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León, aunque feliz por la abundante cena que le espera, empieza a sentirse nervioso cuando Lendra lo introduce en el gran comedor. Es una sala con un ventanal enorme al final, pero tapado ahora que es de noche, lo que da un aire lúgubre al lugar a pesar de los muchos candelabros dorados. Hay una larga mesa de roble en el centro, con sillas altas y macizas también de esa madera y con cojinetes color rojo, como la cama de Harry. Varios criados van y vienen a la mesa, dejando platos humeantes y encendiendo las velas que se apagan. León se siente nervioso viendo esas enormes sillas y los enormes miembros de la familia real sentados en ellas, ocupándolas con su gran presencia.

Encabezando la mesa León reconoce al grandísimo rey Towen, sin ninguna esposa a su lado. Los primeros asientos después del del rey son el de Harry, a la izquierda, y el de Gerard, a la derecha. En la penumbra, León tiene dificultades para distinguirlos hasta que Harry sonríe. Al lado de Harry hay una pareja y al lado de esta una joven ecuánime y un niño que juega con los cubiertos. León adivina que son Hermalias, hermana alfa del rey, y su esposo omega Roger junto a sus hijos, el pequeño alfa Shin y la joven beta Chenli. En el lado opuesto, junto a Gerard, hay un asiento vacío al que Lendra se dirige haciendo bromas y, al lado de este, una omega pelirroja corpulenta y hermosa que la saluda con un beso en los labios. Debe ser su esposa, Paola, y el niño que balancea los pies sentado en el filo de la silla del lado de Paola debe ser su hijo, Sanha.

León se queda parado frente a la mesa, sin decir nada y sin saber dónde ponerse. El quiere ir corriendo y quitarle el sitio al alfa moreno que está al lado de Harry, o sentarse en su regazo, o esconderse debajo de la maldita mesa, pero no quiere quedarse como ahora está: como un pasmarote en medio de la sala con todas las miradas de la familia real sobre él y los criados teniendo que apartarse porque estorba en su camino.

—Siéntate, hijo, ahí. —dice la voz aguardentosa del rey. Señala el extremo opuesto de la mesa, donde han dispuesto para él una silla igual de grande que para los demás.

Camina hacia ella oyendo sus pasitos resonar en medio del incómodo silencio y siente que no llegará nunca.

—G-gracias —dice sin voz, teniendo que dar un saltito para sentarse.

Cuando lo hace siente que se hunde en los cojines y el respaldo y nota que no llega al suelo con los pies, ni a los reposabrazos con los brazos y a duras penas a la mesa. La silla pesa demasiado como para que él la mueva más cerca de la mesa y empieza a sudar, nervioso, pensando que eso es un maldito infierno y que quiere salir de ahí cuando antes.

La familia observa sus movimientos en un inquietante silencio, menos los niños, y tiene la sensación de que todos, incluso los dos omegas, son depredadores a punto de saltarle al cuello y que él es el platillo principal de esa comida. Traga saliva y observa que los niños, más bajitos que él, se arrodillan en la silla para poder llegar a la comida, así que él los imita, sintiéndose extraño. El rey Towen le sonríe con complicidad y compasión y los alfas huelen el aire con un disimulo que no es suficiente. León sabe que su nerviosismo y su miedo está haciéndole liberar feromonas, el hormigueo que siente en su nuca se lo dice.

—Espero que disfrutes nuestra comida —dice el rey cuando uno de los sirvientes se inclina para dejarle el primer plato.

La sopa es de un suave color crema y León puede ver flotando las diferentes verduras mencionadas, así como una especie carne blanquecina azulada tan tierna que parece a punto de deshacerse. Intuye que eso debe ser el pescado. Ante la expectación del rey, el chico toma una cucharada con arenque y tierna patata, la sopla y después sorbe. Traga, haciendo un ruido de gusto por el sabor salado que le recorre el paladar. El caldo tiene un aroma y sabor deliciosos y la patata y el pescado le dan sustancia y solidez, pero sin apenas necesidad de masticar. León puede aplastarlos con la lengua en la boca, liberando un sabor suave, pero exquisito, que jamás imaginó que probaría.

