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—Siento haber tocado el tema, es solo... Tus padres fueron una basura y él fue aún peor, es injusto todo lo que te pasó.
—Martha... —murmura advirtiéndola, pero ella niega y alza la voz.
—Escúchame, por favor. —pide, dejando tras su súplica unos segundos de silencio donde el vampiro asiente, dándole el permiso para hurgar en sus heridas. —Sé que no puedo hablar por ti, yo he tenido una vida fácil y una muerte fácil, me es sencillo confiar en humanos y vampiros, querer, perdonar... Sé que tú lo has pasado mal, que intentas ser fuerte, malo, pero... Ese chico no tiene la culpa, pagarlo con él es demasiado. También sé que te es fácil rendirte a tus instintos, hacen que te sientas bien y bloquean los sentimientos humanos y son mucho más fuertes que tu humanidad, pero Desmond... aunque lo ocultes sigues siendo humano, debes sentir algo cuando ves lo que haces... Dios, su pobre cuerpo ¿Cuánto daño le has hecho?
—El mismo que a mis otras mascotas y jamás te preocupaste tanto ¿Por qué estás tan afectada? —pregunta casi con burla, de todos modos, está pensando en cortar el tema, sabe que ella tiene métodos muy diferentes con los humanos y que de todos modos ningún vampiro tiene derecho a reclamar sobre la propiedad de los demás. No quiere meterse en una pelea con una de las pocas personas a las que aprecia por una cuestión meramente privada.
—Tus otras mascotas eran como perros rabiosos, incluso yo les habría dado reprimendas. Siempre has hecho tuyos a los humanos por el simple hecho de desobedecer, a revolucionarios que querían quemarte vivo. Tomás no es esa clase de hombre, es demasiado blando para estar contigo. Él no merece esto, lo vas a destruir.
—Entonces me conseguiré otro. —dice fríamente, encogiéndose de hombros, pero ella suelta una risa sarcástica.
—No me vengas con esas. No hay ningún otro humano al que no le habrías cortado los dedos después de que te hubiese tomado de la mano. —ríe en alto, viendo la transparente sorpresa en el rostro del otro y antes de que pueda defenderse añade: —Y sí, lo he visto.
Desmond frunce el ceño aparta la mirada y habla despreocupado.
—¿El qué? Bah, tan siquiera lo habré notado.
—No vas a poder hacerte el tonto por siempre. —se burla suavemente, levantándose y empezando a sacudir su ropa. —Vamos a dentro.
El hombre toma la diminuta mano de la chica. Esta tira de él y lo alza a pesar de no pesar ni la mitad que él. Cuando entran al lugar Brandon parlotea mientras Tomás escucha totalmente callado. Y feliz, tanto que por un segundo Desmond quiere matar a ese humano grandote y meterse en su piel.
—¡Por fin! Desmond, haz el favor de dejarle hablar, está tan aterrado que ni si quiera quiere responderme cuando no estás.
Desmond maldice a Brandon por lo bajo, pero no tiene tiempo a ir a golpearlo, ahora tiene problemas. Y sus problemas tienen el aspecto de una niña de diez años, pero la fuerza de un vampiro de dos mil y quiere solucionarlos antes de que le rompan el cráneo.
—¡Eres un bruto! ¡Bruto! ¡¿Cómo le vas a hacer eso a un humano?! ¡Son seres sociales, se volverá loco! ¡Idiota voy a romperte le cara, ven aquí! —chilla la niña dando un salto desde el suelo que parece irreal y subiendo a los hombros de Desmond con habilidad.
Desde ahí, se maneja para no caer mientras da un puñetazo tras otro en el rostro del vampiro.
—¡Oh, oh! ¿Quieres pelea como en los viejos tiempos? —pregunta con tono juguetón, tomando a la niña por su estrechísima cintura y lanzándola de cabeza a la hoguera.
La chica estalla en risas y se aferra al suelo poco antes de caer en las brasas.
—¡Vaya! —dice jovialmente mientras se pone en pie, entonces hace tronar los dedos de sus manos y con una cruel sonrisa dice: —¿Aún quieres esa revancha?
—La espero desde hace unos años. —se jacta apoyando la mano derecha en su cadera.
—Vayamos afuera entones, no quiero romper tu casa además de tu cara. —dice amablemente, despidiéndose de nuevo con la mano de los humanos y abriendo la puerta par Desmond.
