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—Quizá necesita un poco de juego para relajarse —propone uno de los vampiros con los que habla. —, hace tiempo que no follo a un chico ¿Lo hacemos ahora?

Desmond aprieta su mandíbula y pone disimuladamente a Tom detrás suyo. El chico se abraza a su espalda y él solo intenta dar una excusa.

—No me gusta ir compartiendo lo mío.

El vampiro bufa, pero después olfatea el aire.

—Espera... ¿podría ser...? —dice pensativo, rodeando a Desmond para seguir la esencia del muchachito. Desmond lo aparta fingiendo incomodidad y este da un salto hacia atrás con una enorme sorpresa. —¡Es virgen!

El chico gimotea asustado ¿No fue sexo aquello de la última vez? Muerde su labio, aterrado ante la idea, y se aprieta más fuerte contra su amo queriendo que este lo abrace de vuelta.

—Sí, aún no se ha dado la ocasión. —Desmond se encoge de hombros.

Sobre estos pasa un largo brazo que lo toma amistosamente. Es Vlad bebiendo una copa de sangre y riendo a más no poder.

—Pero ¡cómo no va a darse! ¿Te has vuelto vegetariano o solo blando? —pregunta burlón, alzando la voz como si no se diese cuenta de su tono.

Algunos vampiros paran sus conversaciones y se voltean a mirarlo con cierta discreción para susurrar o tratar de contener sus risas. Tom se siente cada vez más y más mareado y el vampiro aprieta su puño mirando a Vlad con enfado.

—Lo que haga con mis cosas es asunto mío.

El hombre se aparta de él y alza los brazos en son de paz a lo que ambos quedan en silencio y el grupo de vampiros con el que Desmond hablaba se disuelve para irse con otros.

—¿Un trago? Es de mi mascota, deberías probar. —le dice Vlad cambiando de tema y alargándole su copa.

Desmond la olfatea y, arrugando la nariz, declina la oferta con un gesto de mano.

—Me muero de hambre, francamente, pero es una sangre muy débil, no me gustan los sabores tan diluidos. —explica con cortesía.

Vlad mueve la copa entre los dedos, haciendo ondear el líquido rojo, da un pequeño trago con semblante estoico y después mira en la distancia al chico de los brazos abiertos.

—Tienes razón, es algo insípida... Ya me aseguraré de castigarle por ello. Y siento que estés hambriento —tuerce la boca, después mira a las espaldas de Desmond y sonríe a Tom. —, menos mal que has traído un pequeño bocado, dime ¿Lo comerás ahora?

El rubio parece algo sorprendido. No había pensado en morder a Tom y no sabe muy bien por qué. Se voltea, separando a su mascota de él y sosteniéndola por el cuello. Tiene un pulso débil y sus ojos están descentrados, apenas abiertos. Luce como si fuese a morir si es mordida, pero a él eso no le importa ¿Cierto? Vlad conduce a Desmond hacia uno de los sofás de la sala, color vino para destacar entre las angelicales paredes. Frente a este hay una pequeña mesa baja donde Vlad deja su copa.

—Aquí será más cómodo que lo muerdas, comer de pie no tiene gracia si no has cazado a la presa antes —ríe, recostándose un poco hacia Desmond, apoyado en su hombro.

Tom se siente extraño y nervioso todavía, así que opta por arrodillarse a los pies del vampiro y esperar a que todo pase.

—Ah, se hecha algo de menos a veces eso de tener que ocultarse y acechar antes de comer. —suspira su amo cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás.

Vlad, apoyado en su hombro, desliza una de sus uñas por el cuello desnudo de su amigo. Ve como la piel perfecta apenas se enrojece un segundo por su tacto, volviendo a curarse al siguiente, como su dedo se alza al llegar a la gran manzana de Adán y como si sigue bajando se perdería en su pecho. Desmond mantiene sus ojos cerrados y se relaja.

—Y que lo digas, era tan divertido. Aunque salvo eso, ahora es mucho mejor.

Desmond vuelve a echar la cabeza hacia delante y abrir los ojos, asintiendo, Vlad le sonríe con su dedo todavía bordeando el cuello del traje, jugando con la tela.

—Y dime ¿No estabas hambriento? —insiste, mirando de nuevo a Tomás.

Un camarero interrumpe la respuesta de Desmond dejando sobre la mesa una bandeja plateada con ocho vasos en ella. Al principio Tom parpadea, creyéndose que alucina ¡Los vasos son tan diminutos! Incluso parecen parte de un decorado sobre Alicia en el país de las maravillas.

—Tómate un par de golpe. —ordena Desmond.

El chico asiente feliz, no sabe qué es el Vodka, pero muere de sed y no puede ser muy diferente al agua. Es decir, es servido frío y es transparente, como mucho sabrá a gaseosa y él puede tolerarla bien, aunque el gas le hace picar la nariz. Sin vacilación coge el primer trago y lo manda directo a su garganta, echando la cabeza hacia atrás y sonriendo. Un segundo después está sosteniéndose el cuello y la tripa y notando que un poderoso olor aséptico le abrasa las fosas nasales. Fuego, tiene fuego en el cuello y la barriga. Mira a su amo con ojos acuosos, no quiere tomar más de esa traicionera bebida.

