Capítulo 7: mi deseo

 Veía a Jimin en cada clase, de espaldas a mí y con su linda y poblada cabellera inclinada hacia el pupitre, tomando nota lo más rápido que sus manitas mortales podían. Veía a Jimin sonreír en la cafetería con JungKook, haciendo que sus mejillas abultadas y de un leve color rosa se elevaran. Veía a Jimin en la biblioteca hincando los codos mientras fruncía el ceño adorablemente, efandándose con el libro de historia. Veía a Jimin irse por las noche a su casa del campus, mirando a los lados entre la densa oscuridad.

Veía a Jimin en mis sueños y lo veía en mis pesadillas. En mis recuerdos, en mi ganas de dejar de hacer como si no le conociera. Lo veía cada vez que abría la puerta de casa y al segundo lo dejaba de ver, como si mi mente inmortal no fuera capaz de asimilar que se había ido.

Porque así debía ser, tenía que irme de su vida si no quería hacerle daño. Aún no comprendía bien en qué consistía ser vampiro, dos años no son nada, y todo se me hacía cuesta arriba.

- Has tardado mucho en responder- recriminé mientras ponía el teléfono en altavoz y me tumbaba en mi cómoda cama. Kook siempre tenía el móvil encima, aún así le había llevado más de quince segundos tomar mi llamada.

Vaya decepción, y yo que creía que ya lo tenía bien adiestrado

- Estaba meando- espetó sin respeto alguno. Me molestaba, y además estaba más irritable de lo normal esas últimas semanas- No pretenderás que sujete el teléfono con el pene, los humanos no podemos hacer eso. Bueno, los vampiros creo que tampoco.

- Lo que sea, ya le preguntarás a Tae. No me interesa, di.- exigí hastiado. Kook era como Jimin en ese aspecto, incapaz de callarse la boca. Pero la charlatanería de Jimin sí me agradaba.

- Lo de siempre, Yoongi. Jimin está bien. Come bien, duerme algo mejor que antes y hace la tarea con normalidad. Está desanimado, cada vez más, pero al menos ya no se comporta como un paranóico.- un largo silencio. En ese momento me sentí contento por ver que el humano mejoraba y ya no corría al baño en medio de clase para llorar mientras murmuraba que era un asesino. Pero también me sentí egoísta y decepcionado; un mes actuando como desconocidos ¿No le dolía lo que a mi?

-Yoongi, él te echa demenos. Se pondrá mal sin ti. Habla mucho de ti, de lo genial que eres y las cosas bonitas que escribes en tu libreta, porque cuando te vas entre clases te la roba y la lee. Y está bien porque aunque no habléis te tiene cerca y puede mirarte de lejos en la cafetería, o fingir que se le cae algo en clase para voltearse y verte... Pero esto está bien ahora, en un tiempo te echará aún más en falta que antes. Lo que eres le está matando, pero te necesita. Quizá no deberías dejarlo ir y tampoco involucrarlo demasiado.

- Es difícil...- susurré sintiéndome morir de envidia al saber que el chico al otro lado de la línea podía ser besado y amado por uno de mi raza, pero que sin embargo Jimin, al más mínimo roce de mis manos muertas, se desmoronaría.

Me extrañaba, Jimin lo hacía. Y yo deseaba arrancar ese sentimiento de él con un millar de besos, pero el miedo y la impotencia me podían. Si mi bestia interior no lo mataba en un desliz, su amor por ella, por mi, lo pudriría lentamente.

Jimin, no quiero perderte nunca. No quiero que el latido de tu corazón se apague entre de la multitud, ni que tu aliento se pierda en el viento en vez de en mi boca. No quiero dejarte ir. Pero no quiero hacerte más daño del que te he hecho.

- ¿Ves a ese de ahí?- preguntó Tae con los ojos encendidos en llamas de pasión mientras señalaba con el dedo como un niño pequeño ilusionado.

Desde la azotea del edificio afilé mi vista y pude concentrarme en un chico pequeño y hermoso.

- Sí, lo veo.- me miró emocionado, había sido el primero en que centrábamos nuestra atención esa noche y no parecía una mala opción. De hecho era una opción maravillosa, pero me sentía desanimado, demasiado como para estar feliz por esa presa tan gustosa.- Me parece bien, pero es pequeño. Necesitaremos otro. ¿Lo quieres tú o es para ambos?

- Lo compartimos, no quiero que pierdas tu genial paladar para la sangre jóven. Y anímate, no se que te sucede pero no te veía así desde que eras humano.

- Bueno, ahora también es por cosas humanas...

- ¿Jimin?- preguntó con un tono maternal y condescendiente. A él no le acababa de agradar el chico, aunque para sernos sinceros Tae era así con los humanos, incluso cualquiera diría que Kookie le desagradaba, pero de todos modos él quería lo mejor para mi y eso significaba lo mejor para Jimin también.