—Ya verás, he mejorado mucho. —es lo último que se oye de la boca del rubio antes de que se cierra la puerta.
Tomás la mira con preocupación, mordiéndose el labio.
—No te preocupes —dice su acompañante mientras le enseña a girar una tortilla en la sartén. —, hace poco que eres una mascota ¿No? —Tom asiente, manteniendo sus labios sellados. —los vampiros pelean todo el tiempo jugando, son como animales ¿Por dónde iba? ¿Qué te decía? ¡Oh, sí! Pues eso, puedes echarle ajo y perejil, pero tampoco te pases ¿Ves? Así. Bien, ya está hecha la cena.
Tomás aplaude bajo mientras da un par de saltitos de alegría, la comida de Brandon tiene una pinta espectacular y está deseando comerla toda, incluso si parece haber cocinado para cinco. Brandon va hacia la mesa y deja ahí un plato con la comida y otros dos, junto a los cubiertos, para que ambos se sirvan. Tomás tira de su camisa llamándole la atención.
—¿Qué pasa? —pregunta este, girándose.
Tomás muerde su labio sintiéndose avergonzado, y señala el cuenco de perro que hay justo en la entrada de la cocina. Brandon al principio tuerce la cabeza tratando de adivinar qué es, después suelta una exclamación de golpe y se ve obligado a tapase la boca.
—¿Te hace comer ahí? Qué horror... Acercaré mi silla al menos, para que comamos juntos ¿Puedes usar cubiertos al menos?
Tomás niega y nota sus ojos humedecerse. No quiere llorar delante del primer humano que conoce, pero no tiene siquiera palabras para explicar lo horrible que se siente por tener que comer como un perro mientras el otro come como lo que es, una persona. Brandon coloca una mano en su hombro, abarcándolo entero, y lo acaricia un poco.
—No te preocupes. —le dice suavemente, entonces llena el cuenco de la derecha de agua.
Tomás espera arrodillado por la comida, pero Brandon no la pone directamente en el recipiente, primero la pasa a su plato, la corta en pedazos cómodos de coger para Tomás y luego se la da. El chico agradece silenciosamente, le regala una gran sonrisa, una de las pocas cosas que aún no ha perdido.
—Ah... es extraño hablar contigo así, ojalá el rancio de tu amo te dejase hablar conmigo... Yo no sé qué haría si Martha fuese igual conmigo o con los demás ¡Lidia la mataría con una estaca improvisada! Raúl posiblemente le ayudaría, Todd se pondría a llorar y yo...
Tomás deja de escuchar en ese momento. Todd. Está tan cerca de saber si es él o no... tiene que serlo, el destino no podría gastarle una broma tan cruel. Sin embargo, le duele tantísimo no poder preguntar por él, mandarle un mensaje de esperanza a través de Brandon, quizá una súplica por ayuda. Tiene la desobediencia en la punta de la lengua, pero incluso si Desmond no está ahí para oírlo su recuerdo le persigue. Piensa en hablar y de repente todos los golpes pasados vuelven a doler.
Se abraza a sí mismo, diciéndose que será una buena mascota y no dirá nada y siente que la horrible maldición remite, pero su corazón sigue doliendo como si se lo desgarrasen. Por lo menos tiene el consuelo de saber que Todd está con una buena vampiresa.
—Sí, la verdad es que tengo una suerte increíble, lo digo en serio, Martha es la única semi pura que puede presumir de tener el corazón totalmente humano o al menos casi. ¡Oh, menuda cara de sorpresa! Es normal que la tengas, deja que te explique. Los niños no aguantan la conversión y mueren siempre. Martha sobrevivió de milagro, pero tuvo problemas. No se desarrolló bien como vampira, sus colmillos no crecían, tardó más de lo normal en ganar la fuerza típica de un vampiro y aunque ahora es bastante poderosa, se cansa deprisa. Hay quien dice que no se convirtió del todo y hay... algo más. La crueldad de un vampiro es algo característico de ellos, no pueden elegir ser sanguinarios o disfrutar del dolor y el miedo, simplemente es su naturaleza, pero ella no es así, en absoluto. Muchos dicen que simplemente es un mal desarrollo de sus instintos, yo pienso que quizá los vampiros solo son crueles porque los humanos lo son, sin embargo ¿Qué crueldad podría tener una niña? Le faltaba eso como humana, por eso tampoco lo tiene como vampira. Pero solo estoy especulando, no me hagas caso. Sea como sea, ella es perfecta tal como es, aunque sea diferente. Y ¿Sabes? Es amiga de Desmond desde que me alcanza la memoria y posiblemente desde antes, yo siempre he pensado que es horrible, pero ella trata de convencerme de que es una buena persona. No lo dice en vano nunca y aunque me cuesta creerla en este caso, realmente espero que esté en lo cierto y que tu amo pueda cambiar.
