17

 Damián despierta el sábado de golpe, mira el reloj, estresado, para comprobar que no son ni las ocho. Sin embargo, ha oído a alguien gritar en el pasillo y la voz le resulta familiar ¿Esteban?

Se levanta a toda prisa, listo para socorrer a su amigo. Mientras corre hacia la puerta ve a Lucas de soslayo. El chico duerme en el sofá profundamente, su diminuto cuerpo está tapado por la manta y luce apacible y hermoso. Anda como yéndose a hurtadillas para no despertarlo, aunque duda que algo pueda levantarlo si los gritos del pasillo no lo han hecho ya. Una vez fuera aporrea con furia la puerta de al lado. Marcel sale a recibirlo y él lo mira con una mueca de enfado.

—¿Qué le has hecho? —pregunta el alfa, dando un paso al frente. Marcel es grande, pero no puede comprarse al titánico alfa que tiene en frente, así que se aparta amablemente y lo deja pasar.

—Un favor. —responde misteriosamente mientras el otro pasa la vista por el lugar. No ve a Esteban, pero sí la puerta cerrada de su habitación. —No quiere ver a nadie. —le advierte el beta, pero él lo ignora.

El pomo no cede cuando lo gira, su amigo ha puesto el pestillo.

—Soy Damián ¿Estás bien? ¿El beta te ha hecho daño? —pregunta con preocupación.

Pega el oído a la puerta y los ojos a Marcel; si ese maldito ha tocado a su amigo, Damián prefiere no imaginar de lo que será capaz para vengarlo, aunque sabe que se contendrá porque el beta es amigo de Lucas y no quiere ponerlo triste. Lucas triste. Los recuerdos de la noche anterior vuelven y se siente horrible, su lobo ruega el volver corriendo a la habitación como su fuera su nido y enroscarse alrededor del adormilado joven para confortarlo; sacuda la cabeza, ahora Marcel es prioritario.

—Yo... no quiero ver a nadie ahora, lo siento. Está... está bien, no te preocupes... Solo, necesito estar solo.—murmura su amigo débilmente, la voz suena no solo más alicaída que se costumbre sino más suave y aguda que siempre.

Ignora ese detalle mientras se resigna a mirar mal al beta e irse. Después, cuando ya ha cerrado la puerta se d cuenta de que ahí no huele a alfa. Se dice a sí mismo que sus sentidos le están jugando una mala pasada y vuelve a su lugar, tratando de no pensar demasiado en Esteban. Si él dice que está bien, le creerá, y si dice que necesita intimidad, se la dará.

Cuando entra de nuevo, la imagen que antes no tuvo tiempo a contemplar, ahora se detiene perezosamente frente a sus ojos como una obra en museo. Damián agradece que Lucas no tenga un cordón delante ni un cartel de ''no tocar''. Sonríe con ternura al ver los rayos de sol lamer el cuerpo que apenas abulta bajo la manta y se acerca sigiloso, para sentarse en la orilla de la cama. Lucas es tan bonito, tiene un rostro angelical y huele dulce y sutil, es tan pequeño y a la vez tan importante, su presencia dobla las proporciones de su cuerpo, es algo impresionante. El chico emite un gracioso gruñido mientras duerme y acto seguido hace lo que hace siempre: frunce el ceño. Damián ríe bajito, pero de pronto se siente triste al recordar la noche anterior. No sabe qué ha pasado con la madre de Lucas, pero sabe que le hizo daño y que ella era una alfa; piensa que quizá por eso el pequeño tiene tanto miedo de que lo alfas le hagan daño; él quiere demostrarle que no hay nada de lo que estar asustado, pero no está seguro de si eso es verdad. Damián sabe que él no es malo, pero lo duda cuando se recuerda a sí mismo en los vestuarios y sabe que si hubiese estado en celo, las cosas habrían acabado de otro modo, de uno del que se arrepentiría mucho.

