Una trampa a cada paso

 Aaron pasó la mitad de la noche bien, había encontrado las escobas y fregonas y parecía que estaba solo en la casa, lo qual le hizo sentir algo más calmado y pudo desahogarse llorando mientras limpiaba, pero de nuevo recordó que Samuel le había dicho que le castigaría y no quería que pasase eso de nuevo. Ese hombre podía apalizarle hasta la muerte una y otra vez sin remordimientos y al poder curarlo con su sangre milagrosa podía seguir rompiéndole los huesos hasta la saciedad.

Aaron se dedicó también a investigar un poco el lugar una vez hubo limpiado su ''error'', encontró varios sitios por dónde podría huir y otra muchos donde esconderse de Samuel, no es que fuese a hacerlos servir, pero siempre venía bien tener presente esos detalles.

A cada ruido que escuchaba aquella noche el chico daba un bote asustado pensando que se trataba de Samuel y relajándose después al ver que no era nada.

Mientras Aaron estaba sentado en el limpio suelo de la habitación escuchó la puerta de entrada abrirse y cerrarse y todo su cuerpo se tensó diciéndole que debía huir de ahí cuanto antes, pero no se movió ni un poco y menos cuando el hombre entró a la habitación y se sentó en la orilla de la cama, paseando su mirada sobre Aaron como si fuese un objeto.

- Al menos sabes limpiar- dijo en tono de burla mientras miraba a los ojos del chiquillo, nada más verlo entrar le habían entrado unas ganas tremendas de llorar de miedo, pero estaba conteniéndose. Samuel abrió un cajón y sacó un trapo, después lo lanzó a la cara de Aaron- límpiame los zapatos- dijo con desdén mientras miraba desde su superior posición, elevada en todos los sentidos, como el menor se inclinaba paseando el trapo por sus zapatos hasta que quedaron relucientes.

Entonces el chico dejó de limpiar y se quedó en esa posición, esperando el permiso para irse

- Bésalos - dijo Samuel esta vez con una amplia sonrisa en su cara viendo como el niño temblaba de rabia por el trato humillante y no merecido que se le estaba dando, bajaba poco a poco hasta tener ante sus labios las puntas de los relucientes zapatos que él mismo había abrillantado. Y los besó, con ganas de escupir ácido sobre ellos. Porque el miedo lo dominaba, pero ahora también sentía vergüenza y, quizás, odio.

-Levántate-siguió mandando como si fuese su superior- Siéntate- le indicó el hueco que había para él sobre su regazo. Aaron vaciló, no quería abrirse de piernas como una puta para sentarse en el regazo de un vampiro que lo tenía como mascota- Obedece - No sabía que odiaba más y que le daba más miedo, si las frases burlonas y humillantes del vampiro o aquellas órdenes vagas expresadas en forma de un solo verbo en imperativo, como si Aaron no mereciese el esfuerzo de pensar una frase entera para pedirle algo.

Aaron apretó los puños, no quería hacerlo, le daba miedo y la cercanía con ese vampiro era algo que en ese momento lo desmoronaría, pero ver cómo el ser mostraba sus ojos rojos y colmillos afilados lo convenció para que en menos de un segundo el humano estuviese sobre su regazo sentado como un dócil gatito.

- Que obediente - se sorprendió Samuel mientras examinaba el rostro asustado de su presa- por eso voy a permitir que hables sin tener que esperar a mi permiso, pero no lo hagas demasiado y más te vale decir cosas que no cabreen- dijo mientras el chico asentía intentando parecer agradecido- Pero eso no quiere decir que me haya olvidado de que debo castigarte por ensuciar la habitación- Aaron se tensó de inmediato y entonces si que no pudo reprimir las lágrimas y a la par que temblaba las dejó salir-, pero aún no he pensado ningún castigo- sonrió haciendo sufrir más al chico, le encantaba hacer daño a las personas de ese modo, sin ponerles un dedo encima. Aunque la violencia física le gustaba aún más.

- P-Prometo que no volverá a pasar - forzó esas palabras a salir de su boca, con el odio corroíendole. Ese maldito desgraciado quería castigarlo por ensuciar el suelo tras una paliza de muerte que le había dado el mismo.

- Más te vale, pero el castigo te lo llevarás igual, ya veremos cuando-explicó apartando los cabellos del chico de su cara. Temblaba tanto que parecía que fuese a desmenuzarse- Hueles bien - dijo pasando la punta de su nariz por toda la longitud de su cuello, asustando al chico, acelerando sus latidos y casi le hace jadear cuando su lengua bordeó la yugular- ¿Que tipo de sangre eres?- preguntó sin más.

