera sido torturada por años con una sed de sangre que no quería.- Gerard negó con la cabeza como si Leo fuera estúpido e imposible de convencer.

Dolía que despreciaran así su opinión, ni tan siquiera se estaban molestando en escucharlo.

- Tío, ese hombre se divierte matando peña y además, no es humano, no esta vivo ¿Como vamos a confiar en alguien así?- Jackson solo suspiró pesadamente y su cuerpo enorme pareció desinflarse un poco por su posición decaída. Odiaba discutir con amigos.

- No lo conocéis, no sabéis como es.- comenzaba a dolerle la cabeza y sentía ganas de llorar tan fuertes que dudó de sus ojos retendrían las lágrimas de impotencia mucho más.

- Probablemente tu tampoco lo conozcas ¿Crees que a un ser inmortal le interesa un niñato adolescente de mierda como tu? A ver si piensas un poco, te está utilizando y parece que además te está dejando más idiota de lo que ya eras.

De no ser él quien estaba en esa situación habría defendido a Sara. Sonaba tan convencida y racional y, desde todas las perspectivas que no fueran la de Leo, tenía razón. No podía contradecirla sin quedar como un estúpido crédito a menos que viera ella con sus propios ojos la humanidad en ese hombre.

Pero estaba ciega, todos ellos lo estaban.

No podría contar con ellos en sus decisiones. Mentes inmaduras forjadas con los años a partir del miedo a lo desconocido no podían ahora aventarse a una sala oscura confiando en que toda esa negrura les acogería con una bondad para nada aparente.

- Debería decirle a Jay que mate a ese vampiro por hacerme daño.- Gerard siseó con timidez pero a su vez dirigiendo su hiriente voz a Leo con una clara finalidad- Seguro que me hace caso.

Para ese entonces el límite que separaba al Leo que todos conocían del Leo enfadado y chillón que nadie había podido ver aún era más fino que un cabello y se rompió con facilidad.

Leo se puso en pie bruscamente y ante semejante acción todos le imitaron sin comprender que pretendía ese chico.

Gerard se aseguró de que Sara estaba detrás suyo como una santa protectora y dio un paso al frente como si quisiera hacerse el valiente y enfrentar a Leo pero por poco pareció un bebé llorando cuando su enemigo le dio una bofetada.

Leo notó ardor en la mano pero se sintió orgulloso de haberle callado la boca a Gerard y de haberlo hecho con más fuerza de la que se esperaría de él.

Odiaba la violencia, pero estaba harto de ese niño mimado y consentido que no hacía más que escupir estupideces y llenarse la boca de opiniones robadas y sin fundamento alguno.

- No, no le vas a decir una puta mierda a Jay, que te quede claro.

- ¡Sara!- se giró con los ojos húmedos y extendió los brazos hacia la chica de ceño fruncida y mirada de fuego como un crío desamparado.

Más ridículo que un jovencito perdido en el supermercado llorando, hipeando y moqueando porque no encuentra a su madre.

- Deja ya de escudarte en ella, pareces un puto niñato malcriado. Y tu deja de actuar como si fueras su madre, solo te falta ponerte pañales y limpiarle la mierda del culo- Ambos se quedaron boquiabiertos con el comentario del menor.

Sabían que tenía mala ostia y que si alguien le encendía, prendería rápido y sería devastador soltando verdades ácidas por su boquita de fresa, pero ninguno de los presentes creyó jamás ser capaz de producir la chispa que iniciara todo aquello.

- Os creéis todo que sabéis mucho, que tenéis razón y que solo es verdad lo que todo el mundo cree. Pero no tenéis ni puta idea. Avisadme el día que dejéis de ser unos cobardes y queráis aprender algo viéndolo con vuestros propios ojos en vez de leyendo estupideces en libros antiguos y equivocados.

Jackson puso ojos de cachorro que apenaron a Leo, pero se marchó implacablemente contemplando la cara ofendida y vengativa de Sara que, lejos de reflexionar, solo idearía una venganza para curar su orgullo herido. Sin embargo no se molestó en fijarse en el rostro lastimero de Gerard, cubierto de lágrimas y miseria.

