Capítulo 8: serpiente

 -¡YoonGi, espérame!- me volteé al escuchar aquella voz molesta y conocida. Aunque cuando lo recordaba chillando y lloriqueándome como una presa, no se me antojaba tan irritante.

-¿Qué quieres?- pregunté airado. El tren llegaría en pocos minutos y el próximo pasaría en una hora así que no me haría gracia alguna perderlo.

No es como si no pudiera usar mi super velocidad y llegar a casa en un segundo, pero realmente me gustaba usar el transporte público ahora que había aprendido a estar rodeado de humanos sin perder el control, me hacía sentir como si perteneciera a la vida que ellos gastaban viajando de aquí para allá como hormiguitas trabajadoras.

- ¿P-Puedo ir contigo?- preguntó tímido, mirando al suelo.- Yo... voy a ver a Tae.

Asentí débilmente con la cabeza y me siguió como un cachorrito perdido hasta la estación. Silenciosamente entramos en el tren y nos sentamos uno al lado del otro.

Sería un trayecto largo y si ninguno de los dos hablaba, incómodo para él. Yo apreciaba el silencio realmente, pero también tenía cierta curiosidad.

-¿Por qué lo haces?- pregunté distraído mientras veía el paisaje pasar rápidamente por la ventana. Él me observó con confusión- Me refiero a darle tu sangre a V.

- Así soy útil.

- Nadie es útil en el fondo...- susurré hastiado. Kook era un chico con demasiados pájaros en la cabeza, se le veía en la forma de sonreír bobamente mientras decía aquello ¿Me veía yo así cuando de trataba de Jimin?- No entiendo tu punto.

- Es por una sensación de vacío. Tae me hace sentir lleno y siento que debo ser útil para él, es lo mínimo que puedo hacer para agradecerle todo.

No hablamos más en todo el viaje, su respuesta me pareció meramente estúpida. ¿Agradecerle por ser amado? Jimin se había echado un amigo idiota como mínimo.

Ah, Jimin, su solo nombre traía a mi mente recuerdos tórridos del gimnasio, donde tras asaltar sus labios con vehemencia lo cargué como una princesa y lo llevé a su lecho para desearle que tuviera una maravillosas noches y que pensara en otras mejores que vendrían, donde yo le haría compañía. Que rojo se había puesto, era tan tierno.

En cierto modo me apenaba ese amigo suyo; yo, que me había criado con un padre horrible y sin mamá, podía aseverar que recurrentemente me asolaba una sensación extraña de incertidumbre, de pérdida de la identidad y soledad, así que para ese pobre chiquillo criado por una anciana en sus últimos momentos de vida eso debió ser muy duro. No me extrañaba que tuviera un desequilibrio emocional de ese calibre.

Por no hablar de V, su historia ya era un caso aparte. Uno realmente turbio.

Nos bajamos en la parada indicada y de nuevo el chiquillo volvió a mis espaldas como un perrito faldero.

- Yoongi...- murmuró tímidamente.

- ¿Qué?- espeté sin demasiada paciencia.

- ¿S-Sigues queriendo morderme?- Esa pregunta despertó en mí un leve cosquilleo y le sonreí de forma maquiavélica. Nunca olvidaría la sensación de su cuerpo sudoroso bajo el mío, con V presionando a mi lado, intentando hacerse sitio para que nuestras dos mandíbulas encajaran en ese menudo y apetitoso cuello.

Con solo avivar esas memorias ya tenía que esforzarme en no voltearme y atacarlo.

- Claro. ¿Quieres que vuelva a suced-

- ¡No! ¡Claro que no! S-Solo era curiosidad...- Bajó el tono y miró al suelo sumisamente. Maldición, V lo tenía tan bien enseñado que se me antojaba tomar posesión de él en medio de la calle, aunque ojalá fuera Jimin.

El resto del camino lo pasó callado y pateando torpemente una piedrecita. Cuando entramos en casa escuché sus pasos alejarse hacia la habitación del mayor y después percibí con claridad sus voces.

