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Es la primera noche en años que León duerme en un sitio cálido, blando y suave. La primera vez que tiene cobijas para taparse y que si se da la vuelta no se cae de morros al suelo. Incluso en su querida casita de la aldea de lobos blancos no estaba rodeado de tantas comodidades. Tenía su camita, una manta y a veces una hoguera si hacía mucho frío, pero jamás había dormido en algodón egipcio o en un lugar donde podría estirar sus brazos y piernas y aun así no tocar las orillas de la cama.

Normalmente el agotamiento lo hace dormirse en cuestión de segundos ya sea en camas de burdeles, calles o matorrales, pero hoy le cuesta mucho más. León no puede parar de pensar en la locura que está viviendo. Cuando los lobos pardos le arrebataron todo y tuvo que vivir como un indigente pensó que su vida no podía dar más vueltas, no al menos tan sorprendes como aquella, pero haber sido vendido al príncipe de los lobos negros y haber acabado en una cama cara, con el estómago lleno de comida lujosa y prendas de satín envolviéndolo es algo que jamás pensó que pasaría.

Quiere estar contento con su situación porque jamás ha tenido tantos lujos y por primera vez se siente consentido y feliz, pero también le inquieta su nueva vida. Precisamente porque es nueva. León es un animal de costumbres: se crío en las costumbres y ritos de los suyos y los siguió toda su infancia y adolescencia y, cuando todo acabó, se creó que pequeña rutina para sobrevivir en Kez: siempre sabía qué hacer y qué le esperaba, ya fuese un buen botín o pasar hambre unos días. Ahora sabe que al despertar estará desorientado y le teme a eso.

También le teme a Harry. Su padre es más poderoso, sin duda, y algunos de sus tíos y su hermano tienen un aura más amenazante, pero León es un regalo específicamente para Harry y eso le preocupa demasiado. No conoce a ese hombre de nada y duda llegar a conocerlo jamás, de él solo sabe cuatro cosas y cada una más preocupante que la anterior: que es un lobo negro, que es un alfa, que es un príncipe, y que hace poco ha llegado a su madurez sexual. Un guerrero grande y poderoso como él con un omega hermoso en sus manos... León sabe que el hombre ha sido amable con él, pero también sabe que muchos alfas creen que la amabilidad es el precio del sexo y que, si un omega no lo paga, ellos tienen derecho a tomarlo por la fuerza.

Ha visto a demasiados alfas con doble cara y demasiados omegas con el ojo morado como para confiar ahora en unas caricias y unos hoyuelos bonitos. Le gustaría demasiado ser ingenuo, pero perdió la inocencia cuando tuvo que escoger si suicidarse o no y dudó. Lleva dudando tres años y ahora ha perdido el cuchillo de su madre. León no sabe por qué, pero llora y las lágrimas parecen llevarse lejos la preocupación que lo mantiene despierto.

Cuando vuelve a abrir los ojos es porque el sol le da de lleno en la cara. No es desagradable, de hecho, siente en su cuerpo la calidez de las primeras horas de la mañana y la suavidad del algodón egipcio, una mezcla que podría hacer a cualquiera pensar que está en el cielo. León se despierta con más lucidez de lo normal. Usualmente abrir los ojos viene acompañado del estómago punzándole de hambre, la garganta llena de mucosidad por un catarro y los músculos entumecidos como si estuviese volviéndose de piedra. Hoy la mañana viene acompañada de olor a hojas, el sonido de los pájaros y una manta con la que puede taparse la cara y fingir que vive en una burbujita. Desde que su pueblo fue destruido que no ha tenido un despertar tan bueno.

Se destapa con urgencia, recordando algunas de las indicaciones que Harry le dio antes de dejarlo en su habitación. Le dijo, si mal no recuerda, que al despertar debía ir a por su desayuno y llevárselo a la habitación, después podía ir a por el propio. También le dijo que si lo encontraba lo dormido lo despertase y no lo dejase holgazanear, aunque León espera no tener que levantarlo, la gente no está de buen humor por las mañanas y pensar en Harry así le hiela la sangre.