Leo se sintió desterrado y como un fugitivo en tierras extranjeras y, casi por inercia, sus pies se encaminaron hacia el único lugar que, a pesar de ser deprimente, le hacía sentirse cálido como en el hogar que nunca había tenido.

Abrió la puerta tan rápido como sus débiles brazos le permitieron y la cerró recostándose contra esta y dejando que su espalda se deslizara hasta que se sentó en el suelo suspirando.

Pensó que el vampiro se burlaría por su dramática entrada a la mazmorra pero casi chilló al verlo tirado en el suelo y encogido en una bola como un gato enorme pero indefenso.

Al principio creyó que le pasaba algo e iba a levantarse para pedir ayuda pero en solo cuestión de segundos se percató de la estupidez de su histeria, Ludolf tan solo estaba dormido.

Pero algo en él le alarmaba.

Se acercó lentamente, no quería despertarlo pero además le tenía un gran respeto. Temor, era temor. Confiaba en él pero hasta cierto punto, no sabía bien el grado de veracidad de sus amenazas y aunque ese ser le intrigaba tampoco jugaría con su vida de forma innecesaria, sin embargo, encontró indispensable acercarse tanto por alguna razón.

Los labios de Ludolf se movían y susurraba. Hablaba en sueños pero su voz era apenas audible y parecía quebradiza y llorosa. Como sus ojos.

Los párpados estaban arrugados de tanto apretarlos y rostro estaba húmedo por las lágrimas. Ludolf temblaba encogido en el suelo y aún hecho un ovillo parecía enorme al lado de Leo.

Le apenaba verlo llorar de esa forma en su sueño y abrazarse a si mismo como si fuera un niño aterrorizado dentro de un cuerpo poderoso pero dormido. Aunque a su vez no quería interrumpir su sueño, sabía que debería estar agotado y hambriento y aunque le doliera verlo de esa forma sabía que era lo mejor porque era necesario que descansara, aunque fuera de ese modo.

- Apágalo...- la voz de Ludolf se hizo clara e inteligible por unos instantes y Leo se sobresaltó por ello.

Estaba incómodo de cuclillas y le parecía cruel huir hasta la puerta así que simplemente se sentó al lado del vampiro y con las manos temblando le apartó el largo pelo azabache de la cara y observó con pesar la contracción de las facciones de su rostro en una mueca de horror.

Las avellanas de sus ojos se sintieron húmedas al contemplar el trazo doloroso en las líneas de expresión del rostro ajeno. Leo deseó poder calmar al vampiro.

- Apaga el fuego, Till, mamá... por Dios, por favor, apágalo ya...- se le hizo un nudo en la garganta.

Las palabras sonaban tan claras, con un dolor que fluía a la perfección.

Acarició uno de sus pómulos y estaba frío como un bloque de hielo. Aunque era suave como sus pijamas favoritos que le hacían sentir cosquillas en la piel y conseguían que durmiera profundamente.

Ludolf no pareció percatarse de la caricia del menor y solo balbuceó unas cuantas cosas más mientras se removía levemente.

- Con el vestido... con el vestido que ibas a usar mañana... puta, jodida puta... ¿como has podido?... oh Dios, oh señor, el fuego, el fuego...-Ludolf iba a reduciendo el tono de voz pero cada vez que hablaba caía una que otra lágrima.

Sin poder soportar presenciar tal calvario pero también siendo poco partidario de acabar con el descanso del vampiro, Leo se levantó y se fue esperando que la pesadilla pasara pronto y Ludolf pudiera dormir con calma.

Estuvo unas cuantas horas encerrado en su cuarto, trabajando duro en un pequeño proyecto, aburrido pero importante y afortunadamente fácil, que Jay le había asignado. A ratos suspiraba y, mirando a la ventana empañada por el frío e impregnada de gotitas por la lluvia, pensaba en Ludolf.

Su piel fría le había dejado un hormigueo en los dedos que no podía olvidar y corazón le dolía al recordar su voz y sus lágrimas, se sentía impotente por ser incapaz de solucionarlas.

Además se sintió mal por el pobre vampiro, aunque había sido cauteloso su oído sobrenatural seguro que le había escuchado en todos y cada uno de sus movimientos y hasta le había tocado y ni aún así Ludolf se había despertado; debía estar sumido en un sueño muy profundo, cosa rara en los vampiros. No era difícil ver que estaba falto de energía y por eso Leo tomó una decisión de la que se arrepintió a cada momento pues sabía que podían pillarle y sancionarle por ello, pero no se echó atrás.

