-Dios mío, huele fatal… Esto está más muerto que tu, Ludolf ¿Dónde están las basuras?
Con la cara morada de tanto aguantar la respiración miró hacia donde el dedo del vampiro se irguió y, con poca fuerza y la mano derecha tapándole la nariz, alzó la izquierda y lanzó la bolsa de basura al contenedor.
Suspiró de alivio al comprobar que aunque siempre fuera el peor en baloncesto, esta vez había acertado en su tiro. Respiró el contaminado aire de ciudad y pese a que sus pulmones de llenaron de oxígeno y polución, dio las gracias por ello.
Aquella mano amputada olía a rayos y se había empezado a descomponer demasiado rápido, tendrían que llamar al servicio de habitaciones del hotel para quitar esa peste de la habitación o de lo contrario no dormirían de nuevo.
-Eres un quejica, humano débil y delicado…- Musitó Ludolf arrugando la nariz, realmente le resultaba más repulsivo el aroma de prostituta perfumada de la súcuba que el tufo a podredumbre de su mano seccionada.
Claro está que en toda su larga existencia había convivido lo suficiente con la muerte como para respirarla sin asquearse y fundirse con ella, siendo él una especie de parca portadora del fin de la vida, sin guadaña ni capa, solo grandes colmillos.
Jay estaba inusualmente callado esta noche y es que los recuerdos de aquel cuerpo diabólico desnudo frente a él le hacían sentir como si estuviera bañado en sangre sucia y maloliente. Aquella promiscuidad pecaminosa y el toque escamoso de esa zorra del infierno le quemaron la piel y el alma. Odiaba ser tocado por no-humanos.
Por suerte, pensaban todos, las cosas se acercaban a su fin pues se dirigían a la tienda del cambia cuerpos, cada vez más cerca de capturar y aniquilar al objetivo de su fulminante venganza.
-Es aquí- musitó Ludolf parándose delante de la puerta del local.
- ¿Tanta mala ostia te ciega? Ahí pone bar ¿Sabes leer o los vampiros solo habéis aprendido a insultar?- preguntó Leo divertido al ver como su acompañante humano contenía la risa y el vampiro le rugía mostrando los colmillos.
-Es una tapadera, mocoso estúpido. Y a parte de leer e insultar también se descuartizar así que cierra el pico.
-Cierra tu el… ¿Hocico? Nah, ¿Como se le llama a la boca de los murciélagos?
El vampiro rugió de nuevo y pilló desprevenido al chico que realmente se había quedado embobado con su propia pregunta.
Lo tomó del cuello con la zurda y con la diestra del pelo, obligándolo a mover su cabeza para revelar su perfecto y níveo cuello.
Jay entró en pánico al ver tal escena y simplemente tomó la muñeca del vampiro con dureza.
-Suéltalo.
El vampiro lo hizo al instante más para centrarse en su nuevo objetivo que para obedecerlo. Realmente solo iba a asustar a Leo un poco, era divertido y cuando su corazón se disparaba le parecía adorable.
La mano caliente de Jay seguía sobre su muñeca y el hombre la sentía como inmundicia rozando su noble cuerpo.
Con un rápido movimiento atrapó la muñeca de quien lo sostenía y apretó hasta que vio las lágrimas formarse.
Sonrió ladeado y con un semblante oscuro.
- A mi nadie me da orde-
- PA-RA - espetó Leo colgándose de la espalda del vampiro como un mono y tirando inútilmente de su brazo agresor.
Ludolf soltó a su presa y cuando Leo se bajó de su espalda solo pudo calmarse tomándolo de la cintura, como si se tratara de su pequeño amuleto.
- Con que nadie te da órdenes…- Jay rió, aprovechando que el vampiro se había quedado estático por el cabreo y pasó antes que él dentro del lugar.
- Leo, voy a matar a tu amigo. Te juro que lo mataré…
- Lo mismo decías de mí y ahora me quieres- sonrió el pequeño apartando la mano de su cintura para cogerla entrelazando sus deditos con las esbeltas y largas falanges del mayor.
- No saques conclusiones precipitadas, humano estúpido. Yo nunca he dicho eso.
Leo encogió los hombros y lo miró con ternura cuando el vampiro frunció el ceño, soltó su mano con enfado y entró al local.
- Bipolar, tonto y muerto. Lo tienes todo- dijo el humano riéndose y entrando detrás de él mientras veía a Jay recorrer la estancia ojiplático.
