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Antes de empezar el cap, aprovecho para publicar un dibujo HERMOSO que ha hecho una de mis lectoras n.n Me ha encantado y aprecio muchísimo saber que alguien se está tomando su tiempo para hacer dibujos de mis OCs que tengo, es un detalle hermoso y me emociona mucho ¡Gracias!

El dibujo es de un OC mío del que quizá algún día escribo una historia en wattpad. Si os gusta, podéis seguir a esta personita en su instagram ''alain_cox''

León vuelve a despertarse arropado por sábanas limpias y los rayos del sol        


León vuelve a despertarse arropado por sábanas limpias y los rayos del sol. El olor a bosque entra por la ventana junto a la calidez y siente que nunca se acostumbrará a eso, a las sombras de los pájaros sobre su cama, a los graznidos alejándose y al aroma de un alfa en la habitación de al lado.

Se alisa la ropa con la mano, se coloca su cinturoncito formado por un cordel dorado y siente escalofríos al atárselo a la cintura. Cuando Harry lo hizo él se sintió tan menudo entre sus manos, tan moldeable, pero prefiere no pensar en eso ahora. Harry es su superior, no debería fantasear jamás con un miembro de una manada real, menos aún de la de los lobos negros y muchísimo menos aún siendo él un omega de bajo rango, extranjero y además incapaz de tener sexo o descendientes.

El suelo está frío en los pasillos, así que el chico da un pequeño bote cuando nota la temperatura bajo sus pies desnudos, pero eso lo ayuda a despertarse más e ir con más prisas hacia la cocina, en busca del desayuno de Harry el suyo. Recuerda la última vez que lo vio ayer, en la bañera, cuando él lamió sus heridas, y se pregunta cómo lo mirará ahora a los ojos. El resto del día pudo distraerse de esos pensamientos culposos, ahora ya no. Comió con Paola y como la reunión militar se alargó mucho se ofreció a cuidar a su hijo mientras ella tomaba un merecido descanso. El final se les acabó uniendo el otro cachorro de cabello negro, Shin.

León terminó pasando desde el mediodía hasta la noche con esos dos niños. Jugaban a las escondidas y como el aroma del omega es inconfundible León era encontrado siempre por esos dos pequeños terremotos y tenía que correr por todo el castillo para que no lo pillasen. El Rey Towen se lo topó una vez, mientras iba a por un vaso de agua, y le dio a León las gracias por jugar con ellos. León no pudo siquiera responder, tardó varios minutos en asimilar que el rey de uno de los imperios más poderosos de todo el continente le hubiese agradecido humildemente por hacer de niñero de sus sobrinos. Para cuando la hora de la cena llegó la reunión seguía, así que los siervos dijeron a León que no se molestase en llevar la comida a su amo, sino que tomase la suya y ya. León le llevo la comida a Paola, ya que le venía de camino, y vio que los dos niños se habían quedado dormidos en el suelo después de jugar con él, agotados. Él intercambió algunas palabras con la pelirroja, que le prometió llevarlo al mercado en unos días, y después León se fue a su habitación tan cansado que casi se duerme sobre su cena.

Fue un día espléndido, pero ahora que otro nuevo ha empezado, se preocupa. Harry y él tienen una relación extraña, León intenta servirle lo mejor que puede y ser un súbdito obediente y no es que su amo le trate mal, pero le trata bien de más y eso le parece demasiado confuso.

Para Harry los cocineros han preparado un revuelto de huevos, calabacín y queso junto con pan untado de mermelada y un vaso de té. Para León han hecho un huevo duro, una tostada con manteca, té y un par de plátanos mezclados con cereal. Obviamente la comida del príncipe es mucho más nutritiva, lujosa y abundante que la suya, pero está profundamente agradecido por lo que le ofrecen. Pone las dos comidas juntas en una bandeja, ya que Harry quiso desayunar con él el día anterior, aunque sabe que es posible que hoy prefiera estar solo. Antes de abrir la puerta de la habitación del príncipe da un par de toques y escucha algo parecido a un gruñido al otro lado. León vuelve a picar.

—¡Pasa! —dice más audiblemente ahora la voz de Harry.

León entra, sintiendo que su esencia es diferente a lo usual, y encuentra a Harry y a Gerard sentados en la cama, mirándose con rostros cansados y frustrados. Cuando entra las dos miradas fieras se dirigen a él, la Harry con compasión, la de Gerard con desaprobación.

—¿Se lo dices o qué? —pregunta el pelinegro de brazos cruzados.

