15

 Damián está intrigado, se siente como cuando de pequeño veía documentales de animales feroces y salvajes. Entonces, el cachorro de lobo aprende a cazar y muerde letalmente a su primera presa. Recuerda la voz del narrador mientras Lucas le da el primer bocado a su hamburguesa. La salsa sale disparada, la lechuga y tomate se le caen por los lados y el pan es muy grande como para que quepa en su boca; sin embargo, al omega parece importarle una mierda y come ansiosamente, olvidando la existencia de los demás en el bar, así como olvida que puede usar cubiertos para cortar los alimentos en vez de sus dientes o que puede usar servilletas en vez de lamer su cara y chuparse los dedos ávidamente cada vez que se mancha.

Damián disimula una risa que pugna por salir, el omega lo mira amenazante cuando advierte el ruido y gruñe bajito antes de volver a atacar a su hamburguesa como si aún tuviese posibilidades de huir. Parece un pequeño animal salvaje, es sucio, desordenado y bobo, pero Damián suspira pensando en lo tierno que se ve. La gente del bar de la facultad los está mirando, algunos alfas simplemente porque Lucas es omega, otros disgustados por sus modales, tan atípicos de los de su género y los últimos, sin escrúpulos, solo hacen algunos comentario sexuales sobre lo bien que come Lucas. Entre ellos está Matthew, el alfa le cae bien y suelen, él y Esetban, sentarse con él y su grupo de amigos, sin embargo, hoy no le ha saludado al entrar a la cafetería. Estaba tan absorto en el omega que parecía que el mundo a su alrededor simplemente no existiese. Matthew después ha advertido su presencia y, mirándolo a través de las mesas, le ha guiñado un ojo y le ha señalado a él y después al omega. Damián solo le ha sonreído, negando suavemente.

—¿Cómo puedes comer tanto? —pregunta el alfa mirando como el chico lame el plato antes de dejarlo a un lado y atacar el siguiente. —Eres diminuto...

—No suelo comer tanto, pero si tengo la oportunidad... —dice el chico, antes de lanzarse a por la ensalada y las patatas fritas. Abre el kétchup reventando el envoltorio sin querer y todo empieza a parecer la escena de un crimen caníbal. —Es que no hay mucha comida en mi casa. —añade, encogiéndose de hombros.

Damián se siente profundamente mal al oír eso; Lucas dice con tanta normalidad y sutileza que pasa hambre... Damián siempre ha tenido la nevera —las neveras— llenas en su casa; su padre es un hombre de dinero y él no suele pensar mucho en los aprietos económicos de los demás, pero ver al omega comer con tanta ansiedad le hace plantearse esas cosas de nuevo. Lucas... él necesita ser abrazado, consolado. Damián quiere hacerlo, tomarlo y besarlo y susurrarle en el oído que todo estará bien, que su vida estará bien y que no todos los alfas son malos; que no todos lo usan y abandonan después, pero ¿Para qué? ¿Para hacer lo mismo después? Damián quiere una amistad con él y desea también desea follárselo sin ataduras.

Genial, Lucas, ahora me causas erecciones y conflictos emocionales.

—Gra... gracias por la comida. —murmura el chico en su transición hacia el postre. Es la primera vez que come tarta de chocolate, pero sabe de antemano que la ama. Al hacerlo desvía la vista y sus ojos se topan con la carta y consecuentemente con los precios en ella. Lucas suele tomar comida precocinada o instantánea, de esa que vale menos de un dólar, así que casi se atraganta con el precio de lo que Damián está comprando por él.

—¿Cómo? —pregunta el alfa abriendo sus ojos en sorpresa. El pequeño enrojece y baja la mirada. Definitivamente no va a repetirlo.

—Lo que has oído. —dice entre dientes, antes de seguir comiendo, ahora un poco más calmado. —Ugh... —murmura mirándose las manos, están llenas de salsa y ha gastado todas las servilletas. Se avergüenza un poco de sí mismo al ver que Damián sigue por su hamburguesa, cortándola educadamente con cuchillo y tenedor. —Iré al baño, me he ensuciado.

—¿Te das cuenta ahora? —se burla Damián riendo. El pequeño entrecierra los ojos y lo mira con desafío. —pareces un salvaje, estás repugnante.

Grandes carcajadas se escuchan en su mesa y Lucas arrastra do de sus dedos en salsa de tomate antes de pasarlos por la mejilla del alfa, trazando líneas.