El chico gimotea de nuevo, su boca curvándose con desagrado. Damián pone una mano en la mejilla del chico y la acaricia con los nudillos. Su piel es tan agradable, él desea darle también un lindo tacto. Su lobo ruge y se retuerce de hambre, los instintos de cazador no paran de impulsarle a que baje la mano por el cuerpo y acarre la piel, a que la cambie por los dientes y muerda la tierna carne.

—No quiero hacerte daño... —susurra apenado.

Se sosiega respirando hondo y sigue con las caricias, el chico parece relajarse un poco y entonces pequeñas manitas salen de debajo de las mantas para encontrar la suya. Detiene la caricia cuando el chico rodea sus dedos con las manos, como un bebé. Lucas sonríe levemente abrazándose a la mano de Damián y este puede sentir su corazón bombear tan deprisa como el de un colibrí.

—Eres tan tierno... —le susurra, ve al chico removerse y acercar la mano a su carita, buscando el calor.

Lucas murmura algo en sueños y después aprieta su mano más fuerte. Entonces entreabre los labios y mueve la boca en dirección a los dedos de Damián. Oh Dios... sus belfos son sedosos y el interior de su boca húmedo y revestido de un aliento templado. Damián no tiene tiempo a disfrutar de la sensación, Lucas despierta de golpe, mordiéndolo por la sorpresa. El alfa aleja los dedos con un gran quejido y Lucas es incorpora, enjugándose la boca con el dorso de la mano; mientras, lo mira como si fuese a matarlo. Definitivamente Damián retira eso de que Lucas es tierno.

—Pervertido... —murmura el omega por lo bajo.

Damián sabe que ni siquiera tiene una oportunidad de explicarse, así que pasa al tema del que quería hablarle. El omega se levanta para ir a lavarse los dientes.

—Lucas... ¿Sigues enfadado por lo de anoche? —él se voltea violentamente y, sin responderle, lo mira con el ceño fruncido. Unos segundos después vuelve a darle la espalda. —No pretendía que te sentase mal ¿Qué pasó con tu madre?

—No es asunto tuyo. —espeta, su voz mecánica y fría. Damián es insistente, pero no estúpido, sabe cuándo no es buen momento.

Ambos se quedan callados y Lucas cierra la puerta del baño al entrar. Damián suspira, pensando demasiadas cosas a la vez. Lucas interrumpe sus cavilaciones saliendo del baño, unos minutos después; sin hablar, el omega se va a la cocina para preparase un desayuno y Damián le sigue.

—Entonces... —empieza el alfa, cambiando de tema. —¿Ayer realmente lo pasaste bien conmigo?

Lucas resopla al escuchar la pregunta y se voltea, mirándolo con una ceja alzada. Lucas nunca ha sido un buen mentiroso, pero tampoco ha sido jamás amable cuando le hacen preguntas, así que ambas cosas dan una respuesta algo rara.

—Hubo segundos donde no pensé en arrancarte la piel, así que eso es lo más cerca de un sí que puedes aspirar.

—¡Oh, eso es genial! —Eso es un sí. Damián siente su lobo mover la cola con potencia, el pecho resuena como un tambor y todo su cuerpo se siente lleno de vida. Está tan feliz...

Está tan feliz que siente más que piensa, así que su cuerpo actúa sin consultar y acaba abrazando a Lucas. Cuando se da cuenta de lo que está haciendo ambos se hallan enormemente sorprendidos. El omega huele tan dulce y se siente tan ligero entre sus brazos. Lucas, sin embargo, siente que casi se le detiene el corazón. Los brazos enormes del alfa lo aplasta contra su pecho, también amenazantemente musculoso, todo el cuerpo del alfa desprende feromonas y Lucas siente cada bocanada de aire como cadenas a su alrededor. Su omega gimotea y quiere ser sumiso, restregarse contra el alfa y conseguir más de ese aroma protector sobre su piel; quiere olerlo, tocarlo, lamerlo... Para, para, para ¡Para ya!

—¡Para ya! ¡Suéltame! —exclama Lucas, moviéndose frenéticamente para alejar al alfa de él. Todo su cuerpo tiembla aterrado por el deseo que manifiesta y Lucas prefiere gritar a escuchar sus propios instintos.

