En la boca del lobo

 - Ven aquí, pequeño- dijo levantándolo del suelo, jalando de su pelo para hacerlo quedar de pie. Aaron se sintió confundido por el nombre con el que lo había llamado, más que cariñoso parecía un mote de burla, pero la manera violenta en que lo levantó del suelo lo asustó demasiado como para que pudiese pensar en ello. Lo siguiente que sintió era como las manos fuertes y lo brazos llenos de músculos de ese hombre lo aferraban con fuerza a él, en una posición que lejos de ser un abrazo lo parecía, pero se sentía más como una cárcel- Tu amo está hambriento- susurró lentamente en su oído haciendo que el terror se apoderase de cada fibra del cuerpo del humano, quien se revolvió en sus brazos con ímpetu tratando de escapar sin conseguir nada.

Sin esfuerzo alguno, Samuel lanzó al chico contra el sofá y cuando este intentó moverse se colocó sobre él, poniendo sus manos a los lados de la cabeza del chiquillo y dejando que forcejease inútilmente unos minutos más, cosa que causó que el chico, exhausto, se rindiese en sus intentos de escapar.

-Pórtate adecuadamente, puto humano- dijo un tono irritado tomando las muñecas del pequeño en una sola mano y sosteniéndolas sobre la cabeza del chico- O te castigaré hasta que me supliques que te mate-Aaron solo podía seguir llorando como un niño pequeño y se avergonzaba por ello, pero era inevitable, él no era débil o cobarde, es más, en un combate cuerpo a cuerpo contra un humano él tendría siempre las de ganas por su astucia y agilidad, era un buen estratega, pero contra un vampiro ni siquiera había podido la humanidad entera ¿Que podía hacer él?

Samuel era de las únicas personas, si se le podía considerar así, que había visto a Aaron llorar y gritar como una niña, era tan humillante.

Sin hacer caso al chico que gritaba ''No, no, no'' a cada segundo, desgarró el cuello de la camisa con sus uñas, rompiéndola bruscamente y dejando unos arañazos poco graves, similares a los de un gato, en la piel pálida del muchacho.

Olió la sangre e instantáneamente se sintió en trance, la necesitaba, la quería, no solo como alimento sino también como su maldita droga.

Agarró a Aaron por el cabello y tiró de su cabeza hacia atrás, haciéndole sentir más miedo y dolor por el trato brusco que se le estaba dando, aquello no era como en las películas en las que un vampiro te besa gentilmente el cuello para después dejar dos pequeñas marcas de colmillos que solo hacen gozar a la víctima, aquello era diferente, la cruel realidad.

Cuando el chico ya cerraba los ojos por el dolor de los agarres que lo sometían sintió el aliento del otro sobre su cuello y casi al instante un ardor horrible en dos puntos cercanos, los colmillos pasaron de hincarse un poco causando la cálida y desagradable sensación de la sangre saliendo a hundirse hasta el fondo en el cuello, y entonces Aaron gritó como nunca lo había hecho.

- ¡Por Dios! ¡Por Dios! ¡Duele!- era lo único que venía a su mente y que su boca podía gritar desgarrándose la garganta. Pero los colmillos no fueron lo único dentro de su cuello, el resto de diente de apariencia normal, aunque no estuviesen preparados para cortar la carne humana, presionaron hasta que se hundió inundándose en sangre- ¡Hijo de puta!- gritó sin ser consciente de lo que decía al sentir la que al parecer era la sensación más dolorosa jamás vivida, se quedó sin voz en ese mismo momento, inmóvil por el miedo de mover su cuello y sentir más esos dientes sobre su carne viva.

Sentía como si alguien hubiese abierto su garganta con una daga y dejase que dentro de la herida cayesen brasas ardiendo, y a la vez estaba perdiendo la fuerza, los brazos le pesaban, después las piernas, la cabeza y por último los párpados.