León agradece a su inconsciente que sea capaz de recorrer el camino hacia la cocina sin pensarlo mucho, aunque se equivoca un par de veces, acabando una en el comedor de la noche anterior y otra en lo que parece una gigantesca sauna. Cuando llega a la cocina los empleados, algunos betas y omegas, le entregan una bandeja de plata con un gran surtido de alimentos para el príncipe Harry: Habas con pan, huevos revueltos y un cuenco enorme de fruta y frutos secos.

León tiene problemas para llegar a la habitación de Harry sin que nada se le caiga de la bandeja. Los platos se deslizan de un lado para otro, sobre todo al subir las escaleras, y el omega siente que se le saldrá el corazón del pecho, pero al final llega sano y salvo. Abre la puerta de la habitación del príncipe y es entonces cuando la bandeja sí que está realmente cerca de salir volando.

Harry está dándole la espalda, pero está desnudo y León, queriendo taparse la cara, casi manda la comida al suelo. Cuando el bol de fruta amenaza con caer el chico aprovecha sus reflejos rápidos de ladrón y se equilibra, salvando la comida, pero tiene que apartar el rostro para no quedarse mirando al alfa. Tiene la espalda ancha y marcada, los glúteos redondos y trabajados y unas piernas velludas y musculosas que lo hacen exhalar con un ruido vergonzoso. Todo su cuerpo tiene cicatrices desde el cuello hasta en los tobillos.

Harry lo mira por encima del hombro, riéndose.

—Tienes que tocar a la puerta —dice sin tono de regaño, sino más bien divirtiéndose por la reacción del chico. —, anda, ábrelos.

León le hace caso, abriendo despacio sus ojos, y notando con alivio que se ha puesto pantalones. Son de color marrón, parecidos al moreno de la piel del lobo, y lleva con ellos un ancho cinturón negro de piel.

—Lo anotaré, tocar a la puerta antes de entrar —dice el chico risueño —menudo susto. Le traigo su desayuno, señor.

—Déjalo sobre la cama ¿Y el tuyo? —pregunta cuando el chico le obedece.

—Oh, pensé en ir cuando acabase de recoger su bandeja.

—Tráelo, me gusta que me hagan compañía mientras como. —dice palmeando su cama y tumbándose, poniendo la bandeja en frente suyo mientras rebusca con el tenedor los mejores pedazos de comida para empezar.

León asiente y corretea por los pasillos en busca de su comida. Advierte a los cocineros de que no quiere que le preparen nada, sino comer el postre intacto que dejó la noche anterior, así que le dan su cuenco de frutas con miel y un tenedor de plata y vuelve con Harry, ahora sin la tensión de tener que hacer malabarismos con una bandeja llena.

El príncipe lo espera tumbado de lado en la cama, como un amante, y León entra con inseguridad a su habitación, sentándose justo en el bordecito de la cama, con las piernas muy juntas y el tazón de fruta sobre las rodillas. No extraña su vida de Kez, pero la vida en Seth le parece extraña. El príncipe y él llevan menos de un día entero siento amo y siervo y aun así el hombre se comporta con él como si fuesen más cercanos de lo que son y eso incomoda a León. Harry tiene interés en él y eso le preocupa, nunca un alfa interesado en un lobo blanco ha hecho algo bueno.

León come lentamente, notando como los nervios le cierran el apetito.

—Ayer en la cena algunos fueron algo groseros contigo, me disculpo. —dice el príncipe de la nada.

—Oh, no es nada, da igual. —susurra el omega sin darle importancia.

—No da igual —responde Harry irguiéndose y endureciendo su tono—, Gerard no tuvo por qué ser borde contigo, tú no tienes la culpa de estar aquí ni d-

—Mi príncipe —le interrumpe León con un tono suave, esperando no ser demasiado maleducado. —, he pasado por tantas injusticias que un príncipe tratándome como a un inferior es algo que no me quitará el sueño. Además, si a su hermano no le agrado él tiene derecho a sentirse así.

Harry parpadea un par de veces, mirándolo en silencio, y luego vuelve a echarse y comer.

—De todos modo le diré que sea más amable. Le amo, es mi hermanito, pero a veces me desagrada mucho —explica sin mayor turbación. —¿Tú tenías hermanos?

León asiente, ocultando una risa que le viene a la mente siempre que piensa en su hermano y en cómo el gran alfa tenía a veces las ocurrencias locas de un niño de cinco años.

