19

 Es domingo por la mañana y esta vez Damián no ha tenido que insistir para que Lucas acepte ir con él a la cafetería. Lucas se dice a sí mismo que es porque se aprovecha de que el alfa le da batidos gratis si sale con él, pero realmente no le apetece tanto un batido como para que esa excusa suene convincente del todo; eso le hace sentirse confuso y enojado, así que simplemente deja de pensar en ello. El batido que Damián le tiene le ayuda a despejar la mente, sobre todo porque al verlo agobiado, Damián ha pagado un poco más para que le pongan nata por encima al batido; él no sabía si eso iba a funcionar en su plan de animar al muchacho, pero la reacción que ha obtenido es mucho mejor de lo que se esperaba.

Lucas ha quitado la tapita de plástico del batido solo para poder comerse primero la nata. Ama las cosas dulces y hace tanto que no prueba algo tan delicioso. Damián tiene que contenerse cuando el omega empieza a saborear la crema blanca con pequeños lametones, como un gatito. El chico está demasiado concentrado en el dulce como para darse cuenta, pero el alfa es consciente de cómo todos los demás de su tipo tienen los ojos puestos en la boca y labios del pequeño, posiblemente imaginando algo tan obvio que le cuesta que su mente no le de imágenes de eso, provocándole una erección. Hijos de... El rubio ahora mismo quiere coger a Lucas, ponerlo detrás de una vitrina y exponerlo en un museo donde solo él pueda entrar; y respecto a los otros alfas... nunca antes había sentido tantas ganas de golpear a uno de los suyos y ahora le asusta lo muy buena que le parece esa idea.

Acompañando a Lucas a una mesa, se voltea todo el rato para interceptar las miradas promiscuas y mandar una muda amenaza a los demás alfas. El hombre empieza a oler de forma amenazante, las feromonas atacando el sistema respiratorio de todos en la sala y Lucas sin darse cuenta, con su nariz manchada también de nata. Por un segundo odia que los demás puedan ver lo jodidamente adorable que es esa cabecita de cabellos azabaches, como si solo él tuviese ese derecho.

—¡Oh! Mira, vamos con ellos. —dice Lucas llamándole la atención. Su dedo apunta a una mesa al fondo donde logra divisar perfectamente a Marcel y a algo pequeño, asustado y que se oculta que seguramente sea Esteban.

Cuando ambos empiezan a acercarse lo suficiente, Lucas agita un poco la mano para llamar la atención de Marcel, pero Damián no se siente tan amistoso. Puede oler el miedo del beta —aún se le hace raro pensar en su amigo como un beta— y para que un beta desprenda ese tipo de feromonas se requiere de una situación muy fuerte. Él posiblemente esté humillado y Damián se da cuenta de que efectivamente es así cuando están ya en esa mesa y su amigo no se mueve ni para saludarlo. Esteban tiene los brazos cruzados sobre la mesa y el rostro oculto entre ellos; él sabe que puede olerle, pero que le está ignorando, igual que ignora que en algún momento tendrá que enfrentarse a las cosas.

—Esteban... —murmura apenado.

—Déjame... —responde una vez lastimera y ahogada. —Dejadme todos en paz. —el alfa cree escuchar un sollozo reprimido y la sangre le hierve al escuchar a su mejor amigo hablar de forma tan débil, tan triste.

—No tienes que estar aquí si todavía no estás preparado. —le informa Marcel sin el más mínimo toque de compasión en su voz.

Damián aprieta la mandíbula mientras ve a su amigo levantarse e irse a toda prisa sin ser siquiera capaz de mirarle a los ojos. Los tiene rojos e hinchados, así que sabe que ha estado llorando. Es la segunda vez —que él sepa al menos— que ese beta hace llorar a su amigo y el alfa empieza a pensar que quizá debe intervenir. Se dice que definitivamente hará algo cuando ve las miradas de otros alfas sobre Esteban; algunos ríen y recorren su cuerpo sin permiso con ojos lascivos, otros le silban y ve a Matthew y a su grupo de amigos, con el que ambos se llevan genial, mirar con curiosidad la escena.