- Jodidamente delicioso- musitó Samuel una vez dejó de beber esa sangre, apartando al inconsciente chico aún herido hasta hacer que cayese al suelo mientras se acomodaba en el sitio libre del sofá.

Pasó un buen rato lamiendo la sangre de sus manos y de sus propios labios y comisuras, estaba fascinado por aquel sabor.

El chiquillo seguía tirado en el suelo, con los pies del vampiro cómodamente apoyados en su espalda, se removía ligeramente y emitía pequeños quejidos, pero Samuel no le dio importancia, y tampoco prestó mucha atención a la aún abierta herida del menor hasta que el chico entreabrió los ojos y trató de incorporarse.

- Hay vendas arriba, ves a taparte eso, lo estás manchando todo de sangre- ordenó mirándolo con desprecio mientras el chico deseó estar muerto antes que vivir eso de nuevo.

Una vez encontró el baño y las vendas, con las que envolvió su delicado cuello y parte de su pecho por los arañazos, se dio cuenta de una cosa: Samuel no iba a curarle, quizás por haberle insultado cuando hincó sus dientes, aunque Aaron temió que tuviera otro castigo reservado por ello.

Por mucho que resistiera sin comer, la pérdida de sangre le había dejado totalmente débil y solo empeoraría si no comía o bebía algo, a ser posible algo que ayudase a reponer energías, pronto, pero debía esperar poco más de un día para comer.

- ¡Puto humano!- se escuchó la ronca y desagradable, para Aaron, voz de Samuel gritar desde el comedor. Aaron bufó molesto y comenzó a llorar de nuevo imaginando que pasaría la próxima vez que ese vampiro lo tuviese delante. El mordisco le había dolido tanto que su cuerpo aún tenía pequeños espasmos involuntarios como reacción- ¡Ven aquí ahora mismo!- gritó desafiando al chico a no venir, pero Aaron obedeció acudiendo tan rápido que casi cae ya que comenzaba a estar mareado, pero no debía desobedecer, por mucho que su orgullo y dignidad fuesen arrebatadas con insultos o humillaciones, él solo debía pensar en obedecer.

- ¿S-Si amo?- preguntó cómo un cachorrito asustado situándose delante del aludido.

- Lo has dejado todo perdido- dijo levantándose y poniéndose detrás del chiquillo para señalar un suelo lleno de sangre, por suerte el sofá era negro y las manchas no se verían- Y también me has ensuciado a mi- dijo haciendo girar al chico para tenerlo frente a su imponente cuerpo, donde se apreciaba que su camiseta gris estaba llenas de manchas de sangre.

- P-perdón amo- dijo mordiéndose la lengua tan fuerte que creyó que sangraría, él no tenía que pedir perdón por eso, él no había hecho nada, era solo la víctima de un juego macabro.

- ¿Perdón?- repitió el otro riéndose- ¡Cállate y límpialo!- le gritó, tomándolo con fuerza del cuello, y la herida bajo la venda fue presionada por las fuertes manos, abriéndose de nuevo y manchando un poco la blancura del vendaje. Miró a los ojos del chico y vio ese azul que al principio parecía tan vivaz y asustadito, tan delicioso, ahora perdía su color siendo rodeado por el color rojo de unos ojos cansados de tanto llorar- Lava también mi ropa- dijo en un tono más calmado, aunque lleno de rabia ¿Porque al ver los ojos de ese chico se había sentido así? No era sólo miedo lo que veía, y dolor físico, el muchacho se sentía humillado y triste...

Samuel amaba el maltrato físico porque adoraba el miedo, la sangre, el dolor y los gritos, pero la tortura psicológica no era de su gusto, ver a un chaval deprimido o triste no le gustaba, le molestaba bastante y prefería a un obediente y asustado cachorrito humano.

Miró a los ojos llorosos de Aaron y no pudo evitar sentir rabia ¡Le enfadaba compadecerse de su tristeza! Esa mierda humana debía estar deliciosamente asustada para él y no estúpidamente triste o dolida sentimentalmente, quería que el chico dejase de sentir lo que trastocaba su mirada y no podía soportar no ser el que controlase las emociones del chiquillo ¡Joder, debía ser suyo hasta que pudiese controlarlo de todas las maneras posibles!