—Un hermano mayor, un alfa, era... insoportable, pero creo que por eso lo quería. Una vez me llenó la cama de ortigas para fastidiar, pero a la semana se rompió el brazo salvándome de que me cayese una roca en la cabeza.

Harry pierde su sonrisa, mira con ojos brillosos el rostro de León, perdido en la fruta, pero seguramente viendo los colores de sus recuerdos. Deja la bandeja a un lado y se acerca al chico, recogiéndole con los dedos un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Debes extrañarlo, hablas muy amorosamente de él —León asiente, pero no le tiemblan los labios, ni se le arruga el mentón, ni se le nublan los ojos. No va a llorar, no quiere manchar esos recuerdos de lágrimas. —¿Cómo se llamaba?

—Él, bueno... —León traga saliva, notando un nudo en su garganta. Ha tenido años para aprender a controlar sus emociones y para olvidar cosas que le duelen. El nombre de su hermano es una de las cosas que ha intenta borrar de su mente, como el de su padre, su madre y el de sus amigos o sabios maestros, pero ahora Harry, con su pregunta, parece dar un palazo en el pecho de León y desenterrar algo que lleva mucho tiempo muerto. —llamaba Anven. —confiesa con un hilillo de voz. El nombre de su hermano se siente irreal, profano, y nota como se le revuelve todo el estómago —Yo... no quiero hablar más de esto.

—Claro —dice Harry ante el tono demandante de León, se siente completamente a su lado y le pone una mano en el hombro, consolador. —, perdona, no sé lo es perder alguien tan cercano, lo siento si fui un insensible.

León se queda unos momentos confundidos. Él pensó que la madre de Harry, la reina, había muerto, pero lo que el príncipe acaba de decir entonces no tiene sentido. Tampoco puede preguntar, así que se queda con los mofletes inflados, mirando al frente, justo donde está el cuadro de los dos grandes lobos negros.

—¿Sois tú y tu hermano? —pregunta, atento a la mirada de los dos canes, tan intensa, pero estanca, como si una barrera invisible fuese lo único que les impidiese desgarrarse el uno al otro. Harry asiente mirando el cuadro con las manos apretadas en el regazo. —No parece que seáis hermanos, más bien parece que seáis enemigos...

—No nos llevamos el todo bien, tenemos diferencias políticas enormes y él... bueno, me tiene rencor porque soy yo el heredero.

—Si yo fuese príncipe me quejaría bien poco por no ser el heredero. Todos estos lujos, este palacio colosal... en Kez habría agradecido hasta un vaso de agua de estanque. —dice el chico con tono frustrado.

—No eres príncipe, pero me aseguraré de que vivas como uno. —responde el alfa, ignorando ya por completo su bandeja y llevando su mano a una de las de León.

El chico ve como a cámara lenta como su amo le toma la mano con delicadeza entre sus grandes dedos llenos de anillos, como le ase los dedos y cómo se inclina para besar los nudillos rosados.

—¿Por qué tantas molestias por mí? —pregunta el omega desconfiado, apartando la mano de golpe y tragando saliva al darse cuenta de su rudeza. Su omega le dice que pare, pero él está harto de vivir en silencio. —No soy más que un omega cualquiera ¿Es porque soy un lobo blanco? ¿Por qué quieres ser el primer alfa en follarse al último omega de mi raza? No quiero ser tratado como un premio, ni aunque sea el premio del príncipe de los lobos negros.

Harry aparta su mano y lo escucha con una mueca dolida.

—No soy como esos bárbaros que asaltaron tu aldea en busca de sangre y sexo. Quiero cuidarte, verdaderamente quiero cuidarte porque eres una criatura hermosa e interesante, incluso aunque no fueses de una raza al borde de la extinción habría puesto mis ojos y atención sobre ti. —León tuerce la boca y lo mira todavía con duda —En mi vida pude imaginar a un omega como tú, tan fuerte, tan persistente, es como si hubieses nacido para ser rey.

León suelta una risa despectiva.

—Ni siquiera soy capaz de crear descendencia, sería rey de un imperio sin príncipes ¡Avocado a la perdición! El peor rey de la historia ¿No crees? —pregunta bromeando.

Harry se ríe con él, pero encoge sus hombros.