—Lo hizo sin querer, está nervioso, déjalo ya. —espeta Harry rodando los ojos, después hace un gesto a León para que se acerque con la comida.

El omega traga saliva, baja su cabeza, ladeándola por instinto para exponer su cuello, y se acerca con pasitos vacilantes para ofrecer su comida al príncipe. Harry pone la bandeja sobre su regazo y Gerard la mira de reojo, notando que ahí más comida que para una sola persona, por lo que bufa con indignación.

—Mira niño, sé que en Kez cualquier alfa habría enloquecido por tu culo, pero aquí eso no te hace importante. —León da un paso atrás y asiente manteniendo la cabeza baja. Él ya sabe estas cosas, no entiende por qué debería decírselas Gerard. Si tan poco importa ¿Por qué molestarse con él? —Eres un omega... —tuerca la boca bajo la estricta mirada de Harry —inadecuado como para ir marcando al heredero de una corona importante ¿Entiendes? Es un error que no debería cometerse de nuevo.

Abre sus enormes ojos azules y cae en la cuenta de que Gerard está hablando de los arañazos que dejó en la espalda de Harry. Hasta ahora no lo había pensado, pero sabiendo que el príncipe se pasea descamisado por el castillo habrá sido evidente a los ojos de todos que tenía esas marcas y solo han podido ser hechas por un omega pequeño, demasiado pequeño para ser un lobo negro.

—¡Lo siento! Lo siento mucho, yo no estaba intentando marcar al príncipe como mi alfa, jamás tendría una osadía así, fue un error, lo prometo. No pretendía insultar a su corona de ese modo, mi señor, de veras.

Harry asiente y sonríe, complacido, pero su hermano se recoge el cabello oscuro tras la oreja y se sostiene el puente de la nariz con frustración.

—Lo que importa no son tus intenciones, niño, lo que importa es que lo hiciste y si Harry hubiese salido así a la calle y se hubiesen creado rumores de que un príncipe anda dejándose marcar por un... omega cualquiera ¡No! Por un omega de lobo blanco, que es aún peor, eso podría afectar a nuestro estatus. Serás rey un día, no puedes ser tan despreocupado. —Harry lo mira tragando saliva, parece querer decir algo cuando abre la boca, pero se muerde el labio y asiente con docilidad. Su hermano tiene dotes de liderazgo y es mucho más sabio respecto a pequeños detalles como ese que él, aunque no renga suficiente corazón para ser gobernador. —Y tú, me da igual si te quieres revolcar con mi hermano, todos los reyes y príncipes y nobles van a burdeles, compran omegas o usan a cualquiera para desquitarse, eso lo sabe hasta el pueblerino más analfabeto, pero ni se te ocurra volver a dejar marcas en su cuerpo.

León se siente aturdido. Él tan siquiera ha tenido sexo con Harry y que Gerard le hable como si fuese un objeto para la satisfacción del príncipe le devuelve a los horribles momentos en que los lobos pardos empezaron a capturar y abusar de omegas, al día de su presentación y a cuando esos dos alzas del carruaje lo manosearon. Gerard mira los moratones de los brazos y pecho de León mientras habla, seguramente pensando que su hermano se los ha dejado mientras tenía sexo con el omega, y él quiere decirle que no es así, pero ¿Acaso importa? Que haya tenido o no relaciones con él no cambia que Gerard tenga razón: ser marcado por un omega como León es humillante para un príncipe y una forma de dejar mal a su manada entera. León lo sabe y lo considera una buena advertencia, pero Gerard es tan... cruel.

No son las palabras que emplea, tan siquiera la forma en que habla. Es la forma llena de repulsión con que mira a León, con que le replica como si tuviese que contenerse para no insultarlo, la forma en que lo analiza por el rabillo del ojo al irse, un segundo antes de cerrar la puerta

—Perdón... —murmura León bajando la vista una vez se queda a solas con Harry.

—No fue tu culpa, fue mía por usar mi voz de mando. Le diré al médico real que me tape los arañazos y ya está, así nadie los verá en la celebración de esta noche. Ven, siéntate y desayuna conmigo, lobito blanco.

León no puede parar de pensar en lo triste que es que la impronta de sus manos sea algo que un alfa deba esconder, pero agradece en silencio a Harry por llevar el tema con tanta sensibilidad. Cualquier alfa de Kez, si él se hubiese atrevido a arañarlo, lo habría molido a palos y violado. De hecho, arañó a uno de los guardias reales del carruaje en el que vino y recuerda ser golpeado con una violencia brutal que Harry podría fácilmente superar, pero en vez de eso le ofrece una sonrisa y un desayuno. Harry empieza a comer mientras el omega solo se le queda mirando con los ojillos azules abiertos y brillantes y los labios un poco separados. León se da cuenta de que se ha quedado embobado pensando en Harry y decide dejar de verlo y romper el hielo hablando de algo.