—Pues bienvenido a la tribu de los salvajes sucios. —se jacta Lucas viendo la incredulidad en la manchada cara de Damián.

—Me alegro de poder formar parte. —finge une pequeña reverencia mientras el chico se levanta. Lucas lo mira curioso por su actuación y después puna sonrisa perversa cruza la cara del alfa —¿Cuándo tendré el derecho de ensuciarte yo la cara a ti? —pregunta en tono insinuante.

La cara de Lucas se pone roja como la salsa que la mancha y siente al omega dentro de él estremecerse por la imagen mental.

—¡Estás expulsado de la tribu, pervertido! —grita, huyendo hacia el baño.

Damián toma una servilleta para limpiar su rostro y entonces una risa nerviosa le brota de la garganta. Se siente como un niño, ese calor dentro suyo, esa agitación en su lobo y la felicidad despreocupada. Quiere que todos los momentos de su vida se parezcan a este, aunque tenga que ir manchado de salsa de tomate todo el día.

Damián sale de la ducha a través de una nube de vaho, él sabe que después de pasar la mitad del día con el omega lo más sensato habría sido darse una ducha muy fría, pero no ha podido resistir la tentación del agua cálida y su lobo la demandaba; de todos modos no cree que vaya a tener problemas, se ha desfogado en la ducha con cierto omega en su mente y ahora su lobo está adormilado y tranquilo. Toma el móvil para parar la música. Las siete de la tarde. La hora es agradable y es viernes, así que la tentación de pasar hasta la noche con Lucas en la habitación se hace presente, realmente ha amado el tiempo que ha pasado con Lucas en la mañana y al mediodía, así que amaría pasar el día completo con él. Se desnuda frente al espejo y pasa una mano para desemborronar el cristal; la imagen de su cuerpo le hace sonreír.

Alto, atlético y guapo. Él sabe que es atractivo y sabe usarlo a su favor, pero mientras se mira y pasa las manos por los músculos grandes y marcados, se pregunta qué pensará Lucas de él. Le gustaría verlo reaccionar a su cuerpo desnudo con las mejillas calientes y el cuerpo ardiendo; amaría que el chico le dijese que es bello, aunque ya lo sabe. Bueno, siempre se vale soñar ¿no? El alfa ríe sin gracia frente al espejo, empezando a secarse y vestirse. Cuando sale tiene el cabello húmedo y el rubio luce más oscuro que de costumbre, pero está revuelto y no le siente nada mal. Al dejar el baño nota a Lucas sentado en el sofá, de espaldas a él y con el teléfono pegado a la oreja.

—Te quiero...

El corazón de Damián se detiene unos instantes. Su lobo deja atrás toda modorra y gruñe detrás de su pecho, deseando despedazar cruelmente a quien esté al otro lado de la línea. Damián trata de respirar hondo y sosegarse, teme abandonarse a sus instintos o llenar la habitación de feromonas y aterrar a Lucas, otra vez. Sin embargo, es realmente difícil; tiene los puños apretados, todos y cada uno de sus músculos tensos y los dientes apretados. Siente que quiere matar a alguien ahora mismo y le da igual quien sea. Avanza hacia Lucas, la sangre hirviéndole en las venas y cosquilleando en las palmas de sus manos, quiere tomarlo fuerte y acorralarlo, preguntarle a qué alfa le está diciendo que le quiere si supuestamente los odia a todos. Se siente tan engañado, tan furioso que va coger a Lucas y va a... No, Damián no, joder, no. Se muerde el labio con fuerza y clava las uñas en las palmas de sus propias manos. Se repite mentalmente que tener más fuerza no le ha derecho a usarla, como un mantra. El lobo araña, rasga y muerde dentro de él y el pecho le duele. No entiende nada.

—Que sí, papá ¿Cómo iba a olvidarme? Además, ya me habrían dicho algo. —ríe bajito.

Damián suelta una profunda exhalación y los colores del mundo vuelven a ser algo más que rojo y negro. Su lobo mueve la cola y bosteza, la calma regresando a su ser. Quiere reírse por haber sentido tantas cosas por una tontería semejante.