V decía que estaba francamente hambriento y Kook, sobre el latido de su corazón, le ofrecía su cuello lleno de un terror demasiado caliente para mi gusto. Era exquisito.

Escuchaba tan bien como si las paredes fueran de papel, o mejor aún. El sonido tierno y muy levemente crujiente de los colmillos rompiendo la primera capa de la piel para ahondar en la incisión llegó a mi oídos una milésima de segundo antes de lo que lo hizo a mi nariz el aroma de la sangre.

La manzana de adán de Tae se movía velozmente al tragar semejante chorro de sangre que salía del cuello del menor, pero pequeñas gotas se le escapaban y al huir de sus labios caían al suelo, haciendo que el aroma me llegara a mi, enloqueciendome.

Tenía que salir de ahí antes de que mi cuerpo actuara solo y abrazara a Kook por detrás para hundirme yo también en su maldita carne jóven.

Fui veloz y en menos de un minuto ya estaba a varios kilómetros, concretamente en el parque nuevo de uno de los pueblos vecinos. Era tarde y todo parecía más hermoso cuando la luz de la luna lamía la ciudad con su tono metalizado. Un ruido me llamó la atención desde el cielo y vi a un niño cogido a la barandilla de su balcón, mirándome fijamente con el rostro contraído.

Comenzó a llorar a todo pulmón y ni su madre, cuando vino, pudo calmarle. Era como si él supiera lo que yo era, como si se me notase a leguas y fuera el resto del mundo, excluyendo infantes y artistas, el que no me viese así por falta de sensibilidad.

Anduve un largo rato, más del necesario realmente, pero era porque aquel encuentro con el infante me había traído recuerdos del primer niño al que maté. Quería llorar al acordarme, pero el problema es que ni tan siquiera conservaba la memoria completa de aquella iniquidad.

Solo me acordaba de mí mismo llorando con el crío desangrado en mis brazos. El crimen no estaba en ningún lugar de mi mente, como si no hubiera sido yo el ejecutor de esa pobre criatura. Después de aquel horror me acostumbré a los casuales episodios de pérdida de memoria que sucedían cuando a uno se le iba la mano y su parte salvaje dominaba.

Medité sobre aquellas cosas, no pudiendo llegar a más conclusiones que la siguiente: Nosotros no somos monstruos, pero tenemos uno dentro y es más real que el de cualquier humano. Volví a casa desanimado tras pensar en aquello pues dicha premisa significaba que Jimin no estaría a salvo conmigo jamás.

Al abrir la puerta estuve a punto de caer de culo al suelo por el fuerte olor de la sangre fresca. No comprendí que sucedía, Kook ya debería estar curado y la sangre derramada limpiada. Pero aunque V hubiera dejado las manchas secarse en el suelo, algo así no produciría un olor de cariz tan poderoso.

Olía demasiado y a demasiada sangre. Me alerté sabiendo lo que significaba, sobretodo porque ya no escuchaba alterados latidos venir del pecho de Jeon JungKook.

La puerta de madera estaba frente a mi rostro, podía alargar la mano, tomar el pomo, girarlo y empujar pero ¿Después que?

Estaba tan seguro de lo que vería al atravesarla que era incapaz de saber cómo mierda debía reaccionar. Si hubiera sido humano, estoy seguro de que mi corazón se habría acelerado en ese momento.

No podía entrar, si no veía la verdad esta aún no habría sucedido. Si mis ojos no veían eso, no habría pasado, no mientras yo no supiera... Pero mi creador estaba en esa habitación, solo, asustado seguramente y era mi deber ayudarlo cuando él estuviera tan desorientado como yo lo estuve aquella noche lejana.

Lo hice, entré.

Ya lo sabía, lo sabía desde antes de atravesar el umbral, pero verlo fue terriblemente real. Kook cubierto de sangre, con esos dos orificios en el cuello blanco y helado, yaciendo entre los brazos de V con la cabeza incómodamente caída hacia atrás. Y el asesino llorando desconsoladamente mientras abrazaba a la víctima.

