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Tom tose y se agarra la garganta, sintiendo todavía el líquido caliente bajando por ella. La sensación es extraña y se siente humillado por haber tenido que tragar el semen, sin embargo, agradece que no haya sido más brusco y sobre todo el pequeño momento de cariño que le ha concedido.

Desmond se halla ahora delante suyo, de pie, con su porte elegante de siempre y el cabello bien peinado, nadie diría que segundos atrás estaba todo acalorado y jadeando de forma ronca a punto de rebosar de placer.

—Ven conmigo, te daré de cenar como premio por tu buen comportamiento. —le dice el hombre, empezando a caminar.

Él no mira atrás nunca, sabe que su fiel perro le seguirá si es que no quiere enfrentarse a las consecuencias. Y Tom no quiere. Una vez en la cocina el vampiro saca un plato y un vaso, cosa que hace que el corazón del pequeño se acelere.

Cuando ve un tenedor y un cuchillo siente ganas de llorar ¿Acaba de ganarse el honor de tener cubiertos? Sería todo un sueño poder comer como un humano, no como una bestia, aunque sabe que, aunque el vampiro le permita comer así, será posiblemente solo una vez. De todos modos, sigue siendo tratado como un animal para el resto de cosas.

Suspira desanimado y ve al tipo poner en un plato carne que alguno de sus trabajadores debe haber traído ya cocinada y algunas verduras picadas, después lo lleva hasta la mesa y deja a su lado los cubiertos y el vaso con agua.

Tom debería estar salivando por lo rica que huele la comida, puede decir, incluso desde el suelo, que la carne está perfectamente salpimentada y es que aroma de las especias le llega incluso desde ahí, e incluso así, no siente hambre. Tiene el estómago encogido del disgusto después de lo sucedido.

No quiere edulcorar la realidad, ese vampiro le ha quitado el derecho a su propia experiencia, lo ha usado. No es más que...

<<Que una puta.>>

Se muerde el labio, no quiere llorar frente al vampiro y ganarse algún regaño, pero se siente terriblemente usado y tirado. Como un simple objeto.

Sin embargo, no ha sido tan malo como la carta auguraba. El chico anónimo describió algo peor y mucho más animal, así que presupone que quizá Desmond se ha ablandado desde entonces porque, definitivamente, él no es más fuerte que el autor de ese diario.

También está la posibilidad de que no haya perdido la virginidad, pero Tomás apuesta a que sí ha sucedido. Él no sabe nada de sexo, pero lo poco que sabe coincide con lo que ha pasado. Por lo que a él respecta él y su amo han tenido sexo y él ha perdido la virginidad ¿O acaso eso es otra cosa? No está seguro de nada y cuanto más lo piensa, más se confunde.

—Siéntate en mi regazo, tienes el honor de comer así por tu esfuerzo de hoy. —le dice el vampiro, palmeando sus piernas.

El chico se levanta, obedeciendo. Sigue desnudo y ve su pijama destrozado por el suelo del salón, quiere ponerse otro, pero no tiene el valor para preguntar, así que simplemente junta sus piernas, ocultando su miembro que empieza a decrecer, y se abraza a sí mismo mientas el vampiro se apoya en su hombro.

Para su sorpresa, el hombre le da un manotazo cuando trata de alcanzar un cubierto.

—Yo te daré la comida, tú no puedes tocar nada de la mesa. —reprende.

Tom bufa. Ha pasado de ser un perro a ser un bebé así que su dignidad no se siente demasiado restaurada.

El primer pedazo de carne humeante se acerca a su boca, tiene un color oscuro por fuera, pero bastante rosado en le interior, como a él siempre le ha gustado. Cuando muerde está tan tierna que casi se deshace en la boca y por muy poca hambre que tenga, el sabor le abre el apetito y le hace soltar un leve gemido.

—¿Te gusta tanto la carne? —pregunta el vampiro extrañado, alzando una ceja.

Tom se cubre la cara de vergüenza y niega.

—M-me pasa cada vez que como, es que todo es delicioso después de seis años comiendo la misma cosa. —explica, teniendo que limpiarse la comisura de su boca por culpa de un hilo de saliva que amenaza con hacerlo parecer un perro babeando por un pedazo de carne.

Desmond ríe bajito, cortando otro trozo, pinchándolo junto a unas judías verdes y dándoselo al chico, que alarga el cuello con impaciencia cuando ve el tenedor acercarse. Le alegra que coma bien, debe agradecérselo a Víctor, gracias a su consejo en menos de un mes el muchacho ha ganado peso y color en las mejillas. Tiene ahora un aspecto saludable que le hace respirar más tranquilo.

—¿Qué comías en la casa de crianza?

—Una especie de bloque enlatado que debía suplir las necesidades de un humano, no sabía a nada y costaba mucho de tragar era horrible. —explica indignado, con sus ojos cerrándose de gusto cuando mastica el tercer trozo. —Aunque tuve que comer algo peor antes que eso... Cuando empezaron a capturar humanos y llevarlos a las casas de crianza yo logré escapar de ello como un par de semanas o así y tuve que cazar animales y comérmelos. Fue horrible, me sentí fatal.

