Si queréis leer el libro completo (más de 400 páginas) podéis obtenerlo por menos de 5$ en amazon.com, seáis del país que seáis. También, si queréis tenerlo en físico y apoyarme un poquito más, está en el mismo sitio y por 25 dólares la versión impresa <3 Podéis buscarlo en amazon o sino pedirme el link tanto aquí como por privado :D
Comprando el libro, ya sea la versión de 6 dólares o la de 25, obtenéis no solo todos los capítulos que quedan hasta el final, sino algunos capítulos extras que no serán publicados en wattpad :)
Gabriel cae sobre sus rodillas al llegar de nuevo a la pequeña habitación y Román le agarra por el codo para ayudarlo a subir y sostenerse sobre sus piernas. Se siente raro al dejarse jalonear por el vampiro para ser puesto en pie de nuevo, hace poco decía que le odiaba y estaba a punto de atacarle con la cuchara de su desayuno, ahora las rodillas le fallan y Román le coge del brazo como si no pudiese dejarlo caer nunca.
<<Este vampiro es raro...>>
—¿Estás bien? —pregunta Román agachándose un poco y aflojando el agarre.
—No soy un niño. —se queja el otro, dando un tirón para recuperar su brazo.
Leoren los observa con una sonrisa y va con pasos pequeños hacia una mecedora, donde se deja caer. Ambos la miran con interés, pero no la presionan ya que notan, mientas pone una mano sobre su vientre y mira con ternura los harapos que lo recubren, que le cuesta recuperar el aliento.
La mujer abre la boca para hablar, pero poco después una tos violenta la hace arquearse hacia delante y tose en su puño, moviéndose como fuese a salírsele el corazón. Gabriel se acerca corriendo, pone una mano en la cabeza de la mujer, en un gesto cariñoso que aprendió de las enfermeras de la organización, y otra en su espalda, dando pequeñas palmadas. Sus ojos se abren enormemente cuando la mujer aleja la mano de la boca y la tiene cubierta en sangre. La mira un instante con sus ojos diminutos, los entorna y se limpia la palma contra la ropa como si no sucediese nada.
—¿Está bien? —pregunta, mirándola con preocupación. Humana o no, es una mujer embarazada que va a traer a un niño inocente a un perverso mundo donde toda su familia está muerta, donde su padre le engendró en un acto de odio y su madre no sabe si sobreviviría al próximo anochecer.
Román está a su lado ahora, Gabriel no atina a saber si atraído por el olor de la sangre o movido por su misma preocupación.
—En mi estado no puedo usar muchos hechizos, me debilito, por eso tengo prisa por acabar con Urobthos. El aquelarre me hace usar magia muy poderosa y no sé cuanto tiempo más podré mantener el ritmo, además... traeros a este lugar es difícil, —hace una pequeña mueca, su rostro se distorsiona solo un segundo, tirando de la comisura, cerrando los ojos, pero su boca y párpados parecen desaparecer, dejando un rostro horrendo, como una sábana arrugada. —mucho... Se dice de brujas que pueden crear lugar parecidos y mantenerlos abiertos incluso después de muertas, solo hace falta que aun quedé de ellas algo que sirva de llave: su sangre... Yo estoy viva y incluso con todo mi ser completo apenas puedo traeros a una pequeña habitación... —una pequeña sonrisa aflora en sus labios al hablar, pero termina negando y borrándola de su cara a la par que su voz se torna tristona. —No soy suficiente fuerte y con el bebé aún menos, por eso os necesito para hacer esto. Os ayudaré con información, pero no puedo hacer mucho más que eso.
Gabriel la mira a los ojos, sus pupilas clavándose entre ellas, todo el dolor, toda la pérdida, la convicción de esa mujer por salir adelante y la suya por hundirse, pero hundir a esos seres también con él en el fango.
<<Yo no pude salvar a mi familia... pero juro que ella podrá>>
La toma de la mano.
—Vamos a protegerte. No te preocupes, tú dinos lo que sepas, nosotros te protegeremos a ti a tu bebé.