- Estaba distraído...- dijo Tae con un hilillo de voz- pensando en otras cosas, y no me di cuenta de... de que era demasiado...-Me acerqué a él con cuidado y lo miré a los ojos con dureza. No debía ver la duda y el terror en los míos o se desmoronaría y todos caeríamos con él.- ¿Que voy a hacer, Suga? ¿Qué haré?- dijo rabiando de impotencia. Apretando los dientes hasta enrojecer las encías y llorando sin parar.

Y es que no podía siquiera imaginarme lo que debía suponer tener al amor de tu vida muerto en tus brazos y no poder devolverle a la vida. Hasta yo notaba desde la distancia el calor abandonando el cascarón vacío de su cuerpo. V se aferraba fuerte a su carne rígida y cadavérica, como si pudiera evitar que su humano se le escapara.

- Vas a esperarme mientras yo lo entierro.

- YoonGi...

- Es peligroso matar a alguien de nuestro entorno así. Siempre me lo has dicho ¿No? Afronta lo que eres y lo que haces por ello. Ahora mantén la cabeza alta y yo me desharé del problema- dije serio y frívolo mientras tomaba al chico entre mis brazos y el hedor a putrefacción comenzaba a pegarse en las fibras de aquel cuerpecillo.

Tae solo asintió con un rostro lleno de falsa dureza y unos ojos dolidos y blandos.

Hacía un par de horas yo había estado hablando con Kook. Había escuchado su voz, había aborrecido sus gestos, visto sus ojos vivaces moverse de un lado a otro y sentido deseos impuros por el correr de su sangre.

Ahora, de eso ya no quedaba nada. No podía haberlo imaginado minutos atrás, pero ahora esa era mi realidad y no podía quedarme esperando, como V, a que sucediera un milagro.

Mi rostro se volvió de cristal y cuando salí por la puerta de casa, lloré como cuando era un niño pequeño.

- No lo sé, Tae...- confesé al viento, usando mi velocidad para ir deprisa a un bosque lejano y muy poco concurrido- No sé qué haremos ahora...- sollocé cuando el aroma a tierra húmeda se fundió con el olor propio de Kook hasta hacerlo desaparecer. Desaparecer para siempre.

¿Cómo iba a decírselo a Jimin?

Fui como una maldita rata cobarde. Una semana, una semana sin ir a clase ni responder a los mensajes y llamadas insistentes de Jimin, me sentía horrible por ello pero si descolgaba el teléfono no sabría qué decir. Me revolvía el estómago pensar en que el móvil de Kook estaría sonando también, en medio del bosque, bajo la tierra, las hojas y los árboles.

Tae se sentía horrible por lo que había hecho pero aunque guardase un gran dolor en su corazón era una persona estóica y tan pronto como volví de enterrar a su pareja, él ya había recobrado la compostura. De hecho, lucía mucho mejor que yo tras aquel incidente horrible a pesar de ser el más afectado.

No es como si extrañara realmente a Kook, sí que lo hacía, pero no de una forma tan brutal como para llevarme al estado de reclusión y pesar en el que me encontraba; eso estaba más bien causado por Jimin. Porque su mejor amigo había muerto y yo le había dado sepultura sin ser siquiera capaz de avisarlo.

El día después de su muerte casi podía imaginar a Park en el comedor de la facultad sentado con dos zumos, uno para él y otro para su compañero, esperando a que llegase para bebérselo y después reír juntos. Kook nunca más le haría reír.

Solo lloraría con su recuerdo.

Mi corazón dio un vuelco y me sentí desesperado cuando un timbrazo me sacó de mi mente y reconocí el característico aroma de mi humano. No podía abrirle la puerta, no sabía siquiera como mirarle a la cara. No tenía hipocresía suficiente en mis ojos como para mirar a los suyos y sonreír.

Ignoraría su llamada, aunque me doliera. Algo rompió mis esquemas: El sonido de la bisagra abriéndose ¿Como...?

V, el maldito había ido a abrirle. Me impresionó tanto tal hazaña que solo pude quedarme petrificado escuchando la conversación de esos dos.