—¿La celebración de esta noche es la fiesta del fuego de la que usted y Kajat me hablaron? —asiente. —Estoy algo nervioso si debo ir, la verdad, me gustaría poder enseñarle yo también las fiestas y rituales de mi pueblo.

—Cuando tenga un cachorro quiero que lo hagas, quiero que le des el nombre del espíritu de mi antepasado que creas que le ha ayudado a venir a la vida ¿Te gustaría llevar a cabo la ceremonia de tus gentes con el próximo principito?

León no puede tomarlo en serio, deja de comer y parpadea un par de veces.

—¿Qué? —pregunta sin intención de recibir respuesta. Harry abre la boca, pero es la voz de León la que se oye. —¿Qué? —pregunta de nuevo, totalmente confundido. —Usar una tradición extranjera para consagrar el nacimiento del hijo de un heredero de la corona, príncipe Harry, creo que estás loco de remate ¡Ni a mí se me habría ocurrido algo tan extraño! Y eso que me ocurrió travestirme tres años como beta.

Harry ríe suavemente y niega.

—No estoy loco, lobito. Piénsalo, nuestras tradiciones, nuestras culturas, nuestros dioses e ideales... todo fue una vez diferente, venimos de un pasado donde se consideraba pagano algo que hoy se considera sagrado. Con el tiempo estas cosas cambian y ninguna cultura nace de la nada, se forma en contraste o en armonía con otras, toda cultura se forma entre seres humanos y cambia, igual que cambian las personas. Los lobos marinos de las islas tiburón, por ejemplo, ellos pensaban que el mar que les rodeaba era el infierno, que en él no había llamas, sino olas, pero cuando crearon barcos y descubrieron el comercio con el gran continente y vieron que allí se adoraban a dioses acuáticos ellos cambiaron su visión del mar como demoníaco, a sagrado, y cuando nacía un niño hacían algo llamado bautizo, le llenaban el cuerpo de agua marina, concediéndole la bendición de los dioses de la marea. Cosas así pasan en todo el mundo, lobito blanco, así que ¿Por qué negarse a ese cambio? Yo amo y respecto profundamente a tu raza y me dolería pensar que una cultura tan rica se ha extinguido por culpa de los lobos de Kez, por eso querría conservar algunas de vuestras ceremonias, honrarlas, haciéndolas oficiales aquí. Al fin y al cabo, el último lobo blanco es ahora parte de nuestras hermosas tierras de Seth, así que tus leyendas y dioses pertenecen aquí también si es que tú quieres bendecirnos con ellas.

—Me gustaría... —murmura León emocionado, intentando no atragantarse con el nudo que siente en la garganta, cortándole las palabras cuando intenta hablar. Parpadea, viendo borroso a causa de las lágrimas, y los colores se convierten en los rostros felices de sus padres y su hermano, de sus amigos y los sabios del pueblo, de todos los muertos, felicitándolo por lograr hacer que sean recordados. —me gustaría mucho, mi príncipe. Siento mucho haberte juzgado antes de llegar aquí, realmente pensé que serías horrible. —confiesa el chico entre risas.

—¿Horrible? Vaya, pensé que en los retratos que envié a otros reinos salía hermoso, deberé contratar a un mejor pintor.

—No me refiero a eso, príncipe bobo —responde León dándole un golpecito en el hombro con su cabeza. Harry lo mira con ternura. —, pensé que tan pronto llegases a tu habitación me violarías y harías de mi vida un infierno, pero esto parece —suspira, mira a Harry tímidamente y jura que podría ahogarse en esos ojos verdes de pupila sin fondo, en esos labios carnosos, en esos hoyuelos profundos o los tirabuzones castaños que bailan cerca de su cara cuando se ríe. —el cielo.

—La vida en palacio es buena en sus días buenos, pero en sus días malos es aterradora, te lo advierto. Tener poder es lo más ambivalente que hay, estás alto en la cima, pero es tan fácil que te empujen, el vértigo hace que casi no merezca la pena.