Tomás le escucha conmovido, pero niega con una risa irónica y ácida. Aunque a veces se engaña a sí mismo diciéndose que hará de esa bestia un hombre recto él sabe que nada erguido sale de una madera tan torcida. Desmond es realmente retorcido.
—Ah, Martha realmente es un ángel. Espero que puedas pasar algunos días con nosotros de vez en cuando, aunque vivimos lejos para ir andando, a casi dos días al norte ¡Tengo las piernas molidas! Aun así, ella viene a asegurarse de que Desmond está bien cuando se acercan estar fechas ¡Oh, estoy hablando de más! Olvídalo, ese vampiro rancio me matará si sabe que he dicho eso.
Brandon se lleva las manos a su enorme boca y Tomás siente su cabeza doler por toda la información que ha recibido, pero ahora solo se centra en la última y más impactante. ¿Esas fechas? Los dos vampiros entran por la puerta, despeinados y con la ropa totalmente sucia y retorcida.
—¡He vuelto a ganar yo! —anuncia la chica sacando la lengua y yendo a abrazar a Brandon, que la toma con fuera y la alza, poniéndola en su regazo. —aunque por poco.
—No esperaba menos de mi ama. —ríe el chico, chocando la palma con la de la pequeña niña. Tomás se siente tan envidioso ¿Por qué Desmond tiene que tratarle tan horrible?
—Iré a arreglarme. Tomás, acompáñame, te asearé a ti también, de estar afuera has ensuciado tu ropa y tus piernas.
El chico lo sigue corriendo, notando que el vampiro tiene razón. Sus piernas tienen algo de tierra húmeda, así como la parte trasera de su pijama. Entran juntos al cuarto de baño y cuando Desmond hecha el pestillo y empieza a desvestirse Tomás podría jurar que la habitación se hace cada vez más y más pequeña.
—¿A qué esperas? Desnúdate.
—S-sí, señor... —responde rápidamente desabotonándose y quedando sin nada en segundos.
Mientras Desmond anda con tranquilidad sin llevar nada de ropa, yendo a prender el agua, a seleccionar los jabones y apartar los perfumes que quiere para el chico, este solo se queda clavado en su posición, rojo y con las manos tratando de tapar su cuerpo. El vampiro pasa por su lado, colocando una mano en su hombro, y lo dirige hacia la tina casi llena. Su contacto frío y falto de afecto lo hace estremecer. Desmond lo mete en la bañera, entrando junto a él y apoyándose cómodamente en los bordes de esta. Tom, como siempre, se achica en una esquina tratando de desaparecer.
—Limpia tu cuerpo delante de mí, entretenme. Después frotarás el mío, hazlo bien y no se te ocurra faltarme al respeto en ningún momento o voy a ahogarte aquí mismo ¿Entiendes?
—Sí, mi amo.
El chico apenas puede coger la esponja, se le escurre y salpica al vampiro en el rostro. Chilla de horror y se disculpa prestamente, coge la esponja con fuerza, vierte en ella el jabón que el otro le entrega y comienza a asearse sintiéndose todavía más expuesto que de costumbre. Su piel arde, cada centímetro de él está siendo examinado. Desmond lo escrudiña, se fija en sus facciones mientras el chico enjabona su cabello y su rostro, ve las burbujas besar sus labios blandos y la forma en que las gotas de agua se posan grácilmente en las pestañas, pareciéndose a las lágrimas que suelen habitar ahí. Entonces lo azora un pensamiento común: quiere verlo llorar. Suspira, a veces es agotador no poder espiar nada frágil y bello sin que algo en su interior demande que rompa esa obra de arte.