—Mejor rey que el rey Dem —León ríe con saña al oír tal hostilidad de un príncipe del que va detrás la hija de dicho rey. — y mejor que mi hermano, si hubiese nacido unos minutos antes.

—¿Y por qué sería mal rey? —pregunta León curioso. —Quizá su actitud desagradable le ayudaría a hacerse respetar

Harry niega con suavidad y una mueca dolida y le reprende:

—Gerard es contrario a todo lo que nuestra corona representa. Si por él fuese yo ya estaría casado con Lady María y la mitad de los lobos a los que despreciamos... seríamos iguales que ellos. Tendríamos mercados de esclavos, burdeles con omegas apenas cachorros y conquistaríamos territorios inocentes solo por tener un cacho más de tierra. Mi hermano piensa que gobernar tiene que ver solo con el poder, con tener mucho, con mostrarlo duramente, pero mi padre y sus ancestros siempre dijeron que gobernar era tener el poder suficiente para cuidar de lo que uno gobierna. Para Gerard el pueblo es un recurso económico y el ejército peones a los que sacrificar, para mí el pueblo es mi manada, mi familia, y mis soldados son los amigos por los que daría la vida en batalla.

—Eres tan... noble —dice el omega, girándose para ver el león tallado en el cabecero de la cama. Su expresión contenida le recuerda a Harry, toda esa fuerza controlada, lista para desatarse en momentos clace... León amaría ser así, él siempre piensa que no queda un gramo de fuerza en él y que la mayor demostración de eso fue el momento en que no tuvo valor siquiera para tomar la decisión de suicidarse y morir con su pueblo, el momento en que fue tan cobarde que los abandonó a todos. —, no entiendo cómo puede llamarte la atención alguien como yo, soy... no soy nadie aquí, no tengo siquiera un lugar al que volver si me liberas.

Harry lo mira con ojos vidriosos, le quita el cuenco del regazo y o abraza. León queda en shock, piensa que la cercanía del alfa le dará arcadas, que lo arañará como a esos guardias reales que abusaron de él o que perderá el conocimiento como cuando su primer celo le dio demasiado asco, pero no sucede nada de eso. Su lobo se acurruca entre los brazos de Harry y él hunde la cara en el hueco entre su cuello y su hombro, inspirando el aroma a pino que desprende el alfa. Su fuente de olor libera esa fragancia tranquilizadora a voluntad y León se siente tan arropado por su abrazo que casi se hecha a llorar.

—M-mi príncipe, no creo que deba a abrazar a un sie-

—Este es tu lugar, omega, por eso acepté quedarme contigo. Tu eres parte de mis tierras, no eres un extraño, no quiero que lo seas, por eso quiero aprender de ti y no dejar que olvides tus raíces, no quiero arrancarte de tu pasado, pero quiero enseñarte mis costumbres, darte un nuevo sitio y que te sientas acogido. Quiero que el que un día será mi reino pueda ser un hogar para los desamparados, para los inocentes que como tú han sido despojados de pueblo, de su manada, de su raza.

—Todos me miran como a un fenómeno, aunque sea con asco o con deseo, todos me miran así porque soy raro, porque estoy fuera de lugar, mi príncipe. Voy a ser siempre un extranjero, siempre tendré el pelo blanco, seré más pequeño de lo normal, incapaz de darle una familia a ningún alfa, nunca voy a tener un lugar en sus hermosas tierras, mi amo. —solloza el omega, abrazándose tan fuerte que sus uñas se clavan en la espalda del alfa. —No tengo lugar en el mundo, solo... debería haber muerto como los demás.

Harry libera feromonas que hacen a León sentirse somnoliento, ruge en su cuello y la vibración, naciendo junto a los latidos en su pecho, hace que el cuerpo entero del omega tiemble de sumisión y temor.

No digas algo tan horrible de ti.

León gime, es la primera vez que alguien usa la voz en él. En su pueblo los alfas no tenían esa capacidad y siempre pensó jamás tendría que experimentarlo, pero ahora todo su ser parece existir solo para Harry, para la ira contenida en el susurro, para la forma en que sus dientes se aprietan como ansiando morderlo y que su lengua se curva para darle una orden que lo marca a fuego. León gime otra vez y araña a Harry dejando tiras rosadas en su piel, el vientre se le hunde como si lo tuviese lleno de piedras y de pronto su cuerpo pesa y arde. Una descarga le recorre la ingle y siente su entrepierna palpitar en anticipación.

