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Dicho esto ¡A leer!


—De acuerdo, entramos en acción en cinco minutos ¿Te sabes el plan? —susurra Norman con su ceño fruncido y agachándose para hablar con su bajito compañero.

La expresión preocupada de Norman endurece cuando el chico solo le resta importancia con un gesto de manos y rueda los ojos en ese gesto adolescente de hastío que le sale casi automáticamente cuando recibe una orden.

—Vamos con las pistolas apuntando hacia él, yo por la izquierda, tú por la derecha. Yo lo mato rápido, de un tiro en el pecho y tú tapas la salida por si no lo consigo e intenta huir. —recita con voz mecánica y cansada, después mira al otro desde el borde de sus ojos y levantando su labio superior con asco pregunta —¿Contento, papá?

—No me comporto como un padre, idiota, soy tu jefe. Y no debería tratarte como a un niño mezquino si siguieses las órdenes al pie de la letra. —refuta, con una vena empezando a marcársele en la sien derecha y los dientes atrapando el labio para no acabar chillándole al menor y mandando todo el plan a la mierda.

Oh, Norman no puede cagarla ahora, para nada. Llevan persiguiendo a esta organización de vampiros que trafica con humanos demasiado tiempo y ahora que el líder está en acción y en su punto de mira, va a dispararse en las bolas como algo salga mal. El pequeño pelinegro, por otro lado, no parece demasiado tenso, tiene una postura encorvada, hombros relajados, se está mirando las uñas, comprobando que la pintura negra esté en su sitio, y prácticamente está actuando como si matar a un chupasangres mafioso fuese tan sencillo como hacer la colada.

El pequeño vira sobre sus talones, poniéndose frente a su compañero, y empieza a hablar gesticulando con las manos, en específico con la izquierda, donde tiene el arma cargada.

—Escúchame, mandón. —dice, refiriéndose a él y dejándolo bien claro al apuntarlo con el dedo y, por consiguiente, con el cañón de la pistola.

Norman chasquea su lengua, el chiquillo es un inconsciente, la lengua de él también se mueve en su boca, transportando una masa rosa ¿Está mascando chicle en una misión tan importante? Dios, Norman espera que se lo trague y se ahogue ¡Pero el Karma tiene ojos ciegos para el maldito pelinegro!

—Si siguiese las órdenes de viejos rancios como tú no sería unos de los cazadores más prometedores de toda la organización ¿No crees? —pregunta con saña, sonriendo al ver que el otro se muerde la lengua, no pudiendo objetar nada.

Y es que, para desgracia de Norman, es así, ese niñato de diecisiete años recién cumplidos es una joven promesa de la organización, un maldito enano psicópata que entró a los seis años y a los siete le tiraba cuchillos arrojadizos a sus niñeras si no le daban los cereales de colores tan azucarados que a él le gustaban pero a su pediatra no. El niño dice que es su destino, que prácticamente ha nacido para ello o que, más bien, la sed de venganza le ha hecho el elegido para acabar con esa raza. Norman piensa que son solo sandeces, pero a veces y solo a veces tiene una sensación en el pecho que le perturba, una corazonada de que el chico es más sincero de lo que cree.

—Manos a la obra, me desplazo hacia la derecha. Espérate siete segundos exactos antes de actuar, si no, no me dará tiempo a llegar a mi posición.

Uno.

Dos.

Tres.

El chico se aburre y de todos modos sabe que puede hacer las cosas solo, él es quien acabará con todos los vampiros del mundo así que no esperar a su compañero en una misioncilla no debería ser tan grabe. Norman no está en la esquina en que debería y no lo estará hasta de aquí a unos segundos, pero a su compañero le importa poco.

El pequeño cazador sale de las sombras con su pistola brillando bajo la poca glamurosa luz del alumbrado público, el dedo no duda y se aprieta lo justo sobre el gatillo para quedarse en el limbo entre disparar y no hacerlo. Casi puede escuchar el tiro reventar en sus orejas, pero no, aún no. Quiere ver la cara del vampiro, quiere matarlo cuando sus ojos puedan apreciar la pistola en su mano, quiere ver el miedo a morir en sus ojos, como sus manos se buscan para suplicarle piedad. Quiere que sufra y quiere ver hasta el último segundo de su agonía.

—¡Eh, tú, hijo de puta!

El vampiro se sorprende y deja caer a su víctima, una mujer alta y delgada golpea el suelo con un ruido que pasa desapercibido, los tacones color chicle le doblan los tobillos horriblemente y se manchan de sangre. El cazador desvía la mirada un momento hacia la chica y su rostro apacible lo dice todo: muerta. Chasquea la lengua con fastidio. Lleva casi veinticinco0 minutos chupándole la sangre despacio, dejándola viva mientras muere tan débil que solo puede limitarse a ser testigo de su propio asesinato, darle una muerte rápida a la bestia que le ha hecho eso es hasta piadoso. Y él no tiene piedad con los vampiros.

Aprieta el gatillo, baja la pistola. Un tiro, en el abdomen, otro, algo más arriba, reventándole una costilla, otro, haciendo lo mismo en el otro lado, otro, atravesando el esternón.

—¡¿Te gusta esto, pedazo de basura?! —pregunta, dejando que la pólvora le irrite los ojos y los disparos sean tan seguidos que le piten las orejas.

Sigue hasta que ve por el rabillo del ojo el suelo lleno de casquillos. ¿Veinte? ¿Veintiuno? Ya se le acaba la munición, así que por si acaso le dispara en el pecho y ¡Plas! El vampiro se convierte en un asqueroso charco de vísceras y cae al suelo con un chapoteo asqueroso. Suena como un vómito sin arcada, realmente repugnante.

Se mete un dedo en la oreja, las tiene taponadas por todo el ruido, pero realmente quería hacer sufrir a ese monstruo. Mira hacia la esquina donde está seguro de que Norman estará rojo de la ira, brillando en la oscuridad como cuando uno se pone una linterna en la yema de un dedo y finge ser E.T. La neblina del tiroteo se disipa un poco y no hay nada ahí. Su oído se comienza a destapar y escucha la voz de Norman susurrando algo ¿O está gritando? No entiende bien qué dice ¿Bosque? ¿Empanada?

—¡Emboscada! ¡Ayuda!

El chico sale corriendo desde su posición hacia el origen de los gritos. Ahora Norman ya no dice nada, pero chilla y lo hace como si fuese un cerdo siendo degollado. Cuando llega a la escena, se encuentra al hombre tumbado en el suelo, tres vampiros encima drenándola la sangre y los dedos tan débiles que es incapaz de agarrar el arma que tiene en sus manos y defenderse. Hay un manchurrón viscoso y rojizo a su lado, así que presupone que ha matado a un vampiro, pero cuatro atacando de golpe son algo distinto.

—¡Mierda! —grita, apuntando a los chupasangres y jalando el gatillo.

Se prepara para el estruendo haciéndole vibrar los tímpanos, pero no sucede nada. Se ha quedado sin munición.

—¡Mierda, mierda, mierda! —grita, recargando su arma mientras dos de los vampiros se levantan y van a por él.

Afortunadamente son neófitos y con solo dos disparos precisos y más rápidos de lo que pueden prever, los mata, pero aún queda el tercero. La alimaña mira con desdén la escena y grita:

—¡No! Mátame, pero pienso dejarte una maldición.

El pelinegro no sabe a qué se refiere, pero cuando el otro muerde a su amigo de nuevo, ahora en el brazo, su cabeza queda totalmente a tiro y eso hace, dispararle.

—¡Joder, como duele, ayúdame! —chilla su compañero, retorciéndose en el suelo y sosteniéndose el brazo. Le han mordido en otros muchos lugares, algunos más sensibles, pero parece solo quejarse por esa última mordida. —¡Esto es tu culpa! Si hubieses esperado los siete segundos habrías visto que no aparecía y sabrías que algo andaba mal ¡Imbécil!

—Ya, ya, no te quejes abuelo, que estás débil. —le dice con desgana, cogiéndolo el cuello de la chaqueta y arrastrándolo por el suelo.

Tiene que llevarlo a donde haya más luz para ver la gravedad de sus heridas y decidir si curarlo ahí mismo improvisando lo que sea o llamar a la organización para que lo trasladen a la enfermería en un rato. Y no piensa cargarlo, el cabrón de Norman mide dos palmos más que él, metro ochenta o algo así, y pesa ochenta quilos, casi treinta más que el muchachito, así que no piensa joderse la espalda tratando de levantar a ese mastodonte.

—Imbécil, ¡Nunca haces caso! ¡Agh! Duele como su puta madre, joder... Si no hubieses vaciado el cargador con el primer imbécil para hincharte el puto ego habrías podido ocuparte de esos tres antes ¡De verdad, esto es increíble! No vas a quedar impune, pienso pedir al jefe que te de una reprimend—

—Norman. —dice el chico, soltándolo ahora que la luz le da de lleno. Su rostro casi siempre relajado, burlón o sarcástico, ahora luce casi infantil por la sorpresa que curva sus labios y ojos en círculos bien abiertos. —¡Norman! —le grita, al ver que el otro sigue quejándose sin prestarle atención. Esta vez para de hablar para espetar un borde:

—¿Qué?

Pero no necesita respuesta, los ojos aguamarina del chico están clavados en su brazo y cuando él dirige la vista ahí también descubre por qué. Entre el color tostado de su piel, resaltan las venas, ahora negras, pulsantes, como culebrillas bajo la dermis. Ahora entienden a qué se refería el último vampiro.

Si ese veneno azabache llega a su corazón, se parará, pero lo peor es lo que viene luego: Norman no morirá, ser convertirá en un vampiro.

—¡OH, joder! ¡Es tu puta culpa! Rápido, haz un torniquete ¡Hazlo!

—¡Mierda, mierda, mierda! ¿Con qué coño lo hago?

—¡Piensa un poco, pedazo de imbécil! —grita Norman, tomando con su mano sana al chico por la camisa y tirando lo suficientemente fuerte para rompérsela.

El chico entiende y rasga la tela, arrancándola fuera de su abdomen delgado, después la envuelve fuerte a la altura del bíceps de Norman, donde las venas ennegrecidas aún no han llegado. Busca en su bolsillo desesperadamente y casi da gracias a Dios cuando encuentra su teléfono.

—¿Qué haces? —pregunta el otro casi furioso, viendo al chico marcar.

—¡Llamar a la organización! —explica, poniendo el aparato en su oído.

—No llegarán a tiempo, rápido, coge mi mochila.

El pelinegro, por primera vez, obedece sin discusión a su cabecilla. Preferiría hacerlo a su modo, pero sabe que la situación es demasiado delicada como para entretenerse a discutir, así bufa, tira el móvil y mete la mano en la pequeña bolsa del hombre. Hay munición, que no le sirve para nada ahora, más pistolas, que tampoco, un teléfono, nada, y...

—¿Un machete?

—Tienes que cortarme el brazo o me convertiré.



Empezamos fuerte ;) Este sería solo una especie de prólogo o quizá un capítulo introductorio, pero ¿Qué os ha parecido?

¿Os gusta la personalidad de nuestro protagonista? 

¿Qué pensáis que sucederá después de esto?

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