Todo estaba tan lleno de productos que él reconocía y hacía años que deseaba poder conseguir para el centro de investigación, que sintió el corazón salirsele del pecho por la emoción.
Se sintió ignorante, todos los avances de los que alardeaba que el Centro había hecho no eran nada comparados con el material de media estantería de ese lugar.
- Cuanto tiempo…- murmuró una voz lúgubre desde las sombras. Y de ellas emergió un hombre corpulento y seboso.
Era casi tan alto como Jay pero seguramente uno solo de sus colgantes y grasientos brazos pesaría lo mismo que él. Tenía la cara brillosa por el sudor y llena de arrugas de expresión oscuras y marcadas. El rostro parecía aplastado y tenía cara de estar comiendo perpetuamente un caramelo agrio.
- ¿Qué quieres ahora sanguijuela?
- No empecemos con mal pie. Seguro que incluso un cerdo como tu aprecia su vida, así que no quieras perderla tan pronto- El hombre frunció el ceño y refunfuñó algo bajito, en un extraño tono vibrante, como un guarrido.- Me han dicho que hace poco pasó por aquí una bruja que intentó robarte y la estoy buscando. Así que desembucha, di todo lo que sepas de ella.
Enarcó una de sus casi inexistentes cejas y su boina se resbaló para atrás mostrando una cabeza apenas poblada por cortos cabellos finos y retorcidos.
- ¿Y yo qué gano con eso?
Ludolf simplemente respiró hondo, logrando que el sonido de su expiración hiciera todas las miradas girarse sobre su rostro cansado, como espectadores atentos a una función de suspense.
Dio varios pasos acercándose a su interlocutor, cruzando las piernas de forma que Leo le resultó altanera y seductora.
Con rostro calmado miró los oscuros ojillos de aquel abultado rostro rosa y de gran nariz y el otro apartó la vista. La fealdad de un animal domesticado, de un trozo de carne que gruñe y se revuelca en el barro, contra la exuberante cara de un ser primoroso, nacido de las salvajes entrañas de la naturaleza, fruto de su unión con la semilla roja de un diablo habilidoso.
Estaba sudando como el cochino animal que era y su piel aparentemente humana se resentía por ello, enjuagó torpemente sus manos en el delantal de carnicero que llevaba, consiguiendo sumar a las manchas de grasa y otros, una de sudor.
- ¿Que qué ganas tu con esto?- preguntó el otro, sonriendo a medias de forma que sus colmillos reflejaban el rostro abyecto y rastrero de aquel ser regordete.
Suspiró de nuevo frente a su rostro y dejó que su aliento mentolado refrescara aquella pútrida cara antes de tomar su cuello blandengue y cubierto por una copiosa papada y levantarlo del suelo mientras lo ahogaba.
Era impresionante la forma en que, sin apenas hacer fuerza con su brazo, Ludolf era capaz de levantar del suelo a alguien de semejantes dimensiones.
- A lo mejor ganas que no te degolle como al gorrino sucio y asqueroso que eres.- apretó de nuevo haciendo que el hombre se meciera en el aire y que sus cortas y redondeadas extremidades tuvieran varios espasmos.- ¡A lo mejor ganas no enfadarme de nuevo y hacer que las cosas se repitan! ¡A LO MEJOR GANAS NO PERDER TU PUTA Y PATÉTICA VIDA!
Girando, lo aventó con fuerza a una pared repleta de cuadros colgando. El estruendo fue enorme y varios tablones de madera de la pared se rompieron y los cristales rotos se propulsaron hacia el suelo como una lluvia de estrellas brillosas.
El hombre se levantó con dificultad sobándose el cuello y tosiendo con voz de fumador experto.
- D-De acuerdo.- dijo bajando la vista avergonzado mientras su cara se tornaba roja por la ira y le esfuerzo- Esa maldita bruja me compró cosas relacionadas con la curación y la defensa. Después solo sé que se hospedó en un hotel un día y que no volvió al barrio más.
- ¿Sabes que hotel es?- se aventuró a preguntar Leo, tímido y dando un paso al frente.
El hombre, que parecía no haber reparado en su presencia hasta el momento, lo miró perplejo y pestañeó rápido, incrédulo. Tras eso miró a Ludolf se nuevo y su vista se clavó otra vez e el muchacho, y así sucesivamente.