—Su majestad, es delicioso, gracias por dejarme comer con la familia real esta noche, es todo un honor, tan siquiera sé cómo agradecerlo. —balbucea el omega, con temor a atragantarse.

—Tonterías, nosotros estamos agradecidos de poder acoger en nuestro palacio a un lobo fantasma de carne y hueso. —dice el rey alzando su copa con alegría y bebiendo un largo trago de vino.

León nunca ha bebido más que un par de tragos de alcohol así que coge su copa y simplemente se moja los labios para probarlo. El sabor es fuerte, seguro que exquisito para un entendido, pero a él jamás le gustó el vino.

—León ¿Es cierto que ya no crecerás más? Pregunta el pequeño niño de cabello oscuro a su izquierda.

El omega se atraganta con la comida al oír esa pregunta y tose sobre una servilleta.

—¡Shin! Eso es descortés. —brama el omega que tiene a su lado, Roger, mientras le agarra por el pellejo de la nuca como regañina.

—Uhm, no pasa nada —intenta exculparse León —, no, no creceré, los lobos blancos somos pequeños. —explica con suavidad.

Gerard empieza a comer sin prestarle la más mínima atención y Hermalias, aunque lo mira de vez en cuando, parece también desinteresada. Roger se ve más bien curioso y la pareja de Lendra lo mira con ojillos brillantes.

—¿Fue largo el viaje? —pregunta la omega pelirroja con los ojos tan fijos en él que va a tomar una cuchara de sopa sin mirarla y casi se la hecha encima. Su esposa ríe y le limpia la barbilla.

—Creo que fueron cuatro días de Kez a aquí —responde a Paola, pausando para tomar otra gran cuchara de sopa. No quiere ser maleducado, pero ahora que ha probado la maravillosa comida quiere llenarse antes de que se le enfríe. —, aunque no estoy muy seguro, pasé los primeros inconsciente.

—Oh, pobre cosa. —dice Paola haciendo un puchero.

—A mí me trajeron a cuestas después de estar inconsciente una semana y no te oí compadecerte —dice afiladamente Hermalias. La mujer alfa tiene un tono grave que León toma en serio al principio, pero cuando Paola le saca la lengua es respuesta sabe que bromean. La alfa, castaña como Harry, se gira a ver al lobito blanco y suelta: —, claro que yo ni soy una omega, ni soy de tu raza.

León no sabe si tomárselo como una ofensa, acaba de insinuar que es débil y no es mentira, pero el tono burlón en que lo ha dicho, lo hace encogerse un poco en su silla y sentirse mal.

—¿Podemos hablar de otra cosa? Me empiezo a aburrir, es solo un omega extranjero, no sé por qué tanto revuelo. —gruñe Gerard haciendo un ruido estridente al dejar su cuchara en el plato sopero vacío.

León se sobresalta y el pelinegro le asesta una molesta mirada por una fracción de segundo. Él quiere decirle que no es su culpa, que no ha escogido exponerse ahí como un fenómeno de circo para que una familia entera le haga un interrogatorio, pero responderle eso a un príncipe... A León se le eriza la piel solo de pensar en las consecuencias.

—Alguien debería mandar una carta los Kez diciendo que nada más de tratos económicos, esta últimas transacción ha sido muy pobre. Mi equipo de economistas calcula que básicamente no hemos ganado nada de nada, tampoco hemos perdido nada más que el tiempo, pero cuatro días son importantes. —dice Roger con tranquilidad, mirando la sopa y apartando las patatas.

