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—No le hagas caso a Gerard, chico. —le dice Kajat de repente, andando con calma y mirando al frente.

—¿Nos has escuchado? —pregunta el chico más curioso que acusador. Juraría que el hermano de su amo había hablado bajo y que el comandante estaba suficientemente lejos como para no oír ni una palabra.

—No, pero no lo necesito para saber que posiblemente haya dicho algo desagradable. Conozco a Gerard desde que conozco a Harry, es decir, mucho antes de tener yo memoria, así que sé cómo se las gasta. —explica tensando la mandíbula.

Su rostro luce más masculino y las feromonas iracundas se mezclan con el frescor del aire nocturno, haciendo que a León le cueste respirar.

—Él me odia, pero tiene razón. No debí bailar con el príncipe, seguro que ahora su reputación se ve dañada.

Kajat chasquea la lengua y mira a León por encima de su hombro. Pone una de sus grandes manos en la cabeza del chico y le revuelve la cabellera blanca.

—No dejes que nadie te pase por encima de esa forma y te haga creer que además está en lo cierto. Gerard no entiende cómo funcionan las cosas, él cree que los sentimientos, que los valores y la diversión entorpecen la política, él va en contra de lo que su majestad el de rey Towen ha luchado por defender, va en contra de lo que nos define como imperio. Si por Gerard fuese no se haría esta celebración ni ninguna. Está medio ciego, ve una cosas y las otras ni por asomo, no sabe, hijo, no sabe...

—Pero ¿No tiene razón? Los sentimientos y el gobierno rara vez se involucran ¿No? —explica el muchacho con timidez. No sabe demasiado de guerras o territorios, de leyes o penas, pero hay cosas básicas que creía que sí sabía.

—Eso solo sucede en reinos deficientes, como el de Kez. Aquí, los lobos negros llevan años gobernando de forma implacable, siendo vistos por el mundo con respeto y con miedo, porque sabemos ser cerebro y corazón cuando reinamos. No basta solo con gobernar una nación en base a los resultados, a los fríos cálculos, no... eso no nos ha llevado a la gloria, lo han hecho nuestros corazones, nuestros ideales. Somos un pueblo fogoso, para mal, pero sobre todo para bien y eso es lo que le falta a Gerard, entender la nobleza de los sentimientos.

León asiente y se queda callado, no porque la conversación le resulte aburrida, sino porque le da demasiado en qué pensar. En su aldea jamás hubo gobierno alguno, pero eso significó su muerte. Sin líderes, sin ejército, sin disciplina, fueron pasto de lobos mejores entrenados. En Kez sí había un gobierno que se extendía desde el altísimo rey y sus hijos hasta el populacho, pero lo consideró el origen de todos los males. León pensó que el gobernante era aquel que se sentaba en el trono y subía los impuestos y el hambre, aquel que calculaba cuan rentable era ejecutar a tal o cual ciudadano y aquel que mandaba a hordas enteras de lobos a guerras de las que nunca volvían.

En Seth todo parece diferente. El pueblo no está encadenado, como en Kez, pero tampoco desprotegido, como en su aldea y el rey prefiere que no le salgan los cálculos rentables a que los niños pasen hambre, los príncipes buscan evitar las guerras y cuando las provocan sirven en ellas, arriesgan lo mismo que un alfa cualquiera del ejército. Le parece hermoso.

—Me gusta como hacéis la cosas aquí —dice el chico con una sonrisilla sincera. —, el príncipe se preocupa por su pueblo y está en contacto con él. Incluso es amable conmigo, aunque no valgo ni como omega.

—¿Por qué dirías eso? —pregunta el alfa bruscamente.

—No valgo para concebir. Incluso si tomase brebajes para no quedar preñado, muchos de mi raza mueren durante el sexo con alfas de otras razas porque no pueden soportarlo. —confiesa con tristeza, pero el alfa no se inmuta porque obviamente ya sabe lo que se dice de los lobos fantasma.

—¿Y qué más da si vales para el sexo o no?

—Bueno, soy un omega, así que...

Kajat frena de golpe y encara León. No le pone una mano encima, aunque aprieta los puños para contener las ganas, y lo mira con una furia tal en la mirada que el omega de León le hace empezar a lagrimear.

—Mi padre era omega también, y mi hermana, y la esposa del rey, la futura esposa de Harry y miles y miles de personas más. Si vuelves a insinuar delante de mí que, por ser omegas, esas personas fuertes, maravillosas e inteligentes, solo valen para el sexo no creo que vayas a salir con vida ¿Entiendes?

León asiente y se disculpa atropelladamente, apenas hallando su voz. Kajat siempre es frío, pero un poco dulce, verlo enfadado es algo que jamás esperó y que ahora sabe que le dará pesadillas.

—Perdona, es que estoy tan acostumbrado a que la gente piense así... —se disculpa más sosegadamente una vez reanudan la marcha.

—No te preocupes —dice el otro como si no acabase amenazarle de muerte minutos atrás. —, ya verás cómo pronto cambias de parecer.

León asiente y sonríe, notando que ya empieza. El castillo ya está a la vista y León suspira de alivio, sus pobre pies apenas van a poder dar una decena de pasos más si pretenden seguir una pieza, así que avanza con prisas junto a Kajat y este le escolta hasta su habitación, al lado de la del príncipe. Kajat se despide con pocas palabras y León cierra la puerta, no piensa salir y mucho menos sabiendo que si Gerard se ha ido de la fiesta lo más posible es que haya sido para regresar a palacio.

En su lugar, el chico se desnuda y coge del pequeño cofre frente a la cama la bata de lana que le ayuda a pasar las noches frías. Se envuelve con ella, enterrando el rostro en el cuello de la prenda y dejando que su aliento le caliente entero. Después se deja caer sobre la cama y sin siquiera taparse se queda dormir en cuestión de segundos, pensando en lo muy intenso que ha sido el baile con Harry y en cuantísimo le gustaría repetirlo.




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