—Otro. Vamos.

—P-pero amo, quema... —explica temblando y agazapado.

Vlad abre sus pequeños ojos y se tapa la boca.

—¿Te ha... replicado? —pregunta con un hilillo de voz. Desmond rueda los ojos y lo mira enarcando una ceja. —No puedes dejar que haga eso ¿Qué pasa? Seriamente empiezo a pensar que te has olvidado de todo lo que aprendiste.

—Bebe dos tragos más. Ahora. —insiste con las venas del cuello empezando a inflamarse.

El chico se asusta por el cambio de actitud y rápidamente echa el contenido de otro vaso a su garganta, tratando de no tocarlo con la lengua. El sabor amargo le sube igualmente a la boca, empieza a sudar y cierra los ojos para no ponerse ahí mismo a hacer un berrinche. Odia ese líquido, ahora tiene más sed que antes y un calor que no ve normal. Además, se siente mareado y está seguro de que si bebe una sola gota más sus entrañas van a calcinarse.

—No me hagas castigarte antes de morderte, jodido idiota, te he dado una orden y a mí no se me hace esperar. —Su tono es ahora más ronco y se inclina hacia el muchacho abarcándolo con su sombra.

A un lado Vlad le alienta con una sonrisa llena de satisfacción y poco a poco la amenaza de Desmond empieza a atraer miradas morbosas que esperan el resultado de su desobediencia. Tom no es capaz de objetar nada, calla, jura que siente su corazón pararse y da un tercer trago. Tose horriblemente sintiendo que vomitará sus propios adentros, nota el estómago pesado y la garganta sensible, pero en la bandeja hay todavía cinco vasos más y sabe que Desmond no tardará en darle esa horrible orden.

—Ahora a mi regazo, tengo hambre.

Tragando saliva, Tom asiente. Más ojos de voltean hacia él y para cuando está de pie hay varias filas de espectadores; ni él ni Vlad parecen perturbados por la presencia de los mirones que se relamen de placer ante la idea de un joven siendo herido y humillado ante extraños. Tom se estremece ante la idea, es desesperante ser víctima de su verdugo y en especial rodeado de manos que jamás le ayudarían. Solo quieren ver sangre correr.

El vampiro palmea su regazo un par de veces, indicándole qué deber hacer. Dudoso, Tom obedece y se apresura a sentarse sobre las piernas del vampiro con las suyas abiertas. La posición es vergonzosa, no puede soportar abrirse de ese modo por alguien con quien quiere cerrar su corazón y no dejar que le dañe más, pero sabe que no tiene opción. El público vitorea, causando que se le revuelva el estómago. El vampiro hunde el rostro en su cuello y Tom espera lo peor.

<<Que sea rápido, que sea rápido.>>

Una lamida, después otra. La lengua es fría y larga, se desliza lábilmente sobre su piel desnuda y deja un rastro de cosquilleos y escalofríos que confunden a su dermis. No está con un amante, está siendo depredado. Por mucho que los labios se prensen en dulces besos contra su cuello no olvida que ese hombre solo quiere su sangre.

<<Cazado, únicamente me siento cazado. Es horrible.>>

El vampiro mordisquea con sus dientes delanteros, pellizcando la piel, tirando de ella hasta que arde un poco y Tom chupa; entonces la suelta, ríe dejando que el sonido vibrante viaje por su cuello y atraviesa su espina dorsal como un latigazo, y entonces vuelve a besar la piel como si pretendiese ser delicado. Solo es un engaño, está jugando con él.

<<Es tan cruel...>>

—Vas a hacer que le dé un infarto. —comenta una voz burlona entre los espectadores.

Suenan risas generales que le recuerdan a las enlatadas. Tom siente que podría morir ahí mismo y a nadie le importaría una mierda. No solo los vampiros, ningún mortal se inmutaría por ello. No por lo menos Todd, ni el pobre chico anónimo. Es tan reemplazable, tan patético. Odia ser algo tan pequeño que no puede dejar huella en el mundo. Que no puede dejar marca en el corazón de nadie, pese a que el suyo está lleno de cicatrices.

<<Me odio.>>

Todo pensamiento se desvanece cuando los vampiros gritan de emoción y Tom de agonía. Los colmillos no tantean, se hunden directamente en la piel como si fuese líquida, rasgan su camino, enterrándose hasta la empuñadura. Las puntas de los colmillos disparan en el chico una punzada de dolor que le llega hasta las puntas de los dedos haciéndole agarrotarlos y hasta los cabellos, haciendo que desee arrancárselos de la cabeza. El dolor es tan insoportable que se queda sin voz para expresarlo y su cuerpo se arquea levemente mientras enormes brazos lo mantienen preso. Todo su cuerpo se hace más pesado, más real, cuando el vampiro muerde en él, pero todo su mundo se vuelve más difuso cuando empieza a drenarle la sangre. Hecha la cabeza hacia atrás, los vampiros ríen y de repente diez son veinte y todos tienen cuatro manos y Vlad está dos veces. Entrecierra los ojos ¿Por qué el mundo da tantas vueltas?