León suspira, aliviado porque ese omega haya cambiado el foco de la conversación forma más agradable que Gerard. Paola alza su mano como para hablar, pero antes traga una enorme cucharada de sopa y dice:

—Tiene razón, mi rey —ahora dirigiéndose hacia Towen. —, los lobos de la islas tríada nos ofrecen un mejor trato y creo que deberíamos enfocarnos en dirigir el comercio exterior hacia ahí y, si hablamos de comerciar dentro del continente y al otro lado de las montañas, mi familia está haciendo tratos con otros territorios y aseguran que estarían dispuestos a hacer algún trato con nosotros también, sobre todo en el tema de exportación de armas.

—Bien —responde el rey con absoluta seriedad. —, me parecen grandes ideas y no dudaré en aprobarlas, pero dejaremos eso para cuando todo el consejo esté reunido y podamos debatirlo con más calma. Ahora, hablemos de algo menos burocrático. Hijos ¿Qué tal os ha ido en el entrenamiento?

Gerard hace una cara extraña, estirando una de sus comisuras, pero sin sonreír y Harry se apresura a hablar con rostro serio.

—He empeorado un poco respecto a la última vez, padre.

El rey niega diciendo:

—Harry, eso es normal. Kajat dice que casi has vuelto a tu ritmo normal y tus heridas están curadas, me sorprende demasiado. Así que no te desesperes, podrías incluso tomar un par de días libres de entrenamiento ahora que se acerca el festival del fuego.

León escucha atentamente, sorbiendo su sopa y dándose cuenta, cuando la cuchara tintinea contra el plato, de que ha sido capaz de acabársela sin esfuerzo. Nota el estómago caliente y poco a poco su cara y manos pálidas recuperan el color. De golpe, el atuendo que Harry le hace llevar no le parece ya demasiado fresco.

—Padre, quiero seguir entrenando, si llegase una guerra y no estuviese preparado...

—Lo entiendo, hijo, lo entiendo —susurra con un tono solemne, mirándolo a los ojos y viendo en ellos la determinación de su joven yo. —, pero trata de sobre esforzarte y come bien, aún te queda sopa. —Harry asiente vigorosamente y ataca su plato. Su padre se gira hacia el otro lado, viendo ahora a su hijo menor. —Tú que tal, Gerard ¿Dominas mejor eso de transformarte durante periodos largos?

—Bueno, aún me cuesta un poco, pero duro unos minutos más. —explica secamente.

—Todo a su tiempo, todo a su tiempo —dice el rey asintiendo, entonces se voltea hacia la alfa que Harry tiene al lado, Hermalias.

—Tiene razón, en el entrenamiento de hoy ha tenido alguna dificultad, pero le aseguro que está mejorando. Si hubiese una guerra, como el príncipe dice, Gerard podría combatir con las filas de reclutas promedio. —informa la mujer.

El rey asiente con orgullo, pero Gerard baja un poco la cabeza, apartándoles la mirada a ambos como si sintiese vergüenza.

Un mayordomo pasa al lado de León y le recoge el plato para dejar otro. El chico le da las gracias varias veces y mira con hambre la carne con dátiles y verduras. La come con ansia, relamiéndose después de tragar un pedazo de comida y pensando en el siguiente. Como la conversación ya no va con él, se relaja y se permite centrarse en la comisa. León prueba la carne por primera vez en años prácticamente y no la recordaba tan deliciosa. Los guisantes, que jamás ha comido, son como pequeñas bombas de sabor y los dátiles, también nuevos para su paladar son dulces y cremosos a pesar de su aspecto arrugado. León devora el plato con ansias y hasta tiene un pequeño monólogo mental de por qué no debería lamer el plato por muchas, muchas ganas que tenga.

—Veo que los cocineros han acertado —comenta el rey Towen al ver a León con la boca llena y el plato vacío.

Intenta taparse la boca mientras ríe enternecido por el comportamiento del lobo blanco, pero Harry, Paola y los niños se ríen de forma casi descarada. León se pone rojo como un tomate instantáneamente y baja la mirada, pero por suerte el tema de conversación vuelve a desviarse con rapidez. Esta vez se trata de los niños pequeños chillándole a Harry que por favor les cuente como fue su última batalla. Harry les dice que no es algo que se deba contar cuando se come y después les promete que al día siguiente se lo explicará. Uno de los niños pregunta si ese es el motivo por el que ha dicho que entrena peor ahora y Harry le explica, con demasiado lujo de detalles, que su costilla se partió y le costaba respirar por culpa de una herida de guerra. Después mencionan que eso sucedió hará dos semanas y León se queda boquiabierto.