Asentí y me regaló una sonrisa dolida, como si ya me comprendiera y supiera que toda opción me abocaba a una perdición irremediable de ese humano de mejillas de ardilla que me hacía querer acunarlo en mis brazos.

- Ven, tienes que evadirte un rato- susurró antes de lanzarse como un suicida hacia las calles.

La primera vez que él lo hizo grité de impresión y aunque ahora no me sorprendía sí que seguía notando un cosquilleo extraño en el estómago al verlo hacer ese tipo de cosas o al hacerlas yo mismo. Uno siempre se enamora del vampirismo, del de otro o del de uno mismo, es indiferente, pero el caso es que para desgracia de muchos y suerte de otros, se dice que ese es el único amor que nunca muere.

Me tiré yo también desde la azotea, dándome cuenta de que ya llegaba tarde a la cacería. Si te distraías un par de segundos Tae ya había hecho la mitad del trabajo, era demasiado veloz.

V tenía al chico apresado entre sus largos brazos y mientras con una mano lo amordazaba, con la otra sujetaba sus brazos para que dejara inútilmente de manotearlo. Era bajito, bonito y jóven. Me daba lástima que fuera tan sencillo de matarlo.

Iba a asesinarlo sin ganas apenas y el pobre estaba dando todo de sí para zafarse y huir. Que lindo.

- Mira lo que tenemos aquí- canturreó V en su oído mientras sonreía de par en par, alegrándome a mi y aterrando a nuestra víctima.- Oh, vamos, anima esa cara ¡Huele fantástico!

- Tienes razón- dije esbozando media sonrisa. Sus lágrimas hacían que el aire se ifestase de un intenso aroma salado, parecido al olor del mar. Eso atenuaba la esencia de la sangre, pero de todos modos podía asegurar que se me antojaba muy apetitosa.- V ¿Crees que deba alejarme de Jimin por siempre?- mi mente estaba en otro sitio y al parecer mi boca también.

- Oh, pequeño vampiro novato...- se lamentó con el chico revolviéndose aún en sus brazos. Me miró con cariño y a él lo apretó tanto que logró que se quedara quieto. Era algo que Tae me estaba enseñando y que él dominaba a la perfección: el genial truco de saber cuando el hueso se romperá para parar justo antes y hacer que las víctimas sean menos molestas.

- Te diré una cosa, Suga - rió al pronunciar aquel irónico y dulce apodo que yo tanto detestaba- El amor es la tercera cosa más fuerte del mundo. Nada por debajo de él puede vencerlo, ni la muerte, ni la tragedia, ni la traición ¿Sabes qué dos cosas hay antes que él?- negué queriendo conocer los nombres de los que serían mis adversarios. Si debía acabar con medio mundo lo haría con tal de que mi amor por Jimin fuera lo más encallecido de la existencia.- El tiempo...- susurró misterioso. Apretó un poco más al chico en sus brazos, estaba emocionado al hablar y por eso creo que no se percató al dislocarle los brazos.

El alarido de agonía y pavor quedó acallado por la mano de mi interlocutor. Deseé apenarme del chico al punto de querer llorar y salvarlo, pero en mi mente las cosas eran distintas: Ese pobre chico, sin culpa alguna, solo me causaba molestia y deseaba degollarlo.

Tae hablaba del tiempo de esa forma tan poética siempre. Él era un ser atemporal y amoral (y no en el sentido de amoroso), vivía cada instante y lo gozaba; lo que sucedería en el segundo ulterior era imprevisible. Él decía que nada era para siempre, que nada era seguro. Por eso jamás hacía promesas. Ni a JungKook.

- ¿Y la otra cosa?- pregunté ansioso por la respuesta, por la sangre y por el anhelo de Jimin. Mis sentimientos y mis sentidos se unían para formar una devastadora bola de fuego alojada en mi pecho.

No le temía al tiempo. Mi amor, como yo, era inmortal y lo sabía.

Sonrió ampliamente y pasó una de las afiladas y negras uñas que tenía por el cuello del humano. Rasgó la carne finamente, aún no sangraba.

- La sed.

Cayó la primera gota de sangre y olvidé por completo a Jimin. Me olvidé hasta de mi mismo mientras me lanzaba al cuello del chico y lo desgarraba con mis dientes. No pude evitar verlo así, pero para mi dejó de ser una persona.

Era ya solo un trozo de carne sangrante que gritaba mientras Tae le reventaba los brazos a bocados hasta dejar las manos colgando por hilillos de carne y huesos resquebrajados, y yo le desgarraba el cuello tirando de la piel con mis caninos para hacer una herida enorme donde hundir mi rostro y bañarlo en aquella maldita y perfecta sangre.