Por alguna razón su corazón se aceleraba cuando pensaba en Ludolf y se sentía culpable y desamparado cuando pensaba en su situación. Y aunque deseaba liberarlo con todas sus fuerzas la idea de ese vampiro marchándose le resultaba inevitable y desgarradora.

No entendía nada pero tenías ganas de llorar y dormir hasta despejar su mente tan nublada como ese día triste y oscuro.

-¿Ludolf?- unos murmullos conocidos le acogieron.

Decía algo sobre el fuego y ahora no parecía lloroso, sino más bien enfadado, pero no se había movido de su posición.

Pensó que llevaba durmiendo ya el tiempo suficiente y se acercó de nuevo al vampiro, ahora ciertamente triste.

Puso una mano en su hombro con la intención de balancearlo suavemente para despertarlo, pero el simple contacto de su piel fue ahora suficiente para obtener esos dos grandes ojos rojos clavados en él.

- ¡Ostia puta!- Leo se alejó y por poco cayó al suelo de culo- Me has dado un buen susto, cabrón... Podrías avisarme al despertar en vez de mirarme como un jodido violador psicópata- Ludolf se levantó torpemente y sonrió un poco.

- Bueno, quizás lo soy. Pero añade la palabra asesino en ese perfil criminal.

- Y humorista sin gracia también ¿Algo más?

- Si, apunta que cuando salga de aquí te voy a comer entero.- Mostró los colmillos con malicia sabiendo que ese comentario había sonado muy mal. Vio la cara enrojecida del chico y el silencio compensó su ingeniosa respuesta- No te hagas ilusiones, me refiero a tu sangre.- sonrió más ampliamente a medida que el ceño de Leo se fruncía con ira.

- ¡Ya lo se! Eres un engreído, menos mal que no eres tan atrayente como te crees, estúpido- desvió sus ojos al suelo y carraspeó atragantándose con su obvia mentira.

- Menuda primera visita, hoy estás a la defensiva criajo.

- En verdad es la segunda visita...-comentó apenas audible, pero Ludolf le oyó con claridad.

- ¿Ahora ni siquiera sabes contar?- preguntó socarrón aunque algo en la afirmación de Leo y en su cara triste le intrigó.

- He venido antes- habló en tono serio, ignorando las burlas del otro- Pero estaba dormido y parecías tener una pesadilla. Decías algo sobre el fuego y llorabas y...

- ¡Yo no lloro nunca!- las cadenas sonaron cuando Ludolf tiró de ellas queriendo abalanzarse sobre el menor y el pobre gritó del susto.- Que te jodan... Como se lo digas a alguien estás muerto.

- No voy a decirle eso a nadie, tampoco es como si a alguien le importara. Sin ofender, pero es verdad. Todos te odian, aunque eres un buen tipo-Leo se sentó en el suelo y reunió todo el coraje que pudo para proseguir- ¿Qué era lo del fuego? Y algo de un vestido... ¿De qué hablabas en sueños?

-De el día en que... me convirtieron- hizo una pausa en medio de la frase, no sabía muy bien cómo describir ese fatídico día. Muchas cosas pasaron y todas deseaba olvidarlas.

- ¿Puedo... saber qué pasó?- El vampiro, calmándose notablemente, también se sentó en el suelo y suspiró con pesar.

- Jamás se lo he contado a nadie. Nunca. Solo lo se yo- dijo con una voz de ultratumba dura y misteriosa. Sonó varonil y ciertamente amenazante.

- Eso no te impide contármelo ahora. Va, nada de secretitos - dijo con voz chistosa consiguiendo que el otro arqueara una ceja ofensivamente- Si no me lo quieres decir vale, pero viendo como llorabas como un bebé dormido no creo que te haga mucho bien guardarte esas cosas.

- No necesito consejos, me se cuidar solo. Mejor preocúpate por ti.

- Ya veo que bien te cuidas, estás encadenado y preso por unos humanos ¿Eso es cuidarse bien?- Leo fue ahora quien levantó una ceja y un gruñido le respondió con furia.

- Si sigues así no voy a contarte eso...