—Yo jamás he tenido poder, siempre imaginé que los reyes no tenían problemas porque el rey de Kez solo sienta su culo en el trono y sube los impuestos —Harry se atraganta con su comida cuando León dice esa vulgaridad, pero simula un pequeño aplauso, dándole la razón —, pero te veo a ti, con tantas cicatrices, —murmura, apretando el puño con el que sostiene el tenedor y bajando la mirada por el cuello de Harry hasta su pecho y sus brazos y luego su abdomen —pensando que eres heredero de una corona y que cuando estás en el campo de batalla debes ser el objetivo de miles y miles y miles de soldados que quieren todo ese poder y... se me eriza la piel ¿No te asusta ir a la guerra?

Harry asiente masticando, mirando a León de forma afable y humilde.

—Es aterrador, cada vez que marcho para una batalla estoy aterrorizado.

—Entonces ¿Cómo lo haces? —pregunta el chico con una nota de desesperación en su voz. No duda que Harry diga la verdad, pero no comprende cómo puede recordar la guerra y hablar de ella en tono sereno cuando León, si trata de recordar la que vivió, se pone a temblar como un condenado y se le traban las palabras.

—Puedo hacerlo porque me da mucho más miedo pensar en dejar a mi reino y a mi manada a merced de los enemigos de lo que me asusta morir o ser capturado y torturado y eso por eso que el rey de Kez no lucha, porque le importa más el trono donde tiene plantado el culo que su pueblo o incluso que si familia. Por ejemplo, su hija, Lady María, el rey piensa que somos unos bárbaros y pretende casar a su hija con el príncipe bárbaro solo por dinero.

—Oí rumores de que la habías rechazado ya más de cinco veces —comenta León divertido —aunque también oí que habías rechazado muchos otros matrimonios, muchos matrimonios con princesas y nobles poderosas ¿Es cierto? —Harry asiente, orgulloso —¿Por qué?

—En este reino no creemos demasiado en los matrimonios pactados. Algunos sí, Hermalias se casó un poco por conveniencia, aunque estoy seguro de que ama a Roger al menos un poco, pero el resto de la familia prefiere casarse por otros motivos. Es algo que viene de mi padre, de sus abuelos, de sus tatarabuelos y así. Quiero ser como él, casarme con una omega a quien ame, no con una a la que vaya a ver por primera vez unos días antes de la boda. Sé que suena infantil, pero nuestro reino es fuerte precisamente por eso, igual que nuestros vínculos con otras coronas, los vínculos entre rey y reina no pueden ser superficiales, no pueden formarse por un contrato, no se puede reinar bien así.

—Eso es precioso, que no tengas que renunciar al amor por ser heredero. Bastante arriesgas ya en la guerra como para no tener derecho a formar una manada a la que puedas querer. —León se deja caer en la cama al tomar el último bocado.

Mira el techo blanco, celestial, y cierra los ojos soñando con su manada, su casita y las noches en que sus padres, él y su hermano veían las estrellas. Piensa que ningún lobo sobre el mundo debería tener que renunciar a eso. A él se lo arrebataron, pero al menos pudo vivirlo una vez.

—Sí, ojalá pueda enamorarme de alguien pronto. Mi padre todavía seguirá en el trono muchos años, pero yo soy joven, tengo edad de casarme, así que espero encontrar a un omega. Por eso siempre voy a las reuniones con reinos aliados o potenciales aliados y trato de conocer a los omegas nobles. Ellos siempre dicen que soy extraño, pero, no sé, espero que signifique algo bueno.

—Eres extraño —le chincha León. El alfa se voltea haciéndole un puchero. — y significa algo bueno, mi príncipe. —Inspira y cierra los ojos, siente tan bien, tan calmado. —¿Crees que te enamorarás algún día?

—Claro —responde Harry limpiándose las comisuras con una servilleta y encogiéndose de hombros —¿Por qué no?

León envidia ese tono despreocupado. Él sabe que jamás podrá formar una familia, lo sabe con una certeza que no le permite un ''¿Por qué no?'' tan inocente como el del príncipe.

—¿Y te has enamorado antes?

León siente que su curiosidad está cruzando una línea, pero está tan cómodo hablando con el príncipe y hace tantísimo que no piensa en cosas bellas como el amor que no puede evitar querer recrearse en la conversación.

—He conocido a omegas con los que lo he pasado genial y he tenido alguna aventurilla con omegas nobles, pero no me he enamorado nunca. Eran personas maravillosas, pero... no sé cómo decirlo, no hay explicación, había afecto, una atracción atroz y muchas cosas en común. Pero no había magia. Quizá es que soy un tonto al pensar que el amor debe revolverte por dentro, sacudirte enterito y dejarte enloquecido como bajo un embrujo, pero al menos yo creo que no me he enamorado. ¿Y tú?