- Z-Zero negativo - susurró diciendo el nombre del tipo de sangre menos común y más difícil de encontrar.

- Perfecto- susurró oliéndole de nuevo el cuello y matándolo de miedo con cada una de sus acciones- Creo que ya se como castigarte, seré bueno esta vez- dijo con media sonrisa, por el momento no le apetecía molerlo a golpes de nuevo, pero cuando se le antojara ya buscaría excusas, esta vez iba a poner a prueba su aguante- No te daré de comer ni de beber durante tres días- sentenció haciendo que el chico se preocupase por su salud y a la vez se relajase un poco, no iba a golpearlo, eso era bueno.

Aaron tragó saliva, tampoco sabía qué decir, no podía replicar, pero agradecerle ese tan ''amable'' castigo era algo imposible para él, podía ser buen actor, pero eso estaba fuera de su alcance. Samuel tampoco parecía con muchas ganas de hablar, en ese momento solo se dedicaba a ver como los ojos preciosos y azules de presa rehuían a su vil mirada.

- Sal un rato de mi vista- ordenó el hombre con desdén. Era él quien tenía retenido al pobre chico ¿Ahora porque le hablaba en ese tono tan despectivo pidiéndole que se alejase? Si por Aaron hubiese sido, habría salido de su vista para toda la vida, pero tuvo que conformarse con apretar los puños y caminar lejo de esa habitación.

'' Sé que no hay forma de huir de aquí y si la hubiese él me encontraría y a saber qué haría conmigo. Pero los vampiros pueden morir, si les atraviesan el corazón, con lo que sea, pueden morir. Está claro que ni yo ni nadie puede atravesarle el corazón a un vampiro, pero otro vampiro si podría... son una raza territorial y conflictiva, quizás... quizás hay una posibilidad de que otro vampiro lo mate y yo pueda ser libre... Joder, es una estupidez pero puede pasar, apenas hay posibilidades pero puede pasar.'' Pensó Aaron tratando de calmarse mientras caminaba por el enorme salón, pensó en sentarse en una de las cómodas butacas, pero recordó que solo podía usar el suelo.

Y mientras Aaron se estiraba en el frío suelo tratando de dormir para no pensar más, Samuel estaba sobre su cama sonriendo de felicidad.

Siempre hacía lo mismo con sus presas y jamás se aburría, era el simple sadismo de ver la el miedo en la mirada del otro, de saber que mientras tu disfrutas de la vida, esa otra persona es solo tu sombra, sin dignidad, sin derechos, un simple animal para tí solo. Porque eso necesitaba Samuel, alguien a quien hacer sentir inferior, porque el placer y poder que se sentía al ver como tenías no solo la vida sino la felicidad de otra persona en sus manos y la ibas desmenuzando lentamente, era simplemente una maravilla. Era eso, tener el control, era el más ansiado poder, poder no sobre un imperio o sobre grandes cantidades de dinero, poder sobre la vida, poder sobre las acciones de alguien, poder sobre un ser humano que es tuyo y que ya ni siquiera es suyo.

Le encantaba ver a un pequeño y atractivo chico que le encendía, en el suelo llorando mientras era golpeado. Pero cuando al contemplar esa escena la sonrisa de su rostro no se dibujaba y ya no sentía el cosquilleo en su cuerpo, cuando maltratando no se sentía vivo, tenía que matar, porque eso hacía con cada mascota que le aburría.

No era el sadismo, la crueldad o el maltrato lo que le aburría, era la persona con la que lo practicaba, porque era como leer siempre el mismo libro, por mucho que ames leer, debes cambiar.

Paseó un poco por la casa, topándose con el pequeño chico durmiendo sobre la alfombra del salón y decidió ignorarlo mientras salía tomar el aire, él jamás había sido alguien de gran actividad, si no era con sus presas no hacía gran cosa.

Samuel había tenido una vida humana común hasta que un vampiro apareció en su vida diciendo que lo mataría.

Samuel lloró como un niñito débil de mierda, como esos que tanto odiaba ahora, y sinceramente, en los ojos aguados de Aaron era capaz de ver a ese estúpido niño débil que un día había sido.

Pero ese vampiro no lo mató, lo convirtió por pura diversión y Samuel experimentó el cambio más grande de su vida, y le encantó, no por pasar de humano a vampiro, sino por pasar de débil, de abusado, a fuerte, a abusón y en eso se convirtió siguiendo los pasos de su maestro.

Solo sentía felicidad cuando estaba destrozando a sus presas o cuando estaba junto a su creador, pero una vez este murió, concentró todo su odio, interés y toda su capacidad de sentir algo bueno en el maltrato humano.