La anciana le sonríe con dulzura, levanta su mano fría, suave y perpetuamente zurda y acaricia su mejilla con los ojos suavizándosele. Gabriel ve en su mirada ese brillo inocente, tan propio de los niños o de los ancianos seniles que han olvidado ya las maldades de ese mundo, ese destello llamado fe.
—¿Me recuerdas tu nombre, cariño?
—Gabriel. —responde con voz temblorosa, ella retira la mano y la lleva a su vientre.
—Si logramos sobrevivir —dice mirando la protuberancia de su abdomen, después alza la vista de nuevo y termina. —le llamaré justo como tú.
—Ten por seguro que no dejaré que esto salga mal. —responde Román con frialdad, su voz hosca irrumpiendo en la escena. —Llevo demasiado tiempo esperando por esto como fastidiarlo. Ahora, dinos lo que necesitamos saber.
—De acuerdo, primero deja que me explique. Verás, en la organización lo que importa es proteger aquello que te mata, pero tú, como no eres mortal, das igual, eso significa que te prestan muy poca atención, de hecho, casi nadie sabe quien eres. Yo lo sé porque insistí a Herr, el jefe de mi aquelarre, de que necesitabas ser vigilado para saber mejor quien trataba o no de matarte, él accedió a regañadientes, no le dio mucha importancia a la tarea y no quería gastar a las mejores brujas en eso, por ello es mi tarea y por eso puedo permitirme desaparecer de vez en cuando, como ahora, bajo la excusa de que te estoy vigilando. Noté hace años que querías suicidarte, pero jamás les informé, y he estado el buscando el momento de ayudarte, pero tenía temía que al colaborar contigo fueses a matarme en cuanto no me necesitases, necesitaba alguna garantía y ahí llegaste tú, —dice ahora señalando a Gabriel —cuando vi que te ofrecías a ayudarle pensé que era mi oportunidad. Tú defiendes la vida, no le dejarías devorarme después de ayudaros, además, aunque él sea inmortal no puede hacerlo todo solo y yo ya estoy mayor, pero tú... te vi luchar, joven, vigoroso, lleno de convicción. Me gustaría tener a más gente para esto, pero ya es un milagro que hayas aparecido.
—¿Y quien te dice que no voy a usaros y mataros a los dos?
Ambos se voltean con la boca abierta hacia Román, entra el asombro por lo idiota que puede ser decir algo así y lo horrible que les resulta pensar que podría ser cierto. Gabriel traga saliva, la mujer logra que sus temblorosos labios formen una pregunta desafinada.
—¿Es por curiosidad o realmente planeas hacerlo?
—Prometí proteger al chico, así que supongo que es curiosidad, aunque realmente me da igual la respuesta.
—Déjalo. —murmura Gabriel moviendo su mano y mirándolo despectivamente, dirigiéndose ahora a la anciana de cabellos platinos. —Si intenta algo, yo me ocuparé de él, lo tengo controlado. —sonríe, chasqueando la lengua mientras mira al otro de pies a cabeza.
—Te recuerdo que aún me debes una mordida. —susurra Román, pero no lo suficientemente bajo como para que Leoren no lo oiga.
—L-La próxima vez verás —masculla Gabriel, poniéndose rojo. —Como sea, empecemos, háblanos, Leoren.
—Sí, de acuerdo... desde mi posición yo no sé nada, solo soy una subordinada de Herr y solo sabemos qué tenemos que hacer y cuando, pero ni siquiera por qué. El caso es que Herr, aunque sabe más, recibe las órdenes de fuera. Nuestro aquelarre se reúne muchas veces para proteger a Herr mientras él queda con una persona anónima para nosotros, los subordinados, esa persona es el informador que le da las órdenes en nombre de Urobthos. Si pudiésemos saber quien es, podríamos saber el por qué de las órdenes y así podríamos averiguar más sobre dónde está lo que sea que Urobthos protege. Además... existen lo que las brujas llamamos Home of Wisdom, bibliotecas en planos superpuestos a nuestra realidad, solo que únicamente pueden acceder los líderes de los aquelarres, no sé que clase de información hay ahí, pero si no puede entrar casi nadie, es porque debe ser valiosa. Yo pretendo entrar ahí, como soy una bruja, soy la única de aquí capaz de hacerlo, pero para eso necesito abrir el portal como si fuese Herr, es decir con su sangre. Ahí entraís vosotros, debéis obtenerla. Además, debéis averiguar quien es el informado de Herr, estoy segura de que con esas dos fuentes de información podemos saber todo lo que necesitamos y más, el problema es cómo obtenerla...