—¿Yo? —León pregunta sorprendido, señalándose con sus deditos fino e irguiéndose.

Harry le sonríe, lo empuja de nuevo a la cama y se tumba con él, ambos mirando el techo.

—¿Acaso crees que soy tan raro que le hablo a las paredes? Pues claro que te pregunto a ti, lobito blanco.

León se lo piensa, incluso aunque ya sepa la respuesta, y hace un recuento de todas las veces en que se hizo ilusiones o en que se imaginó cayendo loco de amor por alguno de los alfas de su aldea.

—Mmmm... —dice pensativo, llevándose un dedo a los labios. —¿Tú que crees?

Harry cierra los ojos, se acomoda mejor en la cama y deja escapar una gran expiración.

—Creo... —dice con voz ronca y lenta, mientras piensa. —que sí. Eres hermoso, debías tener a todos los alfas de tu edad loquitos y si fueses solo bonito sería una cosa, pero tu personalidad... ah, estoy seguro de que de alguno de esos alfas te enamoraste. O quizá algún beta, quien sabe.

—Creo que le gusté a algún alfa, pero siempre fui muy vergonzoso como para hablarles demasiado —confiesa León con una risilla inocente. —, había uno que siempre me miraba en el río y yo le miraba a él y sentía un hormigueo de los nervios, pero no me llegué a enamorar, solo estaba emocionado.

—Pobrecito, debiste partirle el corazón —dice el príncipe llevándose la mano a la frente y riendo.

<<¿Qué más da? Está muerto ahora>> Los oscuros pensamientos de León se ven interrumpidos cuando Harry se levanta de un salto y sacude su cabeza para acomodarse mejor el cabello.

—Iré a entrenar, hoy serán más horas y más peligroso, así que no es necesario que vengas. Puedes hacer lo que quieras con tu tiempo libre, León, no hace falta que te quedes encerrado en la habitación, solo avísame si planeas salir del castillo o de los jardines.

—Oh, gracias, no, no saldré, pero gracias igualmente.

El alfa se despide, corriendo por los pasillos. León adivina que debe estar llegando tarde, así que corre a asomarse por el balcón de Harry, viendo como Kajat lo mira con dureza y empieza a atacarlo sin darle un respiro. León querría quedarse ahí mirando, pero cuando Harry sube el rostro y le guiña un ojo él se pone tan nervioso que corre al interior.

Lleva las bandejas de vuelta a la cocina y los siervos de ahí lo saludan y tratan amablemente, no son muy habladores porque generalmente están muy atareados, y se siente mal por ello. No es que lleven una mala vida, los siervos de la casa real son todos expertos que han luchado por tener ese trabajo ya que es el mejor que nadie pueda imaginar en todo el reino, pero León ha llegado ahí casi de casualidad y siendo el siervo personal del príncipe no tiene demasiadas ocupaciones, así que a veces se siente holgazán y culpable por ello.

—Disculpa —le dice a una muchachita alta y delgada que ve de un lado para otro con prisas, pero sin perder su entereza. — ¿Sabes de algo que pueda hacer para ayudar? El príncipe no me va a necesitar mientras esté entrenando y...

La chica rompe en carcajadas, le acaricia la mejilla a León y le dice:

—Disfrutar del descanso, cariño, disfrutar.

León la sigue mientras ella va llevando platos otras habitaciones, insistiendo en su culpabilidad.

—Pero es que todos estáis atareados, querría hacer algo.

—Chiquillo, —le dice la mujer pellizcándole la mejilla y tirando de él en su dirección para apresurar su marcha —aquí todos los omegas y la mitad de betas mataríamos por tener tu papel de siervo del príncipe, así que por favor, no te agobies ¡Es el sueño de cualquiera! Además, creerás que no haces mucho porque no están cocinando y limpiando y arreglando u ordenando cosas a casa rato, pero créeme que dar apoyo y compañía a un príncipe es una tarea ardua, no menosprecies tu trabajo, pajarillo.