Estaba sintiendo pena por esa expresión que le decía ''Estoy solo, estoy triste'', y no le gustaba nada. Cuando el chico mejorase un poco lo curaría y después lo golpearía hasta que no pudiese sentir pena por ese humano de mierda, porque así funcionaba Samuel.

Odiaba ver esa mirada de tristeza, la odiaba porque era igual que la suya cuando era humano, la mirada de una persona hermosa pero mediocre que no sabe que es poder, veía la debilidad que una vez tuvo en esos ojos, pero a su vez también veía esa humanidad que había dejado atrás, quizás echaba un poco de menos esa humanidad en que amaba las caricias y besos y no los golpes y maltratos.

- ¿Estas sordo o qué?- dijo con odio mientras notaba que el chiquillo no se movía, claramente se había quedado estático al ver la forma en que ese vampiro lo había estado observando todo ese tiempo.

El chico se asustó y de inmediato fue a por un cubo y una fregona, dispuesto a dejar el suelo reluciente, cosa que consiguió con algo de dificultad ya que a cada paso que daba sentía que iba a caer y debía estar constantemente apoyándose en el mango de la fregona para no acabar en el suelo, necesitaba comer y beber algo o almenos guardar reposo hasta que pudiese hacerlo.

- ¿Has acabado?- preguntó una voz a su espalda ¿Porque estaba tan enfadado Samuel si Aaron no había hecho nada?

- S-Sí- dijo con timidez dejando la fregona dentro del cubo y apartándolo a un lado.

- ¿Si qué?- preguntó el otro en un tono todavía más molesto dando un paso hacia Aaron, quedando más cerca aún de él.

- Sí, amo- dijo, y las ganas de derrumbarse y llorar volvieron, pero no lo hizo. Por muchas lágrimas que derramase allí, Aaron no había sido jamás un llorica, pero tras dos años de absoluta soledad, encontrarse con un vampiro que aunque te de refugio te despreciase y maltratase sin motivos, vivir con una bomba de relojería que explota cada dos por tres y te denigra sin motivos, aquello era simplemente horrible y Aaron deseó perder el conocimiento antes de que Samuel le pusiese la mano encima, porque él tenía el valor suficiente para luchar, para enfrentarse, pero no la estupidez necesaria, porque desafiar a Samuel sería un plan suicida.

- Entonces limpia mi ropa- dijo mirando con una pequeña sonrisa el collar de perro intacto que reposaba sobre el cuello vendado del chico, lo había tenido que apartar para morderle, pero ahí seguía.

Después de pronunciar esa frase se sacó la camiseta manchada dejando a la vista del chico un cuerpo de infarto, tan alto y musculoso como un adonis, parecía un Dios, aunque se comportase como el mismo diablo.

El chico se atrevió a acercarse dos pasos para tomar la camiseta y se distrajo observando sin querer aquel cuerpo que aún maravillarlo le causaba terror, maldijo el hecho de que su propietario fuese el tan odiado Samuel.

- ¿Que miras?- ladró Samuel escondiendo una radiante sonrisa de satisfacción, el chico solo negó antes de irse a buscar una lavadora- Tranquilo, pronto verás más que eso- musitó una vez el chico se había ido de la sala, haciendo imposible que el humano le escuchase.

La verdad es que hacía mucho que Samuel no yacía en la cama con nadie, ni con sus anteriores mascotas, él era un exigente y hacía años que nadie lograba calentarle, aunque muchos lo intentaron de maneras que derretirían a cualquiera, pero ese chiquillo que ni se había molestado en pensar de esa forma, había logrado que Samuel se excitase cada vez que lo veía. Si había algo peor que un Samuel hambriento, era un Samuel enfadado y si había algo peor que un Samuel enfadado, era un Samuel caliente.


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