—Bueno, quieres sangre y él la chupa, no parece muy complicado ¿No? —pregunta Gabriel con una enorme sonrisa, pero Leoren asiente y suspira.
—El problema es que Herr, al ser mi jefe, es uno de los pocos miembros de Urobthos que conoce la identidad de Román. Si por cualquier cosa él te viese... —le mujer mira al vampiro de arriba abajo, una fuerte envergadura, una altura envidiable y destacable cabello negro y largo, demasiado fácil de reconocer. —si él te pillase tratando de sabotear a Urobthos todos se pondrían tan alerta que tendrías a un ejército encima y no podrías ni mover un dedo. Hay que mantenerte en secreto lo máximo posible.
—¿Y no puedes entrar en esa biblioteca sin la sangre de Herr? Nosotros hemos entrado en esta sala sin la tuya. —pregunta Román, masajeándose las sienes mientras trata de pensar en algo.
—Él tiene magia más poderosa, yo sé crear estos lugares, pero él además sabe restringirlos. Es una forma diferente de hacer las cosas, yo os traigo aquí tocándoos, él lo hace tocando su sangre con la yema de los dedos, se hace un pequeño corte y entra, así de fácil, la sangre es su portal, por eso yo la necesito y no vale cualquier sangre, necesito la suya.
—Entonces lo haré solo. —declara Gabriel. —Así no perderemos el tiempo, yo iré a por la sangre de Herr y Román puede ir a por el informador de los aquelarres.
—Pequeño idiota... —suspira el vampiro, negando. —¿Y qué harás si sale mal? No puedes ir solo a algo tan peligroso.
—¿Qué no? Pues observa bien, porque voy a hacerlo.
—Cariño —le interrumpe la anciana con voz suave. —creo que él tiene razón. Herr es un brujo poderoso, si algo sale mal podrías acabar muerto.
—Eso mismo me decían en todas las misiones a las que fui antes ¡Y mírame! He matado a más vampiros de los que puedo contar, no tendré problemas con un mago. —se chulea, cruzándose de brazos. —Vamos, dime dónde está el tipo y sácame de aquí. —exige, extendiendo su mano hacia Leoren.
La mujer niega, pero Román actúa más rápido y toma la mano del chico, alejándola de la de la mujer. Incluso cuando la aparta, sigue apretándola, tomándolo entre sus dedos casi hasta hacerle daño, y le mira a los ojos intensamente.
—No irás. —sentencia el vampiro.
—¿Y tú quién te crees para darme órdenes? —pregunta enarcando una ceja y mirando a Román con enojo.
—Me creo alguien capaz de atarte y dejarte en el sótano si sigues siendo tan rebelde.
—¡Ja! Ni siquiera tengo sótano. —le saca la lengua Gabriel, a lo que Leoren los mira con una mezcla entre fascinación e incredulidad, no sabe si Gabriel es idiota o muy valiente por estar retando a un vampiro de esa forma, pero lo más gracioso del asunto es que el vampiro, en vez de enfadarse, solo luce aburrido.
—Deberías tomarte mis amenazas más en serio. —advierte Román con voz ronca.
—Y tú deberías dejar de subestimarme ¡Puedo hacerlo solo!
Román rueda los ojos.
—¿Qué tienes? ¿Tres años? Deja de pensar en hacer todo solo, no puedes.
—Nunca he fallado. —dice el chico mirándolo con los ojos llenos de convicción y apretando los puños.