- ¿No decías que no ibas a hacerlo?- preguntó con ironía y riendo un poco por el fastidio del vampiro.

- Ahora sí que no lo voy a hacer, te jodes humano irritante de mierda- Ludolf resopló con desdén y Leo se sintió angustiado por dicho comentario.

- Solo eran bromas, no te ofendas. Dímelo, por favor. ¿Sabes? No se porque te enfadas porque diga que has llorado, no es malo. No te sientas avergonzado, todos lloramos a veces.

-Yo no.

- Tu sí, y como un bebé- Leo sacó la lengua riendo y el vampiro se sintió extrañamente aliviado, pero no relajó su posición de ataque verbal.

- Yo sí que te haré llorar a ti.- Leo se calló unos momento por la veracidad con la parecieron surgir esas viles palabras y ante el temor de ese chiquillo Ludolf no pudo evitar soltar una risa relajante y sensual- ¿Quieres que te lo cuente, en serio?

- Pues claro. ¿Sino como voy a ayudarte?

- ¿A-Ayudarme?-Ludolf enrojeció por haber tartamudeado de forma tan débil e infantil pero la naturalidad con la que Leo le dijo le dejó sin palabras. En su nívea palidez el tono rojo que adquirió se hizo más notorio y Leo se sintió exaltado al saber eso lo había provocado él.

- Claro ¿Pasa algo?- preguntó entre el asombro y la felicidad.

- Nada- respondió el otro de mala gana, abochornado- Es una historia larga.

- Y más larga aún si tardas tanto en contarla- recriminó Leo a lo que Ludolf lo acuchilló con la mirada por enésima vez.- Va, cojo palomitas imaginarias, empieza.

- Bueno... Cuando yo era humano vivía en un pueblo pequeño y bastante apartado, era agradable y se vivía bien. Tenía una hermana menor y un hermano menor, también vivía con mi padre y mi madre. Ella era una bruja y como allá donde se oyera esa palabra se hacía una búsqueda y quema de brujas, ella decidió mantenerlo en secreto. Solo usaba la magia blanca y era para propósitos bueno en el pueblo. Ayudaba en las cosechas y enfermedades. Prolongaba la esperanza de vida de los ancianos, curaba a los niños, salvaba a los enfermos... Ella... solo usaba su poder para ayudar, aunque nadie lo supiera, excepto su familia. Pero un día entró un nuevo miembro en la familia y como tal decidí contárselo.

Era mi prometida y confiaba tanto en ella que creí que lo aceptaría tanto como yo lo aceptaba y que apoyaría a mi madre como si fuera la suya. Y, bueno, así fue al principio, aunque solo fingía. El día antes de mi boda lo estábamos preparando todo, estaba tan emocionado... No solo yo, mi madre, mi padre y mis hermanos. Todos lloraron de alegría porque decían que ella era la mujer más hermosa del mundo y el amor de mi vida y yo también creía eso.

Estaba tan contento, tantísimo. Todos decían que no podían esperar a considerarla un miembro de la familia más. Incluso mi madre usó su magia para hacerle un amuleto en forma de colgante para protegerla. Ese sería su regalo de boda y era precioso, una concha de nácar atravesada por tela azul celeste trenzada por mi propia madre.

Tenía tantas ganas de casarme con ella, de tener hijos, de que mis hermanos crecieran y jugaran y cuidaran de ellos, de ver a mis padres llorar de nuevo por la boda inminente que cuando todo sucedió me dolió tanto que creo que aún hiere.

Mi prometida le dijo al pueblo que mi madre era bruja y los convenció para matarla, ella sabía que mamá solo usaba la magia para buenos propósitos, pero igualmente la quería muerta solo porque no era humana. Esa zorra despreciable reunió al pueblo y mientras yo me probaba el traje de boda ella vino con su puto vestido, para burlarse de mí, y entre todos quemaron la casa y mataron a mi familia.

Ahora entiendo que jamás conocí a esa zorra, solo estaba cegado porque era bonita, encantadora y perfecta. Pero se que lo perfecto no existe, era solo pura fachada, una mentira que me creí con facilidad. Era tan estúpido... y también sé que si ella me conquistó fue porque mi familia era la más adinerada.

