- Mierda...- musitó un chico delgado y bajo, sentando en la barra del bar- Disculpe yo... me he olvidado la cartera en casa y...- el barman frunció el ceño y lo miró con asco mientras se le acercaba caminando chulescamente.
- De aquí no te vas sin pagar. No soy estúpido, niñato.
- Pero... Lo sigo enserio, no he traído la cartera- Se mordió el labio, nervioso, y pasó una mano por su pelo blanco medio largo. Le encantaba ese color para su cabello, era fantasioso- Puedo a ir a casa a por el dinero en un momento y volver para pagar las copas- ofreció, pero la expresión del barman lo decía todo.
- ¡Y una mierda! Los niñatos como tu no me engañáis. El dinero lo quiero ya.
- ¿Hay algún problema?- preguntó un extraño que, sin más, se metió de lleno en la conversación.
Era alto, fuerte, atractivo y por su manera de hablar, un chico confiado. Su melena rubia y lisa, al igual que sus ojos azules y sus varoniles facciones llamaron la atención del barman y su desdichado cliente.
- Yo... me he dejado la cartera en casa...- reconoció el adolescente de pelo blanco y hermosas facciones aniñadas.
El rubio sonrió, pero no demasiado, alguien podría ver sus colmillos.
- ¿Solo es eso? Pago yo- dijo riendo mientras dejaba un billete sobre la barra, consiguiendo que el barman se fuese, algo frustrado pues el muchacho se había librado de su bronca.- ¿Cómo te llamas, pequeño?- preguntó entonces el vampiro, sentándose al lado del chico- Yo me llamo Nicolau.
Sí, aquel chiquillo le serviría de cena esa noche a Nicolau, y cuando hubiese acabado, continuaría buscando a Mink. No podía dejar que el capullo de Adam se le adelantara.
- ¿Porque quieres saber mi nombre?- preguntó el pequeño alzando una ceja y dirigiéndole una mirada juguetona.
- ¿Porque alguien no querría saberlo?- El chico de pelo blanco rió ante la zalamería de Nicolau y le sonrió de forma radiante.
- Me llamo Mark.
- Precioso. El nombre también- el chico se sonrojó ante las palabras de Nicolau y se giró en su asiento para verle más directamente a la cara.
- ¿Qué crees que vas a conseguir con tantos halagos?- preguntó el menor mirando al vampiro de forma pícara.
- Dime ¿Que puedo conseguir?- Nicolau sonrió de forma deslumbrante, como siempre. Tan apuesto.
Una hora después ambos salían del bar junto, hablando y riendo de forma aduladora y divertida. Nicolau miró a los lados, reconociendo la zona en la que se hallaban y entonces sonrió al ver las calles vacías.
Pasó su brazo por la cinturita del chico y este se sonrojo dejándose hacer.
Con el control de la situación, Nicolau condujo a Mark hacia una calle que él no conocía y por ende no tenía ni idea de que era un callejón sin salida.
- ¿A dónde vamos?- preguntó el muchacho, risueño y sin preocupaciones.
- Oh, ya lo verás- respondió el otro aguantándose una sarcástica risa.
- Espero que no estés llevándome a tu casa. No soy tan facilón- Mark alzó una ceja mientras el otro reía y, gentilmente, le acariciaba la cintura.
- Tranquilo, vamos a un sitio mejor- Su voz cambió ligeramente, sonando más ruda y aterradora.
Entonces Mark se percató del muro al final de la calle y comenzó a asustarse al ver que estaban en un callejón sin salida.
Manoteó a Nicolau para sacarse su mano de la cintura y se giró para mirarlo a la cara y exigirle una explicación, pero solo se topó con dos terroríficos ojos rojos y un par de colmillos que le hacían juego.
Gritó cuando Nicolau lo empujó contra una pared, acorralándolo para comérselo.
Forcejeó inútilmente con el vampiro hasta que sintió que este le apresaba las manos y retiraba el cabello de su cuello, dispuesto a hincarle el diente.
Cuando Nicolau pensaba que su cena ya estaba servida, de las manos de su presa salió un enorme haz de luz blanca, como si sus palmas fuesen un enorme foco de cine, que lo propulsó lejos de un golpe tan fuerte como lo podría ser el puñetazo de otro vampiro.
Nicolau se recobró una vez se levantó del suelo y vio al muchacho perder la luz de aspecto eléctrico de sus manos antes de intentar huir.
Lo tomó por la cintura con ambas manos y sin cuidado antes de estamparlo bruscamente contra la pared.