Román le mira con una seriedad tan dura que cuesta mantenerle la mirada, pero Gabriel lo hace, el frío de los ojos del otro le congela, pero sus palabras le hacen hervir la sangre:
—Si nunca hubieses fallado tu madre seguiría viva. —el chico aprieta los dientes y avanza un paso, dispuesto a golpearlo, pero Román sabe que no lo hará, ya tiene los ojos llenos de lágrimas.
Leoren se levanta y toma a Gabriel por el brazo, acariciándolo e intentando que no inicie una pelea, Román sigue mirándolo de forma estoica.
—Bastardo, tú... cómo te atreves —Gabriel masculla, conteniéndose para no empujar a la embarazada a un lado y lanzarse sobre el vampiro para acuchillarlo hasta que su puñal quede romo.
—Román. —le reprende la mujer con tono suave, mirándolo con pena al ver que Gabriel tiene lágrimas cayendo hasta su mentón y el rostro rojo de furia.
—Ella está muerta porque tú no puedes hacer las cosas solo, eres un simple humano igual que entonces eras un simple niño. Date cuenta de que hay cosas que te vienen grandes, sino, vas a fallar de nuevo.
—¡Román!
—¡Que te jodan! —grita el chico alcanzando con su mano su cinturón.
Leoren no sabe qué clase de arma va a sacar o si el vampiro inutilizará al chico fácilmente, pero tiene claro que en su pequeño espacio no hay lugar para peleas.
—Murphei. —susurra y aprieta levemente la nuca del chico con el pulgar y el índice, haciendo pinza.
Un vaho azul sale de la boca del chico y se le ponen los ojos en blanco, antes de desplomarse. Román lo coge antes de que golpee el suelo y lo toma en brazos con facilidad y cuidado.
—No deberías decirle esas cosas, —le regaña, volviendo a sentarse sobre su butaca con un acceso de tos picándole en el fondo de la garganta, amenazando con salir. —es solo un niño todavía.
—Si no está preparado para escuchar la realidad que no se enfrente a ella. Si quiere participar en esto, deberá hacerlo bien. Ahora, sigamos.
La mujer lo mira con la derrota en sus claros ojos y entonces supira.
—Está bien, pero no creo que sea la forma de decir las cosas.
—Es mi forma.
—Quizá no es la mejor. —le reprende ella, sonando susurrante y algo ronca.
—Es la única que sé. Yo nunca miento, pero no edulcoro la verdad. —ella asiente, ciertamente complacida al ver que Román no ha sido meramente cruel, sino quizá protector de una forma demasiado fría, pero protector al fin y al cabo.
Hasta ahora, no lo conocía personalmente, solo lo veía de ver en cuando. Siempre callado y cuando hablaba no decía nada, meras palabras vacías para llenar la cabeza de los humanos de cosas dulces y vaciar después sus venas. Solo conocía su fachada, pero jamás supo que se escondía detrás de la máscara, imaginó que un ser vil y desalmado, como los pocos vampiros que ha tenido el disgusto de conocer, pero ahora, con Gabriel entre sus brazos, no puede seguir pensando así.
De hecho, jamás lo escuchó hablar con sinceridad hasta que llegó ese chico, es normal que no sepa qué cosas decir.
—Como sea, decía que necesitamos, además de la sangre de Herr, averiguar quién es el informador. El informador de Herr es común a otros aquelarres de la zona, así que será mejor que actúes en esos, por esta zona creo que solo Herr y yo sabemos quien eres, así que los demás no podrían reconocerte, para ellos eres un vampiro normal, así que aunque te pillen no armarán un gran revuelo por ti. Debes ir una de las noches en que se reúnan con su informador y tratar de averiguar quien es. Esta es la parte sencilla del plan porque aunque te pillen no saben que eres el primer vampiro y tampoco pueden matarte, así que está hecha, el problema es Herr.
—Podría matarlo si me ve, así no informará a sus superiores. —dice el otro con total tranquilidad.
—¡Qué locura! Es un brujo muy poderoso, eso les alertaría mucho. Si se trata de un aquelarre débil siendo aniquilado ni pestañean, pero si Herr muere... ahí tendremos problemas y yo seré una sospechosa, todos saben que le odio. —murmura apretando los puños.