—Te voy a matar ¿Qué mierda le has hecho a mi amigo? —espeta golpeando la mesa con el puño. La estructura de madera tiembla y aunque el beta no se inmuta, el batido de Lucas se tambalea y este tiene que sostenerlo. Se siente un poco mal cuando el omega se queda mirando el puño estampado en la mesa y las venas que resaltan sobre él y envuelven el brazo porque cuanto más se fija en él, más asustado parece.

—Yo no le he hecho nada. Esteban es como es, que tú creas que es otra cosa es parte del problema, no tiene por qué ocultarse. Ah, y si tanto te molesta que los demás alfas de esta cafetería lo estén mirando como a un pedazo de carne, no me culpes a mí, culpa a los cretinos que creen que todo lo que no es un alfa es un objeto para su disfrute. ¿Te suena de algo esa actitud? —Marcel está hablando con la mayor calma que uno pueda imaginar, sin embargo eso solo logra desquiciar más a Damián, ese tono frío, esos ojos fríos, ese cuerpo tan carente de alma... Marcel le está resultando realmente fastidioso.

Quiere gritarle, mandarlo a la mierda junto con sus acusaciones, golpearlo y que llore como hizo llorar a Esteban, pero no puede encender esa clase de mecha con alguien tan poco explosivo. Damián solo se traga toda la bilis que amenaza con salirle del cuerpo y tensa la mandíbula. Lucas mira con temor los puños apretados a los lados de su cuerpo y traga saliva. Los alfas dan miedo.

—Solo hazme un favor y vete a la mierda... o donde sea mientras estés lejos de mi amigo.

El otro ni siquiera le responde, solo hay un intercambio de miradas donde Damián siente que es el único que realmente está luchando, y un abandono por parte de este último. Su orgullo es importante, pero su amigo lo es más, así que deja la cafetería y va a buscarlo con la esperanza de que le abra la puerta y le deje hablar con él calmadamente. Antes de marcharse mira a Lucas impulsivamente y su corazón se estruja cuando este solo aparta la mirada.

—Gracias.

—¿Qué? —pregunta Marcel al sentarse de nuevo, ahora solos él y el pelinegro en la mesa.

—Gracias por decir que el problema no es de los omegas o de los betas. Todo el mundo cree que ser débiles es nuestra culpa, al menos en el caso de los omegas. —dice alicaído. Es la primera vez en su vida que escucha algo así, que alguien habla de la presa como una víctima y no como un incitador.

Puede recordar amargamente los días de verano, sobretodo en la playa, en que alguien pisaba su castillo de arena para acercarse a él y a su padre, sermoneándolo por poner a su hijo y a sí mismo en supuesto peligro al ser ambos omegas y estar ambos en un lugar como la playa, donde no se usa mucha ropa. Asqueroso, asqueroso, asqueroso... Los alfas son asquerosos. Su maestro de primaria haciendo comentarios horribles en clase sobre la paternidad, la masculinidad, sobre que un omega no puede sostener una familia, sus vecinos bisbiseando en el rellano como si no pudiesen escucharlos, sus compañeros de clase haciendo bromas sin gracias, sus tíos... Asquerosos alfas, asquerosos y... Cierra los ojos con fuerza y trata de suprimir ese pensamiento, por suerte un tono estridente lo saca de sus pensamientos de golpe. Da un pequeño repullo cuando el teléfono de Marcel suena y después lo mira con curiosidad cuando lo coge.

—Sí. Sí. Ajá. —su espalda recta, su tono firme, pequeñas y simétricas pausas entre intervenciones. Marcel suena muy profesional. —Todo en orden. Sí, he recibido tu envío, lo agradezco. —hace un pequeño ruido de asentimiento mientras cierra los ojos. —Me alegro de que prospere adecuadamente la situación. ¿Se te ofrece algo más? —otra pausa, breve. —Entonces adiós y que tengas un día agradable.

Marcel cuelga el teléfono y lo guarda en su bolsillo con total normalidad. Lucas lo mira con curiosidad y se pregunta a quién le hablaba como si estuviese haciendo negocios.

—¿Quién era? —pregunta ladeando la cabeza, aunque le avergüenza un poco pareces metiche.

—Mi padre. —responde su amigo con simpleza.

Lucas estalla entonces en crcajadas.

—¡Tu padre! —exclama, golpeando la mesa y limpiándose una lágrima del ojo. Algunos alfas lo miran con desagrado, no está bien visto en un omega tener una risa ruidosa. —¡Sonabas como si estuviese hablando con Obama!