León queda perplejo y se para un segundo, la mujer se despide moviendo sus dedos de afiladas uñas y se va a paso rápido. Él se siente extraño, no sabe si realmente está haciendo un buen trabajo ¿Y si Harry no siente que su compañía sea suficiente? León suspira, queriendo distraerse, y se pasea un poco por el castillo para conocer mejor el lugar. Descubre varias cosas, pero son solo pequeñas partes de esa basta construcción. Descubre la biblioteca, la sala de armas, los baños comunes donde varios siervos están sumergidos, frotándose entre ellos e incluso invitándolo a pasar, una pequeña cúpula dorada que León presupone que es la capilla privada de la realeza para las oraciones, otra gran habitación equipada con recursos médicos y una silla para partos, dos grandes puertas que sabe que conducen a salas de reuniones del consejo y de reuniones militares y muchas habitaciones en las que no entra para no turbar la paz de los demás. Después de sus tres horas de subir y bajar escaleras y se pasar cinco veces por el mismo pasillo hasta darse cuenta de que andaba en círculos, León vuelve a la enfermería. Una sala enorme llena de libros, frascos y muebles con cientos y cientos de cajoneras señalizadas con nombres que él no entiende. León sabe que no puede tocar nada o que más bien no debería, así que se adentra sin poner sus manos sobre ningún brebaje, ungüento o utensilio.

—¿Husmeando? Pensé que tendrías cosas que hacer ¿No te mantiene mi hermano ocupado o es que tú única tarea es ser bonito y pasearte por todos lados?

León se voltea bruscamente por el susto y lleva sus manos al corazón, notándolo agitado. Gerard lo mira desde el marco de la puerta con la cara seria y los brazos cruzados. El hombre no es desagradable, de hecho, tiene el mismo aspecto que Harry con sus labios grandes y bonitos, los ojos verdes y el cabello rizado, como un gran querubín, pero la forma en la que él lleva esos rasgos se siente extraña. Gerard es menos musculoso que Harry, eso seguro, y viste siempre algo que le tapa el torso, así que tiene una presencia más formal que el otro, pero por alguna razón a León le inquieta más. El hombre lleva pantalones oscuros, del mismo color que su casaca de corchetes dorados, la cual se ajusta mientras habla con León o más bien mientras espera su respuesta.

—El príncipe Harry me ha dado la mañana libre, mientras entrena.

—El entrenamiento se ha acabado ya, sino ¿Cómo iba a estar aquí? —pregunta alzando una ceja. A León no le gusta nada que le hablen como si fuese idiota, es consciente de que no ha recibido una educación formal ni mínimamente comparable a la de un príncipe, pero sabe que no es un idiota, tuvo que confiar mucho en su astucia para sobrevivir en Kez. —Aunque la verdadera pregunta es ¿Qué haces tú aquí?

—El príncipe Harry me advirtió de que hoy su entrenamiento duraría más —le advierte el chico, extrañado cuando el otro frunce un poco su ceño y chasquea la lengua ¿Acaso no informan a Gerard de esas cosas? — y no quería molestar, solo entré porque me había llamado la atención esto. Nunca había visto una de verdad. —murmura señalando la silla del fondo.

Es de madera maciza, hecha con más piezas de lo usual y con muchas bisagras para poder regular la postura. La base de la silla es muy amplia y el respaldo, largo y ancho, tiene tres secciones: una para la espalda baja, otra para la mayor parte de la columna y la última, acolchada y un poco curvada hacia adentro, para la cabeza. Las partes están divididas para uno pueda ponerse en diferentes y complejas posiciones. Luego están los reposabrazos, llenos de arañados, y otros reposaderos que salen de la parte baja y tienen unas bases para apoyar los pies y mantener las piernas separadas y en alto.

—Es para los partos —explica el alfa con su voz condescendiente que León empieza a aborrecer. Gerard podría imitar a Harry si imitase sus gestos quizá, pero una vez abriese la boca la ilusión se rompería, sus tonos y voces son demasiado distintas. —, no creo que deba interesante demasiado, tú no usarás algo así nunca.

León lo escucha acercarse a él, los pasos por la espalda le ponen nervioso y el creciente olor del alfa también lo agobia. Él sabe que jamás podrá tener cachorros, todos lo saben, así que no entiende por qué Gerard se dedica a ser tan fastidioso explicándole cosas que bien podría guardarse.

—Puedo interesarme si quiero —masculla el chico de mala gana, pero sin alzar la voz. —, además asistí muchos partos sin una de estas, así que me llama la atención.

—Sí... —dice Gerard sin sonar demasiado interesado, colocándose al lado de León y mirando la silla con una mano en el mentón y torciendo la cabeza, como si estuviese pensativo. Por la sonrisilla cruel de Gerard el omega sabe que sea lo que sea, ya se le ha ocurrido. — o quizá sí la usas, quien sabe, si Harry te pone ahí y te ata las manos con correas a los lados quizá así no lo arañas mientras lo hacéis.

—Harry y yo no estamos... teniendo sexo. —afirma el omega con la paciencia colmada. Tiene sus puños fuertemente cerrados y está empezando a pensar en cómo acabar esa conversación para largarse de una vez.