—A-alfa, no puedo, no sé qué pasa —lloriquea. El tono agudo y roto de la llamada de auxilio hace que los oídos de Harry zumben y sus pantalones holgados se sientan más apretados que nunca.

—Perdóname —se apresura a decir, humectándose después los labios con la lengua. —, he usado mi voz sin pensarlo, lo siento. —entonces mira a los ojos al omega, viéndolos abiertos de horror, observando todo sin entender nada. Y cae en la cuenta: —Oh, por la diosa de la inocencia, debe ser la primera vez que un alfa te hace eso, lo siento, lo siento mucho. —murmura nerviosamente, cogiendo a León entre sus brazos y tendiéndolo en la cama.

Su cuerpo febril se contrae y tiene un leve espasmo que le arquea la espalda, gotas de sudor le resbalan por los muslos y crean una película brillante su frente y mejillas, haciendo que el cabello blanco quede pegado en rizos hermosos que lo hacen parecer un cuadro. Harry quiere lamer su contorno entero, quiere desnudarlo con los dientes y recorrer el perímetro de su cintura con la lengua, quiere besar sus ingles, ascender por el monte de Venus haciéndolo temblar y llevar su lengua del ombligo hasta el mentón, tomar entre sus labios los pezones rosados como si fuesen frutillas y besarle los pequeños dedos de las manos mientras se le rizan del placer. Harry quiere usar su voz de nuevo, decirle a León que se desnude y que le entregue su dulce virginidad y sabe que no necesita siquiera usar su voz de mando para eso, el chico está tan receptivo por su tono anterior que ahora haría cualquier cosa que él le pidiese sin pensárselo.

—P-príncipe Harry ¿Qué es... lo que me sucede? Estoy ¿En... fermo? —murmura el omega llevándose las manos al rostro y frotándose los ojos, húmedos de lágrimas frustración y placer. León cierra sus pequeñas piernas y las frota, buscando algo que no sabe qué es.

Es la primera vez desde su despertar sexual que está excitado y Harry lo sabe de sobras, así como sabe lo mal que estaría aprovecharse de eso para conseguir el cuerpo del omega.

—Ya está, pequeño omega, son tus instintos, simplemente te has puesto caliente por mi voz, no te preocupes, pasará en solo minutos. —murmura Harry compasivamente, apretando su mano izquierda en un puño y cogiendo con la derecha el cuenco frío de fruta.

Apoya la cerámica en la frente del chico, esperando que bajar su temperatura, y lo nota teniendo un delicioso escalofrío. León respira agitadamente y poco a poco sus ojos borrosos se centran y es capaz de ver todo con mayor claridad. Los minutos pasan en un silencio lleno de jadeos que se van apagando, Harry nota como el omega mejora, regresando poco a poco a la normalidad.

—Dioses, que vergüenza —dice poniéndose de pie de golpe y alejándose de la cama mientras se lleva las manos al rostro—, por favor, discúlpeme príncipe, yo...

Harry se levanta, quedando muy por encima del bajito omega, y le acuna el rostro en su mano.

—Tranquilízate, ha sido completamente culpa mía. —León asiente, nervioso y lagrimeando todavía, y sigue a Harry hasta la cama, donde ambos se sientan. —Me ha sorprendido demasiado oírte decir algo tan horrible y he reaccionado mal, no usaré más mi voz en ti ¿De acuerdo? —León asiente sin decir nada. —Deberías terminar tu desayuno, más tarde deberás acompañarme a mi entrenamiento diario, suelo ir solo, pero querría que lo vieses para que te habituases a la forma que tenemos aquí de hacer las cosas.

—¿Tu entrenamiento? —pregunta el chico, hablando lento y todavía algo confundido por todo lo que ha sucedido.

—Claro, aquí los alfas que son reyes o príncipes batallamos junto a los soldados, así que tenemos un entrenamiento muy intensivo a manos de uno de los coroneles del ejército. A mí me entrena Kajat, ya lo conoces, y a mi padre lo entrenó su padre ¿Has visto alguna vez a un soldado entrenar, León?