-¡¿Pero se puede saber qué pasa?! ¡Suga no responde, Kookie no responde! ¡Y no están viniendo a clase! Se que Suga no viene por el hambre pero ¿Qué le pasa a Kook? Estoy preocupado pero todos me ignoráis y...

- Bebí demasiado de él y murió. Lo lamento, adiós.-Tae era rematadamente gilipollas. Podía tener una inteligencia superior a la media, pero emocionalmente tenía las habilidades de un jodida patata cocida.

¿Cómo podía soltar semejante bomba de esa forma? Casi parecía cómico o un tema baladí.

Durante los siguientes diez segundos el silencio absoluto que se formó entre ambos fue suficiente para que Jimin comprendiera que V iba enserio y su ritmo cardíaco comenzase a subir como la espuma.

Mi cuerpo reaccionó entonces y me encontré de un segundo a otro frente a un Jimin lloroso y con el rostro lleno de una muy desagradable sorpresa. Mi vista le hizo henchirse más de dolor y comenzó a dejar bajar las lágrimas.

- ¿Tú... tú lo sabías?

- Chim Chim...-murmuré lleno de ternura y compasión por lo rota que sonaba su voz. Parecía estar muriéndose, literalmente.- No sabía cómo decirte-

- Eres un monstruo...-murmuró temblando, solo que esta vez su voz no vaciló. Hablaba con su verdad.- Como él, como todos vosotros...- nos miró con un asco infinito y los ojos anegados en agua salada e ira.

Odio, sentía odio por mi raza y lo vi cuando me miró por el rabillo del ojo, decepcionado, antes de salir corriendo.

Me sentí morir otra vez.

El corazón, si no lo tubiera ya muerto y negro, diría que se paró en ese instante dejando que la sangre se estancara en mi cuerpo, emponzoñándome.

¿Y lo que más dolía? Que Jimin tenía razón y aún así no lo pude dejar ir.

Me acerqué a él por detrás y lo atrapé en mis brazos. Pataleó, chilló y me maldijo en todas las lenguas que pudo. Lloró como si mis manos, que una vez acariciaron su piel extasiándolo, le quemaran la dermis.

Me dolía tanto verlo odiarme, verlo envenenarse con mis labios, con mi mirada.

Después de un ataque de nervios en que yo pensé que su corazón reventaría, se calmó extrañamente y estuvo quieto y sollozante mientras lo llevé a mi habitación para arroparlo y abrazarlo toda la noche.

Se notaba que él no me quería cerca, solo se comportaba porque resistirse contra un vampiro era inútil y él era lo suficientemente inteligente como para saberlo. No soportaba la idea de tenerlo a mi lado por la fuerza, me hacía polvo por dentro, pero aún así era mejor que la de perderle por siempre.

-No soy como Tae, Jimin... Lo juro- prometí mientras mis brazos rodeaban su cuerpo rígido en la cama. Acaricié su cuello con dulzura y lo noté tensarse con terror y asco. Había sido como una estaca en el corazón- Yo conservo aún mi parte humana, porque estás conmigo. Jamás te haría daño.

No me habló en el resto de la noche, solo dijo una cosa, de madrugada, cuando yo lo creía dormido. Su rostro seguía taciturno, dolido y lleno de una indescriptible tristeza y, con los ojos rojos de tanto llorar y lágrimas rodándole por las mejillas, susurró:

- Ojala no amara a un monstruo como tú, YoonGi.

Dejé la habitación y durante días no me pude atrever a entrar.

Pasó otra semana tal vez, no pude mirar bien cuando tiempo transcurría y mi noción de las cosas ya estaba atrofiada, así que puede que fuera más; durante ese tiempo Jimin solo estaba en la cama tumbado como un muerto, llorando unas veces, gritando otras, pero casi nunca dormía y cuando lo conseguía todo se iba al traste pues se despertaba chillando el nombre de Kookie a los cinco minutos, atacado por una pesadilla horrenda al parecer. Yo me preocupé por él como nunca antes me había preocupado por nadie. Me volqué en la tarea de preparle comidas nutritivas con tal de que no muriera en el lecho, pero durante días se negó a probar bocado y a siquiera beber.

