—¿Marcel? Sé que dijiste que el fin de semana estabas ocupado, pero, no sé... ¿Puedes hablar? —Lucas pega la oreja a la puerta y espera.
Un suspiro sale de sus acorazonados labios cuando no escucha respuesta alguna y entonces se gira de nuevo hacia su puesta. Afortunadamente escucha la llave girar en el pestillo y Marcel se asoma con normalidad.
—Si necesitas hablar, pasa. Soy tu amigo, no voy a ignorarte si necesitas ayuda. —dice él abriendo más la puerta e invitándolo a pasar. Marcel actúa como si fuese lo más común del mundo, pero Lucas, hasta el momento, no creía que los amigos tan comprensivos existiesen fuera de la ficción.
—Gracias, me salvas la vida, de veras. —dice aliviado mientras cruza el umbral; mientras entra al a casa su nariz agradece el aroma tenue a limpieza, tan propio de los betas. —Oh, y que suerte que no esté este tonto alfa que...
Lucas se queda callado mientras ve a Esteban salir de su habitación. Luce tremendamente furioso, un poco menos fuerte y sobretodo no huele a nada. El omega siente que su cabeza va a estallar ¿Es un beta? ¿Desde cuando? Se lo queda mirando sin disimulo alguno, así que el chico carraspea al pasar por su lado.
—¿Está Damián o ha salido? —pregunta con cierta brusquedad, mirándolo con prepotencia y, extrañamente, algo de inseguridad.
Lucas ni siquiera puede parecer enfadado con el alfa —¿Alfa? —, está demasiado sorprendido.
—E-Está. —responde, aprovechando para inhalar mientras pasa de largo, seguramente yendo a ver al susodicho. Nada. Sigue sin oler a nada.
Azota la puerta antes de irse y Lucas se sienta igual de confuso que antes.
—¿Qué...
—Es un beta, pero tomaba hormonas de alfa para camuflarlo. Déjalo, está rabioso porque no se acepta, pero ya se le pasará. —Marcel acompaña su explicación escueta con un simple encogimiento de hombros y después se va a sentar en el sofá de la salita, dejando a Lucas patidifuso en la entrada.
Bueno, si él quería una explicación, ahí la tiene; sintética y completa. Lucas no se quejará, pero toda esa información de golpe suena extraña y casi que le cuesta creerse eso. Niega con la cabeza. Decide que más adelante le dará vueltas al asunto para tratar de asimilarlo, pero que ahora necesita tratar otros temas.
—Y, dime ¿Qué sucede? —le insta Marcel cuando el omega se sienta a su lado.
—No sé, es Damián, ese alfa... ah, estoy furioso y confuso. —Lucas se lleva las manos a la cabeza y exhala con desesperación ¿Cómo explicarle a Marcel que su lobo le ronronea a ese alfa y él le gruñe, que le odia pero a la vez no? Maldito Damián. —¿Sabes lo que me ha dicho ese maldito? ¡Que le tengo miedo a los alfas! —después de decir esto ahoga un grito de rabia en una almohada y la golpea un par de veces.
Marcel lo mira sin reaccionar de forma alguna, entonces tuerce la cabeza y dice:
—¿Y? Es cierto, incluso yo puedo oler tu miedo a veces.
Lucas abre la boca con desmesura, así como los ojos, y extiende las palmas de las manos con dramatismo.
—¡Traidor! —exclama finalmente. —¿Pero tú de qué lado estás? —inquiere enarcando una ceja. Marcel se encoge de hombros.
—¿Del tuyo?
—Pero no lo preguntes ¡Afírmalo! —lo regaña el otro, riendo por la rareza del chico.
Le golpea con la misma almohada con la que se desfogó antes y Marcel acaba despeinado y con las gafas torcidas. Mientras se arregla de nuevo, Lucas ríe. Cuando las carcajadas terminan se queda pensativo. ¿Miedo? ¿Cómo no van a darle miedo los alfas? Es imposible mientras los recuerdos de hombres ladrándole a él y a su padre en la calle sigan perpetuándose, mientras tenga en la cabeza los pasos de su padre recorriendo el pasillo en la madrugada para comprobar que todo esté cerrado, mientras piense en todos esos desconocidos que lo esperaban en la puerta del colegio y le decían que eran amigos de papá, que le llevarían a casa.
—No es que me den miedo, solo... no quiero que me hagan daño. Por eso odio tanto relacionarme con alfas. —explica el chico con amargura. Muchas veces desearía haber nacido beta, como Marcel, desligado casi totalmente del lobo de su interior y sin desear enterrarse en aromas que deberían resultarle vomitivos. Odia cuando él golpea o grita a un alfa y su lobo aúlla en protesta, le hace sentir tan... antinatural.
—Hay cosas que son inevitables. Es normal que tengas miedo, pero eres un omega, acabarás involucrándote con un alfa tarde y temprano, es tu instinto. Seguro que lo sientes ¿Nunca has sentido curiosidad por el sexo con alfas? —pregunta Marcel con normalidad, observando al chico enfrente suyo pasar de ser pálido a ser rojo como un tomate.
—No me voy a acostar con ese bruto de Damián. —responde rápido. Marcel cree que es gracioso, él no ha hablado de ese alfa en concreto, es extraño como Lucas ha pensado en Damián nada más rozar el tema del sexo.
—No he hablado de Damián. He preguntado si no te atrae el sexo con alfas. —Lucas muerde su labio y cierra los ojos. Marcel observa como empieza a jugar con sus manos en su regazo, visiblemente nervioso. No dejará a Lucas en manos de cualquier alfa, pero debe asegurarse de que si el chico quiere tomar una decisión, realmente sabe qué hace.
—Sí, pero... No sé, todo eso da tanto miedo y yo... Ni siquiera he pasado mi primer celo sin pastillas. Y tomo las supresoras de efectos, es como si no hubiese pasado por ningún celo aún. —Marcel abre los ojos sorprendido, las pastillas que suprimen los efectos del celo hasta neutralizarlos son realmente caras. Esas píldoras eliminan las molestias, la calentura y, aunque se tomen solo unos días al mes, son un poderoso anticonceptivo. No es algo que Lucas parezca poder permitirse, pero si realmente las está compran do eso explicaría porque no toma las pastillas supresoras de olor que le habrían ayudado a pasar desapercibido. —Si alguna vez sucede, yo... no sé... no sé nada sobre sexo y odio a los alfas así que tener sexo con un alfa sería como el apocalipsis o algo así. Estoy asustado...
—Lucas, no escondas tu naturaleza. Si las controlas no tomarás malas decisiones, pero negarla es ya una mala decisión. —el chico asiente, pensativo. No tiene claro si Marcel tiene razón o no, pero sabe que sus palabras no son tontas.
—Sí, lo pensaré. Es que el tema de los alfas es muy confuso y el del sexo... —Lucas hecha a reír nerviosamente. Su mente puede imaginar un beso quizá, no da para más ni tratando de recordar algunas proposiciones que le han hecho, principalmente porque eso le parece asqueroso, no sexo y, por lo que tiene entendido, el sexo no tiene que darle asco a nadie que lo practique. —de eso se menos que de ser amable. Por eso tengo miedo de tener el celo y no tener pastillas... Marcel, tú... ¿Podrías ayudarme en esto del sexo? —pregunta tímidamente.
El beta lo mira de arriba abajo escrupulosamente y sin inmutarse asiente.
—No eres mi tipo, pero si tienes un mal celo puedo follarte. No soy vergonzoso para estas cosas, no te preocupes.
—¡NO ME REFERÍA A ESO! —chilla el menor, casi saltando del sofá. Aún no puede creerse las palabras de su amigo ni la sangre fría con la que las ha soltado. Su corazón late rápido en el pecho por la impresión y su cerebro se niega en rotundo a imaginar esa escena. Su lobo... bueno, su lobo está tan confuso que ni se manifiesta.
—Menos mal, sería aburrido, no eres mi tipo. —añade el otro, de nuevo siendo grande y frío.
—Uh ¿Gracias? —pregunta, sarcástico. Su orgullo se siente algo herido, pero prefiere el desinterés a los constantes comentarios asquerosos de los alfas. —Me refería a que me ayudases con mis dudas. Tú, sabes más de estas cosas que yo.
—Claro, tú puedes preguntarme lo que quieras. Pero sobre alfas y omegas no sé tanto, quizá deberías pedirle ayuda a un alfa.
Pedirle ayuda a un alfa sobre sexo. Lucas piensa que suena como si Marcel hubieses perdido la cabeza ¿Entonces por qué mierda estoy planteándomelo? El omega niega con la cabeza. No, esa no es una opción. Todos los omegas descubren su sexualidad con alfas que le ayudan a explorarla en el camino, él está solo, pero no piensa buscarse a un hombre egoísta que robe su placer y después deje un vacío a su lado.
—Prefiero preguntarte a ti. —le dice, distraído. —¿Cuál es tu tipo? —pregunta con cierta curiosidad. —Has dicho que no soy tu tipo, pero ¿Cuál es tu tipo?
Lucas realmente no puede imaginar a Marcel con una pareja. Es demasiado duro, sería la clase de novio que no te sonríe ni te toma de la mano, de esos que convierten los halagos en algo tan frío que suena a dato científico.
—Mi tipo son los imbéciles que pueden educarse con un poco de mano dura. —responde, desviando la mirada hacia la puerta con un leve brillo de lujuria en ella, como si pensase en un nombre concreto para esa definición; o más que un nombre, una cara concreta, una piel concreta.
—Ugh, eres un rarito.
—Sí, creo que tú también. —dice encogiéndose de hombros, mirando la puerta ahora con cierto anhelo. Una teoría alocada cruza la mente de Lucas, pero la descarta de inmediato. Ese engreído no puede gustarle, claro que no.
Lucas ríe por el comentario. La risa se apaga ¿Cuándo fue la última vez que lo pasó así de bien? Con Damián... Traga saliva, tiene un nudo en la garganta.
—Marcel, si hipotéticamente yo me lo pasase genial con un alfa ¿eso sería muy malo? —pregunta nervioso; su corazón late con fuerza en su pecho, como si una simple respuesta fuese capaz de salvarle o condenarle.
—Mientras no te enamores... —responde el otro con simpleza.
—Claro ¿Cómo iba yo a hacer esa tontería? —se ríe, pero no le encuentra la gracia.
Debería estar tranquilo con esa respuesta, él sabe que no va a enamorarse nunca. Pero... su lobo está inquieto, el corazón le late rápido y tiene urgentes ganas de llorar. Es como si la respuesta le hubiese condenado a pensar que hay algo que él que no quiere que suceda, pero que lo hará. Algo inevitable. Lucas trata de pensar que solo está nervioso por el tema de conversación y nada más. Él no se enamoraría nunca de un alfa.
Lucas solo sabe reconocer el miedo y el odio cuando se trata de alfas, pero esta vez hay una pequeña sensación curiosa que no puede catalogar como ninguna de esas dos. Sea lo que sea, está seguro de que no es amor.
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