El muchacho traga saliva. Los únicos soldados que ha visto nunca eran pardos, con el pelaje manchado de la sangre de sus gentes.

—Jamás. Tampoco he visto a ningún lobo negro transformado.

El alfa le sonríe, se acerca un poco a su oído y susurra.

—Tu omega va a volverse loco cuando me vea, pero no hay nada que temer ¿De acuerdo? —León asiente, convencido de que el tono sensible, cauteloso, de ese gran alfa no esconde nada. Por primera vez siente que no tiene miedo, sino expectación. —Somos más grandes de lo común, mucho más grandes, y también más rápidos. Lo verás cuando me veas pelear contra Kajat, aunque primero peleamos con espada porque las transformaciones son agotadoras, por eso en batalla es un recurso que intentamos no explotar.

—Si yo pudiese transformarme moriría de cansancio porque lo haría todo el día. Me imagino que debe sentirse tan bien, siendo un animal tan poderoso. Correría por el bosque y aullaría todo el rato, sería como ser verdaderamente libre, verdaderamente fuerte. —suspira el chico, perdiéndose de nuevo en el cuadro. Se fija que en el fondo hay una atormenta como a punto de soltar un rayo que no llega a caer.

Esa pintura es anticlimáctica, pero no para de sorprenderse volviendo a ella.

—No necesitas convertirte en lobo para ser fuerte, León, la fuerza no se mide en garras y colmillos. El poder no es eso.

—Si el poder no fuese eso mi pueblo habría tenido una sola oportunidad de no ser aniquilado. —le responde con tristeza.

—La ha tenido, la sigue teniendo —dice Harry mirándolo seriamente. —, eres tú, León. Eres más fuerte de lo que crees, aunque no lo veas. Anda levantémonos, no puedo holgazanear más o Kajat me clavará su espada en la cabeza.

—Claro, perdona, no estoy acostumbrado a la rutina aún.

<<Aunque podría acostumbrarme a estas mañanas contigo, oh, dulce alfa...>>

León niega, queriendo quitarse de encima esos pensamientos que le despistan, y sale de la habitación tras Harry. Se detiene para cerrar la puerta, pero algo le llama la atención.

—Príncipe —le llama sosteniendo la puerta entreabierta y señalando a la pared del fondo de la habitación, al lado del balcón. —¿No va a coger su espada?

—Esa espada no es para mí —dice el hombre como si fuese de lo más obvio.

León cierra la puerta y se apresura a seguirle por los pasillos.

—¿Entonces por qué la tiene en su habitación?

—Porque es la espada de mi futuro omega. —dice suspirando con una sonrisilla boba mientras se mira las manos.

—¿Una espada para un omega? Pensaba que solo los alfas iban a la guerra. —dice el chico preocupado por que Harry haya perdido la cabeza. A nadie se le ocurriría darle un arma a un omega a menos que fuese para...

<<¡Suicídate antes de caer en las garras de los alfas!>>

—Los alfas vamos a la guerra, pero en nuestra ausencia los omegas gobiernan y nadie sabe qué puede pasar en esos momentos. Pueden atacar el reino y no por ello debemos estar perdidos: los omegas no son criaturas desvalidas y cuando sus alfas están lejos no solo deben saber reinar cómodamente desde el trono, sino también luchar por sus vidas si es que peligran. Los omegas reciben entrenamiento mucho menos intensivo que los alfas y solo lo reciben las esposas de príncipes o reyes, pero de todos modos ellos aprenden a ser bien letales, oh, ya te digo yo que son mortíferos.

León se queda ojiplático y de no ser porque desafía todos los conocimientos de medicina existentes está seguro de que la barbilla se le descolgaría hasta rozar el suelo. Ya le cuesta demasiado imaginar a un omega en el trono como para además verlo armado, defendiendo a su reino.

—Nunca había oído a nadie hablar así, mi príncipe, al final será usted más raro que yo —bromea León, haciendo reír al alfa.

Sus carcajadas son graves y agradables, si León tuviese que describirlas diría que son veraniegas. Sí, como los días de verano que tanto le gustan: cálidos, que pasan rápido y dejan con ganas de más.