—¿A no? —Gerard cuestiona, mirándolo de arriba abajo y soltando una risa vulgar y corta. —Dudo que Harry quiera a un omega personal para ningún otro motivo. No te ofendas, pero no es que te vea muy... servicial.

—Aunque él me quisiera para eso, no lo haría. —explica León, empezando a sentirse ya no enfadado, sino ansioso.

Pensó que los alfas de Seth eran diferentes a los de los demás lugares, pero Gerard lo está mirando con esos ojos... esos mismos ojos que tenían los lobos pardos, los guardias reales del carruaje, los hombres de la posada. De repente, le duele la cabeza y el aire no le pasa por los pulmones, solo quiere irse.

—No es como si fuese tu decisión. —comenta como si nada, con la mirada perdida en la silla y encogiéndose de hombros.

Cuando se voltea hacia la pequeña figura callada que tiene al lado nota que León ya no está y puede escuchar unos pequeños y rápidos pasitos alejarse por los pasillos. No quiere insistir, así que simplemente cierra la sala y se marcha, tiene asuntos que atender y solo se había pasado por ahí porque había notado la puerta entreabierta cuando sabe muy bien que el médico real no está en palacio estos días.

León cruza los pasillos, agobiado, corriendo hacia su habitación con ganas de envolverse en capas y capas de mantas de seda y quedarse ahí hasta que se le quite esa sensación helada de la piel que le hace sentir como un cadáver.

—Omega —lo llama una voz recta y a la que no está acostumbrado. Se voltea, siguiendo la voz femenina, y ve Hermalias con Roger cogido de su brazo como un adorno. León odia como esa pareja se ve, son tan desagradables... Hermalias es una mujer adulta, fuerte y guerrera y Roger apenas parece estar cruzando la adolescencia. Y ya tienen dos hijos. —, Harry dice que comas y que después le prepares un baño para por la tarde, está cansado de su entrenamiento.

—Por supuesto —dice el chico con voz cortada, queriendo irse de inmediato.

En su viaje hacia la cocina se topa con el rey, que está saliendo de palacio escoltado por guardias tan grandes como montañas. El hombre lo ve y agacha un poco su cabeza en un gesto solemne, despidiéndose de él. León hace una torpe una reverencia, viéndolo marchar.

El Rey no se parece físicamente demasiado a Harry, más que por su corpulencia y presencia casi sagrada. La barba y el cabello canoso lo hacen parecer más sabio, casi apacible, y la forma de su rostro, mucho más cuadrada y tosca que la de Harry lo distingue de él junto a mil detalles más como los ojos marrones, las labios delgados o la nariz gruesa y aguileña. Eso solo hace que León se pregunte más cómo era la madre de Harry y si este habrá heredado de esa loba extranjera sus rasgos hermosos.

Piensa un poco en el tema mientras va a por su comida, entonces escucha de casualidad a los cocineros decir que solo preparen comida para los siervos y algunos nobles.

—Perdonen ¿Harry no comerá aquí? —pregunta León, temiendo meterse en asuntos que no son de su incumbencia.

Los cocineros y cocineras, así como otros criados de la cocina lo miran con algo de sorpresa, aunque intentan no hacer un gran revuelo al escuchar al chico llamar por su nombre al príncipe heredero.

—No, él, su padre, su hermano y los coroneles han salido hoy a recibir a un mensajero de Vento.

—¿De vento? Oh, Paola quizá querrá verle si es alguien conocido ¿La aviso? —pregunta el chico dejando su comida ahí y mirando la puerta de salida, dispuesto a comer más tarde si es para alegrar a esa dulce omega.

—Tranquilo, ella ya lo sabe, aunque está afuera. Ven, siéntate y come con nosotros si quieres. —le dice una muchacha corpulenta mientras moja pan en su sopa.

León mira con hambre el pan blando y teñido del sabroso color del caldo y asiente, llevando su bandeja hasta la larga mesa de la cocina para empleados y poniéndose él también a hundir las rebanadas en la sopa.

—¿Y cómo es que han salido casi todos los miembros de la manada real? —pregunta el chico extrañado. —¿Sucede algo malo?

Algunos se encogen de hombros, pero un hombre, León supone que más chismoso que el resto, le responde.

—Ayer estuvieron muchas horas en una reunión militar, así que deben estar planeando algo. Si viene alguien de Vento significa que el Rey quizá le está pidiendo algunas de las tropas de lobos negros que le dejó prestado al rey de Vento. Lo hace cuando cree que se acerca una batalla.

León siente su estómago encogerse de pronto. Le ruge por el hambre, pero su apetito ha disminuido un poco.