—Sí, me va genial. Sí, todo es bueno. Sí, tengo un compañero en la villa, ya le conozco. —hace una pequeña pausa. —Claro, aquí no hay omegas y betas tampoco, pero no te preocupes: el alfa que he conocido es muy bueno, hoy he pasado el día con él y ha sido genial, muy divertido... —Damián siente revoloteos en su estómago al escuchar eso, el lobo saltando como un perro con la llegada de su amo dentro suyo. Lucas suena tan afable y feliz... quiere escuchar su voz siempre con ese tono. Además, él ha dicho cosas lindas de él ¡Se alegra tanto de no ser el único que ha disfrutado cada instante! —Oh, claro, claro. ¡Adiós papá, que te vaya bien en eso!

Lucas cuelga el teléfono y lo deja a un lado, permaneciendo de espaldas al alfa y mirando por la ventana. Sus ojos ven el cielo con melancolía y piensa en el día de hoy. Damián y él han pasado todo el rato juntos hasta que han llegado y el alfa ha decidido tomarse una ducha; no es hasta entonces que Lucas se ha quedado a solas con sus pensamientos y se ha dado cuenta de que el tiempo ha pasado deprisa al lado de un alfa. Y también se van deprisa.

—Así que te lo has pasado bien, ¿eh? —pregunta el alfa sentándose detrás de Lucas, este se sobresalta, girándose de golpe para toparse con una sonrisa fanfarrona y unos ojos verdes que ya conoce.

—No te lo tomes muy enserio, le tengo que mentir a mi padre para no preocuparle. No voy a decirle que tengo que compartir habitación con un alfa peligroso, pervertido y odioso. Si le dijese la verdad él posiblemente no dormiría por las noches pensando que todos alfas quieren violarme. —explica, acomodándose para quedar cara a cara con el alfa.

Ambos están sentados sobre el sofá-cama, relativamente cerca y con la luna empezando a ser testigo.

—Oh, vamos... Él, como alfa, ya sabe cómo funcionamos los alfas. Ya sabrá que todos aquí babean por tu trasero, incluido yo. —Lucas hace una mueca de desagrado y después desvía la mirada.

La baja al suelo con cierta tristeza.

—Él... mi padre es un omega, no un alfa. —confiesa apenas audible.

Damián suelta una pequeña exclamación, los omegas hombres son menos comunes, así que esa es una gran coincidencia. No obstante, no le da más importancia.

—En ese caso será tu madre quien lo sepa, como alfa, y se lo habrá dicho a tu padre. Seguro que ella debe ya saber cómo son los alfas, así que dudo que se crea tu inocente versión de la universidad. Sería divertido hablar con ella de como toda la facultad está desesperada por follarte ¡Eh! Incluso podrías darme su teléfono, así voy conociendo a mi suegra. —bromea, su leve risa de apaga al ver el rostro de Lucas. Tiene el ceño fruncido de nuevo y sus labios apretado con rabia.

—Te daría... —empieza, se interrumpe mordiéndose el labio cuando nota que las lágrimas amenazan con acudir a los ojos. —Te daría su teléfono si lo tuviese o si al menos supiese como esa puerca se llama, así podrías hablar con alguien igual de basura que tú, alfa.

—Oh, yo no... —Damián empieza. Cuando oye a Lucas decir que no sabe el nombre de su propia madre un nudo se le forma en la garganta. Él sabe el nombre de la suya, de hecho, tiene un listado kilométrico de nombres de las que han sido sus madres.

Traga con dificultad, el ardor bajando por su garganta como si la saliva fuese aguardiente. Sabe lo doloroso que es criarse sin madre, pero no puede imaginar lo que es criarse sin alfa en un mundo como ese. Lucas lo mira directo a los ojos, las lágrimas acumulándose y amenazando con salir. Se siente tan horrible, puede imaginarle a él y a su padre, dos omegas en un mundo de alfas, alejados de la única protección de la familia... quiere abrazarlo, llenarlo de su aroma poderoso y hacerle sentir protegido, pero no es capaz de moverse ni un milímetro. Lucas lo mira con dolor, pero su mirada está tan endurecida que se siente alejado, hay un muro entre ellos.

—¿Puedes largarte de mi cama? Quiero dormir.

El alfa le hace caso sin mediar palabra alguna. Cuando apaga la luz del salón, antes de irse a su habitación, ve a las lágrimas de su amigo a punto de caer, deslizándose sobre las pestañas. Él quiere disculparse, pero teme que una sola palabra pueda herir más a esa pobre criatura.

Siente el lobo lloriquear dentro suyo y el pesar se posa sobre sus hombros.

—Buenas noches. —le desea, aunque sabe que ninguno de los dos va a tenerlas.

Comentarios