Él una vez se perforó un dedo del pie con un clavo suelto y cojeó por un mes, pero Harry, tras medio mes con una costilla rota, ya lucha casi como antes. No le extraña que los Seth sean tan temidos, parecen inmortales como las bestias mitológicas.

El mismo criado que antes aparece a los pocos minutos retirando el plato de León y este le para con un gesto nervioso.

—Perdona ¿el postre puedo guardarlo para el desayuno de mañana? No quiero desperdiciar comida y estoy lleno.

El siervo parece sorprendido, pero asiente y se marcha, volviendo después para servir el postre de los demás. Harry, Gerard y Hermalias repiten y Paola acaba por darle la mitad de su postre a Lendra mientras se miran intensamente. Al terminar de comer todos se levantan, dispuestos a seguir con su vida normal, y León siente un peso titánico elevarse de sus hombros como helio. El omega baja de la silla de un saltito y luego da otro repullo al notar que tiene a Harry justo a un palmo de él, esperándolo.

—¿Estás satisfecho? —pregunta con su bonita sonrisa y empezando a andar hacia el salón principal.

—Sí, mi príncipe, todo era delicioso y estoy totalmente lleno, gracias por dejarme comer con la familia, real, siendo si no he podido dar demasiada conversación o si...

—Has estado bien —lo anima con tono neutral. —, quería que te sentases a mi lado, pero Hermalias es muy estricta, bueno es una coronel, se supongo que tiene que ser estricta. ¿Has estado nervioso?

—Bastante —confiesa risueño, luego se mira las manos y nota que aún le tiemblan un poco. —, era como un interrogatorio.

Harry ríe con su voz grave, pero luego baja el tono, lo mira con los ojos entrecerrados, afilados, y susurra.

—Yo estoy a cargo de los interrogatorios, León, y créeme que ya les gustaría a los prisioneros que fuesen así de dulces. Si te hubiese interrogado —dice, llevando la vista al frente, dejando una escalofriante pausa y relamiéndose —, tendrías tanto miedo que todo el castillo olería tan dulce como has hecho oler el comedor con tus feromonas.

—Si me dice esas cosas, mi príncipe, —León balbucea —y-yo... voy a producir más feromonas y es vergonzoso.

—Bobo —le responde Harry volviendo a su tono jovial de siempre y pellizcándole una mejilla. —, a ti no tengo que torturarte para que hables, podemos simplemente conversar.

—Me alivia oír eso, creo que partir de ahora apreciaré mil veces más cualquier conversación.

Unos minutos más tarde, Harry se detiene en una de las puertas laterales del pasillo que conduce a la de su habitación. Para ser más precisos, se detiene en la primera puerta a la derecha desde su habitación, y la abre, echándose a un lado para que León pueda pasar.

El muchacho queda totalmente impresionado tal cual entra. La habitación es más pequeña que la de Harry, sin balcón, pero con una ventana grande que deja que el sol de directo en la cama. Su cama es también más pequeña, pero le sobra de todos modos. Está hecha con una cabecero de madera clara, sin tallar, y sábanas color crema. La pared es también de colores suaves y en el suelo hay un baúl alargado para sus cosas, y un escritorio de mármol con una silla de madera igual al cabecero. Luego, en la pared, hay un armario estrechito y entreabierto donde León ve distintas piezas de ropa.

—Es tu habitación, justo al lado de la mía. Pocas habitaciones constan de baño en el palacio, así que puedes usar el baño comunitario que está al lado de la sala de ceremonias o usar el mío. Yo preferiría que usases el mío, me gustaría escoger tu ropa y peinarte siempre después de que te hayas bañado.


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