Por aquel entonces no supe ver esas cosas, pero ahora me doy cuenta. Ella no estaba enamorada, solo se aprovechaba y yo no estaba enamorado de ella, porque jamás la conocí y cuando lo hice de veras, la odié.

Después de quemar mi casa y matar a mi familia era mi turno de morir pero un vampiro al que ni vi me rescató y me preguntó si quería poder vengar a mi familia a un alto precio. Está claro que accedí.

Esa noche maté a todo el pueblo. Estaba tan enfadado que la furia me cegó e incluso me bebí la sangre del ganado. Maté a los niños sin compasión, incluso a los ancianos y enfermos y se que estuvo mal matar a los más desvalidos, pero era como un animal hambriento... Y no me arrepiento, quería vengarme y eso hice. Al fin y al cabo los que no participaron directamente tampoco se opusieron.

Les hice pedir perdón y maté a los hijos delante de sus padres para que supieran cómo se siente alguien al perderlo todo.

Y a mi prometida... Ella fue la última, la até y le hice ver todo, porque se lo merecía.

Era una mentirosa y una traidora y creerás que soy un monstruo por ello pero solo quería verla sufrir e hice cosas que nadie habría podido soportar. Y ella no pudo.

La violé durante días en la cama de sus padres con ellos muertos en esta hasta comenzaron a pudrirse y ella me suplicó que la matara.

¿Sabes? Se me olvidó cómo se llamaba esa maldita puta, pero jamás me olvidaré de cómo me pidió que le arrancara el cuello y acabara con su sufrimiento.

Yo también quería morirme cuando vi a mi familia enterrada, porque los enterré después de toda la masacre, y a veces aún quiero estar muerto con ellos.

La maté, aunque no me bebí su sangre. Me daba asco así que le rajé el cuello y la dejé desangrándose junto a un montón de cerdos muertos.

Supongo que ahora te habrás quedado tan asqueado que te irás y la próxima vez que alguien abra esa puerta no serás tu porque no creo que quieras volver a estar cerca de alguien como yo. No después de escuchar todo lo que acabo de decirte.

Ludolf miró al suelo esperando que los pasos se alejaran y que la puerta tronara al cerrarse.

- Jo-Der...- fue lo primero que escapó de los labios del niño junto a una risa nerviosa y una expresión de miedo abrumadora- N-No voy a ''abandonarte'' o lo que sea que pienses... Eres un poco bestia y un vampiro y ahora te tengo algo más de miedo, sí, pero no te odio ni nada por el estilo, no más que antes, señor amable- bromeó aligerando la tensión que Ludolf había creado con sus depresivas expectativas- Te vengaste, es normal, además era tu primera noche teniendo tanto poder que dudo que pudieras controlarlo. No veo porque debería odiarte por lo que hiciste o porque querría huir de ti, saber que hiciste esa atrocidad no cambia la persona que eres, sigo viéndote igual. Solo se un poco más de ti y quizás tenga alguna que otra pesadilla esta noche, eso es todo.

- ¿No me odias? ¿No crees que soy un monstruo?- su voz sonó exaltada y llena de júbilo.

- Si tu no me odias a mi yo tampoco, aunque dudo de lo primero...- dejó escapar de nuevo una risa y se sintió extraño al ver como el vampiro le observaba con incredulidad- Y no creo que seas un monstruo. Matas para vivir y si masacraste a todo tu pueblo fue por una buena razón. A ver, fuiste un poco drástico, pero no creo que un par de collejas hubieran funcionado mejor...Ya te lo dije, no me pareces malo.

Ludolf se echó a reír y Leo se asustó por tan inesperada acción.

Se agarraba el vientre mientras el aire salía con fuerza de sus pulmones en forma de gruesas carcajadas que dejaron ojiplático a su oyente. Se sentía liberado de la presión que amenazaba con reventar sus sienes mientras contaba la historia, tenía (le dolía reconocerlo) tanto miedo a que Leo le rechazase por conocer su pasado, que ahora liberaba toda su tensión riendo como un loco feliz.

- ¿Te ríes de mi cara o solo se te ha ido la pinza del todo?

- Me río porque no esperaba para nada tu reacción. Eres un muchachito muy raro.- afirmó sintiéndose débil al mostrar implícitamente su interés por él.