El frío le toma de las manos, escalando por las yemas de sus dedos hasta llegar a las muñecas, reptando por brazos y piernas con una morbidez que los deja flácidos. El vampiro le arranca el calor a sorbos. No puede moverse ni sentirse. Todo está negro y silencioso. No está seguro de si esa soledad es el cielo o el infierno, pero la abandona tras unos cuantos parpadeos. Reconoce las manos de su amo sosteniendo su cuerpo, estrujándolo como queriendo exprimir hasta la última gota, los ojos felinos de Vlad mirándolo directamente, el murmullo animado de la fiesta a sus espaldas. Ha perdido el conocimiento tan solo unos segundos, pero su cuerpo amenaza con devolverle a ese mundo del que no sabe si volverá. Todo da vueltas y se siente tan débil que solo se tumba sobre Desmond. Su herida punza y escucha a su amo exclamar de gusto mientras se lame los labios.

—A-amo tengo miedo, abrázame, por fa... —pide con penas voz, aferrando sus brazos al torso del vampiro, recordando ese día que lo mimó y cuidó hasta que sintió que le volvían las fuerzas.

—Pero ¿qué eres, su novio? —se burla un tipo a lo lejos, con lo que muchos otros ríen e incluso Vlad tiene que taparse la boca para no ser descarado. —¿Acaso le has abrazo antes? —sigue su burla.

Tom nota alzo punzar en sus sienes y no es hasta que parpadea un par de veces que se da cuenta de que ha sido arrojado al suelo.

—¿No ves que va borracho? Los ebrios siempre dicen tonterías. —se defiende Desmond, señalando los chupitos vacíos.

Algunos lo miran de forma escéptica y él los atemoriza con sus ojos color sangre, pero Tom está demasiado mareado y confuso para darse cuenta de lo que sucede. Intenta ponerse de pie y buscar a su amo para pedirle que lo lleve a casa o con su amigo médico, Víctor. Realmente empieza a encontrarse mal y no sabe qué sucede. Logra ponerse erguido, aunque no está seguro de ello, y da vueltas sobre sí con los pies ajenos el uno del otro, en busca de la cara conocida de Desmond, sin embargo, en su viaje a tientas nota que choca con algo.

Una enorme exclamación se oye y el olor a óxido lo golpea. Las personas del público están con la boca abierta, algunas estallan de risa. No entiende, se gira hacia lo que miran ¿Acaso ha chocado con algo gracioso? Su corazón se encoge al ver a uno de los mayordomos disculparse con Desmond y este con su camisa blanca totalmente chorreada de sangre. El empleado recoge las copas caídas con presteza y se excusa, pero Tom sabe que la culpa no es del hombre, sino suya por tropezar con él.

—¿Ves? Eso pasa cuando eres tan blando que ni te jodes a tu esclavo. —comenta una mujer desde el público y otros le dan la razón.

—¡Se acabó! —grita Desmond cogiendo a Tom por el pescuezo y lanzándolo al otro extremo de la habitación.

El chico se da contra la pared y aúlla de dolor, gesto que se gana el vitoreo de los presentes.

—¡Venga va, que quizá Desmond no es tan blandito! —dice una voz rasposa entre el ánimo y la sorna.

El vampiro se acerca hacia él con los ojos inyectados en sangre, los nudillos blancos de apretar los puños y las venas hinchadas de ira. Vlad le va detrás grácilmente, como danzando.

—¿Necesitas ayuda para castigarle? ¿Herramientas quizá? ¡Oh, compré una cosa el otro día que hace maravillas! —dice con voz melosa.

El chico sigue mareado, pero el terror le ha devuelto sus sentidos un poco y usa todos los medios a su alcance para arrastrarse por el suelo lejos de su amo.

—Abre la puerta —responde Desmond a su amigo en tono seco y ominoso. La voz ronca, contenida, hace que todo el cuerpo de Tom entre en estado de pánico. —, voy a llevarlo a casa. Voy a llevarlo a casa y a matarlo.

Vlad no objeta nada, le sonríe a Tomás con malicia y va hacia la entrada, moviendo la enorme puerta para facilitar el asesinato. Tom se voltea. Desmond está a apenas unos pasos. Cuando lo atrape, será el fin y si va a morir ¿Qué más da ser desobediente ahora? Se pone en pie y se apoya en la pared, saliendo disparado hacia el exterior. Corre todo lo rápido que puede dejando atrás todas las advertencias que su cuerpo le manda: siente que vomitará, que las rodillas se le quebrarán, que los pulmones le arden. Siente que morirá si huye, pero sabe que lo hará si se queda.

—Más vale que lo atrapes, no quieras humillarte más, amigo. —le dice Vlad dándole una palmada al enorme vampiro.

Cuando cierra la puerta Desmond puede jurar que eso que corre tras Tomás ya no es él. No reconocería su nombre de ser llamado, no podría distinguirse en un espejo, no podría sino extrañarse ante el sonido de su propia voz.

Eso que busca a Tom no es Desmond, es una bestia que se ha dejado la poca humanidad que tenía en casa.




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