Román no puede ver a través de sus ojos, pero sabe que estos no ven nada de lo que hay ahora frente a ellos, están lejos, muy lejos, nublados por la niebla de malos recuerdos. Se acaricia la tripa, pero los dedos se le agarrotan y el corazón se le acelera cabalgando con ira, desbocado y sin destino, no tarda en adivinar que está reviviendo nuevamente el momento en que Herr sembró en ella.
—Lo debería haber ocultado, pero... no pude, le odio, le odio tantísimo... —se lamenta, cerrando el puño sobre su frente, con las venas de su muñeca marcadas como culebras y los salientes huesos temblándole.
—Cuando esto termine y Urobthos no exista podrás vengarte de él. —dice el hombre con tono tranquilizador, el pequeño chico entre sus brazos se revuelve y Leoren piensa en decirle que podría dejar a Gabriel en el suelo mientras sigue dormido, pero le parece que prefiere dejar al vampiro aferrándose a él.
Siente que se vuelve más humano con ese chico.
—Quizá hasta podrías ayudarme a matarlo. —ríe la mujer. —No quiero ser cruel, yo sé lo que las vidas valen, lo sé demasiado bien, pero ese maldito... Tomó a las mujeres de mi aquelarre antes de matarlas, frente a mis ojos, quiero darle una muerte horrible.
—Lo harás —Román la mira con el rojo de su iris brillando y el recuerdo de las mil venganzas que él ha llevado a cabo ardiendo en él. Vengar a sus seres queridos jamás le sirvió de nada, se sintió grandioso, hasta que el tiempo le arrebató esa satisfacción, pero tiempo es lo que le falta Leoren y Gabriel, a los mortales, así que ¿Por qué no ayudarles a sentirse vivos durante lo poco que les queda? Él agradecería que alguien lo hiciese por él. —lo prometo. —añade, con la mandíbula tensada.
No hacía promesas desde mucho tiempo atrás, cuando era esa clase de neófito que creía que existía un para siempre más allá de la soledad, que juraba lealtad y amor eternos, que prometía pasar el resto de su vida junto a sus amantes. Poco tardó en descubrir que las palabras se vuelven polvo tras pronunciarlas y que, con el tiempo, el corazón olvida, pero no sana.
Pero ahora Gabriel ha aparecido y con un solo propósito: matarle. Si por fin tendrá final, si el tiempo no le arrebatará todo lo que diga, todo lo que sienta ¿Por qué no hacer promesas? Al fin y al cabo, una vida es suficiente para cumplirlas y dos suficiente para mentir.
—Pero recuerda que yo no podré ayudarte, estaré muerto, por fin.
La mujer salta sobre su silla por sus palabras y se tapa la boca por la sorpresa.
—Es verdad... —murmura, mirándolo con ojos abiertos. —Lo olvidaba ¿Cómo puede ser posible esto? Todos aquí luchando por vivir y tú queriendo quitarte la vida.
—¿Vida? —Román ríe, el sonido raspándose en su garganta y saliendo con un gorgoteo desgarrado, lejos de ser divertido. — Siento que no he vivido ni un solo segundo, me muero, llevo toda mi vida muriéndome, solo quiero acabar el trabajo y morir.
—Es así como eres en verdad ¿No? Actúas como si todo te diese igual, matas como si no amases ninguna vida, pero en el fondo... estás soportando tanto dolor. —la mujer se levanta de su asiento con piernas temblorosas y lleva su mano al pecho del vampiro, que la mira con el rostro de piedra, como si sus palabras no significasen nada. —Te ríes de todo como si no tuvieses sentimientos, pero estás a punto de estallar... aquí.
Leoren pone la mano sobre el pecho del hombre, algo más arriba del cuerpo del pequeño Gabriel que con tanto cuidado y firmeza sostiene.
—No hay nada ahí, bruja. —le dice el otro con voz suave, retirándose lentamente.
Ella retira su mano a la vez, un escalofrío le recuerda la piel helada de Román, la falta de latidos bajo ella.