Lucas continúa carcajeándose alto y desesperado y siente sus pulmones no reconocen la sensación de la risa; no suele pasarlo bien a menudo.

—Tenemos una relación muy formal. —dice Marcel, encogiéndose de hombros, aunque no evita que su amigo siga riéndose de él por unos intensos minutos más. —Me gusta que estés tan relajado conmigo, ahora te ríes más y eso es bueno para ti.

Lucas no puede evitar sonreírle en respuesta, mirándolo con ternura. Marcel es tan frío, tan profesional, que suena como un médico más que cómo un amigo alegrándose por él; pero si algo tiene claro es que ere rarito es genial y que lo quiere en su vida.

—Cierto, tienes una sonrisa muy linda, pequeño ¿Cómo te llamas? —Lucas hace que su sonrisa desaparezca tan pronto como el sujeto la menciona.

Se gira hacia la derecha y ve a un alfa alto con una camiseta de tirantes que no parece hacer muy bien su función de cubrir el cuerpo de quien la lleva. Un poco más allá hay una mesa repleta de alfas, con un asiento vacío. Todos miran la escena y ríen por lo bajo, esperando a ver si su compañero conquista al omega. Lucas rueda los ojos y aparta la mirada cuando, en esa mesa, logra reconocer a un castaño impertinente que además fue el primer alfa que se le acercó en la universidad. Y el primero al que casi mando a la mierda de una patada en el culo.

—Para ti me llamo imposible ¿Entiendes? Así que largo de mi vista. —espeta antes de girar su mirada al batido. Algo de azúcar le hará sentir menos enojado.

Cuando va a dar un sorbo nota que el vaso se va de su campo se visión y maldice internamente cuando ve al alfa jugar con la cañita entre sus labios, lamiendo con la punta de la lengua intencionalmente antes de dar un minúsculo sorbo y dejar el vaso delante de la cara de Lucas de nuevo. El omega lo mira con asco y lo aparta.

—¿Imposible, eh? Quizá yo deba ponerte un mote, no me gusta ese nombre. Que tal... —se sostiene el mentón con dos dedos y mira al techo, fingiendo estar pensativo. Dudo que esa cosa sea siquiera capaz de pensar... —¿Qué tal si te llamo ''Mío''?

Lucas suspira y cierra los ojos al hacerlo. Tiene que tomar aire para relajarse y que no le dé una sobredosis de gilipolleces o algo así.

—¿Qué tal si llamo a la policía para que te quiten de mi puta vista? —pregunta irónicamente, el otro suelta una falsa y larga risa que suena como un actor haciendo muy mal su papel y Lucas pone los ojos en blanco cuando ve que el chico se sienta a su lado.

—Si llamases a la policía lo más seguro es que te llevasen a ti a una celda para poder violarte entre todos cosa linda. —y ríe de nuevo.

Lucas se siente enfermo, odia cuando los alfas hablan follarlo, pero cuando hablan de violarlo. Es fácil para ellos porque solo es un juego, pero es difícil para Lucas porque sabe que saldrá perdiendo siempre. No es una broma, es un peligro real, es algo que podía pasar con fácil como ese tipo lo dice, es el motivo por el que su padre lloraba si Lucas no le enviaba un mensaje al llegar a la escuela o por el que Lucas solo fue una vez en su vida a una discoteca y entonces decidió no volver a pisar una jamás.

—Oh, dulzura, no me mires así, solo bromeo. Nadie va a hacer eso, a menos que quieras, claro. —insinúa guiñándole un ojo. Lucas le gruñe, como un perro rabioso, apretando los puños.

—Lo único que quiero ahora es que cierres la boca antes de que te de un puñetazo tan grande que te salte todos los dientes.

—Pero amor... —se burla el otro, dejándose caer hacia su derecha, acercándose a Luca un poco más. —Si me saltas los dientes ¿Cómo voy a morderte?

—Vas a poder morder una orden de alejamiento muy pronto si no te callas.

—Sí, como que un juez se pondría de parte de un omega soltero. —se jacta, los alfas de la mesa de detrás parecen reírse también y a Lucas le arde la sangre en las venas. Si ese hombre no cierra la boca tiene la sensación de que va a evaporarse o algo así. —Cariño, no te darían una orden de alejamiento para mí ni aunque yo me acercase mucho, así. —murmura, inclinándose hacia Lucas peligrosamente.