- ¡Aleluya! No me has llamado niño de mierda o algo así. Creo que me lo tomaré como un cumplido y todo- esta vez fue él quien rió y, sintiéndose más confidente, se acercó un poco al vampiro- Tu primera frase sin insultos en ella ¡Felicidades! ¿Quieres tu premio?

- Si es tu cuello en mi boca, sí, quiero ese premio. Ahora.- la autoridad se podía palpar en las palabras y aún sabiendo que era una broma, Leo sintió sus piernas flaquear ante las órdenes de ese gran hombre.

- No, es otro premio. ¿Sabes? Si me pillan me va a caer una buena pero sé que los vampiros necesitáis más alimento que una bolsa de sangre semanal, sobretodo uno de tu tamaño. Eres enorme... Así que he robado esto del almacén para ti- Sacó de la cara interna de su chaqueta una bolsa de sangre y los ojos del vampiro brillaron con emoción.

- Me acabas de hacer tan feliz con eso que si me escapo a lo mejor ni te mato.- dijo Ludolf relamiéndose ante el trozo de plástico rojizo que semanas atrás le habría repugnado pero ahora le parecía más apetecible que un jugoso cuello.

- ¿Enserio? Es lo más bonito que me has dicho nunca, cariño- Bromeó el menor lanzándole un beso, a lo que el vampiro respondió imitando el gesto, pero con una mordida al aire.

- Una lástima que sea mentira.- Leo rodó los ojos y Ludolf se relamió los colmillos.

- Volvemos a la ronda de amenazas ¿Alguna nueva?

- Déjate de juegos y dame esa bolsa ya o voy a morderte tanto que no habrá una sola parte de tu cuerpo sin herir- Ceño fruncido, ojos rojos, colmillos afilados y cadenas tirantes. Leo comenzaba a sentirse amenazado.

- Oh, esa ha estado bien ¡Diez puntos para Griffindor!- bromeó lanzándole la bolsa mientras el otro la tomaba al vuelo como la vez anterior.

Hincó los colmillos y esta vez fue más rápido. Ni vio la sangre desaparecer cuando el envase ya golpeaba el suelo, vacío.

- ¿Te sientes mejor? Sé que necesitarías más sangre para volver a la normalidad pero es lo máximo que puedo hacer...

- Sí, estoy algo más bien. Oye, me jode mucho decir esto así que presta atención porque no se si lo volveré a repetir... Gracias.

Suspiró y miró al suelo con resignación al escuchar un chillido de emoción del menor. Rodó los ojos cuando notó que Leo había dado un saltito de alegría y resopló con ira cuando el menor suspiró con ternura.

- Gracias por agradecerlo, supongo...- dijo Leo entre risillas.- Me tengo que ir, es tarde. Volveré en unas horas ¿Seguirás despierto?

- Espero que no, me jode tener que aguantarte. Aunque si me prometes un mordisco en la yugular quizás me pienso eso de quedarme despierto esperándote.- La mano de Leo rozó su propio cuello con angustia al oír esas palabras.

-En ese caso... que tengas dulces sueños- bromeó comenzando a abrir la puerta para marcharse- Adiós- musitó nervioso antes de cerrarla y sin esperar respuesta alguna.

Tampoco es como si fuera a obtenerla.

Leo aprovechó el rato libre para echarse una cabezadita. Después de unos días tan agitados necesitaba dormir unas horas extras y ese sueño de más le vino de perlas. Además, no tenía interés alguno en salir de la habitación. Se encontrara a quien se encontrara sabía que cualquier intento de conversación acabaría en un desagradable enfrentamiento así que prefería evitar a los demás.

- ¿Ludolf?

- ¿Mocoso?- respondió el otro en tono irónico y agudizando su voz para imitar al chico.

- Bonita bienvenida- comentó rodando los ojos y cerrando la puerta- Pensaba que estarías dormido- añadió con un tono dulce y vergonzoso. Le había esperado despierto, lo sabía.

- Tenía la esperanza de que vinieras despistado y pudiera hincarte el diente...-Mostró sus colmillos en señal de amenaza y rió cuando el pequeño reculó- Oh ¿Me tienes miedo pequeñajo?- arrugó la nariz y sonrió ladeando una comisura.