Tom trata de olvidar a las pobres libres que tuvo que degollar durante aquellos catorce días, quizá fueron solo tres o cuatro, puesto que cuando lo hallaron estaba tan desnutrido que no pudo ni tratar de huir, pero nunca olvidará esos ojos saltones y brillantes que lo miraban con la inocencia propia de un niño. Ver los ojos reflejados en su navaja lo alteraba tanto que hoy en día tiene pesadillas con esto. Ve en la cabeza de la liebre los ojos de la chica que halló muerta en la habitación de Desmond, mirándole a él de la misma forma. El mismo horror, el mismo pecado: un asesinato. Ni mientras morían esos animales parecieron comprender qué sucedía. No tenían una sola oportunidad, como él con Desmond.

El vampiro lo mira frunciendo el ceño y repitiéndose esa frase en la cabeza, sin entender a qué se refiere el chico. Por lo que él sabe la carne de un animal recién cazado no debería sentar mal los humanos.

—¿Crees que esos animales me perdonarán por haberlos cazado?

—¿Qué más le darán sus presas al cazador? No deberías pensar en ello.

Tom asiente con un pequeño puchero en sus labios, después toma un bocado de la cena sin demasiada ilusión y dice:

—No me gusta pensar en matar o en la muerte, pero hay algo que querría saber... cuando empiece a envejecer ¿Qué será de mí, amo, va a matarme?

—No debes preocuparte por eso —le responde tranquilamente, callándolo con el tenedor lleno prensando sus labios. El chico mastica la comida preocupado. —, cuando un vampiro convierte a otro es porque al morder a un humano podemos inyectar, digamos, un veneno que tiene como efecto el vampirismo. Pero cuando un vampiro muerde a un humano sin intención de convertirlo queda una mínima parte de ese veneno, una cantidad residual, inyectada en el humano, eso no lo vuelve vampiro, pero el efecto que tiene es que su envejecimiento se ralentiza un poco, unos meses. Si eres mordido constantemente por un vampiro no envejeces, así que por eso digo que no tienes que preocuparte.

—Oh... no tenía ni idea. —exclama el chico, llevándose las manos a la cara y palpando su propia piel, como esperando encontrar algo en ella ahora que sabe su nueva condición. —Me tranquiliza saber que no me haré viejo, pero tampoco me convertiré en vampiro. Extrañaría tanto ser humano ¿No hay cosas que usted echa de menos de cuando lo era?

Desmond aprieta los puños ¿Qué si hecha algo de menos de cuando era humano? La pregunta es hilarante ¿Cómo va a echar de menos esa vida tan horrible, tan miserable, ese ser tan débil que fue y que él mismo ha logrado devorar? Y, sin embargo, le enternece cuando el chico le trata como si fuese humano.

—No hay nada que pueda echar en falta. No soy una presa, ahora estoy en la cima ¿Por qué querría volver?

—Pero... aun así debió ser duro ver morir a sus seres queridos, debió sentirse solo. Cuando yo perdí a los míos pensé que moriría de dolor y ahora a veces lo pienso también, cuando los recuerdo.

Desmond chasquea la lengua.

—Los vampiros semi puros no sentimos amor, así que tampoco pena por la pérdida de nuestros seres cercanos.

—Oh... pero ¿No echa de menos a su padre o a su madre? —el vampiro niega con una pequeña sonrisa en los labios ¿Extrañarlos? Los odia con todo su ser y el único motivo por el que desearía que esos poco padres no estuviesen muertos es porque no cree que merezcan tal paz después de haberle atormentado a él hasta el día que dejó su hogar para ser enviado a un lugar mucho peor. —¿Y no echaría de menos si se fuese a su... al vampiro que le creo, señor?

Desmond estalla en una pequeña risa y aparta la mirada. Tomás tiene la extraña sensación de que sus ojos huyen y de que le tiemblan los labios, pero le aterra demasiado mirar su rostro como para quedarse a comprobarlo.

—Mi maestro lleva muerto años.

—Oh, lo sient-

—No, no te disculpes. Ese maldito monstruo merecía más la muerte que cualquier criatura en este mundo, desee tanto que se muriese. —<<Y aun así... No, no quiero recordarlo.>> —Dejémoslo. Mañana vendrá una visita, espero que te portes bien. No tengo problema en castigarte delante de otro, es más, eso suele hacerme más violento cuando estoy disciplinando humano, así que compórtate. —advierte con un tono duro, apretando uno de los muslos del chico con más fuerza de la necesaria.

—Sí, señor. —murmura Tom, cabizbajo. —¿E-es su amigo Vlad quien viene? Si me está permitido preguntar, claro.

—Él llegará pronto, pero no es él, no. Se trata de Martha, ella está deseando conocerte. —explica con una sonrisa.

Tomás traga saliva, tiene un mal presentimiento.




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