Carraspeó unos segundos saliendo de su estupor y respondió, aún sorprendido.
- Claro que lo se. Pero esa información tiene un precio- y esta vez dejó de mirar al pequeño para dirigir la vista de nuevo a Ludolf- Y sabemos cual es…
- No pienso hacerlo. Lo sabes bien, antes te mataré- Amenazó mientras señalaba con el dedo. Su uña puntiaguda parecía poder cortar la carne con facilidad e incluso podría rajar la tensión del ambiente.
- Entonces, él quizás si quie…- el hombre, refiriéndose a Jay, fue interrumpido por Ludolf.
- Él y el otro son humanos. Soy el único vampiro así y me niego. Mejor será que no sigas por ese camino.- el cerdo se cruzó de brazos e hizo una mueca indiferente con su animalizado rostro- Jodidos cambia-formas…-musitó- Nos vamos.Ya encontraremos a esa puta de otra forma.
- Ludolf…-musitó el pequeño, poniéndose delante suyo e impidiéndole la salida.- Necesitamos esa información, por favor ¿Qué es lo que quiere ese hombre a cambio? Yo mismo lo conseguiré si es necesario- suplicó con sus ojos prácticamente aguados.
Sus esperanzas de poder vengar la destrucción de su hogar y el asesinato cruel de los que él consideraba una familia, residían en el poder de Ludolf y si él se daba por vencido todo se iría al garete. No podían echarse atrás, no a esas alturas.
- Ni aunque quisieras podrías. Nos largamos, ya lo he dicho.
- Y yo he dicho que no. Si no quieres seguir esto lo haré solo- Lo miró a los ojos y sus oscuras y enormes abellanas envueltas en largas pestañas no vacilaron ni un segundo ante la mirada del contrario, que causaba quemazón e infundía terror.
Los ojos de cachorrito del chico eran humanos, tan fáciles de interpretar como dos cristales transparentes. Estaban llenos de seguridad, pero a su vez había una pena tan remota que Ludolf sintió vértigo al pensar en el orígen de ese pesar, aunque supo que mayoritariamente era él quien lo había engendrado.
Sin embargo los ojos del vampiro eran como dos canicas sin vida, parecían fríos y desprovistos de brillo. Tan impredecibles, uno no sabía que si se apagarían con la calma de un lento interruptor o si tronarían con furia como una tormenta inesperada.
El mayor rodó los ojos y se giró hacia el hombre con sobrepeso.
- No esperes que la próxima vez que nos veamos no cobre venganza por esto.
Se frotó las manos gordas e hinchadas y tomó del mostrador de la tienda un cuchillo brillante y muy afilado y un bote de cristal grande, parecía no caber en su mano de dedos cortos como salchichas cortadas.
- Espera… ¿Ludolf que es lo que…
- Más te vale que aprecies esto. Un vampiro no da su sangre por nadie.
El corte no fue limpio precisamente. Aquel hombre grandote y feo soltó un alarido de porcina victoria al mover el cuchillo en el aire y cuando aterrizó en el brazos de Ludolf este se limitó a morderle el labio para para controlar el dolor.
- El hotel se llama ‘’Lazos’’, fue allí el día 10- ese murmullo fue suficiente para saber que había valido la pena.
Una gota de sangre acarició su belfo para perderse en su cuello pero Leo no vio eso, se quedó grotescamente absorto al contemplar como el brazo de Ludol, casi partido a la mitad, se mantenía firme chorreando regueros de sangre negruzca y espesa.
Se relamió los labios carnosos y llenos de restos de comida y puso el pote bajo el brazo del vampiro, dejando que parte de la sangre cayera dentro de la botella mientras el resto simplemente se derramaba en el suelo. No era como si le gustara desperdiciar sus valiosos productos, pero adoraba ver al hombre que había asesinado a su padre sentir dolor, por pequeño que fuera.
El cuchillo de sierra se deslizó hacia delante y hacia atrás consiguiendo que más sangre brotara y arranchando un chirrido estridente de su víctima al rozar el duro hueso.
Cuando el tarro estubo lleno y comenzó a rebosar Ludolf simplemente tomó la hoja del cuchillo en su mano y la sacó de su brazo, tomándola con tanta fuerza y dando un tirón tan brusco que la arrugó como si fuera de papel.
- Es suficiente.
La palma de su mano sanó al instante, su brazo tardó solamente unos segundos más.
-Mi padre estará riéndose de ti ahora misma.
- Una pena que desde la tumba no se le escuche. Salid- miró a Leo y jay y ambos, por primera vez en su vida, le hicieron caso sin rechistar.
- Vaya vaya… El gran vampiro Ludolf, la leyenda, el asesino vil… Reducido a ‘’Esto’’. Parece que el amor te ha hecho imbécil.
Ludolf simplemente lo miró inexpresivo y giró sobre sus talones. Él y su apatía salieron del local tan rápido como habían entrado.
- El vampiro que antes me habría respondido… Ahora se calla cuando le insultan.- Habló mirando su espléndido tarro de sangre.- Yo seré un cerdo, pero tengo dignidad aún.
Jay, nada más salir del establecimiento tomó a Leo por los hombros y lo encaró.
- Un vampiro no se cura tan rápido a menos que se haya alimentado recientemente y mucho...-farfulló lleno de prisas y exasperación- Leo, ¿Acaso tu..?
Sus ojos bailaban en sus cuencas, temblando como gelatina verde ante la respuesta evidente.
- Jay, estoy bien. No te preocupes por mi, Ludolf cuida de mi y tiene cuidado en esas cosas.- respondió poniendo sus manos en el hombro del contrario, pero el gesto no fue totalmente igual, él lo hizo con una suavidad arrulladora.
- Dios… Por eso estás tan pálido hoy y a veces flaqueas… Leo, se que ahora ya no puedo detenerte en tus decisiones, pero por favor, escúchame.- el menor accedió, más por darle el gusto al mayor y dejarlo más tranquilo que porque realmente fuera a seguir sus futuras advertencias- Si sigues con él y no tienes cuidado acabarás muerto.
- Eso no pasará, tendré cuidado. Lo tendremos.- rectificó. Y le dio una de sus más radiantes sonrisas a Jay, quien ya conocía esa efectiva técnica del chico para calmar a la gente y, por tanto, no surtió efecto en él.
Ludolf entonces abrió la puerta encontrándose con ambos humanos y Jay, que no podía soportar ver a ese hombre sabiendo que había mordido a su pequeño chico, dijo que se sentía mal y se retiró al hotel en el que se instalaban.
No paró de llorar en toda la tarde, supo que aunque las intenciones del vampiro no fueran malas (cosa que para él no era cierta) Leo acabaría pagando semejante unión con su vida. Así era como las cosas funcionaban. Cuando la muerte se enamora de la vida no hay otro final, no hay final feliz.
De camino a ‘’Lazos’’ la pareja se encontraba muy callada y, sin romper el hielo, Leo actuó.
- Gracias por darle tu sangre a ese hombre.
- No te creas tan importante, es solo que odio a las brujas. No le he dado sangre por ti, jamás desperdiciaría sangre en un humano.
- No soy tonto. Cuando bebiste de mi y me desmayé se que me diste tu sangre ¿Como se me habría curado la herida sinó? Lumbreras, no pienses que tengo tan pocas neurona como tu.
El vampiro refunfuñó algo por lo bajo y tomó la mano del chico de forma inesperada. Su cara era de pocos amigos y cada vez que el menor lo miraba sonriente el otro forzaba una mueca de enfado que no convencía a nadie, ya que su pulgar acariciaba con cariño los nudillos del pequeño humano.
- No se como comportarme con un humano, y menos si eres irritante.-admitió- No me mires así.
- ¿Como? ¿Porque?- preguntó el otro inocente mientras hacía un puchero.
- Con los ojos brillantes y los labios entreabiertos. Solo… me parece adorable y me dan ganas de besarte, imbécil- farfulló mientras el menor simplemente hacía lo que el vampiro le había pedido que no hiciese.- Pareces un ángel.
- Gracias.
- Odio a casi todos los ángeles.- respondió mientras seguía sintiéndose extrañamente cálido y necesitado al tomar esa pequeña mano entre las suyas. Era frágil, diminuta y podría romperla con algo de presión, sin embargo no lo hacía aunque sus instintos le incitasen a ello.
- Has dicho ‘’casi’’.- el chiquillo dio un saltito alegre.
- ¿Y?- rebatió el otro, molesto.
- Eso iba por mi.
- Eres un engreído, aunque tengas razón- eso último lo musitó en un tono tan bajo que Leo dudó de haberlo oído, aunque se igual forma se ruborizó.