Había caído en depresión y yo fui demasiado cobarde como para entrar en mi cuarto durante días. Solo pasaba el día entero al lado de la puerta y dormía apoyando en ella, queriendo escuchar Jimin, sus latidos, su respiración y deseando una mejoría por su parte; pero fui incapaz de abrir esa jodida puerta y pasar. No podía verle mirarme con odio nunca jamás.

Si eso pasaba rompería mi corazón.

Tae se encargaba de cuidarlo y traerle las comidas por mi preparadas y aunque lo hacía de mala gana no podía negarse cuando veía mi estado.

Ver en mi amado la antítesis de lo que él era para mi parecía demasiado. Un vampiro es inmortal, pero yo me sentía humano.

Una sola palabra de Jimin y me caería en pedazos.

- Prefiero morir de hambre...

- Come ya niñato, Suga no se tarda todo el día en cocinarte para que no tomes nada.

- Ya lo he dicho, prefiero morir, ¡Monstruo de mierda!

- Un insulto más y te aseguro que sí morirás.

- Muy bien, así podré ir a consolar a Kook al otro lado, maldito asesino sin sentimientos.

- ¡No menciones más a Kook!

- No lo haría si no lo hubieses matado ¡Joder!

- ¡Se acabó, estoy harto! ¡Muérete ya y déjanos en paz!- V salió de la habitación azotando la puerta y con la bandeja de comida que le había llevado a Jimin estampada en su camiseta.

Me miró serio. No estaba encendido ni con la mirada ardiente y eso me asustaba más. Lo que Tae decía sobriamente solía ser más aterrador que el producto de sus momentos tórridos y rabiosos.

- No pienso volver a cuidar a ese repugnante humano. Suga, déjalo morir o ayúdalo tú, porque te juro esta demente y me está volviendo a mi loco.

No le repliqué, no podía. V era capaz de hacerme llegar a mi límite para traspasarlo con creces si así él lo deseaba. Su poder y autoridad sobre mí eran demasiados como para contradecirlo, aunque sintiera mi corazón siendo estrujado.

Tardé dos horas en reunir el valor necesario para entrar en la habitación y nada más posar mis ojos en el cuerpo que languidecía sobre el edredón, quise salir de nuevo y correr a un lugar solitario donde poder desahogarme con gritos y llantos.

Jimin lucía incluso peor que Kookie cuando lo enterré.

El pelo desvaído y anudado, la mirada perdida, roja, sobre bolsas grandes y obscuras, los labios secos y rotos de tanto ser mordisqueados, la nariz irritada, la piel prácticamente gris y el cuerpo tan repentinamente famélico y delgado que parecía nada más que una manta sobre huesecillos.

Giró su cabeza lentamente hacia mi, como si tuviera el cuello entumecido, y pareció volver a la vida unos instante, expresando con su cara una mueca de horror absoluto.

Metió una mano bajo la almohada y tensó el brazo. Ya podía intuir lo que había ahí y me dolió tanto de pensarlo que tuve que poner una mano sobre mi pecho para asegurarme de que seguía habiendo ahí carne y no solo un gran vacío que lo absorbía todo.

Todo menos mi amor por Jimin: La cosa que más me condenaba en el mundo, después de mi propia naturaleza.

- No te haré daño- dije en voz baja aproximándome a la cama. Lentamente y con tono grave, mi palabras habían sonado tranquilizadoras y mis acciones eran cautas, pero ante mi cercanía él temblaba de pavor.

Me senté en la cama a su lado y sacó la mano de debajo del cojín para apuntarme con el cuchillo directamente en el cuello.

¿Así debía sentirse él al ser mordido? Tan violentado, tan despreciado...

Si lo hubiera enterrado en mi garganta hasta atravesarme el cuello, creedme, no me habría dolido más de lo que me hería el verlo tan hostil hacia mi.