Esa mueca de superioridad era tremenda y acompañada por su sonrisa depredadora a Leo se le antojó profundamente sensual.

- Sí, sería imprudente si no lo hiciera. A-Aunque tampoco te creas, es más respeto que miedo, engreído, no intimidas tanto como crees.

- ¿A no? No se si lo sabes pero puedo oler el miedo y el tuyo, Leo, huele delicioso- su nombre sonó macabramente frágil entre sus labios. Una voz ruda saboreando las letras de su nombre en una frase tan incitante, halagadora y amenazante.

Sintió que las piernas le fallarían y la boca se le secó. La lengua, ralentizada y pastosa, no se atrevía a moverse para hablar.

- ¿Te ha comido la lengua el gato? A los humanos solo hace falta hablaron un poco en serio, enseñaros los colmillos, y ya os quedáis aterrorizados sin poder moveros ni un poco. Y tu no eres la excepción, que adorable- rió descaradamente avanzando hasta que las cadenas trinaron indicando su límite.

- ¡No es verdad! T-Tengo miedo pero igualmente soy dueño de mis acciones- replicó Leo apretando los puños y, sin pensarlo dos veces, avanzó un paso con decisión.

Sintió la sangre helarse en sus venas al estar un poco más cerca de Ludolf y este parecía ensanchar su sonrisa con malicia.

- Te tengo miedo, pero confío en ti. No me voy a quedar paralizado porque me intimides, po-podrías acercarme ahora a ti hasta tocarte. No todos somos unos cobardes. Además, los vampiros sois mis seres favoritos, mataría por tocar unos  jodidos colmillos y...

- Hazlo- le cortó el vampiro. Sonó ansioso y sincero.

- ¿Q-Que?- Preguntó el otro ciertamente espantado. Amaba la idea de tener los colmillos de un vampiro entre sus dedos pero veía claramente el riesgo en se plan.

- Me refiero a que puedes hacerlo. Acércate si quieres, puedo dejar que toques mis colmillos.

- Llevas desde que nos conocimos diciéndome que a la mínima me matarás y...- sus manos se sacudían y su voz había comenzado a temblar. No estaba seguro de si estaba mal dudar.

- Hace unas horas te he contado mi secreto más íntimo ¿Crees que me importas tan poco como para matarte? Estúpido...- sintió ganas de golpear a ese niño. Usualmente él no iba diciendo sus sentimientos por ahí, básicamente porque creía, hasta ese momento, que no tenía, y ahora que le confesaba una parte de ellos al chico solo se limitaba a mirarlo extrañado.

- ¿T-Te importo?

- Cuando me aflojaste las cadenas te habría podido matar. No lo hice por algo, imbécil. Deja de preguntar obviedades.- Giró el rostro con indignación y cuando volvió a mirar a Leo este estaba estático y su cara estaba roja como un puñado de fresas silvestres. Tan endemoniadamente dulce e inocente- Deja de hacer eso.

- ¿Respirar?- preguntó el otro confuso y comenzó a avanzar lentamente.

- No. Sonrojarte.- Leo ladeó la cabeza sin comprender el porque de esa excéntrica petición y Ludolf sintió algo cálido y sofocante en el pecho mientras Leo se aproximaba.- Es muy adorable y me da ganas de morderte y beberme tu sangre despacio mientras... agh... mejor me callo.- espetó comenzando a sentir cada vez un deseo más creciente hacia ese jovencito ante él.

Desde un primer momento había alarmado todos sus radares y lo había deseado, sí, pero ahora ni ese lujurioso deseo inicial se comparaba con sus ansias de tenerlo en sus brazos.

- Vaya... comienzas a dar miedo- murmuró Leo, pero no obtuvo respuesta, solo una respiración errática y pesada.

Se aproximó a Ludolf hasta que su nariz estuvo a un suspiro de mariposa de tocar el pecho de ese enorme hombre y con su vista perdida en el enorme torso sintió vértigo al pensar que debía elevar la vista para localizar los colmillos.

- Estás muy callado- murmuró el otro con sorna, intentando por todos los medios poder acercarse un poco más a Leo, pero le era físicamente imposible.

- Estoy nervioso- confesó hundiéndose en su bochorno.

- ¿Porque?