- Niño malo ¿Porque no me has dicho que eras hechicero?- preguntó Nicolau inmovilizando al muchacho contra la pared de nuevo. Ahora sí, sintió todo su verdadero miedo.
- ¡Tu no me habías dicho que eras un vampiro! ¡Capullo!- Mark se removió con rabia entre los brazos del inmortal, sabiendo que si la situación no cambiaba estaría perdido.
- ¿Que pasa? ¿No vas a lanzarme otra vez tu lucecita mágica? Me has dado un golpe muy fuerte, tengo que reconocerlo. Pero seguro que ya no tienes energía para combatir ¿A que no?- preguntó risueño, acercándose aún más y consiguiendo que sus labios rozaran el dulce cuello del mago.
- No me comas- suplicó Mark avergonzado mientras sentía el terror apoderarse de su cuerpo. El maldito vampiro le estaba sonriendo ¡Sabía que podía hacerle lo que quisiese!
- Sabes, estoy buscando a mi creador, lo han secuestrado unos licántropos, y un hechicero que me ayudase me sería de mucha utilidad- Aflojó el agarre del pequeño muchacho, fijándose ahora en que a la luz de la luna su pelo y sus facciones parecían más mágicas que antes. Era hermoso- Aunque si no quieres ayudarme solo dilo. Te cenaré rápido en ese caso.
Con sus afilados colmillos rozó la tersa piel del adolescente y este reaccionó rápidamente.
- ¡Lo haré! ¡Te ayudaré!- gritó asustado, consiguiendo que el vampiro se enterneciera por su miedo y dejase ir una pequeña risa burlona junto a un gentil beso en su cuello.
- Gracias- dijo Nicolau con cierta musicalidad besando ahora la mejilla del muchacho y haciéndolo estremecerse.
- Mi hermano también es hechicero, ven a casa. Ambos podemos ayudarte- dijo el chico recobrando la compostura y ganándose de nuevo una amable sonrisa del vampiro.
- De acuerdo- dijo este tomándolo de nuevo de la cintura- Aunque no se si ir a tu casa. No soy tan facilón- se burló imitando al dulce tono de voz de Mark.
- ¿Quieres mi ayuda o no?- preguntó el hechicero fingiendo estar molesto.
- ¿Quieres que te deje vivir o no?- lo imito Nicolau con cierta amenaza, ganándose una mirada de reproche de su compañero.
De forma decidida Mark guió a Nicolau mientras comenzaban una digresiva charla sobre la desaparición de Mink.
- ¿Entonces porque quieres salvarle si te repudió como pupilo? Además ¿No has dicho que el otro vampiro ya esta intentando encontrarlo?- Preguntó Mark mientras Nicolau lo abrazaba desde atrás, caminando tras sus pasos mientras apoyaba su barbilla en la cabeza del menor y olía su afrutado aroma.
- Si Adam lo encuentra todo seguirá igual... Mira, yo solo quiero que deje de odiarme ¡Es mi creador! Solo necesito que me reconozca como hijo, sé que no soy el mejor y que siempre voy a mi bola, pero me arrepiento de no haberle hecho caso- se lamentó Nicolau mientras el muchacho en el que se sostenía le tomó de la mano, acariciándola para reconfortarlo.
- Seguro que él te perdonará. Puede que seas algo molesto, pero pareces un buen chico- dijo Mark haciendo que el vampiro sonriese sinceramente ante su dulce declaración.
- ¿De verdad puedes ver algo bueno en mi?- preguntó Nicolau con un ácido sarcasmo.
- Que mates no significa nada. Eres un vampiro, es natural. Solo eres algo anárquico, pero no creo que seas malo, solo desobediente- Nicolau sonrió ante el comentario del pequeño humano y apartó la vista de él unos instantes.
- Gracias, eres la primera persona que me dice algo así...- comentó Nicolau con un tono bajo y casi sonrojándose- Este es un barrio rico ¿No?
- Sí, de hecho vivo en una de las casa más antiguas del lugar. Mis antepasados hechiceros llevan aquí mucho tiempo- explicó Mark haciendo que Nicolau solo se interesase más por su vida.- Mira es esa casa.
- ''Sweet home''- leyó Nicolau en el enorme letrero de color oro de la entrada- Menudo nombre.- rió observando la enorme valla que rodeaba una casa aún más grande de lo esperado ¿Cuántos pisos tendría?
Mark rió también, pero con malicia. Con unas llaves plateadas abrió al verja pintada de negro e hizo que el vampiro pasase junto a él caminando por las losas del jardín hasta la entrada de la casa.
Antes de que Mark abriese la puerta y se encontrase con su hermano, Nicolau lo tomó por la cintura, girándolo hacia él y sorprendiéndolo.