- ¿Conocías al hombre de hoy de antes?
- Sí, de hace solo treinta años. Pensé que ese niño se habría olvidado ya. Los mortales tenéis una memoria corta, como vuestra vida.
- Y tu tienes una inteligencia corta, por no decir otra cosa- el vampiro lo miró con enfado y sus ojos rojos lograron causar un estremecimiento en el menor.- ¡Era broma! Bueno, supongo. Ya lo comprobaré- dijo divertido y avergonzado. Su cara se calentó después de hablar sin pensarlo dos veces y sintió las mejillas arder.
Ludolf simplemente sonrió mostrando los colmillos. Era tan seductor, pero a la vez le escamó la piel, era aterrador.
- ¿D-De qué conocías a ese hombre?- cambió rápido de tema, arrepentido de haber sacado el anterior.
- Cuando él era pequeño ayudaba a su padre en la tienda. Una vez fui a comprar algo, no recuerdo el qué, y el viejo creyó que podría matarme para conseguir mi sangre, que es muy valiosa, como la de cualquier vampiro. Simplemente lo maté, el niño estaba mirando así que supongo que por eso ahora que ha crecido y heredado la tienda me sigue recordando.
- Hablas de la muerte así siempre.
- ¿Como?
- Como si no fuera la gran cosa.
- Y no lo es. No para mi, yo practicamente soy la muerte- dijo el vampiro mirando a los ojos del menor. Se veía angustiado, como si ahora se percatase de la gravedad de su relación- Solo estoy en el mundo para quitar vidas, lo sabes. Por eso lo entenderé si me dejas.
- Eres más que eso y no te voy a dejar. Matas, sí, pero tu no solo eres lo que haces para vivir. Eres lo que haces con tu vida. Y para mi eres alguien fantástico, gruñón y violento, pero eres genial. No eres solo un vampiro, eres Ludolf.
- Te equivocas, lo fui cuando estaba vivo. Ahora solo soy… esto.
- ‘’Esto’’ está teniendo una conversación profunda sobre a identidad con un humano mientras le coge de la mano de una forma muy bonita, así que ‘’esto’’ no es un simple asesino.
Ludolf simplemente rió, dentro de poco anochecería y el cielo estaba naranja y ocre, como una paleta de colores mezclados.
Dejó de andar, realmente no había prisa, tomó al menor de la cintura y lo acercó a él.
Su pelo negro cayó como una cortina que les otorgó intimidad y en los ojos vacíos de Ludolf Leo, sin ver aún expresión alguna, si que entendió lo que sentía. Se llenaban, lentamente, con lágrimas de su alma, y cuando caían parecían relucir cual perlas en la piel blanca.
- Gracias- musitó el vampiro, cabizbajo, sin atreverse a besar el menor.
Algo tan corrupto y podrido como él no merecía el toque celestial de esa criatura de luz tan endeble. Temía que sus labios al tocar los del menor le arrebataran todo brillo, lo consumieran hasta hacerlo negras cenizas como su oscura alma.
El menor solo lo miró con lástima y quiso llorar también, pero debía ser fuerte cuando su vampiro no lo fuera porque sino nadie más podría recomponer los pedacitos de corazón roto.
Lo besó muy despacio y sintió que la piel del vampiro bajo su mano lo helaba hasta quemarlo pero dejó su palma ahí, en su mejilla, hasta que toleró el contacto y el calor compartido les permitió tocarse sin herirse.
Ludol subió una mano por su espalda hasta llegar a la nuca lo sostuvo mientras profundizaba el beso y su lengua recorría la boca del otro fundiéndose con la contraria en un baile de poderes chocantes donde la victoria ya estaba cantada.
Leo gimió cuando Ludolf le mordió el labio y este solo pudo sentir desenfreno ante eso, avanzando un paso hasta acorralar sin necesidad al chiquillo. Su toque ahora era brusco, sus manos sobre la cintura dolían y las uñas en la nuca se clavaban prácticamente haciendo sangrar su piel.
- Duele…-murmuró el menor con una voz rota. Sabía que eso sería así, que la gentileza en su toque era tan efímera como su autocontrol, que jamás saldría de un ser creado para la construcción un gesto delicado y genuino a su vez.