Me di cuenta de lo que V me intentaba enseñar cortando nuestra conversación con tan exquisita y repentina cena. Que el instinto prevalecía frente a los sentimientos.

¡Pero no en mi caso! ¡Yo no era así!

Nuestra presa ya era un cadáver desde hacía rato pero seguía quedando mucha sangre que beber, sangre que yo jamás desperdiciaría. Pero en esa ocasión me detuve, despegándome del cuello roto del menor para que mis rostro húmedo de sangre mirara al cielo, controlando el hambre.

Apreté los puños hasta que la sangre brotó y mis uñas se hundieron en las palmas. Tensé la mandíbula hasta que arañé mis propias encías con los colmillos. Daba igual el dolor, daba igual el hambre: debía demostrar que merecía a Jimin, que aguantaría.

- Yo nunca le haría daño a Jimin, lo que siento no tiene rival...- mascullé entre dientes. Desde el suelo, sorbiendo la sangre que quedaba en las pobres venas de nuestra presa, Tae estalló en carcajadas.

- Oh, qué humano es pensar que el amor todo lo puede. Pero todo lo humano se muere~

Tae canturreó su sentencia felizmente desde el suelo y aún cuando escapé tan rápido como pude de aquella escena tentadora, su risa histérica me persiguió.

No estaba bien aquello. Me había excedido al dejarme llevar por aquel arranque de amor desenfrenado. Estaba delante de Jimin y escuchaba su plácida respiración, propia de aquellos que duermen profundamente. Su corazón era un sonido melódico y relajante, sonaba fuerte como un gong en el silencio de la noche y hacía mis encías picar y mi boca salivar.

Yo aún seguía con la cara escarlata y notaba la sangre que me cubría como una máscara comenzando a secarse sobre la piel. No podía despertarlo, ni besarlo, ni decirle todo lo que sentía, pero estaba tan impaciente.

Un corazón se aceleró con terror detrás mío y me giré para encarar. Kook me vio con horror sabiendo que acababa de asesinar y seguía con la adrenalina impulsando a mi cuerpo a las mayores locuras jamás pensadas. Tomó una bocanada de aire.

- No grites.- le ordené. Su garganta hizo aquel duro sonido de tragar saliva y agarró las mantas con fuerza, estaba aterrado de mi como de costumbre.- Cuando despierte dile... dile que tengo que hablar con él. Mañana a las diez de la noche en el gimnasio.

- ¿Que planeas, Yoongi?

- Ni siquiera lo sé.- ¿Acaso necesita uno un plan para amar? Ni siquiera Tae seguía uno para matar, así que no creí necesario anticipar nada.

Que todo sucediera como tuviera que suceder.

El lugar estaba oscuro y aunque podría haber encendido la luz para que Jimin ya supiera que yo le esperaba ahí dentro, no lo hice. Veía bien a oscuras, no del mismo modo que con luz, pero seguía teniendo una percepción impecable de mi alrededor, así que no pensaba tomarme la molestia de ir hasta el interruptor.

Y no fui, pero a las diez menos cinco minutos la luz se encendió. No me gustaba que mis citas llegaran ni muy tarde ni muy temprano. Era un maniático, pero algún día Park aprendería lo que sucedía cuando esas pequeñas molestias se acumulaban.

Tímidamente miró a los lados. Su pulso estaba tan acelerado, se sentía nervioso de venir a hablar conmigo, se sentía asustado.

Por el mismísimo infierno, que tierno, que bonito era.

- ¿Ho-hola?- si es que solo su débil y temblorosa voz ya poseía mi cuerpo, haciendo que quisiera lanzarme sobre él y comerlo como si él fuera caperucita y yo el lobo más feroz que él jamás fuera a conocer.

Yo estaba sentado en el fondo de todo, tapado por las decenas de máquinas de hacer ejercicio que había por enmedio y pensaba salir de ahí andando para encontrarme con Park, pero cambié de idea.

Solo necesitaba que su corazón fuese más rápido, más asustado.

- Hola- respondí con la voz más profunda que pude desde su espalda. El pegó un grito agudo y enternecedor que al segundo causó que sus mejillas se llenaran de sangre y calor.- Dime, Minnie ¿Me echas de menos?- Su aliento cálido y chocolateado golpeó mis labios.

Era tan dulce que deseaba probarlo hasta estar empachado de sus besos. Y para cuando eso sucedería, estaría hambriento de tu sangre.

- Sí- respondió antes de aguantar la respiración para aparentar firmeza. Reí por su intento de parecer menos nervioso y pasó una mano por su mejilla en una caricia lenta que acabó con mis dedos en su cuello. Ahí soltó el aire en un gemido de miedo y excitación y tembló deliciosamente.- Pero te tengo miedo...