- Estamos muy cerca y eres... tan grande y podrías matarme...- suspiró e hizo un amago se alzar su brazo, pero fue incapaz.

Paralizado como un bloque de hielo. Tal y como Ludolf había descrito poco antes.

- Podría...-susurró gentilmente y una risa acompañó el morir de esa palabra en sus labios.- Pero no lo haré. No seas tímido, se que quieres ver los colmillos- su pelo lacio y oscuro como la noche rozó la naricilla del humano bajo él y ese cosquilleo logró despertar su cuerpo un poco al menos.

Se llenó de valentía y alzó el rostro para mirarlo directamente a la cara. Una cara tan bella y nívea como la de un ángel y tan masculina como la de un guerrero, segada por esos diabólicos y rasgados ojos rojos que le hicieron gemir vergonzosamente de impresión.

Ludolf soltó una risilla por la reacción del menor y este se sintió profundamente pudoroso. Era como si esa mirada le quemara la ropa y le desnudara por completo hasta el alma.

Y a su vez eran unos ojos de rojo amenazante pero de mirada apacible, tristona y solitaria. Como un león viejo pero aún fiero.

- Me gustan tus ojos- murmuró sincero como un niño pequeñito e impresionable- Dan miedo pero son... humanos al fin y al cabo. No eres un monstruo- sintió la necesidad de repetir esa frase de nuevo en ese mismo instante y aunque no supo porque sintió que esta encajaba a la perfección.

- Eres la primera y única persona capaz de decirme eso. Y de mirarme a los ojos más de cinco segundos seguidos aunque estés muerto de miedo- Ambos suspiraron sin saber el porque y sus alientos, uno gélido y el otro trémulo, se mezclaron como amantes en el aire.

- ¿P-Puedo?- alzó el brazo señalando a su boca y el vampiro sonrió complacido y acto seguido sacudió levemente la cabeza en una afirmación lenta y provocativa.

El contacto de la yema de su índice con esa blancura de marfil le resultó sorprendente. El colmillo era frío, más que el hielo, más que la piel de Ludolf, y aún así podía deslizarse fácilmente por su superficie, mas no por su dorso cortante, como si fuera suave.

Retiró la mano rápidamente pasando sin querer sus dedos por el labio inferior del vampiro y pensó que ese esponjoso tacto de seda quería guardarlo en sus dedos y recordarlo para siempre. Aunque esperó que Ludolf no hubiera percibido su desliz.

- Eres bonito. De no haberte conocido de esta forma habrías sido mi presa y te habría matado. Al menos tiene algo bueno esto de estar encerrado aquí como un chucho pulgoso- A Leo le brillaron los ojos al oír dicho cumplido por parte del vampiro y el corazón le estalló de alegría.

Se sintió extraño y un revoloteo en su estómago lo incomodó. Sus mejillas y orejas ardían tanto que temía tener fiebre y comenzó a ponerse tan nervioso que sus manos se enfriaron y su frente comenzó a sudar.

Los nervios a flor de piel y la lengua tropezando en su boca, se sentía tímido y pequeñito pero extrañamente reconfortado y muy especial.

- ¡M-Me tengo que ir!- exclamó alterado y sin comprender la situación y rápidamente se alzó sobre las puntas de sus pies.

Aún de puntillas le costó, pero llegó a la mejilla del vampiro y, fría y tersa, la besó amablemente dejando un deje de temblor y calidez en ella. Después corrió hacia la puerta como alma que lleva al diablo y cerró rápido.

Ludolf lo oyó respirar agitado y apoyarse al otro lado de la puerta hasta caer al suelo sentado, con el corazón en un puño y el puso tamborileando como una orquesta furiosa desfilando por sus venas.

Leo rió suavemente para liberar tensión y se sintió tan emocionado por lo que acababa de hacer que quiso llorar, aunque temió la reacción del vampiro la próxima vez que le viera. Pero estaba tan feliz que no podía pensar en nada más que en la piel nivea bajo sus labios y como se había sentido el electrizante y levemente puntiagudo roce de una sombra de barba bajo sus belfos.

No pudo dormir esa noche, solo se tocaba o mordía los labios y se reía. Pataleaba en la cama y ahogaba gritos con el cojín cada vez que pensaba en los halagos del vampiro.


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