—Va a... ¿Haber una guerra? —pregunta angustiado, mirando con desconcierto como los demás trabajadores comen con normalidad pese al tema delicado del que hablan. Querría escuchar un firme no, pero sabe que las cosas no son tan fáciles, además, eso explicaría por qué Harry está entrenando tan duro pese a su lesión.

Un pinchazo de preocupación lo atraviesa.

—El Rey siempre nos lo comunica cuando va a haber una guerra, para que tomemos medidas de seguridad diferentes a las usuales y siempre tengamos un guardia real a la vista, en caso de ataque, esta vez no ha dicho nada, no creo que se aproxime una guerra, así que quizá está siendo precavido porque vaya a haber alguna batalla menor o disturbios. No te preocupes, hijo, estás en palacio, estas seguro. —dice el hombre mayor y bigotudo con tono paternal. León se siente algo mejor, pero entonces alguien más habla

—El palacio no fue un lugar seguro para la r- León vuelve la cabeza hacia la chica que está mascullando una queja, pero de pronto todas las miradas se dirigen a ella con reproche y se calla. —No es nada —dice ante la expresión demandante de León. —, en palacio no gustan que hablemos de su historia con los extranjeros, perdona.

—De todos modos —un beta interviene, desviando la atención de la conversación. —, es normal que el rey esté siendo precavido. Dicen que en las zona sud de esta lado de las montañas está habiendo movimiento, y el rey siempre es cuidadoso cuando se trata de ellos.

—Los lobos rubios —susurra la chica que León tiene al lado cuando nota que está algo perdido en la conversación. —, nuestro reino no se lleva muy bien con las decenas de pequeños reinos de esos lobos, su majestad el Rey Towen tiene demasiadas diferencias ideológicas con esa raza, además de un pasado tenso con ellos. Ya te lo contará tu amo, seguro.

León agradece la palmadita amable y las palabras de ánimo de la muchacha y sigue comiendo, atento a la conversación y participando de vez en cuando. Se entera de que el Roger es el único noble que está en el castillo, además de su cachorro, su hija preadolescente y el hijito de la otra pareja, que Paola y Lendra estarán unos días en el gran centro de economía de la capital revisando papeleo para el rey y mandando cartas para pactar acuerdos comerciales y que el médico real, después de pasar mucho tiempo en el hospital militar para los heridos de la última batalla, aquella en que Harry rompió su costilla, ha logrado que todos estén mejor y cree que el hospital podrá funcionar solo de nuevo, así que volverá al palacio dentro de poco. Lo comentan porque uno de los betas dice que tiene horribles nauseas.

Después de eso pasan a hablar de banalidades que hacen sentir a León menos preocupado, algunos le explican que su mercado de carnes y pescados es el más envidiable de todo el continente y León dice que gustaría de comprar ahí, a lo que uno de los cocineros dice que seguramente Harry le deje cuando hagan las próximas compras. Luego León menciona algo que había olvidado, pero que tenía clavado en su cabecita desde hacía más de un día.

—Hoy es el festival del fuego ¿Cierto?

Al decirlo todos se acuerdan de golpe y se alegran, algunos asienten de forma educada, pero muchos de ellos solo aúllan de la emoción y se ríen, cuentan anécdotas de su último festival e incluso un par de betas se levantan y empiezan a bailar lentamente, de forma jocosa.

—¡Verás, niño, te encantará!

—Oh, ojalá encuentre un alfa en el festival de este año ¡Dicen que irá Welf! Ay, si ese cerrajero pusiese sus manos sobre mí me abriría hasta sin llave. Ni se te ocurra robármelo con tus encantos de lobito blanco, perra. —le dije la joven que antes había mascullado, aunque ahora chillando de emoción y riendo.

—No seas grosera, chiquilla ¡Y nada de buscar alfas para usar y tirar!

—Oh, díselo al que conquiste en mi último baile. —interrumpe el beta grande y fuerte —Pensó que yo era un omega y fui tan bueno en la cama que dice que ahora solo se acuesta con betas ¡Ay, que ganas tengo de embrujar a otro con estas caderas!

León sonríe con los comentarios emocionados de todos. No entiende del todo de qué va la cosa, pero le alegra ver que es una fiesta divertida hasta para los omegas. Suena obscena, eso seguro, pero muchos de ellos hablan de embriagarse y bailar, no necesariamente tener sexo, así que eso lo reconforta. No quiere tener que caer en las garras de un alfa para pasarlo bien, porque entonces está seguro de que nunca podrá.


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