- ¡N-No te acerques más!- sus ojos se abrieron como platos cuando mi mano fría y grande atrapó la suya, rozando el filo del cuchillo con la muñeca.- No me toques...

Cerró los ojos con fuerza, arrugando sus párpados y curvando sus labios pegados en una mueca de disgusto, mientras mi mano abrió lentamente el agarre de sus dedos hasta que aquella arma improvisada acabó en mis manos y, después, en el suelo.

Su brazo cayó inerte en la cama y escapó así de mi contacto. Sus lágrimas ya quedaban perladas en sus pestañas y apretaba los puños conteniéndose, hasta que actué.

Alcé una mano para acariciar su mejilla gentilmente y él se lanzó a mis brazos con vehemencia para llorar de nuevo. Escondió su rostro en mi pecho amplio y yo acaricié con ternura su cabello y su espalda con ambas manos.

Pobre cosita confusa...

- Quiero a Kook, quiero a Kookie de vuelta...- lloriqueó restregando su carita húmeda y gélida por mi camiseta, como un animal demandando mimos. Era adorable, pero en esa situación no podía sentir más que una compasión infinita por él.- N-Ni siquiera me despedí... no sabía que... que eso pasaría, que... oh, Dios ¿Cómo podía saberlo? y-yo...

- Shh Jimin, no sigas. Solo tranquilízate.- musité estrechándolo en mis brazos. Se me antojaba tan menudo que temí romperlo con mi fuerza.

- Me siento tan solo...- Ardía, aquellas palabras ardían como alcohol sobre carne viva, como meter el rostro en las brasas de una hoguera, como morir de nuevo y no despertarse esta vez.

Jimin no era malo por hacerme daño, ese era el problema. No me hería con palabras insidiosas, solo decía la verdad, su verdad, sus sentimientos.

- Estoy yo.- le recordé con voz monótona. Debí contenerme para no gritarle con desesperación.

- Lo sé... No me quiero alejar de ti pero...- se alejó unos centímetros para mirarme a los ojos.

Esos iris café llenos de una sinceridad que me causaba insomnio se clavaron en mis grandes y hondas pupilas, listos para la puñalada que yo sabía que venía. La acaricie la mano, alentándolo a hacerme daño. Él lo necesitaba, yo lo merecía.

Las cosas no podían ser de otro modo.

- No confío en ti...

- Yo tampoco confío en mi.

Mis ojos picaban, sentía una bola de ardor en el fondo de mi garganta, empujando hacia afuera un grito desgarrador que pugnaba por salir de mi y atravesar el cielo como un misil sin rumbo. No quería llorar, no podía.

Mi corazón ya sangraba, debía evitar que mis ojos le siguieran el juego.

Era inevitable, las lágrimas se agolpaban y el nudo en mi garganta estaba afirmándose a cada segundo que pasaba.

Jimin seguía mirándome a los ojos con esa fulminante sinceridad suya hundida en lloros y, antes que yo pudiera acompañarle en su duelo, sucedió algo heteróclito.

Un aroma raruno pero conocido por mí desde hacía poco fue suficientemente poderoso como para hacerme desviar mi atención.

Olor a tierra húmeda. Era muy intenso y no venía de algún lugar cercano donde había llovido, sino que se acercaba rápidamente y el sonido de unos pies arrastrándose por el asfalto lo acompañaba como si fuera su sombra.

¿De que me sonaba tanto ese aroma natural? ¿Y que se movía junto a él? No había latidos, ni respiraciones ni palabras, solo el reptar de unos pies pequeños y el perfume de bosque aproximándose.

Lo recordé como si fuera una epifanía cuando la puerta de la habitación se abrió desvelando una figura cubierta de sangre y tierra.

Por poco mi mandíbula y la de Jimin tocaron el suelo por la sorpresa. El humano a mi lado palideció y yo, de haber podido hacerlo, le habría imitado.

Kook ¿Por qué me miraba con los ojos rojos y los dientes afilados como si supiera que yo lo había sepultado?


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