El vampiro lo soltó y puso sus manos en la pared, a los lados de su cabeza. Aprendería a controlarse mejor, se lo juró mentalmente, pero por el momento dejaría que el frenesí se canalizara en sus manos.
Y cuando el beso se intensificó, dando paso al sonido chicloso de las bocas húmedas que separaban como amantes en la noche para volverse a unir, a fundir en un ósculo prohibido y sensual, cuando las lenguas jugaban con violencia y se enredaban viscosamente y buscaban en la boca del otro la lujuria ajena, cuando los dientes y colmillos tomaban los labios húmedos recién lamidos para apretarlos causando un dolor placentero y dejarlos ir en un anhelo por más, cuando la excitación crecía, las manos del vampiro tomaban la pared de cemento y apretaban fuerte tal y como desearía hacer con el muchacho; en el muro se formaron dos grandes socavones ahí donde las manos del vampiro habían efectuado su toque violento y Ludolf se sintió orgulloso por haber hecho aquel deleitoso beso tan placentero para su chico también.
- Gracias por ver todas esas cosas en mi…
- Ludolf, simplemente te veo a ti.
El hotel Lazos no estaba demasiado lejos, pero tardaron en llegar porque el vampiro abrazó al chico tras sus significativas palabras y hasta que su corazón no dejó de doler no lo soltó.
Entraron por la puerta cogidos de la mano y la dependienta del lugar estuvo cerca de mofarse, aunque sus ganas desaparecieron al ver el serio rostro del vampiro.
- ¿Puedo ayudarles en algo?
- Quiero ver quien se hospedó aquí el día 10 de este més.- demandó Ludolf dejando a su chico atrás mientras se apoyaba sobre el mostrador.
Las adorables mejillas de roedor de Leo no serían demasiado útiles si pretendía lucir intimidante.
- Esa información es confidencial, me temo que no puedo dejarle acceder a ella señor- comentó ella con un gesto serio y comenzó a fruncir el ceño cuando el hombre se aproximó, revelando con su aspecto a qué raza pertenecía.
Ludolf olfateó y expulsó el aire con gusto.
- Con que un hada, eh- comentó risueño y extrañamente perverso. La chica jugó con su coleta rubia entre sus dedos, nerviosa- Sabes, dicen que si un vampiro os muerde, aunque os salvéis de morir desangradas, os enveneáis. Como si nuestros colmillos fueran impuros- rió, relamiéndose como un gato ante un ratón- Dime ¿Es cierto?
- N-No lo se.- mintió- Creo que debería irse…
- Podríamos...comprobarlo.
- ¿Que es l-lo q-
Un grito agudo resonó por todo el establecimiento cuando tomó la coleta de la empleada y tiró de ella hasta que su nuca golpeó el mostrador.
Su cuello expuesto la hacía sentir insegura y aquel vampiro le sonreía como si fuera a ser su próxima cena. Lloró como la chiquilla que era y siempre había sido y, con miedo, se tapó la cara mientras el vampiro apretaba el agarre sobre su coleta.
Leo supo que Ludolf no haría nada si ella cooperaba, pero aún así le sorprendió esa velocidad sobrehumana y esa facilidad para predisponerse al asesinato. Le parecía irreal y en cierto modo era atractivo el poder que ese hombre tenía en los demás.
Se apenó de la pobre mujer pero el rostro sereno de su amante llamó más su atención, a veces aparentaba tan bien ser una bestia sin corazón, pero él sabía la verdad tras eso.
Una uña afilada se deslizó sobre el joven cuello desnudo y la piel de la chiquilla se erizó en respuesta.
- No tienes porque morir, simplemente dame lo que quiero. Solo es dejarme echar un vistazo en ese librito de ahí- dijo señalando con el dedo el gran cúmulo de hojas donde se apuntaban los clientes, cuya tapa era un plano de cuero desgastado con el nombre del hotel en letras rojas.- Ahora ¿Podría verlo?- preguntó cínico y socarrón.
La chica asintió como pudo aunque le doliera el cuero cabelludo por los tirones y cuando fue liberada corrió hacia los baños para encerrarse ahí y llorar.
Ludolf simplemente rió mientras Leo se sentía algo preocupado y se asomó a los baños de señoritas sin atreverse a poner un pie dentro.
- Se le pasará.- dijo el otro hastiado.- Las hadas son tan dramáticas…
- ¿Hay algo útil ahí?