León reconoce de nuevo el salón del trono y la salida, por donde él entró. Esta vez, no sigue el mismo camino que el carruaje, sino que Harry flanquea el castillo, dirigiéndose a la parte trasera del jardín. En ella hay, además de las plantas salvajes, un pequeño claro donde las hierba está corta y está Kajat a la vista, apoyado en el tronco de un árbol. Harry lo saluda con la mano y el coronel le lanza una de las espadas gigantescas que lleva a la espalda.

—¡Diez minutos tarde! —brama el lobo de cabello negro y corto.

El príncipe atrapa la espada al vuelo, cuidándose de no cogerla por el filo, y empuja con su mano a León a sus espaldas.

—Atrás, hoy está enfadado —le susurra, después blande su espada y apunta al coronel con una sonrisa burlona. —entonces ¿Empezamos?

—En un escenario real la batalla había empezado ya —dice el otro con ira, dando un salto con el que se aproxima a Harry en cuestión de segundos y arremete contra él con la espada. Harry la para, golpeando el filo con el suyo y poniendo una mano en la hoja con tal de que no ceda, empujando contra el otro alfa. —Y esos diez minutos —El alfa golpea con su espada de nuevo, desestabilizando al príncipe y haciéndolo dar un paso atrás —serían la muerte de alguien. Una familia sin alfa —golpea de nuevo. Harry lo esquiva esta vez y León cae de culo al suelo por la intensidad de la batalla que está presenciando. Es un entrenamiento, pero percibe un peligro real: si Harry falla, será herido. —, unos padres sin su cachorro. Dime, futuro rey ¿Es así como lucharás cuando las vidas del pueblo estén en tus manos?

—No, mi coronel —responde Harry bajando la cabeza con vergüenza siendo ahora él quien ataca, en vez de defender.

Se inclina, haciendo un barrido con la espada en el suelo, pero Kajat lo ve venir y esquiva, echándose a un lado cuando el filo busca sus tobillos y aprovechando la sorpresa del príncipe para pisarle la hoja con fuerza. Harry gruñe y forcejea, sin lograr recuperar su espada bajo el pesado pie de Kajat y este aprovecha para asestarle otro espadazo del que Harry no puede defenderse. El lobo lo esquiva, no huyendo, sino acercándose al coronel.

Su brazo estirado no puede salvar la distancia milimétrica a la que ahora tiene al príncipe y este, con una sonrisa burlona, intenta agarrar el cuello del pelinegro aprovechando la cercanía. A Kajat no le queda más que retirarse de un salto, dejando la espada de príncipe libre para que la tome de nuevo. Una vez los dedos de Harry se ciernen sobre el mango vuelven a estar en igualdad de condiciones. Harry hace una finta, Kajat se distrae y el más joven de los dos dirige la hoja al cuello del coronel. Entonces Harry se detiene a solo milímetros de cortarle el cuello y León se fija mejor: la espada de Kajat ha corregido la trayectoria es está también a nada de partirlo por la mitad desde el costado.

Uno de los dos debe huir primero. O cortar primero.

León se siente ansioso, sabe que no hay peligro de que el príncipe muera, pero por alguna razón quiere levantarse y decirle a su amo que tenga cuidado. Kajat sonríe, lanza la espada y en un segundo León contempla la transformación más rápido que nunca ha visto. La piel del alfa se ensancha como si fuese infinitamente elástica y el puntiagudo pelaje oscuro emerge de cada poro, desintegrando la dermis; el animal se escurre fuera de las ropas del hombre, pareciendo largo como una cuerda y luego ancho y fuerte, sus huesos cambian en segundos, lo hacen más corpulento, más faunesco, le dan un hocico largo, unas patadas dobladas, una cola y una columna robusta. Pasa demasiado deprisa como para que León pueda procesar cómo sucede.

El lobo es más alto que León, el doble que un lobo blanco y un tercio más que un lobo pardo. El omega jamás ha visto nada así: pelaje hecho de sombras y ojos negros como el abismo.

El lobo muerde la espada del humano y se la arranca de las manos con una fuerza que lo hace tambalearse. Ruge y la lanza lejos, donde Harry ya no tendría oportunidad alguna de llegar de una sola pieza, entonces es él quien se transforma.