El pequeño reacciona apartándose, pero una mano rodea sus hombros y el rostro del tipo de acerca cada vez más a su boca. De un momento a otro la cara del chico desaparece y cuando se da cuenta la mano de Marcel está empujando la cabeza del chico contra el batido. El alfa alza la cabeza, apartando la mano de Marcel de un golpe. Huele furioso y su visaje de ira demuestra lo mismo, pero tiene la cara llena de nata y parece una especie de nube gruñona, así que Lucas no puede abstenerse de reír de nuevo a todo volumen. Marcel se siente genial, ha logrado recuperar la sonrisa de su amigo.

—Pequeña mierda ¿Qué crees que es tan gracioso? —pregunta agresivo, tomándolo por el cuello de su camisa y acercándolo a él.

Lucas se queda congelado al principio, pero cuando huele la ira y el hambre del lobo y el suyo gimotea aterrorizado, se obliga a actuar. Hunde sus nudillos en la capa de nata y nota como golpean la nariz afilada del hombre. El alfa lo suelta con un gruñido, sabe que no le ha hecho daño, pero sí le ha molestado. La ira devora cada molécula de oxígeno y Lucas retrocede chocándose con la mesa, siente que se ahoga mientras ese tipo enorme se cierne sobre él con los puños apretados. Me pegará, me usará, me destrozará... No, no, no, no ¡No! Cierra los ojos cuando el otro alza el puño, la dulzura de su miedo deleita a toda la cafetería e incluso algunos cocineros salen a ver de dónde viene tan delicioso aroma.

El golpe no llega, en su lugar abre los ojos y ve la mano de Marcel alrededor de los nudillos del alfa. Lo mira con ojos muertos sin decir una sola palabra y el alfa solo le da un manotazo para romper el contacto. Los mira con desprecio antes de girarse hacia su mesa; puede sentir las miradas de Matthew y los demás chicos escrutándolo sin piedad, pidiendo venganza por su amigo.

—Tú, beta de mierda, aparta de mi camino la próxima vez porque no me interesas. Y tú, putita omega, te aseguro que cuando nos volvamos a ver no será nada divertido... —Lucas solo lo mira con enojo mientras le da la espalda y se va, pero todo su cuerpo se siente de gelatina y quiere correr y llorar y ocultarse bajo cobijas.

Ha estado a punto de ser golpeado. Si no hubiese estado Marcel, él le habría golpeado delante de los demás alfas y le habría dejado débil; Lucas ya puede ver como todos habrían formado un círculo a su alrededor y se habrían aprovechado de lo fácil que es hacer cosas como esas. Más manos que piel en su cuerpo, rodeado de ese aroma mareante a poder, con susurros viniendo de todos los lados, con... Lucas empieza a sentir ansiedad, el aire no pasa bien por sus pulmones y hay una bola sólida en su pecho que no le deja seguir; simplemente siente que no puede seguir.

Marcel lo mira con indiferencia y lo toma de la muñeca, arrastrando su cuerpo ahora tieso hasta que logra sacarlo de la cafetería; el aire fresco lo golpea, pero solo nota su frío, su aroma a alfa. Está rodeado, por un instante Lucas siente que algo pasará, algo inevitable. Y tiene tantas ganas de llorar; no quiere ser un omega más en una estadística, algo tan frío como una barra que roca el cien por cien y que debajo tiene escrito con frivolidad ''tasa de omegas abusados''; no quiere ser solo un pixel más cuando alguien pase de largo de la noticia en internet. No quiere, no puedo...

De pronto todo se detiene y dos grandes brazos están a su alrededor. No hay ningún aroma tranquilizador, su omega olfatea en busca del halo protector de un alfa, pero solo huele a desinfección y pasta de dientes. Marcel lo abraza, aunque tenga ojos fríos y aliento mentolado, aunque su voz sea como una línea expresiva. Lo abraza y durante ese momento es lo único que importa en el mundo: que Lucas no está solo, que alguien lo está sosteniendo para que no se caiga en pedazos.

—Creí que odiabas el contacto físico... —ríe, devolviéndole el abrazo y ocultando su rostro. No le gusta que le vean llorar.

—Odio más verte triste.

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