- Entonces ¿Quieres que me aleje?

- No... La última vez estaba afectado por lo que pasó. Solo, jamás vuelvas a pedirme algo así...- asentí con la cabeza. Ningún mortal sería capaz de algo así y yo le había llevado al límite con simples palabras y miradas. Le había forzado a hacer algo rutinario para mi pero imposible para él: Matar- Ya te dije que sentía curiosidad por ti y soy muy testarudo.- rió.

- Lo suficiente como para robar mis libretas y leerlas sin mi permiso.- comenté serio, aunque me resultaba hilarante y aún más cuando abrió los ojos de par en par y se trabó con su propia lengua tratando de buscar una excusa.

- ¡Kook te lo he dicho! ¡Agh, ese trozo de chimpancé descerebrado! Voy a ¡Agh! ¡Que mierda, que verguenza! Yo no... ¡Ah!- El pobre humano estaba que se tiraba de los cabellos, con la cara roja como un tomate y el corazón a mil.

Me lo habría comido en ese maldito momento.

Lo tomé por la cintura con una mano mientras la otra volvió a acariciar su cuello y eso lo calló de repente.

- Shhhh- susurré en su oído, haciéndolo estremecer. Veía mi sonrisa maliciosa y colmilluda en el reflejo de sus ojos y adoraba el terror y admiración con los que me veía.- No hagas ruido, me gusta escuchar tu corazón.- murmuré, sintiéndolo acelerarse por mis palabras.- No quiero separarme de ti, Jimin.

- Ni yo de ti- se apresuró a responder con los mofletes colorados- Aunque me des miedo y seas borde y un poco antipático a veces- ignoré los comentarios ofensivos y me fijé sólo en aquella primera parte. Eso era lo que quería oír.

- Eso espero, porque no te voy a dejar ir. No se si entiendes lo que para un vampiro significa, pero eres mío.- Mis manos en su cuerpo se afirmaron tornando los agarres más fuertes. Supe que eran dolorosos para él pero sus húmedos ojos pardos vibraban de una forma tan hermosa que todo me importaba una mierda.- ¿Sabes lo que significa eso?- Él, lentamente, negó con la cabeza.

Estaba boquiabierto y su ritmo cardíaco se elevó hasta las nubes cuando mi nariz rozó la suya. Su piel era tan cálida y suave que sentía que podría arroparme con solo un beso de pico.

- ¿Quieres saber?- Me enorgullecí de lo rasposa y varonil que mi voz había sonado, tan digna de ser obedecida y temida. Esperé su respuesta mirándolo dominantemente, tornando mis iris en anillos de sangre.

Muy despacio, afirmó. Le sonreí y me acerqué un poco, como si fuera a besarle delicadamente. Como si.

Puse mis manos en su pecho y empujé fuerte hasta que chocó con la pared. Fue doloroso, supongo, pero no pudo quejarse porque en el mismo segundo ya me tenía ahí, besándolo con más ferocidad que nunca. Lo escuchaba gemir, jadear, luchar por aire mientras mis labios expertos se avanzaban a su torpes pasos y los aprisionaban con óscuros perversos, eróticos y llenos de maestría.

Tomaba sus labios como golosinas y los besaba, atrapaba y chupaba a la vez o por separado, devorando su boca como un animal. Lo besé con anhelo porque lo necesitaba, con deseo porque ansiaba tenerlo para mi y con ira por obligarme a tener tanto jodido autocontrol.

Mi lengua no respetó la barrera de sus labios ni la sorpresa suplicante de sus ojos, sino que fui directo a su boca y acaricié su pequeñas legua en un baile obsceno del que no pudo seguir el ritmo.

Por Satán, era tan dulce e inocente.

Mis manos se movieron deprisa y saltron de la pared a su diminuta cintura. La tomé con fuerza y clavé mis dedos mientras aquellos deseos oscuros de enterrarme en él, ya fuera con mis colmillos o con mi carne, crecían junto a la bestia en mi interior.

Con tórrida exigencia le mordí los labios fuerte, tirando de ellos, arañándolos con el filo de los colmillos con cuidado de dejarlos hinchados mas no sangrantes.

Mis deseos, tan licenciosos, no hacían más que impulsarme a apretar mi cuerpo grande contra el suyo, alto pero menudo y frágil. Y sentí su piel contra la mía, a través de la ropa, pero tan apretada contra mía que pensé que dejaría su piel morada de tanto arremeter contra su ser con el mío.

El sonido chicloso de nuestras bocas llenó la estancia junto a sus jadeos y la melodía de un corazón a punto de estallar.

- ¿Volverás a dudar alguna vez de que significa ser mío? Porque esto no es más que una minúscula muestra.

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