—Dime dos cosas antes de que me marche. —cambia de tema entonces, haciendo que ella asienta mientras vuelve a la butaca, él le da la espalda, habla ocultando sus labios mientras mira los papeles sobre la mesa, escritos en lenguajes que solo él creía recordar. —Cómo puedo encontrar al aquelarre de Urobthos más débil de la zona y cómo puedo encontrar a Herr.
—El aquelarre más débil de la zona es uno que consta de solo tres brujos, presididos por Miria, una bruja débil, pero no tanto como ellos. Se reúnen con su informador cada sábado a las dos de la madrugada frente al lago de Santa Fe, aprovechando que el parque natural del Montseny está cerrado y no hay nadie a esa hora. Tu presencia no pasará inadvertida si te ven. Y Herr... —Leoren se muerde su delgado labio y mira al chico dormido.
—No dejaré que él vaya solo a por su sangre, eso tenlo por seguro. —le dice Román, instándola a hablar.
—De acuerdo, pero tú debes ser cauteloso también. Ojalá pudiese ser de más ayuda, ah...
—Por ahora todo lo que tenemos es gracias a ti, has logrado acercarme más a encontrar respuestas que mi arduo trabajo por miles de años, así que has sido de mucha ayuda.
La mujer ríe tímidamente.
—Pero que zalamero ¿Y tú tratas de ser frío? Si en el fondo eres un trozo de pan.
—Soy un asesino, un asesino sin remordimientos. —le responde el otro en tono frío. —Ahora, dime donde puedo encontrar a Herr.
—Las únicas veces que puedo localizarlo es cuando está con el aquelarre, así que lo poco que sé es que se presentará pasada la media noche el domingo que viene en La Mina, allí es fácil pasar desapercibidos incluso si parece que somos una secta. Él suele llegar media hora antes e incluso más, no tendrás mucho más tiempo que ese para actuar porque después llegaremos el resto de las brujas y estando rodeada de mi aquelarre no podré ayudarte. Ten cuidado.
—No necesitas preocuparte por mí. —le dice el vampiro sonriendo con sarcasmo. —Gracias por toda la ayuda que me estás dando, realmente pensé que moriría de desesperación si al final nada más me mataba. Tengo otro favor a pedirte.
Es entonces cuando el hombre acaricia levemente con una mano a Gabriel, apartando el cabello de su cara y descubriendo en su tez algo que le insta a mirarlo con ojos brillosos, casi emocionados. Y es que ¿Cómo no mirarlo? con sus suaves pestañas rozándose, la respiración superficial barriéndole el rostro y la boca entreabierta mostrando sus paletas. Román ha vivido suficiente como para aprender a apreciar el arte y sabe que el más bello de todos es aquel cuyo lienzo está vivo.
—Retén a Gabriel aquí mientras yo me ocupo de lo de Herr este domingo, haz que nos reunamos con cualquier excusa y déjale aquí metido, para que no pueda meterse en líos.
Leoren sonríe con ternura por la petición, pero después frunce el ceño.
—Si le dejo aquí y yo me voy a la reunión del aquelarre sería demasiado peligroso, si yo muriese él quería aquí atrapado por siempre.
—Entonces enciérrale la noche antes y miéntele, dile que ya he obtenido la sangre de Herr. Yo me buscaré una excusa para desaparecer el domingo y conseguirla de verdad.
—Te preocupa mucho este chico ¿No es así?
Román tuerce la boca un poco, los colmillos apretándose contra los dientes.
—No. —responde, y se voltea, volviendo a ojear papeles que ni está leyendo. —Es solo que no me gusta no cumplir mis promesas.
—Claro. —dice ella con una leve risa burbujeándole en la garganta y negando con la cabeza. —Deja que os mande de vuelta. —pide ella, extendiendo sus palmas clónicas.
Román de voltea hacia ella y cuando la mujer le toma de la mano, inhala y cierra los ojos, cree que la escucha decir algo leve, algo apenas comprensible.
<<No le rompas el corazón ¿Vale?>>
Leoren no está segura de a quién se lo dice.
Comentarios
Publicar un comentario
Comenta: