—¿La clase está cerrada? —pregunta Lucas, viendo a todos los alumnos esperar frente a la puerta.
—Dicen que este profesor llega tarde. —responde Marcel.
Lucas rueda los ojos, no quiere tener que quedarse con esa manada de alfas, así que se apoya en el lado más solitario de la puerta y espera. Unos tacones repiquetean en el suelo en dirección a ellos, una mujer de vestimenta impoluta y un moño rubio que casi parece de mentira, se para frente a ellos. Baja los ojos, leyendo algo en un papel que trae en la mano a través de sus gafas, que se deslizan hacia la punta de su nariz. Después alza la vista y, pasando por Lucas unos segundos, mira a Marcel.
—¿Marcel? —pregunta ella, el chico asiente. —¿Puedes acompañarme un momento? No es nada malo, solo debo notificarte un cambio que podría afectarte. —el chico asiente. La mujer se voltea, anda en dirección contraria, cruzando las piernas largas como una modelo y dejando que la corta falda revele solo lo necesario.
—Nos vemos luego. —dice el beta, despidiéndose de Lucas; este mueve la mano para decirle adiós y mira a ambos lados.
Está en una zona un poco más solitaria, pero sigue rodeado de alfas. Reconoce a cierto castaño claro hablando con su grupo de amigos, en el que su compañero de piso está. Lo mira unos segundos, todos ríen y suenan bobalicones, pero él parece ser músico cuando abre la boca, su voz suena bien, subyacida por el leve rugir de un lobo. Su omega interior se estremece, demandando acercarse a esa voz, demandando cumplir sus órdenes. Lucas sacude la cabeza, las ideas extrañas vuelan lejos, pero sus ojos no logran despegarse del cuerpo del alfa. Tan grande, tan temible, sin embargo, su sonrisa parece reconfortante. Brilla, como en verano cuando uno va a la playa y se siente tan calmado como para dormirse sobre la arena. Brilla, como la luna a la que su lobo quiere aullarle cada noche.
Sin quererlo, cruzan miradas. Él da un respingo, frunce el ceño y la aparta de inmediato. Desafortunadamente escucha al alfa excusarse con sus amigos y lo siguiente que sabe es que tiene su olor frente a sus narices. Toma aire por la sorpresa, pero el aroma de Damián inunda su sistema rápidamente; es agradable, fuerte y parece querer arraigarse a todas y cada una de sus células. Su omega se siente poseído y dócil por ese aroma familiar, pero él se niega a reconocerlo como un hogar, aunque así huela la casa donde cada noche duerme.
—Esta mañana te has ido pronto, ni te he visto. —le dice, riendo.
—Esa era la idea. —responde Lucas con tono esquivo. Se siente atrapado, el gran cuerpo de Damián está cerca del suyo y la pared a su espalda le impide retroceder; siente su calor fundirle la piel, su respiración dictando un ritmo viril y su olor impregnando cada inhalación. Se siente ebrio de ese hombre con tan solo su presencia. Si tocase mi piel, no sé qué pasaría...
—Pues pondré mi despertador antes, me gusta darte los buenos días.
—Nunca son buenos. —arguye con tono mordaz.
—Para mí sí si veo esa cara tan adorable cuando me despierto. —Lucas ruedas los ojos y finge una arcada, pero Damián puede ver como su mentón tiembla por los nervios y cómo las mejillas se ruborizan lentamente. Ama cuando Lucas no puede ocultar que es débil a sus palabras. El alfa mira a los lados, buscando al beta. —¿Estás solo?
—Bueno, estás tú. —responde el chico, ríe sin gracia y después niega. Estar con un alfa es lo mismo que estar solo.
—Vaya, es bueno que admitas mi presencia. Creo que esto es una mejora. —Lucas se muerde el labio, pensando en qué decir. Antes de poder idear una nueva puya, Damián añade: —¿Puedo sentarme contigo en clase?
Lucas lo mira de repente. Él odia estar solo, lo odia con toda su alma y ha sentido el corazón encogérsele cuando el beta se ha ido; sus ojos brillan con una emoción pueril y se traza una leve sonrisa en su rostro mientras asiente. Después recuerda que es un alfa quien le habla y trata de cambiar su semblante por uno serio.
—D-Digo, no puedo evitarlo. Así que sí.
—Entonces ¿Fue todo por defensa personal? —pregunta la mujer. Mira por encima de la montura de sus gafas esperando la respuesta del beta.
Él asiente, cerrando los ojos. Parecería afligido si al volver a abrirlos no tuviese una fría mirada. Despega sus labios.
—Estaba en la habitación con mi amigo, Lucas. Él es un omega y puesto que yo soy un beta supongo que Jake pensó que sería fácil., Yo solo nos defendí. Puedes preguntarle a Lucas si necesitas una segunda opinión. —la mujer garabatea algo en su informe, mira salteadamente al chico y la hoja que tiene delante, después la guarda en una carpeta y la deja a un lado, negando.
—No la necesito. Un alfa, un omega y su amigo beta... es bastante obvio a quien creer. Además, eres un chico tranquilo, él vino a la oficina golpeando cosas y gritando. He visto tu expediente, fuiste un alumno impecable durante toda tu vida, así que no creo que hayas usado la violencia por que sí. —la chica toma aire. Mira a Marcel con una sonrisa cuando este asiente y traza un agradecimiento casi mudo en sus labios. —Jake será sancionado para que no vuelva a suceder, lo enviaremos a otra habitación. En cuanto a ti... —la chica se gira hacia la derecha y empuja su silla en esa dirección, las ruedas de la silla de ordenador se mueven hacia esa dirección, llevándola hasta una pila de expedientes. Rebusca en ellos uno y después se lo tiende a Marcel. —Él será tu nuevo compañero, dudo mucho que tengas problemas. Pronto se lo comunicaremos ¿Qué te parece?
Marcel mira el papel con el nombre de su compañero. Sus labios rígidos se curvan levemente en un extremo y una sonrisa pasajera surca su rostro.
—Me parece genial, será divertido. —mantiene la sonrisa, dejando el papel sobre la mesa. Él no sonríe a menos que sea necesario y ahora realmente necesita hacerlo; y solo está imaginando todas las cosas que hará con su compañero.
Los ojos de la chica vuelven al papel antes de guardarlo de nuevo; relee el título de la ficha, para asegurarse de no estar equivocada.
Esteban Lucen. Beta.
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