- Hay algo que quiero hacer ahora que estamos solos- dijo con un tono bajo y seductor viendo los hermosos ojos azules de aquel chico que lo había cautivado.
- ¿El que?- preguntó el otro picarón, acercándose un par de pasos mientras el vampiro lo atraía empujándolo con sus enorme manos hacia él y rodeándolo. Se mordió el labio mirando fijamente a los pozos de Nicolau, tan azules y profundos.
- ¿Tu que crees?- Nicolau esbozó una tierna sonrisa y removió el pelo del muchacho, que se mantuvo serio y solo se limitó a ladear la cabeza y morderse de nuevo el labio, provocando en Nicolau dos deseos instintivos.
El de besarlo y el de cazarlo.
- No lo sé. Díme ¿Qué quieres hacerme?- preguntó en un susurro, entrecerrando los ojos mientras sentía las manos de sus caderas presionar con más fuerza y acercarlo más al enorme y deseoso vampiro que rugía como un león complacido.
Nicolau no habló más, solo deslizó una de sus manos, subiendo por la cadera y la cintura del muchacho hasta llegar a su cuello y finalmente a su mentón.
Lo tomó firme pero delicadamente y lo obligó a mirarlo ladeando la cabeza con cierto ángulo que le daba más acceso a él.
Con la otra mano se aseguró de rodear el menudo y apetitoso cuerpo, no quería que su presa se escapase en medio de la cacería. Aunque no era una caza de las que salía lleno de sangre, pero al menos esa noche conseguiría algo que, sin saber porqué, deseaba más que nada en el mundo ese momento.
Descendió hasta rozar los labios rojos y acorazonados del menor y sintió un cálido suspiro sobre su boca, calentándolo más que antes.
Con su lengua lamió el labio del menor de forma lenta y precisa, perfilando el blando belfo y humedeciéndolo antes de lanzarse a devorarlo como un animal hambriento.
El brillo perfecto que su boca tomó al entrar en contacto con la saliva del inmortal le hizo aún más apetecible y Nicolau no lo dudó ni un segundo antes de lanzarse a por el tan ansiado beso que debía consumar.
Movió sus labios contra los del pequeño que, a pesar de su edad, parecía experimentado por la forma brusca en la que dejaba que el vampiro disfrutase de la sumisión de sus movimientos dulces y atractivos. Se dejaba dominar, agarrándose al cuello del vampiro mientras este alcanzaba su trasero con ambas manos y lo apretaba saboreando el dulce pecado.
Los labios de Mark eran dulces y electrizantes, como si la magia aún corriese por su cuerpo logrando que pequeñas descargas azotaron el cuerpo de Nicolau, reviviendolo y haciéndolo más dominante en ese beso al que poco a poco le daba más vigor.
Mark enterró sus dedos en la rubia cabellera del vampiro mientras este enterraba su lengua en la dulce boca del humano logrando que la del chico se entrelazase junto a la suya, se rozase y se retorciese dentro de su boca contándole con susurros de pasión los secretos de lo prohibido.
Oh, Dios, ese beso era tan erótico. Erótico y algo más.
En un arrebato Nicolau usó sus colmillos para aprisionar uno de los labios del menor y tiró de él como si desease arrancárselo para devorarlo más profundamente, pero no lo hizo, aunque logró que dos hileras rojas mancharan esos labios que ya tenían de por si un color carmesí.
Mark se quedó por las heridas lineales que el mordisco del otro había causado y se mordió el labio probando el sabor férreo de su propia sangre, tan irresistible.
Nicolau se lanzó de nuevo a por el beso y la sangre y degustó algo tan dulce que su lengua se quedó paralizada extendiendo la sensación sedante y extasiante al resto de su cuerpo.
Esa sangre no era normal, demasiado buena, dulce, caliente, explosiva. No quería probar ninguna otra que no supiese así.
Devoró al chico con bruscos besos y fuertes azotes en su trasero mientras lo empotraba contra la robusta puerta de la entrada, sintiendo esa sangre más que maravillosa volverlo loco ¡Y moriría de locura si no la degustaba de nuevo!
Y entonces entendió algo que lo desconcertó a la vez que lo llenó de un cálido y reconfortante sentimiento.
Mark sabía a cielo porque acababa de probar en sus labios la sangre de la persona a la que debía amar.
La sangre de ese muchacho sabía tan dulce como el amor que sabía que podía sentir por él.
Lo miró con felicidad, regalándole una cálida sonrisa, pero el menudo hechicero solo le devolvió una sonrisa burlona y cargada de rivalidad y malicia.
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