Damián también esta en shock por el abrazo —y por lo genial que se siente— hasta que Lucas le apuñala el ojo derecho con su dedo índice en uno de sus movimientos sin sentido.

—¡Auch! —exclama soltándolo, llevándose después unos dedos al párpado y masajeando. —¡No hace falta ponerse así! —se queja, parpadeando una y otra vez con el ojo malo. —Solo me he alegrado.

Lucas se sonroja por su propia reacción y baja la mirada, comenzando a jugar con sus manos. Damián se ha puesto feliz por haberle divertido y eso es algo lindo, él sabe que su actuación respecto a ello no ha sido adecuada así que se siente algo mal.

—P-Perdón por haberte medito el dedo en el ojo, eso debe doler... —se disculpa, mascullando. Está algo preocupado por si le ha causado una lesión al otro o algo similar.

—Tranquilo, ye te haré algo parecido. —responde, guiñándole el ojo aparentemente recuperado. Lucas entorna la mirada, sin entender bien.

Entonces malpiensa y se pone rojo de nuevo, frunciendo el ceño.

—Retiro las disculpas ¡Cerdo! —grita malhumorado.

Damián no puede evitar reír al verlo tan avergonzado por una simple broma sucia. Lucas es demasiado inocente para su bien. Cuando recuerda que de él son vírgenes hasta sus labios él no puede evitar relamerse los suyos; el lobo se siente hambriento.

—Igualmente, no había por qué ponerse así. —le recrimina, señalando su ojo algo enrojecido. Cuando Lucas mira el dañó que ha hecho por, literalmente un abrazo, se siente de nuevo avergonzado. —Perrito rabioso... —le chincha cuando ve a Lucas abochornado de nuevo.

—Es que... es que... es la primera vez que estoy tan cerca de un alfa. —confiesa, sus ojos en el suelo y su labio inferior temblando un poco.

Su primera vez. El lobo babea por la idea y Damián tiene que hacer serios esfuerzos por no imaginar cosas; Lucas le parece tan tierno y él se siente tan feliz de ser el primer alfa que lo abraza. Aunque se haya asustado, sabe que el chiquillo ha sentido su aroma protector y ha notado la vibración de un ronroneo emerger del chico. Lucas, por su parte, no sabe que pensar. Él ha visto qué pasa cuando los alfas están cerca de los omegas; él conoce cómo se pavonean y como su padre de paraliza de terror, sabe que los brazos grandes oprimen y que las manos de alfa tiran de la muñeca de los omegas que no quieren irse con ellos. Sabe que los nudillos golpean y que los ojos de los omegas se ponen morados después.

Con Damián no ha sentido nada de eso; con Damián se ha sentido como cuando era un niño y se escondía bajo cobijas, huyendo del sonido de una tormenta. Cálido, protegido y tranquilo.

—Y, el olor de las feromonas es extraño, me ha puesto nervioso, no sé, es demasiado fuerte, demasiado poderoso y masculino, demasiado... —Lucas se muerde el labio, sus ojos se entrecierran y se rasca la nuca buscando la palabra.

—¿Aterrador? —pregunta Damián. Lucas lo mira con los ojos bien abiertos. Exacto. Después se da cuenta de que admitir ante el depredador que uno tiene miedo, es un suicidio, así que cambia su expresión de sorpresa por una de indignación. —A veces parece que no odies a los alfas, solo que nos tengas demasiado miedo... —inquiere, susurrando de una forma que Lucas podría catalogar como escalofriante y seductora.

Su piel se eriza y algo se activa en él.

—¡Y-Yo no le tengo miedo a los bobos descerebrados de los alfas! ¡Ja! La próxima vez que insinúes algo así me haré unos pendientes con tus malditas bolas, alfa prepotente. —amenaza a voces mientras sale de la cocina.

Damián ríe de nuevo. Definitivamente este dulce omega está aterrorizado. Quizá solo necesito enseñarle que las manos acarician, en vez de tomar, quizá solo debo tocar su piel y hacer que vea que entre mis dedos no hay dolor para él.

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