El chico pasa la esponja por su cuello, delinea la deliciosa curva y lo ignora pasando a los hombros. Vacila en la mordida, haciendo tiernos ruidos al rozarla y saltando a los brazos tan pronto como puede. Desmond se queda inquietantemente fijo en su garganta, ve la nuez subir y bajar con nerviosismo cuando el chico se percata de a dónde mira. Pasan minutos que le saben a segundos mientras se relame, contemplando el palpitar de su dulcísimo cuello. Finalmente logra despegarse de este: sigue una gota de agua que lo atraviesa, terminando por formar una pequeña laguna sobre las clavículas, huesos saltones que desea morder y marcar hasta que nadie se atreva a acercarse jamás. Entonces Tom empieza a enjabonar su pecho y su tripa y Desmond suspira de amor. Su piel es tan blanca que los moratones que le deja saltan a la vista, no le extraña que Martha los haya visto incluso a través de la ropa. Tan violáceos y violentos, sangre muerta, asesinada por sus manos que tanto buscan la vista para ahogarla, ama dejar esas marcas de propiedad, pero algo extraño le molesta, como zumbándole en el oído. Su corazón duele un poco, pero no entiende por qué algo muerto debería dolerle.
—Date la vuelta para frotar tu espalda
El chico le obedece y él siente que podría gemir de gusto al ver sus iniciales. Se pone duro al instante por esa quemadura que destroza la piel en su nombre. Quiere hundir las uñas en ella y hacerlo sangrar de nuevo, enterrarse en la maravilla que hay un poco más abajo y tenerlo llorando y corriéndose y... Muerde su labio. Debe controlarle si quiere ser puntual para su próximo compromiso. El chico desinfecta la herida no sin algo de vacile y él se relame y encuentra más pábulo para su excitación en cada queja. Lleva las manos a su entrepierna, limpiando también esa zona que tanto desconoce.
—Vuelve a rotar, quiero ver todo y verlo bien.
Tomás no opone resistencia, da pasos pequeños para mostrarse como si de un espectáculo se tratase su pudor. Lleva las manos al miembro rosado, del mismo color cremoso que las tetillas, y retrae la piel para enjabonar la cabeza con forma de hongo, luego se aclara un poco, frotando por fuera y pasando por los pequeños testículos. Llega el momento de asear su parte trasera y siente que se pondrá a llorar del apuro. Ahora el vampiro tan siquiera habla, solo le basta con alzar un dedo y hacer un leve gesto para tener a Tomás moviéndose cual marioneta. Vuelve a darle la espalda y, a voluntad del vampiro, se inclina hacia delante para dar una más profunda vista a sus posaderas mientras pasa la esponja deprisa por las mejillas de su culo y el terso espacio entre ellas, deseando acabar rápido. Sin dejar disfrutar al vampiro del momento baja a las piernas y se relaja al ver al hombre algo más distraído. Luce tranquilo, mirándolo con diversión mientras apoya en el borde opuesto de la bañera cuando, hace apenas dos minutos, se inclina hacia delante casi con la intención de saltarle encima. Enjabona sus pies sosteniéndose sobre una pierna para alcanzar cada uno de ellos, después deja la esponja en el agua y se sienta para cubrir con la espuma su cuerpo.
—¿Se te olvida la segunda parte? Tienes que hacerte cargo de mi cuerpo ahora.
Tom traga saliva y desliza la mano por el agua en busca de la esponja. Se queda blanco cuando el vampiro se la quita de las manos riendo suavemente.
—Usarás tus manos. —le informa divertido, dejándola en la repisa que tiene detrás.
El chico asiente en silencio y, arrodillado, se acerca un poco al vampiro. Se coloca entre sus piernas panchamente abiertas, justo enfrente su torso. Se siente diminuto ahí y apenas tiene valor para respirar cerca suyo ¿Cómo pretende que lo frote?
—Oh vamos —dice el hombre hastiado—¿Acaso no fue porque te parecía hermoso que me miraste en la exposición? ¿O acaso me mentiste? —le pregunta socarrón, sonriendo cuando nota que sus palabras le han puesto nervioso.
El corazoncito del chico salta en su pecho, protesta.
—¡N-no le mentiría, señor! Su cuerpo... es como adorar a un dios, por eso, es un honor tocarle... los humanos jamás tocan a los vampiros, por eso, por eso... —se aproxima a su piel con las manos temblorosas, el simple goteo de agua la crispa los nervios y cada maldito milímetro de distancia con Desmond le parece insalvable.
Un abismo se abre entre ambos, siente que jamás llegará a él.
El hombre ríe por sus palabras y se las corta poniéndole un dedo frente a los labios. Después toma la mano del chico y la arrastra hacia su cuerpo. Tomás se inclina conteniendo la respiración, el vampiro le pone una mano en su cuello, sosteniéndolo como si fuese el mayor tesoro del mundo, y para no caer se apoya con la otra en su pecho. Gime por el contacto de su piel fría y perfecta, el aire abandona sus pulmones y con él su alma.
