—¿En serio? —pregunta Damián. El alfa al que acaba de conocer se pasa una mano por el cabello, cierra los ojos y asiente mordiéndose el labio. —¿Tan bonito es?
—Sí, pero es tan malhumorado que follarlo sería como meterla en una trampa para osos. —se burla. —Por cierto, soy Matthew.
—Damián. —se presenta de forma seca, todavía atrapado en las palabras anteriores del chico. ¿Malhumorado? ¿Un omega? Eso tiene que verlo.
Y también muere por ver si es verdad la descripción angelical que el otro le ha dado del único omega en el curso. Damián no tiene un tipo, ni siquiera le importa si el omega el hombre o mujer, pero está seguro que, de tener un tipo, sería como el tal Lucas. Matt le ha dicho sobre su voz delgada y bonita, sobre el aroma a vainilla que desprende en cada aliento, sobre lo suave que parece su cabello como para tomarlo entre los dedos y lo bonitos que lucen sus ojos incluso cuando lanza miradas aviesas. Damián no cree que ese chico sea tan bello, igual que no cree en los milagros, en los ángeles o en el amor a primera vista.
Cuando Lucas entra en el aula, duda por un segundo de si realmente no cree en esas cosas. La primera es cierta, las demás están por ver. Su corazón late con intensidad al ver a ese chiquillo hermoso y menudo teniendo que fruncir el ceño por la cantidad de ojos sobre él; parece tan indefenso, tan frágil. Su lobo quiere correr y ponerse delante suyo, gruñirle a todo el que se atreva a hacerle sentir incómodo. Pobre, pobre cosa. Cuando Damián percibe un aroma tan apetitoso como el del pan recién horneado, comprende que el pobre debe estar totalmente aterrado. Se escuchan silbidos, obscenidades y propuestas que seguramente no hagan feliz al omega.
—Pobre cosa... está tan vulnerable. —susurra con algo de pena, aunque sus instintos se regocijan en ello como lo hace el depredador por el avistamiento de una nueva presa. —Quizá deba ir a ayudarle...
—¡¿Qué mierda miráis todos?! ¡No quiero vuestros ojos sobre mí! ¡ODIO A LOS ALFAS!
El grito atraviesa la clase entera, casi como el rugido de un verdadero lobo. El omega dentro de Lucas lloriquea y los alfas dentro de esos chicos enormes se sienten confundidos. Después llega el desinterés por parte de algunos, las burlas por parte de otros y una fría mirada compasiva por parte del beta que permanece a su lado. Todo el mundo le mira ahora diferente, con más asco, con más hambre, con más rabia o simplemente ya no le miran. Después está Damián, sus ojos brillando con interés. Y se pregunta cómo, cómo alguien puede odiar aquello que está diseñado para amar. Piensa que quizá Lucas está estropeado, después vuelve a mirarlo y sabe que nada roto puede lucir tan perfecto.
—Esa puta seguro que ama a los alfas, todos los omegas lo hacen. —Matt suelta un resoplido, apartando la vista del chico. Damián no cree que tenga razón, él parecía ir muy enserio.
Le gustaría enseñarle que los alfas y los omegas están hechos para desearte, para amarse. Quizá sea un suicidio intentarlo, pero quizá no; además, si un omega está en la universidad es porque realmente tiene ganas de aprender; está seguro de que no le importará que él le enseñe un par lecciones extras.
—Que se te caen los ojos por el rarito. —un chico de cabello negro y ojos verdes chasquea los dedos frente a los ojos de Damián y este reacciona, mirándolo y riendo por haber quedado tan absorto mirando al omega.
Matt y los demás alfas que acaba de conocer están sentados a su alrededor, pero no parecen prestarle demasiado atención, así que Damián se vuelve hacia su amigo y habla bajo, queriendo evitar conversaciones privadas con ellos.
—Creo que quiero intentar algo... No como ligármelo, bueno, ojalá, pero... la escena de antes ha matado todas las posibilidades de los alfas en esta clase además de mis tímpanos, pero me parece un chico curioso. Me gustaría ser su amigo al menos; él dice que odia a todos los alfas, pero yo no quiero que me odie. Me gustaría acercarme a él ¿Qué piensas, Esteban? —el otro alfa lo mira, pensativo. Damián espera la respuesta de su amigo durante unos seugndos, después vuelve sus ojos hacia el chico de nuevo.
Lleva una mueca de enfado cual máscara y suspira preguntándose como es su cara sin ella. ¿Hermosa? No, ya lo es ¿Entonces?
—No creo que sea tarea fácil, pero si es lo que quieres. Además, si tienes suerte y te lo tiras será afortunado, de todos los alfas de aquí creo que eres el mejor partido. —explica con calma, al final desvía sus ojos al suelo y su voz se vuelve un simple hilo. Siempre sucede cuando elogia a un alfa.
—Oh, Esteban... —bromea Damián, rodeando con un brazo al nombrado y guiñando un ojo. Su voz suena melosa y exagerada y el otro alfa mete los dedos en su propia boca y finge una arcada por ello. —¿Tú no querrías intentar nada con el omega? Digo, todos quieren...
Esteban le lanza una mirada de apenas dos segundos al susodicho y se voltea con los ojos tan apáticos como antes de observarlo, como si el chico no tuviese efecto en él. Después se encoge de hombros.
—Eres raro, nunca te interesan los omegas... —apunta Damián, apoya su mejilla en los nudillos y mira a su amigo con detenimiento. Es posiblemente el alfa más excepcional que conoce: tan desinteresado, tan vergonzoso y enojón a veces, tan... pequeño. Él realmente es pequeño, aunque por eso trabaja tanto sus músculos como compensación.
—¿Qué? Me tiré a medio instituto el año pasado ¡Tú estás ahí! Literalmente, fue vergonzoso cuando me pillaste aquella vez... —Damián suelta una estruendosa carcajada por el recuerdo y golpea la espalda de su amigo por culpa de la risa. Después limpia una lagrima de su ojo y sigue mirando a Esteban con curiosidad.
Sus enormes ojos verdes le hacen ver como un gato a veces, no puede imaginar en su interior a ningún lobo, aunque sabe que eso sería imposible.
—Es cierto... pero igualmente nunca parece que te interese nadie. Eres como esos solterones de las telenovelas... —cuando Damián ahoga una carcajada en su garganta, Esteban la empuja hacia afuera dándole un puñetazo en el estómago que es más inofensivo de lo que habría deseado.
Después el profesor aparece y Damián sabe que va a tener que pedirle los apuntes a su amigo porque no está prestando ni una pizca de atención. Aunque quizá deba pedirle los apuntes al omega, al fin y al cabo él es culpable de que no pueda mantener los ojos en la pizarra.
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