Pero por mucho que a Samuel le gustase eso, esa fijación no sería buena para Aaron.

Entonces tuvo una pequeña idea, fue a la cocina donde guardaba algo de comida de su anterior presa y sacó de allí un vaso de agua y un plato de pasta sin aliñar que el difunto humano había dejado en la nevera.

Tomó los alimentos y los dejó en la mesa, consciente de que el chico estaría muerto de hambre para cuando despertarse, pero eso no era ni mucho menos un acto de caridad.

Solo pasaron tres horas hasta que el niño despertó, sintiendo sobre su espalda un poco de peso, para cuando quiso darse cuenta el vampiro estaba sentado en el sofá frente a él y apoyaba los pies sobre su espalda como si fuese una maldita mesa. Cuando lo vio despertar no los apartó, solo le lanzó una mirada vacía y los pies siguieron en su sitio hasta que el muchacho se apartó, sentándose en el suelo un poco más lejos. Su estómago rugía y tenía la garganta seca, pero su experiencia como superviviente le había llevado a pasar más de tres días sin comida, aunque no sin agua, igualmente se vio capaz de aguantar, aquello no era como cuando pasó un día sin agua bajo el caliente sol de verano, aquellas condiciones de la casa le ayudarían a tener más aguante.

O eso pensó hasta que al girar la cabeza vio un plato de pasta y un vaso de agua.

- ¿E-Es para mí?- preguntó el chico tímidamente señalando la comida sobre la mesa, mirándola con desconfianza y preguntándose si hasta estaría envenenada.

- ¿Acaso crees que yo comería esas cosas? Idiota- de nuevo su tono irritado y el insulto final sobraron.

Aaron quiso sonreír al creer que su castigo había sido retirado, quizás ese vampiro tenía una mala personalidad pero no era tan malo. Cuando el cristal frío del vaso tocó sus labios y antes de que el agua los mojase, lo volvió a dejar en la mesa para preguntar.

- ¿Entonces mi castigo de los tres días sin comer ni beber...?- comenzó a hablar pero pronto la voz ronca lo interrumpió.

- Sigue en pie- dijo con un semblante serio.

- ¿Entonces para que...?- señaló el plato de comida y el agua y lo entendió. Ese hijo de puta había puesto la comida ante sus narices para ver si resistía o no la tentación, para hacer que el chiquillo se saltase su castigo para tener una excusa por los golpes que deseaba darle.

- Esta es mi casa, si me apetece dejar esta comida aquí, puedo hacerlo, tu ya sabes que no puedes comerla ¿O acaso eres idiota?- de nuevo los insultos de ese tipo que se creía superior enfadaron a Aaron, quien se levantó de inmediato dispuesto a buscar unos segundos de paz lejos de ese hombre.

- ¿A donde crees que vas? Te he hecho una pregunta- dijo con voz amenazadora mientras se levantaba, fijándose como las arrugas de alrededor de los ojos del chico causadas cuando fruncía el ceño con ira se cambiaban por una hermosa reacción de miedo y terror en la que las pupilas del adolescente se contraían.

Solo con ver al enorme vampiro delante suyo y mirándolo por encima de esa amenazante forma, Aaron se tragó todos los insultos que tenía pensados y respondió a la denigrante pregunta.

- No, no s-soy idiota-dijo el chico con la cabeza baja viendo como Samuel se sentaba de nuevo, pareciendo más calmado. Él lo imitó pensando que si se marchaba podía enfurecer al vampiro.

- ¿No se te olvida decir algo?- preguntó con un tono malicioso. Aaron tragó saliva, sabía perfectamente a qué se refería.

- A-A-Amo- logró articular con la voz débil, decir aquello le resultaba terrorífico.

- Puedes largarte- y Aaron salió disparado como si esas palabras fueran las que le permitieran iniciar una carrera.

Poco faltó para que se hiciese de día y Samuel estuviese cómodamente en su cama durmiendo mientras Aaron estaba en el frío e incómodo suelo sujetándose el estómago para poder aplacar su hambre, cosa que no funcionó. Aunque por suerte logró dormirse tras unas cuantas horas en las que creía que su propio cuerpo sería capaz de digerirse a si mismo si seguía así.

Aaron despertó al escuchar unos pasos que se acercaban a él, y levantando el rostro del suelo pudo ver como estos pertenecían a Samuel, quien parecía haber salido mientras él dormía puesto que estaba cerrando la puerta de salida tras de sí.

Ignoró la llegada de aquel ser que tanto miedo le infundía hasta que lo escuchó llamarlo, no con una voz cruel, sino en tono que lo aterró más, recordándole a la voz de Samuel aquella vez que le había preguntado sobre su grupo sanguíneo.


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