- Solo hay una mujer que pasara justamente esa noche en el hotel. Está registrada con el nombre de Elisa Rondane. Seguramente sea un nombre falso, pero no creo que lo vaya a cambiar hasta dentro de un tiempo, no es como si esperara que alguien le siguiera la pista.
Esa misma noche, tras aquel gran avance, todos conciliaron el sueño rápido y sintiéndose más tranquilos por aquel paso certero hacia la victoria que habían dado. O más bien, aquella zancada monstruosa, porque debían reconocer que había sido un hallazgo muy importante.
Fue tan pesado el sueño de Leo y Jay que ni siquiera se sintieron incómodos o extraño cuando el vampiro se escabulló por la ventana, dejándola abierta para su regreso inminente.
No planeaba salir esa noche, pero había tenido un pensamiento rondándole la cabeza que no le dejaba pegar ojo, así que estaba decidido a zanjar el asunto.
Reptó por la noche como una alimaña más de ese lugar, sintiéndose integrado entre tanta maldad silenciosa.
El cartel de cerrado no significó nada para él y aún así abrió lentamente la puerta, causando que la campanita que alertaba de la llegada de nuevos clientes tintineó como en un cuento de hadas.
La dulce melodía se mezcló con el frío viento del exterior y el hombre recostado en la vieja silla de mimbre abrió los ojos.
- ¡¿Quien anda ahí?!- la voz gruesa sonó dubitativa y tropezó mientras corría hacia el interruptor de la luz.
- El amor no me ha hecho imbécil, solo más cauteloso. Y feliz- sonrió en la noche, dejando que antes de que la luz se prendiera sus dientes afilados relucieran mostrando su identidad.
El hombre se echó para atrás al ver que la silueta del vampiro había pasado de estar postrada delante de la puerta a materializarse frente a sus mismísimas narices.
Casi cae de culo al alejarse del vampiro, pero se apoyó en el dorso del mostrador mientras respiraba con dificultad.
- L-Ludolf, ¿Q-Q-Que haces aquí?- preguntó fingiendo una sonrisa porcina y llena de dientes amarillos, negros o inexistentes bañados por una capa de sarro inmunda.
Con su mano palpó algo bajo el mostrador mientras mantenía contacto visual con el vampiro con tal de distraerle, pero este, que tenía las manos en la espalda, las descubrió sosteniendo un enorme cuchillo de sierra.
- ¿Buscas esto?- preguntó mientras retorcía la hoja en sus manos, haciéndole perder el filo.
Con sus ojos recorrió la estancia hasta que localizó su objetivo, sobre la estantería más escondida de todas reposaba aquel tarro sangriento. Sonrió.
- Creo que tenemos que hablar de lo sucedido esta mañana cerdito, me has hecho algo de daño en el brazo ¿Sabes? Va siendo hora de que tu mande con tu padre para que vea lo patético que te has vuelto...
El hombre tembló en su sitio y fue incapaz de articular palabra alguna cuando la sombra se cirnió sobre él como un manto de oscuridad y muerte.
Sus colmillos fueron directos a la yugular y mientras mordía dejaba que la sangre chorreara fuera de su boca, torció la cabeza y clavó los demás dientes en la piel blanda y rellena de grasa y sangre repulsiva, consiguiendo que un pedazo de carne comenzara a desprenderse.
Tiró de ella hasta su cuello crujió un poco y la piel se rompió, quedándose sobre lo que quedaba de garganta como una tela más cosida y empapada en sangre.
La carne colgaba, jugosa y llena de venas y arterias que parecían pequeños gusanos oscuros dándose un festín con ese ser putrefacto. Los tendones rígidos tiraban del cuello consiguiendo que la cabeza aún no se desprendiera del cuerpo, que cayó al suelo con un sonido enorme y que causó eco en el vacío lugar.
Podía ver parte del hueso ensangrentado y pisó su nuca, apretó hasta que un chasquido indicó la separación entre cabeza y cuerpo y desde su posición pudo ver la oscura y porosa médula ósea cubrirse de sangre.
Sonrió limpiado los rastros de sangre de su cara y evitó que sus zapatos tocaran el charco del suelo, debía parecer el ataque de un lobo neófito así que dejar pisada elegantes sería sospechoso.
Se fue de nuevo, girando el cartel de Cerrado para indicar que la tienda ahora estaba abierta y cuando miró atrás el cadáver del suelo le resultó hilarante.
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