El corazón de León se acelera y todo su cuerpo empieza a temblar cuando Harry ruge, luciendo como un humano y sonando como una bestia, y de su interior sale una larga, oscura figura, como si escupiese humo. Su piel cae como un traje usado y un enormísimo lobo se alza con orgullo, listo para la batalla. Se gira solo un instante y mira a León con sus ojos verdes, tranquilos, tan humanos que parecen los de Harry siendo rehén de ese cuerpo monstruoso, y después se vuelve hacia Kajat.

Los lobos sacan los dientes, afirman sus garras en el suelo levantando tierra y polvo y gruñen lanzándose el uno contra el otro, buscando el cuello con caninos afilados, casi tan grandes como la mano de León. El omega se retuerce en el suelo, las feromonas hacen el aire pesado, tanto que no puede siquiera levantarse, y las dos bestias que pelean frente a él parecen dos dioses bajados del mismo cielo haciendo alarde de su fuerza. Kajat es tranquilo, se mueve despacio y luego ataca rápido y preciso como un flechazo, su estilo tiene un velo de elegancia que se rompe con los ataques violentos, pero Harry... León debe admitir que Kajat controla bien al príncipe, si es coronel debe tener sentido que esté más experimentado y preparado, pero la pelea que Harry da es lo que más cala en León. Su cuerpo grande y pesado no hace ruido al andar, sus movimientos desaparecen en el aire y cuando ataca ya es demasiado tarde para que se dé cuenta. No es tan calculador como Kajat, pero es mucho más feroz. Muerde, araña y empuja, salta y esquiva, se mueve en todo momento, como si cuerpo no conociese límites y su cerebro no conociese el miedo.

Pero la calma de Kajat acaba siendo decisiva: tras casi una hora de combate el más experto mueve los hilos a su favor y deja al otro lobo agotando, lanzando mordiscos al aire y respirando con dificultad luego. Hace de cebo y se esconde, cansa a Harry, como si jugase con él, y cuando tiene suficiente encaja sus colmillos en el cuello del lobo y lo pone contra el suelo. Harry queda con sus patas moviéndose frenéticamente hacia el cielo, la tripa descubierta y la cola furiosamente barriendo la arena.

León se levanta con un jadeo atorado en el cuello. Kajat lo mira con sus ojos oscuros y gruñe, haciéndolo retroceder y apretando más el mordisco. Harry suelta un chillido y deja de resistirse, respirando agitadamente. León siente que ese momento no terminará nunca hasta que Kajat por fin se aleja del alfa y parece encogerse sobre sí para luego revelar que vuelve a ser humano de nuevo. Se pone sus ropas notando que León evita ver su desnudez, y Harry vuelve a ponerse sobre sus cuatro patas, ahora luciendo apacible.

—Me impresionas, Harry, me has hecho pensar que perdería un par de veces. Veo que te sigue doliendo respirar por la costilla, pero cuando vuelvas a la normalidad quizá me superas y todo, lo has hecho genial, pero no te anticipes tanto y piensa antes de atacar, no después ¿Si?

El lobo asiente con su gran cabeza y León cree que va a volver a su estado normal, ya que Kajat ha ido a buscar las ropas del príncipe, que han volado lejos durante el combate, pero en vez de eso el lobo trota hacia él, haciéndose cada vez más grande y atrapándolo en su sombra canina.

—¿Qu... Espera, espera, espera —León dice nervioso, protegiéndose con sus brazos mientras Harry salva increíbles distancias con solo mover sus patas a ritmo de paseo.

La nariz húmeda del lobo le roza el brazo y León se cae al suelo del susto. La cabeza de Harry es suficiente para comerlo de un solo bocado y eso lo hace sentir diminuto. El lobo agacha el morro, llevándolo al rostro y torso del chico y León se calma al notar que Harry solo está olisqueándolo mientras mueve la cola de un lado a otro con felicidad.

—Me habías asustado —le dice a Harry, que lo mira con sus gigantescos ojos verdes perdidos en la maleza de su pelaje. León alza su mano, con los dedos temblándole, y Harry empuja la cabeza contra la palma. —, eres suavecito.

Empieza a acariciarlo y de pronto el lobo asesino pasa a parecerle más bien un cachorro grande con sus orejas echándose para atrás del gusto y su lengua colgando de entre la afilada hilera de dientes. León levanta una segunda mano, riendo, y le abraza el cuello, hundiéndose en el pelaje.




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