Un vampiro dejándose tocar por un humano ¿Dónde se ha visto eso? Solo en las fantasías más inocentes de Tom donde el hombre le tomaba de la mano o le dejaba besar su mejilla. Se pregunta si acaso lee sus pensamientos y eso no es más que una burla cruel. Debe serlo, sino ¿Por qué dejaría sus sucias manos sobre él?
No es capaz de moverse hasta pasado un rato, entonces empieza a frotar sintiendo que todo movimiento que hace es torpe, indigno, irrespetuoso. Su simple presencia es un insulto para Desmond, él es demasiado grande, demasiado bello, como para que haya dedos en el mundo capaz de sostener todo ese poder. Y pese a su enorme respeto algo tira de él en cada movimiento, acercándolo, tentándolo a abrazar al vampiro y respirar su piel como aire preciado. No entiende por qué ¿Es acaso no lo odia? ¿Acaso no querría golpear ese cuerpo y derrumbar con él los muro que lo tienen preso, romper esas cadenas que lo obligan a postrarse como un mero siervo? ¡Sí y mil veces sí! Aborrece a la fiera que marca su piel, que lo fuerza, que lo humilla, pero su corazón solo conoce a Desmond y su estúpida ingenuidad le dice que no son lo mismo. Que su amo y ese hombre son dos cosas distintas, como si no fuesen sus iniciales las que lleva quemadas en la espalda.
Lo enjabona con movimientos apasionados, pero mecánicos, se desliza por su piel mordiéndose el labio y temblando, pasando los dedos deleitosamente por todos los músculos, por las venas que resaltan, por los huesos con los que rara vez se topan. Y es mágico, esa piel le hechiza. Apenas enjabona un poco su torso para cuando el vampiro, riéndose de su nerviosismo, le toma el relevo y empieza a asearse él mismo con tal de no llegar tarde.
—Si aparezco a destiempo en la fiesta Vlad me gritará seguro —comenta saliendo de la bañera y empezando a secarse con una toalla.
Tom le sigue torpemente por culpa de su dolorido cuerpo.
—¿De qué fiesta se trata, mi señor? —pregunta el chico tímidamente.
—Cuando el líder de un clan pasa fuera un tiempo siempre se le hace una fiesta de bienvenida. Mi clan y el de Vlad están muy conectados, así que es normal que asista, además, irán a discutir asuntos sobre sus tratos económicos otros líderes de clanes cercanos.
Tom asiente más tranquilo, una reunión para conocidos del vampiro no suena tan mal.
—Espero que se divierta señor. No creo que sea lo mismo, pero recuerdo ir a fiestas de cumpleaños y me lo pasaba muy bien, espero que usted también lo haga.
El hombre se queda unos segundos parpadeando con perplejidad. Piensa que realmente ese muchacho es de otro mundo, diciendo cosas tan adorables y deseándole felicidad.
—Tú vienes conmigo —le informa, haciendo que el chico ponga una mueca de desagrado—, las mascotas nuevas siempre tienen que lucirse. Sobre todo una como tú.
—¿Cómo yo? —pregunta señalándose con duda.
El hombre se le acerca vistiendo únicamente pantalones y lo acorrala contra la pared. El chico cierra los ojos y retiene el aire sin saber qué esperarse.
—Tan jodidamente deliciosa —susurra en su cuello. La voz ronca le causa escalofríos. Lame la herida de su hombro y lo escucha quejarse, entonces dice: —. Oh, todos van a morirse por tocarte, por morderte, por jugar con tu lindo cuerpo.
¡Amo! —chilla escandalizado, tapándose la boca en el acto y abriendo los ojos de golpe. —¿Va a... —traga saliva. —compartirme?
El hombre ríe, dándole de nuevo un pijama con todos su botones para que se vista con él.
—Nadie toca lo que es mío y tú... —se le acerca mientras pasa las manos por las mangas y estira su brazo por dentro del pijama, rozando sus dedos la piel irregular que traza su nombre en la espalda del chico. —tú eres de mi propiedad. Si alguien te pone las manos encima solo dilo y voy a matarle de forma horrible.
El chico asiente temblando, pero por un segundo las horrorosas palabras del vampiro se le antojan protectoras.
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